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El pecado original por Etsuko Kagayaku

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Notas del fanfic:

AVISO: habra pedofilia, violaciones, incesto, sadomasoquismo, droga, sexo, alcohol, muerte, problemas psicológicos y engaños.

 

Si su mente está tan enferma como la mía, entonces lograran captar mi humor negro.

 

No les prometo una historia con un final feliz o triste, pero si una buena trama.

 

Los personajes pertenecen a Yana toboso, yo solo los uso para mis historias.

 

Notas del capitulo:

No me responsabilizo por los problemas psicológicos que pueda causar este invento de mis deseos mas ocultos y enfermos.

 

Música (http://www.youtube.com/watch?v=0hU6heeOrOI)

El día no auguraba nada bueno. Los árboles se mecían al compás del viento, las pequeñas gotas comenzaban a caer lentamente, las hojas de los árboles caían de manera violenta al suelo mostrando su color café, dando a entender que era Otoño. A pesar de todo se podía ver a la gente salir de sus hogares para realizar compras y demás. Ese tiempo no era ninguna novedad interesante al ser algo rutinario.

Las personas charlaban entre si y demás, sin darse cuenta o siquiera mirar al pequeño niño herido que caminaba entre ellos. Como alma que es destinada al infierno, daba pasos sigilosos y vacilantes, queriendo detener su marcha para no llegar a su hogar.

¿El motivo de sus heridas?, simplemente una pelea callejera a la salida de su colegio con unos compañeros. Podía dejar pasar muchas cosas; que lo insultaran, que se burlaran de él o que lo golpearan a veces. Pero el hecho de que se burlen de su madre fallecida, alegando que ella era una 'puta' en vida, no se los iba a permitir. Transformándose radicalmente y para nada de manera literal en un pequeño demonio, sacó su pequeña navaja que había comprado días antes. Con una sonrisa de satisfacción vio como esos malditos engendros lo miraban ahora con miedo, claro, no eran tan rudos en ese momento. Peleo con todos los que pudo, logró clavarles la navaja en el abdomen al menos a tres, los demás salieron despavoridos. Vio con repudio los cuerpos heridos mientras sacaba un pañuelo blanco de su bolsillo y limpiaba de su navaja, la sucia sangre de esos niños.

Sin importarle absolutamente nada la salud de los que se desangraban, salió del oscuro callejón. Apreció por primera vez en la vida no llamar la atención de las personas, ya que en su ropa se podía ver la sangre ante los actos de violencia que cometió, y no solamente la sangre de los demás, si no la suya también, ya que el tenía varios golpes. Al menos logró que su nariz dejara de sangrar.

Con terror como a quien condenan a muerte, llegó a su hogar, si es que así se le podía llamar. El 'hogar', constaba de dos pisos, dentro las paredes eran de colores sombríos, la escalera rechinaba cuando alguien quería subir y todavía quedaban rastros chamuscados del incendio que sufrió un año atrás.

Cerró los ojos y suspiró, preparándose para lo que vendría una ves dentro.

Abrió la puerta lentamente, mientras daba pasos lentos y asustados. Miro a ambos lados tratando de pasar desapercibido. Suspiró tranquilo y corrió a las escaleras, esperando subir y no salir hasta el otro día, pero una vos lo detuvo.

¿A donde crees que vas?

Esa vos, esa maldita vos que odiaba, que le repugnaba, simplemente porque era tan falsa como su dueña. Bajo los pocos escalones que había logrado subir y se encaminó al pequeño líving, que contaba tan solo con dos sillones verde oliva y una pequeña mesa blanca desgastada, sacando a relucir ya sus buenos años.

El director del colegio me llamó hoy, volviste a pelear con tus compañeros, y como si fuera poco, mira en las fachas que llegas a la casa.

Torció su boca, evitando maldecirla a ella, al director y al mundo entero. Mas respiró tratando de controlar el impulso que lo llamaba, diciéndole que sacara nuevamente su navaja y cortara las cuerdas vocales de aquella vulgar mujer vestida completamente de rojo.

