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Vidas Perfectas por Mozart

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Notas del capitulo:

Siempre lo hago, pero esta vez no fue mi culpa. Mi antigua laptop se daño y todas las anotaciones y datos de esta historia estaban guardadas ahí. Y bueno, aun no la arreglan pero ya me compraron otra laptop, espero que no se dañe xD

¡Pero estoy de vuelta! :D Espero que les guste este capitulo y seguir esta historia sin otro tipo de interrucción tan largo.

Satisfacción. Esa era la palabra que podría describirme en este mismo momento. Nunca me había sentido así en todos mis años de discusiones en familia. Al fin gané yo.

Escuche el sonido del motor de un auto. Me acerque a la ventana, Frank lo estaba encendiendo, y en la parte trasera estaba mi papá. Puse mi mano en el vidrio, justamente encima del auto, como si se fueran a detener por eso. Pero Frank vio lo que hacía y lo tomo como si lo estuviera saludando, alzo su mano y se despidió. Después de eso el auto arranco.

¿Por qué Frank es tan bueno?

-          ¿Qué crees que estás jugando? – voltee de golpe, Luke apareció de la nada en mi habitación.

-          ¿Juego? – le dije como si estuviera bromeando -  ¿A esta porquería llamas juego?

Hizo una de sus famosas sonrisas cínicas. Pues parece que ya se la respuesta.

-          Déjalo.  

-          Dejar… ¿Qué? – le pregunte confuso.

-          Todo esto. ¿O crees que yo no sé cada paso que das? – trague saliva y desvié la mirada.

Cada paso que doy…

Sentí el fuerte cemento de la pared chocar contra mi cabeza. Una de sus manos me atrapo todo el cuello y lentamente empezó a levantarme del suelo.

-          Si no estuvieras jugando a los detectives esto no estaría pasando… - me retorcía todo lo posible para quitarme de su agarre. – Pero ya sabes del diario y eso es malo. –  Entonces con su otra mano agarro mis muñecas.

-          ¿Cómo lo sabes? – le pregunte apenas audible.

-          Tengo espías. - Mi vista se volvía negra, hasta que finalmente me dejo caer, sintiendo el impacto de la caída por todo mi cuerpo.

Se acercó a mi escritorio y agarro una foto, una de mi madre y yo hace mucho tiempo, la agarro y se dedicó a observarla, mientras que yo me levantaba del suelo, inútilmente. Luke noto eso, dejo la fotografía en un lado y de dio la mano para ayudarme.

-          No te hare nada. – pero no la agarre, no me importaba quedarme más tiempo en el suelo.

Se alejó, sin importancia, tomó la foto y la puso en el lugar donde estaba.

-          Tenías 3 años en ese momento, por si no lo sabias. – dijo – Yo tomé esa foto. – había cierta alegría en su voz al decir eso.

Lentamente fui levantándome del suelo, mientras él, fue a la puerta, con la intensión de irse. Por alguna razón, no quería que se fuera. Sostuve la manga del traje que usaba antes de que saliera.

-          Luke – lo nombre, quería hacerle saber que no estaba confundiéndome de persona. - ¿Por qué hacen todo esto?

Ese momento duro tan pocos minutos como muchos. Tantas emociones en tan pocas. Momentos de hermandad pasar en solo segundos.

-          Por egoísmo. – se soltó de mi agarre bruscamente y salió.

 

Solo unas dos palabras y todo mi mundo se voltea.

Por egoísmo… ¿Egoísmo de… querer a George? ¿De dinero? ¿De… salvación?

Sentí una punzada de dolor. Maldita sea.

-          ¿Rompiéndote el cerebro en preguntas de lógica? Porque lo estás haciendo muy bien.  – voltee a ver, Emmett tenía su sonrisa arrogante de siempre, pero por primera vez, me molestó verlo.

-          Que buen chiste, en serio, me estoy muriendo de risa.

-          Oh, vamos, solo te veía muy concentrado, era inevitable. – rodé los ojos.

Bajó de la ventana  y se sentó en mi cama.

-          ¿Qué tienes?

-          Un jodido dolor de cabeza y un imbécil al lado, ¿qué cosa podría ser peor?

-          ¿En serio? Y pensaba llevarte a uno de mis lugares favoritos. – dijo ofendido.

