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Almas gemelas por Natsu27

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Notas del fanfic:

Todos los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto.

Dedicado a Mino, mi querida hermanita.

Notas del capitulo:

¡No dejando que el SasuNaru muera, haré lo posible por seguir escribiendo!

I: Almas gemelas

En un mundo donde absolutamente todos tienen su alma gemela, cada persona vive con la expectativa de que en cualquier momento puede encontrarla. En un saludo, en un choque o mientras recibes el vuelto en el mercado. El solo hecho de un contacto puede hacer que las dos almas reaccionen entre sí, llamándose, anhelándose y esperando poder pasar el resto de sus vidas juntas. Pero pese a eso, pese a que existe la facilidad de encontrar a tu alma gemela con solo un roce, eso no garantiza que la encuentres o que si lo haces esta esté siempre a tu lado. Naruto lo sabe muy bien.

Aún recuerda cuando sus padres le contaban cómo se conocieron. Que pese a eso, recién se dieron cuenta que eran almas gemelas cuando ya tenían varios años de amigos. Nunca se estrecharon las manos, nunca se tocaron, ni un abrazo, una caricia, nada; porque tenían miedo de que si lo hacían descubrirían de que quizá no estaban hechos el uno para el otro; y posiblemente eso los devastaría más que el pensar en no encontrar esa persona hecha para uno. Cuando al fin tuvieron el valor de tocarse, que por cierto fue Minato el que dio el primer paso, fue con un beso. Un delicado beso en la frente cuando Kushina lloraba porque sus padres habían muerto. Minato se había sentido tan impotente de no poder hacer nada, de no poder estrecharla en sus brazos y decirle que todo estaría bien; se sentía fatal con solo estar mirando en silencio cómo Kushina lloraba a mares sentada en el frio pasadizo del hospital. Así que sin pensarlo más se acercó a ella; se agachó para estar a su altura, ella sollozando, y la besó.

Su madre aún recuerda ese día como el más importante de su vida, claro, junto al día del nacimiento de su adorado Naruto, pero Naruto sabe que son cosas muy diferentes y no puede culpar a su madre de ser el segundo lugar. Kushina decía que ese momento cuando se sentía a morir, que se sentía perdida, desolada y completamente sola; cuando pudo sentir aquel beso en su frente, fue como electricidad invadiendo su cuerpo. Ya no se sentía sola, ya no se sentía perdida. Porque si bien la tristeza aún seguía presente, sabía que tenía a alguien a su lado, a alguien que la complementaba a la perfección.

Después de ese beso siguió un abrazo, un abrazó que duró siglos, según sus padres. Para ese momento de la historia ambos solo se quedaban mirándose a los ojos, como si ocultaran un gran secreto que no debía ser rebelado hasta que llegara el momento. Hasta que llegara su momento.

Así que esperó.

En aquel mundo donde el contacto implicaba mucho, la gente solía ser reservada con el contacto piel a piel. Existían los tradicionalistas extremos que procuraban cubrir cada parte de su cuerpo con telas, ya que consideraban al acto de Resonancia (cuando las almas se sincronizaban con su otra parte) un rito personal y sagrado, que debía desarrollarse en un ambiente íntimo. A otros en cambio les bastaba con unos guantes que cubrieran todo rastro de piel expuesta en la mano; especialmente para los saludos que se daban con regularidad. Estas personas no consideraban el acto algo sagrado, pero tampoco creían que debían hacerlo algo público, los hacía sentir vulnerables. Pero había un grupo de personas que no temían el ser expuestos, que no temían el contacto; al contrario, esperaban el contacto con ansias para de una vez conocer a esa persona que sería su otra mitad.

Naruto era una de esas personas del tercer grupo. Él no usaba ropa de mangas largas o los típicos guantes. El caminaba saludando a las personas amablemente y se acercaba con confianza. No es que no temiera, solo estaba ansioso.Y cómo no estarlo cuando todos le contaban que la Resonancia era algo maravilloso, que después de ese día ya no te sentirías solo, después de ese día siempre tendrías a alguien a tu lado. Que después de ese día, alguien siempre te amaría por lo que tú eres y nada más.

Nada garantiza que encuentres a tu alma gemela o que si lo haces, esta esté siempre contigo.

