Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

AMORIS CAUSA por Whisperyuki

[Reviews - 106]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Era una fresca madrugada del miércoles cuando, según las instrucciones recibidas, se presentó en el Ministerio para tomar el traslador que los llevaría a Bulgaria  para lo del Año Dual en aquel lugar. Las luces del Atrio del Ministerio eran las suficientes para iluminar el camino de los citados, así como la del personal de limpieza que se afanaba en sus labores. Varios magos se arremolinaban en las chimeneas llegando de sus casas, otros charlaban animosamente esperando y uno que otro estaba sentado en las bancas en sus asuntos, medio adormilados por la hora. Más allá, cerca de la fuente, vio al elfo doméstico que se encargaba de pulir varitas lanzar una que otra mirada, esperanzado de que alguien quisiera usar sus servicios a primera hora del  día.

-Hey, Cuqui ¿Qué cuentas?- Ron saludó mientras llegaba y sacaba su varita de la cartuchera.

-¡Señor Weasley! Esperando si alguien necesita de Cuqui.

-Un servicio completo, por favor.- Ron estiró su mano y le entregó su varita al elfo.

-¡Al instante, señor!- El elfo empezó a darle tratamiento a la varita.

Sin nada más que hacer Ron observó a la criatura trabajar, mientras tarareaba una cancioncita desconocida para él. El elfo parecía feliz, contagiando su buen humor. El pelirrojo sonrió al recordar el día cuando Hermione llegó toda emocionada por haber conseguido que el Ministerio pusiera el ejemplo acerca del trato justo a los elfos, al poner un pequeño estand manejado por un elfo liberado.  El puesto había cambiado poco en esos años, pero las mejoras podían verse, como la placa plateada pegada a la rueca que anunciaba el nombre del negocio, un par mullidos banquillos en donde los clientes podían esperar y un revistero con ediciones nuevas y viejas de periódicos,  revistas y uno que otro libro corto. Ron tomó  el último número del Profeta, hojeando las páginas sin atención realmente. En una de las hojas vio, con cierto fastidio, una empalagosa foto de una pareja en  fingidos mimos, haciéndole recordar el nuevo desplante que Said le había hecho.

Había mandado un mensaje con su lechuza, avisando de su salida  y era hora  que no había recibido señales de Said. Claro, no esperaba que el doctor estuviera allí para despedirlo. Diablos, la gente que estaba reuniéndose era exclusivamente la que iba a tomar el traslador; pero al menos esperó un mensaje de “Ten un buen viaje.” por lechuza pero  no, solo un ominoso silencio había recibido por parte de su novio.

Said se había vuelto críptico e intratable desde que Ron le acompañó a visitar a sus padres. La visita había transcurrido en una tensa calma, como cuando tienes miedo de romper el lindo jarrón de la abuela pero no puedes evitar admirarlo con curiosidad. En un momento de la velada, tras una frase fuera de lugar por parte del señor,  la madre de Said se ausentó un momento, luego el padre. Al ver que tardaban Said fue por ellos y al regresar la señora traía los ojos llorosos y Said una mueca en el rostro. A partir de allí todo fue cuesta abajo, el ánimo de por si tenso se volvió insoportable, haciendo mucho más incómodo el conocer por primera vez a los señores.

 No quiso presionar sobre qué había pasado, ya que cada que tocaba el tema el ya de por si cambiado talante de Said se volvía hosco y se cerraba, agriando la cita en turno.  Ya de por si estas escaseaban (y eran pactadas a insistencia del propio Ron) a causa de sus ocupadas agendas.

Echaba de menos esos días en donde podían hablar de todo, disfrutando de la compañía del otro  sin mayor plan que estar juntos.

Demasiado molesto para pensar en ello a semejantes horas de la mañana, con su cerebro aun amodorrado y sin haber desayunado más que un triste yogurth, decidió sabiamente que era algo que no podía solucionar en ese momento y como tal sería puesto en la categoría de pendientes por resolver para cuando volviera a casa, en la parte más alta de la lista.

