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Bruises por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

AVISO IMPORTANTE: El fanfic nació gracias a esta canción:

www.youtube.com/watch?v=w8HRCacAQ-4‎

Por ende, les recomiendo (no les obligo) que lo lean con el tema de fondo, dándole así el verdadero toque "torpe e infantil" con el cual fue escrito. 

Bruises.

 

Levantó la cabeza como todos los demás alumnos. El nuevo, en efecto, no podía pasar desapercibido. Nadie lo había presentado como era debido, el chico sólo había buscado en silencio un banco vacío antes de que tocara la campana y cerraran las puertas de la escuela. Nadie, ni siquiera el mismísimo alumno en cuestión, sabía si había ocupado el banco de alguien más. Kyungsoo convino consigo mismo que, de así serlo, nadie se atrevería a hablarle, a acercarse más de lo debido.

No metía miedo, pero su expresión, su rostro, la mueca que lo torcía era…peculiar. Sumado a que medía más de lo normal, sumado a que sus rodillas golpeaban con el escritorio y las piernas chocaban con las patas de la silla del de adelante, sumado a que sus manos colgaban del borde del pupitre por el largo de sus brazos y sumado a esas…esas descomunalmente torcidas orejas, sí, el chico te daba escalofríos.

Por no hablar de sus enormes ojos y de sus dientes, dientes demasiado cuadrados y que lograban que la sonrisa le llegara a esas orejas (¡Por Dios, que alguien se las acomodara!). Todo en él generaba un aire lunático, por qué no un aire a…maniático sociópata drogadicto criminal y asesino en potencia. Sí, todo junto.

Pero, ¿Qué estoy pensando? Kyungsoo sacudió la cabeza, retándose en su fuero interno. No puedes tildar a alguien de…sociópata. Quizás no sea un…sociópata.

Lo demás, al parecer, no entraba en duda, pero Kyungsoo sabía que juzgar antes de conocer a la otra persona estaba mal: lo sabía y vivía todos los días, lo padecía en carne propia y viva. Sólo el ruido de la puerta del salón cerrándose lo trajo de vuelta a tierra, donde la profesora acababa de entrar y, al igual que los demás, terminaba posando sus ojos en aquel perchero de alumno, porque era más larguirucho que corpulento. Lo más incómodo de todo era que el chico no había preguntado en ningún momento si se trataba del aula “4-B” o si se había equivocado de salón; había caído con una mochila demasiado chica para su larga e interminable espalda, había sacado un pequeñísimo papelito doblado y arrugado mal escrito (Kyungsoo a veces miraba de más, debía admitirlo) y había sonreído con ese toque abismalmente…siniestro. Sólo eso. Eso y había ido a sentarse llevándose todo por el camino.

La hora pasó lentamente, incluso la docente frenaba de a ratos y miraba con pena y una media sonrisa al aparato vestido de uniforme, inclinando la cabeza y cerciorándose de que estuviera copiando como signo de que entendía.

 

 

Como todos los días de los últimos diez años de su vida en la escuela, Kyungsoo se quedó parado en una esquina de la cafetería, al lado de la barra donde entregaban las bandejas y sin saber qué hacer. Mirando alrededor, varias sillas estaban desocupadas, pero las mesas en sí tenían todas y sin excepción a algún grupo de amigos o compañeros hablando ruidosa y alegremente. No había lugar para Kyungsoo allí, ni para él ni sus pómulos rojos de la vergüenza por hallarse en tan agotadora soledad. Suspiró como todos los días a la hora del almuerzo y esperó. Esperó y esperó y esperó hasta que alguien se levantara de la mesa para ir a sentarse con sumo cuidado y en silencio, le sentaba mucho más cómodo ir y pasar desapercibido que tener que abrirla boca y preguntar: “Permiso, ¿Puedo sentarme en esta punta? Prometo que no haré ruido”.

