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Más allá del jardín de rosas descoloridas por Sweet Honne

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Estaba saliendo del hospital siendo ya realmente tarde. Eran las diez de la noche. El hecho de que haya dos Honnekos solo me demuestra que son dos gemelos, con sus mínimas diferencias, pero gemelos.

 

Al abrir la puerta del coche, me quedé paralizado. Honneko estaba dentro.

 

-Hola, profe.-Me dijo con aire inocente.

 

De inocente no tiene nada.

 

-¿Qué haces en mi coche? ¿Cómo entraste? ¡Cómo se te ocurre!-Le repliqué.

 

-Hace frío, y tu coche estaba abierto así que entré.-No supe que decir ante eso, claramente era el gemelo que me conocía. El otro no tenía tanta confianza conmigo, más bien me tenía miedo. Me agarró la corbata tirando de ella, acercándome a su cara, con una sonrisa.-Eres muy despistado, profesor.-Los nervios y la inquietud que sentí el primer día que lo vi volvieron en ese momento. Tenerlo tan cerca me ponía frenético.

 

-Quita.-Lo aparté de mí, mirando hacia otro lado. La cara me ardía a horrores. Él soltó una risilla molesta, la cual ignoré. Recordé en ese momento mis dudas sobre el otro Honneko, aunque estuviese claro que era su hermano gemelo, quería preguntárselo.- ¿Era tu hermano gemelo? ¿Qué le pasa?

 

-¿Hermano? Te estás confundiendo, no es mi hermano…es mi hermana. Somos mellizos, tampoco nos parecemos tanto. –Salió del coche, y cerró la puerta.- Ella está enferma.

 

-Sois idénticos. -Confesé.

 

-En absoluto, yo soy pelirrojo. –Se me descuadró la cara. Eso debía de ser mentira, le miré el pelo. Claramente era rubio albino con mechas rojas.- Me tiño el pelo.

 

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Ella también se lo tiñe?

 

-Ella es la rubia, pero se pone mechas. Yo solo me lo tiño por ella.

 

-Eso no tiene sentido, ¿Por qué os llamáis igual?

 

-No nos llamamos igual, yo me llamo Miller y ella Bennet.

 

-Eso son apellidos, no nombres.-Me negó con la cabeza.

 

-Mi nombre es Miller, no Honneko. Honneko es mi apellido.

 

-Esto es muy confuso…

 

-Un poco. Pero si estás preocupado porque ella sea como yo, no lo es. Ella es todo lo contrario a mí, ella es un ángel. Posiblemente si la conocieses mejor la preferirías a ella antes que a mí.-Tenía una sonrisa amarga, se tapó los ojos.-Ella antes solo estaba asustada, no está acostumbrada a tratar con desconocidos.

 

-¿A qué viene decirme esto de repente?-No me dijo nada, por lo que me resigné a saber.- Aunque ahora que lo pienso, ¿por qué vistes de chica? ¿Por petición de ella?-Cambió su cara drásticamente a una con dureza.

 

-No tengo por qué contártelo. Eso es asunto mío.-Nos quedamos callados un largo rato, parecía afligido por mi pregunta.-Solo te diré que no lo hago porque quiero. Yo no decidí esto.-Me dijo en un susurro cada vez más inaudible.

 

-No tienes por qué contármelo entonces, no importa.-Llegó una limusina, precisamente la misma que la de ayer.

 

-¡Pues nada! ¡Profe, me voy!-Me rodeó el cuello inesperadamente, dándome un beso en la mejilla.- ¡Dile a tu madre que la echo de menos y que estoy deseando verla! –Se apartó antes de que yo pudiese hacer nada.-¡Gracias por la piruleta!

 

-¿Q-qué? ¿Qué piruleta? ¿Conoces a mi madre?

 

No me respondió, simplemente se fue corriendo con su habitual sonrisa hacia la limusina. Cuantas más dudas resuelvo, más aparecen liándome cada vez más.

 

Era hora de irme, entré en el coche y busqué las llaves. No estaban por ninguna parte. Miré en mi chaqueta, debajo del coche, por los alrededores del hospital, no estaban.

