{Capitulo VIII. Desesperación}
Llego a casa, con la respiración agitada y las piernas completamente cansadas debido a llevar varios minutos corriendo. Abro la puerta de la casa, de forma sumamente brusca y cuando la cierro con un fuerte golpe, caigo de rodillas sobre el suelo, incapaz de seguir soportando mi peso ni un segundo más.
No quiero pensar, sólo quiero que la vida me quite la capacidad de sentir, ya que el dolor que siento es demasiado profundo como para poder soportarlo. Mis ojos arden, y de pronto soy consciente de que yo también he llorado. Y saber eso me trae la memoria de Luhan encogido en el suelo, con su pequeño cuerpo temblado a causa de las sacudidas de su cuerpo. «¿Por qué tuve que destrozarlo todo así?» no debí ser tan egoísta, no debí pensar sólo en mi. Por mi culpa Luhan ha vuelto a llorar. Por mi culpa está totalmente desconsolado. ¿Cuantas veces más voy a hacerlo llorar? ¿Cuantas veces más voy a hacerlo sufrir por mi egoísmo?
Aprieto el puño de mi mano, aborreciendome completamente. La ira de apodera lentamente de mi. Me levanto y me acerco a las estantería, donde se encuentran mis libros favoritos totalmente organizados, pero que de repente caen abruptamente en el suelo cuando los aparto todos con varios golpes. Me dirijo hacia el pequeño sofá y le doy una fuerte patada, haciendo que este se caiga hacia atrás.
«Todo es culpa mía» golpeo la pared cerca del gran espejo del salón, haciendo que mi puño duela inmediatamente. Me muerdo fuertemente el labio a causa del dolor y paso mis lengua por este cuando siento como la sangre empieza a acorrer por él.
«Me merezco sufrir de esta forma.» esta vez, lo que golpeó es el cristal del espejo, soltando un grito de dolor, desesperación e impotencia cuando uno de los cristales se clava en mi piel, en la palma de mi mano. Le dirijo una mirada y apenas me inmuto cuando veo la gran cantidad de sangre que emana del gran corte que el cristal ha hecho cerca de mi pulgar.
«Soy un estúpido» me mareo durante un instante y por ello caigo al suelo, golpeando mi cabeza al caer con el duro suelo. Al instante, una gran punzada de dolor recorre toda mi sien y mi cabeza empieza a dar vueltas. Cierro los ojos y aferro mi mano adolorida con la mano sana. Se que debería llamar a emergencias, hacer algo para perseverar mi vida, pero ahora mismo, lo único que quiero es lo contrario. Quiero poder escapar de este infierno en el que estoy obligado a sufrir día a día. Siendo manejado como un títere, siendo dirigido directamente hacia el dolor.
Sonrió cuando todo empieza a desvanecerse a mi al rededor y mantener la conciencia de la realidad me empieza a costar más. Todo el dolor que sentía empieza a desaparecer, junto con todo lo demás. Ya no siento dolor, ni sufrimiento, ni ganas de llorar : ya no siento nada. «Luhan...» pienso antes de que la oscuridad se apoderé de mi.