Tragando saliva, pues quedaban sólo diez minutos de los treinta, volvió a echar un vistazo rápido cuando se cruzó con ojos saltones que brillaban desde lejos. Dio un respingo: el psicópata lo estaba mirando, al parecer, desde hacía rato, pero no encontraba rastros de odio ni aire de estar escaneándolo. Seguramente le había llamado la atención haberlo pillado solo y patéticamente marginado (¿Auto-marginado?). Con manos temblorosas y la bandeja bailando entre sus dedos, oyó el chirriar de una silla y buscó la ubicación de la mesa libre con los ojos: era su oportunidad para comer rápido y quizás quitarse al loco nuevo de encima.

De puntas de pie se acercó y cayó sentado con gusto, suspirando de alivio mientras agradecía mentalmente a las chicas que se iban tirándose el pelo coquetamente detrás del hombro. Al menos hasta que barrieron su cuerpo fuera de la silla, tirándolo al suelo y echándole el puré frío junto el jugo y la naranja por la cabeza.

-Otra vez tú—tosió Tao, inmaculado tanto su físico abominable como su mirada mortal—¿No te diste cuenta que estabas sentado en nuestro lugar? ¿Cómo te atreves a sentarte en la mesa de alguien más, Sooquete?

Un puchero y ojos vidriosos, eso era en lo que se convertía Do “TontSoo-Sooquete” Kyungsoo cada vez que barrían con su menudo y chiquito cuerpo. Hipando y luchando por no llorar, se quedó sentado y viendo cómo los grumos de puré tibio caían de su pelo a sus pantalones, manchándole una zona bastante vergonzosa para él; antes de limpiarse la cabeza con la mano que le dolía por la caída, captó el frío de un nuevo líquido lloviendo en su rostro y su entrepierna.

-Ten—sonrió Sehun de pie mientras Yifan y Jongdae terminaban de sentarse en la mesa junto a Tao de manera que pudieran ver el espectáculo lo mejor posible; entre los dedos de Sehun quedaba el cuerpo aplastado y estrujado de una naranja agujereada—Un poquito de jugo natural no te vendrá mal, necesitas subir un par de centímetros.

La característica risa de Tao acompañado de los chillidos de hiena de Jongdae y la estruendosa carcajada de Yifan se le habían grabado a fuego a Kyungsoo en los oídos y la cabeza. Como todos los días de los últimos diez años de su vida en la escuela, no hizo nada.

 

 

-Que alguien empuje a Campanita para que suba por la soga—sonrió Jongdae más tarde en la hora de gimnasia, todos debajo se mantenían en círculo y cruzados de brazos—Como nadie cree en él y su magia, el pobrecito no puede volar.

Más risas. Kyungsoo transpiraba y bufaba con la cara hinchada y roja mientras sus palmas quemaban contra la cuerda, sus rodillas temblaban y dolían frotando con los gruesos y ásperos nudos de la soga y sus blandos y pálidos brazos ya no podían llevarlo más allá. Esa broma no tiene sentido…, se consolaba. Campanita vuela, yo debo tirar y subir. Pero su fuerza nunca había sido mucha, su resistencia ahora aprovechaba para pasarle también factura y el calor que le abrasaba era tal que se le nublaba la vista. Boqueando como pescado fuera del agua, gruñó agudamente una vez más y buscó levantar sus pies un par de centímetros. Las carcajadas por su grito fueron tan fuertes que lo asustaron y pillaron desprevenido, cayendo otra vez al suelo.

Llegó un punto en el que lo aplaudieron, el profesor de gimnasia sin dejar de mirarlo con decepción y apretándose el puente de la nariz.

-Muévete, escombro—espetó Tao, pateándolo al pasarle por al lado—Mira y aprende cómo se hace…eso si tienes fuerza decente en el cuello para mirar hacia arriba por tanto tiempo, claro—Encogido en sí mismo y tratando de ignorar el latido de los golpes, miró cómo su compañero subía y bajaba con tres tirones, siguiéndolo de la misma forma Yifan, Sehun y los demás. Todos los demás.

Incluso el chico nuevo parecía captar la manera de hacerlo bien y rápido, lo único que salió por su boca aquella mañana fue una especie de resoplido cuando volvió a tocar el suelo. La sonrisa alucinógena había sido reemplazada por una mirada perdida pero un ceño fruncido en determinación. Claramente el chico estaba cansado, lo indicaban las manchas oscuras bajo sus mangas y en su pecho.

