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The Big Four Converge por Constanza Sophia

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Notas del capitulo:

Aquí va el siguiente Capi, espero que les guste!!!!

CAP 02: CALLEJÓN DIAGON, EXPRESO DE HOGWARTS


Neville y Jack aparecieron en medio de la desierta calzada en medio de un fuerte crack, el niño de cabellos blancos se sostuvo del brazo del mayor, tambaleante por la sensación de vértigo que solía venir como compañía para aquellos que no estaban acostumbrados a la aparición. No le había gustado, para nada, prefería mil veces volar con el viento, utilizar los portales de norte o, incluso, usar los túneles de conejo, pero la aparición no le había gustado nada. Mareaba demasiado.


Pese a todo, estaba emocionado. Según Neville (profesor Longbotton, como debería decirle), acababan de aparecer en la entrada del lugar donde podría comprar todos los implementos necesarios para poder empezar su formación como mago y eso, para el guardián de la diversión era algo que despertaba su curiosidad hasta niveles insospechados, poniéndolo ansioso por saber que vería al otro lado de la puerta de esa maltrecha posada llamada “El Caldero chorreante”. Además, eso no era lo único que lo ponía contento, sino que no estaría solo en Hogwarts.


Cuando se había ido a despedir de Jamie, luego de ir a hablar con Madre Naturaleza para pedirle que se encargara de las nevadas, había descubierto que el hijo mayor de los Bennett también había recibido la carta de la maravillosa escuela, por lo que entrarían juntos y serían compañeros. Los dos chicos estaban rebosantes de júbilo al saber que podrían ser abiertamente amigos, sin que el de cabellos castaños pareciera un chico esquizofrénico cada vez que hablaba con el guardián en la calle. Y es que, según lo que le había explicado el profesor de herbología, la gran cantidad de magia y las mentes abiertas de aquellos que residían en el mundo mágico, harían visible a Jack para cualquier mago, pese a que seguiría siendo invisible para los muggles. ¡Era posible que incluso los señores Bennett pudieran verlo luego de un tiempo! Al final habían quedado de verse en el tren de camino a la escuela o, en caso de no encontrarse, en la escuela misma.


Luego de estabilizarse y notar que ningún muggle los observaba, Neville abrió la puerta de la taberna y dejó que Jack entrara primero, para luego entrar él. El niño observó todo con ojos curiosos. Había muchas personas de aspecto extravagantes, con túnicas, que bebían cosas extrañas en vasos recién lavados aunque de apariencia sucia. Incluso soltó un suave “wow” cuando el vaso de una bruja de cabellos grises se prendió fuego antes de que comenzara a bebérselo.


- Jack, por aquí – lo llamó Neville – Buenos días Hannah – agregó, en dirección a la posadera, antes de comenzar a caminar hacia el fondo de la tienda, saliendo a un pequeño patio donde se guardaban los basureros. Jack arqueó una ceja, dudoso, pero el profesor le sonrió, sacando su varita y golpeando algunos de los ladrillos. Como por arte de magia (en realidad, por magia) la pared comenzó a separarse, dejando ver un portal – Bienvenido al Callejón Diagon


- I-increíble… - dijo, alucinado.


Jack, con sus trescientos años de vida, jamás había visto algo como eso. El lugar bullía de agitación y actividad, debido a la cantidad de magos que pululaban de una tienda a otra. Era obvio que muchos de ellos iban por la misma razón que él, debido a que los niños de su edad se movían entusiasmados por los diversos negocios, aunque finalmente todos aquellos con aparente edad escolar parecían dirigirse entusiasmados hacia el mismo sitio. Una tienda llena de colores y artilugios. A lo lejos pudo leer el nombre: Sortilegios Weasley. Cuando un gran fuego artificial explotó sobre la tienda, convirtiéndose en rosas brillantes que se desvanecían, Jack no pudo evitar elevarse por la emoción, dispuesto a volar hasta allá, pero la mano de Neville viajó con velocidad hasta su hombro y lo devolvió al suelo, con firmeza.


El chico peliblanco lo miró, casi apenado, notando que lo que estaba por hacer era imprudente, debido a que los magos no podían volar sin escobas, pero se distrajo cuando notó que Neville observaba con impresión hacia su capucha. Inmediatamente trató de ver también, dando algunas vueltas sobre si mismo.


- ¿Qué? ¿Qué tengo? – un destello verde salió finalmente y dio algunas vueltas a su alrededor. El pequeño ser parecía mareado por todo el ajetreo - ¡Hadita! ¿Qué haces aquí? – quiso saber, sorprendido, extendiendo sus manos para que la pequeña hada se posara en ellas. Neville alucinaba.


- ¿Qué…quién es?


