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El Romance del Año por Tsuyume

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo mis bellas nenas. Un millón de gracias por sus bellísimos reviews. Lamento muchísimo la demora (yo que ustedes ya hubiera mandado al diablo a la escritora que me hace esperar tanto por un lemon). Así que, desde el más allá, he aquí la continuación de nuestra historia.

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Capítulo 3

“Será inevitable”

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Kasamatsu se sorprendió al oír su proposición. No creyó escuchar tan pronto algo así.

—Um. No pienses que me la paso haciendo esto… —el rubio se defendió de su mirada—. Te lo juro, nunca lo he hecho... —susurraba, mirándolo fijamente; destellando sinceridad—. Es sólo que... —sus brazos se aferraron más al cuello del pelinegro— …quiero dormir con Kasamacchi... —dijo, casi en un puchero, como si así terminaría de convencerlo.

Pese a que sus argumentos fueron por demás pobres, su tibio aliento fue lo suficientemente tentador como para hacer que Yukio quiera probar más de él.

—¿Quieres dormir conmigo?… —su voz sonaba grave, profunda.

—Hmm —asintió con la cabeza, a medida que Kasamatsu se acercaba a besar su mentón.

—¿Qué tanto?... —susurró, bajando a oler su cuello.

—Mucho... Mucho... —suspiraba entre sus besos.

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En el hall del departamento, bajo el tenue resplandor de las luces, todo lucía tranquilo y silencioso. Quizás, lo único fuera de lo común, era el saco negro que quedó olvidado en el suelo del ascensor.

El abogado jamás había hecho algo así. Lo último que buscaba después de una junta de trabajo era acostarse con su cliente. Y, sin embargo, en ese momento todo su juicio y sentido común se habían ido por la borda.

Habían comenzado en su auto. Luego siguieron en el ascensor, y continuaron hasta llegar a la habitación del modelo, en medio de besos y caricias desesperadas.

Tal vez más brusco de lo que imaginó, Kasamatsu tomó al rubio por los hombros y lo tiró sobre la cama, viéndolo extenderse entre las sábanas. Mientras, Kasamatsu aprovechaba para aflojarse la corbata, que ya sentía ahogando su respiración.

Sonrojado y respirando con dificultad, el modelo abrió las piernas para recibirlo, cuando vio que Kasamatsu regresaba con él. En seguida volvieron a unir sus bocas en un beso hambriento. Ryouta se desesperó cuando sintió la lengua del mayor acariciar la suya con la misma voracidad que él lo hacía. Más aún, cuando las manos del pelinegro se aferraron a la cintura de su pantalón, metiéndose incluso en el espacio que quedaba entre la ropa interior y la piel; comenzando a tirar de ellos.

—Aaahh… Kasamacchi —gimió.

Yukio pasó a besar aquel cuello, mientras el rubio jadeaba y cerraba los ojos con fuerza, al sentir como las manos de pelinegro lo despojaban bruscamente de su ropa. Primero, sintió como le quitaban su pantalón junto a su bóxer. Luego su sweater y su remera. Fue entonces, cuando Kise se vio totalmente desnudo frente a sus ojos metálicos. Y Kasamatsu no pudo hacer más que detenerse a mirarlo tendido en medio de la cama, con sus cabellos dorados desparramados en el almohadón y sus mejillas sonrojadas, jadeando en busca de aire, haciendo que su pecho suba y baje constantemente ganándose su atención.

La mirada de Ryouta brillaba con lujuria, lo cual sólo era más obsceno porque tenía las piernas abiertas. El pelinegro tragó duro cuando sintió su propio cuerpo reaccionar ante esa imagen. Estaba excitado.

Kise contuvo la respiración cuando lo vio desabrocharse el cinturón con prisa, para luego bajarse la cremallera y liberar su miembro erecto frente a él. Entonces no hubo remordimiento que pudiera contra los deseos de Kasamatsu. Mucho menos con los de Kise, que sólo abrió más las piernas cuando vio que el pelinegro terminó de quitarse los pantalones para después apretarse contra su cuerpo y volver a besarlo; dejando que sus miembros se froten en un sugestivo vaivén.

—Nnh… hmm…

Lo besó fuerte, al tiempo que acariciaba la suave piel de sus muslos. Sentía las manos del modelo subir a su cuello. Kise se aferró a su camisa, tirando de ella, descubriendo sus hombros, su espalda, su pecho. Ayudado por él, Kasamatsu terminó de quitársela, arrojándola en alguna parte de la habitación.

