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My beautiful love por Suzuki Sakamoto

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Notas del fanfic:

Una vez más ToraxSaga, pero es inevitable no escribir de ellos, puedo estar en cualquier lugar y las ideas vienen a mi mente. Sé que "Disfruto" de hacerlos sufrir y que el final es algo confuso, pero bien, es lo que ha salido luego de un fin de semana.

Este fic como todos los ToraxSaga que he escrito -Que por cierto no son muchos.- es nuevamente para mí geme <3

Aquí es como sigo, esperando sentado tu regreso. Observando sin punto fijo, dejando que los días transcurran uno a uno sin vivir. Ya no vivo. No vivo porque ya no estás. En ocasiones intente buscarte, yendo a cada uno de los sitios que compartíamos. Así tal vez te encontraría, encontraría la  paz que se me había arrebatado de un instante a otro. En tan sólo un cerrar de ojos tú ya no estabas a mi lado, ya no podía sentir el tibio de tu cuerpo, escuchar el timbre melodioso de tu risa, simplemente no podía reflejarme nuevamente en tus pupilas.

 Estuve en la librería donde te conocí, tras aquel gran estante de libros viejos, aquellos que nadie compra por sus portadas desgastadas, por sus hojas llenas de lágrimas de alguien más, aquellos llenos de historias aún detrás de sus letras. Ni el perfume de ti en aquel pasillo. Te busqué, recorriendo cada metro, no sólo mis ojos te buscaban, mis brazos te esperaban, anhelando tu regreso. Una vez más no te encontré, te has perdido entre los miles de individuos que vienen y van a metros de mí. Luego de meses sigo sin poder encontrarte, sin poder inundarme locamente entre tus labios.

Mi amor inmedible mantiene una gran esperanza, mientras mi razón indica que lo mejor es olvidar y seguir. Simplemente no puedo, me he quedado estancado en un poso de recuerdos, tanto míos como tuyos… Nuestros. En mi cabe la esperanza de volvernos a ver, temo que si me alejo, puedas regresar y yo no lo note, eso me derrumbaría: Saber que una vez más estás a unos pasos de mí y no puedo tenerte, simplemente el hecho de pensarlo me deja en la nada, con una desesperación inimaginable.

Mis sentimientos podrían ser confusos, pero no sucede, no es así. Tengo claro que sólo deseo verme a tu lado a una vez más. ¿Echarte de menos? Ello lo hago, te extraño, así como extraño la felicidad que me otorgaste y es que uno puede enamorarse locamente como lo hice yo de ti. Incluso antes de saber tu nombre yo me había enamorado inmensamente de aquella bella sonrisa, de tu asentir constante, de ese lunar que me llama incesantemente, el que se encuentra justo en el blanco de tu dulce cuello. A ojos de cientos puedo verme como un loco obsesionado ¿Pero qué puedo hacer? Respóndeme, dime que puedo hacer cuando te has llevado parte de mi vida contigo, y no exagero al afirmarlo. Simplemente respondo con sinceridad a mí mismo… Me haces falta.

Las calles son frías, y los días agitados parecen no terminar. La presión a mi alrededor es agobiante, no tengo respuestas que me brinden un poco de tranquilidad, sólo tengo esta necesidad de ti, este amor y esta esperanza firme como el hierro.

Los latidos de mi corazón te llaman constantemente y en mis sueños noche a noche apareces. Esto comienza a desgastarme al grado de no saber que a hacer. Una fuerte presión se apodera de mi pecho, justo donde estás clavado, de dónde nunca podré dejarte escapar, tú recuerdo se mantiene latente, por más atardeceres que pasen. Simplemente no  puedo olvidarte. Extraño tu sonrisa, extraño toda tu esencia, todo lo que te conforma. Te extraño a ti, mi Taka-chan.

 

— Tu aroma… Sobresale en el lugar. Es tan fresco y cálido al mismo tiempo. — Halagó Shinji con completa naturalidad al encontrarse de espaldas al castaño que indagaba con la mirada un gran estante de libros de segunda mano. Aquellas palabras habrían sorprendido a Takashi, al grado  que si llevara algún libro entre sus manos este hubiera caído de aquellas pálidas palmas por la sorpresa  y el claro sobresalto que el pelinegro generó en su persona.