Cuando llegó la segunda vuelta de flexiones, Kyungsoo rogó porque sonara la campana para irse de la escuela y correr por las calles hasta su hogar, donde intentaría respirar y verle el sentido a las cosas así como pretender que no pasaba nada, que de verdad no le vendría mal hacer una o dos vueltas a la pista de atletismo los fines de semana y que sólo le quedaban dos años más hasta ir a la Universidad. Pero como la campana no sonaba, se arrastró hasta una colchoneta y se colocó boca abajo para empezar cuando un ruido sordo le hizo levantar la cabeza: él y sus compañeros miraron al ropero de rizos y camiseta demasiado pequeña estampado contra el piso, mirando luego hacia el frente con el polvo del piso decorando su nariz y su mentón.

-¿Qué—sonrió Yifan, entretenido—, acaso tenemos a otro mariposón en el curso?

Todos los días el curso del “4-B” se reía…a ojos de los profesores y al directivo que miraban desde lejos, el grado parecía ser tan unido como una familia. Muy pocos sabían que lo que se celebraba de tanta alegría nacía a costa del sufrimiento de alguien más, alguien de afuera o alguien de adentro. Alguien que no hablara lo suficiente, como Kyungsoo. Alguien que luciera lo suficientemente estúpido, como el chico nuevo.

 

 

Al menos en la hora de estudio puedo esconderme bien, pensó Kyungsoo en un intento por aliviarse. La escuela es grande y hay dos bibliotecas junto a cinco salones desocupados por lo talleres a contra-turno…de todos modos, iré al laboratorio de biología hoy.

Trotando a pasos cortos y medio rengueando (daba lástima, lo había comprobado después de mirarse al espejo), Kyungsoo decidió no cambiarse junto con los otros chicos y se las ingenió para pedirle las llaves de los vestidores y de la puerta principal al conserje Yoon, un viejo amigo que lo había ayudado más de una vez con un par de pantalones extra o un spray aromático para quitarle el olor a estiércol que habitualmente le metían en la mochila. Lo más gracioso según el señor Yoon era que “en sus épocas, él había sido igual a la banda de los bravucones…y quizás como castigo, había terminado limpiando vómito y sacando marcas de botines de los pisos ya por unos veinte, veinte y pico años”. Si bien las canas ya eran visibles en los pelos que quedaban en su cabeza, los rasgos faciales del señor Yoon y su cuerpo daban a entender que había sido todo un galán (y uno muy atlético) en su juventud. Aunque, Kyungsoo citaba, “al final eso sólo lo había ayudado a no terminar con la cadera torcida, nada más”.

Ya en el laboratorio y sentado detrás de un búho embalsamado acompañado del esqueleto de un gato adulto, Kyungsoo hurgó en su mochila por los libros hasta que notó que no había cerrado el bolsillo grande en ningún momento, dejando que las carpetas y las cosas volcaran ruidosamente y estropeándose unas sobre otras.

Un quejido grave y aterrador se oyó de debajo de la mesa de mosaicos blancos y Kyungsoo no pudo evitar gritar: doblado en sí mismo, con las rodillas a la altura de sus orejas y las manos entre sus rizos color caramelo, el alumno nuevo se escondía…bastante bien, para ser sinceros.

-¡Lo siento!—exclamó Kyungsoo al bajarse del taburete y empezar a juntar todo—No vi que estabas ahí, no me di cuenta y… ¿Te lastimé?—titubeó, mirándole los nudillos raspados y rosados; cuando el otro levantó la cabeza y lo miró a los ojos, su instinto lo llevó a alejarse y levantar una mano que le tapase la boca. Se dio cuenta tarde de su gesto—Ah, perdón. Pensé que ibas a…pegarme—rojo tomate hasta el cuello y tragando con fuerza, dejó los libros y los útiles en la mesa y volvió a agacharse, preocupado—¿Hay algún motivo por el cual estés escondido ahí? ¿…O simplemente te gusta estar solo en un lugar oscuro y tétrico como lo es laboratorio con sus animales muertos y rellenados con algodón?