Los labios de Yukio bajaron al mentón del modelo, luego a su cuello, mientras una de sus manos se posó sobre su vientre, acariciando la piel que se exponía a su paso, subiendo cada vez más… Ryouta sentía erizarse ante sus besos y caricias.

—¡Nnnh…! —Kise gimió, al sentir un par de dedos atrapar su pezón.

La mente del pelinegro estaba tan nublada como su visión de lo que acontecía alrededor. Todo el ambiente se había hecho denso, aún con las tenues luces del cuarto, distinguía poco y nada. Tampoco le importaba hacerlo. Prefirió concentrarse en los quejidos y gemidos que se desprendían de los labios de Ryouta. Jamás una voz lo había excitado tanto.

—Haaa… Kasamacchi… —se revolvió entre las sábanas, moviendo sus caderas contra las del mayor. Apresando con su mano la cabeza del pelinegro, mientras éste besaba su cuello—. Ya no aguanto… métemela… por favor… —lloriqueaba, levantando la cadera, haciendo que su trasero roce contra el miembro del joven.

Kasamatsu le hubiera dado un golpe en la cabeza, por pervertido, de no ser porque él también quería dárselo; fuerte y duro. Fue entonces, que sus manos atraparon las piernas de Kise para sostenerlas con los brazos.

Dejó que su miembro jugara con la entrada del rubio sin penetrarlo, logrando, para su satisfacción, que el modelo volviera a soltar sus lastimosos quejidos.

—Por favor… por favor… por favor… Kasamacchi. ¡Hmmm! —fue lo último que dijo cuando sintió que Kasamatsu finalmente se había rendido a su pedido.

—Ahhg… Kise —su pecho se oprimió contra el del rubio, al sentirse completamente dentro de él; mientras su espalda era rasgada por las finas uñas del modelo.

Ryouta arqueaba la espalda y sus ojos se mantenían fuertemente entrecerrados, al tiempo que de su boca brotaba un quejido. Entonces la cabeza del rubio, y todo su cuerpo, comenzó a mecerse de arriba hacia abajo entre las sábanas, al ritmo de las embestidas de Kasamatsu. Él apenas abría los ojos, estaba muy excitado, la estreches de Kise lo enloqueció. Era caliente, húmedo… y lo suficientemente aprieto para hacerlo sentir como nunca nadie lo había hecho.

—Aahhh… ahh… ¡Ahh-! —de pronto, todo el cuerpo del rubio se contrajo cuando Yukio encontró su próstata—. ¡Hmm! ¡Kasamacchi! —sus manos se aferraron a las sábanas y la almohada, mientras el fuerte pelinegro comenzaba a golpear ese punto sensible.

—Nnh… aah… —era indescriptible la sensación de éxtasis, que le provocaba la estrecha cavidad del modelo a su miembro desesperado.

Bajo su cuerpo, el rubio abría la boca ante la falta de aire y la necesidad de gemir lo que su cuerpo sentía. El sudor comenzaba a bañar sus pieles, y la sensación estaba consumiéndolos de placer. A cada segundo, Ryouta sentía que el pelinegro entraba y salía, de él, más profundo y rápido.

—Vamos Kise. Vamos, vamos —animaba Yukio, con la voz entrecortada; sin dejar de golpear su próstata.

El rubio estaba extasiado, con la cara roja… Ya no podía con tanto placer. Se estaba quebrando. Solamente podía gemir con fuerza y aspirar bocanas de aire para no ahogar sus pulmones.

Estaba llegando, le faltaba tan poco.

Con cada golpe lo sentía más cerca... Esa explosión de placer.

Y Kasamatsu quería verlo. Quería verlo correrse sobre la tersa piel de su vientre.

—¡Ahh Kasamacchi...! ¡Me voy a...! ¡Aahhh! —Kise arqueaba la espalda, y apretaba el almohadón; conteniendo pequeñas lágrimas.

Entonces Kasamatsu pudo contemplar el rostro del rubio en el mismo instante en que estallaba su orgasmo. Las mejillas de Kise estaban rojas, calientes; casi tanto como su cuerpo, como su intimidad. Su boca se abría, liberando un grito ahogado; y sus ojos se cerraban con fuerza, derramando un par de lágrimas que quedaban contenidas en las comisuras de sus orbes doradas.

Cuando Kise sintió su cuerpo desplomarse en el colchón, después de su increíble orgasmo, sintió un apretón a sus caderas… La última embestida del pelinegro, más profunda que las demás.

