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El amor que solo soñé por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Pues hola, bienvenidas de nuevo. Aqui les dejo el nuevo capitulo un poco descorazonada, me faltan lectoras que se toman la molestia de dejarme un mensajito y eso es un poco triste. La alegria de un escritor de fan fics es la acogida de los que leen y eso se expresa a traves de sus mensajes. Lo desmotiva a uno dedicar tanto tiempo a escribir para que de las muchas personas que leen solo unas cuantas se animen a escribir aunque sea unas lineas.

 

A las que siguen fieles, gracias por su apoyo, les dejo el nuevo capitulo y espero les guste.

 

El mar tiene un sonido embriagador que incita al que cerca de el transita, a detenerse y observarlo en todo su esplendor. Los ojos azules como el cielo que miraban el pacifico movimiento de las olas aquella mañana, se encontraban lejos, muy lejos . Donde el dolor y la ausencia de los que amaba no pudieran dañarlo.

 

—Su alteza, el capitán me pidió que le informara que ya estamos cerca de la costa de Tengoku.

 

—¿Tan rápido? —Preguntó Nowaki sorprendido, y giró su cabeza para notar a lo lejos el imponente puerto del reino al que ahora pertenecía.

 

—Si su alteza. —Le respondió el marinero— . El capitán navegó a toda marcha desde nuestra salida. Como usted le dijo que quería llegar rápido. Además la costa de Tsuki no esta tan lejos de la costa de Tengoku, al llegar al puerto el resto del viaje deberá hacerlo en carruaje.

 

Nowaki asintió, miró de nuevo hacia el puerto con cansancio. —¿Mi... esposa?

 

Le preguntó sin verlo.

 

—Aun esta en el camarote señor, la mucama me dijo que no ha despertado.

 

Nowaki suspiró con alivio, no quería un encontronazo con Yayoi tan temprano. Tenia suficiente con los acontecimientos de los días anteriores. Después de la vergonzosa forma en la que le había hecho el amor, pensando en Hiroki. Vino el decepcionante hecho de que ella solo había utilizado eso para convencerlo de volver al palacio.

 

Nowaki se sintió lleno de ira y los insultos no se habían hecho esperar. Había vuelto al palacio dejándola  en aquel lugar y cuando ella por fin había regresado él ya estaba terminando de hacer su equipaje.

 

—Regresamos a Tengoku.

 

Le dijo con una profunda rabia, que no le dio pie a la princesa para protestar. Todos se quedaron sorprendidos con la repentina partida y por mas que Yayoi trató de disimular, alegando extrañar su hogar. Para todos fue obvio que el que quería marcharse era Nowaki y que ellos habían tenido un enorme altercado.

 

El Rey les ofreció uno de sus barcos para evitarles el largo trayecto a caballo y Nowaki agradecido aceptó. Ni siquiera había atendido a las preguntas altaneras de su esposa ni a sus insufribles protestas. Una vez en el barco,  la había dejado en el camarote y de inmediato se perdió en la  proa de la embarcación, donde pasó gran parte  del tiempo. Llevaban casi dos días navegando. Nowaki no había visto a su esposa en todo aquel tiempo.

 

Lamentaba no poder ir a su hogar, no poder ver a sus hermanos ni a su padre. Le dolía no poder visitar la tumba de su madre, pero no quería ensuciar ese recuerdo con la infelicidad que llevaba en su corazón. Pisar los lugares donde fue feliz, con ese dolor que lo consumía seria un error. No quería perturbar la felicidad de sus hermanos, que recién casados y enamorados como estaban, debían estar probando las mieles del amor. Para que iba a ir él a llenarlos con su amargura.

 

Cuando el barco atracó en el puerto, causó conmoción. El estandarte del reino de Tsuki ondeaba en su mástil, todos sabían que allí venia gente importante.

 

—Alteza, la princesa aún duerme ¿quiere que le avisemos del arribo?

 

Nowaki vio el puerto, con su muchedumbre anónima moviéndose sin parar. Se le antojó relajante meterse entre la ajetreada multitud y convertirse por un rato en uno mas.

 

—No, déjenla descansar. Iré a caminar un rato y cuando regrese si aun no despierta,  yo mismo le avisaré que ya llegamos.

 

El marinero asintió y bajó el puente para que Nowaki descendiera del barco.

