De acuerdo, hoy será el día. Hoy le diré a Nathaniel que soy gay.
Mi nombre es Matthew Grimm, tengo 15 años. Mi familia es una de las más prestigiosas del país, y por así decirlo, también una de las más odiadas del país. Mi padre y mi tío son gemelos, ellos son todo lo opuesto excepto en los negocios, es por eso que han triunfado tanto, y por eso tienen el odio de tantas empresas.
Iba en camino a la casa de Nath hasta que uno de los nuevos choferes de la semana tomo mi hombro. Qué asco. Un hombre de unos 60 años, ya casi para muerto, arrugado, viejo y con una cara muy poco feliz.
- ¿A donde crees que vas, niño? – me dijo con su voz rasposa.
Este maldito viejo, no soy un niño. Quite su mano de mi hombro, sin mucha delicadeza.
- Ah, es cierto, para eso trabajas, ¿no? – dije sin verlo.- Llévame a la casa de Nathaniel- el me vio confundido, yo sonreía para mis adentros, ya era hora de que este saco de carne se fuera de aquí.
- ¿Y dónde queda “La casa de Nathaniel”, si se puede saber?
- Mira, si no sabes hacer bien tu trabajo es mejor que llame a papá y le diga que te despida. – dije fingiendo estar molesto, ese viejo se asustó tanto que casi veo como muere en el acto.
Desde pequeño veo como mi padre y mi tío controlan a las personas, desde el punto de vista de otra persona, eso se ve horrible, pero cuando tú lo haces, se siente tan satisfactorio.
- E-espera, niño.
- ¡QUE ME LLAMO MATT! – le grite y salí corriendo de la casa.
La verdad, esa era una de las mil maneras de como despedir a tu chofer. La casa de Nathaniel no queda muy lejos, en realidad, que a la esquina de mi casa…
- ¡Hola Nath! – salude al chico que me abrió la puerta, como de costumbre estaba solo, casi siempre estaba solo.
Cuando conocí a Nath tenía 5 años, en ese entonces, o lo que puedo recordar, él era un niño muy feliz. La mejor persona que pude haber conocido, él era mi mejor amigo.
A los meses después el volvió un poco más distraído, preocupado, infeliz, era algo muy raro para tener solo 5 años. Luego supe lo de su madre, entonces lo comprendí todo.
- Hola. – dijo sin muchas ganas.
Pase a la casa y me lance en el sillón, esta era como mi segunda casa, iba a visitar a Nath casi todos los días, porque o sino el no saldría ni para comer algo.
El tomo mi cabeza y la movió un poco para poder sentarse, luego puso mi cabeza en su regazo. Empezó a jugar con mis cabellos rubios, como era costumbre.
- ¿Volverán a despedir a tu chofer? – pregunto, viéndome a los ojos.
Me encantaban sus ojos verdes, eran tan lindos, pero se notaban tristes.
- Eso creo. – dije sin mucho interés.
- Sabes que no deberías hacer eso, no sabes cómo sería la situación económica de todo el mundo.
- Pues ellos tienen la culpa por haber nacido pobres.
- Maldito ingrato. – jalo un mechón de mi pelo.
- Sabes que soy así. – empecé a reírme, él también lo hizo.
Después de hablar de cosas triviales y de reír mucho, en ambiente se volvió serio, o eso creía yo.
- Nathaniel… - dije un poco apenado. – Tengo que decirte algo. – el volteo confundido.
- ¿Qué cosa?
- Yo… yo…. – no podía decirlo.
- ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? – se acercó a mí, ya preocupado.
- ¡No! – le dije, alejándolo. – Tengo que decirte algo muy importante… algo que… puede cambiar las cosas entre los dos… q-quiero que me aceptes y… oh Dios, ¡esto es tan patético! – sentía las lágrimas venir.
- ¡Ve al punto! – dijo ya histérico.
- Está bien, está bien… Nathaniel yo... – lo vi a los ojos, tan severo como siempre, no pude evitar una sonrisa. – Soy gay.
El primero paso por sorpresa a estar confundido.