 

… Yo… Eh… — Takashi no pudo formular una respuesta coherente, lo único que pudo hacer fue girarse levemente para encontrarse con aquella persona que le sorprendía a media tarde. Justo cuando su hora de descanso se encontraba en curso. Generalmente dejaba la comida de lado para visitar la librería que se encontraba a unas cuantas cuadras del Jardín de Infantes en el que trabajaba. Si bien su salario daba para adquirir libros actuales, o los más promocionados en el comercio, él prefería ir a aquella sección prácticamente olvidada en la librería. Cuatro grandes anaqueles se encontraban repletos en su totalidad de libros sino antiguos, si de segundo uso. Libros que pocas personas adquieren por su nada llamativa apariencia. Por su parte Shinji mostró una sonrisa tras curvar escasamente los labios, dejando ver calidez en su rostro. Esta sonrisa que era completamente para el castaño que en aquel momento se encontraba con el avellana de sus ojos.


No digas nada, no hace falta. Sólo acepta tomar un café conmigo. No me conoces, pero podemos hablar de… ¿Libros? — Aquello era algo que en verdad descolocaba. Demasiada iniciativa por el más alto de ambos y Takashi sin saber cómo responder, este rápidamente se sonrojo de manera tenue, no lo esperaba. Simplemente asintió y posteriormente musitó una respuesta que no había siquiera considerando, así fue como aceptó pronunciando un «sí» antes de irse del lugar  rápidamente. No pudo más que observar su rostro en el momento en el que se encontraron, obviamente le recordaría después de tan «Atrevida» invitación.

Si bien el rubio no era alguien que frecuentaba aquella librería, hacía bastante tiempo que hacía acto de presencia en dicho establecimiento, todo con tal de encontrarse con aquel chico del que su piel parecía perfecta tal cual como la porcelana. No se acercaba a él, sólo lo observaba, no perdía dato alguno de su persona. Disfrutaba de su sonrisa, como de su rostro iluminado cuando adquiría un libro que al menos a su parecer era lo que había buscado, aún fuera bastante difícil de comprender él se estaba enamorando de aquella dulzura del contrario.

Al día siguiente el castaño no apareció. Tristemente Shinji regresó a su trabajo que se encontraba a unas cuantas cuadras.  Esperaba verlo y llevarlo en unas horas más a tomar aquel café, no sabría cómo llamarlo, como iniciar una conversación en la que el ajeno se sintiera cómodo. Sinceramente se encontraba nervioso como nunca antes se había encontrado, fue así como se dio cuenta que el día anterior había sido bastante atrevido, sin embargo, no perdería aquella esperanza de verlo al día siguiente.

 

Pensé que no volvería a verte, tenía miedo de haberte asustado, seguro tenías una mala impresión de mí, pero al encontrarme frente a ti me era imposible detenerme. De mi boca salían palabras que ni yo mismo elegía. En verdad tuve miedo de no verte una vez más.

 

 

Mmm ahora qué lo pienso no sé tu nombre. — Mencionó Saga con un tono elevado justo para que el chico a unos pasos delante suyo pudiera escucharlo, era el mismo rubio de hacía dos días. Los papeles habían cambiado en aquella tarde. Llamó una vez más al no obtener una respuesta. — ¡Tú! ¡El chico del café! — Nada más había pasado por su mente para llamarlo, este detuvo su paso y le observó, de inmediato sonrió sin antes responder.



Pensaba verte ayer, aunque la invitación sigue abierta. — Aclaró de inmediato, no dejaría pasar por nada aquella oportunidad de tenerle un par de minutos a su lado, frente a él. Así fue como pudo apreciar más de cerca el hermoso color chocolate de sus ojos, el perlado de su dentadura cuando sonreía. El chico delgado peinó levemente los cabellos cercanos a su oreja izquierda, ellos que caían con naturalidad cuando este asentía.

