No hay más ciego que el que no quiere ver.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
Taemin sospechaba, pero no quería creerlo, Taemin desconfiaba, pero se apegaba a sus sueños, Taemin estaba triste, pero siempre sonreía.
Paso su mano por su cabellera, luego de terminar las tareas del día, seguía sonriente de igual manera que antes, suspiraba a cada momento preguntándose dónde estaba su novio. Viendo por la ventana de su casa, volvió a sonreir, al ver al platinado entrar a su hogar, sonriéndole ampliamente y acercandose a el con suma delicadeza.
— Puppy, te extrañe mucho — dijo haciendo un puchero, parándose del sofá y yendo directamente a abrazar a su novio.
— Yo también mi amor — respondió este correspondiéndole el abrazo. Taemin lo olía, pero no quería ver, no quería sentir el dolor de saber cosas que arruinarían su felicidad y por ende su sonrisa, Taemin presintia, pero no se inmuto en nada.
Perfume, no el suyo, de alguien más.
Pero él no lo quería ver.
— Amor, tu madre me llamo — suspiró Taemin.
— ¿Sí? ¿Qué dijo? — murmuró mientras tomaba asiento y se acurrucaba con Taemin.
— Dijo que podríamos ir a cenar con ella, ya que tu padre está en China… ¿Qué dices?
— Es buena idea, ¿no?
— Si, hace mucho que no la vemos, la echo de menos. — Sonrió Taemin — ¿Debería llamar a mi hermano? — pregunto mientras llevaba un dedo a su boca, forma pensativa.
— Supongo, sabes que siempre entretiene a mamá con los últimos chismes.
— Entonces… le llamaré — sonrió.
Un brillo en los ojos, no fue causado por él.
Pero él no lo quería ver.
— Me parece bien, entonces… iré a ducharme ¿bien? Regreso en menos de diez minutos.
Taemin sonrió y le dio un beso en los labios, lento y lleno de amor, queriéndole transmitir todo lo que sentía, queriéndose olvidar de todo lo que no quería ver.
Sintió un sabor, distinto, dulce y amargo.
Pero él no lo quería ver.
Cuando Jonghyun salió de la ducha camino hasta la sala dónde estaba Taemin, quien había llamado a su hermano Kibum para que fueran a cenar a la casa de la madre de Jonghyun, Nina.
— ¿Vamos a recogerlo? — pregunta Jonghyun
— Si, vamos amor…— dice meloso Taemin mientras toma de la mano de Jonghyun y caminan hasta el carro del mayor, este conduce hasta la casa del rubio, el hermano mayor de Lee Taemin, Lee Kibum.
Este llegó y se sentó en los asientos traseros, luego de saludar a ambos muchachos. Sonriéndole pícaramente al platinado.
Taemin tampoco quería ver eso, lo noto, pero no quería imaginar nada, si no lo pensaba no dolia. Tampoco veía las furtivas miradas por el retrovisor, las rápidas sonrisitas y los coqueteos discretos.
Pero él no lo quería ver.
Cuando llegaron a la casa de la señora Nina los tres la saludaron formalmente y ayudaron con la cena, Jonghyun se adueñó del sofá grande y cómodo viendo televisión, los otros tres le echaron de la cocina a sabiendas de que el oxigenado era malísimo para todo con respecto a comida.
La mesa estaba puesta, alegre y entre sonrisas. Las miradas muy por lo debajo de discretas, las caricias bajo la mesa, las sonrisitas picaras, las vistas indecorosas.
Pero él no lo quería ver.
Suspiró mientras caminaba por el largo pasillo de la gran casa de la señora Nina y el señor Kyung, la casa era espaciosa y muy rustica en habitaciones, ochentera en otras y muy moderna en otros sectores. Sonrió feliz mientras se acercaba al cuarto de su hermano, queriéndole contar muchas cosas ocurridas, una de ellas su prematuro embarazo, que ni siquiera sabía cómo decírselo a Jonghyun.
Ruidos extraños, una cama moviéndose contra la pared, alaridos y gemidos.
Pero él no lo quería ver.
Por qué él no quería escuchar. Porque, quizá y su hermano estaba viendo cosas indecorosas, no le culparía, no le juzgaría, estaba seguro de ello.
Posó su mano en el picaporte, suspiró indeciso pero intento abrir, estaba cerrado con llave y no podía hacer nada al respecto.
— Kibum hyung, soy yo… no sé si estas dormido pero, me gustaría decirte algo muy importante cuando despiertes, y si estas despierto por favor ábreme. — musito
— Shhh… nos va a oír.
No lo oyó, no escucho, no había pruebas de eso, era mentira y él lo sabía, no era el, nadie lo podía probar.
No lo vio, no sintió nada, no le dolió porque podía ser alguien más, no era el, no eran ellos, nadie le engañaba ni le ocultaba cosas, está bien.
Porque, no hay más ciego que el que no quiere ver y, Ojos que no ven, corazón que no siente. Él no quería ver, por ende no iba a sentir, o eso creía el, nadie le juzgaba su manera de pensar ¿pero era la correcta?