—Nnnh nnh —Yukio no soportó mucho más.

Kasamatsu acababa dentro de Ryouta sin poder contenerse… Luego, su cuerpo se desplomaba sobre el cuerpo del menor, descansando la cabeza en su pecho. La respiración de ambos era irregular, sus cuerpos estaban transpirados y calientes, todavía sufriendo los espasmos del reciente orgasmo.

Todavía teniendo al pelinegro dentro suyo, Ryouta sentía su semen comenzar a correr lentamente por su entrepierna.

En medio del cansancio y la humedad, los ojos de ambos se cerraron, dando paso al sueño y la calma.

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Después de haber dormido como hacía tiempo no lo hacía, el joven modelo comenzaba a despertarse. Kise se removió entre las sábanas, hasta abrir perezosamente sus ojos. Entonces pudo ver a Kasamatsu, de espaldas a él, terminando de acomodarse la camisa dentro del pantalón.

—¿Ya te vas?... —preguntó suavemente, acomodándose en la cama.

—Hm. Lo siento. Tengo que estar en el bufet a las ocho —se disculpó sin mirarlo, concentrándose en el nudo de su corbata.

—Ya veo... —calló por un segundo—. Um… ¿Nos vemos a la tarde? —preguntó, algo dudoso de que aceptara, pero esperanzado en que lo hiciera.

Sin embargo, su primera respuesta fue el silencio y quietud de Kasamatsu.

—Escucha… —el pelinegro rascaba su cabeza, parecía indeciso—. Mierda… No sé cómo manejar esto… —se quejó, apretando sus puños, viéndose graciosamente frustrado.

Kise tomó la sábana, y enroscándosela en la cintura, se levantó de la cama para llegar con él…

—Me gustas… —susurró, abrazándolo por detrás, sorprendiendo a Yukio—. ¿Aún no te diste cuenta? —se quejó infantilmente.

Kasamatsu bajó la mirada y tragó duro. Bastaba oír su voz, pidiendo por él, para hacer que su respiración se agite y sienta un estremecimiento nacer desde el centro de su ser, lo suficientemente inmanejable como para hacerlo perder la cordura.

De pronto el pelinegro se giró, dejando a Ryouta expectante, para luego empujarlo junto con él de nuevo en la cama que compartieron. Erguiéndose sobre sus brazos, Kasamatsu veía fijamente la expresión en el rostro anonadado del rubio.

—Maldición… Te haría el amor ahora mismo —confesó, sonrojando y estremeciendo al modelo con sus palabras.

—¿Y por qué no lo haces?… —gimió, apresándolo con sus piernas.

—Porque tengo que ir a trabajar —rezongó, tomando los muslos del rubio para separarlo de su cadera.

—Eres demasiado serio, Kasamacchi —se quejó el rubio, inflando las mejillas.

—Es mi forma de ser —dijo orgulloso—. Además… ¿Qué es eso de “Kasamacchi”? —alzó una ceja incrédulo— Anoche sólo decías eso.

—¿Y no te gustó? —sonrió pícaro, dejando que sus ojos dorados brillaran tras sus largas pestañas.

Fue suficiente para hacer que el pelinegro desvíe la mirada a cualquier recoveco de la habitación, tratando, miserablemente, de reprimir su sonrojo con un ceño graciosamente fruncido. Ryouta sólo podía sonreír ante esa mueca tan divertida.

—Um. Le agrego el sufijo “cchi” a los nombres de aquellas personas a las que respeto —explicaba sonriente.

—¿Tú? ¿Me respetas a mí? —volvió a mirarlo para que note su escepticismo.

—Un poco si —le quiñó el ojo divertido.

—No me digas —alzaba una ceja desconfiado, siguiéndole el juego.

—Sí, de verdad —sonrió—. Tú te lo ganaste, Kasamacchi.

—Supongo que tendré que hacerme cargo.

—Claro, debes hacer algo con mis sentimientos —rió.

La frescura de su sonrisa, sus largas pestañas adornando una mirada que jamás creyó que lo verían despertar, fueron lo más hermoso y perfecto que Kasamatsu recordaba haber visto. Podía oír su corazón latir con cada una de sus miradas, acelerarse con sus sonrisas. Entonces, entendía que no podía arrepentirse de haber conocido a Kise.