- Es una de las hadas que ayuda a Tooth con la búsqueda de los dientes – explicó, mientras la pequeña criatura sonreía de manera inocente - ¡Te colaste en mi capucha! ¿Qué se supone que hago contigo ahora? – Hadita hizo soniditos, como pidiendo disculpas pero negándose a marcharse. El de cabellos blancos miró al profesor, con cierta súplica que puso al adulto nervioso – No puedo volver a dejarla ahora ¿Verdad? ¿Puedo…puedo llevarla a Hogwarts conmigo?


- Bueno… podrías…pero nadie debe saber que ayuda al Hada de los dientes, debes inventar una historia para que no halla preguntas.


- De acuerdo…


- Escóndela por ahora y vamos a comprar los útiles de la lista.


Asintiendo, Jack metió a Hadita en su capucha nuevamente, para que quedara fuera del alcance de ojos curiosos. A medida que avanzaban por el suelo adoquinado del Callejón Diagon, el niño pudo distinguir diversas tiendas, con todo lo inimaginable. Desde túnicas y libros, hasta animales extraños y extravagantes ingredientes para pociones. El Guardián de la Diversión sacó la carta del bolsillo de su azulado polerón y la leyó, en orden, antes de mirar alrededor varias veces.


- Aquí dice que necesito túnicas, libros, una varita, un caldero de peltre, un telescopio y una balanza de latón…- leyó, mirando al adulto - ¡Ah! Y que puedo tener una mascota, pero creo que eso lo tengo cubierto – dijo, señalando elocuentemente a Baby tooth en su capucha.


- Bien, entonces vamos primero por los libros, luego por los implementos y finalmente iremos por las túnicas y la varita…además necesitarás algo de ropa muggle – agregó Neville, sonriendo cuando el menor de apariencia se miró la tenida, como preguntándose qué tenía de malo – Vamos.


Las compras fueron bastante complicadas. Por una vez en su vida, Jack pudo sentir lo que era ser visto por todos y todas, sin distinción, aunque, al mismo tiempo, no tenía verdadera atención sobre él, más allá de alguna mirada indiscreta que quedaba prendada de su cabello blanco o del gran cayado que traía y que no soltaba por nada en el mundo. Al momento de tener que pasar por la masa de estudiantes que trataban de comprar los libros estuvo tentado a elevarse y así llegar al mostrador, pero afortunadamente un dependiente de la tienda había reconocido que era de primer año y había decidido ayudarlo a armar su lista en un acto de piedad. Veinte minutos después, él y Neville salían con la pila de libros requeridos en la lista, situándose a un lado para ver si, efectivamente, estaban todos. Neville los leía y Jack los tickeaba con una pluma que el herbólogo traía convenientemente en el bolsillo.


El Libro Reglamentario de Hechizos (Clase 1) Miranda Goshawk


Una Historia de la Magia, Bathilda Bagshot


Teoría Mágica, Adalbert Waffling


Guía de Transformaciones para principiantes, Emeric Switch


Mil Hierbas y hongos mágicos, Phyllida Spore


Filtros y Pociones Mágicas, Arsenius Jigger


Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander


Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección', Quentim Trimble


 


- Así que están todos – dejó salir el profesor, con un leve resoplido, antes de abrir un pequeño bolso y meterlos todos ahí dentro, para sorpresa de Jack. Al ver su cara de incredulidad, se explicó – tiene un hechizo expansor. Por dentro es mucho más grande de lo que se ve por fuera.


- Se parece al saco de Norte – dijo, sonriente, volviendo a ver la lista – ahora faltan los implementos: caldero, balanza…etc etc…


Esas cosas fueron más fáciles de comprar, debido a que los estudiantes estaban más preocupados comprando sus túnicas y sus libros, además de que sólo eran requeridas a los alumnos de primer año que, en comparación con el tumulto de Flourish y Blotts, la librería, eran un grupo bastante menor. Por ello, sólo quince minutos después, el caldero, los frascos que cristal, la balanza y el telescopio, además de un pequeño conjunto de plumas, tinteros y pergaminos, se encontraban dentro del pequeño bolso de Neville.


- Ahora vamos a ver a Madame Malkin, las mejores túnicas del Callejón Diagon – dijo Neville, sonriente, acomodándose la pequeña bolsita de cuero donde tenía el dinero destinado a Jack, en el cinturón. El menor lo siguió.


En la tienda no había casi nadie, debido a que ya casi todos habían pasado por ahí, según las propias palabras de la mujer, que los recibió con efusividad cuando entraron a la tienda, antes de dirigirse a buscar las túnicas negras que creyó de la talla de Jack. No pasó demasiado cuando una chica de alborotados cabellos rojos salió de detrás de una sección de ropa muggle, hace poco implementada por Madame. Se veía realmente enfadada e incluso sus mejillas se encontraban sonrojadas, mientras otra mujer, de aspecto severo, fruncía el ceño en su dirección. Jack las miró apoyándose en su cayado, entretenido por la discusión.


