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Letters From Nobody (5927) por Mahiko

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Notas del capitulo:

Bueh, no pudo ser para el 5927day pero igual les traigo actualización de esta cosa ligeramente antes de lo que acostumbo, principalmente porque el jueves es Fiestas Patrias en mi país así que viajaré y no tendré Internet xD además que tengo mucho que estudiar y tal OTL

oh, bueh, no les quito más tiempo. Lean y ojalá un milagro haga que lo disfruten :'D

Durante los días que siguieron a la llamada de Frederick, Gokudera pasó prácticamente la totalidad de su tiempo entrenando en solitario con más intensidad que nunca. No fueron pocas las ocasiones en las que se sentía tan exhausto que temía caer desmayado de un instante a otro, sin embargo, cada vez que recordaba su objetivo, lograba encontrar las fuerzas necesarias para seguie adelante sin importar lo agotado que estuviese. Y es que sabía perfectamente que cumplir con aquel último deber para con el décimo no sería tarea fácil, y que si quería asegurar el éxito no podía permitirse dejar ningún detalle al azar, por mínimo que este fuese. De modo que no le quedaba más por hacer que entrenar hasta alcanzar y superar los límites de sus actuales capacidades.

Además, ese estado de profundo cansancio físico y mental tenía una sola ventaja, y esta era el hecho de que le permitía desviar su atención, aunque tan sólo fuese por unos breves instantes, de la profunda tristeza que lo embargaba para concentrarse únicamente en su venganza.

Sin pretenderlo, sus días se habían vuelto iguales entre sí. Su primera actividad de cada mañana, tal y como había sido desde aquel día lluvioso, era visitar la tumba del Décimo. Luego de esto, regresaba a la base y dedicaba las horas restantes de cada día a entrenar, apenas haciendo pausas en los horarios de las comidas. Últimamente, estas se habían transformado en una de las escasas, sino la única, ocasión en la que los habitantes de la base compartían entre sí. Y es que las relaciones entre ellos se habían deteriorado al punto en que prácticamente no se dirigían la palabra los unos a los otros, y cuando lo hacían no lograban otra cosa sino que desencadenar una discusión que sólo contribuía a empeorar el ambiente de hostilidad que se respiraba hasta en el último rincón del lugar desde la llegada de aquel fatídico reporte por parte de los Millefiore y que parecía no hacer más que intensificarse con el paso de los días. Por todo esto, el peliplateado había optado por permanecer en silencio dentro de lo posible durante el horario de las comidas, sólo dirigiéndole la palabra a los demás presentes cuando era estrictamente necesario.

La única alteración en aquella aparentemente apacible rutina se producía cuando ocasionalmente tomaba un desvío en su camino de regreso a la base para dirigirse hasta el centro comercial subterráneo y estudiar los estacionamientos de este, los cuales, de acuerdo a la información que el espía le entregó, conectaban con la base secreta de los Millefiore. No podía dejar de admitir que, al principio, el comprender lo cerca que había estado todo el tiempo del escondite enemigo le produjo una gran sorpresa. Sin embargo, con el paso de los días, aquella sorpresa inicial se había mezclado con una cierta sensación de inquetud, ya que la elección estratégica de aquella ubicación implicaba que Byakuran y los suyos habían tenido sus ojos puestos en los Vongola desde hace mucho tiempo atrás, bastante más del que hubiese podido imaginar. De cualquier forma, intentaba no darle demasiadas vueltas a esa idea, ya que, en última instancia, todo ese asunto sólo contribuía a engrosar la ya extensa lista de razones por las cuales los Millefiore debían ser derrotados a la brevedad.

En vista de que planeaba finalmente poner en marcha su venganza a primera hora del día siguiente, aquella tarde entrenó con especial dedicación, por lo que no era de extrañar que, cuando cayó la noche, el agotamiento físico y mental que experimentaba fuese tal que su mente estuviese completamente en blanco. Se retiró a su habitación, deseoso de darse una ducha y dormir.

No sabía con exactitud qué hora era en aquel instante, más supuso que debía ser bastante tarde cuando llegó al pasillo que conectaba todos los dormitorios entre sí y encontró el lugar sumido en el más profundo de los silencios y únicamente iluminado por la tenue luz que ofrecían las lámparas secundarias que mantenían encendidas toda la noche en caso de alguna emergencia. En seguida, le restó toda importancia a este hecho y continuó con su camino.

Cuando llegó a su destino, abrió la puerta de la habitación y buscó en la pared con las manos el interruptor que le permitió encender las luces que colgaban del techo.

— ¿Décimo?—Llamó distraídamente al tiempo que entraba en la estancia y cerraba la puerta tras de sí.

Pero, por supuesto, la respuesta nunca llegó.

—Pues claro que no te va a responder—le recriminó al instante una voz en su cabeza, restregándole su error en la cara—Está muerto, ¿o acaso lo olvidaste?—

Era obvio que no lo había olvidado. No podría olvidarlo ni por tan solo un instante aunque así lo quisiese.

Lo que había pasado era…

Se vio obligado a descansar su espalda contra la puerta. No tenía palabras para describir lo que acababa de ocurrir. ¿Debía resultarle preocupante el hecho de que el cansancio físico y mental que sentía hubiese llegado al punto de hacerle decir cosas sin pensar de esa manera? Y si era así, si sólo se trataba de una pequeña e inocente equivocación provocada por el profundo agotamiento que inevitablemente dejaban tras de sí los días de arduo entrenamiento, ¿Por qué sentía como si de nuevo la tristeza se apoderase hasta del último rincón de su ser? ¿Por qué sentía como el vacío en su corazón se expandía y dolía más que nunca? ¿Por qué las lágrimas luchaban una vez más por brotar desde sus ojos? Y si algo tan insignificante era capaz de dañarle emocionalmente hasta tal punto ¿cómo podía esperar ser capaz de cumplir exitosamente con su último deber para con el décimo?