No ha sido mi culpa, mis compañeros volvieron a meterse conmigo y mi madre, no se los iba a permitir.

Vio como la mujer chasqueaba su lengua, acto que le molestó en demasía.

No es excusa para andar peleando, esta es la tercera ves en la semana en la que me llama tu director, pero aparte de eso, hay buenas nuevas.-dijo con sarcasmo.-Has sido expulsado.

Abrió los ojos como platos ante lo que dijo su tía, quien se hacía llamar 'Madame Red'. Ella era su tutora legal. ¿Donde estaban sus padres?, siete metros bajo tierra en un ataúd, ahí es en donde se encontraban. El catorce de diciembre había ocurrido un horrible incendio en su casa, ahí mismo sus padres habían muerto, no lograron encontrar al culpable, muchos creyeron que había sido ocasionado por los mismos señores de la casa, quienes fueron consumidos, quedando nada mas las cenizas de sus cuerpos.

El no se encontraba en ese momento en su casa, se encontraba en la biblioteca. Cuando supo que era demasiado tarde, salió de ese silencioso lugar y fue hacia su casa, cuando llegó vio a la policía, y a los bomberos deteniendo el incendio, sus ojos se abrieron a mas no poder. 'Tus padres murieron'. ¿Como podría uno tomar semejante noticia?

Se lamentaba cada día de su vida, echándose la culpa de todo, ya que anteriormente había tenido una pelea con sus progenitores ' ojala se murieran así no me joderían mas'. Esas palabras se habían cumplido a la perfección, al parecer un ángel de la oscuridad había escuchado sus deseos profanos y había cumplido ese innecesario deseo dicho sin pensar.

Eso es imposible, soy un excelente estudiante, no puede echarme por una simple pelea.-dijo enojado.

Díselo al director. Ciel, sabes perfectamente que la escuela a la que asistes es una de prestigio nacional, nadie quiere a un pequeño revoltoso causando problemas.-dijo enojada la pelirroja.- aparte el echarte no les importa, ya que solo serán mil dolares menos que recibirán. Están bañados en dinero con los tres mil estudiantes que tienen, tu falta no hará la diferencia.-finalizó.

Ciel apretó sus puños con impotencia, realmente estaba aguantando demasiado.

—¿Y ahora...que harás?-le preguntó a su tía.

¿Que haré?-dijo con burla.- Yo no haré nada, pero tu sí.-le dijo con una sonrisa.

¿Ah que te refieres?

La muerte de tus padres te ha afectado demasiado, y Londres no es buen lugar para superar todos tus problemas, necesitas paz y tranquilidad. Por eso, he decidido mandarte a un pequeño pueblo del interior.-finalizó mientras tomaba en un vaso un poco de whisky.

¿Un pueblo?

Si, el pueblo Foster es pequeño y obviamente no hay muchas personas. Ahí podrás pensar en todo lo sucedido, y lo mejor, no tendrás que ir al colegio, ya que tu tutor sera tu profesor privado, lo conozco porque es un viejo amigo mío de la secundaria.

—Pero no puedes mandarme así que como si nada, ni siquiera me consultaste, me estas mandando a cualquier lugar.-le replicó enojado.

Lo tendrías que haber pensado antes, ahora quiero que subas a tu habitación y hagas tus maletas, hoy mismo te llevaré y son varias horas de viaje.

Nuevamente apretó los puños con impotencia y corrió escaleras arriba, sintiendo el rechinido que hacían estas. Entró a su habitación y cerró de un portazo. Sacó una maleta de su placard y con furia comenzó a doblar su ropa metiéndola enojado. Cuando ya había guardado toda su ropa, procedió a guardar pertenencias valiosas, las pocas que le quedaban. Una fotografía con sus padres, un anillo azul heredado, que por casualidad había podido ser rescatado del incendio, raramente logro sobrevivir a las llamas. Finalizó poniendo uno de sus libros favoritos, "Justine o los infortunios de la virtud" del 'Marqués de Sade'.