 

Mi nombre es Takashi. — Se presentó, nerviosamente justo como el día anterior. Aquel chico rubio sin más actuaba y él ni su nombre sabía; creía que lo correcto eran las presentaciones. El contrario sonrió de inmediato y correspondió la reverencia que el castaño se había encargado de formular instantes atrás.

 

¡Cierto! — Exclamó Shinji cayendo por fin en cuenta que había ido demasiado rápido. —  Mi nombre es Amano Shinji. En verdad es un gusto. — El menor de ambos sonrió con suavidad y tras un asentir continuó su paso, dirección a aquella librería a la que entró como todos los días de su semana; excepto los sábados y domingos. Amano le siguió sonriente, parecía un infante con juguete nuevo, no le dejaría ir tan fácilmente ¡Vaya manera de darse a conocer!

Aquella tarde no dijeron mucho, sin embargo sus nombres ya los sabían. La conversación que abordaron fue bastante vaga, pocos datos, pocas sonrisas, pero una gran sorpresa por parte de ambos, ya que tanto el uno como el otro podían llevar bastante iniciativa al hablar.

 Algo sobre una relación no se comentó aquel segundo día, pero sí la posibilidad de verse los día contiguos. No era algo formal, aunque Shinji así lo deseaba, no obstante, sería paciente, si antes se había tomado el tiempo para atreverse a acercarse al de ojos de chocolate, no le costaría tanto poder esperar para ser algo más, de ello simplemente no dudaba, se encontraba seguro de lo dicho. En su mente viajaba una cantidad considerable de pensamientos, tanto positivos como negativos, surgían respuestas que no podía responderse incluso aunque pasarán días. No se arriesgaría si tenía que hacer algo lo haría bien –Sin perder aquella tenacidad que le caracterizaba.-

Takashi siempre había sido un alma inasible hasta que se topó con el rubio. Nadie podía lograr lo que él ocasionaba, siquiera se podía igualar un poco. Tal vez era ello le que le atraía a Saga, Tora no tenía el mínimo miedo de expresar cuanto era el interés que en él había nacido por el castaño. 

 

Tenía aquella forma de llamarte: Indicándote con mi índice que te acercaras. No podía encontrarme un segundo más sin besar tus cálidos labios ¿Y tú cómo respondías? Lo hacías con aquella sonrisa que iluminaba todo a su paso, derrochando todo la dulzura que tu cuerpo emanaba. No podía dejar de verte, te observaba en cada momento como cazador a su presa y es que deseaba devorar cada parte de tu ser.

Entre nosotros las promesas llegaron, prometimos amarnos y jamás mentirnos. Lograríamos que nuestros días fueran inolvidables, no tenías que esforzarte ni un poco, con verte sonreír cuando te encontrabas entre mis brazos, ello para mí era suficiente.

 

En un inicio pensé que aún eras estudiante. —  Mencionó Tora, ese era el sobrenombre por el cual ahora lo llamaba el mismo Takashi.

 

¿Uhm? Para nada, sólo tú te puedes tener ese tipo de ideas, Tora. — Dijo sonriente el menor tras una baja risa. Claro que la forma en la que vestía podía confundir a cualquiera, a pesar de su edad el diariamente vestía de manera cómoda, ya que su trabajo así lo requería: Con una camisa blanca acompañada de un suéter un tanto  holgado que hacía juego con su corbata y pantalones de tono negro. Al contrario del castaño, el rubio portaba hermosos trajes que le hacían ver bastante elegante. Tora entornó los ojos y sonrió de inmediato. No era su culpa ver al otro de aquella forma en un inicio. Su rostro perfectamente cuidado le hacía ver como alguien menor, agregando a ello su delgado cuerpo, su apariencia era de alguien que no excedía los 20 aunque esto así fuera.