-Su varita, señor Weasley.- El elfo presentó la pieza pulida, sonriente.

Ron  se apresuró a  sacar los dos knuts de su bolsillo, la cuota por  el servicio, dejando  de lado  el  periódico. - Gracias por todo.

- Reúnanse  para recibir las instrucciones, por favor.- Uno de los trabajadores de Transporte Mágico habló, usando la varita como megáfono.

El pelirrojo tomó su  varita y el elfo  tomó las monedas y cabeceó agradecido. Con una última mirada al puesto mientras guardaba la varita Ron fue a tomar su lugar.

Reúnanse por favor en un grupo  de seis. Estos trasladores-alzó un conjunto de oxidadas latas para que todos vieran- les llevaran directamente al atrio del Ministerio de Bulgaria. Allí los recibirá unos de nuestros agregados para instrucciones posteriores.

Ron fue unos de los primeros en tomar el dispositivo. La familiar sensación del traslador le envolvió, para luego posarse en el piso. Oficialmente estaba en Bulgaria y efectivamente los estaban esperando varias personas. En lapsos espaciados  fue llegando la comitiva completa.  Con todos presentes las instrucciones fueron dadas para ese día.

***************************************

El tiempo voló prácticamente por la lista llena de actividades, visitas guiadas y conferencias; no solo  del día sino también subsecuentes cuatro días. Ron, acostumbrado al ajetreo de su día a día como auror  apenas había podido hacerlo; no así sus compañeros de cruzada, que a esas alturas parecían zombies.  Y aun les quedaba la última actividad del  evento, una cena-baile en los  jardines del Museo Búlgaro de la Magia.

Ron estaba parado en la ducha, todo tieso y estresado. Como un último recurso (y porque no, un mimo) empezó a masturbarse. Tomó su pene con su mano formando un puño, fuerte y rápido  el batir de su muñeca, mecánico, sin emociones, solo era la búsqueda de un alivio corporal. Dando un fuerte gañido se vino, manchando de blanco las baldosas de la ducha, lavándose estas con el correr del agua. Ya más fresco y relajado, salió del baño. Se paró frente a la cama del hotel, goteando  aun agua de la ducha y con los brazos en jarra, mirando su túnica de auror  de gala color marino, prístinamente colocada sobre el colchón, lista para su uso. En la mesita de noche estaban el frasco de poción energética. De mala manera tomó el frasco y bebió su contenido de jalón, haciendo muecas al finalizar la bebida. Odiaba recurrir a las pociones energéticas, pero si no lo hacía ya no iba a poder aguantar el furioso vaivén que le imponían los anfitriones; que al parecer se les había olvidado que  los invitados eran personas que se cansaban y no podían seguir el infernal ritmo que impusieron, al parecer deseosos de hacer y mostrar lo más posible en el menor tiempo disponible.

Se recordó que era el último jalón, después de la esta noche tendrían dos días libres antes de volver a Inglaterra. La perspectiva de esos días de asueto para ir a su ritmo era maravillosa para Ron y lo animaban a terminar. Se vistió, arregló y peinó tomándose su tiempo. Se miró en el espejo con ojo crítico, evaluándose. Gracias a la poción, y la  paja siendo sincero, la piel de su rostro había tomado un brillo saludable, sus ojos y cabello se veían revitalizados. Necesitaba un corte pero fuera de eso estaba impecable; aunque se sentía fuera de lugar con las brillantes  condecoraciones prendidas en su pecho, refulgiendo  con las luces, no acostumbrado  a usarlas. Bajó a la zona de aparición del hotel, encontrándose con varios de sus compañeros. Un traslador después se  posó frente a la valla de hierro forjado aún cerrada del Museo. La suave aroma mezcla de peonias, rosas, fresas y algo herbal rozó la nariz de Ron. Poco después las puertas fueron abiertas, dejando entrar a los invitados al precioso jardín frontal y que decir del edificio que era simplemente impresionante con su fachada amarilla y escalinatas de piedra.

