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En el fondo de un secreto (HUNHAN) por Lizzie_shawol_flamer

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Notas del capitulo:

Hola~ he estado pensando y como ya tengo en mente toda la historia (bueeeno más o menos) voy a ir haciendo adelantos para que se vea un poco lo que viene ;)

Sigo manteniendo lo de historia con argumento, quiero que tenga sustancia ^-^

Pd: el pequeño Luhan sigue matandome mucho >///<

Entrecerrando los ojos podía ver las luces distorsionadas, puntos de colores que chisporroteaban y se movían. Las imágenes pasaban rápidamente mirando de este modo y las gotitas de agua resbalaban por el cristal, compitiendo entre ellas, fusionándose para ganar. Sentía la cabeza pesada, se inclinaba sola hacia delante, los párpados se me cerraban suavemente y yo los volvía a abrir, agitando la cabeza para aguantar. Quería ver como llegábamos al lugar donde pasaríamos el resto de las vacaciones, pero el traqueteo del coche y el ruido sordo de la lluvia apagaba mis sentidos. Noté la mano de mi madre posarse sobre mi cabeza, acariciándola, y ese contacto provocó una amplia sonrisa en mi rostro antes de dormirme por completo. Supongo que fue el último gesto capaz de transmitirme tal seguridad y calidez. También fue el último que recibí de ella. Al despertar no quedaba nadie.

Lo primero que pude recordar fue mi propia voz, como si perteneciese a otra persona. Me costaba respirar y un intenso hipido provocaba espasmos en mi cuerpo aplastado contra la alfombrilla. Me retorcía aunque esto me provocara más dolor “¿Dónde estáis?”  Entre el humo, con su calor agobiante, y el frio de fuera sentía que aquello era totalmente surrealista. ¿Cómo puede un coche doblarse de aquella manera? Mis ojos se acostumbraron y pude ver un bosque borroso y cambiante, como si se encontrase sumido en el interior de un lago. Entonces me di cuenta de que estaba llorando.

Tenía apenas 8 años aquel día, y más tarde no guardaría recuerdo  alguno de las horas pasadas en aquel lugar, acurrucada bajo un asiento, jadeando a duras penas, intentando reunir suficiente aire en mis pulmones.  Esperando despertar en cualquier momento, en mi cuarto, con la voz de mi padre apremiándome “princesa Nguyn77;n Gia Linh – me llamaría en cualquier momento, presumiendo de su dominio del idioma aunque supiera que no me gustaba mi nombre completo – es hora de levantarse” Pero nunca llegó y las sábanas empezaron a pesar demasiado.

Finalmente me sacaron de allí, sucia y llorosa. Me aferré fuertemente a mi salvador sin voltear ni por un momento la cabeza. No fui capaz de buscarlos en lo que, antes de salirse de la carretera, hubiese sido nuestro coche. Y ya nunca podría hacerlo. Me alejaron del accidente, llevándome en brazos hasta un pequeño recinto bordeado de vegetación. Me introdujeron en una bañera de agua caliente, limpiando con cuidado los cortes de cristales. Curiosamente no me había fijado en estos hasta ahora. Mis heridas eran mucho  más profundas.

Las manos que me trataban eran suaves, experimentadas, recorrían cada trocito de mi piel, cerciorándose, para así curarme y calmar mi dolor. Me echaron una toalla por encima, aclarándome bien el pelo. Entumecida clavé mi mirada en los ojos de la chica, anormalmente grandes y marrones. Abrí la boca pero no salió sonido, solo un ruidito ahogado. Acabó de secarme y se separó de mí, yendo buscar ropa limpia. En esta ocasión lance un gemido audible y ella se apresuró a regresar, posando la mano en mi hombro, antes de que más lágrimas empañaran mis ojos y me envolviera en un abrazo.

El tacto de la tela era áspero sobre mi cuerpo desnudo, pero él calor humano me consolaba. Me sostuvo hasta que se secaron mis ojos, dejándome una profunda sensación de vacío y cansancio, y entonces me dirigió unas palabras en un idioma desconocido. Confusa intenté decirle algo, preguntarle por mis padres, a donde los habían llevado, aunque tal vez no quisiera oír la respuesta.

Se señaló a sí misma, exagerando los movimientos para que la entendiera, repitiendo:

- Vela – susurró – Ve-la

- Vela – asentí. Entonces repitió el gesto, apuntándome – Dayoung – me apresuré a responder, no creía que pudiese entender mi nombre vietnamita, pero mi padre era coreano y mi “otro” nombre podría resultarle más fácil.

- ¿Dayoung? – intente esbozar una sonrisa que le hiciese comprender que había acertado, el intento resulto fallido (al menos quedo a la mitad), aun así ella me la devolvió encantada – Hola Dayoung.

