Sus finas manos sostenían un pequeño espejo, se contemplaba buscando alguna imperfección. Revisaba su cabello, con el partido hacia un lado y los rizos semi recogidos hasta el cuello, tres hileras de perlas se asomaban sobre su pecho a través de una camisa a botones, recogida hasta las mangas, pantalones entubados y zapatos formales, todo en negro terminaban el conjunto. Su piel resaltaba más blanca, sus aguamarinas brillaban con aún más intensidad y el rojo natural de sus labios también se iluminaba. El rubio se sabía hermoso, y haría que Aioria se tragara sus palabras.
-“Con que Frankenstein ¿No?” – pensó en voz alta y alzó una ceja – Frankenstein – sonrió – Frankenstein… - caminó pensante y volteó a ver la puerta separatoria, le dio dos golpes con su palma y al no obtener respuesta, tomó un papel de su buró y salió de nuevo de su cuarto para llegar al del castaño. Tocó y de nuevo el castaño abrió.
-Señor – dijo dulcemente fingiendo no conocer a Aioria – Quisiera pedirle un servicio.
Pero Aioria no pudo responder, se quedó pasmado al ver tanta belleza. El rubio había cambiado su tono de voz, ahora era dulce, suave, tierno y hasta seductor.
-¿Pero qué le pasa? ¡Se ha quedado duro! ¿Qué le pasa? ¡hable! – incluso sus expresiones sonaban ligeras..
-Pellízqueme y dígame que no es un sueño.
Shaka sonrió y le dio tremendo pellizco en el cachete, Aioria respondió con un grito de dolor y el rubio entró al cuarto, dejando al otro aún pasmado en la puerta, tomó asiento en un viejo taburete victoriano frente al tocador del cuarto.
-Buenas noches muchachos.
Milo y Alde se voltearon a ver – Buenas noches – respondieron al unísono.
Aioria se apresuró a atender a tan bella criatura, el muy bobo, no se dio cuenta de quién era aquel querubín.
-¿Con que es usted quien cantaba? – sonriente le cuestionó.
-Pues – sonriendo nervioso – pues sí, pero si usted quiere, pues puedo dejar de hacerlo.
-Pero ¿Porqué? Si tiene tan bonita voz – de nuevo esa sonrisa angelical y cerrando sus bellos ojos.
-¿De veras le gusta?
-Bueno, yo eh escuchado discos de Caruzo, de Bocelli, pero, ¿que va usted a comparar?
La sonrisa de Aioria se desvaneció.
-Ha venido sólo a tomarme el pelo ¿verdad?
-Por supuesto que no – dijo fingiendo sorpresa el rubio – he venido a pedirle un favor, ya le dije que mañana tengo una obra de teatro y mi gran escena la tengo con un cantante.
La parte superior del rostro de Aioria se puso azul y una enorme gota se asomó por detrás de esos alborotados rizos de miel.
-Así que usted es…- señaló la mentada puerta divisoria.
-Así es ¡yo soy Frankenstein!
Aioria se auto propinó tremendo cachetadón, el rubio arqueó las cejas sorprendido
-¿Pero que haces?
-Pegarme – dijo sentándose en la cama muy apenado – desde niño tengo la costumbre de pegarle a todos los idiotas que me encuentro... ¿Me perdonas?
Shaka soltó un pequeño “¡Ja!” a modo de aceptación e hizo un ademán con la mano de que no había problema.
-Bueno y entonces ¿me vas a ayudar?
-Si claro, da la casualidad que mañana musicalizo el gran festival, y pues no se quién vaya a estar en el evento, tal vez Shirley Manson, o Bon Jovi… No sé, pero como soy muy humilde, pues no me interesa quién sea.
-Bueno y aprovechándome de esa humildad ¿podrías leer mi parte?
-¿Cómo? ¿es ésta tu parte? ¿Sólo una escena?
-Bueno, por algo se empieza ¿no?
-¿Y no será parte de este segmento del evento? – Aioria le entregó una hoja de instrucciones donde establecía que él y su banda solamente musicalizarían una escena de una pequeña obra navideña dentro de las variedades del festival.
-¿Cómo es que tienes copia de mi escena?
-¿Y cómo es que tienes tú copia de la mía?
Ambos se miraron y soltaron una sonora carcajada.
-Con que nada de gran actor…
-Y con que nada de tocar entre los grandes.
Ambos tenía una enorme sonrisa en el rostro, al ver el asunto meloso Milo y Alde se escabulleron para no seguir perdiendo el tiempo viendo como esos dos tonteaban.
-Bueno – carraspeó Aioria – es sólo el comienzo – sonrió – con esa cara… y con ese… - e insinuó con la mirada el derrière del rubio tragando seco.
-Y tú con esa voz… - se acercó seductoramente Shaka.
-Ejem… Bueno y ¿estás sólo?
-Sí – afirmó coquetó – y ¿tú?
-Pues sí jeje… ¿y sabes que fecha es hoy?
-¿Y sabes que fecha es mañana? – la sonrisa de ambos no podía desaparecer.
-Tan sólo faltan unos minutos – contaba Aioria el tiempo en su rolex – como te decía vecinito – y pasó su brazo por los hombros castaño.
Shaka se movió un poco y algo incómodo le dijo
-Bueno pero… -alzando las cejas – no crees que… - lo miró con ojos extraños y haciendo cara de incomodidad.
-Bueno uno hace lo que puede jeje Bueno ¿qué te parece si abrimos una botella de champaña y celebramos? Yo invito.
Shaka sonrió – ¿Y si se despierta el vecino? – bromeó a media sonrisa señalando en dirección a su cuarto.
Aioria soltó una leve carcajada – Bueno y cuando te cases ¿vas a seguir usando todo… - no terminó su cuestión, sólo se dio a entender haciendo señas como indicando un monstruo.
-No claro que no, en la noche no, sólo en las horas en que no pueda escuchar nada – sonrió haciendo referencia a un músico.
-¡Bueno pero vamos por la botella! – se levantó dirigiéndose a un frigobar.
-¡Vamos! – lo siguió Shaka entusiasmado.
Aioria comenzó a abrir la botella y el corcho salió disparado como si de un tiro se tratase.
Seiya que casualmente iba pasando por afuera de la habitación escuchó el “disparo” y entró como loco sin tocar, pensando que podía ser la gran noticia que lo catapultara al periodismo.
-¿Qué pasa? ¿Dónde está el herido?
La sonriente pareja se miró entre sí y de nuevo rieron al unísono, al mismo tiempo los fuegos artificiales en el exterior comenzaron a escucharse.
-Jajajaja ves vecinito, hasta tiros tenemos.
Shaka sólo le respondió con la sonrisa
-Pues aquí no hay ningún herido – Aioria no podía estar más felíz.
-Perdón, yo soy sólo un amateur del periodismo y buscaba alguna noticia.
-Bueno pues nosotros no somos noticia aún – le animaba el león – pero lo seremos algún día – sonreía.
Seiya les dio las buenas noches y se marcho, Aioria volteó a ver a Shaka y le preguntó.
-¿No me darás mi abrazo?
Shaka sólo sonrió y lo abrazó, pegando su frente contra el pómulo de Aioria y mirando al techo.
-Oh mira eso.
-¿Qué cosa? – sin separarse de su rubio.
-Es muérdago.
Se miraron de frente, sonrieron y unieron sus labios.
-¡Felíz año nuevo!
-¡Felíz año nuevo!
Y siguieron abrazados, con los rostros unidos por las mejillas. No sabían que los años que vendrían serían muy felices para ambos.
Fin