Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Libélula por MoonDrop

[Reviews - 91]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hoooola~
Describir a Key como lo hago en este fic era una de mis más grandes fantasías, me encanta dark ;A;
Espero que la inspiración me dure, porque mis ideas son súper inestables ):

Y le miró. Y le siguió observando. Y entonces se preguntó quisquillosamente cómo era posible que un hombre con esa facha le produjera, muy adentro, algo que no concordaba con repulsión o rareza.

 

7:46 de la mañana de ese Miércoles monótono y flojo, fluctuando entre el ‘que rápido, mañana ya es Jueves’ y el otro ‘por qué pasa tan lenta esta semana’; pendiendo inestable en medio de la cuerda enmarañada de los siete días. Los miércoles no le gustaban a Minho; los consideraba desequilibrados y ambiguos. Nunca era un día tan importante como para emocionarse, ni tampoco otro tan desgraciado como para ir a arrodillarse frente a un altar, rebosante de súplicas divinas. Eran 24 horas grises en una balanza equilibrada que esperaban un mínimo indicio para tornar el día bello o miserable. Y al parecer a Minho se le tiñó de colores; se le iluminó con vitalidad, al vislumbrar su silueta atravesar la puerta del bus.

 

Habían sido ya variadas ocasiones en que le había visto entrar, pero desde la semana anterior que no lo hacía. Le costaba reconocer que desde la primera mirada que le dio, aquella que perduró por más de lo que esperaba, que no podía evitar el impulso repentino y necesitado de fijar sus ojos en él.

 

Minho arrugó sus pantalones entre sus dedos, se removió en su asiento nervioso. Estaba implorando a los siete cielos que su desfachatez de observarlo no fuese tan obvia, especialmente para el que estaba siendo acechado con la mirada.

 

Bajó los ojos, revolviéndose un poco el cabello, intentando prenderse de su aparato tecnológico entre sus manos, pero era imposible, su mirada volvía una y otra vez a ese foco de su desconcentración parado en el pasillo unos pasos más allá. Y se recriminó mentalmente, porque no comprendía por qué no controlaba el fastidioso capricho de mirarle y mirarle; el chico era diferente, claramente lo era, pero la diferencia no suplía todos los minutos que no podía desprenderse de él. El chico era un humano, no un marciano con sombrero mexicano y monóculo inglés. Minho no debía observarle tanto.

 

El transporte frenó brusco y el chico se afirmó cauteloso. Su cabello negro y largo se removió en el acto, y entonces acercó las manos a su cabeza para acomodarlo en su lugar. Sus dedos blancos y huesudos. Tres uñas negras en una mano, dos en la otra. Suspiró suave, entreabriendo su boca. Acarició lento con su lengua la perforación en el lado derecho de su labio inferior, alterando la posición del anillo rodeando la superficie rosa. Alterando la postura de Minho en su asiento. Rebuscó en el bolsillo de su pantalón negro, aquel demasiado ajustado, y sacó su celular conectado a sus audífonos. Lo acercó a su rostro, y se iluminaron sus ojos afilados sumergidos en un delineado grueso; esos ojos cortantes con los cuales Minho no estaba seguro querer unir miradas. Sus manos trabajaron otra vez al desenredar el enmarañado cable de los audífonos con un colgante metálico del tercer ojo illuminati pendiendo de su cuello. Arremangó su chaquetón negro, que antes le tapaba hasta los nudillos, y entonces vislumbró un tatuaje en el dorso de su mano izquierda, uno del cual no era conocedor. Tomó nota mental del nuevo detalle del chico misterioso, y se grabó en la retina el dibujo que rezaba algo en letras chinas.

 

No hacía falta hacer hincapié en los múltiplos aretes decorando los pliegues de cartílagos, ni en el otro tatuaje – el cual Minho aún no podía distinguir su figura – en medio de sus clavículas, ni en su vestimenta holgada, oscura, extravagante, para reconocer que se trataba de un joven diferente a los demás, uno con una moda extraña de aires góticos, medios paganos, quizás de tendencias infernales, o tal vez no era necesario definirlo como un algo, tal vez sólo había que admirarlo y saber que era un joven como cualquier otro, porque nadie podía darse el derecho de ejercer una crítica objetiva de lo que significaría normal.

 

No quería admitirlo, pero le robaba inquietantemente la atención. Más que una hora de trote por la playa, más que un plato repleto de comida frente suyo. Y temía pensar que mucho más que su novia.

 

 

 

...

 

 

 

-  ¿Me acompañas?

 

 

La voz dulce de la chica le encontró desprevenido – y también medio muerto luego de una monótona charla de convivencia escolar – en la hora de almuerzo justo fuera de su sala, y ahora se encontraba siguiendo sus pasos en un perfecto automático. Apenas y notó que no tenía idea qué hacía acompañándola al aquel lugar el cual aún no sabía su ubicación.

 

No llevaban mucho juntos; de hecho las semanas podían ser contadas con los dedos de una sola mano. No recordaba el momento exacto en que se transformaron en más que amigos, quizás no lo hacía por pura indiferencia cruda, o también podría ser por su precaria memoria de insecto, o quizás porque nunca existió un momento puntual en que alguien se le propuso al otro en una llamada de amor juvenil eterno. De todas formas ambos llevaban muy livianamente esa relación cada día.

