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Paseo al otro lado por Merokochan

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Notas del fanfic:

Bueno se supone que debía subirlo ayer que es la fecha pero no pude porque estuve super ocupada ademas....

la idea me surgio ayer xDDD

resulta que ayer bien temprano me entero de la fecha conmemorativa y dije "oh... recuerdo haber leido La casa tomada, Rayuela y... Ómnibus" y entonces recordé que cuando leí Ómnibus entendi de una forma mas influenciada por el contexto histórico, pero luego resultó que en realidad no tenía ningún propósito social, solo era un cuento fantástico jajaja

y entonces nose como recuerdo la interpretacion que me dijeron era "más acertada" y de repente idea salvaje aparece...

y así en menos de una hora la idea ya estaba...

pero justo ayer vinieron visitas no tan deseadas y estuve tooooodo el santo día de aca para alla... y encima mi hija ayer estaba caprichosa asi que ni a la noche pude hacer algo...

asi que hoy, de forma atrasada xD subo este fic

¿Que podría ser mejor homenaje proveniente de una argentina, fanatica de la literatura y fujoshi? jajaja

bueno solo eso y que lo disfruten!!!!

Notas del capitulo:

Al leerlo se parecerá mucho al cuento original u.u pero es lo que se me ocurrió.. ademas tambien me basé en la supuesta interpretacion ya veran..

he aqui si quieren leer el cuento oiginal

Link


y habra momentos que se mencionan lugares, esos lugares son de aquí de Buenos aires que decidí conservar 

Solo eso y que disfruten!

Era una tarde nubosa, por las calles húmedas por la reciente llovizna iba un viejo colectivo. Aquel vehículo añejo hacia su recorrido habitual que lo hizo detenerse ante la seña de un joven que requería de su servicio. La puerta delantera se abrió pesadamente y un joven de negro cabello y ojos color miel oscuro subió hasta quedar frente al guarda que con cara de pocos amigos se paraba de manera que no se movería demasiado en caso de que el colectivo virara o se detuviera. El joven en tanto se demoró un poco buscando las monedas necesarias, haciendo que el guarda le mirara con una mirada fulminante, hasta que se escuchó decir al pelinegro 
 
-De quince, por favor-
 
El guarda se le quedó sin inmutarse, pero sin dejar de mirarlo como si le extrañara algo. En ese instante el chico recordó un verso que había escuchado una vez en una lejana época 
 
“Marca, marca boletero,
un boleto azul, otro rosa;
canta, canta alguna cosa,
mientras cuentas el dinero”
 
Eso hizo que una sonrisa tenue surgiera de sus labios llenándose de nostalgia, de inmediato buscó asiento y no tardó mucho en encontrar uno vacío uno que se hallaba al lado de la Puerta de Emergencia  y rápidamente se acomodó allí. Cuando hubo terminado de acomodarse, levantó la vista y pudo ver que el guarda seguía mirándolo para luego darse cuenta que el conductor también le miraba. El conductor casi le dio un susto, su rostro era pálido y huesudo, su cabello amarillo que parecía heno que luego cruzó miradas con el guarda de manera extraña. “Imbéciles” pensaba el pequeño pelinegro sintiéndose halagado y nervioso a la vez. Entonces mientras guardaba su billetera con dificultad en el bolsillo de su pantalón, miraba de reojo a una señora que en sus manos tenía un gran ramo de claveles; la señora pareció notarlo y posó sus ojos en él a través del ramo. En ese mismo instante el pelinegro pudo sentir una sensación desagradable en la zona de la nuca, lentamente volteó haciéndose el que estiraba los músculos del cuello y velozmente miró hacia atrás descubriendo el origen de esa sensación. Muy cerca de su rostro se hallaba uno ajeno perteneciente a un viejo de cuello duro con un ramo de margaritas que despedía un olor nauseabundo. Pero lo que transformó su curiosidad en temor fue que el resto de los pasajeros que se ubicaban más atrás de repente fijaron sus miradas en él. Durante los primeros 5 segundos, el pelinegro especulaba que alguno le diría algo como “Disculpa, tienes algo en la nariz” para luego dar un final amable a esa situación; pero no sucedió… con el pasar de los segundos la situación se tensó, imaginó que sería la extraña coincidencia que todos llevaban ramos menos él pero descartó la idea al instante como una idea sumamente ridícula. Ya que, era algo normal que el que recién ascendía era blanco de miradas, era normal que llevaban flores si el recorrido pasaba por Chacarita. Algo inquieto, se removió un poco tratando de buscar algo que le distrajera encontrándolo enseguida en el pasatiempo de observar el paisaje que desfilaba por las ventanillas sucias del polvo acumulado que aun así mostraban paisaje. Vio pasar el Hospital Alvear, para entonces volver la mirada al interior del vehículo encontrándose con que un señor con claveles casi negros todos juntos dando la ilusión de ser un solo clavel grande le observaba como en turnos. Dos chicas de afilada nariz, miraban su rostro a través de un ramo de crisantemos y dalias y aunque el ramo era a distancia identificable como un “ramo barato” también podía verse que el vestir de las chicas no combinaba con el ramo; polleras tableadas, saquitos tableados, sacos bien cortados y medias blancas tres cuartos las marcaban como de buen pasar. Inútilmente trató de hacer que bajaran las miradas pero no pudo con todos. El guarda, el viejo de cuello duro, el de los claveles negros, las dos mocosas, la señora y de vez en cuando el conductor… definitivamente no podía con tantas miradas juntas. Pero su atención como la del resto se desvió por completo y en segundos al escuchar el sonido de la puerta delantera. Un joven de cabellos castaño claro y ojos color ámbar subió al transporte quedando de golpe frente al guarda. 
 