Esas y muchas otras interrogantes para las cuales no tenía respuesta acudían a su mente de golpe, dando vueltas una y otra vez a una velocidad vertiginosa y sin detenerse ni por un instante. Hizo su mejor esfuerzo por ignorarlas al tiempo que buscaba una toalla y se dirigía a la ducha. Permaneció largos minutos en esta, albergando la esperanza de que el agua se llevara el sinfín de preguntas y temores que se acumulaban en su mente con la misma facilidad con la que se llevaba el sudor y el cansancio propios de un día de arduo entrenamiento.

+++

 

Despertó con las primeras luces del alba de un sueño reponedor y sin pesadillas. Avanzó con sigilo por los numerosos pasillos de la base, los cuales a esa hora se encontraban absolutamente desiertos, hasta llegar a una de las salidas secretas. Digitó el código de seguridad y respiró profundamente para infundirse valor antes de cruzar la puerta. El golpe de una suave y gélida briza lo recibió al salir a la superficie.

Durante su trayecto se encontró con una considerable cantidad de transeúntes que se dirigían a toda prisa a sus respectivos lugares de trabajo o estudios. Sin embargo, y tal como lo había anticipado, el centro comercial subterráneo y sus alrededores estaban completamente vacíos. Un solitario vigilante custodiaba la entrada a los estacionamientos mientras paseaba de un lado a otro. El ojiverde no tuvo problema alguno para encontrar un lugar apropiado para esconderse. Esperó su oportunidad pacientemente y entró a los estacionamientos sin ningún inconveniente.

Se dirigió sin ningún rastro de vacilación hacia el lugar preciso donde había identificado en el techo una entrada a los ductos de ventilación. Cuando se encontró a pocos pasos de ese lugar, se escondió detrás de un pilar hasta localizar la cámara de seguridad que también había detectado en una de sus visitas anteriores. Acto seguido, sacó de su bolsillo un proyector en miniatura que había conseguido que Lal Mirch le prestara y cubrió con este la cámara. Hecho esto, caminó a paso lento pero seguro hasta quedar justo debajo de la entrada a los ductos.

Dejó escapar un leve suspiro. La idea de infiltrarse en la base enemiga de esa forma no le hacía mucha ilusión, sin embargo, era perfectamente consciente de que no tenía otra opción. Ya le había sido lo suficientemente difícil a Frederick encontrar aquella ruta para él, por lo que no podía darse el lujo de quejarse. Estiró los brazos y, con sumo cuidado de minimizar el ruido, retiró la rejilla que cubría la pequeña abertura. La depositó en el suelo lentamente. Una vez se incorporó, utilizó nuevamente los brazos para darse impulso y poder entrar, no sin esfuerzo, en el ducto.

El lugar era tan estrecho y desprovisto de oxígeno como lo había imaginado. Esperó unos segundos hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad e inició la marcha.

El avance por el ducto fue mucho más lento y difícil de lo que le hubiese gustado. Resultaba prácticamente imposible avanzar un centímetro sin hacer ruido, sentía como todo el lugar se tambaleaba bajo su peso a cada paso, además de que estuvo a una fracción de segundo de caer en la trampa infrarroja.

Finalmente y tras un par de minutos que le parecieron nunca acabar, Gokudera vio en la distancia la luz que se filtraba a través de otra rejilla. Se dirigió hasta ese punto rápida pero cuidadosamente y observó atentamente la habitación que se veía a través de la estrecha abertura

Estaba absolutamente vacía y silenciosa. Las paredes eran completamente blancas y desprovistas de todo cuadro o elemento decorativo similar. El piso, con sus lozas de colores claros y desprovisto de cualquier mueble, formaba una extraña armonía con estas. A lo lejos se podía ver una única puerta de madera. Seguramente era una habitación de entrenamiento o algo parecido. Aliviado, el peliplateado removió la rejilla con absoluta precaución y se dejó caer en la habitación lentamente, intentando hacer el menor ruido posible.

Sin embargo, todos sus esfuerzos por pasar desapercibido no pudieron evitar que Shoichi Irie, quien en aquel momento dormía una siesta aprovechando una breve ausencia de sus subordinadas en la habitación ubicada justo debajo de aquella, escuchara el ruido leve, breve y seco de un golpe en la habitación de arriba, y despertara de un sobresalto. Aún algo adormilado, encendió su portátil, el cual descansaba sobre su escritorio, y lo conectó sin problemas al sistema central de seguridad de la base. Acto seguido, localizó rápidamente la cámara correspondiente a la habitación ubicada encima de la suya.

La imagen que se proyectó en su pantalla no sólo fue suficiente para despertarlo por completo, sino que hizo que al instante la sangre se congelara en sus venas, y un escalofrío de terror recorriera hasta el último rincón de su cuerpo.

Notas finales:

...Qué puedo decir? el capi me quedó bastante más corto de lo que pretendía OTL puede ser la falta de diálogos, o mis ganas de dejar un cliffhanger precisamente ahí (?

oh, bueh, el siguiente capi será bastaaante más largo que este, créanme xD e interesante, o eso creo, así que espérenlo con ansias.

/mahiko runs


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