La aldea estaba alejada de la cabaña. Le tomaría un buen tiempo ir hasta allá. Al menos por el momento estaban a salvo. Ijuuin volteo a mirar a Misaki. Este aún estaba durmiendo por la fiebre. De vez en cuando murmuraba. Se acercó al castaño para comprobar su temperatura. Ya no estaba tan alta, pero igual puso un trapo húmedo en su frente.
-No… no… por favor… –Misaki tanteo en el aire como si buscara algo. Ijuuin tomo su mano. El castaño apretó la mano de Ijuuin.
-¿Cuándo se terminara todo esto? –Ijuuin sintió lastima. -¡Maldito Fuyuhiko!
Misaki se sintió cálido al contacto. La paz invadía su cuerpo. Trato de abrir los ojos, pero no pudo. Se sentía pesado. Hizo un nuevo intento. Esta vez los abrió. Tuvo que parpadear varias veces para que sus ojos se acostumbraran a la luz de día. Vio ante sí, un gran campo de flores. La hierba verde, el cielo azul y el viento fresco. Todo eso se sentía genial. No recordaba porque estaba allí, pero solo tenía la sensación de que esperaba a alguien.
Se sentía raro, como si viera a través de los recuerdos de otra persona. Sentía que esperaba a alguien, no sabía a quién, pero lo esperaba en medio de la nada. Además de que deseaba que apareciera pronto.
De repente sintió que alguien ponía sus brazos alrededor de su delgada cintura. Volteo a ver. Su corazón se aceleró en un instante. Sin embargo esa persona no era Akihiko-san. Esa persona acerco su rostro y poso sus labios sobre los suyos. Lo beso tiernamente. Misaki estaba asombrado, porque sus labios también correspondían al beso. Sus brazos se movieron y envolvieron el cuerpo firme del hombre. Mientras se besaban, se recostaron en la hierba.
-Esa fue mi disculpa por hacerte esperar. –El hombre sonrió mientras miraba desde arriba. Su cabello estaba un poco crecido y tenía una sonrisa pícara.
Misaki no pudo estar más sorprendido de lo que ya estaba, sin embargo se dio cuenta de que el hombre en frente de él era nada más y nada menos que Ijuuin, aquel hombre que lo había rescatado.
-¡Kyo-san! –Misaki se exaltó. Además noto que su voz era aguda. Hablaba de manera suave como si fuera una chica.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué él tenía esa voz? ¿Por qué él correspondía el beso? ¡Esto tenía que ser una broma!
Otra vez el hombre se acercó y capturo sus labios, y él nuevamente no pudo oponer resistencia. Simplemente se dejó llevar.
Corría por el bosque. Debía ser invierno porque se sentía un frío terrible. Llevaba una canasta llena de comida. A cada paso que daba, sentía como se hundía en la nieve. Solo traía un largo vestido rojo, según lo que pudo ver.
-¡Que frío! –Misaki sintió que la nieve se metió en uno de sus zapatos. -¡Quiero que llegue la primavera!
Misaki aún estaba incrédulo de lo que veía. Lo que estaba viendo, ¿eran recuerdos de su vida pasada? ¿En su vida pasada fue una chica?
Sin saber la respuesta, continúo corriendo. Quizás si era obvio que fue una chica. Pero, ¿por qué estaba recordando todo esto ahora?
Los árboles perdieron las hojas por el invierno. Casi todo el bosque estaba desierto. Solo algunos árboles de hojas perennes permanecían verdes. El sendero se terminó. Se veía que más lejos había un acantilado. Se detuvo, recordó que el lugar al que iba no estaba por allá. Él o ella había dejado una marca con algunas rocas para no olvidarse el camino. Había estado viniendo al mismo lugar hace una semana, pero aún conservaba las marcas. El bosque era inmenso y cualquiera podía perderse. Vio una tapia. No era tan alta, pero tendría que empinarse si quería llegar al borde de esta. Cogió la canasta y la dejo encima del borde. Trepo la tapia y con gran esfuerzo logro subir. Misaki pensó que aun en su vida pasada era débil…
-¡Hey! ¿Aun sigues aquí? ¡Hey!