-De quince- escuchó claramente y con una voz endemoniadamente suave el pelinegro, como él.
 
Pero el guardia de nuevo no se inmutó, el castaño entonces con un gesto de cordial impaciencia y con una sonrisa que parecía iluminar el interior del vehículo le dijo en igual tono de voz que al principio
 
-De quince le dije…-
 
Para luego finalmente recibir el boleto, de inmediato se acomodó al lado del viejo de los claveles. En tanto el guardia le miraba fijo como desde arriba, el joven ni cuenta ya que estaba absorto en mirar los claveles negros. Su dueño le devolvía la mirada una y otra vez, ambos cada tanto cruzaban unos segundos las miradas pero sin provocación alguna… solo observando. El pelinegro mientras tanto fulminaba con su mirada a las dos chicas, estas le miraban a él pero luego volteaban su interés en el recién llegado y así varias veces. El resto hacía lo mismo, aunque les interesaba más el joven de ojos color ámbar con sus miradas parecían incluir a ambos. 
El ojimiel estaba fastidiado, pero también indeciso y ansioso… sentía una necesidad de acercarse al joven castaño y decirle “Yo también saqué de quince” como si eso los uniera de alguna forma, como una excusa para formar una extraña alianza. Y no sólo eso, tampoco como el resto podía sacar su mirada de encima observando cada detalle de su rostro. Le parecía como una obra de arte de algún museo de Francia o Inglaterra… como si este no fuera un lugar adecuado para tal belleza de rostro, tocarle el brazo y animarlo “No se dé por aludido… son unos impertinentes”  como una oportunidad de una efímera charla. Pero sacudió su cabeza apenado ya que no tuvo en cuenta su timidez. Aunque también añoró que se sentara a su lado, pero el joven solo se sentó en el primer asiento libre que tuviera a su alcance. Justo el asiento en donde se ubicó le hacía quedar cara a cara con el pelinegro aunque estaban a una distancia apreciable, el castaño entonces miraba hacia afuera por las ventanillas buscando alguna distracción para pasar el rato en tanto que el pelinegro no le sacaba la mirada de encima . Sus ojos con una mirada que parecía atravesarlo todo a su paso, su nariz perfecta, sus labios finos y su cuello… de inmediato sintió su rostro arder, un nudo en su estómago y sus piernas temblando. Queriendo mitigar tan desconocida sensación quiso desviar la mirada, pero no podía hacerlo… el hecho de no hacerlo le provocaba  ansiedad por saber qué hacía, si lo miraba, si se reía, si se sentía incómodo. 
El colectivo entonces viró adentrándose en la explanada frente a la entrada al cementerio, mágicamente todos en aquél vehículo en un sutil orden se fueron levantando haciendo mecer sus ramos. En unas pocas zancadas fueron acomodándose en la puerta de salida. Quedando el joven de ojos ámbar solo para que el ojimiel pudiera observarlo mejor. Cuando el castaño volteó segundos después la mirada notando el tumulto en la puerta de salida, por breves segundos cruzó miradas con el pelinegro que se quedó estático y su rubor aumentó en forma considerable. Desvió la mirada nervioso y entonces presintió que escuchaba una muy baja risa que provenía de la dirección donde se encontraba su blanco de miradas. En un segundo, se escuchó el bufido de la puerta al abrirse y la gente que estaba justo allí se fue bajando hasta llegar al último. En menos de un minuto en el viejo colectivo solo quedaban dos personas: el ojimiel y el castaño. Entre medio de todo el ajetreo el castaño miraba la gente bajar como ansioso por al fin poder tener todos los asientos para poder elegir uno a su gusto. El pelinegro en tanto estaba igual de ansioso, pretendía ocultarlo tratando de controlar su acoso visual pero le era casi imposible. Era imposible no mirar su rostro perfecto y su suave cabello castaño claro y sus ojos color del mas caramelizado ámbar. De un momento a otro desaparecieron los claveles, los crisantemos, las margaritas… todos se habían ido. El joven castaño se acomodó finalmente y el pelinegro agachó la mirada, el castaño le imitó. Se escuchó al guardia en voz bastante alta aclamar
 