Para su sorpresa, el de manos enormes rió con alegría, entornando sus enormes ojos y achicando más el de la izquierda. Su sonrisa brillaba y asustaba, pero al parecer sus gestos eran naturalmente así y no los podía cambiar. Kyungsoo intentó imitarlo y presentarse, pero todo lo que pudo hacer fue levantar una comisura y mirar hacia la puerta de entrada con su pequeña ventana de policarbonato, donde las sombras se habían detenido y dudaban si entrar o no.

-Te dije que aquí no hay nadie—se escuchaba desde el pasillo, la voz era parecidísima a la de Tao; pero su acompañante se veía mucho más petiso, Kyungsoo no logró reconocer su voz…sólo captó que se trataba de un chico.

-No sé—tartamudeaba, inquieto—mira, la puerta está entreabierta, ¡Vámonos antes de que alguien nos vea!

-Baekhyun—siseó el morocho, aparentemente atrayéndolo hacia él—Tengo juego de básquet con los chicos en la tarde y a la noche saldremos a tomar algo. Sumado a tus exámenes, no te veré hasta el domingo, ¿Quieres eso?

-N…no—automáticamente, Kyungsoo buscó con ojos como platos a su compañero, que se veía igual de asombrado y ladeó la cabeza para escuchar mejor.

-Entonces hazme caso y entra conmigo. Nadie viene al laboratorio en hora de estudio y…honestamente, ando con ganas de una clase profunda de anatomía. Ahora—dentro del aula y tapándose las bocas de la sorpresa, los chicos miraron para todos lados sin saber qué hacer—, prométeme que esta vez no gritarás y que te irás mucho después de que yo me vaya. La última vez Sehun casi me atrapa con su estúpido interrogatorio, ¿Está?

-E…está.

-¿¡Cómo nos vamos!?—siseó Kyungsoo lo más bajo que pudo, presa del pánico.

El nuevo miró para arriba y de un manotazo bajó las cosas para meterlas de vuelta en la mochila, levantó sin hacer mucha fuerza los taburetes y los acercó tanto como para taparse a ambos sin hacer chirriar las patas contra el piso; el portazo fue poco disimulado y ocurrió en el momento justo.

Abrazando su mochila con fuerza, Kyungsoo apretó los dientes y se tiró más y más hacia atrás, chocando con la otra fila de asientos y quedándose así quieto, petrificado acompañado del ropero y escuchando los sonoros besos que Tao le daba a su chico…eso y el choque contra los mosaicos blancos que propiciaban sus cuerpos minutos después, viendo de muy cerca las zapatillas y las piernas desnudas de Tao con los pantalones a la altura de los tobillos, viendo colgar los pies del más pequeño hasta que se enredaron en la cintura del más alto.

Cinco minutos después de que sonara el timbre seguían sin irse. Diez minutos después Kyungsoo y su compañero pudieron permitirse respirar y gatear fuera del laboratorio, pálidos como el papel y con las cabezas gachas, ambos ruborizados hasta las orejas y separándose a la altura del aula, uno entrando y el otro siguiendo de largo con las llaves de los vestidores temblando entre sus dedos.

 

 

El agua de las duchas estaba fría y le generaba un escalofrío atrás de otro, pero Kyungsoo se animó pensando que volvería a su casa limpio y sin un futuro resfriado siempre y cuando se secara bien el pelo. Pasándose el jabón con cuidado alrededor de los moretones y rascando el cuero cabelludo con el acondicionador para quitar definitivamente todo rastro de puré de su pelo, volvió a oírlo. Otro tumbo, un nuevo chasquido y portazo.

…Dos veces el mismo día no, rogó cuando escuchó la inconfundible voz de Yifan gruñendo en chino (Kyungsoo lograba captar algunas palabras del amigo de Tao, ambos caídos como producto del intercambio dos años atrás, sumados a Luhan y Yixing del “4-D”) seguido de unas risillas pícaras de…¿Jongdae?