Kushina falleció cuando él tenía diez años. Lamentó la muerte de su madre como cualquier hijo lo haría, estuvo deprimido, pasó días sin comer, sin ir al colegio, se encerraba en su cuarto y lloraba todo el día. Pero en una semana salió. Nunca dejaría de sentir aquel dolor en el pecho, pero al menos sabía que debía seguir adelante. Tenía solo diez años, pero conocía muy bien su dolor. Había lidiado con él solo, lo había estrechado, abrazado y dormido en sus caricias. Así que se volvió soportable. Conocía su dolor. Y por eso mismo sabía que el dolor que su papá sentía no era nada comparado al suyo.

Minato falleció al siguiente año.

Naruto tenía diecisiete años cuando salió del colegio y pensaba postular a un internado de estudios superiores. Era una de las opciones que le daba el hogar en el cual se había estado quedando desde que su padre falleció. Aquel internado después de dos años le abriría paso a la universidad que deseara. Todos los cursos que dictaban ahí eran básicos y que eran necesarios para toda carrera. La idea era simplemente fantástica. Él aún no sabía qué estudiar así que el ir avanzando con los cursos básicos mientras se decidía era una gran oportunidad. Además también tendría la facilidad de poder salir del hogar. Ni es que no le gustara, solo que no era para él.

La despedida del hogar donde estuvo por más de seis años estuvo llena de cartas, lágrimas y muchos abrazos. Ya había tocado a todas las personas de aquel lugar y ninguna era la que buscaba; desde que había llegado sabía que ahí no la encontraría. Y una parte de él estaba feliz por tener razón, porque consideraba a todos los niños de ahí su segunda familia; además las monjas eran muy mayores para su gusto, ni hablar de los sacerdotes. Cuando les dijo eso a las damas estas rieron sin parar y abrazaron a Naruto como despidiéndose de un hijo.

El examen de entrada fue complicado, pero logró ingresar. Ahora podía subir al tren que lo llevaría a Konoha, la región donde se encontraba el internado. El lugar estaba alejado de la ciudad, rodeado por una aldea amigable y bastante supersticiosa, según lo que había encontrado en internet. Se caracterizaba por sus tradiciones, fiestas y porque todos los que habitaban ahí se conocían. Trataban a los estudiantes con cariño y les ayudaban cuando pudiesen. Dentro del internado era otra historia. Historia de la cual no sabía nada porque no encontró nada al respecto. Pero se decía que todos los que salían de ahí salían decididos, listos para el siguiente paso.

Él lo único que quería era decidir la carrera de sus sueños y, por supuesto, encontrar a la persona con la que pasaría el resto de su vida.

 

oOo

 

En un mundo donde absolutamente todos tienen su alma gemela, cada persona vive con la expectativa de que en cualquier momento puede encontrarla. En un saludo, en un combate o mientras recibes la cuenta de algún restaurante. El solo hecho de cualquier tipo de contacto puede hacer que las dos almas reaccionen entre sí, llamándose, demandándose y esperando poder pasar el resto de sus vidas juntas. Pero pese a eso, pese a que existe la facilidad de encontrar a tu alma gemela con solo un ligero roce, eso no garantiza que la encuentres o que si lo haces esta esté siempre a tu lado. Sasuke lo sabe muy bien.

Para los privilegiados que nacieron con un gran nombre y una gran responsabilidad la posibilidad de vivir atado a alguien por el resto de tu vida es una maldición. Es algo a lo que uno no puede arriesgarse. No cuando tiene tanto que hacer, compañías que dirigir, cursos que llevar, proyectos que terminar, dinero que ganar, tratos que cerrar y vidas que volver exitosas. El ser un Uchiha le daba la vanidad de ingresar a cualquier establecimiento y ser atendido como un rey. Quién en su sano juicio arriesgaría todos los beneficios solo por una simple y ordinaria persona. Porque claro, había la posibilidad de que tu alma gemela fuera alguien de tu misma clase, pero eso era un porcentaje mínimo; el destino era horrendo con los de su clase y siempre los juntaba con gente ordinaria y poco culta. Ninguno se arriesgaría.

Es por eso que sabía que sus padres no eran almas gemelas, pero ambos se llevaban bien, eran buenos amigos y tenían una buena vida. Ambos criaron a sus hijos juntos y los ayudaron a creer en sus ideales y en lo que era lo mejor para ellos. Nana no era diferente.

Nana no era su nombre, Nana era la persona que lo cuidaba siempre, ella era la amiga de su madre que estuvo con ella de arriba abajo, cuidando que no tocara a ningún desconocido y que permaneciera siempre pendiente de con quién andaba. Nana cuidaba a su madre para cuando su prometido llegara. Pese a que no era de la clase de su madre Nana se había casado con un hombre que no amó, que sus padres le impusieron. Ella era viuda y se veía demacrada pese a que tenía la misma edad que su madre, nunca tuvo hijos. Siempre le contaba cómo todo funcionaba en el mundo, en su mundo. Y él asentía. Porque Nana, madre y padre tenían razón.