-¡Chacarita!-
 
Y ambos jóvenes levantando la mirada le miraron fijo en una tácita respuesta “Tenemos boletos de quince” para entonces nuevamente cruzar miradas. El pelinegro iba a nuevamente desviarla pero pudo ver con extraña emoción al castaño levantarse y sentarse a su lado. Para ese entonces no notaron que el guardia se les acercó con una mirada algo intimidante y en una voz neutral y apagada pero con un dejo de autoridad murmuró
 
-Chacarita…-
 
El ojimiel casi salta del susto al escucharlo tan de cerca estando tan concentrado observando a su compañero de viaje, en un rápido y temeroso gesto sin levantar por completo la mirada dijo en voz queda
 
-Voy a Retiro…-
 
El guardia vio que el chico le mostraba el boleto, se mostró indeciso y miró de vuelta al joven y en un gesto de resignación al notar que el castaño no se inmutaba dio la vuelta y volvió a su lugar sin quitarle la mirada a ninguno de los dos. La puerta trasera se cerró y finalmente el colectivo aceleró. Y entonces como aliviados, entablaron una conversación sin ninguna pretensión que compañía
 
-¿Viste toda esa gente? Fue extraño…- decía el castaño
 
-Bueno… iban a Chacarita, los sábados suele ir mucha gente al cementerio- respondía el pelinegro tratando de ocultar los nervios
-Si lo pude notar… pero sin duda fue…- murmuraba pensativo el joven de mirar acaramelizado
 
-Extraño ¿no?, jaja si…- dijo el ojimiel con una sutil sonrisa delatando sus nervios a flor de piel, para luego curioso preguntó -¿se fijo qué…?- 
 
-Si, sin duda fue intimidante…- le interrumpió el castaño adivinando para su sorpresa lo que estaba pensando - y a ti te pasó lo mismo ¿cierto? Pude notarlo apenas le vi…- confesó finalmente desviando la vista del pelinegro.
 
Y de pronto el ojimiel pudo sentir que su pecho daba golpes, golpes con tanta fuerza que temió que se quebrara revelando su interior, sus mejillas ardían más que nunca lo habían hecho. Pero entonces dio un pequeño salto al escuchar el estridente sonido del tren que pasaba por la vía frente al colectivo que había frenado anteriormente. Cuando vio hacia adelante , su expresión mostró extrañeza al ver que el conductor de repente se levantaba de su sitio e iba hacia ellos, vio también de reojo a su costado para alarmarse por la expresión del castaño. Pudo ver el horror en su mirada, sus piernas temblaban y se veían gotas de sudor recorrían su rostro al tiempo que sus labios temblaban. El guardia atrás le seguía el paso, el conductor había hecho medio camino con una mirada imperceptible, hasta que fue alcanzado por el guardia que lo detuvo y pareció reñirle… ambos jóvenes estaban estupefactos mirando tal extraña escena cuyo sonido era absorbido por el traqueteo del tren. Pudieron ver que el guardia le miraba con el ceño fruncido y parecía enojado mientras le señalaba hacia adelante mostrando la barrera de protección que ahora le cedía el paso al colectivo. EL conductor miró a los pasajeros con una mirada fija y suspirando resignado volvió a su sitio.
 
-Jamás me había ocurrido esto…- murmuró para sí el castaño
 
-Tampoco a mí…- respondió en igual tono el ojimiel sin mirarlo
 
-Si hubiera puesto unas violetas en mi camisa…- decía apenado el castaño
 
-Bueno… son cosas que uno olvida…- le daba ánimos el ojimiel
 
-Sí, al menos me hubiese ahorrado toda esa sensación extraña… esas odiosas chicas no me daban paz…- soltaba el castaño dando señal de molestia
 
El pelinegro se reía bajo, el pensar que compartían pensamientos le daba la pequeña ilusión de acercarse cada vez más a él. Mirándolo le respondió
 
-Yo apenas subí, todos…-
 
-Te hicieron sentir mal ¿no?- concluyó el castaño provocando que un avergonzado pelinegro desviara la mirada quedando al desnudo frente a él.
 