Misaki grito esperando una respuesta. No escucho nada. Continúo caminando. ¿A quién buscaba?
No avanzo mucho hasta que encontró recostado a un hombre de cabellera plateada. Su espalda estaba ensangrentada. Además su ropa estaba rasguñada.
-Heee… parece que Caperucita decidió venir por aquí otra vez.
Misaki camino hasta estar cerca del hombre.
“¡Akihiko-san!”
Misaki se sobresaltó al ver al peli plata. ¡¿Qué rayos estaba pasando aquí?! Primero se besaba con ese tal Kyo y ¿ahora se encontraba con Akihik0-san? Recordó que los demonios vivían durante mucho tiempo. Aunque saber que desde antes ya conocía a Akihiko-san era lo más increíble de toda esta experiencia.
-¿Por qué te quedas mirándome así, Caperucita? –Akihiko aprovecho la oportunidad para acercarse a Misaki. -¿Quieres que este lobo te coma?
Akihiko se acercó peligrosamente a los labios de la muchacha, en este caso, y trato de besarla.
-¡Detente! –no lo podía creer. ¿Rechazó el contacto con Akihiko-san? –No te atrevas.
-Oww, oww –Akihiko trato de amainar el dolor en su espalda. -¡Tsk!
-No debiste salir de la cueva. La herida se abrirá de nuevo si te sigues moviendo.
-¿Realmente no quieres? –Akihiko trato de no prestar atención a la recomendación de la muchacha. –Podríamos pasar un buen rato.
Misaki no podía creer lo que escuchaba. Estaba mirando una faceta desconocida de Akihiko-san. ¿Qué debería hacer? ¿Cómo debía reaccionar?
-Para con eso, mejor voltéate. Te curare las heridas.
Akihiko rodo los ojos y se dejó curar. Misaki no dijo nada, o mejor dicho su boca no se abría al menos para romper el silencio.
-¿Por qué me estas ayudando, humana?
-¿Mmm? –Misaki ladeo su cabeza. -¿Por qué te ayudo?
Se quedó en silencio. Los ojos lilas le miraban fijamente mientras esperaban una respuesta.
-Me diste lástima.
-¿Solo por eso?
-Además… yo sentía que no debía dejarte solo. No sé el motivo, pero sentía que tenía que ayudarte.
-¿Sabes que soy yo?
-Un demonio. –respondió sin titubear. –Sé reconocer a un demonio de un humano. No sé lo que te paso para que estés así, pero sé que eres un demonio y uno de los más fuertes. Sea como sea, sentía que no debía dejarte solo.
-Hmp… no me lo esperaba, aunque tú tampoco te ves como una simple humana.
A Misaki le causo gracia la cara del peli plata cuando dijo que no parecía humana.
-Supongo que tienes razón, quizás solo fui una aberración para este mundo.
Akihiko no dijo nada. Misaki se sorprendió de sus propias palabras. No dijeron más. Cuando Misaki terminó de curar y vendar las heridas le dio la canasta con las provisiones al peli plata. También le entrego su abrigo de lana marrón. Lo colocó alrededor de su espalda tratando de protegerlo contra el frío.
-Lo siento, yo no puedo llevarte a mi casa. Tendría problemas con el pueblo y no puedo arriesgarme a que dañen a mí preciado compañero o que te hagan daño a ti. Aunque supongo que un demonio como tú no tendrá problemas para sobrevivir a esas heridas.
-No necesito tu abrigo. Estaré bien, yo creo que tu serás la que esté en grandes aprietos en medio de este frío.
-No importa, yo estaré bien. Quiero que conserves mi abrigo. Yo tengo otros, así que está bien. Además sé que no podre venir en unos cuantos días.
-Pensé que los humanos eran egoístas. Pero creo que tú eres una excepción. –Akihiko se levantó lentamente y se acercó a la muchacha. Deposito un beso en su frente. –Gracias.
-¿Eh? ¡¿Qué estás haciendo?!
Misaki se ruborizo. Rápidamente corrió hasta el borde de la tapia y salto. Akihiko solo sonreía.
-Solo espero que tu bondad no sea malinterpretada.