 

******

 

—Los salones del recibidor necesitan cortinas nuevas y tal vez una alfombra. También podríamos llevar cojines para los muebles de la estancia de visitas, a esa sala le hace falta color. Quisiera comprar cosas para la cocina y para Mayumi ella se porta muy bien conmigo, también para Kohana. Tal vez unos vestidos nuevos,  los que tiene ya están muy gastados.

 

Hiroki iba haciendo una lista con todo lo que quería comprar, comentándole a su esposo todo lo que pensaba necesitaba su hogar. Pero Shinoda parecía mirarlo distraído. El castaño seguía con la lista, deseaba poner la fortaleza deslumbrante para la llegada de su madre. Se había despertado incluso antes que Shinoda y cuando se asomó por la ventana del carruaje sonrió al ver que ya el mar podía vislumbrarse.

 

Habían pasado todo un día detenidos por una rueda rota, durmieron al cobijo de las estrellas y para Hiroki había sido toda una aventura, recordando cuando acampaba con Kazumi. Shinoda al principio se había puesto irritable por el retraso. Había reñido a Tetsuya por no estar pendiente, pero todo su enojo se había esfumado al ver que Hiroki disfrutaba como nunca de la aventura. Procurando mantenerlo cómodo se quedaron en el campo,  mientras el cochero cabalgaba a un poblado cercano para arreglar la rueda.

 

Finalmente el cochero había vuelto, pero ya el anochecer les impedía hacer arreglos en el carruaje. Durmieron bajo las estrellas y muy temprano Tetsuya había arreglado el desperfecto.

 

 

—Todo un día perdido. —Se quejaba Shinoda y Hiroki solo lo miraba sonreído.

 

Shinoda estaba agotado por la vigilia de estar pendiente por si algo o alguien se disponía a lastimarlos. Se había dormido ya en la madrugada cuando Tetsuya se despertó para hacer él la guardia y dejar a su amo descansar. Se había despertado despuntando la mañana,  encontrando a su esposo pensativo mirando por la ventana.

 

—¿En que piensa mi pequeño príncipe?

 

Hiroki le había sonreído con ternura. —Me trae buenos recuerdos este lugar.

 

La emoción que sintió Shinoda no cabía en su pecho, porque de alguna forma aquellos buenos recuerdos también lo incluían a él.

 

Ahora ya estaban por llegar al pueblo y Hiroki entusiasmado le hablaba y hablaba y el solo podía pensar en lo feliz que en ese momento era.

 

—¿Shinoda me estás escuchando?

 

Le preguntó Hiroki al verlo distraído, pensado que quizás se estaba excediendo un poco con la lista de compras. Shinoda sonrió y besó la punta de su nariz con una graciosa mueca.

 

—Cortinas para las salas, alfombras también y no olvides los cojines porque a nuestra casa le falta color. Vestidos para Kohana y Mayumi ¿olvidé algo?

 

Hiroki rió contento. —Tonto. —Le dijo empujándolo levemente entre risas.

 

Cuando llegaron, lo ayudó a bajar del carruaje. Mientras Hiroki  acomodaba su ropa un poco deslucida por el largo viaje. Shinoda le impartía órdenes a su cochero.

 

—Tetsuya, ve y consigue dos carretas y contrata también a algunos hombres. Llevaremos varias cosas y necesitaremos ayuda para cuando lleguemos a la fortaleza.

 

El hombre asintió. Hiroki miraba  a su esposo interrogante.

 

—Vamos a comprar la cuna y los muebles del bebé y también quiero comprar otros para la casa. Quiero que tu mamá este tranquila y vea que te tengo viviendo como un príncipe merece. Además tu llegada le ha dado luz a nuestro hogar y quiero que luzca tan radiante como tú.

 

Hiroki sonrió hermosamente, con solo imaginar la cuna para su hijo y la aventura que tenia por delante, decorar su hogar algo que por primera vez podía llamar suyo.

 

Se internaron en el tumultuoso centro del puerto, allí los grandes almacenes ya habían abierto sus puertas a la vorágine de compradores. Y fue entonces cuando alguien los vio. La mirada perdida de un hombre que no se creía tal vileza de la vida. Nowaki no daba crédito a sus ojos.  Era él, era Hiroki,  e iba tomado de la mano de un hombre que le sonreía y lo miraba como si él fuera el centro de su mundo.