- ¡No entiendo que tiene de malo, mamá!


- Mérida, esas ropas no son apropiadas para una princesa, por otro lado, estas son femeninas y cumplen con tu estatus – alegó la mujer, levantando un poco las faldas que tenía en la mano, sujetas por ganchos.


- ¡Pero yo quiero usar estos!


Sólo en ese momento Jack pudo notar que Mérida también traía ropa en las manos: pantalones cortos de mezclillas, como los que usaban las chicas en Burguess, en las estaciones calurosas. También tenía pantalones largos, de diversos tonos de azul, como los vaqueros que las mismas niñas utilizaban cuando las temperaturas empezaban a bajar y el comenzaba las nevadas sobre el pequeño pueblo. No entendió del todo cuál era el problema. Las niñas que usaban pantalones se veían bien y parecían muy cómodas. Aunque las niñas que usaban faldas también se veían contentas con ellas… Bueno, jamás entendería a las mujeres…


- Jack, ven a probarte las túnicas para que Madame Malkin pueda ajustarlas – lo llamó Neville, distrayéndolo, y él obedeció, sin que Mérida sospechara siquiera que había oído parte de la conversación.


Después de casi tres cuartos de hora y varios pinchazos que lo hicieron quejarse, Jack salía con sus túnicas, sus sombreros, sus guantes, la túnica de invierno y varias tenidas de ropa muggle, que se conformaban principalmente por varios polerones del mismo estilo que el que ya traía, aunque de diversos colores; vaqueros masculinos de diversas tonalidades de azul, desde el casi blanco hasta el casi negro y varias camisetas, tanto de manga larga como de manga corta. Sin embargo; no había sido eso lo que más habían tardado en elegir, sino que Neville le había dicho que, dado que tenía que parecer un estudiante normal, también debía usar lo que los estudiantes normales usaban para los pies: zapatos. Le había costado encontrar algunos que le gustaran, ya que ponerse calcetines y luego los zapatos le resultaba totalmente incómodo, por lo que se había negado varias veces, aunque al final había tenido que resignarse y terminar aceptando. Así que ahora, aparte de los zapatos negros que debían ir junto las camisas blancas, la corbata y los pantalones que correspondían al uniforme y que iban bajo las túnicas negras, también llevaba un par de zapatillas que, pese a todo, eran bastante cómodas, aunque no le generaban simpatía.


Ahora debían ir a Olivander, la única tienda de varitas que había en el callejón (y la mejor, según Neville le decía). No entendía realmente para qué necesitaba una varita, cuando tenía su cayado, que le permitía desempeñarse perfectamente como Guardián de la Diversión y cómo espíritu del invierno, pero Neville le explicó que era necesaria para que pudiera hacer más magia que sólo nieve. Según él, existían tantos tipos de magia que su cayado, que era simplemente para la magia de la que él estaba constituido, terminaría siendo insuficiente. Con ello, terminó convenciéndolo y Jack no preguntó nada más, hasta que entraron a la tienda.


El pequeño lugar estaba bastante oscuro, como si las luces que entraban por los grandes ventanales no fueran suficientes para alumbrar el pequeño habitáculo. Las estanterías estaban atiborradas de pequeñas cajitas rectangulares, numeradas bajo un desconocido criterio. Aquellas cajas le llamaron tanto la atención que tuvo que mirar dos veces para distinguir al casi inexistente hombre que se hallaba sentado tras el mostrador. El señor Olivander estaba concentrado en lo que parecía la búsqueda de una varita, pero alzó la vista cuando ellos entraron, haciendo sonar la campanilla. A un lado del mostrador, dos chicas rubias, una mayor que la otra, esperaban pacientemente. La más grande tenía expresión soñadora en el rostro y sus ojos de un celeste muy claro se entretenían observando alrededor, aunque se posaron en ellos cuando entraron. La otra era una niña de diez años, rubia también, aunque de un rubio más oscuro que la mujer. Tenía el cabello atado en un elaborado moño y sus ojos verdes miraban a Jack con curiosidad, seguramente debido a su cabello.


- Ah, Luna, no esperaba verte hoy – saludó Neville, sonriente, acercándose a las rubias para saludarlas – Tú debes ser Rapunzel, un placer. Yo soy Neville Longbotton, profesor de herbología en Hogwarts – saludó a la niña, que correspondió con una sonrisa y un “mucho gusto” – y él es Jack, Jack Frost, también entrará a Hogwarts este año – ahora miró al niño – ella es Rapunzel corona, alumna de primero igual que tú. Y ella es Luna Lovegood, enseña Cuidado de criaturas mágicas en Hogwarts.


