Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Letters From Nobody (5927) por Mahiko

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

...Empiezo a temerme que eso que decía acerca de morir en el intento de finalizar esto terminará por hacerse verdad OTL. 

Bueh, el plan era darle un cofcofmerecidocofcof respiro a TYL!Gokudera y volver atrás en el tiempo a contarles la conmovedora y tierna historia de cómo este par de idiotas llegaron a hacerse novios (???? pero como todos saben, el fluff no es ni nunca será lo mío. Eso, sumado a ciertos problemas personales y stress a causa de la uni me dificultaron el escribir este capítulo mucho más de lo que pensaba. 

En fin, los dejo con esta cosa que cambié completamente como 3 días antes de escribir por algo que leí en la internet~ uvu si a alguien le gustara voy y me doy un tiro (??? porque de verdad que sería un milagro OTL.

Como siempre, dedicatorias a las únicas personas que tienen paciencia de aguantar mis locuras de escritora: Mi beta, Ricchan y la gente de mi grupo en FB, 5927 fans unite <333

— ¿Puedo hablar un momento con usted, Décimo?— Preguntó Gokudera al tiempo que buscaba algo en sus bolsillos

—Claro, dime, ¿Pasó algo?— Respondió el aludido con curiosidad

—P-pues verá— Comenzó el peliplateado con voz titubeante. Durante todo el camino no había dicho una palabra, sumergido en sus pensamientos, cuestionándose por enésima vez si lo que pretendía hacer era lo correcto. Sin embargo, ya se encontraban frente a la casa del décimo, lo que no dejaba tiempo para seguir debatiéndose—Quería mostrarle esto—Declaró mientras extraía de sus bolsillos un papel doblado y lo extendía para revelar cierto afiche publicitario— Como usted sabe, faltan sólo un par de semanas para el Tanabata y al parecer este año habrá un espectáculo de fuegos artificiales especialmente grande por la ocasión— tuvo que hacer una pausa y respirar profundamente antes de continuar—me preguntaba si quisiera que fuéramos juntos—

—Uhm, déjame ver— dijo Tsuna al tiempo que arrebataba el afiche de manos del ojiverde y lo examinaba con atención.

Un incómodo silencio se instaló entre ambos, haciendo que la espera por una respuesta resultase interminable para Gokudera. Si bien hace mucho habían prometido que irían juntos a un festival a ver los fuegos artificiales, en todo el tiempo que había transcurrido desde aquello no se había atrevido a hacer ninguna invitación concreta, por lo que no sabía cuál sería la reacción del castaño ante dicha situación. Nunca había tenido intenciones de apresurar las cosas, sin embargo, cuando hace un par de días iba caminando por la ciudad y aquel afiche voló directamente hacia él arrastrado por una repentina ráfaga de viento como si fuese un designio del destino, dándole apenas suficiente tiempo para atraparlo antes de que lo impactara en plena cara, algo indescriptible lo hizo cambiar de opinión y ver que tenía ante él una oportunidad que jamás volvería a repetirse.  

— ¡Claro, vayamos!— fue la respuesta que dio finalmente el ojimiel, acompañando dichas palabras con una amplia sonrisa—Además, salimos de vacaciones de verano un par de días antes de eso ¿verdad? ¿No crees que sería una buena forma de empezarlas?—

— ¡Claro que sí!— Exclamó el peliplateado en un tono de voz en el que se entremezclaban la sorpresa y la felicidad mientras sus ojos color esmeralda brillaban con una intensidad muy  pocas veces vista.

El castaño desvió la mirada. El primer año de universidad había sido sumamente duro, sin embargo, se aproximaba lentamente a su fin, y una visita al festival con ocasión del Tanabata parecía una estupenda forma de dar inicio a las tan ansiadas vacaciones de verano. A decir verdad, él siempre había pensado que Reborn tenía entre sus planes que tanto él como sus guardianes asumieran oficialmente sus posiciones dentro de la familia Vongola tan pronto se graduaran de la preparatoria. Sin embargo, y contra todas sus expectativas, había sido el mismo tutor quien había insistido en que las experiencias que podía entregar la vida universitaria podían resultar muy útiles para un jefe de la mafia, y no le había concedido ni un solo segundo de descanso de estudiar para los exámenes de admisión durante todo su último año de preparatoria, lo que había resultado en todos entrando a estudiar distintas carreras en la misma universidad. Y a decir verdad, agradecía dicho giro en los eventos desde lo más profundo de su corazón, ya que, no importando cuántos años pasasen, jamás se sentiría listo para hacer frente a la enorme responsabilidad de comandar a la Familia Vongola que Reborn se había empeñado en delegar sobre él.

