El alto sonríe al sentir los labios de su mayor besando su mejilla. Lo ha pillado desprevenido. Pero le gusta. Y le pide que lo repita. Sin embargo, el otro sólo se sonroja y no le hace caso. Piensa que su compañero sólo quiere contacto físico y nada más.
El amante del pollo está concentrado en su tarea, en tanto aquél que le roba hasta el último suspiro sólo puede fijarse en cómo su lengua se mueve de un lado a otro mientras escribe. Inconscientemente, le acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja, rozando su oreja. El mayor lo mira, como preguntando el por qué y le sonríe en respuesta. Le encanta la sensación que le provoca estar piel contra piel con su hyung, pero no se atreve a decir nada más.
Los ojos de rana se fijan en los de su amado. Traga grueso mientras toma aquél hermoso rostro entre sus manos. Quiere hablar y las palabras no le salen. Así que sin más captura esos tentadores labios entre los suyos. Lo siente gemir y lo hace él también. Sus alientos se mezclan, la temperatura sube, y sin embargo todo queda en eso, en el único beso que se han dado. En el primero que ambos quisieran darse, pero que no son capaces de volver a repetir, por temor a ser rechazados, aunque sus cuerpos digan lo contrario.
El rubio escucha como el pelinegro le habla de un chico al que conoció hace poco y con el cual ha salido un par de veces. Siente celos, quiere matar al que lo hace sonreír, quiere gritarle a su dongsaeng que lo ama, que quiere un futuro para ambos y que por favor no lo cambie por otro. Pero sólo sonríe y finge que se siente feliz, mientras el dueño de sus fantasías se muere por dentro al ver que su mayor no parece estar celoso de lo que le cuenta.
Están en el terminal de buses. El alto lo tiene entre sus brazos, intentando transmitirle sus pensamientos: ‘no te vayas, no me dejes solo’. Su hyung controla las lágrimas pues comprende qué es lo que el otro le quiere decir. Delicadamente se aleja un poco de él. Lo mira a los ojos. ‘Te amo’, le confiesa mentalmente. ‘Yo también’, parece que la rana le responde. Pero no está seguro, no confía en la impresión que su mente tiene de lo que ve. Su clásica sonrisa automática surge de la nada y se acerca un poco. El corazón de ambos late frenético por aquello. Reduce la distancia de sus rostros y, por segunda vez, lo besa con calidez, con dulzura, con todo el amor que no es capaz de expresar con palabras. El menor llora al sentir que es el final. Y así es. Quien ama se va de viaje y espera que con la separación todo sentimiento desaparezca para siempre.
Porque Lee JinKi no se siente merecedor de todo el amor que Choi MinHo secretamente también le profesa, el que él tampoco se atreve a confesar… por la inseguridad.