-¿Sabe?- llamó la atención el pelinegro haciendo que el castaño lo viera a los ojos, tras tragar en seco avergonzado el ojimiel confesó de repente –Si no estuviera… tal vez hubiera bajado…-
-Pero si vas a Retiro… ¿no tienes boleto de quince?- inquirió confuso el castaño
 
-Iba de visita. Pero no importaba, me bajaba igual- respondió de nuevo desviando la mirada el pelinegro
 
El castaño le miró con pesar, tal vez porque sentía lástima. Volteó al ver a la ventanilla para luego decir al aire
 
-Casi llegamos…-
 
Y era cierto, ahora transitaban una zona residencial tranquila, aun con varios edificios de departamentos seguido de casas bajas en forma intercalada y mezclada sin orden establecido.  Tras largos minutos observando detenidamente el paisaje, sin siquiera mirar tomó la mano del pelinegro y murmurar en baja voz
 
-Cuando doble en Retiro, nos levantamos rápido para bajar…-
 
Sonrojado hasta las orejas mirando estático como su mano era acobijada con una ajena cuya calidez lo envolvía por completo, apenas pudo escuchar lo que le habían dicho y asintió levemente para agregar –Mejor cuando lleguemos a la plaza-
 
-Sí, mejor. La parada está cerca de la torre de los Ingleses. Bajá primero y yo te sigo- confirmó el castaño que entonces le miraba de reojo y al ver que iba a replicar algo afianzó el agarre de su mano para calmarlo diciéndole
 
-Tranquilo, yo estaré atrás por cualquier cosa, tú solo ve rápido a la puerta y en cuanto puedas baja, yo lo haré después-
 
Y ahí quedaron, en silencio observando detenidamente como estudiando el terreno para su plan a seguir, los espacios, los asientos, estirando un poco las piernas por debajo del asiento. 
El colectivo viró de nuevo, a la distancia se podía ver muchas copas de árboles indicando que la plaza no estaba muy lejos. La impaciencia y los nervios comenzaron a hacerse presentes, sus manos buscando calmar al otro se agarraban con fuerza. En un conteo mental y gestual, se prepararon. Al llegar a cero, ambos se levantaron bruscamente y fueron directo a la puerta de salida. En la escalera quedó el pelinegro mientras que atrás suyo agarrado de los barrotes intentando cubrirlo. En ese momento sintieron de repente que el vehículo frenaba de golpe, de manera brusca, seguido de un viento proveniente de la puerta trasera que se abría haciendo un chirriante sonido de óxido y antigüedad. Apenas hubo el suficiente espacio, el pelinegro rápidamente pasó y con un salto corto quedó en la acera de la plaza. De inmediato el castaño le siguió, apenas tuvo los pies en el suelo volteó a ver atrás y casi le da un infarto al ver unos dedos blanquecinos, largos y huesudos que atravesaban la puerta ya cerrada que pertenecían al conductor. El ojimiel en tanto había notado mirando hacia la parte delantera del transporte y ver que el guardia estaba apoyado sobre la palanca que como función tenía la de cerrar la puerta de entrada y salida mientras les miraba como invadido por una enorme furia.
En un rápida acción, el castaño tomó la mano del ojimiel y casi a rastras lo llevó hacia el interior de la plaza, que en ese momento estaba llena de chicos y vendedores de helados y golosinas. Con risas nerviosas corrían como aliviados y felices hasta que cruzaron una florería y de un impulso el castaño tomo un billete y compró dos ramitos de pensamientos, uno se lo dio al pelinegro que sonrojado aceptó y el otro se lo quedó él.  Tras eso, ambos trotaban (ya no se agarraban de las manos), cada uno con su ramo, cada uno en la suya y feliz.
 
 
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-Kisa-san… ¡has vuelto!- decía muy alegre Ritsu al notar una presencia en el marco de la puerta
 
-Lo siento… primer día después de recuperarme y llego tarde…- se disculpaba el pelinegro al tiempo que entraba y ya ocupaba su sitio.
 