-          Oh, lo siento, ¿tengo que sentirme mal por eso? – conteste irónico.

-          Está bien, Nathaniel, ya valiste. – dijo y me agarro de mi brazo llevándome a rastras con él.

Me llevaba en su moto, a no sé dónde y no me quiso decir en ningún momento porque, según él, es “una sorpresa”

-          ¿Ya estamos en tu lugar sorpresa?

-          Falta poco.

-          Eso me dijiste hace media hora.

-          Pues espera otra media hora más.

Pasamos por una carretera muy desolada. Empecé a escuchar ruido. Gritos, risas y música. Nos acercábamos a algo parecido a un estadio, un estadio abandonado, por alguna razón me parecía familiar.

Las puertas estaban abiertas. Emmett entro detuvo la moto, haciendo que las ruedas de esta levantaran polvo. El lugar era básicamente tierra y las cadenas oxidadas de hace mucho tiempo. La gente, al notar que él había llegado, gritaron mucho más fuerte, parecía que su Dios había llegado.

-          ¿Qué es todo esto? – le pregunte un poco aterrado.

-          Esto era un antiguo estadio de carreras de caballos, ahora son carreras… -  empezó a caminar y yo lo seguí.

-          ¿De qué?

-          Motos. Ahí entro yo. – Saludó a algunas personas. – Y gano dinero.

-          ¡Emmett! Mi amigo, ¿por qué viniste hoy? Estábamos muy bien sin ti. –  salió, de alrededor de varias rubias, un chico de igual de alto que Emmett, con varios tatuajes en los brazos y piercing en el labio, nariz y oreja. Su cabello era castaño, ondulado. Vestía de las típicas chaquetas de cuero negras, pantalones y zapatos negros, como si no existieran otros colores.

 

Trataba de intimidar a Emmett, pero era una pelea donde no había ganador. De pronto volteo hacia mí y di un paso a atrás.

-          ¿Y quién es este? – dijo con el ceño fruncido.

-          Nathaniel Reaves. – le conteste. Él se acercó a mí, haciéndome sentir incómodo.

-          ¿Reaves? – preguntó y su expresión cambió radicalmente. - Mucho gusto. – dijo, haciendo enojar a Emmett. Tomo mi mano y me sonrió, yo hice lo mismo. – Mi nombre es Edward Blumer. – ese apellido lo había escuchado antes…-  Dime, ¿qué hace un niñito rico como tú en un lugar como este?

“Niñito rico” ¿Acaso no existirán otros apodos?

-          Emmett me trajo… - vio al último, su sonrisa no desapareció de su rostro, como si todo esto lo hiciera tan feliz.

-          Entonces no le molestará que seas mi acompañante.

-          ¿Qué?

 

Emmett separo a Edward de mí y puso su brazo encima de mi hombro.

-          Ni lo pienses, él ya viene conmigo.

-          ¿En serio? Pero él no ha dicho nada que será tu acompañante esta carrera. – Emmett lo vio como si quisiera matarlo, luego me vio a mí.

-          Wheelie. – dijo dándole un golpe en las costillas con su puño. – El premio. Él.

-           Me parece justo. – respondió el otro, casi de rodillas por el golpe.

Todos empezaron a gritar, bueno, lo único que hacen es gritar. Pero, ¿qué era eso? ¿Y por qué yo soy el premio? ¿Acaso son animales? Una mitad decía el nombre de Emmett la otra el de Edward. Me mantenía lo más lejos posible de la multitud pero era imposible, me tuve que unir a ellos y saltar a su mismo ritmo para evitar los golpes en la cara.

Wheelie consistía en ir acelerando hasta levantar la parte delantera de la moto y mantenerse. (¿Qué cómo lo supe? Este lugar tiene wi-fi)

Los dos fueron con sus respectivas motos, encendieron y fueron en donde estaba la línea de comienzo. La de Emmett era completamente negra pero la de Edward era de un rojo intenso que hacía que todas las miradas se posaran en él.

-          ¡Eh! ¿Y dónde está el premio? Quiero que este aquí. – grito Edward y varias chicas me empujaron en medio de las dos motos.

-          Pero yo no sé qué hacer. – les dije a las chicas, nervioso.