-No entendí nada de lo que dijiste—escuchó de éste último—Pero sonó tan sexy

-Que nos metamos en una ducha, ya—ordenó Yifan mientras Kyungsoo escuchaba cómo lo arrastraba hasta un cubículo. Su cubículo.

El choque fue suave, pero Kyungsoo instantáneamente se lanzó a la pared contraria aferrándose a un trozo de cortina que pudiera taparle el pecho y la parte más importante de su cuerpo: se ganó una mirada de sorpresa de Jongdae y un grito de odio de parte del otro.

Acabarían con él. Ese mismo día. Literalmente terminaría hecho pedazos.

 

 

Como si la humillación de haber sido llevado a los tirones y desnudo por todo el patio a la hora de salida no hubiese sido suficiente, Kyungsoo había probado por tercera vez el suelo (más bien el pasto) el día anterior y ciertas partes de su cuerpo habían decidido llevar una nueva piel que tirara más para el morado y el bordó: la idea de que luego mutaran a negro, verde y amarillo no resultaba alentadora. Ni eso ni el recuerdo de las carcajadas y las fotos tomadas con el celular. Nada de nada.

Echando la cabeza hacia atrás y fijándose en la forma de las nubes (ya no luchaba porque no lo reconocieran, desde lejos veía las fotos impresas de su cuerpo y sus nalgas al aire además de bañadas de cachitos de pasto), se lamió los labios secos y sintió la irregularidad de la hinchazón: la noche anterior, su madre había llegado tarde y antes de eso había descongelado el freezer. Ergo: no había hielo que desinflamase ninguna de las protuberancias de su cuerpo cuando llegó a casa.

Escuchando las risillas de las chicas y los aplausos de chicos de grados incluso más bajos, caminó dando tumbos hasta chocar con la espalda de alguien: definitivamente tenía algún imán para atraer a la mala suerte o en el fondo le gustaba sufrir; Tao se dio vuelta con asco y casi amagando a escupirle.

-Tú…pequeño fisgón marica—siseó pegando sus cuerpos, mirándolo desde arriba por la diferencia descomunal de altura—Me pareció que el troglodita ayer no estaba solo. Pude verlos a los dos debajo de nosotros en la hora de estudio—Kyungsoo ya iba por el tercer Ave María cuando fue agarrado bruscamente por el cuello del uniforme—Ayer te molí a palos y vengo de atropellar a patadas al otro estúpido…pero sabía que algo me decía que ayer había sido muy suave contigo. Si abres la boca sobre lo que viste ayer…date por muerto.

Sus piecitos colgaban a centímetros del aire, Kyungsoo tenía asegurado su lugar como perdedor en la batalla y sólo le restaba esperar al primer golpe, porque sabía que no alcanzaría a anticiparlo o defenderse. De lejos vio a un alto acercarse a largas zancadas, supuso que sería Sehun emocionado por poder ayudar.

-¿Sabes qué es lo que más me enferma de tu apestosa existencia?—bramó Tao, sacudiéndolo y accionando la masa de alumnos para que los rodearan y miraran en silencio, algunos celulares en mano—Que nunca aprendes—rió—Nunca, ¡Nunca te defiendes, “Sooquete”! Eres eso, un fiasco, un fiasco descomunal y fofo con boca de mujer y ojos de anfibio, nada más. Ojalá te des cuenta algún día que todo esto lo hago por tu bien, para que aprendas a defenderte.

El puño cerrado llegó a verse, pero Kyungsoo también vio al chico nuevo abalanzarse sobre Tao y luego rodar hasta cubrirlo a él mediante una especie de abrazo protector, dejando la espalda a completa merced de Tao que se incorporaba despeinado y confundido: Yifan y Sehun acudieron al instante, habían interpretado correctamente la masa de gente.

-¿¡Quién te crees, drogadicto enfermo, para tirarme de semejante manera!? ¡Maldito psicópata!

-¡Ya le pegaste bastante ayer! ¡Y con todo lo que me pateaste hoy, debería haber sido suficiente!—gritó el nuevo con temor, temblando mientras aferraba a Kyungsoo a su pecho; su voz grave, tan grave como la de Yifan lograba ocultar el miedo bajo una capa de supuesto valor—¡No le pegues más, por tu culpa está de todos colores!