 

 

-  Quiero presentarte a una amiga – le comunicó al fin, cuando comenzó a descender los pasos frenéticos que llevaban – ella quiere conocerte.

 

 

No dijo nada, porque justo en ese momento una joven de pequeña estatura y cabello recto hasta los hombros apareció de súbito frente a ellos, con una gran sonrisa brillante digna de un comercial de pasta dental Premium. Su novia SooAh se coló hasta el oído de la chica para cuchichearle entre risas quizás qué cosas, mientras Minho se mantenía estancado en medio del patio del establecimiento. Él no entendía demasiado de esas cosas de mujeres, de hecho hasta llegaban a fastidiarle, y justamente para evitarse el show de risillas que las jóvenes cantaban frente a él, amplió la mirada por el lugar, estirando su cuello largo.

 

Y quizás era su imaginación, o una medida necesitada de su mente, pero creyó ver al chico del bus revoloteando por entre el jardín del establecimiento. Sufrió un espasmo de alerta que le indicaba que algo de importancia estaba ocurriendo a su alrededor; el chico. Su pierna derecha, casi sin permiso de su cabeza, se dirigió hacia adelante con la intención de seguir aquella silueta oscura y de ropajes excéntricos que debió perderse entre los árboles.

 

 

-  Oppa, ¿qué tal si vamos por unos helados? -le detuvieron por un brazo, sin siquiera haber alcanzado a dar dos pasos- Necesito algo dulce~

 

 

Minho volvió a la realidad, poniéndole los zapatos bien en la tierra. A su realidad con su novia menor, a su realidad lejos de ese chico desconocido.

 

 

 

...

 

 

 

A veces le daba miedo el que se estuviera volviendo un psicópata, y que su equilibrio mental se estuviera distorsionando un poco al punto de encontrar su actual estado como normal. ‘Yo soy normal’ se repetía a veces, abriendo bien sus ojos y admirando su alrededor. A su juicio, existían muchas personas bastante más particulares que él. Él era normal. Sólo tenía un crush inevitablepor cierta persona a la cual no conocía ni el nombre. Pensaba en él gran parte del día; cuando pillaba a alguien vestida de negro, cuando veía aretes en los hombres, cuando su novia le mostraba imágenes de esos grupos raros japoneses que le gustaban. Y ya lo tenía asumido, el que su imagen se colocara ante sus ojos de manera inconsciente decenas de veces al día.

 

Pero no había nada de malo con ello. Sufría espasmos de frío, un calor se encendía entre sus costillas, parpadeaba rápido, su pie comenzaba a agitarse y se agarraba las manos, estirándose la piel, cuando le veía entrar en su mismo transporte por las mañanas. Y aunque fueran sólo unos minutos los que lo veía, era suficiente para mantenerle ese sentimiento en el pecho, esa emoción burbujeante que en cualquier instante le forzaba una sonrisa. Pero también sembraba en él un algo amargo que le recordaba el que no lo conocía, el que el otro ni debía sospechar su existencia, aquella que le miraba de lejos siempre. Ese chico era como una droga fuerte, que le infectaba el pensamiento con una sustancia difusa que hacía todo más complicado.

 

Se recordó de pequeño, con el cabello corto y puntiagudo, cuando tenía esa manía obsesiva de mirar a la nana que se encargaba de los quehaceres del hogar en ese tiempo. Debió tener cerca de nueve años, en ese tiempo en el que era inmensamente feliz al llegar a casa luego del colegio, porque en ella estaba su nana. Le encantaba como le quedaba ese vestido azul marino que llevaba hasta las rodillas, y el delantal bordado en el que siempre limpiaba sus manos, le recordaba a una chica animé. Pero simplemente lo que más adoraba de ella era su silueta de espaldas, su cabello liso en extremo cayendo por sus hombros y sus codos blancos y huesudos. Minho vivía repitiendo que su tipo ideal era alguien que tenía esas características, esas estúpidas y banales características.

 

También recordó esa época en que le interesó mirar a sus compañeros de clases mientras se bañaban luego de la hora de educación física. Esos tiempos en que escudriñaba morbosamente sus cuerpos, sin poder detener el impulso. Se preguntó si eso estaba bien, si era normal o no. Ahora volvía a interesarse por un chico, pero no sabía realmente si llamarle interés u obsesión o atracción o estupidez, no sabía nada de él, sólo sabía que su presencia le agradaba alarmantemente, y que se estaba atando sólo a una imagen a la distancia.

 

Y entonces un día ocurrió un cambio ínfimo, pero sorprendentemente determinante. Su foco de atención dejó de ser un fantasma, una sombra o una brisa, para convertirse en algo más concreto y real.

 

 

-  Aló, sí, soy yo, Key...

 

 

Key. Su obsesión tenía nombre, ya no era el chico del bus, el chico extraño de ropas negras. Ya no era que el joven misterioso había contestado una llamada en el bus con una expresión de fastidio. Key lo había hecho.

 

 Y ahora podía repetirse libremente en su interior: me gusta Key.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).