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Letters From Nobody (5927) por Mahiko

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Notas del capitulo:

Yay~ vengo a arruinar sus findes con otro capi de esta cosa un poco antes de lo que les tengo acostumbrados porque tengo mucho que estudiar OTL (?

Oh, bueh, qué puedo decir. He estado algo mal de salud estos días y honestamente pensé que podría hacer este capi más largo xD pero creo que en contenido no quedo taaan mal (? así que espero que un milagro haga que lo disfruten :'D

Bajó las escaleras y recorrió los pasillos a toda prisa. Al llegar finalmente a su habitación, encendió las luces y cerró la puerta tras de sí con un gran estruendo. Se tumbó sobre la amplia cama, exhausto y con la mirada perdida en algún punto del techo.

Shoichi tenía razón. Aquella simple y al mismo tiempo dolorosa frase resonaba en su mente una y otra vez sin parar como una especie de maldición. Y es que, por mucho que le desagradara la idea de admitirlo, esa era la realidad, y no podía seguir huyendo de ella por cruel que fuese.

Tal y como el pelirrojo había dicho, su búsqueda de venganza era un lujo que no se podía permitir. Su verdadero último deber para con el Décimo era mantener a la familia unida, y todo lo demás no era otra cosa sino un patético y egoísta intento de huir de la culpa que le embargaba al haber perdido para siempre al amor de su vida sin haber sido capaz de hacer nada por evitarlo, por haber permitido que el puente estelar que los conectaba se derrumbase sin más. Se había convencido a sí mismo de que todo lo que había hecho en este último tiempo era en memoria del décimo, sin embargo, lo único que buscaba acallar las voces en su interior que constantemente le reprochaban por haber roto la promesa que hace ya más de 10 años había hecho al mismo tiempo con el décimo y consigo mismo.

Y por no haberse dado cuenta de todo aquello antes, por haber necesitado de las crueles palabras de Shoichi para ver la situación con claridad, el cuartel general en Italia había caído en manos enemigas.

Pero todo eso acabaría aquí y ahora.

No podía permitir bajo ningún concepto que aquella base subterránea corriera el mismo destino, así que las cosas debían cambiar drásticamente.

Comenzaría por hablar con Lal Mirch en cuanto esta llegase a Japón a primera hora del día siguiente. De esa forma se enteraría de todos los detalles de la situación en Italia. Luego, contactaría a los demás y les pediría…no, les exigiría que regresaran a la base a la brevedad y así podrían, en conjunto, idear un plan que les permitiese superar las actuales adversidades. No estaba seguro de cómo podría lograr algo así, especialmente teniendo en cuenta el hecho de que no había prestado la más mínima atención cuando los demás anunciaron que se irían en sus respectivos viajes, sin embargo, sí sabía perfectamente que las cosas no podían seguir así ni un solo segundo más.

Pero ya haría todo eso al día siguiente, ya que en aquel instante, y con todo lo sucedido esa mañana en la base de los Millefiore, no creía tener la fuerza de voluntad requerida para tal tarea.

Permaneció durante lo que quedaba de ese día así, en su habitación, reflexionando y haciendo planes, apenas saliendo de la estancia durante los horarios de las comidas, instancias en las cuales los incómodos silencios y las fugaces miradas intercambiadas dijeron más que un millón de palabras acerca de lo mucho que las malas noticias provenientes de Italia habían afectado a todos los presentes.

+++                                              

El sol de primera hora de la mañana colaba sus tímidos rayos a través de los escasos espacios que le dejaban las abundantes nubes que cubrían el cielo. Una gran cantidad de transeúntes pasaba a su alrededor sin que él les prestara la más mínima atención. Caminaba a paso apresurado. Lal Mirch llegaría en cualquier momento, y antes de que eso sucediese había algo que necesitaba hacer.

Debía visitar la tumba del Décimo y disculparse. Disculparse por haber tardado tanto en darse cuenta de cuál era su deber tanto para con el mismo décimo como para con el resto de la familia, y por haber permitido que sus egoístas deseos de venganza nublaran su razón. Sólo de esa forma, podría dejar todo aquello en el pasado y centrar todos sus esfuerzos en acabar con las tensiones existentes al interior de la familia y mantener su unión a lo largo del tiempo.

Ya en el área boscosa, el sonido de sus pasos era solamente opacado por el armonioso canto de las aves y el silbido de las hojas al ser mecidas por el viento. Aminoró el paso en un intento de contagiarse de la calma de aquel lugar.

Sin embargo, dicha calma fue repentinamente cortada por un grito en el cual se podían adivinar la confusión y el miedo.

