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El Romance del Año por Tsuyume

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo (!). Aww. Qué bueno volver (siempre es bueno volver~).Y ahora, trayéndoles la conti de esta historia… Espero les guste.

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Capítulo 4

“Nueva vida”

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En la plenitud de la noche, la habitación parecía ser alumbrada sólo por el televisor que quedó prendido, además de la luz que llegaba de las luminarias de la ciudad.

Kasamatsu salía de la ducha, vistiendo unos pantalones largos, y con una pequeña toalla sobre los hombros. Sin darle demasiada importancia a su alrededor, sólo se dirigió al vestidor por alguna remera. Su vista cansada inspeccionaba el lugar, mientras sus manos hurgaban la ropa prolijamente doblada; sin mucho ánimo. Su mente se perdió en reflexiones…

No era como si Ryouta hubiera sido la primera persona con la que se acostaba sin esperar saber nada más de su vida, pero algo fue diferente aquella noche. La mirada del rubio se lo demostró. Jamás había visto ojos más hermosos, viéndolo con un brillo que destellaba algo más que placer. Difícilmente olvidaría su rostro cuando le estaba haciendo el amor. Y luego su sonrisa, y sus labios, declarándose igual de atrapado por ese sentimiento que comenzaban a descubrir.

Los brazos del pelinegro se irguieron contra la madera del mueble, mientras su cabeza bajó con frustración. Entonces, sólo suspiró derrotado. Se sentía tan confundido.

—Maldición... —no quería sentirse así, pero poco podía hacer por sacarlo de sus pensamientos.

¿Por qué se lo dijo? ¿Por qué le pidió que volvieran a verse, si luego iba a desaparecer? Kasamatsu simplemente no podía entenderlo.

“¿Y si le sucedió algo?”Alzó la cabeza y su ceño se frunció preocupado. Jamás había vuelto a contestarle una llamada; en su departamento no estaba… De hecho, nunca llegó a su encuentro.

Kasamatsu salió del vestidor y se apresuró hacia su cama, en donde había dejado el celular. Si no podía llamarlo, al menos pretendió probar con Moriyama. Él debería saber dónde estaba.

Sus dedos se deslizaron por la pantalla, buscando el número indicado. Pero entonces, los murmullos del televisor se hicieron sonoros, cuando aquel nombre llegó a sus oídos.

“¡Y es así! ¡El modelo, Kise Ryouta, ha viajado a Paris para una importante campaña!” De pronto, hablaba una voz proveniente del televisor.

Los ojos azules de Kasamatsu se quedaron, por unos instantes, fijos en la pantalla del móvil. No creyó haber oído bien. Entre la incredulidad y la duda, el pelinegro giró su mirada hacia el televisor. Su cuerpo quedó sereno y lo único que parecía moverse era su ceño, que se fruncía lentamente, con desconcierto.

“Parece que la fama de Kise-kun ha cruzado fronteras. Porque el chico de oro de las agencias de Japón fue convocado para la campaña de una importante marca parisina. Aquí tenemos su testimonio…” Anunciaba la columnista de espectáculos.

Fue entonces cuando, finalmente, pudo verlo.

Las imágenes eran seguramente de esa mañana. Usando anteojos oscuros, Kise caminaba por el aeropuerto, rodeado de periodistas, que le preguntaban acerca de su viaje y de sus expectativas con respecto a su nuevo proyecto, así como si volvería alguna vez a Japón.

“Kise-kun, ¿es verdad que el presidente de la campaña te llamó personalmente para pedir que fueras su nueva figura?”

“No. No sé de dónde sacan eso” Respondió amable, tratando de pasar entre ellos, recibiendo los flashes de las cámaras.

“¿Pero es cierto que piensas quedarte a trabajar allí?”

“Por el momento” Respondió sin más.

“¿Qué hay de cierto que te vas para evitar que se hable de ti y de tu romance con el productor de tu anterior campaña?” Preguntó otro.

“De verdad que no sé de dónde sacan eso” El rubio pareció molesto.

“¡Kise-kun, Kise-kun!” Lo corrió otro de los periodistas.

Pero, en ese momento, la pantalla del televisor se apagó, y toda la habitación quedó en silencio; sumida en la penumbra de la noche.

Ya no era confusión lo que se reflejaba en los ojos de Kasamatsu. El brillo de sus ojos azules se hizo opaco. Su ceño se frunció, y su rostro se tensó en una mirada seria. De pronto, la imagen que tenía de la sonrisa de Kise se hizo oscura, y todo lo que pudo recordar fueron sus palabras…

“Um. No pienses que me la paso haciendo esto… Te lo juro, nunca lo he hecho...”