—Además—afirmó el ojimiel con voz melancólica—Lo prometimos, ¿no?—

—Así fue— Respondió el peliplateado mientras le dedicaba una sonrisa. Aunque habían pasado ya más de 5 años, los recuerdos de aquella noche se mantenían tan vivos en su mente como siempre, así como la importante lección que aprendió en aquella ocasión y la promesa que se había convertido en el valor que le permitió enfrentarse a las adversidades que siguieron y que por fin se cumpliría.

Por todo lo anterior, era su deber esforzarse al máximo para hacer de aquella una velada memorable para ambos.

Fue precisamente ese empeño el que causó que prácticamente no tuviese nada más en la mente que la visita al festival durante todos los días que quedaban para la visita al mismo. Pasaba la mayor parte del tiempo planeando con suma cautela hasta el último detalle, procurando que todo saliera a la perfección, lo que le valió más de alguna reprimenda por parte de los profesores por no prestar atención en las tan importantes clases que preceden a los exámenes de final de semestre, aunque, y como era propio de él, acalló todas esas críticas obteniendo calificaciones sobresalientes en los mismos.

Sin embargo, aún con todas las cosas que había planeado para la noche del Tanabata, había una que rondaba en su mente más frecuentemente que las demás y le generaba más dudas y nerviosismo que ninguna.

Y es que, en el momento en que el décimo había aceptado ir al festival con él, había tomado la decisión de que aprovecharía la ocasión para confesarle el amor que sentía hacia él.

Cuando se dio cuenta de lo que sentía, la idea de confesarse no le quitaba el sueño ni mucho menos, ya que el simple hecho de ser capaz de permanecer al lado del castaño día tras día era más que suficiente para hacerlo feliz, y no veía necesidad alguna de forzar o apresurar las cosas. Sin embargo, en el último tiempo dicha idea rondaba por su mente cada vez con más frecuencia, puesto que había comenzado a comprender que creer que las cosas seguirían así para siempre era un acto de suma ingenuidad de su parte. Si no reunía pronto el valor necesario para confesar sus sentimientos, se haría demasiado tarde, y el arrepentimiento sería lo único que quedaría para llenar el vacío dejado por un amor destinado a jamás ser correspondido. Y en cuanto la visita al festival quedó concertada, supo que tenía frente a él una oportunidad única e irrepetible de cumplir dicho cometido.

Por supuesto, era plenamente consciente de los riesgos que tal acción involucraba. Sabía que las posibilidades de que sus sinceros y desbordantes sentimientos fuesen rechazados eran altas, así como sabía que, en el peor de los escenarios, el décimo podría terminar odiándolo. Sin embargo, había prometido que, pase lo que pase, lo protegería de todo peligro. Y pensaba mantener esa promesa hasta el final, sin importar lo que sucediera la noche del festival.

Sin embargo, no se trataba de cualquier festival, sino del Tanabata, celebración que, hasta donde él sabía, se originó de la leyenda de Kengyu y Orihime, dos amantes que fueron condenados por los dioses a vivir separados debido a sus descuidos y que reciben cada 7 de Julio en recompensa por su arduo trabajo del resto del año una única oportunidad de reunirse gracias a que las mismísimas estrellas forman ese día un puente que los conecta. Y, aunque siempre se había dicho que no caería en el optimismo irracional, tal vez sólo por esta ocasión estuviese bien creer que entre ellos también podría formarse un puente estelar que permitiera que sus sentimientos lleguen hacia el décimo.

Tales eran las preocupaciones que rondaban por la mente de Gokudera y hacían que su corazón latiera aceleradamente producto de la ansiedad en el momento en que, mientras vestía una yukata cuya elección le provocó más de algún dolor de cabeza y cargaba en una de sus manos el pequeño estuche que contenía su cámara fotográfica, hizo sonar el timbre de la casa de Tsuna al tiempo que el sol del día 7 de Julio se empezaba a poner, tal y como habían acordado.

Tras unos breves instantes que para el peliplateado parecieron una eternidad, la puerta se abrió lentamente.

—Oh, hola, Gokudera-kun— Dijo el castaño, quien también lucía una yukata como era acorde a la ocasión, a modo de saludo con un ligero rastro de nerviosismo en su voz mientras desviaba la mirada.

— ¿Pasa algo, décimo?— Preguntó el aludido con preocupación al reparar en el ligeramente anormal comportamiento del ojimiel.

— ¡N-no, nada, no te preocupes!— se apresuró a responder Tsuna—Bueno, la verdad, sí, pasa algo, pero es muy estúpido...— admitió levemente apenado luego de una breve pausa—La verdad es que hace mucho tiempo que no usaba una yukata y, bueno, se me hace algo extraño…—

— ¡No se preocupe por eso, la yukata le queda muy bien!—exclamó el ojiverde apresuradamente—Eeh-, Y-yo…—balbuceó mientras desviaba desesperadamente la mirada en todas direcciones tras reflexionar sobre lo que había dicho

— ¿Eh? Gracias, supongo…— Respondió el castaño tímidamente.