Rió para si mismo, cualquiera que lo viera leyendo ese libro lo creería un enfermo.

Cerró su maleta y se recostó en la cama, cerró sus ojos y pensó en como había cambiado su vida, vaya, si que había cambiado.

De pronto escuchó el grito de su tía en la planta baja, llamándolo para que baje de una vez. Chasqueó su lengua

Maldita.-susurró para si.

¿El porque la repudiaba?, el tenía la idea fija en la cabeza de que su tía había estado enamorada de su padre, y no solamente eso, sino que esta varias veces había hecho que sus padres pelearan entre sí, a veces llegaba a sospechar que podría haber sido ella quien comenzara el incendio.

Agarró su maleta y bajó las escaleras, viendo como su tía se encontraba esperándolo en la puerta de la demacrada casa.

Al fin bajas, vámonos, hay mucho recorrido y poco tiempo.-finalizó su tía saliendo de la casa.

Miró una última vez su casa, reconstruida luego del incendio, con su mirada dijo un adiós silencioso y salió cerrando la puerta tras de sí.

Subió al extravagante auto, también rojo que su tía tenía, se preguntaba como sería la reacción de las personas en el pueblo cuando lo vieran llegar en una ferrari.

Subió su maleta al asiento trasero y subió al asiento del copiloto. El auto arrancó, dejando atrás los vestigios de la felicidad no grata que vivió durante ese año sin sus padres.

Bajó la ventanilla, sintiendo el viento golpear su rostro, cerró los ojos ante esa agradable sensación. De a poco iba anocheciendo. La ruta por la que iba su tía con el auto era bastante aterradora, los árboles en el camino eran de troncos secos y hojas oscuras, el pasto reseco. Juraría ver sombras por donde fuera. Cerró la ventanilla no queriendo ver mas.

Luego de horas de viaje iban llegando al pueblo,al ser de noche no había gente en las calles, vio como su tía con el auto subía una colina, llegando a una gran casa, parecía una mansión. Aparte parecía completamente de cristal. El auto paró, anunciando su llegada.

Bajó lentamente, vio como su tía bajaba con una sonrisa del auto, ayudándolo con su maleta, le pareció rara su actitud, ella no era de las mujeres que se comportaban amablemente sin querer algo a cambio.

La puerta de la casa se abrió, mostrando a un hombre de aspecto joven, unos veinticinco años, ojos ámbar, cabello azabache y unos lentes negros.

Este se le quedó mirando, no supo bien interpretar esa mirada, que aunque parecía neutral algo escondía. No sabía si lo que ocultaba era lujuria, enojo, o algún otra sentimiento contradictorio.

El hombre se acercó a Madame Red y esta le saludó con una sonrisa falsa en su rostro. Luego el hombre se acercó a él y le sonrió.

-Hola Ciel, tu tía me ha contado de ti, soy Claude Faustus y seré tu tutor por ahora.-finalizó mientras extendía su mano en forma de saludo.

Con desconfianza tomo la mano del hombre, mirándolo, tratando de descifrar que era lo que ocultaba ese extraño sujeto de ojos dorados.

Cuando fue a retirar su mano, vio como el hombre le hacía una suave caricia a esta y luego se retiraba con su tía a ayudarle con su maleta.

Entrecerró los ojos con desconfianza, ciertamente, ese hombre le causaba escalofríos.

El hombre de manera educada invitó a su tía a pasar a la casa, pero esta respondió que no podía, ya que debía volver cuanto antes a Londres, ya que debía trabajar al otro día en el hospital. Con una sonrisa se acercó a Ciel.

Lo arrimó un poco mas lejos para que el hombre no pudiera escucharla y se arrodilló para tener al niño a su altura.

Ciel, es hora de que me vaya, a fin de año vendré a buscarte, por favor, pórtate bien, mira que aquí no habrá personas con quienes pelear.-le dijo con una sonrisa.