El chico de ojos azules se acercó y saludó, sonriente, sin molestarse en que su apellido quedara al descubierto. Muchísimas personas no conocían el mito de Jack Frost, el espíritu del invierno, así que no había problemas y, para aquellos que si lo conocieran, tenían la perfecta excusa de unos padres demasiado fanáticos de los mitos infantiles.  Olivander los interrumpió cuando se acercó a ellos, con una varita en la mano. Había varias más sobre el mostrador, así que no parecía ser la primera que Rapunzel tomaba. Al tomarla, nada pasó y cuando el anciano le indicó que la agitara, una pequeña lluvia de chispas rojas salió de ella, haciendo sonreír a los tres mayores pero dejando confundidos a los dos niños.


- Esa es la varita – sentenció Olivander, haciendo que Rapunzel la sostuviera contra su pecho, radiante de alegría – Madera de aliso, veinte centímetros, rígida y núcleo… de pelo de unicornio. Cuide su varita, señorita Corona*– dijo con solemnidad y la chica asintió, tratando de ser solemne también, aunque Jack notó que estaba apunto de saltar a abrazar al anciano.


- Jack necesita una también, señor Olivander, si tiene tiempo – interrumpió Neville con cortesía.


- Sí, por supuesto – el hombre observó a Jack durante algunos minutos y luego se perdió por las largas estanterías. Jack volvió a centrarse en Rapunzel, que miraba su varita con admiración.


- Por cierto, tienes el cabello bastante largo – dijo, directamente, haciendo que la niña lo mirara, un poco tensa, pero que se relajara al ver su sonrisa de perfectos dientes - ¿es eso normal en el lugar del que vienes? – se le acercó, observando curioso.


- Podría decirse que es normal en mí – dijo ella, encogiéndose de hombros, pero siguiéndolo con la mirada – tu cabello tampoco es normal, demasiado blanco ¿es eso natural?


- Podría decirse que es natural en mí.


Ante la respuesta remedada, ambos se quedaron mirando, sonriendo de manera divertida, antes de reír levemente, sintiendo una repentina simpatía por el otro. Habrían seguido charlando de no ser porque el anciano salió de las inmensidades de su tienda y dejó tres pequeñas cajitas rectangulares en el mesón. Abrió la primera y le tendió la varita a Jack, que la recibió con cara de no saber qué hacer.


- Agítela, señor Frost


Y así lo hizo, aunque casi enseguida tuvo que agacharse cuando una estantería frente a él se derrumbó de manera estruendosa, disparando cajitas por todos lados y sobresaltándolos a todos menos al anciano, que se limitó a observar con interés. Recibió la varita de las manos temblorosas del muchacho y luego le entregó la siguiente. Con las otras dos los resultados fueron casi idénticos, aunque con la última salió una llamarada que quedó suspendida a pocos metros del suelo y que Neville se tuvo que apresurar a apagar. Con gesto pensativo, el señor Olivander volvió a perderse en la tienda y volvió solo segundos después con otra varita, que sacó y ofreció a Jack. El muchacho la tomó, desconfiado y la agitó, pero de ella salieron chispas rojas, iguales a las que habían salido de la varita de Rapunzel. Jack sonrió.


- Madera de manzano, veinticinco centímetros, semielástica. Núcleo de pluma de fénix. Esa es su varita, joven Frost- el muchacho sonrió abiertamente, observándola, sin notar la mirada brillante que le dedicaba Olivander.**


No tardaron demasiado en salir de la tienda, encandilándose un poco por la luz del exterior. Afuera había la misma actividad que antes de entrar a la tienda y Jack no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo estuvieron adentro. A él le había parecido bastante, pero al parecer no había sido demasiado. Neville y él ya habían terminado sus compras e increíblemente Jack estaba agotado. Su cuerpo de niño se agotaba más rápido que su cuerpo de dieciséis años, incluso siendo un espíritu, además, comenzaba a haber calor, así que lo mejor sería irse a la habitación que había reservado el mayor en el Caldero chorreante y descansar hasta el día siguiente, día en que le tocaría tomar el tren de camino a su nueva escuela. Por su parte, a Rapunzel y Luna aún le quedaban algunas cosas por comprar, así que tendrían que separarse.


- Nos vemos en el tren, Punzie – se despidió el mayor, antes de correr hacia Neville, que ya se había adelantado. La muchacha lo miró, confundida y sorprendida por el apodo, antes de asentir contenta y despedirse.