Silencio. Silencio y luego un estallido de risas; cuando el director apareció seguido de la jefa de gabinete, los alumnos comenzaron a dispersarse y marchar a sus respectivos salones. La campana sonó a lo lejos y las puertas comenzaron a cerrarse, en unos treinta segundos Kyungsoo y el alumno de rizos se quedaron solos en el patio delantero. Sus ojos, ambos grandes y brillantes, se encontraron sin temor; el más bajito se encogió de hombros.

-¿Por qué hiciste eso? Hubieras terminado todo magullado.

-Eres el único que no me insultó…tenía que agradecértelo.

-No te conviene juntarte conmigo—insistió.

-No tenía los nudillos lastimados por el accidente del laboratorio. Te vi mirarlos con atención y…eso me lo había hecho en los vestidores, unos minutos antes—explicó con cuidado, su voz gruesa era dulce, los gestos de su rostro eran idénticos a los de un niño que pedía perdón por haber roto algo—Ese nariz grande y sus amigos se me rieron por mi cosita en las duchas y me empujaron contra uno de los lockers, alcancé a protegerme ahí antes de que me pateasen, pero me lastimé las manos en el proceso—ninguno de los dos se movía, las clases ya habían empezado—Lamento por no haberte hablado antes…mucha gente dice que doy miedo. Como si fuese un…

-Un psicópata narcotraficante y asesino serial con serios trastornos bipolares además de una ligera tendencia narcisista e irónicamente suicida—interrumpió Kyungsoo, nuevamente rojo hasta las orejas. El más alto dio un respingo, sorprendentemente contento.

-Sí, ¿Cómo sabes?—sin darse cuenta, despertó en el más chiquito un ataque de carcajadas, sólo entonces se sentó en el piso frente a él y de piernas cruzadas—Me llamo Chanyeol, pero me dicen…muchas cosas. “Yoda” está bien, por cierto—dijo acariciándose las orejas—Ya no me molesta.

-Me llamo Kyungsoo. “TontSoo Sooquete” Kyungsoo—sonrió, abriendo el corte en su labio—Por cierto—agregó dudoso—Te ves fuerte, pudiste levantar dos taburetes y tumbar a Tao sin esfuerzo, así que… ¿Cómo fue que te caíste haciendo las flexiones?

-La ropa de gimnasia me queda chica, se me marcaba mucho en una zona…complicada—sonrió de lado, cuidándose de no mostrar los dientes—Por cierto, intenté sacar todas las imágenes tuyas de ayer del colegio, pero me olvidé de la reja de entrada.

Kyungsoo volvió a reír, sintiendo el dolor en las costillas.

-Eres raro, Chanyeol.

-Y tú estás de todos colores y tienes nalgas bonitas—levantándose, le tendió la mano para impulsarlo y lo tomó de la cadera, pasándose uno de los brazos por sobre sus hombros—¿Hace mucho que te golpean?

-Perdí la cuenta—se sinceró cuando cayó en la cuenta—Probablemente vuelvan a golpearme en el almuerzo o en la hora libre de Química.

-Si lo que te preocupa es que te golpeen…volveré a poner el cuerpo por ti.

-…No es necesario—mintió, ahogando un “gracias” en su pecho—¿Por qué te expones así?

-Porque me caes bien…entonces quiero defenderte.

-“Defenderme” sería darles pelea y ganarles, tonto—rió.

-Pelear no está bien…con aguantar por ti será suficiente.

Al llegar en la entrada y antes de seguir, Chanyeol captó otra imagen de Kyungsoo impresa y la arrancó con la mano libre.

-No me molestaría terminar negro, rosa y azul por ti—sonrió silenciosamente y agregó, sólo para oírle reír otra vez—: Me gustan bastante los arcoíris.

 

 

 

 

(No tengo cara si llego a subir esto).

Notas finales:

¿Qué opinan, meto algún que otro cap más? Sin llegar a hacerlo longfic, obvio.


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