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Más allá del jardín de rosas descoloridas por Sweet Honne

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Me desperté gracias al despertador que sonó repentinamente, sacándome de mi cálido y dulce sueño. Extendí el brazo con gran desgana, y lo apagué. Busqué con la mano el cuerpo de Miller inconscientemente. Al darme cuenta de que no estaba, abrí los ojos.

 

¿Quizás lo soñé?

 

La luz de la mañana entraba por la ventana, a través de las cortinas azules. Miller no estaba allí, pero sí una nota en la mesita de noche, junto con una rosa descolorida.

 

Me fui una hora antes de que sonase tu despertador. Me alegra haber podido dormir esta noche contigo. No puedes imaginarte lo mal que me sentía anoche, pero tú lograste que me sintiese mucho mejor. Gracias.

 

Te ama,

Miller.

 

No lo había soñado. Sonreí al leer la nota, después de todo no se estaba riendo de mí. Esto iba en serio. Me amaba de verdad.

 

Con una reluciente sonrisa, me vestí listo para comenzar el día. Estaba contento, muy contento.

 

Salí de la habitación, encontrándome a la directora. Su mirada seguía siendo tan fulminante y amenazadora como el primer día. Me quedé paralizado ante ella, sin saber que decir.

 

-Buenos días.-Fue lo único que salió de mi boca.

 

-Estúdielo de pe a pa.-Me dio un taco de papeles.-Es para la obra de teatro, será en dos semanas. Empezará las prácticas del teatro esta tarde.–Cogí  los papeles, y ella se marchó. Veo que no soporta ni verme con vida. Si las miradas matasen, yo habría muerto el primer día que la vi.

 

Terminadas las clases, me senté en el lugar donde se realizaría la actuación, para comenzar a practicar. Miré la hora, las cinco de la tarde. Llevaba allí desde la hora del almuerzo, aún no había comido, ni tenía intención de comer. No se me apetecía. Las alumnas llegarían dentro de unos minutos. Leía el diálogo de la obra, estudiándola. No entiendo por qué yo tenía que estudiarla también, pero era mejor no replicarle a esa mujer.

 

Algo caliente y húmedo entró sin permiso en mi boca.

 

-Deberías haber almorzado, ¿harás que siempre me preocupe por ti, profesor?-Escuché decir a Miller. No iba con el uniforme, sino con ropa de deporte femenina. Saboreé lo que me obligó a comer, una hamburguesa. Tenía el plato en la mano, con la comida y un tenedor en la otra mano. Tragué la comida.

 

-No tendrías que haberme traído la comida, no quiero comer.-Cortó otro de hamburguesa, y me la acercó a la boca.-Te he dicho que no.

 

-Come por mí, profe.-Me suplicó.

 

-No, ¿es tu almuerzo? Seguro que sí.-Pareció apenado, se metió en la boca el trozo de carne.-Muy bien, así es como debe ser, no vuelvas a darme tu comida…-Dirigí mi mirada a los papeles, pero él los sujetó, lanzándolos a un lado.-¿Qué ha…?-Me agarró la cara, besándome.

 

El mundo me comenzó a dar tantas vueltas como la primera vez que me besó. Sentí su lengua entrar en mi cavidad bucal, provocando que todos los pelos se me pusiesen de punta. Junto con su lengua, entró algo caliente, que me forzó a tragar.

 

Se separó, mirándome con una expresión ganadora en su cara. Me había obligado a comer.

 

-¿Quieres que te de así toda la comida, o la podrás comer por ti mismo?

 

No puede quedarme cortado durante unos segundos, aumentando mi sonrojo cada vez más. Le quité el plato de comida y lo comí todo a regañadientes.

 

-Así me gusta.

 

-Tiraste todos los papeles.-Le reproché con molestia, me levanté a recogerlos, él no hizo lo más mínimo por ayudarme.

 

-Lo siento, no era mi intención. Fue tu culpa por no querer comer. La mitad de las veces ni almuerzas ni cenas, me dejas preocupado…

 

-Como si te importase.

 

-Me importa mucho, Eunices.-Me contestó con más seriedad, y con una voz más grave.- Eres de mucha importancia para mí.-Me levanté, al momento sentí como me abrazaba por detrás.-¿Lo sabes, no?-Me susurró al oído. Estaba realmente nervioso, no supe como reaccionar ante aquellas palabras.-¡Cuidado!-Me empujó al suelo.

 

-¡¿Qué haces?!-Le grité.

 

-Profe, ¿Se hizo daño? Tenga más cuidado…-Puso de nuevo la voz de chica.

 

-¿Qué ha pasado?-Las alumnas llegaban y se acercaron a nosotros.

 

-El profesor se ha resbalado…¡Lo siento! ¡Fue mi culpa!-Fingía estar afligido mientras salían lágrimas de sus ojos, falsas, por supuesto.

 

¿Me había tirado al suelo con tal de que no nos pillasen?

 

-No lo es Honneko, fue un accidente, ¿está bien profesor?-Me preguntó una muchacha. Me levanté, observando como un grupo de chicas rodeaban a Honneko y la consolaban. Miller se merecía el papel de Blancanieves, no por lo lindo y dulce que parecía, sino porque actuaba de una manera impresionante.

 

-Sí. –Honneko me miró con cara de: “Perdona, no lo hice aposta”.