Nana murió. Todo comenzó en un día como cualquiera, ella estaba perfectamente bien. Itachi estaba en el último año del colegio y Sasuke salía de primaria. Estaba entrando a la casa cuando escuchó los gritos de Nana que había ido a visitar a su madre. Su padre lo cogió de la mano y lo llevó lejos. Pero pudo ver. Pudo ver cuando corrió hasta el salón, cómo su madre sostenía a Nana intentando ayudarla, ella solo gritaba y gritaba de dolor, sus manos apretadas fuertemente contra su pecho. Mientras su padre se lo llevaba con aquel rostro pálido que nunca lo había visto llevar, todavía podía escuchar sus gritos, “Lo siento, lo siento, no quería abandonarte. Lo siento. No mueras.”  Fue lo último que escuchó de Nana. De ahí nunca más la volvió a ver.

Itachi esquivaba sus preguntas siempre que sus padres estaban presentes, así que aprovecho una noche para entrar a su cuarto. Itachi era el mayor, así que debía saber todo. Entró a su cuarto, caminó hasta la cama de su hermano y lo movió ligeramente para despertarlo.

“itachi, hermano,” recuerda haberle dicho, y después de que él refunfuñara por la hora y le pidiera que se vaya a su cuarto porque él también debía ir a clases; logró convencerlo a que le dijera, a que le dijera la verdad, “¿por qué murió?”  Itachi solo se quedó en silencio, se movió a un lado y dejó que Sasuke se echara a un lado suyo. Su hermano mayor lo abrazó fuertemente, la cabeza de Sasuke en su pecho. “Su alma gemela murió.”

Itachi había sido sincero, Itachi siempre era sincero con él. Y es por eso que Itachi le explicó todo sobre la sincronización de las almas, al parecer, si una parte moría la otra le seguiría hasta la muerte, porque pese a que nunca se encontraron el dolor era tan grande que una parte solitaria no podía estar en el mundo. Más adelante se enteró que la mitad de Nana era un zapatero, un hombre joven y empeñoso, soñador pero trabajador y que esperó a su mitad por muchos años, hasta que no pudo más y se suicidó.

Sasuke tenía diecisiete cuando decidió que no quería estudiar en aquel instituto que sus padres habían elegido, era aburrido y completamente una pérdida de tiempo. Ahí con solo saber quién era le ponían una buena nota y le dejaban hacer lo que le plazca. Sasuke no era esa clase de personas que quiere ganar en la vida por esos medios. Así que cuando les dijo a sus padres que iba a Konoha, ellos pusieron una expresión de molestia, pero luego de orgullo, porque su hijo no era como los otros borregos. Y eso le bastó a Sasuke.

Sasuke no quería vivir su vida atado a nadie, no quería sufrir por alguien o tener que depender en un destino predeterminado por alguna entidad superior que lo deja sin decisión. Él no quería vivir una vida alrededor de una persona equis que solo porque su alma dice que tiene que amar, amará. Él no es alguien que sigue lo que las leyes dicen al pie de la letra, él es racional, él es lógico, él solo quiere tener éxito y vivir una vida plena. Sin que nadie lo controle.

 

La despedida fue una gran fiesta. Gente que ni conocía vino a despedirlo, con regalos, alabanzas, dinero y lo que más apreció, la sonrisa de su hermano junto a un consejo. “Sé feliz Sasuke, no hagas caso a lo que diga papá o mamá, ellos viven pero no son felices. Ellos dicen tener todo pero siempre van a la cama con miedo de pensar que les tocará. Vive, no te ocultes, no rehúyas lo que puede llegar a ser. Elige.”

 

Elección. Eso era lo que quería. Así que cuando subió al tren camino a Konoha el lugar donde se encontraba el internado donde pasaría dos años, felizmente alejado de sus padres y toda esa gente molesta; decidió que ese era su primer paso a una vida sin que nadie lo controle, no padres, no tutores, no nanas, no condesas, o condes, nada que lo ate. Su única meta era estudiar y encontrar la carrera que le gustara. Nada más.

 

Notas finales:

Es la introducción. Los que me conocen saben que siempre comienzo mis hisotrias con una.

Espero les guste.

 


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