***


Hiccup resbaló algunos metros luego de salir de la chimenea, poniéndose de pie casi enseguida y sacudiéndose las cenizas con expresión de hastío. Al día siguiente debía partir a Hogwarts y tenía que comprar los útiles que la lista indicaba. Había pedido a su padre ir con él, pero una oleada de dragones había estado atacando la aldea y, pese a que para esas alturas no parecían querer volver, el enorme hombre había preferido quedarse, para prevenir. Así que ahí estaba, en medio de la zona de apariciones por red flú que tenía incorporado el Callejón Diagon, a un costado de Gringotts, donde tenía que dirigirse para poder sacar el dinero necesario. No tardó demasiado en eso, aunque no podía negar que la forma en la que los duendes lo miraban mientras avanzaba hasta la mesa de atención no podía ponerlo más incómodo. Su familia no tenía demasiado dinero, pero si el suficiente para lo necesario y para incluso darse algunos lujos así que, al salir a comprar, llevaba una buena cantidad de monedas en un saquito.


Lo primero que compró fueron las túnicas y la ropa que necesitaría para la escuela, siendo lo único innecesario de comprar, los guantes de dragón, que pudo llevarse desde su pueblo, Berk, debido a que eran los principales proveedores del mundo mágico, gracias a los dragones que los atacaban constantemente y que, al morir, les dejaban la materia prima de manera más o menos gratuita. Dejó la varita para el final y, luego de estar un buen rato observando la tienda de animales, decidió no comprarse ninguna. El único animal que llamaba su atención eran las lechuzas y si se compraba una seguramente terminaría achicharrada o devorada por los dragones en cuanto llegar a Berk. Comprarse una solo para verla morir a eso de un año le resultaba un poco egoísta, el pobre animal no se lo merecía.


Su visita a Olivander fue tortuosa. Las varitas se le resistían totalmente y había llegado a probar más de una docena, dejando tal desastre en el lugar que, luego de lograr encontrar la suya, se dedicó a ayudar al anciano a ordenar el desastre que había causado. Tardaron bastante pero, ahora que estaba fuera del establecimiento, podía dedicarse a observar con atención y felicidad la varita que reposaba en su mano. Madera de castaño, veintisiete centímetros, flexible con núcleo de pelo de unicornio***


- Serás una buena compañera – dijo en un susurro casi inaudible, no esperaba que le respondiera por lo que se sorprendió cuando la sintió temblar imperceptiblemente en su mano. Sonrió


***


Mérida caminaba algunos pasos más atrás de su madre, que cargaba el caldero con los libros y algunos otros implementos dentro, mientras la niña pelirroja se dedicaba a llevar una bolsa con plumas, tinteros y pergaminos colgada a la altura del hombro, sin despegar su vista fascinada de la varita. Había esperado tanto para poder tener una propia que no lograba creer que al fin la tuviera entre sus brazos. Era blanca, debido a su madera y le encantada.


- Madera de álamo, veintidós centímetros, medianamente flexible. Núcleo de fibra de corazón de dragón – se repitió con fascinación.


Lo único que logró distraerla fue el pasar frente a la tienda de accesorios para Quidditch, que consiguió que se pegara a la vitrina, observando la Estrella de plata. La última escoba que había salido en la temporada, siendo la única que era capaz de remplazar a la Saeta de fuego, que seguía siendo usada como una de las más actualizadas. Amaba el Quidditch y amaba volar. Estaba decidida a pertenecer al equipo de Quidditch de su casa, costara lo que costara. Sólo se despegó de la vitrina cuando la mano de su madre la cogió por la muñeca, para que siguiera avanzando.


- Vamos Mérida, debemos comprarte una lechuza y ya podremos marcharnos – dijo, seriamente. Mérida bufó.


***


La estación King Cross estaba repleta de muggles que iban de un lado al otro, verificando sus pasajes y sus maletas. Jack observaba en todas direcciones, tratando de encontrar el andén 9  3 3/4 que era en el que debía tomar el tren que lo llevaría a la escuela de magia. Sin embargo; no tenía rastro del andén y cuando se había acercado a una pareja que ahí había, estos se habían molestado y le habían dicho que estaba demasiado grande como para hacer bromas de ese tipo, por lo que el menor había optado por disculparse y alejarse. Bastante tardó en descubrir como se entrada al andén, pero cuando vio a un grupo de personas vestidas de manera bastante extravagante atravesar la pared de ladrillos que dividían el andén 9 y 10 entendió súbitamente lo que tenía que hacer. Baby tooth emitió un sonidito lastimero dentro de su capucha, habiendo entendido también.


En realidad la idea de lanzarse contra un muro de concreto no me apasionaba demasiado. Pese a ser un guardián, de todos modos sería un feo golpe si no funcionaba. Por ello, cuando comenzó a correr con su carrito hacia donde le correspondía, cerró fuertemente los ojos, esperando el impacto que, en lugar de llegar, se vio remplazado por una sensación de frío muy diferente a la que él solía generar. Cuando abrió los ojos nuevamente no pudo evitar un sonido de impresión y admiración. Un reluciente tren esperaba a ser abordado y el andén estaba muchísimo más concurrido que el anterior, con padres e hijos que se despedían y que encaramaban sus equipajes en los distintos compartimientos. No se verían hasta las vacaciones de navidad, así que se abrazaban con fuerza y les daban los últimos consejos a los niños y adolescentes, que parecían saberse la perorata de memoria.