Sin perder más tiempo aprovechó que se encontraban prácticamente solos en la librería y tras tomar al menor de una mano lo acercó hacia su cuerpo. Una vez sus rostros a pocos centímetros robó un beso de sus labios, este era suave y un tanto superficial pero era sólo el inicio. A los escasos segundos, si acaso un par de ellos, inició un nuevo beso el cual era completamente distinto, este era sumamente intenso. Claro era cuanto había extrañado rozar los delgados labios del castaño y el simple hecho de tenerle cerca no le permitía resistirse a los mismos. Takashi sin dudar respondió intentando igualar aquella  intensidad, misma que para nada le abrumaba, aunque evidentemente le había sorprendido. Se estremecía, cada parte de su cuerpo sentía un ligero revoloteo, aquellos labios llegaban a ser una verdadera delicia y la intensidad con la que estos se manejaban nublaban los sentidos, en aquel momento aquellos labios color cereza lo habían dejado tan perdido que no sintió el brusco movimiento que lo colocaba entre uno de los libreros y el cuerpo de su pareja. Shinji fue considerado a los segundos; no podía dejarle escapar, pero tampoco podía llegar a más, aquel detalle lo tenía contemplado, fue así como aflojó un poco la corbata ajena y desabotonó los primeros botones de la camisa de su novio. Una vez la piel expuesta se encargó a devorar la misma en húmedos besos que generaban gemidos largos en el castaño que intentaba callarlos, acción que le era sumamente imposible. El tibio de su respirar chocaba con los cabellos cercanos al oído de Tora, esto en vez de conseguir que se detuviera sólo le incitaban a continuar, dejando un par de hematomas sumamente pronunciados en el pálido cuello del más bajo.

Saga apenas podía repartir caricias al contrario, prefería afirmarse a sus hombros, rozar su cuello en ocasiones, hacia lo mismo con sus cabellos, los despeinaba un poco para asegurarlo a sus labios, no quería tenerlo lejos un solo momento, pero a pesar de ello deseaba detenerlo. Su cuerpo como el impropio no se detendría, siempre ese par quería más y más, llegando a saciarse el uno del otro hasta que sus cuerpos se encontraran aperlados por el sudor, sus cabellos húmedos fueran un desorden y sus labios al igual que sus cuerpos se encontraran enrojecidos de tanto amarse. Siempre con aquella intensidad que antes no habían conocido. Una locura era la que los invadía al sentirse.

 —… Espera un poco… Vamos a casa.  — Masculló Saga mientras besaba los labios ajenos. Sus manos habían descendido por la ancha espalda de Tora, acariciaba cada centímetro que era cubierta por ese saco de suave tela del que quería deshacerse, deseaba arrojarlo a cualquier sitio, sólo así podría apreciar aquella perfecta piel que llenaba de candentes besos cada una de las noches.

En aquel instante Tora no respondió, no podía separarse de aquella persona frente suyo. Sus labios se movían con facilidad y sus manos recorrían sin pudor el cuerpo de su castaño. Como le fue posible Saga generó un poco de espacio entre sus cuerpos - al interponer las palmas de sus manos sobre el pecho impropio.- pero no de sus labios.

Vamos, Shinji… — Repitió una vez más el menor. En su voz claramente se escuchaba un ligero jadear. No se podía evitar reaccionar con aquel hombre.

La casa de cualquiera de los dos se encontraba demasiado lejos, a más de 20 minutos sino es que más. Ninguno podría esperar aquel tiempo, pero existían sus trabajos, no es que fuera una opción hacerlo en la calle, ¿Pero ir al banco? No, no era buena idea ir al empleo del rubio, pero sí al de Takashi. Sin demorar Saga arregló un poco sus ropas y tras tomar la mano de su novio caminó intentando no verse tan desesperado. Ambos se miraron de manera cómplice al salir de la librería y continuaron hasta llegar al Preescolar. En aquella hora no se encontraba nadie en el instituto, las áreas se encontraban completamente despejadas de cualquiera que les pudiera molestar, con excepción del encargado de seguridad, este que fue engañado por el mismo castaño que ponía de pretexto necesitar unos cuantos papeles.

 Aquel pequeño salón se encontraba repleto de colores, una de las paredes con dibujos de los pequeños que estaban a cargo de Takashi aunque estos no se podían apreciar debido a las persianas que se encontraban bajas. A pocos pasos de la puerta se encontraba el escritorio de Saga.