Tal como pensó, los anfitriones les dieron una visita guiada por las exposiciones, particularmente a Ron le llamó la atención la muestra temporal de artículos mágicos de África Occidental. Especialmente su  atención se fijó en un bastón ceremonial. Se inclinó para leer mejor la descripción del mismo.

-Una bella talla ¿no le parece?

Tan ensimismado  estuvo observando el intrincado tallado que bajó la guardia y no se dio cuenta que Histro Drobev lo había acechado prácticamente. Dio tal respingo que juró que toda la sala había visto su bochorno.-En efecto.- dijo escuetamente  cuándo se recompuso un poco.

-No es de mucho hablar ¿no le parece?- Dobrev.  Escuchó un dejo de diversión en la voz, al parecer casi provocarle un infarto era “divertido”.

-Es mejor guardar silencio cuando el tiempo lo requiere.- Como en ese momento para no mentarle la madre, pensó Ron.

-Oh.- Muy seguro de sí mismo en su túnica negra y su pelo veteado peinado hacia atrás, el hombre sonrió de lado de forma seductora. Ron  encontró odioso el gesto.- Me honraría que cuando sea tiempo de hablar  lo pasara conmigo en una cena-. Como si no conociera el significado de espacio personal se acercó más, le tomó la mano, llevándola a sus labios, dándole un beso y volviendo a sonreír. -Imagino que tiene un montón de historias interesantes por contar.- De seguro la rutina de empalagosa deferencia le había funcionado bastante bien con otros, pero no con Ron; que encontraba el despliegue invasivo. Cavilando la mejor manera de deshacerse de la atención no solicitada la ayuda vino de la persona menos pensada.

-Oh Histro, Tiempo sin vernos. -Alana Isacova prácticamente apareció a un lado, luciendo una túnica ajustada azul hielo.  Dobrev tuvo que soltarlo para saludar debidamente a la dama, que venía escoltada por su representado. Viktor lucía una túnica gris Oxford ribeteada con negro, su perilla y cabello bellamente acicalados con un aceite de aroma marino.

-Querido, sí querías oír sus historias debiste venir a su conferencia a la escuela. Fue increíble.- Acotó Alana, después de saludar con un par de besos en la mejilla al hombre. Ella se soltó de Viktor, pasando su mano entre el brazo del hombre - ¿Qué te parece si organizamos otra charla en el colegio? o mejor aún, en un teatro-. Con una radiante sonrisa y un  delicado agarre ella  remolcó al hombre, no sin antes dedicarle un discreto guiño y una sonrisa cómplice.

Un poco desconcertado por la maniobra Ron no supo que decir. Parpadeó repetidamente tratando de espabilarse.

-Es su forma de disculparse por lo de antes.- Viktor dijo con risa en su voz.

-Me bastaba con un simple lo siento; pero esto no  está mal.- No iba a ponerle peros al caballo regalado, aunque iba a mantenerse precavido y no iba a confiar en la mujer. No era culpa del pelirrojo estar receloso, esa mujer estaba loca.   

Se miraron a los ojos, un silencio incómodo entre ellos. Se habían visto en los pasados días, pero no habían cruzado palabras más que los escuetos saludos de cortesía y charlas cortas.

-Bien, esto es incómodo. Ahora no sé qué decirte.- Reconoció Viktor, rascando la parte posterior de su cuello, con una sonrisa avergonzada.

Ron rio sorprendido y enternecido a partes iguales. – Yo tampoco.- reconoció Ron. Dicho esto ambos rieron, calmando la tensión. -Estaba viendo las muestras cuando Dobrev saco la mierda de mi mente.- sinceramente eso si lo había molestado mucho.

