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Letters From Nobody (5927) por Mahiko

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Notas del capitulo:

Y así fue como publiqué esta cosa como actualización de mi primer One-shot que en mi lista de fics está después de esta cosa (??? /o/ way to go me

Como sea, les decía que por fin pude hacer de nuevo un capi de (casi) 3000 palabras :'DDD eso me tiene feliz hasta cierto punto, aunque últimamente mi mente anda muuuy dispersa así que no sé en realidad si estoy conforme o no con este capi..así que mejor los dejaré para que lean y sean ustedes mismos quienes juzguen </3

Dedicatoria como siempre para mi beta, Ricchan, y la gente de 5927 fans unite!

— ¿¡G-G-Gokudera-kun!? ¿¡Q-Q-Qué hace aquí!?—Logró balbucear Shoichi al tiempo que un impulso de terror le obligaba a levantarse de su silla y alejarse de su portátil, retrocediendo con pasos vacilantes. Su respiración se había vuelto agitada, y su corazón latía aceleradamente. Los colores habían abandonado su rostro—Tsunayoshi-kun me advirtió que algo así podría pasar, pero, ¿¡Por qué tenía que ser justo ahora, cuando falta tan poco!?— se quejó mientras posaba con suavidad ambas manos sobre su abdomen en un intento de calmar los intensos dolores que siempre acudían a él cuando se veía sometido a grandes cantidades de estrés.

Observó fugazmente a su alrededor en busca de alguna idea, alguna pista, cualquier cosa que le permitiera salir de aquella situación tan desesperada. Debía hacer algo, y debía hacerlo ahora. Si no actuaba lo suficientemente rápido, si dejaba que alguien más se percatara de la presencia del intruso, todo el tiempo y esfuerzo invertidos en su intrincado plan serían en vano.

Finalmente, su mirada se posó sobre un alto y alargado estante ubicado en un rincón de la habitación, cuyas puertas de madera negra se encontraban cerradas con llave, y la imagen de cierto objeto que descansaba apilado en el interior de este cobró forma en su mente. Comprobó que tenía la llave en su bolsillo, y, esbozando una leve sonrisa de alivio, caminó hacia el estante. Introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar.

Tras un par de minutos de búsqueda entre el sinnúmero de armas y otros objetos de gran utilidad en el campo de batalla que ahí almacenaba, gran parte de los cuales eran de su propia invención, encontró lo que buscaba, un regalo que había recibido hace ya bastante tiempo atrás de parte de Spanner, el mecánico de la base y uno de sus grandes amigos. En apariencia, el arma que ahora sostenía entre sus temblorosas manos no difería en nada con respecto a la que utilizaba normalmente y que en ese instante yacía sobre su escritorio, sin embargo, tenía dos particularidades. La primera de ellas era el hecho de que sus disparos eran absolutamente silenciosos, y la segunda era el que utilizaba dardos impregnados con un potente somnífero en lugar de balas. Por si alguna vez te da miedo apretar el gatillo, le había dicho el rubio al momento de dársela, y aunque lo que ahora le atemorizaba no era exactamente tener que apretar el gatillo, estaba convencido de que, dado lo delicada de la situación actual, aquella arma le sería mucho más útil que la que normalmente utilizaba. La guardó en su cinto y cerró las puertas del estante con llave.

Dejando escapar un leve suspiro, regresó hacia su escritorio y revisó rápidamente en el portátil las imágenes de las cámaras de seguridad de las habitaciones contiguas a aquella en la que el peliplateado se encontraba. En una de ellas, encontró a Iris y Ginger Bread. Las paredes y el piso de la estancia mostraban signos inequívocos de que habían estado entrenando recientemente, sin embargo, ahora se encontraban parados en el medio de la habitación, aparentemente discutiendo.  Tal vez habían escuchado el ruido y estuviesen decidiendo si debían o no ir a comprobar de dónde venía. No podía dejar que eso pasara. Respiró profundamente para infundirse valor y salió a toda prisa de la habitación, apagando las luces y cerrando la puerta tras de sí.

— ¡Iris! ¡Ginger!—Llamó a sus subordinados, jadeante producto del esfuerzo de correr por los pasillos y subir las escaleras a toda velocidad, al verlos de pie junto a la puerta de la habitación en la cual los había visto a través de las cámaras de seguridad— ¿Sucede algo?—

— ¡Eso debería preguntarlo yo!— respondió la aludida en un tono de leve reproche— ¿A qué se debe tanta prisa?—

—Eh, bueno, yo…tengo unos cuantos asuntos urgentes que atender—explicó el pelirrojo, nervioso— ¿Y ustedes?—

—Nosotros estábamos entrenando cuando de la nada Ginger dijo que había oído un ruido extraño en la habitación de al lado—Explicó la pelimorada al tiempo que el chico castaño que se encontraba a su lado asentía en silencio—Le dije que no se preocupara, que seguramente había alguien más entrenando ahí, pero insistió en que debíamos ir a comprobar qué había pasado, así que eso íbamos a hacer ahora—

—Entiendo, en ese caso, yo iré a ver quién está en la habitación de al lado—sentenció el chico de lentes—Ustedes deberían volver al entrenamiento—

— ¿Qué va a pasar con esos asuntos urgentes tuyos, entonces?— Inquirió Iris, confundida.