Fue un idiota al creerle. ¿A cuántos les habría dicho eso? Kasamatsu no recordaba la última persona que lo hizo sentirse tan estúpido.

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Desde el palco de su habitación, Ryouta podía apreciar el anochecer de la ciudad; de aquel lugar que sentía ajeno y distante. Después de horas de viaje, finalmente él y Moriyama habían llegado a su destino.

La mirada del rubio se veía cansada, triste. Su día fue más agotador de lo que tenía pensado. Se lo repetía constantemente: no estaba donde quería estar. Ni todo ese lujo se comparaba con calidez de su departamento, aquella noche que Kasamatsu durmió con él… Los recuerdos se plasmaron en el brillo de su mirada asombrada. Se apartó del balcón para ir por su celular, y en seguida lo halló sobre su cama. Al encenderlo, se encontró con varias llamadas perdidas de un número desconocido… Estaba seguro que era Kasamatsu. Finalmente, sólo un mensaje:

“La próxima vez, búscate otro idiota para meter a tu cama”.

Sus ojos dorados se abrieron con sorpresa, cristalizándose al instante. Sintiendo pesado el corazón.

No podía estar sucediéndole eso.

Ryouta se apresuró a llamarlo. Tenía que darle una explicación. No podía dejar que se haga una idea equivocada. Porque, si de algo Ryouta se dio cuenta, fue que extrañaba su presencia como ninguna otra; así como ese calor que el pelinegro supo brindarle tan sólo con sus brazos.

Sólo quería estar con él.

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Recostado sobre su cama, una de sus manos subió hasta apoyarse sobre su frente, apenas ocultando su indiferente mirada. Kasamatsu podía oír de fondo el llamado de su celular, mas sin embargo, el pelinegro lo ignoró.

Ya era demasiado tarde.

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Kise intentó por varias veces más, y cada intento se hizo más desesperante.

“Contesta… por favor…”

Sentado sobre su cama, el rubio quedó solo, esperando por una respuesta que no llegó. Y no llegaría. Porque el orgullo de Kasamatsu estaba hecho trizas. Porque acababa de cortar el frágil lazo que desde esa noche los unió.

—Kasamacchi… —una lágrima corrió por su mejilla hasta perderse en el vacío—. No me odies… —lloró… Se había enamorado de él. Entonces lo entendió.

Kasamatsu había atravesado su vida mucho más de lo que hubiera imaginado. Incluso antes de darse cuenta, su corazón se quedó apresado a él. Porque, sin buscar razones lógicas, supo que estaba loco de amor. Lo sabía, lo sentía. Su cuerpo se lo gritó cuando, con la simple cercanía de Kasamatsu, sus latidos se aceleraron sin más; cuando sus ojos dorados se quedaron atrapados, eternos minutos, en la mirada de esos ojos azules; y cuando se sintió estallar sólo con sus besos.

Pero los sueños de aquella noche se desvanecieron. Y del calor de los dos, sólo quedó el de él.

Acaso, la soledad de aquella habitación, sólo hacía sentir, a Kise, más inmensa la sensación de verse tan solo… Demasiado grande era el vacío. En medio de aquel frío, las mangas de su camisa limpiaron sus lágrimas, mientras sus blancas manos cubrieron su llanto.

Si tan sólo, todo hubiera sido de otra manera…

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Con la llegada de un nuevo día, las oportunidades sobraban.

El joven e inexperto fotógrafo estaba ansioso por verlo salir. Sabía que descubrirlo junto al modelo sería su paso a la fama, un ascenso asegurado. Desde su camioneta, justamente estacionada frente al edificio del abogado; el joven paparazzi enfocaba la lente de su cámara hacia la puerta principal. En su rostro pícaro, una enorme sonrisa se dibujó, esperando por el momento en que salga aquel pelinegro que había seguido como toda una sombra. Pero entonces, en medio de su concentración, se vio interrumpido por el sonido de su celular.

“Tsk. ¿Quién será?” —Dejando su cámara, tomó aburrido el móvil para luego ver el número y sonreír al instante—. ¡Shin-chan! —saludó alegre.

Midorima —corrigió el editor de la revista, intentando sonar molesto—. Hmp. ¿Dónde demonios te metiste nanodayo? Hace un día que te fuiste para tomar las fotografías y aún no vuelves a la editorial… Estaba por llamar a la policía para que te busque en el río.

—Ha-ha. Qué gracioso, Shin-chan —ironizó molesto—. Olvídate de eso. ¡Estoy frente al hallazgo del año! ¡No lo podrás creer! —sonrió emocionado—. ¡Descubrí que Kasamatsu-san y Kise-kun están revolcándose en el departamento del abogado! —río pervertido.