No habían transcurrido más que milésimas de segundos y Tora sin cuidado alguno estampó el delgado cuerpo de Saga sobre la madera de la puerta, esta con dicha acción se cerró dejando escuchar un portazo. Saga se quejó pero lo disfrutaba, ello se apreciaba con claridad en sus pupilas. No perderían tiempo, no lo harían. El rubio comenzó a devorar aquel cuello que antes había enrojecido sin reparo, ¿Pero sus manos se quedaron quietas? ¡No! Este sin dudar comenzó a acariciar el cuerpo de su pareja, tocaba todo a su paso, esas piernas que le enloquecían, su diminuta cintura, ahí fue en el lugar que se detuvo antes de llegar a su pecho.  

 

—… ¡Puedes ser más cuidadoso, Shin! — Exclamó Saga, en un susurro.

Aquel pedido suyo ambos sabían que no era cierto, no tenía un poco de verdad, no era lo que Saga esperaba o necesitaba en aquel preciso instante. Sus cuerpos estaban tan acostumbrados a amarse de una manera brutal, en la que tanto el uno como el otro terminaban sumamente agotados, con marcas que llegaban a desaparecerse a los días o semanas, estas nunca eran visibles y las que si no eran más que simples marcas amoratadas sobre sus cuellos generalmente.


— Niega que te gusta.
— Masculló Shinji. Era evidente que aquellas palabras no necesitaban respuesta, él conocía esta perfectamente.

En el tono de ambos al hablar se podía percibir la pasión que les invadía por dentro, todo ello que en aquel instante parecía desbordar cual volcán en erupción. Las primeras prendas que cayeron al suelo fueron las de Saga, su pareja no desperdiciaría aquella oportunidad que se les era puesta en las manos con tanta facilidad. Ya sin las prendas inferiores dedicó nuevamente caricias a aquellas blancas piernas que lo llevaban al borde de la locura. Se ayudó de una de sus rodillas para que el trabajo de separarlas fuera tan brusco como su amado amante le gustaba. Saga gimió como reacción, esta no fue la única: Comenzó a frotar sus miembros con descaro, pero necesitaba como el ajeno deshacerse de aquella tela; debido a esta su cuerpo aún no ardía como de costumbre. Conforme los besos avanzaban y las caricias no cesaban al encontrase con la piel desnuda de ambos cuerpos, Saga tomó a Tora de los hombros, lo miró a los ojos, logrando así un fuerte contacto visual. Con la mirada decía todo, manifestaba cuanto lo necesitaba, necesitaba que estuviera dentro de su cuerpo, que lo hiciera vibrar sin contemplaciones.

 

— Hazlo, Shin... ¡Mierda!  ¡Métemelo! — Aquellas palabras eran similares una orden y Tora las disfrutaba. Amaba verlo tan deseoso, que usara aquel lenguaje que se hacía presente sólo cuando lo hacían. Rió corto y lo tomó de las caderas para sostenerlo, así lo elevó levemente para penetrarlo –Sí, sin prepararlo siquiera.-

 

… ¿Así es cómo te gusta? — Preguntó jadeante el rubio, pero justo antes de saber la respuesta del castaño, tomó a este de los glúteos los cuales separó para entrar completamente, de manera brusca y sumamente dolorosa para el que se encontraba frente suyo con los ojos escasamente cristalinos.

—… Sí, así… Muévete, Shin… Vamos muévete... — El rostro de Saga se encontraba enrojecido. Sus pómulos colorados lo hacían lucir hermoso, pero nada más atractivo que sus labios ligeramente entreabiertos, pidiendo ser besados.

Amano lo besó de manera demandante, justo cuando las penetraciones iniciaban contra su  dulce cuerpo. Era estrecho y más aún en aquella posición. Saga se sostuvo firmemente de sus hombros y como le era posible ocultaba sus labios sobre la piel del cuello impropio, lo besaba, lo lamía, también llegaba a morderlo y succionarlo generando un poco de presión al dejar sutiles marcas. No había centímetro de su piel que no rozara con sus carnosos labios. El aroma de la piel de Shinji era exquisito, atrayente, algo adictivo que no se puede dejar en ningún momento.