Sus ojos claros se entrecerraban, al tiempo que oía las risas del rubio hacerse cada vez más suaves hasta desaparecer. En ese momento, sus miradas se cruzaban en la cercanía del encuentro, y mientras la mano de Kasamatsu apartaba algunos mechones de cabello tras la oreja de Ryouta, el rubio subía el rostro para acabar con la distancia de sus labios y besarlo. Sus narices se rozaron con la misma lentitud de sus bocas, y sus manos buscaron el cuerpo del otro sólo para sentirlo.

—Mmh… Kasamacchi… —llamó el rubio cuando Kasamatsu bajó a repartir besos en su cuello.

—¿Hmm?

—Ahora que te vas… ¿Cuándo nos volveremos a ver?

El pelinegro dejó de besarlo, para detenerse a pensarlo un segundo.

—Supongo que en cuatro o cinco meses —dijo como si nada.

—¡¿Qué?!

—No es cierto —rió ante el reproche del modelo, haciendo que este le muestre un notorio puchero por burlarse de él—. ¿Tienes algo que hacer al mediodía?

—No —se apresuró a responder.

—Entonces, ¿quieres venir a almorzar conmigo?

—¡Sí! —sonrió—. ¿En el mismo lugar de ayer?

Kasamatsu le sonrió, afirmando con la cabeza.

El rubio no dudó en acercarse hasta envolver el cuello del mayor con sus brazos y atraparlo en un beso. Kasamatsu no tardó en responder, pero, con poco tiempo, terminó por darle un último beso para luego separase. Finalmente, levantándose de encima del rubio, le regaló un “ya debo irme” para despedirse; obteniendo, claro, una gran sonrisa del menor.

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—Guardia periodística… guardia periodística… —susurraba en sueños.

Durmiendo sobre el volante de la camioneta en la que había estado de conductor, el joven paparazzi era despertado por los primeros rayos de luz. De pronto subía la cabeza sólo para encontrarse, sorpresivamente, con el abogado, justamente saliendo del edificio al que había llegado con el modelo la noche anterior. El pelinegro se rascaba la cabeza y miraba a su alrededor como si estuviera buscando algo.

—Maldición… ¿Dónde habré dejado mi saco? —se quejó sin poder recordar dónde lo tiró.

—¡Ahí está Kasamatsu-san! —se emocionaba el joven, buscando desesperadamente su cámara.

Justo cuando el pelinegro abría a puerta de su auto, el chico paparazzi había dado con su bendita cámara.

—Di queso~ —se burlaba, apretando el botón para tomar la fotografía, pero tan grande fue su somnolencia que no se dio cuenta que estaba al revés—. ¡Waahh! —se quejó tapándose los ojos, que habían recibido directamente la luz del flash.

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Kise sólo sentía ganas de sonreír.

Después de haber pasado una noche maravillosa con su abogado, simplemente se dejó caer pesadamente en el colchón; disfrutando del aroma de su perfume, del calor que aún quedaba en el lugar de su cama que el pelinegro había ocupado. Entonces todo le pareció perfecto.

En ese momento su celular sonó en algún lugar de la habitación, sacándolo de sus sueños.

Se arrastró por la cama hasta poder estirar su brazo y tomar su pantalón del suelo. Sentándose, sacó el móvil del bolsillo y atendió la llamada.

Kise, ¿estás llegando para el aeropuerto? Te estoy esperando —hablaba Moriyama.

—¿Qué? —Ryouta no entendía.

¿Aún no estás listo?

—Pe-Pero… ¿De qué estás hablando?

Como de qué, de tu viaje a Europa —reclamó—. No me digas que lo olvidaste. Pero si tú mismo me pediste que adelantáramos lo del contrato con la agencia para que tu viaje sea esta semana. Ya tengo todo listo.

—¡¿Qué?! —el rubio se quedó en shock.

Si no te das prisa no llegarás a tiempo. Toma algo de ropa y ven para el aeropuerto, después te comprarás más cuando llegues allá.

—No. Espera —se estaba desesperando—. ¡Es que no entiendes! ¡No puedo irme así como así!

¡¿Kise, qué rayos sucede contigo?! ¡Tú mismo me pediste que agilizara todo para viajar estos días!

—Pero es que… —no sabía qué decirle—. ¿Al menos puede ser después almuerzo?...

¿Es broma?  —se quejó—. Almuerzas en el avión. ¡No hay tiempo! ¡Ven de una vez! —ordenó Moriyama, cortándole el teléfono.