 

Tenía ganas de salir corriendo y volver al barco. No podía soportar ver la indescriptible belleza que iluminaba a Hiroki. Su hermosa sonrisa deslumbrante, radiante. Mientras él se hacía pedazos por dentro, mientras él se derrumbaba al ver su pequeña barriguita reluciendo entre sus ropas.

 

Los siguió y llegó hasta un gran almacén, muebles finamente tallados se exhibían por doquier. Había una enorme cantidad de personas mirando, comprando.  Ellos también estaban mirando todo, cuando un hombre los abordó.

 

—Amo, encontré dos buenas carretas, pero los trabajadores se niegan a hacer negocios conmigo. Quieren hablar con usted señor.

 

Shinoda arrugó el ceño. —Seguro porque quieren más dinero.

 

Miró a Hiroki con algo de aprensión. —Necesito conseguir el trasporte para todo esto o no podremos llevarlo hoy y luego será un engorro que llegue a tiempo ¿Te importa si te dejo solo un rato mientras voy y arreglo esto?  Puedes ir mirando y comprando lo que te guste, pero por favor no te muevas de aquí.

 

Hiroki asintió obediente y Shinoda besó sus manos cariñosamente. —No tardaré.

 

El príncipe, se movió con soltura por el enorme lugar. Un vendedor le acompañaba anotando en una hoja todo lo que Hiroki iba encargando. Se tardó unos minutos mirando las cunas hasta que encontró la que deseaba. Tallada en fina madera, delicada y hermosa  sin ser ostentosa, era perfecta para su bebé.

 

Ya iba a llamar al vendedor que se había entretenido con la multitud de clientes, cuando alguien entonces lo jaló de la mano cubriendo su boca. Se internaron en la oscuridad de unos pasillos.  Nadie los vio salir del lugar entre el alboroto de gente. Hiroki iba asustado, pero aun así cooperaba, no quería que nada malo le pasara a su bebé. El hombre lo llevaba apretado a su pecho y corría con rapidez, sin un rumbo aparente. Se metieron por unas solitarias callejuelas y llegaron a un claro desolado, lleno de arena y áridas plantas, con un camino que descendía hacia una serena playa.

 

—Se le ve bien su alteza.

 

Reconoció la voz de su asaltante antes de que este lo soltara y el pudiera darse la vuelta para mirarle.

 

—No...Nowaki... —Murmuró sin aliento.

 

Allí frente a él estaba el dueño de sus sueños y de sus pesadillas, el padre del bebe que crecía en su interior, el único hombre al que había amado jamás. Estaba aterrado y conmovido. Estaba destrozado y furioso. Quería abofetearlo y besarlo hasta que ya no tuviera más vida que la que vivía en sus sueños tras aquellos ojos azules.

 

Se miraron durante largos segundos. Nowaki no sabia que hacer con sus manos. Si lo tocaba, si llegaba a rozar su piel, se lo llevaría. Lo raptaría llevándolo muy lejos donde nadie los encontrara jamás.

 

Ambos tenían sentimientos ambivalentes. Tanto que decir y tanto miedo a escuchar. Un amor tan perfecto como el de ellos, nacido de la más pura inocencia. Con recuerdos tallados en sueños, con besos y caricias que gritaban esperanzas. Pero que se había enturbiado por las mañas del destino,  por su incurable afán de escribir los caminos con trazos disparejos. Tanto que perder si se decían las verdades, tanto dolor que soportar si volvían a las mentiras. Y fuese cual fuese el camino que escogieran,  ninguno de los dos ganaría, no aun, no en ese momento de la vida.

 

—Debo volver. — Murmuró Hiroki cuando pudo recobrar dominio de si mismo. No solo Shinoda se preocuparía si volvía y no lo encontraba allí. El simple hecho de estar a solas con Nowaki era peligroso para él y para su corazón.

 

—No. —Le dijo Nowaki tomándolo con fuerza por la muñeca.

 

—Por favor. —Imploró Hiroki sin mirarlo, sabiendo que si sus miradas volvían a encontrarse no podría contener el llanto que amenazaba con ahogarle.

 

Nowaki, sintió rabia, deseo, amor. Lo tomó por los hombros y lo sacudió con cierta brusquedad.

 

—¿Por que... por que no pudiste esperarme? —Le espetó con ira.

 

Hiroki lo miró aturdido ¿Cómo podía el venir a reclamarle eso?

 

—¡Tu debías casarte con ella!

 

Le gritó empujándolo con enojo.

 

Nowaki lo miró perplejo.