 

Varias semanas después, todas las chicas tuvieron un papel asignado. Por supuesto, Miller iba a ser Blancanieves por votación de mayoría absoluta. Era curioso que uno de los pocos personajes femeninos de la historia lo fuese a interpretar un realidad un hombre. El príncipe sería Luise Jeevas, quién parecía más hombre que Miller, pero que era claramente mujer por su gran busto.

 

Todas practicaron mucho, parecía que les iba la vida en ello.

 

Finalmente, llegó el día en que se realizaría el teatro para el público. Estaba orgulloso de todo el esfuerzo que invertimos practicando. Faltaba un cuarto de hora. Todas estaban colocando el escenario perfectamente, las actoras se vestían, y yo revisaba que todo estuviese perfecto.

 

-Señor profesor.-Volteé a ver quién me hablaba, Miller. Estaba perfectamente maquillado y vestido de Blancanieves. Una falda larga y roja, con un corsé de rayas negro y rojo , que tenía un cuello de seda con punto inglés blanco, unas mangas largas blancas con unos zapatos negros a juego. Parecía más Negranieves que Blancanieves. Su cabello estaba recogido en un moño trenzado. A pesar de ser un hombre, se veía impresionante, me quedé mudo.-¿Te gusta lo que ves?-Desvié la mirada son un leve sonrojo al suelo. Parecía querer tentarme a pesar de la situación en la que estábamos.

 

-¡Quedan cinco minutos!-Oí decir a una chica. Un grito fuerte y sonoro, junto con un sonido de algo caerse y romperse pudo escucharse.

 

-¿Qué ha pasado?-Fui directo hacia donde provino el ruido, todas rodeaban al causante de este. Era la actora que realizaba el papel de príncipe, estaba tirada en el suelo realmente pálida.-¿Qué ha ocurrido?

 

-La pierna.-Dijo llorando.-Me torcí al pierna, me duele.-Al dirigir mi mirada a su pierna, observé con que brusquedad estaba doblada. Me dolió hasta a mí.

 

-¡Llevadla a la enfermería!-Un grupo de las alumnas la llevaron entre todas en brazos al lugar que indiqué.

 

-¿Quién hará de príncipe ahora?-Preguntó aparentemente preocupada Miller.-¿Quién… me besará ahora?-Me miró de reojo, tentador.-Profesor, usted es el único que se sabe todos los guiones, debería ser usted el príncipe.-Me susurró.-¡La obra está perdida sin usted! ¡Por favor!-Me suplicó con actuada preocupación y tristeza.-P…Por favor…-Pareció estar a punto de romper a llorar.

 

-¡Por favor profesor!-Me suplicó otra alumna, junto con muchas otras, que trataban de consolar a Miller.

 

Muy bien. No sé como pude acabar aceptando a hacer de príncipe, pero cuando me di cuenta ya estaba haciéndolo delante de todos. La mirada de la directora cada vez me inquietaba más y más.

 

El tiempo pasó demasiado rápido. Toda la obra pasó realmente rápida. Era el momento del beso. Tenía que levantar la vitrina de plástico que cubría a Miller, y besarle, o al menos fingirlo. La levanté, y me quedé mirándole. Realmente me hipnotizaba su belleza de travesti.

 

Debí quedarme demasiado tiempo mirándolo, ya que comenzaba a escuchar susurros.

 

-Bésame ya, joder.-Me susurró Miller con molestia.

 

-¡No! ¡Yo soy Blancanieves!-Gritó una chica… Arthury. Mierda. Sacó una espada, ¡una de verdad!-¡Ella es una farsante!-Se acercó corriendo, ¿qué demonios iba a hacer esta psicópata? Levantó el arma.

 

Iba a cortarle el cuello.

 

-¡Que le corten la cabeza!-Saqué la espada de juguete que tenía en el disfraz, deteniéndola. Aunque se partió, sirvió para parar el ataque. La obra se estaba yendo al garete.-¿Qué haces, príncipe? ¡Yo soy tu novia!-Al mirarla a la cara, parecía la verdadera bruja de Blancanieves. Iba a gritarle que parase, pero miré al público. Estaba gritando de euforia, más animado que nunca.

 

-¡Dale fuerte, príncipe!-Gritó Rui con otras chicas.

 

¿Creían que esto era parte de la actuación? Luché con mi penosa espada, o lo que quedaba de ella, con Arthury, hasta que se rompió por completo. Cogí la vitrina.

 

-Lo siento Arthury.-Le susurré golpeándole en la cabeza con la vitrina, se desmayó.

 

-¡Ganó a la Bruja!

 

-¡Qué la bese! ¡Qué la bese!-Gritaron refiriéndose a Miller. Di unos pasos hacia el muchacho travestido. No era capaz de besarle, no podía. Ni ahora ni nunca. Soy demasiado tímido.

 

-Eres un tonto.-Miller se levantó, besándome delante de todos muy… descaradamente.

 

Estaba tan rojo, que seguramente me camuflaría con la ropa de Honneko. Él se separó, mirándome con una sonrisa.

 

-No fue tan difícil.-El corazón me latía tan rápido me puede que se me saliese del pecho.

 

-Muy buena la obra, ¡fantástica!

 

Se me heló la sangre al escuchar esa voz, miré al público, buscándola. Y allí lo vi, con una sonrisa en los labios mientras aplaudía en primera fila, al muchacho de cabello largo y rubio de ojos dorados, que me rechazó hace unos meses.

 

-Vicent.-Fue lo único que pude decir.


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