—Ah, eso…bueno, no creo que esto me tome más de un minuto—Dijo el pelirrojo en el tono de voz más convincente y despreocupado del que fue capaz—Además, es mejor que ustedes continúen con su entrenamiento antes de que pierdan el ritmo—

—Como quieras—Sentenció la pelimorada al tiempo que daba media vuelta y se disponía a entrar nuevamente a la habitación. Dejó escapar un suspiro. No era ninguna novedad para ella ni para nadie en la base el que Shoichi tendía a actuar en forma bastante extraña cada vez que estaba estresado, y esta parecía ser una de esas ocasiones — ¿Vamos, Ginger?—

—Sí—Respondió con voz monótona el aludido al tiempo que imitaba el gesto de la mujer.

El pelirrojo esperó hasta que ambos desaparecieron tras el umbral de la puerta y, dejando escapar un largo suspiro, se dirigió hacia la habitación contigua.

Luego de unos breves instantes de duda, finalmente abrió la puerta. Sus ojos se encontraron al instante con los de Gokudera, quien le dirigió una mirada llena de odio e ira antes de avanzar hacia él con pasos firmes y rápidos para luego jalarlo de la solapa de su camisa, empujándole contra la pared sin darle tiempo a reaccionar.

— ¿Qué estoy haciendo?—se cuestionó el ojiverde. Así no es como había planeado su venganza. Había decidido desde el principio que, en cuanto viera a Shoichi, le lanzaría una serie de rápidos y poderosos ataques que le permitirían acabar con todo sin correr ningún tipo de riesgo. Sin embargo, en cuanto el pelirrojo cruzó el umbral de la puerta, la ira nubló su razonamiento, y su cuerpo dejó de responderle. Y era esa misma ira la que ahora le decía que no podía acabar con su enemigo sin antes decirle unas cuantas verdades que se merecía escuchar.  

— ¡Tú-…!—Balbuceó el peliplateado. Había tantas cosas que quería decir que las palabras se agolpaban en su garganta y formaban un nudo.

Apenas tuvo tiempo de reparar en el casi imperceptible dolor punzante causado por el dardo al clavarse en su brazo antes que todo empezara a dar vueltas dentro de su cabeza y la fuerza pareciese abandonar cada músculo de su cuerpo al mismo tiempo. Se vio obligado a soltar la solapa de la camisa de su enemigo. Enseguida, sus piernas fueron incapaces de sostenerlo en pie, y cayó de rodillas al suelo.

Acto seguido, todo a su alrededor se tiñó de negro.

—Lo siento, Gokudera-kun, muy pronto entenderás todo—Dijo Shoichi a modo de disculpa mientras guardaba el arma somnífera en su cinto—Estoy seguro de que Tsunayoshi-kun hubiese dicho lo mismo si estuviese aquí ahora—Continuó al tiempo que reía por lo bajo, divertido con la idea.

+++

El armonioso sonido del canto de las aves llegó hasta sus oídos. A través de su visión aún borrosa, pudo observar cómo la luz del sol se colaba por los espacios que dejaban las frondosas ramas de los árboles que crecían hasta perderse en las alturas a su alrededor. Logró sentarse, aunque no sin menor esfuerzo, puesto que sentía que, por alguna razón, hasta el último músculo de su cuerpo había aumentado su peso varias veces.

¿Dónde estoy?

Su visión poco a poco recobraba su nitidez habitual, y aprovechó esto para observar sus alrededores con más detenimiento. Algo en aquel lugar le resultaba sumamente familiar. Llegó a la conclusión de que se encontraba en el área boscosa que crecía en la periferia de Nanimori. Supuso que la tumba del Décimo no debía estar muy lejos.

Sin embargo, aquél razonamiento no lograba otra cosa sino plantear una nueva interrogante.

¿Cómo había llegado hasta ahí?

Recordaba haberse infiltrado en la base secreta de los Millefiore a través de un ducto de ventilación. Había llegado a una habitación de paredes y piso blanco que aparentemente servía de sala de entrenamiento, se había encontrado con Shoichi, y luego…y luego…un intenso dolor de cabeza acudía a él cada vez que trataba de recordar qué había pasado luego.