La mujer se levantó pero sintió como alguien la agarraba de su saco.

—Antes quisiera decirte algo.-dijo Ciel con la mirada gacha.

La mujer sonrió pensando que le diría algo como 'te extrañare' o 'no te vayas', pero fue todo lo contrario.

Cuando murieron mis padres, tu fuiste todo lo que tenía, y yo necesitaba comprensión cosa que tu nunca me diste, me castigabas sin razón alguna y nunca me ayudaste cuando los malditos de mi escuela me golpeaban, para mi no eres nada, creo que estaré mejor sin ti.-finalizó mientras soltaba su saco e iba al lado del hombre, quien lo esperaba en la puerta de la casa.

Su tía frunció el ceño, tratando de retener las lágrimas que querían salir, sin mas, se despidió nuevamente y se fue rápidamente en su auto.

Ya es de noche, por favor Ciel, pasa, no quiero que te enfermes.-le dijo el hombre una ves solo.

Ciel miró una última vez la dirección por la que su tía se había ido y entró seguido de Claude. Abrió los ojos con impresión al ver la casa, esta era de colores blancos, grises y metálicos, muebles nuevos y para nada antiguos.

¿Te gusta?-preguntó con una sonrisa.

Ciel solo asintió debilmente con la cabeza mientras seguía observando el lugar.

¿Quieres algo de comer?, debes estar hambriento.-le susurró en la oreja.

Ciel se sobresaltó ante esto, saliendo de su ensoñación.

De hecho, solo quisiera irme a dormir.-le dijo serio.

De acuerdo, sígueme, te mostraré tu habitación.

Lo siguió en silencio, subiendo unas escaleras blancas, logrando ver la gran vista que había a un bosque a través de las ventanas. Una ves llegaron a la habitación, se sorprendió al ver lo que había en esta. Una cama matrimonial, con sábanas azules, un gran ventanal, una escritorio con una silla, ambos de acero y una gran biblioteca repleta de libros. No estaba nada mal, era mas de lo que podía pedir.

Espero que te agrade, no se bien lo que los niños tienen en una habitación.-dijo mientras ponía la maleta en la cama.

Ciel solo negó con la cabeza.

De hecho esta muy hermosa señor Faustus.-dijo mientras miraba a su alrededor.

Por favor, solo dime Claude, me haces sentir viejo.-dijo con una sonrisa.

Ciel nuevamente volvió a mover su cabeza asintiendo.

Bueno, te dejaré para que desempaques tus cosas, cualquier cosa que necesites avísame, mañana te contaré que es lo que haremos, por ahora, buenas noches.-finalizó mientras salía de la habitación.

Se quedó todo sumido en un gran silencio sepulcral, con exagerada lentitud, agarró su maleta y comenzó a desempacar. Cuando terminó lo único que le quedaba era acomodar la foto de sus padres. Con tristeza la agarró y la puso sobre una pequeña repisa. Podría decirse que era su tesoro mas valioso, la única foto que le quedaba de sus padres, el único recordatorio de que esas personas existieron alguna vez, la imagen que le haría recordar que hubieron dos personas que lo amaron.

Se sacó su ropa, sintiendo por un momento un pequeño escalofrío en su infantil cuerpo.

Apagó la luz y se acostó en la gran cama. Sabiendo de antemano que al día siguiente comenzaría una nueva vida.

...

Los rayos de luz cálida que el sol emitía le molestaban en demasía, quería levantarse y cerrar las cortinas de la gran ventana que abarcaba toda su pared, pero hacía demasiado frío. Lentamente abrió sus ojos, parpadeando varias veces, tratando de acostumbrar sus ojos a esa luz cegadora. Había dormido incómodo, a pesar que la cama era de buena calidad, el no podría dormir en una cama que no fuera la de su casa, esa cama que ya era vieja pero sin embargo, se le hacía la mas cómoda del mundo.