—Bueno, ¿nos vamos?— Sugirió Gokudera con una sonrisa en un intento de cambiar el tema.

— ¡Claro!—

De esa forma, ambos chicos iniciaron su camino hacia el festival, observando cómo el ambiente del Tanabata iba impregnando cada calle de la ciudad a medida que se acercaban al lugar designado para la celebración principal, con la gente, en especial parejas, que se dirigían hacia el festival luciendo yukatas, las tradicionales linternas predispuestas para iluminar la noche y los árboles de bambú cuyas ramas se balanceaban pesadamente con el viento debido la carga de los incontables deseos que la gente había escrito y colgado en ellas. En más de alguna ocasión durante los días previos a la celebración, la idea de hacer lo mismo cruzó por la mente del ojiverde como un rayo, sin embargo, la descartó con la misma rapidez con la que había llegado. No necesitaba hacerlo. Después de todo, aquella noche se jugaría su única oportunidad a todo o nada de hacer su mayor deseo realidad.

Cuando finalmente arribaron a su destino, no pudieron evitar contemplar durante unos segundos con suma  admiración la vívida mezcla de colores que era el festival. Los coloridos atuendos de los asistentes y la decoración generaban un ambiente de alegría que no tardó en llegar a ellos, impulsándolos a disfrutar de cada una de las atracciones, juegos y comidas que el lugar ofrecía sin prisas ni preocupaciones, compartiendo, riendo y creando gratos e imborrables recuerdos.

A medida que la hora designada para el espectáculo de fuegos artificiales se acercaba, los asistentes empezaban a congregarse en el amplio espacio designado para observarlos, ansiosos de obtener la mejor vista. Al percatarse de esto, ambos chicos hicieron lo propio y se dirigieron hacia dicho lugar, disponiéndose a esperar por el espectáculo en medio del murmullo de la multitud.

—Verás, Gokudera-kun—Dijo Tsuna tímidamente para romper el incómodo silencio que se había instalado entre ambos—Siento mucho haberme tardado tanto en cumplir esta promesa, ¿sí?—

— ¿Eh? ¡N-no tiene porqué disculparse por eso!— Exclamó el aludido visiblemente sorprendido.

—Sí, es necesario—Afirmó el castaño decididamente—Es que, no quiero que pienses que en algún momento lo olvidé o algo así—explicó nerviosamente—Es sólo que, verás, desde esa noche en adelante pasaron muchas cosas y, siempre que se acercaba un festival tenía alguna preocupación en mente, pero en ningún momento olvidé esas palabras—

— ¡Yo jamás pensé algo así!— aseguró el peliplateado— ¡además, no importa haber tenido que esperar, porque esta noche me he divertido muchísimo!—

— ¡Me alegra mucho oír eso!— exclamó el ojimiel con una amplia sonrisa— ¡Yo también me he divertido bastante hoy!—

El ojiverde apretó los puños con fuerza mientras bajaba la mirada por toda respuesta. En apenas un par de minutos más, el espectáculo pirotécnico daría comienzo. Debía cumplir su objetivo de confesarse antes de eso. Para bien o para mal, ya no quedaba tiempo para dudar. Era el momento de poner la primera piedra de su propio puente estelar.  

—Décimo, antes de que se lancen los fuegos artificiales, necesito decirle algo muy importante— Declaró decididamente, hablando rápido y sin detenerse a pensar.

—Claro, dime—

—Es probable que después que escuche lo que tengo que decirle termine odiándome, así que desde ya me disculpo por eso—Hizo una pausa para respirar profundamente. Los latidos de su corazón eran cada vez más rápidos—Pero aun así, es necesario que sepa esto—

— ¿S-saber qué?— preguntó el castaño visiblemente preocupado— ¡Habla ya, Gokudera-kun, me estás asustando!—

Era verdad, debía decirlo de una vez por todas. Sin embargo, dudaba ser capaz. Sus manos temblaban y un nudo se había instalado en su garganta.

Tragó saliva. No debía pensar. Simplemente tenía que dejar que las palabras salieran. Alzó la vista para mirar fijamente a los ojos al ojimiel.

—Saber que yo….yo… ¡Yo estoy enamorado de usted desde hace mucho tiempo atrás!— Su corazón latía alocadamente mientras sentía que le costaba respirar y los colores le subían al rostro apresuradamente.

Durante unos instantes que para ambos parecieron nunca terminar, el shock que aquellas palabras provocaron en Tsuna le impidió mostrar reacción alguna.