 

—¡¿Ya sabias que iba a dejarte, por eso te casaste con el primer mequetrefe que te encontraste? .!.. ¡Yo tenia que dejarte, maldición!

 

Hiroki sintió su corazón estrujarse, ante las palabras que a gritos salían de la boca de Nowaki. Ahora tenia la certeza, él iba a volver para dejarlo. No habrían disculpas, ni explicaciones, solo un triste adiós. Nowaki ni siquiera lo habría extrañado por su ausencia, pues incluso para él habría sido un alivio no tener que afrontar sus culpas.

 

¿Entonces que le reprochaba? ¿Acaso era tan retorcido que quería darse el lujo de haberlo dejado destrozado con sus palabras de adiós? ¿Que iba decirle? " Por cierto me acosté contigo pero también con tu hermana y decidí quedarme con ella" ¿Era esa la rabia que tenia el príncipe, que no había podido dejarlo por el suelo como él quería?

 

Llevado por la rabia, Hiroki decidió que lo heriría en su orgullo así como él lo había herido en su corazón. 

 

—Me case con la persona que amaba. Con el hombre con el que quería pasar la vida entera. Tu solo fuiste un capricho, un juego, una pequeña venganza porque él me dejó solo por un tiempo, llevado por las estupidas imposiciones de mi padre. Pero ya vez, ni siquiera él pudo separarnos.

 

Nowaki quiso llorar de rabia  y de dolor. Aquellas palabras no hacían mas que confirmarle que Hiroki no era quien él había pensado. Lo besó con toda la rabia que sentía, sus labios buscando arrancar aquellas palabras de esa boca que creía pura e inmaculada.

 

Hiroki recibió asustado el asalto de aquellos besos. Estaba imposibilitado para resistirse,  pues así como lo odiaba, lo amaba y su cuerpo, su corazón, necesitaban aquellos besos. Poco a poco la rabia dio paso a la pasión, el odio al amor, las mentiras a las verdades que estaban en ambos corazones. El beso se volvió suave, sincero. Envueltos en un calido abrazo se dijeron sin palabras cuanto se amaban.

 

Nowaki fue el primero en reaccionar, sintiendo que aquella debilidad de su cuerpo no era más que su profundo deseo de venganza. Lo alejó de sus brazos mirándolo con desprecio, pero también con nostalgia.

 

—No es tan bueno como amante ese esposo tuyo. Si así fuera no estarías allí todo complacido entre mis brazos. Como pude pensar que eras...

 

—¡¿Que era que Nowaki?! —Le gritó Hiroki lleno de resentimiento. —¿Un idiota, un ingenuo que utilizaste para satisfacerte y después dejarle? ¿Te duele que haya sido yo el que te usara y luego te olvidara? Tú no eres mejor que yo, así que ahórrate la  pose de victima, porque no te va.

 

—¡Yo te amaba!

 

Le gritó Nowaki desconsolado por el ataque de Hiroki.

 

—¿Por eso ibas a dejarme? ¿Por eso te ...?

 

Hiroki estaba alterado. Quería gritarle que el sabia que se había acostado con Yayoi y con él al mismo tiempo. Quería quitarle la mascara de victima y ponerlo en su lugar, pero un repentino mareo lo asustó, temiendo por la salud de su bebé.

 

Nowaki lo sostuvo sentándolo con cuidado en la arena.

 

—Respira despacio. —Le dijo con preocupación, estaba muy pálido. Todo aquello no podía ser bueno para alguien en su estado.

 

Nowaki supo entonces que no importaba nada de lo que se habían dicho, supo que lo amaba y que nada importaba, ni siquiera si llevaba en su vientre un hijo de otro. Se dijo a si mismo que no tendría vida si lo perdía.

 

Hiroki sollozaba silenciosamente. Nowaki se sentó a su lado cobijándolo entre sus brazos.

 

—Ven conmigo. —Susurró a su oído. —Nos iremos lejos donde nadie nos encuentre jamás, viviremos libres y dejaremos todo esto atrás.

 

Hiroki se separó de su regazo y lo miró vacilante. Seria tan fácil salir huyendo, olvidar a Kazumi, a sus amigos, a su madre, a Shinoda que le había tendido la mano cuando su vida parecía haberse terminado. Seria tan fácil olvidarlo todo y comenzar desde cero.