Se levantó de manera perezosa y se acercó a su guardarropa, del cual sacó unos pantalones negros que le llegaban hasta un poco mas arriba de las rodillas, una remera blanca que se pagaba por completo a su pequeño torso y un saco azul que le llegaba hasta las rodillas.

Se vistió rápido evadiendo los escalofríos que sentía y luego abrió la habitación, observando todo de manera sigilosa, ya que estaba en un lugar completamente nuevo y desconocido. Bajó las escaleras de manera discreta llegando hacia la cocina, donde vio a Claude, sentado y leyendo un periódico.

—Bueno días.

El hombre rápidamente bajó el periódico y le miró con una pequeña sonrisa de lado.

Oh, buenos días Ciel, no me había dado cuenta de tu presencia, por favor, toma asiento, te serviré el desayuno.

Ciel solo asintió y corrió una de las sillas para luego sentarse, miró con asombro la cocina, era realmente grande. Claude se acercó lentamente a él y depositó una taza de té y un pastelillo.

Espero te guste.

En silencio comenzó a tomar el té, sintiendo espasmos en su cuerpo al sentir algo caliente en su garganta que hasta ahora se había mantenido fría.

Ciel, tu tía me contó lo que pasó.-dijo un poco mas serio.

Ciel solo lo miró con indiferencia.

—Me dijo que tuviste grandes peleas con tus compañeros y que tu director decidió expulsarte.

Ciel sonrió para si de manera desapercibida, si el hombre que tenía delante tan solo supiera que apuñaló a tres personas y estos seguramente ya estaban muertos, se espantaría y llamaría a la policía.

Como sabrás, Foster es un pequeño pueblo, y no hay muchos niños, la mayoría salen muy poco y no hay muchos disturbios en las calles, es como un pueblo fantasma.-dijo con una sonrisa.

¿A que quieres llegar con todo esto Claude?-preguntó con hastío, bien, eso había sido descortés con el hombre, quien lo había tratado bastante bien desde que llegó.

Claude se sintió un poco contrariado con la actitud del niño, pero luego sonrió.

Entiendo lo difícil que fue para ti la perdida de tus padres, pero yo solo quiero ayudarte. Y a lo que quiero llegar...en fin, solo quiero decirte como se maneja todo por aquí. Por ejemplo, este pueblo es muy...Católico.

Ante eso el niño casi escupe el té que se encontraba tomando.

¿Que?

—Si bueno, este pueblo cree en Dios de manera irrefutable, por lo tanto podría decirse que la gente de aquí, va todos los días a la iglesia.

Ciel solo chasqueó la lengua enojado, lo único que le faltaba es estar rodeado entre un montón de locos religiosos.

—¿Crees en Dios?

—No.

—Ya somos dos.

Ciel lo miró con impresión, pero el hombre solo sonrió.

Debo fingir que creo en Dios para que los demás no me tomen como amenaza, son demasiado religiosos y si hay un ateo, no van a dudar en verlo como la peor de las blasfemias.-finalizó.-Así que debemos ir a misa como los demás para que no sospechen de nuestras creencias.

Ciel de nuevo enojado desvió la mirada, ahora debía fingir que creía en Dios, era lo peor que le podía pasar, llegó la noche anterior y ya quería irse cuanto antes.

En fin, la misa es de siete a ocho todos los días, yo te daré tus clases de la una hasta las cuatro, después quedaras libre completamente para hacer lo que quieras.

Ciel solo asintió.

—Pero como llegaste ayer, no te daré clases todavía, dejaré que descanses un poco y te acostumbres al nuevo ambiente, por lo tanto, te dejaré esta semana libre y empezaremos el lunes que viene.

El resto del desayuno transcurrió de manera silenciosa. Una vez terminado, decidió salir a recorrer un poco el pueblo, Claude le preguntó si quería que lo acompañara, pero el se negó alegando que necesitaba pensar un poco.