Él no tenía a nadie que lo detuviera en el andén, debido a que incluso se había separado de Neville antes de llegar a la estación, pero de todos modos la recorrió con tranquilidad, esperando ver alguna cara conocida. La de Jaime, tal vez o incluso la de Rapunzel, por ello, cuando reconoció a lo lejos una enorme cabellera rubia, atada en un elaborado moño, no pudo evitar sonreír y apresurarse hacia ella, arrastrando su carrito detrás de él. Estaba con dos adultos, que le acomodaban las cosas y le hablaban con preocupación, pero apenas reparó en ellos.


- ¡Hey, Punzie! – tanto la niña como sus padres se giraron a verlo.


- ¡Ah, Jack! ¡creí que no nos veríamos! – dijo ella, emocionada - ¡papá, mamá, él es Jack Frost, lo conocí cuando fui a buscar mi varita con la profesora Luna!


- ¿Eres de primer año también, Jack?


- Así es señor, seré compañero de su hija – dijo, alegremente, sonriendo con esa sonrisa perfecta que derretía a la hadita en su capucha. Un pitido los sobresaltó.


- Bueno, será mejor que suban. Querido, ayuda a Rapunzel con su baúl – dijo la mujer, con voz suave, que hizo que Jack la mirara, sonriendo inconscientemente. Se parecía a la forma de hablar de Tooth. Supuso que todas las madres hablaban igual.


- ¡Sí, vamos Jack, encontremos un compartimiento! – y la chica desapareció tras su padre, luego de haberse despedido cariñosamente de su madre, que le devolvió los mimos. Jack también se despidió y se encaminó dentro con su propio baúl. Arriba de la escalerilla del tren, observó nuevamente la plataforma, para ver si veía a Jamie, pero no había rastros de él,


Los pasillos del tren estaban repleto de estudiantes que tenían que pegarse a las puertas de los compartimientos para dejar pasar a aquellos que iban con baúles, como Jack o el padre de la chica rubia que iba más adelante, buscando uno vacío. Ya casi había llegado al vagón siguiente cuando finalmente Rapunzel encontró un compartimiento desocupado, en el que se metieron con velocidad. El padre de la chica los ayudó a acomodar los baúles y, luego de despedirse de ambos, se marchó. Se hizo un silencio mientras ambos se sentaban y sonreían, que se rompió cuando Baby tooth, cansada de estar en la capucha de Jack, salió a revolotear a su alrededor, sin que el muchacho pudiera detenerla.


- ¡Ah, que bonita! – se emocionó Rapunzel casi de inmediato - ¿es tu mascota?


- Podría decirse que sí…


- Creí que sólo podían traerse lechuzas, gatos o sapos.


- Oh, ¿de verdad? – el de cabellos blancos fingió no saberlo – me la encontré en el Callejón Diagon y no se separó de mi, espero no meterme en problemas – y le dedicó una elocuente mirada.


- No te preocupes, no le diré a nadie, al fin y al cabo, yo tampoco tengo uno de los animales permitidos – y, metiendo la mano al pequeño bolsito que tenía colgado en el brazo, sacó un pequeño camaleón.


- Se llama Pascal.


- ¡Genial! Ella se llama Baby tooth, ¿y de verdad se camu…?


Se vio interrumpido cuando la puerta se abrió de golpe, mostrando tras ella a una muchacha de desgreñados cabellos rojos y ojos azules como el agua. Jack la reconoció enseguida. Era la chica que había estado discutiendo con su madre en la tienda de Madame Malkin, inconscientemente sonrió de lado y la muchacha lo miró, desconfiada.


- Disculpen, estaba buscando compartimiento, pero están todos llenos.


- Puedes sentarse con nosotros si quieres – ofreció Rapunzel, sonriendo radiante.


- ¿De verdad no hay problema?


- No, adelante. Soy Jack Frost y ella es Rapunzel Corona– esta vez fue el turno de Jack, que se puso de pie y tomó su baúl para, con un poco de esfuerzo, acomodarlo en la rejilla. Mérida entró con su hermosa lechuza parda y se sentó


- Mérida – fue su respuesta antes de que su atención fuera atraída inmediatamente por la pequeña hada, que revoloteaba alrededor de Jack. - ¿Eso es un hada? Pero ¿de dónde la has sacado? – inquirió, incrédula.