-Puede ser un hombre muy tenaz, con algo que desea. – Viktor hizo una mueca. Pasó el tema, no queriendo ahondar en ello. -Debo reconocer que no había venido a este museo; lo visite cuando niño y estaba en otro lugar.

- Es un museo hermoso. - Reconoció el pelirrojo.- La exposición de África es increíble, pero la de civilizaciones Precolombinas es mejor en mi opinión.

-¿En serio?- A decir verdad Viktor no tenía ni idea en donde estaba eso. Para variar habían llegado tarde perdiéndose la visita guiada, por culpa del alegato de Alana que toda aquella persona verdaderamente importante debía llegar como mínimo media hora después de la hora citada a una fiesta. Lo que fuera que significara eso. Viktor juraba que se lo había inventado para justificar que se tardaba horas en estar lista.

La sonrisa de Ron afloró. - Ven, te la puedo mostrar.

Caminaron a la par  en breve silencio. -Y bien, tengo que hacer la pregunta de cajón ¿Qué te ha parecido Bulgaria?

-No podías dejar pasar eso ¿verdad?- Ron rio. En las pocas veces que se habían topado, Viktor lo había atrapado quejándose amargamente con un compañero inglés que  esa pregunta lo estaba volviendo loco; ya que cada vez que visitaban algún lugar el guía en cuestión les hacia la pregunta, amén de aquellos conferencistas y personal búlgaro que se topaban en el evento en cuestión. Viktor le había sonreído en comprensiva complicidad, haciéndole saber mudamente que no estaba solo en el sentimiento.

-Que puedo decir; no preguntarle eso a un visitante es como si el visitante no hubiera pisado la tierra en cuestión.- Viktor sonrió socarrón. - En mi defensa, estoy genuinamente interesado en saber tus impresiones y no es solo por cortesía.

- Solo estas buscando un poco de adulación.- Ron lanzó la pulla.

-¿Qué no puedo estar orgulloso de mi país?

-Puedes. Es hermoso y lo digo en serio.- En las rápidas visitas guiadas Ron pudo ver los atisbos de las plazas, calles y arquitectura de la ciudad. Le parecía fascinante.-Solo deseo poder  ver con más tranquilidad la cuidad antes de partir.

Llegaron a la exhibición que buscaban, llena de hermosas tallas y objetos mágicos.

-Impresionante.- fue lo mejor que se le ocurrió a Viktor para describir aquello.

-Quita el aliento ¿verdad?- Ron sonrió. Ver a Krum con tan impresionado cual niño era raro y curioso. Miró una vez más las piezas, igual de fascinado que la primera vez que las vio.

Viktor miró de refilón al pelirrojo. En su boca murió el pensamiento que le vino al escuchar esas palabras -Como tú.

Una amable chica se les acercó, invitándoles a dirigirse a la parte exterior. Caminaron ambos otra vez juntos.

-Sería un honor para mí enseñarte la ciudad.- Viktor aventuró retomando la charla.

-No te sientas obligado a hacerlo.- Desestimo Ron.

-Quiero hacerlo.- Viktor insistió. –Por favor, di que sí.

El pelirrojo le miró. Era una mirada profunda e indefinida, inclusive incómoda. Viktor quería retorcerse de los nervios, los que no sabía que sentía hasta ese momento.  Un lento cabeceo junto con una sonrisa sosegada y las palabras “Si está bien para ti, te lo agradecería.” fueron suficientes para que los nudos en su estómago se desarmaran.

Los murmullos de las personas a su alrededor flotaban junto al tufillo de las flores del jardín y las primeras notas de un vals que marcaban el fin del momento cultural para dar paso a la recepción en sí. Luciérnagas mágicas fungían como luz, danzando a su alrededor perezosamente ¿Cuánto tiempo se quedaron juntos, sin decirse nada, solo disfrutando estar allí? No lo sabían, tampoco les importo.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer y por su infinita paciencia.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).