Después del juego / El trato
Mi mente me dice que me rinda,
Pero mi corazón no me deja.
Anónimo.
Volviéndolo a pensar, Courage cree que sólo debió darle a Eustace la maldita cobija.
Muriel ha tejido y tejido muchas otras, Courage pudo haber usado cualquiera de esas para mantenerse caliente, y las cosas hubieran seguido estupendas y maravillosas en la pequeña casa en medio de Ningún Lugar.
Pudo. Debió. Quisiera. Todas las cosas que desearían hubieran pasado.
Aunque estuviera boca abajo en el frío piso del sótano, con los brazos cubriendo sus orejas, Courage aún podía distinguir el distintivo cacareo del equipo contrario y, para su completo malestar, la risa seca que salió de la garganta de Eustace, con una tos ocasional agregada a la mezcla. Avergonzado, enterró la cabeza más en el piso al sentir que comenzaba la primera ola de lágrimas, cada gotita quemando en sus ojos hinchados.
"No te preocupes Courage, él no te odia." lo que Muriel le había dicho después que Eustace había dicho que lo odiaba se estuvo repitiendo en su cabeza, como un disco rayado. Por primera vez, la sabia mujer que Courage llamaba madre se había equivocado completamente en algo.
Eustace odiaba definitivamente a Courage. Lo había querido muerto desde que llegó a la granja, alterando el equilibrio entre esposa y marido. Se suponía que sólo debían ser dos personas en la casa, no tres. Pero, por alguna razón, Courage dudaba seriamente que esa fuera la razón de las constantes humillaciones, brumas crueles y planes malvados que Eustace tenía con él.
Entonces, ¿por qué Eustace lo odiaba tanto?
Aún dentro de su auto-odio, Courage todavía tenía suficiente sentido común para estar en alerta máxima, ya que casi la mayoría de sus peores enemigos, los villanos más difíciles de derrotar, estaban junto a él en la misma habitación. Y, efectivamente, los vítores del otro lado de la habitación cesaron rápidamente, catapultando a Courage en un pánico absoluto mientras escuchaba los pasos que se dirigían hacia donde estaba.
—No, no, no... —repitió la palabra de dos letras una y otra vez en un susurro, mientras nuevas lágrimas escapaban de sus ojos. No quería morir, no de una forma tan patética, acurrucado en el suelo, herido y sangrando. Sin embargo, supo en ese momento, mientras era tan vulnerable, que la persona que se le acercaba conocía muchísimas formas de ponerle fin a todo, así que simplemente dejó de temblar, cerró los ojos y dejó que la inconsciencia le alcanzara.
Una fuerte patada en el estómago, trajo a Courage de regreso a la realidad.
—Sabía que viviría para ver este día —la voz con un matiz de acento británico hizo que Courage apretara los dientes, sosteniendo su estómago de dolor—. Pero no pensé que fuera tan pronto.
—Este juego no era justo —gimió Courage, levantando la cabeza para mirar a Katz—. Seis contra uno no es un juego, es una masacre.
—Y masacrado serás —Katz se río fuertemente, sus otros cinco compañeros de equipo que aún estaban de otro lado de la habitación comenzaron a reír al mismo tiempo, Y Courage, que apenas poseía una pizca de enojo en su cuerpo, tuvo el impulso irresistible de golpear a Katz entre ceja y ceja, pero sabía que incluso antes de mover un músculo, estaría muero más rápido de lo que su cerebro pudiera registrar.
—Pero tengo un... oh, ¿cómo era la palabra? Una propuesta para ti —dijo Katz, meciéndose en sus tobillos y mirando a Courage fijamente a los ojos—. Una oferta que no podrás resistir —Courage miró al estafado y se mordió el labio indeciso. Conocía lo suficiente a Katz para saber que si aceptaba, algo grande pasaría.
—Bien. Dime.
Él se rió entre dientes, usando una de sus bien manicuradas manos para deslizar hacia atrás un poco de su rojo cabello.
—Sabía que me escucharías. Así que, mi querido muchacho, tienes dos opciones. La primera: te dejamos ir y tú y la anciana pueden vivir sus vidas en paz —algunos de los villanos gimieron y gruñeron ante lo dicho, pero Katz continuó—, pero... él tiene que irse al reino de la Reina del Charco Negro.
Katz señaló a Eustace, quien se había puesto pálido cuando el dedo de Katz se posó en él. Se levantó de un salto, con la boca abierta y los ojos llenos de miedo mientras la Reina del Charco Negro le sonreía con su conjunto de dientes afilados. Antes de que el anciano pronunciara palabra, Katz siguió con su oferta.
—La siguiente opción, sin embargo —hizo una pausa, bajando hasta su oreja y susurrarle a Courage para que nadie más escuchara—, es que ambos, el anciano y su esposa vivan sus vidas tranquilamente... pero tú tienes que venir y trabajar para mí. Sin interacción con ninguno de los dos. Sin paga, sin salida.
—¿Así que tengo que ser tu esclavo?
—Podría decirse así —sonrió sombríamente, cambiando su postura por lo que quedo al estilo indio en el suelo, mirando hacia abajo para ver a Courage—. Así que, mi querido muchacho, ¿qué será? El hombre que odia tu existencia finalmente conocerá al creador, o convertirse en nada más que en un trabajador libre? De cualquier forma, sufrirás las consecuencias.
Por primera vez en su vida, Courage estaba total, entera y completamente sin ideas. Cada vez que algo fuera de lo normal o algún fenómeno extraño ocurriera en la granja en medio de Ningún Lugar, el debía ser el héroe, salvando a Muriel y Eustace del desastre. Ninguna sola vez los había puesto intencionalmente en peligro.
Y se negaba a cambiar eso ahora.
—Está bien —Courage decidió no mirar al sombrío estafador frente a él, pero al mirar los ojos de Eustace, no encontró ningún atisbo de emoción en su magullado rostro—, elijo la opción número dos.
Escuchó las últimas palabras como un molesto y lejano zumbido en sus oídos y su visión comenzó a desvanecerse, avisando que el sueño le caía encima. En ese último momento, le sonrió de buena gana a Muriel, que aún colgaba encima de la olla. Podía ver las lágrimas que corrían por su rostro y caían dentro de la olla con un sonido suave. Quería consolarla, decirle que todo iba a estar bien, sin embargo, sabía desde el fondo de su corazón que las cosas no iban a estar bien nunca más. Sólo esperaba que los villanos mantuvieran su promesa.
Pero los villanos no son realmente conocidos por sus promesas, ¿verdad?
Justo cuando se deslizaba en un sueño intranquilo, Courage llamó la atención de Eustace, quien se sentó en los escalones, con la cabeza hacia abajo por la vergüenza. Miró a Courage con los ojos vidriosos y le dio un pequeño guiño.
"No te preocupes Courage, él no te odia."
Y no pudo odiarlo nunca más. Courage acababa de salvarle la vida a Eustace, sacrificando la propia.
Pero haberle dado la cobija a Eustace hubiera sido una buena opción.