Una vez fuera, recorría las calles con pasos lentos pero decididos, impresionándose ante el silencio sepulcral que había, si que tendría que acostumbrarse a ese lugar. El no estaba acostumbrado a estar en un lugar así, el era un chico de ciudad, vivía oyendo ruidos por todos lados, gente hablando, los ruidos que hacían los autos. En cambió ahora estaba en un tipo de pueblo fantasma, podía ver como había unos pocos locales abiertos, papeles que había tirados en la calle, se movían por el viento. Dando un aspecto bastante tétrico y aún mas abandonado del lugar.

De pronto sintió como alguien tapaba su boca y lo jalaba hacia un callejón oscuro, cerró sus ojos con miedo.

Cuando sintió que destapaban su boca, abrió sus ojos y se encontró con unos ojos celestes que le miraban con curiosidad y diversión.

Recuperó la compostura al darse cuenta de que no se encontraba en peligro, para luego emitir forzando sus cuerdas vocales a todo volumen en un grito enojado.

¡¿Quien te crees que eres para hacerme eso?!

El chico que tenía en frente comenzó a reír por su actitud para luego con su mano acariciar la mejilla del peliazul, quien se quedó estático por unos segundos.

¿Tu eres el nuevo o no?-pregunto con curiosidad la persona.

Ciel solo lo miró enojado para luego sacar la mano del chico de su mejilla. El chico parecía no tener mas de catorce años, rubio, un poco mas alto que él, ojos celestes y aparte llevaba unos shorts negros, una remera verde y un saco morado.

Si, soy yo...creo.-dijo Ciel con desconfianza.

¿Como te llamas?

Pensaba no responder, pero era mejor decirle lo que quería para que dejara de molestarlo y lo dejara ir de una maldita vez.

Ciel, Ciel Phantomhive. Ahora, me voy.

Trató de salir, pero el rubio volvió a estamparlo contra la pared.

Yo soy Alois Trancy.-dijo con una sonrisa.

Bien, ahora, ¿Me puedo ir?-pregunto con cansancio.

No, quiero que me cuentes de ti.

—No tengo porque contarte nada, aparte eres un extraño.

El rubio bufó molesto ante el apelativo 'extraño'.

Bien, tengo catorce años, vivo en una casa en el bosque, no tengo hermanos, mi color favorito es el morado y odio el pescado.-finalizó con una sonrisa.-ah y odio a todo el mundo, excepto a ti.

¿Porque no me odias?

—Porque tienes un aire misterioso y aparte todavía no me has golpeado por como te agarré.-dijo con una sonrisa divertida.

Ciel desvió la mirada, un poco divertido y tratando de contener una pequeña risa que quería salir de sus belfos.

Bien, te contaré de mí, ¿Pero no te parece que este no es el lugar apropiado?-dijo señalando el callejón.

Era verdad, todavía se encontraban en el oscuro y frío callejón. El rubio con una sonrisa, lo arrastró de la mano, hasta llegar a un banco de un pequeño kiosco, donde ambos se sentaron.

Ciel vio como el rubio volvía a mirarlo con curiosidad, esperando una respuesta a su pregunta.

Bien, como ya te dije, mi nombre es Ciel, vengo de Londres, mi color favorito es el azul, y...nada mas.-dijo desviando la mirada.

¿Tus padres vinieron contigo?

No, mis padres están muertos.-dijo con el ceño fruncido.

Bien, decir que sus padres estaban muertos era algo que no le agradaba para nada.

—Oh, lo siento, pero si te sirve de consuelo, mis padres también lo están.-dijo con una sonrisa.

¿Que?-preguntó impresionado.

Murieron hace años atrás, desde entonces me cuido solo, trabajo en distintas tiendas para mantenerme a mi mismo.

—Creí que dejar trabajar a un menor de edad era ilegal.-dijo extrañando Ciel.

No en este pueblo, de hecho, aquí pasan muchas cosas interesantes e ilegales.-le dijo mientras reía.

¿Que tipo de cosas?

—Todo a su tiempo Ciel, luego te mostraré de lo que hablo.-dijo mientras le guiñaba un ojo.