¿Ah? —se extrañó el peliverde.

—¿Qué fue lo que dijiste?... —oyó de pronto, Takao, haciendo que congele su sonrisa y sienta escalofríos recorrer todo su cuerpo.

En seguida, Kazunari reconoció esa voz. Y estaba justo a su lado; podía sentirlo junto a la ventanilla del conductor. Era Kasamatsu.

Cuando se giró a verlo, el aterrorizado Takao vio al de ojos azules mirándolo fijamente, sonrojado y con el ceño demasiado fruncido para su gusto. El chico no pudo más que reír nervioso. No era la primera vez que espiaba a Kasamatsu, tampoco era la primera vez que el pelinegro lo descubría. Debía admitirlo, aún era un paparazzi bastante novato, en busca de una primicia que coloque su nombre entre los fotógrafos más destacados de la revista. Mientras tanto, del otro lado del teléfono, Midorima intentaba oír lo que estaba sucediendo.

Oi. ¿Qué sucede nanodayo? —inquirió molesto.

—Pásame con él —ordenó Kasamatsu, sin un gramo de delicadeza en su voz. Y con una mirada que sólo usaba cuando trataba con gente difícil.

—¡No! —se defendió Takao, a sabiendas de lo que les esperaba.

—¡Que me lo pases! —comenzó a tironearle aquel celular.

—¡Nooo! —Takao parecía exageradamente desesperado.

Finalmente, el abogado logró quitarle el celular de las manos, y en seguida se dispuso a enfrentar al peliverde.

—Mi-do-ri-ma —su voz sonaba por demás desafiante—, ya mismo eliminas lo que tengas de mí y del estúpido de Kise —exigió.

¿Kasamatsu? —intentó reconocerlo, para luego sonreír con malicia—. Hmp. ¿O sino qué?

—Tsk —el pelinegro no estaba dispuesto a jugar, llevaría eso hasta las últimas consecuencias—. ¿Quieres comerte un juicio, idiota?

Takao no hacía más que apretar los dientes y tomarse los pelos con histeria. Él no quería ir a la cárcel. Era demasiado joven y hermoso para terminar entre cuatro paredes sucias, con hombres malos.

Haz lo que quieras —sentenció Midorima—. Me quedaré con la primicia.

—Mandaré a tu novio a una estadía tras las rejas —amenazó, mirado fijamente a Takao, sólo para asustar al pelinegro.

Hmp. Quédate con él —dijo sin más. Pero en seguida esto fue oído por Takao, quien, de un segundo a otro, cambió su miedo por indignación.

—Ahhh… ¿A sí? —reprochó hacia el teléfono—. ¡Pues, muérete, Shin-chan! ¡Ahora mismo voy a borrar todas las fotos y te quedas con una mierda! —chilló el pelinegro, tomando su cámara y haciendo de inmediato lo que amenazó.

¡¿Qué?! —reaccionaba tarde, Midorima— ¡No! ¡Espera, Takao!

—¡Ya está! —sonrió victorioso.

¡Idiota! ¡Sólo lo dije para engañarlo! —reclamó el peliverde, dejando asombrado al joven.

—¿En serio? —susurró incrédulo, para luego sonreír enternecido; dándose cuenta de lo tsundere que podía ser su Shin-chan.

¡¿Ahora me quieres decir qué haremos sin esas fotos?! —vociferó iracundo, asustando al paparazzi.

Kasamatsu sonreía malicioso después de conseguir lo que quería.

Dejando a ambos en medio de su discusión, sobre quién tuvo la culpa por haber perdido la primicia de sus vidas, Yukio se fue hacia su automóvil, dispuesto a volver a su vida. No le era fácil pensarse sin Kise. Su presencia aún la sentía en el cuerpo; su ausencia se sufría… Pero había evitado verse en las portadas de las principales revistas junto a él, bajo el título de: “El romance del año”. Y quizás significaba eso. Haber terminado con lo que pudo haber sido algo más que un encuentro ocasional.

Cuando Kasamatsu quedó solo en su auto, puso sus manos sobre el volante, y suspiró con cansancio al entenderlo. ¿Qué sería de su vida a partir de entonces?

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Entre las luces y la ambientación del estudio fotográfico, los flashes de la cámara capturaban sus mejores ángulos, mientras él sólo posaba para la misma. Más allá de la belleza de sus facciones, Kise sabía resaltar la sensualidad de sus sonrisas; así como ese ángel en su mirada, que despertaba un brillo sin igual. Quizás, por eso, su fama como modelo se había elevado a escalones impensados.