-          Tranquilo. – una me dio un pedazo de tela blanca. – Solo di lo de las películas. – me dieron un abrazo y se fueron.

De acuerdo, Nathaniel, tú puedes... Veamos ¿Qué se dice en las películas de carreras? Maldita sea, debí ver las películas de Rápido y Furioso.

El sonido de las motos muy cerca de mí me aterraba, no podía evitar temblar un poco.

-          ¿Preparados? – escuche la voz de una de las chicas a la izquierda. Oh, dios, mi salvación.

-           ¿Listos? – apareció otra a la derecha.

Bien, era mi turno. Levante la mano con el pañuelo blanco.

-          A correr. – lo baje y los dos salieron como si fueran rayos, levantando tanta tierra como fuera posible.

Una de las chicas me agarro de la mano y empezamos a correr detrás de las motos. No entiendo cómo pueden ver con tanto polvo alrededor.

Cuando la tierra se esparció al fin pude verlos. Parecían que montaban caballos. Era malditamente increíble. Emmett y Edward se levantaban de sus motos y aun se mantenían así.

-          ¿Genial, cierto? – me dijo una de las muchachas, yo asentí, aun embobado por esto. - Lo malo es cuando uno de ellos se cae y se termina todo.

-          ¿Qué? – bien, ahora estaba preocupado, no había pensado en eso. - ¿Caen de sus motos?

-          Sí, pero no es muy grave, lo peor que he visto es una pierna rota, ¿por qué? – dijo como si no tuviera importancia.

De pronto los gritos cesaron al instante.

-          ¿Qué paso?

-          Uno de los dos ganó. – se levantaba de puntillas. – Pero no alcanzo a ver.

Se escucharon insultos y gritos de victoria. Ganó Edward.

-          Vaya, tu primera carrera, y con Edward. – dijo con gran emoción. – Él siempre gana, que suerte tienes

¿Cómo le puede importar eso? Aún seguían sin explicarme que tanta importancia tenían esas carreras y porque tenía que haber un acompañante. Esto simplemente no tenía sentido.

De pronto una mano me tomo por la cintura, pensé que era Emmett y al fin me explicaría todo esto, pero era Edward.

-          ¿Preparado?

-          Nunca estuve tan inseguro en toda mi vida.

-          Estas listo.

Varias motos, por lo menos 10, estaban esperando solas a sus dueños. Al lado de Edward estaba la de Emmett. No tuve que buscarlo mucho porque él ya me había encontrado.

-          Siento esto. – dijo con sonrojo.

-          ¿Desde cuándo soy un puto premio? – estaba enojado, más que enojado… Estaba ofendido.

-          Confiaba en que iba a ganar.

-          Eres un imbécil.

-          Lo sé. – me guiño un ojo. – Solo procura no caerte. – dijo y se volteó. -¡Eh! ¡Paula! Vamos, no te tardes mucho. – detrás de él llego la chica con la que estaba hablando hace unos momentos.

-          ¡Nathaniel!

Edward por fin había llegado, se acercó a mí y me tomo por el hombro. Se sentó en su moto, yo voltee a ver a Emmett, y noté que Paula estaba sentada al revés, sujetándose con una correa a la cintura de Emmett.

-          ¡Alguien páseme una puta cuerda! – grito Edward.

-          ¡Nath! – me llamo Paula y me lanzo una de sus correas.

Me senté como ella lo había hecho y la amarre igual a ella. Estaba nervioso. ¿Cómo pudo dejar que me montara a una moto con un desconocido con el peligro de que podría caer de esta? Maldita sea, Emmett.

-          Edward. – lo llamó. – Cuídalo. – este solo levantó su dedo pulgar y los dos se pusieron los cascos. Eso era todo. Te voy a matar cuando me baje de esta cosa, Emmett.

Entro un hombre, con cara de estar en los 40’s y que este era su única oportunidad de ganarse la vida que presentó a todos los competidores, pero se notaba que solo dos de ellos importaban más que los otros. Mientras pasaba eso, vi que muchos de los “Acompañantes” eran chicas, ¿por qué tenía que ser el único chico?

Paula pasó sus brazos por la cintura de Emmett, yo hice lo mismo con Edward. Trague saliva.

-          Edward. – le dije. - ¿Me puedo bajar?