— ¿¡EEEH!? ¿¡QUÉ ESTOY HACIENDO EN UN ATAÚD!?—

Gokudera detuvo su marcha en el preciso instante en el que aquel grito alcanzó sus oídos, súbitamente incapaz de moverse.

Esa voz era…

Reconoció aquella voz inmediatamente. Había cierto matiz diferente en ella que no pudo identificar, aun así, se trataba sin lugar a dudas de la misma voz que tan familiar le resultaba y que ansiaba escuchar más que ninguna otra. La lógica insistía en que tal cosa era imposible, y que todo aquello no podía tratarse de nada más sino que de una mala pasada que su mente le había jugado. Aun así, no podía haber error alguno…

— ¿¡Q-Quién anda ahí!?—Logró balbucear al tiempo que retomaba su camino con pasos lentos y vacilantes.

La escena que presenció al pasar junto a un árbol particularmente alto y frondoso tras el cual se ocultaba el claro en el que se alzaba la tumba se le antojó tan surreal que por un momento no tuvo otra opción más que pensar que la locura había terminado por consumirlo.

Y es que la tapa del ataúd estaba abierta de par en par, y junto al mismo, ahora vacío, sentado sobre el césped, se encontraba el Décimo. O su yo de hace aproximadamente 10 años atrás, para ser más exactos.

El tiempo pareció disminuir su ritmo hasta prácticamente detenerse al tiempo que una suave brisa soplaba entre ambos y aquellos ojos color avellana que tanto amaba clavaban su mirada en él, ansiosos de respuestas. Las ideas acudían a su mente, las palabras se agolpaban en su garganta y las lágrimas luchaban por brotar desde sus ojos al mismo tiempo y con una fuerza tan abrumadora y una velocidad tan vertiginosa que creía que colapsaría en cualquier instante.

— ¿Podría ser…? ¿Tú eres…?— Preguntó tímidamente Tsuna, rompiendo de esa forma finalmente el hielo tras largos instantes de insoportable silencio.

—¡Décimo!—Exclamó el peliplateado al tiempo que, presa de un repentino y poderoso impulso, avanzaba rápidamente hacia donde el aludido se encontraba, se arrodillaba sobre el césped de forma de quedar a su altura y posaba sus manos sobre sus hombros—¡Lo siento, lo siento!—musitó una y otra vez, incapaz de articular ninguna otra frase. Las cosas que quería decir en aquel momento eran demasiadas incluso como para contarlas, sin embargo, aquellas dos simples palabras lograban resumirlas a la perfección.

Por su parte, el castaño simplemente permaneció quieto, con la mirada perdida en algún punto del lejano horizonte. En aquel instante, experimentaba sentimientos encontrados. Por un lado, el haberse encontrado con alguien conocido prácticamente inmediatamente después de llegar al futuro resultaba sumamente reconfortante, y por otro lado, el evidentemente extraño actuar del ojiverde no hacía otra cosa más que contribuir a su inquietud.

— ¡Me duele, en serio!—reprochó luego de unos instantes.

—L-lo siento—Dijo Gokudera una última vez, apenado.

—Verás, Gokudera-kun, Puede que te cueste creer esto, pero…—Explicó el ojimiel en un intento de comenzar a brindar respuestas a la enorme cantidad de interrogantes que tenía sobre ese extraño futuro y determinado a no permitir que un silencio tan incómodo como el anterior volviera a instalarse entre ambos—Lambo me disparó por accidente con su Bazooka de los 10 años y…—

Sin embargo, aquello no resultaba en absoluto difícil de creer para el aludido. Por el contrario, hacía que todo cobrara sentido.

—Ya veo, sólo 5 minutos…—dijo al tiempo que bajaba la mirada, sin poder evitar que una pequeña parte de la tristeza que en ese instante le embargaba se viese reflejada en la expresión de su rostro.

No pudo evitar pensar que todo aquello era una nueva broma de muy mal gusto por parte del destino.

…O tal vez no.

Tal vez esa era la oportunidad que había esperado durante todo este tiempo. El milagro con el que soñaba despierto. Una ocasión única e irrepetible para poder detener esta tragedia antes de que comenzase.

Buscó frenéticamente en el interior del maletín que había traído consigo debido a sus planes de reunirse con Lal Mirch apenas esta llegase a Nanimori y así tener una oportunidad de hablar con ella a solas mientras la guiaba hacia la base. Encontró casi al instante lo que buscaba: una fotografía de un chico pelirrojo y de lentes. Debía haberse deshecho de ella luego de la reunión con Frederick, sin embargo, en aquel momento estaba profundamente agradecido de no haberlo hecho.