 

Tuve que volver a regañadientes a la habitación de mi madre, pero antes de que pudiese llegar, vi mis llaves asomándose en por una puerta, en las manos de alguien que jugaba con ellas, como si tratase de que las viese. Eran mis llaves, el llavero de un búho de bronce colgaba de ellas. Fui a cogerlas y ver quién las tenía, sea quién sea, se escondió debajo de la cama apagando la luz.

 

-Hola.-Me saludó secamente una voz aguda y escalofriante. Se asomó la mano con las llaves por debajo de la cama, después las apartó de mí.- ¿Las quieres?

 

-¡Son mis llaves! Devuélvemelas.-Exigí. No me contestó.

 

-No. Ahora son mías.-Me sentía impotente, si intentaba recuperar mis llaves con fuerza bruta solo conseguiría que me echasen del hospital.- Siéntate, quiero hablar contigo.-Tuve que hacer lo que me pedía, quizás así me las devolvería.- ¿Quién eres? ¿Eres el novio de Miller?-Me sonrojé, no me esperaba esa pregunta.- No puede ser, Miller no puede tener un amante, y es imposible que te case con una chica si quiera. –Me miró con odio.-Miller siempre estará conmigo. Yo quiero a Miller, yo amo a Miller.-Apretaba mis llaves con fuerza, temí por un momento que rompiese el búho de bronce.

 

Entró una enfermera encendiendo la luz.

 

-Bennet…-Suspiró y tiró de su brazo sacándola de debajo de la cama.-Nunca cambias, de verdad. Das miedo.-La cogió en brazos y la tumbó en la cama.-Debes descansar…-Le puso una bandeja con comida que la muchacha ni si quiera miró. La enfermera se marchó. Sin saber exactamente que decir, supuse que su comportamiento se debía a por como la traté anteriormente. Quizás como decía Miller, ella solo estaba asustada. Vi el collar de su cuello, con la placa de plástico, pudiendo terminar de leer lo que ponía:

 

Habitación nº130 Paciente: Honneko Miller

 

 

-Lo siento por lo de esta tarde, no era mi intención. Me llamo Eunices Jones…soy el… de Miller.-Sin querer, no pude decir la palabra “profesor”, ya que estuve por decir “novio”, cosa que él y yo no éramos.

 

-¿El qué de Miller?-Su rostro se mostraba tan amenazante y aterrador que me asustó. Creo que el único que siente miedo en esta habitación soy yo.-¿Qué pasa? Eunices Jones, ¿no? Profesor de matemáticas de mi hermano. Pero, ¿qué significas para él? ¿Quién te crees que eres? –La gran cantidad de preguntas que me hacía me comenzaba a agobiar. -¿Por qué mi hermano sonríe cada vez que te menciona? –Me gritó.-Él es mío.-Tiró mis llaves al suelo para poder coger un bisturí que tenía cerca. Lo alzó a lo alto.

 

Está loca.

 

Intentó clavármelo. Caí de la silla en un intento de huir de ella, pero llegaron tiempo unos enfermeros para detenerla.

 

-¡Está teniendo una crisis nerviosa! ¡Los efectos secundarios están en proceso! ¡Qué traigan un calmante! ¡Rápido!

 

-¡No toques a mi hermano! ¡Él es mío! ¡Entiendes! ¡¡Mío!!-Pataleaba ferozmente. Cogí mis llaves del suelo y me fui corriendo.

 

Entré en el coche. Intenté meter las llaves nervioso, no se introducían en la cerradura, estaba temblando, ¿qué había pasado? ¿no era supuestamente dulce y angelical como me decía Miller? Al conseguir meter las llaves, el coche no arrancaba.

 

-¡Maldita sea! ¡Joder!-Escuché unos tenues chillidos, miré a la derecha. Estaba el hospital, sí, pero en una de las ventanas estaba Bennet, gritando mientras la sujetaban e intentaban ponerle calmantes.

 

Antes de que el coche arrancase al fin e irme del sitio, ella me dedicó una mirada llena de rencor y resentimiento.

 

No sé que pudo decirle Miller a Bennet, para que ella se comportarse de ese modo conmigo.


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