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Más allá del jardín de rosas descoloridas por Sweet Honne

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Ya habían pasado tres días desde mi llegada al internado. Observaba como las alumnas nadaban en la piscina, jugando con una pelota de playa. No tenía el más mínimo interés en ellas.

 

Os estaréis preguntando: ¿Cómo has acabado aquí, siendo un profesor de matemáticas?

 

Muy simple.

 

Aún hace calor, por lo que la piscina está abierta a las alumnas que no están en el club de natación. La climatización de la piscina no está disponible a las que están en el club, por lo que las chicas solo se bañan cuando aún estamos a altas temperaturas.

 

Por otro lado, el profesor de natación aún no había mostrado la menor señal de vida en el lugar, y los demás profesores dio la casualidad que no sabían nadar, únicamente yo.

 

¿O quizás no querían estar vigilando a un puñado de chicas en bañador? Posiblemente tendrían otras cosas que hacer, menos yo, que apenas tengo vida social.

 

La pelota de playa cayó cerca mía, mientras estaba leyendo un libro.

 

-¡Profesor!-Escuché decir a una de las alumnas, era morena, con el cabello largo castaño hasta por debajo de la cintura.-¡Láncenos la pelota, por favor!

 

Hice lo que me pedían, les arrojé la pelota. Estuve dispuesto a seguir leyendo, hasta que escuché unos pasos.

 

-Parece que se lo pasan bien.-Dijo con su típica sonrisa Honneko. Llevaba unos pantalones cortos anchos azules, con una camiseta de tirantes negra y un chaleco corto blanco. Se sentó a mi lado, en las gradas. Aún me costaba hacerme a su esencia.

 

-P…pues sí.-Desvié la mirada hacia otro lado, su pecho plano ahora era mucho más notable solo con esa camisa de tirantes, pero también lo era su estrecha cintura.-¿No vas con ellas?

 

-Ojalá.-Apoyó los codos sobre sus piernas, colocando su cabeza sobre sus manos.-Pero no puedo.

 

-¿Por qué? Seguro que te lo pasarías bien con ellas.-Me sorprendí a mi mismo, estaba entablando la conversación más larga de mi vida, exceptuando las veces que hablaba con Vicent. Un cosquilleo de tristeza me recorrió el cuerpo al recordarle. La miré directamente.

 

-Tengo Hidrofobia.-Me correspondió la mirada.-De pequeña estuve a punto de morir porque me ahogaba en el mar. Desde entonces le tengo mucho miedo al agua. Además, no sé nadar.

 

Mis ojos no pudieron mantenerse fijos por mucho tiempo, miré a otro lado. No era capaz de verla directamente si ella también me correspondía la mirada.

 

-Es una pena.-Fue lo único que logré decir tartamudeando.

 

-¿Y usted por qué no se baña con ellas? –Me pareció algo rara esa pregunta, era obvio que mi deber era vigilarlas, no bañarme con ellas.

 

-No me gusta demasiado el agua.-Honneko quitó la cabeza de sus manos, aún mirándome.

 

-¿usted tampoco sabe nadar?-Me preguntó inocentemente ladeando la cabeza, de nuevo me notaba la cara arder.

 

-Por supuesto que sé. Sino no estaría aquí.

 

-Vaya…-Paseó su vista por el lugar.-No se ofenda, pero usted es algo aburrido.-He de admitir que me sentó mal eso.-¡N-no lo digo con malas intenciones!-Me aclaró nerviosa, debió de reflejarse en mi cara que no me gustó que me dijese eso.-Pero… es demasiado serio. Trate de sonreír un poco.-Tras unos segundos de incomodidad, volvió a sonreír.-Es solo mi opinión, no tiene por qué hacerlo sino quiere.

 

Se levantó de la grada, se colocó el pelo detrás de la oreja.

 

-Me voy a terminar los ejercicios que usted mandó, hasta luego Eunices.-Mi cara ardió todavía más, mientras ella se marchaba.

 

Pasaron varias horas, hasta que todas las alumnas se fueron de allí. Tras marcharse la última, dejé el libro sobre la grada, para poder recoger la pelota que utilizaron, también los flotadores, y demás cosas. Ya era de noche, serían las ocho o las nueve.

 

Tras estar todo perfectamente en su lugar, me dirigí a la salida, apagué la luz y cerré la puerta. No tenía por qué cerrarla con llave, ya que la puerta carecía de cerradura. Me marché hacia mi habitación.

 

En aquél internado tanto las alumnas como los profesores debían vivir allí de lunes a viernes, pero los fines de semana debían irse a sus casas.

 

A punto de girar el pomo de mi habitación, me percaté de que me había dejado el libro en las gradas.

 

A paso rápido volví al lugar. No podía dejar mi libro allí, en absoluto. Estuve por entrar en la sala de la piscina climatizada, pero una repentina luz dentro del lugar me paralizó.

 

¿A quién se le ocurre venir a estas horas a la piscina? ¿Serían los demás profesores divirtiéndose a mis espaldas? Lo dudo, pero no descarto la idea.

 

Abrí la puerta lentamente, listo para regañar a cualquier alumna que haya podido entrar sin permiso en el lugar. Esperé unos segundos, quería pillar a quién sea desprevenido. Entré sigilosamente, pero lo que vi me descolocó completamente.

 

Era Honneko, pero iba solo con la parte inferior de la ropa. Unos pantalones ajustados, que parecían unos boxers… ¿de hombre? La vista me empieza a fallar gravemente.

 

Ella caminaba por al lado de la piscina, demasiado cerca del borde.

