Ya era tarde, estaba seguro. Más que seguro. Las piernas de Chen se movían a gran velocidad dentro de ese aeropuerto lleno de gente. Las caras de las personas volteaban a verlo con curiosidad y llegó a parecerle que se reían de él. Debía de tener una pinta horrible, todo rojo, agitado y con los pulmones a punto de reventar debido a la carrera hasta la puerta de embarque.
Se quiso dar de palos esa mañana cuando despertó y se dio cuenta de que era tarde. Malditamente tarde. Perdería el vuelo, de seguro. Se había vestido tan rápido que no se dio cuenta que se había puesto dos zapatos diferentes y tenía toda la ropa con las costuras para afuera, como el taxista tuvo la amabilidad de hacerle notar entre un ataque de risas que le dio apenas puso un pie en el auto. Desistió de entrar a un baño a arreglar su aspecto cuando su reloj le recordó que llegaba tarde. No quería perder el vuelo. Tenía que llegar si o si a… ¿Dónde era? ¿Por qué tenía que ser tan idiota? ¿Por qué no podía recordar nada?
No había desayunado, por lo que su estómago rugía pidiendo a gritos algo que ingerir. Joder, definitivamente este no era uno de sus mejores días. No es que últimamente llevara teniendo muchos, pero esto ya era el colmo. Se había prácticamente lanzado del taxi cuando hubo pagado y casi se olvida la maleta con las únicas cosas que tenía en su apartamento dentro. Genial, al menos el hombre al volante era honesto.
Chen miraba a un lado y otro buscando la entrada a las puertas de embarque, pero no las hallaba. Sentía que estaba corriendo en círculos ¿Qué ese café no lo había visto ya cuatro veces? ¿O no era el mismo? No podía serlo, es decir, que tan grande era aquel aeropuerto que podía pasar cuatro veces por el mismo lugar sin notarlo. O era muy pequeño. Maldita sea, llegaría tarde ¡Muy tarde!
Ascensor, recordó de pronto. Tenía que buscar un ascensor. Por suerte localizó uno al final del pasillo. La misma cafetería otra vez, y la tienda de ropas. Demonios, se prometió dormir hasta que cambiaran de año apenas llegara a su destino. El cual seguía sin recordar, por cierto.
Saltó dentro del ascensor y el tiempo en que las puertas se cerraban fue la tortura más lenta y eterna que podía vivir alguna vez. Se apoyó contra los espejos del pequeño prisma mecánico y se permitió un suspiro de alivio. Metió la mano a su bolsillo para buscar el boleto y se dio cuenta que le habían robado la billetera, pero ¿en qué momento? Ya, que más daba. Suerte que había guardado el ticket de viaje en el bolsillo opuesto. Este día no podía ser mejor. Su reflejo le devolvió la mirada, con unas ojeras que podrían pasar por antifaz perfectamente. Reparó en que su aspecto era aún peor de lo que había supuesto en un principio. Intentó alisarse el cabello, como para aparentar. Suspiró con resignación. Aun podía encerrarse en el baño del avión y arreglarse como es debido, si llegaba a tiempo para tomar el avión, claro.
Las puertas metálicas lo dejaron libre y respiró aliviado al comprobar en una de las pantallas que aún tenía unos minutos antes de abordar. Caminó tranquilamente por la sala de espera del aeropuerto esquivando gente y los asientos negros acolchados de aquel lugar.
La puerta que debía atravesar quedaba al fondo. Se dirigió ahí rápidamente cuando algo captó su atención. Era un muchacho, se veía bastante joven estaba sentado tranquilamente en uno de los asientos de cuero negro de aquel lugar. Vestía sencillo y elegante a la vez. Pero no era su apariencia lo que lo llevó a detenerse y observarlo, fue que le resultó extrañamente conocido, a pesar de que sabía perfectamente que era imposible. No había hecho ningún tipo de contacto con nadie durante los últimos tres años que estuvo en este país desconocido, por precaución, y tampoco recordaba haberlo visto en su antiguo hogar antes. Le pareció ridículo detenerse a pensar en eso cuando corría el riesgo de perder el avión.
Estaba a punto de seguir adelante cuando el desconocido levantó el rostro, como intuyendo que era observado. Chen tragó en seco al darse cuenta que el extraño también lo miraba como si lo conociera de alguna parte. Pero había algo en su mirada que le decía que eso no era precisamente bueno. Sus ojos detonaban hostilidad y algo que no supo bien como descifrar, pero que le sabía a enojo y… odio.
Pensó en alejarse lo más rápidamente posible de ese lugar cuando el otro chico se paró y comenzó a acercarse. Era mucho más alto que Chen, y su presencia era terriblemente más grande, y aterradora.
El extraño se detuvo a escasos centímetros del rostro de Chen, estaba tan cerca que ambos podían respirar el aliento del otro perfectamente. El más bajo se perdió en los oscuros ojos del desconocido unos segundos. Sus facciones eran varoniles, aunque de rasgos suaves, sin ángulos muy marcados. Sus labios eran gruesos y estaban torcidos en una mueca de desagrado. Sus ojos observándolo le ponían los nervios de punta sin ningún motivo.
- Kim Jongdae – su voz era grave, profunda. El corazón le vibró ligeramente en el pecho al escucharla – te he estado buscando – llevó su mano hacia su bolsillo trasero, y antes de que Chen pudiera reaccionar el otro le apuntaba con un arma a su pecho, justo hacia su corazón.
El ruido del disparo llenó el subconsciente de Chen, y las tinieblas se lo llevaron del lugar.
Chen despertó sobresaltado y se incorporó en la cama tan rápido que todo le comenzó a dar vueltas. Tenía la respiración tan agitada que temía que el corazón se le saliera del pecho por el descontrol de su mente.
Giró el rostro ligeramente. Las manecillas del reloj seguían su curso, y por su posición dentro de la caja circular era mejor que se levantara si no quería llegar tarde al aeropuerto,
después de todo, todavía tenía que tomar su vuelo.