 

—Yo te perdono Hiroki, te perdono por este bebé, por haberte acostado con ese hombre. Este bebé será nuestro y olvidaremos todo lo demás. No habrá pasado Hiroki solo futuro,  solo tu y yo.

 

Hiroki sintió como la frágil burbuja de sus sueños se explotaba. Nowaki estaba allí con su pose de benefactor, perdonándolo... ¿Perdonándolo? ¿Acaso no era él, quien tenía que perdonar? ¿Que clase de hipócrita era ese hombre?

 

Lo empujó y se puso de pie con dificultad alejando su mano con un golpe cuando este intentó ayudarle.

 

—Gracias alteza por ser tan magnánimo. Pero yo no quiero su maldito perdón. Porque yo soy el que no lo perdona, yo no lo perdonaré jamás.

 

Nowaki se quedó en silencio mirándolo con desolación. Hiroki no renunciaría a nada por él. Hiroki jamás lo había amado como lo amó él.

 

—No vales nada. Anda... vete con tu marido pusilánime. Ojala te dure el entusiasmo. Aunque no lo creo, seguro muy pronto buscaras quien calme al cualquiera que llevas por dentro...

 

Nowaki no lo vio venir, el estruendo del bofetón resonó en el silencioso lugar que hasta ahora solo había sido perturbado por sus gritos. Nowaki se limpió el hilo de sangre que había dejado su labio partido. Lo tomó por los brazos y lo besó con fiereza, rápido y violento. Duró solo unos segundos, pero fueron segundos que valieron por una vida entera. Lo soltó con rabia haciéndolo trastabillar, aunque todo en él le rogaba seguir hundido en aquellos traicioneros labios.

 

Hiroki lo escupió con desprecio. —Te odio. —Le dijo entre lagrimas. —Ojala jamás te hubiese conocido.

 

Corrió con el corazón acelerado, estaba destruido, roto. Pensó que si  hubiese muerto en ese momento estaría agradecido con la vida. Entonces recordó a su bebé y se dijo que nada era más importante que él. Nowaki le había hecho un favor con su intempestiva y desagradable aparición. Había matado con su palabras el amor que le tenia convirtiéndolo en odio.

 

Logró llegar a la calle principal casi sin aliento. Caminó desesperado entre el tropel de personas y entonces oyó su nombre, en una voz que lo llenó de paz. Fue apresado en unos grandes brazos, en aquel pecho el corazón galopaba con violencia. Aquel hombre besaba su cabello con miedo, con devoción.

 

—¿Donde estabas pequeño, no te pedí que no te movieras del almacén?

 

Shinoda lo separó de su pecho mirándolo con intensidad, buscando cualquier signo de que estuviese lastimado. —¿Tienes idea del susto que me has dado?     

 

Hiroki estaba tan lleno de angustia, de rabia, de dolor. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su cuerpo comenzó a temblar. Shinoda se asustó al mirarlo tan frágil. Le murmuró palabras suaves,  mientras con besos tibios  limpiaba sus lágrimas. Hiroki cerró los ojos dejándose llevar. En su mente se apagó el bullicio de la gente, de pronto solo escuchaba el palpitar de su corazón. Solo sentía los calidos labios en su rostro. Con un sentimiento innoble de venganza deseó que Nowaki estuviera allí, quería que lo viera, quería que mirara como desde ese momento el decidía ser feliz.  

 

"Te odio y siempre te odiaré. Ojala nunca te hubiese amado"

 

Pensó con resentimiento cuando entreabrió los labios, aceptando un beso diferente de aquellos que acababa de recibir. Se dejó ir, borrando cualquier recuerdo de su mente y rogó porque la vida fuera finalmente benévola con él y lo ayudara a enamorarse del hombre que ahora lo besaba con exquisita suavidad.

 

La gente comenzó a reír, algunos silbaban con fuerza, otros aplaudían. Celebrando el amor en el medio del tumulto. Nowaki que cuando logró reaccionar por lo sucedido, sintiéndose culpable había corrido tras Hiroki,  llegó a tiempo para ver el dulce beso.

 

¿Cuánto más podría soportar su corazón? Pensó desgarrado. Hiroki le había llevado de la mano, por varios parajes de sus emociones. Le había llevado a tocar el cielo y lo había descendido hasta el más oscuro de los infiernos. Había tomado sus sentimientos y los había destrozado con sus finas manos. Viviría para siempre con el recuerdo del dulce ángel que atravesó su corazón con una espada llena de mentiras, de besos falsos,  de un amor irreal. Un amor que solo él soñó.