-          No es el mejor momento para esta pregunta.

Espere el momento en que esta cosa arrancara y morir. No lo hizo. Se escucharon unos quejidos. Dos hombres estaban peleando con sus  botellas de cerveza rotas. Al parecer uno era el novio de Paula y ella se desato, Emmett corrió detrás de ella. Yo quise ir detrás de él pero Edward me lo impidió. Se escucharon las sirenas de los autos policiales y salimos de ese lugar, varias personas hicieron lo mismo, pero no vi a Emmett en ningún momento.

Edward se detuvo en medio de la carretera. No pasaba ningún auto, ni por equivocación. Estaba preocupado. Emmett aún no regresaba o daba señales de vida. Voltee a ver a Edward, estaba fumando tranquilamente.

-          Tengo que decirte algo Nathaniel. – dijo sacándose el cigarro de los labios.

-          ¿Qué?

-          Todo esto es ilegal.

-          Me di cuenta cuando escapamos de la policía, pero gracias por decírmelo.

Volvió con lo que hacía y así pasamos hasta que termino con ese cigarro.

-          Ese lugar es nuestro, no nos lo pueden quitar tan fácilmente. – dijo.

-          Sin ofender, pero esa es una opinión de un hippie. – le respondí y esperaba algún insulto, pero solo escuche su risa. Voltee a verlo, de verdad le causo gracia que le haya dicho eso.

-          Vaya que eres raro. – encendió otro cigarro.

Saque mi teléfono, había pasado una hora. Emmet no regresaba, estaba poniéndome tenso.

-          ¿Cuándo llegará Emmett? – le pregunte a Edward.

-          Normalmente cuando termino el primer cigarro.

-          Este es el segundo.

-          Yo también estoy preocupado. Pero siempre hay un Plan B. – tomo mi mano y me llevo con él hasta la moto. – Te llevaré a tu casa.

-          ¿Ese es el plan B? – me solté de él. – Yo pensé que iríamos a buscar a Emmett. – él arqueó las cejas y tomo por la fuerza mi brazo y puso una cuerda en mi muñeca, el otro lado la puso en su muñeca.

-          No es opcional. Emmett me dejo a cargo de ti.

-          No soy un niño. – chillé.

-          Pero tampoco es que seas de mucha ayuda buscándolo. – lo vi, en ese momento quise matarlo.

-          No me importa lo que creas. – él solo sonrió.

-          Vamos, entonces.

 

Los caballos empezaron a correr apenas abrieron sus respectivas puertas. Toda la gente del estadio gritaba el nombre del corcel al que habían apostado. Yo siempre iba por el blanco. El blanco era mi favorito, siempre ganaba. El blanco era mi color favorito. Pero odiaba que el blanco se manchara de otro color, como el rojo. El blanco dejo de ser mi favorito por culpa de ese caballo. Ese caballo se cayó. Vi como los demás animales aplastaban sus patas. Su hermoso blanco puro se fue manchando de ese rojo vinotinto. Luego todo se volvió negro. El negro es lindo. Tapa las cosas feas. Como ese caballo morir por mancharse de rojo. No me gusta el rojo.

 

Fue lo que recordé al pisar otra vez el estadio, ahora, vacío. Fui al lugar donde ese caballo murió. Las manchas de sangre aún seguían ahí. Luego escuche unos quejidos, venían de las gradas. Edward y yo fuimos detrás de ellos. Paula y su novio estaban llenos de sangre. Pero los quejidos no venían de ninguno de ellos.

-          Ayuden a Emmett. – dijo Paula. – Trate de detener la hemorragia pero no quiere que lo toquen.

Emmett estaba acostado en posición fetal sobre el cemento, sosteniéndose en la parte izquierda de la cintura. Puse notar su mano llena de sangre.

-          Estoy bien. – dijo, pero su voz no se notaba nada bien.

Me quite el suéter que llevaba y trate de mover a Emmett, pero solo escuchaba quejidos de él.

-          Por favor, Emmett, necesito parar la hemorragia. – él escucho mi súplica y se movió, lo vi, no tenía ni una sola lagrima en su cara.

-          Te ves bien así, tendré que lastimarme más para verte más seguido así. – dijo haciendo una sonrisa. Reí y quite sus manos, la herida era de bala.