- ¿En serio? – pregunto.
- Eh, sí.
- Oh. – mierda, es mejor de lo que pude imaginar. – Significa que… ¿ya has besado hombres?
- Pues, sí.
- ¡Increíble!… y ¿Cómo cuantos han sido? – de acuerdo, eso es raro.
- P-pues no lo sé, tal vez 6 o… 8 – dije un poco nervioso.
- Ah… y, ¿desde cuando eres gay?
- ¡Está bien Nathaniel! ¡Si no quieres que te vuelva a hablar no tenías que hacer todo esto! – le grite, levantándome del sillón.
Él también se levantado.
- Hey, nunca dije que no sería tu amigo solo por eso. – dijo serio. – Solo que…
Oh mi… ¡Dios! ¡Nathaniel esta sonrojado!
- ¡Te ves tan tierno! – empecé a reír.
- ¡Cállate! – dijo tan rojo como su cabello.
- De acuerdo, de acuerdo… ¿decías?
- Es la primera vez que alguien me ha dicho que es gay… y me sorprende que hayas besado a tantas personas porque… - volvió a sonrojarse.
- ¿Por qué…?
- ¡Porque yo no he besado a nadie! ¡¿De acuerdo?!
Se veía tan tierno de esa manera, sonrojado y apenado. Tratare de molestarlo más…
- ¡Oh! Mi pequeño y hermoso Nath no ha besado a nadie. – dije abrazándolo. - ¿Ni siquiera de pequeño?
- No. – dijo enterrando su cara en mi pecho.
- Pues nunca beses a una chica.
- ¿Por qué? – pregunto mirándome a los ojos.
- Porque eres demasiado tierno para ellas.
- ¿Tierno? – dijo separándome de él. - ¡Yo no soy tierno!
- Por favor Nathaniel, hablas con un profesional. Yo sé de lo que hablo.
- ¿Entonces que me sugieres? ¿Qué sea gay?
- Por supuesto, es lo mejor. – dije tratando de sonar serio.
- ¿Cómo sabes de que me puedan gustar los hombres? ¡No he besado a ninguno! – dijo histérico.
- ¡Pues hoy comprobaras eso! – dije.
Me acerque a él y tome su rostro. Le sonreí antes de plantar mis labios en los suyos, empecé a moverlos, esperando a que Nathaniel siga el ritmo.
Si lo hizo.
Si este es su primer beso, entonces no debe olvidarlo nunca. Pensé.
Mordí su labio inferior y lo jale para poder separarlo, metí mi lengua buscando la suya. Mis manos sentían el calor de su cara, debería estar igual a un tomate.
Ojala le pudiera tomar una foto.
Nos separamos, Nath estaba jadeando.
- Imbécil… - decía. – ¡Casi muero asfixiado! – yo solo me limitaba a reírme.
- Fue un buen beso. – le dije. - ¿Te gusto?
Volvió a sonrojarse. Esta vez estaba preparado y prepare mi cámara. Sonó el <<Clic>> y el pelirrojo se dio cuenta de lo que hacía.
- ¡La enmarcare! ¡Lo juro! – empecé a correr, porque me quería quitar el teléfono.
Cuando al fin me alcanzo y estaba encima de mí me quito el teléfono y vio la foto.
- Jamás enmarcaras esto. – y la borro.
- ¡Oh vamos! Era una buena foto Nath… - dije haciendo un puchero
- ¡Por supuesto que no! Parezco una…
- Es por eso que no eres mi tipo.
- ¿Qué?
- Nada. – dije quitándomelo de encima. - ¿Y qué dices del beso? – dije poniendo una sonrisa, el me devolvió el teléfono.
- Digo… que tú tampoco eres mi tipo. – me sonrió.
Empezamos a reír.
- De acuerdo, dame el teléfono, tengo que llamar a alguien.
- ¿A quién?
- A mi chofer, debo decirle que esta despedido.
- En vez de despedir a tantas personas, ¿Por qué no te compras un auto?
Lo vi, como si estuviera loco, o como que nunca se me hubiera ocurrido eso.
- Eso… hare.