Después de su trabajo para aquella campaña, el rubio había alcanzado notable prestigio en “La Ciudad de las Luces”. En el mundo del modelaje, sus viajes se multiplicaron por las principales ciudades del viejo continente. Pero aquella ciudad ya lo había adoptado como uno de los modelos mejor cotizados. Participaciones en importantes campañas publicitarias, desfiles de cientos de dólares, y eventos que sólo congregaban personalidades destacadas de la sociedad, eran moneda corriente en su vida desde hacía mucho tiempo…

—De acuerdo… —sonreía el fotógrafo, complacido con la profesionalidad del modelo—. Ya estamos —una última toma dio por terminada la sesión.

Ryouta sólo le sonrió en respuesta para luego ver hacia un costado, confirmando que su agente se había quedado a acompañarlo. Aunque, más que quedarse a esperarlo, el representante playboy se había quedado por alguien más.

Con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un vaso con café caliente, Moriyama sonreía de lado, intentando ligar con una linda vestuarista parisina, aunque ésta no parecía querer caer a sus pies. Tampoco entender su extraño acento. Debía admitirlo, aunque fue modelo, Moriyama nunca alcanzó la fama de Kise, y aún así, le gustaba impresionar a las chicas con eso.

Pero entonces, el rubio vio que finalmente terminó como siempre. La chica se iba y Moriyama caminaba hacia él con una mirada derrotada.

—¿Qué sucedió? —preguntó el rubio cuando su agente lo pasó sin más, para adelantarse.

—Me rechazó —dijo aburrido.

—Pfff —Kise contuvo la risa como pudo.

No era que no sufriera por su amigo y fiel compañero, pero todo ese circo ya se le había hecho tan común, que le encontró lo gracioso. Al fin y al cabo, Moriyama era un lobo solitario, al que sólo le gustaba una linda chica cuando la encontraba.

—Cállate… No es gracioso, Kise.

—Lo siento —sonrió.

—Bah. Es más de lo mismo… ¿Quién las entiende? Primero te sonríen, y luego te dan la espalda… Juegan con uno —reclamó en un claro berrinche, captando la atención del rubio—. Kise, no dejes que nadie juegue así contigo; son las peores personas. Esas que te ilusionan en vano… —mencionó reacio, dejando a un triste Ryouta pensando.

“Que te ilusionan en vano…” —se repitió—. Tal vez… ella tenía un compromiso muy importante… que no pudo dejar de lado… —excusó a la chica, sin poder alzar la mirada.

—Compromiso, mis calzones… —se dijo desconfiado—. Lo que quieren es usarte. Usar… este bello cuerpo, para luego cambiarlo por algo mejor… —sollozó melodramático, abrazándose a sí mismo—. ¡A partir de ahora ninguna mujer me romperá el corazón! —siguió con su escena, alzando un puño al aire—. ¡A partir de ahora yo…! —pero Yoshitaka no terminó de hablar, cuando sus ojos se deslumbraron al ver a una pelinegra que pasaba a su lado—. Ahhh… —sintió el flechazo en su corazón—. Tan linda~ —suspiró enamorado, para luego volver por el pasillo y seguirla.

Fue cuando Ryouta se quedó solo, pensando.

De pronto, había vuelto a recordarlo…

Como cada noche que pasó sin él. Desde hacía once largos meses…

“Kasamacchi…” —suspiró—. “¿Qué estarás haciendo en este momento?...”

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El reloj marcaba las doce del mediodía. Llegaba justo a tiempo. Apresurando su paso, Kasamatsu se ponía el saco en el camino, mientras era seguido por un desesperado modista, que arreglaba una pequeña costura en su impecable traje negro.

El gran día finalmente había llegado. Y el azabache recién lo entendió cuando al llegar a la puerta de la iglesia, pudo ver; entre arreglos de flores blancas y cientos de personas, que en ese momento no reconocía; un extenso pasillo y al final del mismo, el altar que lo esperaba.

Tanto tiempo había pasado…

El suficiente para tener una nueva vida…

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Notas finales:

Ha pasado tiempo, eh. Incluso dentro de la historia. Once meses después, ¿quién no haría una nueva vida? Aunque la pregunta sería: ¿una nueva vida?

Aaaaw. Qué alegría haber vuelto (!) esta es una de las dos historias que tengo por concluir, y, como ven, soy de las que no pueden dejar una obra inconclusa :3 Desde ya, les aviso que si quieren seguir este Short-Fic, el mismo se actualizará cada 3 días. Así que, empecemos a palpitar el gran final~.

Gracias por leer y, aún más, muchas gracias por la eterna espera. ¡Nos leemos~!


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