 

 

******

 

Misaki y Akihiko desayunaban en silencio cuando el toque de la puerta los sacó de sus pensamientos.

 

—¿Esperas a alguien? Porque Shinobu me dijo que no vendría hoy, tenia un compromiso con el Rey.

 

Akihiko negó con la cabeza, él no esperaba a nadie y con curiosidad fue a abrir.

 

Cuando abrió la puerta la risotada del rubio lo sobresaltó, en seguida la sonrisa de este se perdió.

 

—Capitán. —Saludó con seriedad a su cuñado y pasándole por un lado entró sin esperar ser invitado,  corriendo hacia su hermano que estaba en la entrada de la sala.

 

—Shinobu. —Le dijo Misaki al verlo correr hacia él. —¿Tu no tenias un compromiso hoy?

 

Para Misaki se hacia pesada la animosidad entre su hermano y su esposo.

 

—¡Carta de Hiroki! —Gritó Shinobu sosteniendo un sobre entre sus manos y brincando de alegría.

 

Misaki abrió los ojos con sorpresa y al instante estos se llenaron de lagrimas de alegría.

 

Shinobu lo abrazó con ternura.

 

—No llores tontito, vamos a leerla a ver que nos dice, seguro son buenas noticias.

 

Misaki le sonrió a su hermano, este tenia los ojos brillantes de lagrimas contenidas, por mas que se hiciera el fuerte el también estaba preocupado por su amigo y también estaba feliz por las noticias.

 

Akihiko le sonrió a su esposo, besándolo con amor.

 

—Aprovecharé para ir al palacio.

 

Misaki lo miro interrogante. Se suponía que ese día Akihiko no tenia nada pendiente que hacer. A menos que le hubiese mentido.

 

—Dijiste que no tenias nada pendiente en el palacio.

 

Akihiko se vio descubierto en su mentira, pues lo cierto es que tenia mucho pendiente. En unos días se celebraría una ceremonia importante, donde varios Reyes de las regiones circundantes vendrían al palacio y el debía desplegar todo un montaje de seguridad. Pero Shinobu no iba a ir ese día y Akihiko no había querido dejar a Misaki solo en la casa.

 

El silencio de Akihiko fue mas elocuente que cualquier palabra.

 

—Te quedaste para vigilarme. Querías cuidar que no cometiera ninguna torpeza.

 

Hasta Shinobu sintió la frialdad en la pose de su hermano, su profundo resentimiento. Incluso sintió que debía ayudar a su cuñado.

 

—Misaki cálmate, de seguro el Capitán solo quería pasar un rato contigo, estos días va a estar algo ocupado.

 

—Ve a la biblioteca Shinobu, espérame allí.

 

No pudo ni siquiera negarse pues la mirada de Misaki no admitía replica, jamás lo había visto tan iracundo. Le lanzó una mirada apenada a Akihiko antes de marcharse silencioso.

 

—No me quede para vigilarte. Me...

 

Misaki no quería oír excusas, estaba harto de ellas.

 

—Estoy harto de que me traten como si fuera incapaz de cuidar de mi mismo. Mi hermano tiene toda la vida cuidando de mi, y es algo que ya no puedo evitar. Pero tu Akihiko. Pensé que éramos un matrimonio, pensé que me tratarías como tu igual.

 

Akihiko trató de tomar su mano, trató de que entendiera su punto de vista, pero el se apartó mirándolo dolido.

 

—Si seguimos así esto no va a funcionar Akihiko. No soy de cristal, no voy a quebrarme y soy capaz de hacer cosas por mi mismo. Pensé que tu lo sabias.

 

Misaki se dio la vuelta para marcharse.

 

—Misaki yo...

 

—No... ahora no. Hablaremos en la noche. Ve a hacer tu trabajo de héroe y yo me quedare en casita protegido. No te preocupes.

 

Misaki desapareció por el pasillo tras aquellas amargas palabras y Akihiko no pudo hacer nada, pues sabia que había metido la pata. Se dio la vuelta y salió de la casa. Ya encontraría la forma de enmendar su estupidez.

 

—Fuiste un poco duro con él. —Le reprochó Shinobu al verlo entrar por la puerta.

 

—Tu no deberías escuchar tras las puertas. —Lo reprendió Misaki sentándose en un cómodo sofá.