—Al fin despertaste—Afirmó una voz familiar. Sólo en aquel momento reparó en la figura que lo observaba desde la distancia, y que ahora avanzaba hacia él con pasos lentos pero firmes. Una oleada de ira recorrió cada rincón de su ser en cuanto se percató de quién se trataba. De pronto, todo hizo sentido.

— ¡Shoichi, maldito, ¿qué me hiciste?!— Inquirió alterado al tiempo que intentaba incorporarse.

—Tranquilízate, te administré un somnífero, nada más—Explicó el aludido en un tono de voz que denotaba desinterés—Uno bastante poderoso, tengo que reconocerlo, así que si yo estuviese en tu lugar, me quedaría unos cuantos minutos más sentado, porque si te pones de pie ahora sólo conseguirás caerte—

Desoyendo la advertencia de su enemigo, Gokudera continuó con sus esfuerzos por incorporarse. Cuando finalmente lo logró, sintió al instante cómo todo a su alrededor empezaba a dar vueltas a una velocidad vertiginosa. Dio un par de torpes pasos hacia donde se encontraba el pelirrojo antes de resbalar y caer sentado hacia atrás.

—Te lo dije—Declaró el chico de lentes mientras esbozaba una sonrisa burlona—Y si vas a estar ahí sentado, permíteme ser sincero contigo—Continuó—Me sorprendió bastante el que fueses capaz de encontrar la ubicación de nuestra base secreta e infiltrarte en ella, pero, dime ¿Qué pretendías lograr con todo eso? ¿Acaso buscabas vengar a tu amado Décimo Vongola?—Finalizó añadiendo un ligero tono sarcástico a sus últimas palabras

— ¡No voy a hablar de eso contigo!— Se apresuró a exclamar el peliplateado al tiempo que desviaba la mirada, molesto.

—Lo suponía—Declaró el chico de lentes dejando escapar un pequeño suspiro—Aunque, si no te molesta que te de un consejo, ¿No crees que deberías encargarte de arreglar los problemas y tensiones que hay dentro de tu propia familia antes de buscar venganza?—

— ¿¡Qué quieres decir con eso!? ¿¡Cómo lo sabes!?— Inquirió el ojiverde, exaltado y confundido.

— ¿Y por qué crees que no los hemos atacado en todo este tiempo?— Preguntó a su vez Shoichi, riendo burlonamente por lo bajo— ¡Porque, así como están las cosas ahora, acabar con los Vongola no sería ningún reto! ¡Todo lo contrario, incluso nos daría un poco de pena!—explicó con frialdad—A lo que quiero llegar es, ¿No crees que Tsunayoshi-kun estaría muy triste si viera el desastre en el que se ha convertido la familia que con tanto esfuerzo reunió y mantuvo unida durante todos estos años? ¿No crees que te estaría mucho más agradecido si hicieras algo para arreglar eso en lugar de buscar venganza? Digo, tú, que fuiste su mano derecha, deberías saber eso mejor que nadie, ¿o me equivoco?—Finalizó en un tono acusador.

— ¿¡Cómo te atreves-!? ¿¡Cómo puedes hablar del Décimo como si lo conocieses tan bien cuando te ganaste su amistad y luego lo traicionaste de la peor forma posible!?—Exclamó Gokudera al tiempo que apretaba los puños con fuerza, sintiendo cómo todos los límites de su paciencia habían sido largamente sobrepasados—Tienes razón, yo conozco al Décimo mejor que nadie, y por eso estoy seguro que, aquel día, se alegró mucho de saber que tendría la oportunidad de negociar una tregua contigo en lugar de con Byakuran. Seguramente pensó que tú compartías sus deseos de que todo esto terminara de una vez por todas, de que las cosas volvieran a ser como antes, ¡Pero tú…! ¡Tú-!—

—¡¡El único que no tiene idea de lo que está hablando aquí eres tú!!—Sentenció el pelirrojo, subiendo la voz muy por encima de lo que pretendía. Su respiración se había tornado agitada— ¡No tienes ni la más mínima idea…de todo lo que está en juego en esto!—Bajó la mirada y tomó una pausa para recobrar el aliento al percatarse de que estuvo muy cerca de decir más de lo que debería—Lo que quiero decir es que tienes razón. Hace ya bastante tiempo atrás, yo consideraba a Tsunayoshi-kun un gran amigo mío—Continuó al tiempo que empujaba hacia arriba el marco de sus anteojos en señal de que había recuperado la compostura—Y en consideración de esa amistad, daré esta discusión por terminada—declaró con frialdad al tiempo que daba media vuelta e iniciaba el camino de vuelta hacia su base—Sin embargo, te aconsejo que enfoques tus energías en reconstruir tu familia, porque me encargaré de que jamás logres ponerme un dedo encima, ni a mí ni a ninguno de mis subordinados—Aquellas últimas palabras se perdieron entre el susurro de las hojas de los árboles al ser mecidas por el viento mientras su figura desaparecía en la distancia.