 

<<¡Si no se aleja puede caerse!>> Pensé recordando que ella tenía fobia al agua.

 

-¡Honneko!-Grité llamándola, debía de evitar que cayese dentro de la piscina y se ahogase, ¿cómo se le ocurre ir así, aquí, y ahora? Ella se giró a verme.

 

-¿Eunices…?

 

Me horroricé al ver como al intentar voltear hacia a mí, resbaló cayendo dentro de la piscina. Sin pensármelo dos veces me tiré a por ella.

 

Buceé hasta ella, cogiéndola con un solo brazo, nadé hasta llegar a la superficie. Estaba demasiado tranquila, ¿y si ya se había ahogado y estaba inconsciente?

 

-¡Honneko!-No se movía, tenía los ojos cerrados, y lo peor era que no respiraba. Estaba realmente asustado, la zarandeé, pero no daba respuesta. Sin tardar un solo segundo, la llevé fuera de la piscina, dejándola en el suelo. Pude ver lo plana que estaba, más de lo que pensaba.-Honneko.-Dije en un susurro. Estaba muy alarmado. No se inmutaba. Puse el oído en su pecho, para comprobar si aún le latía el corazón. Todo estaba pasando demasiado rápido. Gracias a dios, aún estaba viva, pero no respiraba. Le hice el boca a boca desesperado.

 

Noté como unas manos frías y mojadas tocaban mi cara, tomándola. Mis labios se separaron de los de la chica, la cual me miraba con una sonrisa triunfante.

 

-Profesor pervertido… -Ella acariciaba mi mejilla, para después pasar sus helados dedos por mis labios.- ¿Qué se supone que hace?

 

Me quedé sin palabras. No entendía que estaba sucediendo.

 

-Está todo mojado por mi culpa, lo siento.- Su voz sonaba más grave repentinamente. Se iba levantando mientras yo me iba apartando poco a poco de ella, pero antes de que me pudiese alejar más de ella, me agarró del cuello de la ropa, acercándome a ella. Estaba confuso, muy confuso. Estuvo por decirme algo más, pero la puerta se abrió.

 

Percibí como una increíble fuerza me lanzaba hacia la piscina, y como me hundía en sus profundidades. Me tapaban la boca, Honneko me tapaba la boca con gran fuerza. Intenté escapar de su agarre, pero no podía. Era mucho más fuerte de lo que parecía.

 

El aire comenzaba a faltar de mis pulmones, me estaba asfixiando. Alguien se asomó a la piscina, pero luego se marchó. Se apagaron las luces. Ya no podía aguantar más la respiración.

 

Honneko me soltó. Desesperado nadé hasta estar fuera del agua. Por fín, aire.

 

Sali de la piscina, mi respiración estaba muy alterada, había tragado mucho agua por lo que estaba tosiendo. Al cabo de unos momentos salió Honneko, apoyó la cabeza en el borde de la piscina mirándome.

 

-¿Estás bien?-Su voz volvió a sonar femenina y dulce.

 

-¿Qué eres? –Logré decir entre bocanada y bocanada de aire que tomaba.

 

-¿Cómo qué que soy? Siento como si me llamases monstruo o algo por el estilo.-Salió del agua para ponerse a mi lado.

 

-Sabes nadar. Me mentiste.-Le dije semiacusándola.-Para empezar, ¿por qué vas así vestida?-Se me quedó mirando, a continuación, empezó a reírse.-¿De qué te ríes Miller?-Dije molesto, ¿se estaba riendo de mí?

 

-Perdón, perdón…pensé que ya te habías dado cuenta.-Poco a poco, dejó de reírse.-¿de verdad no te das cuenta, profesor?

 

-¿De qué debería darme cuenta?-Me levanté del suelo, estaba realmente enfadado.

 

-De que no soy mujer.

 

Eso lo explicaba muchas cosas, como el por qué no se bañaba, el por qué me atraía de esa manera, el por qué iba así vestido. Pero no explicaba lo que acababa de ocurrir.

 

-Pero sabes nadar.

 

-Claro que sí, es más, hacía natación de pequeño. Yo no soy la persona que le tiene fobia al agua.-La última frase sonó realmente sospechosa, pero no le di importancia.

 

-Pero hace un momento… Te ahogabas.-Me percaté de que me había engañado.

 

Cada vez estaba más confuso.

 

Al día siguiente, no era capaz de mirar “hasta-ayer-supuesta-chica”. Aún estaba muy confuso. No alcancé a comprender por qué actuó, ¿solo para besarme? No creo que esté enamorado de mí. Lo más probable es que notase que me gustaba, por lo que decidió reírse de mí haciendo eso. Pero mi mayor duda era, ¿por qué se viste de chica? ¿y por qué está en un internado de chicas? No lo entendía, pero tampoco se lo pregunté. Durante las clases, no podía ni si quiera decir su nombre mientras pasaba lista.

-¿Luise Smith?

 

-¡Presente!

 

-¿Jessica Monroe?

 

-¡Aquí!

 

-¿Ho..Honn…?-Solo salían susurros de mi boca, no podía mencionar su nombre.-¿Honneko…M-Miller?

 

-Aquí estoy, señor profesor…-La miré, pudiendo ver como terminaba la frase con una palabra muda.

 

Pervertido”.

 

Estaba completamente rojo.

Notas finales:

¡Al final subí otro más hoy! No me puedo creer que ya tenga comentarios el mismo día que lo subo. Eso me ha animado a subir otro más.

Gracias a las personas que leen mi historia, se los agradezco muchísimo.


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