 

Shinobu se sentó a su lado, mirándolo apenado. —Solo escuché porque no quería que te al...

 

—Si, si, no querías que me alterara, no me fuera a dar la estupida asma. —Le espetó Misaki entre dientes tratando de controlar su exasperación. —Mejor cállate y vamos a leer la carta antes de que te diga a ti también lo que mereces.

 

Unos minutos después, recostados en el sofá,  lloraban. No sabían si de alivio o de alegría. Hiroki les decía que estaba bien, les recordaba cuanto los quería y lo mucho que los extrañaba. Su amigo estaba a salvo y aunque no les hablaba de su embarazo si les decía que era feliz en su matrimonio. Los invitó a seguir en constante correspondencia a través del doctor Katsuro y ellos imaginaron que el esperaba su respuesta para invitarlos a su hogar.

 

—Seguro se siente avergonzado el muy tonto. Como si nosotros fuéramos a juzgarlo.

 

Decía Misaki apretando la carta a su pecho como si así pudiera abrazar a su amigo. Shinobu besó la frente de su hermano, notando que se veía pálido y cansado, tal vez la pelea con Akihiko y la emoción de saber de Hiroki, habían agotado finalmente sus energías.

 

—Vamos a escribirle a decirle que lo adoramos y que estamos felices por él y a pedirle que nos deje visitarle. Estoy loco por verlo con barriguita se debe ver adorable.

 

Decía Shinobu emocionado, mientras sacaba del escritorio de Akihiko, papel y una pluma. Misaki se sentó mirándolo complacido por la idea.

 

—Yo también quiero verlo, tengo tantas ganas de abrazarlo y de ver su barriguita. Es raro que no mencione la carta que le escribimos ¿Será que esa mujer no se la entregó?

 

Shinobu se encogió de hombros restándole importancia a aquel hecho que a él también lo intrigaba,  para no preocupar a Misaki.

 

—Seguro lo olvidó. En fin, ve escribiendo tú mientras yo preparo un te.

 

Misaki negó con la cabeza. —No, vamos juntos a la cocina y escribimos allá.

 

Misaki estaba en la mesa, garabateando la primeras líneas. Shinobu había puesto la tetera al fuego.

 

—¿Donde está el té de rosas que me diste el otro día?

 

Preguntó buscando en los estantes bajos.

 

Misaki lo miró pensativo.

 

—Creo que en la alacena de arriba. Akihiko lo puso allí, pues él me prepara uno cada noche antes de dormir.

 

—Te tienen consentido y te quejas. —Le dijo Shinobu con una gran sonrisa mientras se montaba en un banco para alcanzar la alacena.

 

Misaki lo miraba con sus ojos entrecerrados con molestia.

 

—No me quejo. —

 

Murmuró con un puchero mirando a su hermano reír. De repente el rostro de Shinobu se puso serio.

 

El rubio tenia en sus manos un pequeño envase que Misaki no había visto. Shinobu le dio la vuelta para observar mejor lo escrito en la etiqueta. Estaba molesto, su rostro lo evidenciaba. Le molestaba que su hermano no le hubiese contado aquello que suponía. Toda vez que en sus manos estaba el mismo polvo que mezclaba en su bebida cada mañana para no quedar encinta.

 

—No creo que me merezca tu desconfianza.

 

Le dijo Shinobu dejando el envase en su lugar y tomando el  recipiente donde estaba el té de rosas.

 

—No se de que hablas.

 

Le dijo Misaki con preocupación al verlo enfurruñado mientras preparaba el té.

 

—Si, supongo que el hecho de que tomes precauciones para no embarazarte, no es algo que debas  contarle a tu hermano.

 

Misaki se puso lívido y Shinobu supo en ese momento hasta donde se había equivocado. Trató de detenerlo balbuceando disculpas cuando este se subió al banco para tomar el recipiente que había visto su hermano.

 

"Formula anticonceptiva"

 

Leyó en silencio y su corazón se rompió en pedazos.

 

—Quiero que te vayas. —Le dijo a su hermano con una sombría mirada.

 

Shinobu trató de abrazarlo, pero este lo empujó con suavidad. Viéndolo con la mirada triste y llena de lagrimas.

 

—Misaki por favor cálmate, yo... Seguro es una equivocación...

 

—¡¿Que no escuchaste? Quiero que te vayas... No necesito tu maldita compasión, tu lastima. Estoy harto de todo eso. Estoy harto de ti, de Akihiko y de todos los que me tratan como un inútil como sino sirviera para nada... Lárgate!