 

Pasadas unas semanas el problema para la comunicación persistía, yo apenas lograba entender las indicaciones que me daban y que solían consistir en “ven aquí” “haz esto” “espera” “se hace así” por suerte no me presionaban demasiado y siempre podía excusarme de las clases para salir un rato, bajo el amparo de la chica que me cuidaba desde el primer día.

No tenía modo de saber quién me había sacado o que habían hecho con los restos. ¿Seguirían allí, humeantes? Solo pensarlo me provocaba dolor de cabeza: el frío colándose por las rendijas, mi propio aliento formando nubes… por mucho que insistía no lograba ubicar a mis padres en todo aquello y una vana esperanza me inundaba al imaginarme de regreso a casa, donde sin duda esperarían aliviados con el resto de mi familia. Nadie había venido a por mí, y aunque debía ser algo lógico (mis padres no habían avisado con antelación de su partida, de hecho ni yo misma alcanzo a imaginar qué clase de “vacaciones” planeaban tener en aquel lugar perdido de Dios) en mi memoria aparecían siempre sus caras, la de familia y amigos, y sabía que estaban en algún lugar lejano preguntándose donde me encontraba, tal vez buscando, tal vez ya estuvieran cerca.

Aproveché el despiste de la maestra y me escabullí del dormitorio. Fingí aturdimiento frente a la cocinera que, compasiva, me ofreció un trozo de pan que mordisque  con la mirada perdida y los labios entreabiertos. Luego me dirigí a la segunda planta donde esperaba encontrar a Vela, pero no aparecía por ningún sitio. Frustrada me dirigí directa al muro del patio, a mi rincón predilecto para esconderme del mundo y olvidar porque estaba allí. Lo encontré ocupado.

Un niño que debía rondar los 4 o 5 años se apoyaba en él, la cabeza metida en un enorme libro de aspecto pesado y tapas duras. Fruncía el ceño con determinación, como si estuviese realizando la más complicada de las tareas. Al fin alzó la mirada y me miró con descaro, como tratando de identificarme. Supo reconocerme (las noticias se extienden como la pólvora en esta clase de sitios) hecho que demostró con un ligero gesto de cabeza y me preguntó algo, remarcando cada palabra. Lo identifique con un saludo y le tendí la mano tal y como había visto hacer en las películas ¿Acaso los hombres de traje no saludaban así a los demás hombres de negocios extranjeros? De ser debía ser un saludo internacional, mantuve la posición con cierta timidez, cada vez más insegura, hasta que me devolvió el gesto. Su mano era muy pequeña.

Sonrió como para infundirme confianza, o puede que estuviera igualmente incómodo. Como fuera, me senté a su lado dispuesto a entablar conversación, por entrecortada que fuera. Si aquel niño estaba solo debía de haber un motivo, si era tímido tenía más posibilidades de hacer un  amigo ya que yo misma lo era. Algo sencillo para empezar.

- Me llamo Dayoung – dije titubeando, era una de las pocas frase que había aprendido, a fuerza de repetirla constantemente – ¿tú?

Su respuesta fue corta, solo que no pude diferencias las palabras sueltas de su propio nombre. Notó mi confusión y en esta ocasión repitió una única palabra

- Luhan

Menudos nombres tenían todos allí, al menos este era más sencillo. Asentí ligeramente mientras centraba mi atención en el libro. Él tuvo un espasmo nervioso, como un amago de cerrarlo e impedir que lo viera, pero se contuvo y me vigiló atentamente. No pude entender ni una palabra, lo que más me sorprendía era su reacción ¿Era eso? ¿Temía que lo juzgaran? En ese caso yo no pensaba hacerlo. En mi casa tenía muchos libros, de países lejanos, con bonitas ilustraciones y vestidos de princesa… aquella palabra me atravesó, haciéndome más daño del que pudiera imaginar. Sentí como agarraba mi hombro, preocupado, sintiéndose culpable de mi dolorida reacción.

Estuvimos parados un buen rato, con la vista al frente. A veces la desviaba para observarlo más de cerca, mientras el patio se llenaba y el rincón se asemejaba cada vez más a un refugio, seguro y al margen. Me gustaba su pelo, parecía suave.

Al rato pasó la página, indicándome con ello que pensaba seguir a lo suyo. Me empecé a levantar y me detuvo con firmeza, obligándome a sentarme de nuevo. Empezó a explicar algo, olvidando momentáneamente mi inutilidad en aquel aspecto, y al no dar resultado procedió a gesticular, señalando la nueva página, en la que aparecía un dibujo muy vistoso, con notable paciencia. Deslumbré el paisaje retratado, extremadamente llamativo por lo espeluznante que resultaba, y le mire intrigada. Señaló un árbol y pronunció vocalizando exageradamente. Esperó. Señaló el mismo árbol y repitió el proceso.

Notas finales:

Tal vez debería usar esto para escribir un mini resumen del capítulo, por si no es demasiado interesante y alguien decide saltarselo.... empezaré en el siguiente :)


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