—Escúcheme atentamente, Décimo. Necesito que, en cuanto regrese al pasado, haga exactamente lo que yo le diga—Declaró el peliplateado en el tono de voz más firme y autoritario del que fue capaz— ¡Debe encontrar a este chico y acabar con él inmediatamente!—finalizó al tiempo que extendía su brazo de forma que el aludido fuese capaz de observar detalladamente la fotografía que tenía entre sus manos.

— ¿¡EEEEH!?—Exclamó el castaño, incrédulo, al tiempo que sus ojos se abrían de par en par producto de la sorpresa.

—Esta es una fotografía bastante reciente, pero no debería tener ningún problema para reconocerlo en su época—explicó el ojiverde, haciendo caso omiso del impacto que sus anteriores palabras habían tenido en Tsuna—Después de todo, usted y él se hicieron amigos durante su segundo año de secundaria—

— ¿¡De qué estás hablando!? ¿Quién es él?—Inquirió el ojimiel, confundido mientras comenzaba a darse cuenta de que el sinfín de preguntas que tenía sobre aquel mundo no hacía más que aumentar a cada segundo, y aún no había sido capaz de encontrar respuesta para ninguna de ellas—¿Dijiste que debo acabar con él, no?—

—Así es. No tiene por qué dudar, simplemente debe hacerlo—Afirmó Gokudera en un tono de voz que intentaba ser firme y tranquilizador a la vez.

— ¿C-cuando dices acabar con él, en realidad quieres decir matarlo, verdad?---Se atrevió finalmente a preguntar Tsuna, titubeante y con un leve rastro de miedo en su voz.

—Si no fuera por él, Byakuran no…—afirmó el peliplateado en un melancólico tono de voz al tiempo que apretaba los puños con fuerza, nuevamente desviando el tema de conversación.

— ¿…Byakuran?—El castaño repitió aquel nombre lentamente para asegurarse de que no lo olvidaría. Por alguna extraña razón, tenía la sensación de que esa persona llamada Byakuran era la clave para entender lo que había sucedido en ese escalofriante futuro, fuese lo que fuese.

—Permítame que le diga otra cosa, sólo como precaución…—

—Antes de eso, hay algo que he querido preguntar desde el principio…. —Declaró el ojimiel, viéndose obligado a subir la voz por sobre lo que pretendía y a interrumpir al ojiverde en un desesperado intento de finalmente obtener alguna respuesta concreta por parte de este— ¿Por qué estaba en un ataúd?—

Aquella inocente pregunta fue como un balde de agua fría para Gokudera. Había hecho todo lo que estaba en sus manos por evitar precisamente esa interrogante, y es que, honestamente, no tenía ni la más mínima idea de cómo se suponía que debía responder a ella. Jamás le había mentido al décimo, y dudaba mucho ser capaz de hacerlo precisamente en ese instante, sin embargo, tampoco era capaz de causarle el enorme sufrimiento que con toda seguridad significaría para él saber la cruel verdad sobre los acontecimientos ocurridos en aquel futuro marcado por la tragedia. Además, por muy egoísta que sonase y por mucho que supiera que no estaba en posición de reclamar nada, la sola idea de que el décimo terminara por odiarle tanto a él como a su yo del pasado al enterarse de que había sido incapaz de cumplir su promesa le provocaba un inmenso dolor.

—E-eso es p-porque…—Comenzó a balbucear, más se vio obligado a detenerse al empezar a experimentar una sensación escalofriantemente parecida a la que le provocó el somnífero que Shoichi le había administrado la mañana anterior, aunque esta vez aún más vertiginosa, si es que tal cosa era posible. En cosa de una fracción de segundo, la fuerza abandonó cada músculo de su cuerpo, su visión se tornó borrosa y el área boscosa comenzó a dar vueltas a toda velocidad dentro de su cabeza. El viento arrebató la fotografía de sus ahora débiles manos y la arrastró hasta dejarla caer junto al castaño, quién, por su parte, no podía hacer otra cosa más que observarle con preocupación y estupor.

Luego, todo se fue a negro.

Notas finales:

Y con esto la historia entra por fin en su recta final y las recompensas luego de tanto sufrimiento empezarán a verse (??

Ok, ya, hablando un poco más en serio, sólo me queda agradecer a la gente que me ha acompañado hasta este putno de este fic con sus altos y bajos (? y prometerles que me esforzaré en esta recta final uwu


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