 

Misaki estaba fuera de sí,  lleno de decepción y resentimiento.  Shinobu estaba entre la espada y la  pared, pero quedarse no era una opción. No con su hermano tan alterado. Se fue silencioso dándole una significativa mirada antes de irse.

 

El frasco bailó muchas veces entre las manos de Misaki, sus ojos perdidos en las letras que estaban en la etiqueta. Supuso que Akihiko pensó que ni para eso servia. Ahora no le quedaba dudas que el Capitán se había casado con él por lastima. Por hacerle un favor a su hermano, para salvarlo de un matrimonio arreglado. Por eso su frialdad al hacerle el amor, por eso sus cuidados excesivos, por eso no quería tener un hijo con él. Su matrimonio era una orden del futuro Rey supremo y supuso que Akihiko no había podido mas que obedecer.

 

Estaba tan conmocionado que hasta las lagrimas le abandonaron. Caminó hacia su habitación dejando el frasco sobre la mesa. Mientras llenaba la maleta con sus cosas, no pudo mas que pensar que de haberse casado con Haruhiko, tal vez no estaría sintiendo ese dolor en su corazón, pues sabia que este lo quería. A lo mejor con el tiempo él también hubiese llegado a amarlo.

 

Akihiko llegó a la casa cuando ya Misaki había terminado de hacer sus maletas. Estaba sentado en la pequeña sala mirando el fuego de la chimenea. Las danzarinas llamas lo tenían aplacado en su dolor.

 

El frasco estaba puesto sobre la mesa de centro y fue lo primero que Akihiko vio al entrar a la estancia. Aun podía oír los gritos y las recriminaciones de Shinobu. Así que decidió ser lo mas sincero posible, aunque significara lastimar mas a Misaki. Solo la verdad podría sacarlo del atolladero donde estaba.

 

—Tu padre me habló de tu problema para concebir, fue aquel momento cuando pidió hablar a solas.

 

Misaki lo miró sombrío.

 

—Me contó la verdad Misaki, y la verdad es que si puedes tener hijos pero es peligroso, muy peligroso. El te ama y no quería correr riesgos. Por eso me dio ese polvo.

 

Akihiko le hablaba  con serenidad, pero por dentro estaba asustado de perderlo por no haberlo dicho la verdad.

 

—¿Y tu Akihiko, tu me amas?

 

Akihiko se arrodilló frente a él,  al ver sus lagrimas.

 

—¿Como puedes preguntar eso? ¿Acaso no te lo he demostrado?

 

Misaki sintió por un momento que le decía la verdad,  pero solo fue un momento.

 

—No Akihiko, no me lo has demostrado. No confías en mi, me mentiste en algo tan delicado y me ibas a mentir por lo que durara nuestro matrimonio ¿Que pensabas decirme cuando me preocupara por no quedar encinta? ¿Mas mentiras?

 

 Se puso de pie. Akihiko estaba sin argumentos. Lo vio tomar las maletas y caminar a la salida.

 

—Misaki por favor.

 

Le suplicó con dolor, pero ni eso conmovió el corazón herido de su esposo. Misaki se dio la vuelta mirándolo con frialdad.

 

—Yo sabia Akihiko, siempre lo supe. Escuché  a mi padre diciéndoselo a mi madre un día. Pero no me resigne a creer como hiciste tu. Yo hable con el doctor Katsuro sin decirle a nadie, le pedí su opinión. El me examinó, le pidió opinión a un amigo que trabaja en una ciudad cercana y ¿Sabes que Akihiko? el doctor ese aprensivo, arcaico y anciano en quien tanto confía mi padre,  se equivocó. Yo estoy tan apto para tener hijos como cualquiera de los hombres de Tengoku, solo tengo que cuidarme un poco mas, pero es lo único.

 

Misaki se dio la vuelta y sin mirarlo le dijo mientras caminaba a la puerta.

 

—Si me amaras, si confiaras en mi, me habrías dicho la verdad y yo te hubiese dicho todo esto. Ahora es muy tarde.

 

Cuando Misaki cerró la puerta tras él,  lloraba de tristeza. Akihiko se quedó en silencio en medio de la sala, sin poder creer lo que acababa de escuchar.

 

Valen mas las verdades que callamos aunque duelan, que las mentiras que decimos por no lastimar.

 


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