- La encontré en el Callejón Diagon, por favor, mantén el secreto – pidió el chico, tomando a Baby tooh y volviendo a sentarse.


- S-sí, no te preocupes…


Se hizo un silencio, en el que los tres muchachos se miraron, sin saber muy bien que decir.


- Y…¿de dónde son? – preguntó Rapunzel con timidez, tratando de iniciar una conversación.


- Yo soy de Burguess, una ciudad pequeña donde siempre está nevando – dijo Jack, sonriente, saltándose la parte donde se explicaba que él era el principal causante de las nevadas en ese lugar.


- Pues yo soy de una pequeña isla de magos, al norte de Escocia – dijo Mérida, con cierto tono de indiferencia. No era gran cosa para ella - ¿De dónde eres tú?


- Soy de una pequeña península de europa, un reino llamado Corona, aislado de los demás países.


- ¿Un reino con tu apellido?


- Sí, bueno… - Rapunzel se sentía incómoda y un nuevo silencio se hizo presente, que Jack aprovechó para mirar por la ventana. El tren había partido hace varios minutos y ahora estaba atravesando campos tan verdes que se parecían a la madriguera de conejo. Sonrió antes de que la voz de Punzie lo distrajera de nuevo– Por cierto ¿ya saben hacer algún hechizo?


- Pues…no, ninguno – dijo el espíritu, abochornado. Miró a Mérida y ella negó, con cierto orgullo.


- Yo aprendí uno, miren  - era increíble la cantidad de energía que tenía la rubia, la cual pronunció una palabra extraña, antes de que de su varita comenzaran a salir flores de diversos colores, que cayeron al suelo una tras otra. Sus compañeros aplaudieron.


- Podrías usar esas flores en tu cabello en lugar de usar esos moños tan aburridos – soltó Jack, luego de unos instantes, haciendo que la rubia se sonrojara.


- No sé hacerme peinados, este me lo hizo mi mamá…


- Yo puedo hacerte un peinado, si quieres – dijo Mérida, mirándola con interés.


- ¿De verdad?


- Sí, claro.


- Genial, entonces, Mery, embellécela – dijo Jack, con diversión, recibiendo una mirada confundida de la pelirroja, que decidió ignorar el apodo.


Cuando la de ojos verdes soltó sus cabellos los otros dos soltaron una exclamación, sorprendidos por el verdadero y descomunal largo de este, que se había disimulado bastante con el moño. Jack había comenzado a jugar con él, pero la pelirroja y la rubia lo habían regañado y había terminado sentándose, para no molestarlas más. La verdad es que Mérida parecía tener bastante talento con los peinados, pese a que su cabello pareciera haberle ganado la batalla. Eso se notaba en la maestría que tenía para trenzar el cabello de Rapunzel y ponerle las flores, que eran de bonitos tonos rosados.


En eso estaban cuando el compartimiento volvió a abrirse, dejando ver a un muchacho de cabellos castaños y ojos verdes como los árboles, cuyo rostro salpicado de pecas mostraba cierto tedio. Los miró de uno en uno y, de pronto, pareció avergonzarse por haber entrado así, provocando que los muchachos lo miraran atentamente, deteniendo sus actividades. Hiccup llevaba bastante rato tratando de encontrar compartimiento. Había estado evitando sentarse con sus compañeros de Berk, pero luego de casi una hora de soportar sus comentarios y sus formas de hablar que no le agradaban para nada, había terminado marchándose para buscar otro lugar. Sin embargo; los compartimientos estaban repletos y ese era el único que había creído vacío, llevándose una sorpresa al ver que no era así. Pensó en marcharse, pero a este paso se quedaría de pie todo el viaje, así que…


- ¿Les importa si me siento con ustedes? – preguntó, inseguro. Las chicas se miraron pero Jack se adelantó


- ¡Por supuesto que no! Pasa, al fin no seré el único chico – dijo el de ojos azules, sonriente y poniéndose de pie para dejarlo pasar.


Por alguna razón, Hiccup se embobó observando al chico, notando el blanco de su cabello y el particular color de sus ojos, que se parecía al azul de las aguas profundas, como el océano que rodeaba Berk. Además, esa sonrisa no era natural ¿verdad? Era demasiado…blanca…y perfecta… Salió de su ensoñación cuando notó que lo había estado mirando demasiado y, luchado contra un sonrojo, decidió entrar y girarse a cerrar la puerta, aprovechando que no lo veía para soltar un suspiro casi inexistente. Luego se volvió y, acomodando su baúl con ayuda de Jack, se sentó junto a este, observando a las chicas que estaban concentradas en el cabello de Rapunzel.