— ¿E-e-eh?— fue lo único que pudo balbucear cuando por fin comenzó a asimilar lo que acababa de suceder—¿¿¡EEEEEEEEEH!??—Hizo una pausa mientras se cubría el sonrojado rostro con unas temblorosas manos al darse cuenta de que había subido la voz mucho más de lo que pretendía— ¿¡E-eso es verdad, Gokudera-kun!?—

— ¡Sabía que me odiaría si se lo decía! ¡Lo siento mucho!— Exclamó el aludido exaltado

— ¡N-no es eso, no te odio ni mucho menos!— se apresuró a aclarar el castaño—E-es sólo que, bueno, tu c-confesión me tomó por sorpresa y no sé qué responder—hizo una breve pausa para respirar profundamente—Además, no quiero decir nada de lo que después me pueda arrepentir, así que…por favor… ¡dame un tiempo para pensar sobre todo esto!—

— ¡C-claro, ningún problema!— Respondió el ojiverde con sentimientos encontrados. Aquella no era la respuesta que hubiese querido escuchar pero tampoco era necesariamente mala, así que podría aceptarla sin problemas por el momento.  

El castaño, por su parte, miraba en todas direcciones desesperadamente. Necesitaba encontrar otro tema de conversación urgentemente. De pronto, encontró la respuesta.

— ¡Tengo una idea!— dijo con voz animada pero ligeramente temblorosa mientras señalaba la cámara que el peliplateado llevaba consigo— ¿Por qué no nos tomamos una foto?—

— ¿Está seguro?—preguntó Gokudera confundido ante la repentina sugerencia—Los fuegos artificiales empezarán dentro de nada…—

— ¡Totalmente!— en verdad no lo estaba, pero cualquier excusa era válida mientras pudiera desviar la conversación—¡ven, apúrate!— Insistió Tsuna mientras hacía un esfuerzo por salir de la multitud al tiempo que tiraba suavemente de la manga de la yukata del peliplateado, dejando a este sin otra opción más que seguirlo.

—Bien, espera aquí—Dijo el ojimiel una vez se hubieron alejado unos cuantos pasos al tiempo que le arrebataba la cámara de las manos al ojiverde. Observó rápidamente a su alrededor en busca de una superficie lo suficientemente firme para sostenerla, logrando reparar en una alta roca de superficie plana convenientemente ubicada a la distancia perfecta para obtener una buena fotografía de ambos. Encendió la cámara, configuró la opción del cronómetro no sin menor esfuerzo y la acomodó sobre dicha roca, tras lo cual presionó el botón de tomar fotografía, lo cual les daba 15 segundos antes de que la imagen fuese capturada y volvió apresuradamente hacia donde Gokudera lo esperaba.

—Ok, ahora sonríe—Pidió el castaño mientras hacía lo propio y se acomodaba junto al peliplateado, muy cerca el uno del otro, acción que hizo que los latidos del corazón de este último se aceleraran por un instante antes de dejar salir un suspiro y hacer lo que se le pedía.

Como una coincidencia que parecía demasiado grande para tratarse de una simple obra de la casualidad, el sonido de la cámara que anunciaba que la fotografía había sido finalmente tomada se vio acallado por el estruendo de los primeros fuegos artificiales.

—I-iré a buscar la cámara—Declaró el ojiverde tímidamente.

— ¡Apresúrate!---

Gokudera estaba prácticamente seguro que la repentina luz del espectáculo pirotécnico habría arruinado la fotografía, sin embargo se sorprendió gratamente al ver que su cámara había logrado capturar sin mayor problema una imagen de ambos con los fuegos artificiales de fondo. Sonrió satisfecho, apagó la cámara y volvió apresuradamente hacia donde se encontraba el décimo.

Durante los siguientes 20 minutos, el cielo nocturno de Namimori se llenó del brillo y color de unos fuegos artificiales que por instantes parecían como si quisieran formar el legendario puente de estrellas y que llenaban a los chicos de una profunda felicidad y paz interior, brindándoles la satisfacción de una promesa cumplida y la tranquilizadora certeza de que todas las adversidades a las que habían tenido que enfrentarse juntos en el pasado habían valido totalmente la pena sólo para poder vivir aquel momento que sin duda quedaría grabado hasta el último detalle por siempre en lo más profundo de sus recuerdos.

Notas finales:

Leyenda completa del tanabata para que entiendan porqué no me pude resistir (???: http://www.japones.cl/?q=tanabata.html

A todos quienes hayan llegado hasta aquí les doy mis más sinceras disculpas, una galleta porque de verdad que lo merecen (??? y mi promesa de intentar mejorar para la segunda parte de este arco. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).