—Es cierto, que en este pueblo todos son...

—¿Religiosos?

Ciel asintió.

De hecho sí, todos creen fielmente en Dios, para mi solo están locos.

Ambos rieron ante esto dicho.

De acuerdo Ciel, juguemos a las preguntas, haremos una cada uno.-dijo con una sonrisa.-empiezo yo, ¿Tienes novia?

Ciel desvió la mirada un poco incómodo.

Ah, ya entiendo.-dijo con una sonrisa.- tu tiras para el otro lado, no te preocupes que yo también.

Ciel se impresionó ante esto.

—Bien es tu turno Cielito.

—Primero, no me digas así, y segundo ¿Tu también crees en Dios como los demás?

—Si y no.

—¿Como, si o no?

—En parte creo, porque bueno, en algo hay que creer, y yo creo que existe el diablo, por lo tanto también debe existir Dios, y en parte no creo, ya que este me a dado una vida miserable desde pequeño.-dijo borrando su sonrisa.-Bien, mi turno. ¿Ya tuviste sexo?

Ciel se sonrojó levemente ante esta pregunta.

—Tengo trece Alois, ¿acaso tu ya tuviste?

—No, todavía no, no conozco a ninguna persona a la que quiera darle mi virginidad. Bien, tu sigues.

—No se que mas preguntar.-dijo extrañado.

Entonces te haré yo una última pregunta....¿Alguna vez has matado a alguien?

Esa pregunta le sorprendió a Ciel.

—Puedes tenerme confianza, mi boca es una tumba.

—Yo creo que sí.

—¿Crees?

—Ayer, cuando unos chicos de la escuela me llevaron a un callejón para golpearme, me enojé y saqué una navaja que me había comprado. Y apuñalé a tres. Me fui de ahí, pero no tengo idea si los mate o solo los herí gravemente.

—Me gustas, tienes agallas.-dijo Alois con una gatuna sonrisa.

—No creo que...

—Ciel

En ese momento fueron interrumpidos, ambos menores giraron la cabeza hacia donde se encontraba el dueño de esa voz. Ahí se encontraba el azabache de ojos dorados, mirándolo seriamente al rubio y a Ciel.

Hola Claude.-dijo serio Alois.

Hola. Ciel vámonos.

Ciel se extrañó ante esto, pero le hizo caso, solo lo haría por esa vez ya que a él nadie le daba órdenes. Se levantó pero antes miró a Alois. Este le sonrió.

Volveremos a vernos Ciel.

El rubio le dio a Claude una mirada furiosa para luego irse caminando, perdiéndose en las desoladas calles del pueblo.

—No quiero que te juntes con el.-dijo enojado Claude.

Discúlpame, pero recién ayer me conoces, y no creo que estés en posición de darme órdenes Claude.

Te lo digo por tu bien Ciel, no soy quien para mandarte. Tómalo como un consejo.

—No necesito consejos de nadie.

—Estando en un pueblo como este, créeme, deberás aceptar dichoso los consejos amistosos que te den.

Ciel solo se le quedó mirando con extrañeza, comenzaba a sentirse incómodo en ese lugar, no tenía ni un día completo ahí, y el pueblo parecía tener miles de secretos. Secretos, pero no de los buenos.

Debemos irnos, la misa empezará en un rato.

Ciel se impresionó ante esto, ¿Cuando tiempo había pasado?, miró el reloj de su muñeca, viendo que estaban por ser las siete de la tarde. En conclusión, realmente se había entretenido con aquel rubio.

Asintió con la cabeza, y fue detrás de Claude.

La iglesia no era muy grande, pero tampoco pequeña, tenía un estilo antiguo, arquitectura gótica, en la entrada había dos enormes gárgolas, las cuales tenían una figura extraña que no supo descifrar. Entró junto con Claude. Realmente se sintió muy incómodo al ver toda la gente allí. Nadie levantó la vista, la mayoría estaban arrodillados en los bancos, con las manos juntas. Logró divisar a unos niños sentados en un banco, los cuales le miraron para luego comenzar a susurrar entre sí. Eso le puso de muy mal humor.