- Soy Hiccup


- Soy Jack

Notas finales:

Significado varita de Rapunzel:

- Pelo de Unicornio: El pelo de unicornio produce generalmente la magia más consistente y está sujeto a un menor nivel de fluctuaciones y bloqueos. Las varitas con centros de unicornio son las más difíciles de utilizar para las Artes Oscuras. Son las más fieles de todas las varitas, y normalmente permanecen unidas a su primer dueño con una relación difícil de romper, independientemente de si es una bruja o un mago consumado. Las desventajas del pelo de unicornio son que no produce las varitas más poderosas, aunque se puede compensar con la madera de la varita, y que tienden a la melancolía si no son usadas correctamente y el pelo puede “morir” y necesita ser reemplazado.

- Aliso: La madera de aliso es inflexible, sin embargo, su dueño ideal no es cabezota u obstinado, sino que a menudo le gusta ayudar, es considerado y una persona de lo más agradable. Mientras que la mayoría de las varitas buscan similitudes en el carácter de aquellos a los que servirán con más aptitud, el aliso es inusual puesto que parece desear una naturaleza que es, si no totalmente opuesta a la suya, sí ciertamente bastante diferente. Cuando una varita de aliso encuentra a su dueño se convierte en una ayudante magnífica y leal. De todos los tipos de varita, el aliso funciona mejor con encantamientos no verbales, de ahí le viene su reputación de ser la varita más adecuada para los magos y las brujas más avanzados.

Significado varita de Jack

- Pluma de Fénix: Este es el tipo de centro más raro. Las plumas de fénix pueden producir una amplia gama de efectos mágicos, aunque pueden tomarse más tiempo que las varitas de unicornio o de dragón para mostrarlo. Son las que tienen una mayor iniciativa, a veces actúan independientemente, una cualidad que a muchos magos y brujas no les gusta nada. Las varitas de pluma de fénix son siempre las más quisquillosas a la hora de escoger un dueño, puesto que la criatura de la que han salido es una de las más independientes y distantes del mundo. Estas varitas son las más difíciles de dominar y personalizar, y su fidelidad es difícil de conseguir.

- Manzano: Las varitas de manzano no se fabrican en grandes cantidades. Son poderosas y le van mejor a un dueño con grandes metas e ideales, y esta madera no funciona bien con Magia Oscura. Se dice que el poseedor de una varita mágica será una persona querida y de larga vida, y a menudo he notado que los clientes de gran encanto personal son los que encuentran su varita ideal en una de madera de manzano. A menudo los poseedores de una varita de manzano tienen la inusual habilidad de conversar con otros seres mágicos en sus lenguas nativas, como el celebrado autor de Gente del Agua: Una Completa Guía de su Lengua y Costumbres, Dylan Marwood.

Significado varita de Hiccup:

- Pelo de unicornio: (leer Rapunzel)

- Castaño: Esta madera es muy curiosa y con muchas facetas, también varía mucho en su carácter dependiendo de su centro y también toma mucho de la personalidad del que la posee. A la varita de castaño le atraen las brujas y los magos con habilidades especiales para domesticar bestias mágicas, los que poseen grandes dones en Herbología y los voladores naturales. Sin embargo, cuando se le pone un centro de fibra de corazón de dragón, puede que el mejor dueño para esta varita sea alguien al que le gusta mucho el lujo y las posesiones materiales, y que no sea muy escrupuloso acerca de los medios para obtenerlas. En cambio, tres directores sucesivos de Wizengamot han poseído varitas de castaño y unicornio, ya que esta combinación siente predilección por aquellos a los que les preocupa la justicia.

Significado varita Mérida

- Fibra de corazón de dragón: En general la fibra de corazón de dragón produce las varitas más poderosas, y con ellas se pueden realizar los encantamientos más llamativos. Las varitas de dragón tienden a aprender más rápido que otros tipos. Sin embargo, pueden cambiar de chaqueta si se le quitan a su dueño original, siempre establecen una fuerte relación con el que las posee en ese momento. La varita de dragón es la más fácil de usar para las Artes Oscuras, aunque, no se inclinará hacia ellas por ella misma. También, de las tres, es la que tiene más tendencia a producir accidentes, debido a su temperamento.

 - Álamo: La madera de álamo de suficiente calidad para hacer varitas es blanca y de grano fino, y muy apreciada por todos los fabricantes de varitas por su elegante estilo parecido al marfil y su excelente trabajo con los encantos. El verdadero dueño de una varita de álamo es a menudo un duelista consagrado o lo será, puesto que la varita de álamo funciona particularmente bien con la magia marcial. Un infame club de duelistas secreto del siglo XVIII llamado Las Lanzas de Plata, era conocido por admitir solo a aquellos que poseían varitas de álamo. Los poseedores de varitas de álamo son decididos y determinados, y seguramente les atraen las nuevas aventuras y los nuevos órdenes, es una varita para los revolucionarios.


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