El peliplateado, por su parte, permaneció sentado en aquel lugar durante un par de minutos más, con la mirada perdida en el horizonte, en absoluto silencio. Finalmente se incorporó y, tras unos breves instantes de duda, inició su camino de retorno a la base. Había considerado visitar la tumba del Décimo antes, en vista de que no lo había hecho aquella mañana, sin embargo, decidió que ya tendría tiempo para eso más tarde. Con todo lo que acababa de pasar, no se sentía capaz de acudir a dicho lugar, al menos no sin antes haberse tomado unos momentos para reflexionar y decidir cuál será su próximo paso.

Durante todo el camino de regreso, las palabras de Shoichi resonaron una y otra vez en su mente sin parar en ningún instante, a pesar de sus constantes esfuerzos por ignorarlas. Sabía perfectamente que no podía permitir que algo así le afectase, que lo único que el pelirrojo buscaba con aquellas crueles palabras era que desistiera en sus esfuerzos por cumplir con su último deber para con el Décimo, y que al darle crédito a dichas palabras estaría haciendo precisamente lo que el enemigo espera de él. No podía negar que las relaciones entre los habitantes de la base subterránea Vongola estaban bastante tensas últimamente, pero ¿no era eso normal, después de todo lo que había pasado? Ya habían superado muchas adversidades en el pasado, y esta no sería la excepción siempre y cuando nadie olvidase cuál era su deber para con la familia. Y no podía permitir que un discurso del enemigo lleno de viles e ignorantes palabras hiciese que él olvidase el suyo.

Por supuesto que volvería a intentar buscar venganza. Lo intentaría cuantas veces fuese necesario hasta ver su objetivo finalmente cumplido.

Repitiéndose esas palabras de ánimo a sí mismo una y otra vez, el trayecto de regreso se le antojó mucho más corto de lo normal. Apenas sí había entrado en la base cuando oyó unos pasos acercándose hacia él a toda velocidad, y vio en la distancia la inconfundible figura de Giannini

— ¡Gokudera-san! ¡Por fin lo encuentro! ¿Dónde estaba? ¡Lo he estado buscando toda la mañana!--- afirmó el mecánico, jadeante. Los colores parecían haber abandonado su rostro.

—Salí temprano porque tenía unos asuntos que atender—se excusó el aludido con voz monótona y desinteresada— ¿A qué viene tanta prisa? ¿Pasó algo?—

— ¡Malas noticias! ¡Horribles!—exclamó el mecánico. El temor y la ansiedad se hacían evidentes en su voz— ¡El cuartel central en Italia fue atacado anoche y cayó en manos enemigas!—

— ¿¡Qué dices!?— Inquirió el ojiverde, exaltado e incrédulo. Aquella noticia había sido como un balde de agua fría— ¿¡Cómo pudo pasar una cosa así!?—

— ¡Yo tampoco me lo explico! ¡Llamaron desde el CEDEF para avisar pero no pudieron darme muchos detalles! Dijeron que Lal Mirch tomaría un vuelo hacia Japón esta noche para poder explicarnos todo personalmente—

— ¿¡Dónde están los demás!?— Exigió saber Gokudera, en un tono de voz que denotaba impaciencia

—Bueno, Yamamoto-san está en su habitación tratando de contactar por teléfono a alguien del cuartel general para poder tener más información…Lambo e I-pin salieron juntos muy temprano en la mañana, no dijeron a dónde iban ni cuándo regresarían…—Explicó Giannini, nervioso

— ¿Y Ryohei?—                                                                                                                              

— ¿No lo recuerda? ¡Se fue de viaje ayer por la tarde!—preguntó el mecánico, confundido—Dijo que tenía una cita con la Reina o algo así…—

— ¿Y mi hermana?—

—Salió de viaje junto con Fuuta hace dos días para buscar información ¿Lo olvidó?—

— ¡Dónde están todos cuando se les necesita!— Exclamó el ojiverde sumamente molesto al tiempo que se dirigía a su habitación.

— ¡Espere, Gokudera-san, ¿Dónde va?— Preguntó Giannini, cada vez más confundido

—Necesito estar a solas un momento—balbuceó el aludido al tiempo que aceleraba el paso y sus palabras hacían eco en las paredes.

Notas finales:

hahahahah se supone que esta cosa era importante para la historia (que, btw, ya se acerca a su fin) y debería haber causado muchos feelings pero dudo mucho que a alguien le haya pasado xDDD en realidad no sé...

/mahiko runs


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