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Wings. por FantasticShow

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Notas del fanfic:

Advertencia: Lemon, lenguaje fuerte, violencia.

“-¡No, espera! –Gritó con angustia. Tenía que sacarlo de ahí, debía hacerlo.- ¡Vamos! ¡Sal de ahí, por favor! ¡Sal de ahí, joder! ¡No! ¡No! ¡No!”

Se despertó en mitad de la noche exaltado y sudado. Tenía un dolor punzante en el pecho, aún no podía recordar casi nada, ni a sus amigos, ni cercanos, ni profesores, muy poco a su familia. Se sentía frustrado en su totalidad. Miró el reloj en la mesita de noche, marcaba las 6.35, decidió levantarse para darse una ducha y alistarse. Era miércoles y debía asistir al Instituto; le esperaba un monótono y aburrido día en aquél lugar, en donde estaban todos sus amigos y ni siquiera podía recordar todos los momentos que pasó con ellos. Sólo a uno. Pues cada vez que estaba cerca de él su estómago cosquilleaba y se sentía mareado.

Una vez listo, salió de su habitación con el abrigo a medio colocar. Llevaba una sudadera negra común y silvestre, combinada con unos jeans a medio gastar negros y unas botas del mismo tono. Y por supuesto, el abrigo también era del mismo color. Se preparó un café y unas tostadas mientras sus ojos miraban la pantalla del móvil con atención, como si esperara recibir algo a esas horas de la mañana de un frío invierno. Y a las 7.15 en punto apareció el primer mensaje.

“Oye, gato feo. Espero que ya estés levantado, si llegas después que yo me deberás un pie de limón. Nos vemos allá. SungJong.<3”

No pudo evitar soltar una pequeña sonrisa al leer aquellas palabras provenientes de ese muchacho que le provocaba cosquilleos y mareos cada vez que se le acercaba. Ya era casi costumbre recibir ese tipo de mensajes a cada mañana; desde que salió del hospital hace tres meses y volvió al Instituto hace dos, SungJong siempre se encargaba de mandarle un mensaje de “buenos días” entre 7.15 y 7.30, que estimaba era la hora en que se levantaba. Iban en el mismo curso y se veían regularmente, pero SungJong le alegraba el día con esos mensajes. Sin saber realmente el motivo de aquello.

Volvió a mirar la pantalla de su móvil para observar la hora, 7.35. Se terminó el café y las tostadas con rapidez, quemándose la lengua en el camino. Se fue hasta el baño para lavar sus dientes y arreglar un poco de desordenado cabello oscuro, algo que no resultó mucho así que lo dejó como estaba y se miró los hombros. Aún tenía esas cicatrices de las quemaduras que había provocado el fuego en su piel y que seguramente tenía en toda la longitud de su espalda. Suspiró y salió del baño, cogió las llaves, el móvil y el abrigo para así salir de su casa. Vivía solo desde mucho antes del accidente y aunque sus padres insistieron en que querían cuidarle por lo menos un mes, él no les dejó. No les quería involucrar más de lo que ya lo había hecho aunque se trataran de las personas que le trajeron al mundo.

Se montó en el automóvil, negro y pulcro, un poco brillante para su gusto pero se lo había regalado su padre cuando se fue a vivir solo así que sólo pudo aceptarlo. Dejó el abrigo en el asiento del copiloto y echó carrera tranquila hasta el Instituto que quedaba en el centro de Seúl. Esa mañana estaba excesivamente fría y no llevaba ni siquiera una bufanda, pero al menos tenía el abrigo para abrigarse del frío y un paraguas en el maletero del auto por si la lluvia aparecía de improvisto. A la media hora llegó a la entrada del Instituto, estacionando cerca de una esquina para que a la salida no le costara tanto trabajo volver a salir de ahí. Bajó del automóvil con el abrigo en mano y el bolso de cada día que dejaba ordenado la noche anterior y lo montaba sobre el asiento del copiloto puesto que con lo torpe que era no le sorprendería llegar sin implementos a clase. Mientras le ponía el seguro al auto, se colocó el abrigo para cubrir sus brazos con rapidez; no le gustaba que le vieran las cicatrices que aún estaban demasiado notorias para su gusto. Se abrochó los botones, dejando un par sin abrochar y así emprender camino al Instituto.

-¡Kim MyungSoo! –Detuvo su andar con un pie atrás al sentir al precioso dueño de esa voz llamarle por su nombre completo. Tenía esa costumbre de hacerle sentir inferior al llamarle así. Giró sobre sus talones para mirar a SungJong caminar con una extrema elegancia y coquetería hacia él; llevaba el flequillo recogido hacia atrás ligeramente alzado y lo demás suelto y desordenado. El día medio blanquecino por el sol oculto entre nubes grises hacía brillar su cabello rubio. Por instinto se relamió los labios y esperó a que el muchacho, un año menos que él, le hiciera collera. De inmediato notó que se había delineado los ojos, haciéndole más atractivo aún. Su remera de manga larga rosa pastel se notaba por entre los diminutos agujeros del sweter blanco que llevaba, los cuales combinaban con sus pantalones cremas y los bototos de igual tono. Se veía precioso.