Kise se quedó sentado en medio de su cama, desnudo, sin saber qué hacer. Su mano dejó el celular en el colchón y pasó lentamente por el lugar, aún cálido, que Kasamatsu había dejado a su lado. Sentimientos encontrados se agolparon en su pecho, comprimiéndolo, dejándolo todavía más confundido. ¿Qué haría?

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Por muchas razones, siempre agradeció estar al frente de su propio bufet de abogados, pero el poder llegar tarde sin tener que rendirle cuentas a nadie era su favorita. Aunque no acostumbraba hacerlo, claro está. Kasamatsu solía ser el primero en llegar y el último en irse. Sin embargo, ese día había hecho una excepción.

Después de supervisar algunos de los casos más apremiantes de su equipo, el pelinegro avisó a su secretaria que saldría a comer al lugar de siempre.

Tal como le prometió a Ryouta, llegada la hora del almuerzo, Kasamatsu se dirigió rumbo al restaurant de Kobori, donde lo esperó…

Pero los minutos pasaron, y el rubio no parecía ser una persona puntual.

Finalmente, pasada la primera hora de la tarde, decidió llamarlo.

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—Por favor, apaguen sus celulares durante el vuelo —pidió la azafata.

—Pero… —Kise estuvo por quejarse, pues si apagaba el celular cómo recibiría cualquier llamado de Kasamatsu.

El rubio no supo qué hacer, y decirle a Yukio por teléfono que se iba a ir a Paris no le pareció buena idea… No obstante, si él lo llamaba, estaba dispuesto a explicarle como se merecía.

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—No contesta... —se decía el pelinegro, extrañándose; para luego cortar y continuar esperándolo mientras pedía algo para beber.

Los minutos… Las horas… Siguieron pasando…

Cuando volvió a ver su reloj, Kasamatsu comprobó que eran más de las tres de la tarde… Ryouta no apareció.

Desde lejos, su amigo Kobori lo vio más serio que de costumbre, y quizás hasta melancólico, por lo cual decidió acercarse a él.

—Oi... Kasamatsu... ¿Estás seguro de que aún no quieres comer? Tengo lista la especialidad de la casa para ti... —sonrío a su amigo, sentándose frente a él.

—No. Está bien... Se me fue el hambre... —Kasamatsu se levantó ante la mirada preocupada del castaño, y se fue del lugar dejando sobre la mesa la cuenta pagada de lo que tomó.

Había apagado su celular, lo había dejado plantado en el restaurant… era obvio que no tenía intenciones de verlo. Pero Kasamatsu necesitaba una explicación.

Ya era noche. Volviendo para su departamento después de intentar concentrarse en los casos que tenía pendientes, el pelinegro decidió pasar por el edificio del modelo. Primero probó con el comunicador de recepción, pero Kise no atendió. Entonces, Kasamatsu entró en el lugar y fue hacia el ascensor para subir directamente al departamento del modelo. Allí tocó el timbre y llamó a la puerta varias veces… pero igualmente nadie le abrió.

Se fue de allí aún más confundido de lo que estaba. Finalmente, llegó a su departamento y por pura inercia prendió el televisor. Después de un largo día, fue a tomar un baño.

Bajo el torrente de agua tibia, miles de posibilidades rondaron su cabeza. Recuerdos de una noche que desde ese momento le era imposible olvidar…

“Um, no pienses que me la paso haciendo esto… Te lo juro, nunca lo he hecho... Es sólo que... quiero dormir con Kasamacchi...”

“Haaa… Kasamacchi… ya no aguanto… por favor…”

“Me gustas… ¿Aún no te diste cuenta?”

“Ahora que te vas… ¿Cuándo volveremos a vernos?”

—Lo mismo te pregunto… Kise… —susurró el pelinegro, dejando que su cabeza se quede recibiendo el agua de aquella pesada lluvia—. ¿Cuándo?...

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Notas finales:

Lo sé, Tsuyume “la loca” se fue de vacaciones. Gomen por no sacar mi lado payaso, espero que no les haya afectado. De todas formas, saben que sus críticas siempre serán bienvenidas, mis bellas nenas e.e

¡Se las ama con todo el corazón por su eterna espera, por animarme con sus hermosísimos reviews! Me quito el sombrero ante todas ustedes *-* Volveré para continuar el fic (oh si, todavía falta lo mejor e.e). ¡La historia no puedo abandonarla, está en mis convicciones de seudo escritora! XD

Sin más, un beso enorme, espero les haya gustado. ¡Nos leemos, mis bellas nenas de Amor Yaoi! <3


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