Junto con Claude, se sentó en un banco casi vacío.

Espero estés preparado para la farsa.-le susurró el ojiambar.

Ciel solo sonrió para si ante lo dicho.

—In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen

Vio como un hombre de cabello castaño y ojos cafés decía estas palabras en latín, las cuales entendió perfectamente.

De pronto, entró el padre.

Sus ojos se clavaron en los de ese hombre. Y el padre lo miró, ambos se quedaron perdidos en la mirada del contrario.

¿Alguna ves, sentiste que tan solo con mirar a alguien a los ojos, te sentías morir, sentías que el mundo no existía?, ¿Es posible, desatar los deseos mas ocultos y blasfemos con tan solo una mirada?

Ciel sintió un calor inmenso recorrer su cuerpo. El calor era abrumador, sus piernas temblaban, se sentía desfallecer. Una terrible excitación se expandió por todo su cuerpo en forma de cosquilleo. Ese hombre, ojos rojos como el fuego, cabello azabache como la misma noche. Murió en una mirada.

El hombre tampoco le despegaba la mirada de encima. Este sentía un calor asfixiante en su pecho, un calor que nunca había sentido, un descontrol mayor apoderándose de su cuerpo, una sensación tan cegadora que podía mandar sus hábitos a volar, dejando el poco razonamiento coherente en su cabeza.

Ambos no se despegaron la mirada, mordían sus labios sin saber el porque. El padre daba la misa, sin siquiera prestar atención a lo que decía, después de todo conocía el procedimiento de memoria. Su mirada rojiza estaba enfocada en una sola persona.

Ciel rozaba sus piernas entre sí, sintiendo una excitación innentendible. Quería gemir tan solo por las miradas que aquel hombre le daba y ni siquiera sabía el porque. Un sentimiento tan nuevo y confuso que le asustaba y le deleitaba al mismo tiempo.

El padre miraba al niño, sintiendo que la respiración se le iba, comenzaba a jadear levemente. Tratando de controlarse respiró normalmente para proseguir.

Llegó el momento donde todos debían cerrar los ojos para orar.

Solo dos pares de ojos abiertos se vieron en ese momento. Ambos se estremecieron al darse cuenta de que no habían cerrado los ojos, se miraban entre si ante los ojos cerrados de los demás. Tratando de comprenderse entre sí.

La misa terminó y todos se pararon de sus asientos para salir de la capilla.

Ven Ciel, debo presentarte al padre.-le dijo Claude.

Ciel asintió debilmente, aún perdido en sus pensamientos confusos.

Fueron a la parte de atrás de la iglesia, donde vieron como el padre se sacaba el saco, mostrándose vestido completamente de negro. Este paró en seco, al ver a las dos personas allí.

—Hola padre.

—Hola Claude.-respondió este con una pequeña sonrisa sin dejar de mirar a Ciel, quien se sentía acalorado.

Solo quería presentarle al chico nuevo de este pueblo.-respondió este con una sonrisa falsa.

Sebastian se acercó al niño, y se puso a su altura, para luego extender su mano.

—Un gusto, soy el padre Sebastian Michaelis.

Ciel sintió desfallecer ante esa vos.

—Ciel Phantomhive.

Sus manos se juntaron, percibiendo ambos una corriente eléctrica recorrer sus cuerpos.

Ciel se relamió los labios sintiéndolo ligeramente resecos.

—Será un placer tenerte aquí Ciel.

 

Notas finales:

Espero les haya gustado hasta ahora, trate de no hacer este capítulo mas largo para plantar la duda. Prometo que la historia tendrá varios capítulos y largos.

 

Sin mas me despido.

 

Besos mis lectoras :3

 

PD: pronto actualizare amor incomprendido y ahí pondre el porque no actualice nada por días y días y mas información que ahora no revelare.


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