La calidez de sus cuerpos iban en aumento, los gemidos no cesaban así como las penetraciones se hacían más certeras, daban en el punto exacto en el que el castaño perdía la cordura, no decía nada, sólo gemía y gemía sin temor a que alguien los escuchará y ello era lo mejor. La adrenalina de saber que alguien se encontraba a metros de ellos era lo que les incitaba a no detenerse y no lo hicieron no se detuvieron por nada.

La espalda de Shinji a igual que parte de sus brazos y hombros comenzó a ser marcada por su pareja. Innumerables rasguños sobresalían en su piel y esto le volvía completamente loco. Con dicha acción su novio le hacía saber cuánto era lo que disfrutaba al estar a su lado, de aquella forma que lo hacía prácticamente gritar en ocasiones. No dudaría mucho si a Saga se le ocurría gemir como acostumbraba. El descaro en su hablar y gemir era propio de la escena, y sus labios no paraban de emitir hermosos gemidos que a los oídos del rubio eran verdaderas melodías.

Las respiración  de ambos comenzaban a tornarse un tanto agitadas, y sus cuerpos no cesaban aquellos movimientos que casi desde el inicio se habían vuelto bruscos, Saga sentía que se partiría en dos en cualquier momento.

—… Vamos, Taka… No gimas tan fuerte. —Y aquellas palabras era como  si el rubio no las hubiera pronunciado, el contrario no dejaba de gemir, claro que amaba aquellos gemidos, pero necesitaba callarlos un momento. Saga lucía tan vulnerable y tan apetecible al mismo tiempo, mismo por lo cual no dudo de su siguiente acción, que supuestamente era una forma de «Castigo» para el menor: Sus manos que antes sostenían las piernas de Saga fueron hacía sus glúteos en los cuales enterró sus uñas sin consideración siendo así una mejor opción para que las penetraciones fueran más profundas una vez que hubo separado su trasero.

 

—… Sabes que…  No… Puedo evitarlo… S-shin. — Las palabras entrecortadas tenían coherencia, pero eran tan excitantes a los oídos ajenos que el orgasmo estaba próximo, ya no se podía evitar, menos con aquellos movimientos que dejaron seca la garganta del menor de ambos.

Sus cuerpos al llegar al clímax se encontraban llenos de marcas, tanto de hematomas en el cuello de ambos, como de largos y marcados rasguños en las blancas piernas de Takashi…Los brazos y la espalda del rubio se encontraban igual, algunos rasguños incluso habían sido demasiado profundos que no simplemente dejaron la piel enrojecida, sino también, con ligeros rastros de sangre.

La esencia de ambos se encontraba entre sus cuerpos agitados. Tora no tardó en salir con suavidad del interior de Saga y  sin mencionar nada lo besó con extrema dulzura. Lo hacía justo como cuando se besaron por primera vez. Quien estuviera a pasos de ellos podría notar que aquel beso iba cargado de completo amor, después de todo ellos eran uno solo. Una sola alma. El castaño correspondió encantado a aquel beso. Se sostenía de la cintura impropia para que sus cuerpos no se separasen.

Algunos «Te amo» y palabras similares en momentos chocaban contra sus labios, estos no sólo se besaban, el escaso curvar de los mismo dejaba apreciar un par de sonrisas sumamente cómplices. Las caricias hicieron su aparición nuevamente, pero eran caricias suaves, recorrían partes de su anatomía y sacaban muy bajos gemidos, el estremecimiento no cesaba, cada vello de su piel se erizaba, era un escalofrío tan placentero el que los invadía que difícilmente uno se atrevería a terminar aquel apasionado beso.

Podría decirte que ese fue uno de nuestros mejores días. Me hacías tan feliz que no deseaba por nada que te apartaras de mi lado. Pensé que era lo suficientemente bueno para ti, pensé que había hecho lo correcto y que nunca te irías de mi lado… No fue así… Sin embargo te espero con un intento de sonrisa que no se compara a las que mostraba al tenerte frente, mi amor.

Notas finales:

Sería bueno saber si les ha gustado, ello se los agradecería.

:3 ¡Saludos!


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