Misaki estaba más confundido. ¿Qué había sido todo eso? Recordó a Ijuuin. La necesidad de apresurarse y regresar a la cabaña lo embargaba. Atravesó el bosque. De repente un zumbido interrumpió el silencio. Algo la atravesó a toda velocidad. Miro hacia abajo. En su pecho estaba clavado una flecha.
-¿Qu-? –Misaki trato de coger la flecha.
La sangre brotó cálida de su pecho. Podía sentir el sabor metálico de la sangre en su boca. No podía moverse. Sentía dolor. ¿Qué pasaría ahora? ¿Cómo llegaría a la cabaña? Aún estaba lejos. Sentía mucho frío. Y la desesperación aparecería en cualquier momento.
-Kyo… san… Kyo… sa…n
Respiraba con dificultad. Esta sensación… Sí, estaba próximo a su muerte. ¿Así es como se sentía agonizar? Con cada respiro sentía que su vida se iba. Sentía más frío.
-¡Mizuki! ¡Mizuki!
Ijuuin apareció. La levanto. Se desesperó al ver la flecha. Miraba a todos lados. Ahora lloraba.
-Tranquila, te llevare al pueblo para que te curen. –Ijuuin aparto sus cabellos de la cara de Misaki. –Todo estará bien. Tranquila, mi amor.
-Kyo-san… –una tos impidió que continuará. Pero con un poco de esfuerzo continuó hablando. –Kyo-san… no llores…
Ijuuin no podía contener las lágrimas. Inevitablemente rodaban por su mejilla. Él no podía hacer nada por ella. Misaki tosió y la sangre brotó de su boca. La sangre que brotaba de su herida teñía de carmín la nieve. Su piel se volvió fría y pálida. Respiraba trabajosamente. El abrazo de Ijuuin ya no le transmitía calor. Por más que él tratara de compartir su calor era en vano; él o ella se hallaba cercana a la fría muerte.
-Mizuki… –la abrazó otra vez.
-Nos volveremos a ver. –Misaki sonrió. No permitiría que su fortaleza flaqueara. –No te preocupes. Yo regresaré…
La muchacha acarició su mejilla y pasó su mano lentamente entre los cabellos negros de Ijuuin.
-Te quie…ro… –hizo un último esfuerzo. Pero su mano cayó inerte a un costado.
El último recuerdo que tuvo fue la mirada angustiada de Ijuuin, además de la sensación de las lágrimas cayendo en su cara. Sintió su cuerpo perder fuerzas. También se sintió ligero y solo escuchó:
-¡No te vayas, Mizuki! ¡Mizuki, por favor! ¡Por favor, por favor!
Misaki despertó sobresaltado. Cogía la mano de Ijuuin. En dos por tres, soltó la mano y se sentó. Al verlo ahora comprendió muchísimas cosas.
-Por fin despiertas. –Ijuuin acerco una bandeja con comida. Misaki solo se quedó callado. ¿Qué se suponía que diría ahora? –Tranquilízate, no te hare nada malo. –Ijuuin levantó las manos en señal de que iba desarmado. –Solo quiero que comas algo que te he traído. No has comido nada desde que llegaste, ¿no?
-….
-¿Aún no me recuerdas? –Ijuuin sonrió tristemente. –Supongo que no… pero no importa yo sé quién eres y los recuerdos que compartimos.
-¿Eh? –Esto no podía ser cierto. ¿Ijuuin lo sabía todo?
-Sé que eres alguien importante para Akihiko, pero yo te…
Akihiko se sacudió el polvo. Derroto a su hermano después de una intensa pelea. Estaba cansado. Ya no podía gastar sus fuerzas con su hermano. Las últimas fuerzas que le quedaban las usaría para abrir el portal, dado que su padre la había cerrado.
-Ahora, tengo que salir de aquí. Kozliraklu, abre el portal.
El dragón gruño y se elevó. Un resplandor azul se divisó desde el lugar del peli plata. El portal circular apareció. El dragón llevo en su lomo a un impaciente peli plata. Pero este no sabía la escena que vería al entrar en contacto con el mundo humano.