-          Te dispararon.

-          Solo era una bala perdida… - hizo una mueca de dolor y dejo de hablar.

La herida seguiría sangrando si no la cerramos.

-          Hay que llevarte a un hospital.

-          ¡No! – gritaron todos a la vez-

-          Nathaniel, no podemos llevarlo, lo descubrirían y lo llevarían a un reformatorio. Tienes que hacer algo. – Me suplico Paula.

Vi la herida. Tendría que desinfectarla y coserla. Pero no tengo nada de eso aquí.

-          No tengo los instrumentos…

-          Toma. – Edward me paso un pequeño botiquín. – No es la primera vez que nos pasa.

Tome el botiquín, saque algodones, alcohol, aguja e hilo.

-          ¿Qué vas  a hacer con eso? – pregunto Emmett alarmado.

-          Es mejor que no lo sepas. – me quite la camisa que tenia de bajo del suéter y se la puse en la boca. Emmett me vio con ojos brillosos.

 

El caballo chillaba de dolor al tratar de ponerse de pie, los huesos de sus patas estaban totalmente rotas. Pobre caballo. Su dueño también lloraba y lo hizo con más fuerza al ver al hombre vestido de bata con una inyección.

El dueño del caballo blanco se acercó a él y acaricio su cabeza, tratando de calmarlo.

 

-          Tranquilo. Si no te relajas va a doler más. – le decía mientras desinfectaba la herida de unos 8 centímetros. -  Solo te rozó, no te quejes tanto.

-          Dices eso porque no eres tú el que está en esta posición.

Mordió la camisa para no gritar al sentir el algodón con alcohol tocar la herida abierta. Luego preparé la aguja y el hilo. Emmett cerró los ojos con fuerza al ver lo que estaba haciendo.

-          Nathaniel… - Me llamó Paula.

-          Estoy un poco ocupado ahora.

-          Puedo ayudarte. – dijo.

-          ¿En serio? – vi esperanza en esa mujer. Asintió y se acercó.

-          Mi mamá es enfermera y me enseño algunas cosas que sabía que me ayudarían en algún momento. – le pasé el hilo y aguja.

Me hice a un lado para darle espacio a ella y empezará eso. Emmett tenía su brazo derecho tapándose los ojos y con su mano izquierda agarraba mi camisa. Empezaba tener frío. Edward me dio su chaqueta al notar que empezaba a temblar. Tome la mano derecha de Emmett, destapando sus ojos.

-          ¿Cómo aprendiste toda esa mierda de enfermeras? – me preguntó Emmett.

-          Recuerda quien tiene la aguja. – amenazó Paula.

Me reí al ver a Emmett más preocupado de lo que ya estaba y me puse a pensar en cómo aprendí todo eso…

-          Mi madre me hablaba sobre eso. Cuando era pequeño, vi la muerte de un caballo… Y le pregunte todas las cosas que hicieron. Y básicamente me daba clases de primeros auxilios… Papá decía que era estúpido hablarme sobre eso si no entendía nada pero… Ya ven.

-          Tu madre estaría muy orgullosa, la mía también, hiciste un buen trabajo. – sonreí al escuchar eso.

-          Gracias.

Paula le puso 5 puntos. 5 minutos escuchando los gritos de Emmett. 5 minutos tratando de calmarlo. 5 infernales minutos de preocupación.

Emmett durmió al terminar de ponerle los puntos.

El novio de Paula, Kevin, se ofreció a llevarnos como disculpa.

-          ¿Dónde se quedará Emmett? No puede llegar a su casa así. Por lo menos esta noche no.

Edward encendió otro cigarro, sin prestarle atención a la pregunta. Yo seguía observando al durmiente, respiraba pausadamente, como si estuviera aliviado. Calmado, en paz.

-          Que se quede en casa de Nathaniel. – dijo Edward. – Va a estar bien ahí, lo sé.

Los demás me vieron, dudando de lo que acababa de decir Edward, pero me dedique a seguir viendo a Emmett y dije sin pensarlo:

-          Esta bien.

 

Ese mismo día sacrificaron a Pegaso, el caballo del señor Thomas Blumer.

Notas finales:

Si les gusto comente, sino, también :'D Sus reviews me animan mucho uwu


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