-Solo por esta vez…- murmuró resignado Takano
 
Kisa le miró fijo, pero igualmente no estaba enojado. Ese día estaba de un humor excelente, después de haber sufrido un accidente mientras viajaba al trabajo que casi le costó la vida, nada podría arruinar su día. Aunque todavía tomaba algún calmante para algunos efímeros dolores corporales, hacía unos 3 días le habían dado de alta y sin perder mucho más tiempo hoy fue a trabajar. 
 Luego de una jornada laboral tranquila, Kisa decidió dar unas vueltas caminando antes de ir a su departamento convencido que caminar le haría bien a sus piernas. Y en una de sus vueltas, terminó llegando a una inmensa plaza, que en ese momento estaba bastante llena de chicos y vendedores de helados y golosinas. Estar en ese lugar le hizo sentirse algo incómodo, sintió de pronto que su mente divagaba en sospecha de haber visto este lugar una vez. Pero no lograba recordar, ya que la plaza no estaba para nada de camino a su casa no tampoco a algún sitio que sí conozca. Caminando confuso atravesó la plaza y luego de caminar unas cuadras por una avenida llegó a una inmensa librería. Se la veía muy bien iluminada e imponente, no supo qué pero sentía que debía entrar allí. Pensando que aquella sensación era curiosidad, entró maravillándose por su interior lleno de estanterías altas llenas de libros y mangas. Con la vista hacia ellas caminó sin rumbo aparente perdiéndose en el edificio, luego de unos minutos finalmente se detuvo y posando la vista en el horizonte pudo ver algo que le heló la sangre y entumeció su cuerpo: a unos pocos metros, rodeado de jovencitas en uniformes y ropas casuales, se hallaba un joven de cabellos color castaño claro, alto de cuerpo esculpido y unos ojos color ámbar. El joven sonreía y parecía iluminar el edificio entero, o eso le pareció a Kisa al verlo. Fue como una especie de deja vu, una predicción, no sabía con certeza pero si de algo estaba totalmente seguro era que ese joven lo había visto antes…  en las profundidades de su inconciencia. Pero entonces ¿debía hablarle? Esa pregunta rondó en su mente durante unos segundos y estaba a punto de tirar la idea a la basura, resignarse e irse como si nada. Pero su cuerpo no le obedeció, con terror y temblantes manos se acercó. Para cuando estaba a unos pasos, las chicas se habían ido y el joven justo se volteó quedando cara a cara con el pelinegro. En ese entonces sus miradas se cruzaron, Kisa enrojeció casi en un fugaz instante y el joven se le quedó mirando fijo como confuso. Y entonces el joven pudo divisar una pequeña flor de pensamiento que parecía sobresalir del bolsillo del abrigo del pelinegro y sus ojos se abrieron de la sorpresa mientras que su boca se abría en un mudo gesto de estupefacción. Kisa no sabía qué hacer, sólo cerró los ojos y ya se daba la vuelta para emprender la huida cuando sintió que alguien agarraba de su muñeca. Al abrir los ojos, pudo ver que el castaño estaba muy cerca suyo y sonreía
 
-Hola otra vez…-
 
Notas finales:

si lo se muy flashero no? bueno si no entendieron permitanme explicarlo

En el cuento original, la interceptación mas acertada era que el colectivo era como un vehiculo fantasmaly todos allí (los pasajeros) estaban muertos (se deduce por las flores y por ir todos a Chacarita -barrio porteño donde se encuentra el cementerio de Chacarita-) y el guardia y el conductor eran como las parcas (o shinigamis xDDDD). Como los protas (en el cuento original era una mujer -que lo interpreta Kisa xD y un chico joven -protagonizado por Yukina-) no iban allí eran mirados con recelo por parte de todos, el hecho de que fueran a la plaza es como un simbolismo de vida (osea la plaza simboliza la vida en lo opuesto al cementerio que simboliza la muerte) y entonces el guarda y el conductor en un acto desesperado de llevarlos con ellos intentan impedirles bajar, fracasando en el intento.

Luego esta mi agregado que explica un poquito el porque estaban allí... y se me ocurrio que en realidad ambos de casualidad suben al mismo colectivo (antes de conocerse) y ese colectivo tiene un grave accidente matando a todos sus pasajeros quedando ellos dos en estado crítico y en peligro de muerte. Y en medio de la inconciencia producida por el choque de algun modo se salvan aunque luego de despertar quedó como un simple sueño raro, hasta que de la nada se encuentran (eso me sono muy al shojo Full moon Wo sagashite xDDD)


jaja bueno dada la explicación una vez mas gracias por darle una oportunidad...

si alguno siguen mis fics activos, ahora en momentos subo el segundo cap de Vidas arrebatadas y para el resto demoraré un poco mas y es porque no tengo tiempo disponible (para Vidas arrebatadas ya tengo hace tiempo el cap por eso)

Dicho todo hasta otra!! .w.


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