-Supongo que gané hoy. –Comentó MyungSoo con una pequeña sonrisa en sus labios, haciendo refunfuñar a SungJong quien iba a reclamar por haber perdido hasta que le vio el cuerpo cubierto por sólo el abrigo.

-Te gusta hacerme enojar, ¿verdad? ¡¿Quieres enfermarte, idiota?! Con el frío que hace en estos días y tú con esa sudadera bajo el abrigo. ¿Crees que no me daría cuenta? –MyungSoo sólo pudo rodar los ojos y sonreír ligeramente antes de notar como el más bajo buscaba algo incesantemente en su bolso.- No te quitarás esto hasta que vuelvas a casa, ¿está claro? Además… -SungJong sacó una preciosa y larga bufanda de color rojo intenso, comenzando a acomodarla alrededor del cuello del sorprendido MyungSoo.

-¿Además…? –Invitó MyungSoo a que siguiera hablando y pudo haber jurado que SungJong dejaba de tener sangre en el cuerpo y sólo tenía en las mejillas y las orejas.

-Es un… regalo adelantado. –Susurró el más joven de ambos en palabras que MyungSoo no entendió. ¿Regalo adelantado? ¿A qué se refería? Para cuando quiso preguntarle, SungJong ya estaba entrando al Instituto y le hacía gestos con la mano de “Vamos a llegar tarde”. Decidió preguntar en la hora de almuerzo.

Cuando llegaron al salón aún no llegaba el profesor así que cada uno se fue hasta su asiento, que por cierto estaban juntos, y MyungSoo se quedó mirando por la ventana como si fuera lo más interesante del mundo, pero en realidad nadie sabía la batalla campal que tenía aquél chico en su cabeza. De primera cuenta MyungSoo había estado en coma por cinco meses, había despertado hace cuatro, había salido del hospital hace tres, había regresado al Instituto hace dos y había estado teniendo pesadillas desde que despertó. MyungSoo tenía una excelente memoria, pero no podía recordar nada de lo que había pasado, absolutamente nada. Sólo tenía claro que sufrió un accidente en un automóvil, del cual había salido eyectado pero éste se había incendiado y MyungSoo, al no poder moverse, recibió gasolina en la espalda y resultó herido. Pero jamás recordó perder la consciencia o algo, ni siquiera sabía en qué momento le habían inducido al coma. Se tomó la cabeza con ambas manos y apretó los ojos con fuerza. Fue ahí cuando intentó recordar en sus sueños, en sus pesadillas, ¿quién era la persona que tanto intentaba salvar? ¿Le conocía? ¿Quién era? Necesitaba saberlo, necesitaba saciar sus dudas. El dolor de cabeza iba en aumento, le retorcía el cerebro, sentía que las paredes a sus costados se cerraban. Le dolía. Se estaba mareando. Y no supo más.

“-¡Lamento haberte hecho esto, pero yo te amaba! ¡Y si no serás mío, no serás de nadie! ¡¿Entiendes?! ¡De nadie, Kim MyungSoo! –Podía observar la sonrisa casi retorcida de aquél hombre, pero lo demás era todo borroso, la mayor parte de su rostro estaba cubierto por las llamas y no podía verle bien por el humo que emanaba el automóvil.

-¡No me importa! ¡Sal de ahí, por favor! ¡Yo te ayudaré! ¡Sal de ahí! –Gritaba MyungSoo desde un metro de distancia del vehículo en llamas, llorando. Él también estaba cubierto por las llamas, pero no le importaba, sólo deseaba salvarle. Salvarle de él mismo.”

Despertó exaltado y con un pequeño grito saliendo de su boca, alertando a los presentes en la habitación. Su habitación. Con una exagerada y angustiada reacción, se quitó el abrigo y quedó con la sudadera y la bufanda que le había regalado SungJong. Sin poder evitarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas y se cubrió el rostro con las manos para que nadie ahí presente le observara de esa manera. Ni siquiera se dio cuenta de que SungJong, quien estuvo con él en todo momento, cuidándole, ahora le abrazaba de forma protectora, como si temiera que le volvieran a hacer daño a la persona que más quería en el mundo.

-Tranquilo, por favor… tranquilo, MyungSoo, no llores… por favor. –Susurraba un acongojado SungJong, jamás le gustó ver a MyungSoo llorar, le destrozaba el alma en mil pedazos.- No me hagas sentir así, por favor… ya deja de llorar. –Suavemente, pasaba las manos por la espalda de un angustiado MyungSoo, quien no se daba cuenta de que estaban tocando sus cicatrices. Por primera vez, SungJong observaba detenidamente las cicatrices que le habían dejado a su adorado MyungSoo y todo por culpa de aquél despreciable ser que se atrevió a hacerle daño. Con una seña, le hizo entender a sus demás amigos que le acompañaban que le dejaran solo. Él se quedaría a cuidar a MyungSoo. Era el único que podía hacerlo. 

Notas finales:

Gracias por leer♥~


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