Ya ha avanzado más de una semana. Unos quince días. Quizás dos semanas. Si les soy sincero, no cuento el tiempo, aunque quizás debería.
La vibración del teléfono de Hongbin hace que su mesita de noche suene de una manera que me espanta, mientras tanto él está un poco ocupado preparándonos algunos sándwiches —que yo le pedí que hiciera— en la cocina. Estamos preparándonos para ver un maratón de The Walking Dead. La verdad es que a ambos nos encanta ésa serie, yo no lo había visto hasta que él me la recomendó y la verdad es que es bastante buena. Aunque por lo que puedo ver, sé que los zombies nunca existirían, sigue siendo interesante la temática.
En la pantalla del teléfono inteligente se muestran las palabras "Número desconocido", de alguna manera llegué a la conclusión de que sería alguna compañía de teléfonos, de ésas que hablan cada tanto tiempo para que te cambies a su compañía, te explican los paquetes y cosas así. Contesté por él guiándome por ésa predicción.
— ¿Hola? —Susurré; no quería que él me escuchara contestando una de sus llamadas.
Pensé en colgar por un momento, pero luego fue cuando una voz familiar, podría decirse, habló a través de la línea telefónica.
«Éste no es Hongbin. ¿Quién habla? ¿El tal Sanghyuk?». Una voz me susurraba desde el otro lado, era tan baja que tuve que pegar mi oído al teléfono para escucharle mejor.
— Depende, ¿por qué? —Reté a la voz que me hablaba.
«En efecto, eres ése tipo que defendió a ése cabrón en el hospital. ¿No?».
Entonces fue cuando identifiqué aquella voz quedita. Taekwoon... ¿qué era lo que quería? Pensé que a ésas alturas ya se habría olvidado de ello. Parecía un tipo al que se le debía tener cuidado.
— Sí. ¿Qué quieres? —Le respondí de la manera más fría y "cool" que nunca había dicho antes.
«Aléjate de él. Sabes lo que me hizo a mí, ¿o no?».
— Me parece que el que miente es otro. —Le dije, irónico.
Taekwoon soltó una risa sarcástica que oí más fuerte que sus palabras.
«No crees que haría un escándalo en un hospital si estuviera mintiendo, ¿cierto?».
Me quedé en silencio, no quería responder por obvias razones.
«Dile que salga ahora».
— No. ¿Qué quieres con él? Ahora está conmigo, ¿no puedes dejarlo en paz? —Mascullé.
«Estaré esperando hasta que alguno de los dos salga».
Y cuelga. Maldición, ¿qué era lo que quería con nosotros? Realmente era un tipo rencoroso. Además, era poco probable que estuviera ahí, esperando en medio del frío, menos cuando a nosotros nos esperaba un bello maratón de Walking Dead con sándwiches, palomitas y demás.
Hongbin aparece detrás mío, con dos platos llenos de varias mitades de emparedados mientras dejo el celular en donde lo encontré. Espero que no haya escuchado nada...
— ¿Qué estabas viendo en mi móvil? —Me pregunta.
— Ah, yo... —Balbuceo un poco, cosa que intento reprimir, porque me estoy viendo demasiado sospechoso—. Estaba viendo cómo estará el clima mañana.
Él rió un poco y no preguntó más. Se acomodó junto a mí en el sillón de cuero que adornaba su recámara para ver la televisión. Me ofrecí a ir por un par de refrescos en lo que el DVD iniciaba.
Una vez regresé con refrescos y un paquete de vasos desechables —conocía casi todos los rincones de su cocina ya—, tomé asiento en el mismo lugar que antes; el pelinegro al notarnos listos pulsó el botón de inicio en el control remoto.
Y así se fue volando la tarde. Comenzamos a ver la serie desde su principio, pero yo no logré ver el final de la serie, ni siquiera recuerdo si de la primera temporada, porque caí dormido antes de lo que yo estimaba.
Cuando desperté, los rayos de luz mañanera traspasaban la ventana de la habitación de Hongbin. Siempre era demasiado brillante, pues la recámara se ubicaba en la planta alta del establecimiento. Él no estaba a mi lado; era demasiado rápido como para dormir juntos. Cosas como quedarme dormido en medio de un maratón de series o películas sucedían a menudo, él sabía manejarlo y usualmente dormía en el piso para que yo pudiera disfrutar de su cama.
Giré mi cuello hacia el lugar en donde él se encontraba, aún durmiendo de una manera que me transmitía paz interior; noté que un post-it de color blanco y con resaltantes letras rojas estaba adherido a su frente.
«¿Creíste que no hablaba en serio?
Tengo más poder aquí de lo que tú crees.
Más vale que hagas una de dos: o sales o te quedas ahí y yo entro.
Es un consejo, no una amenaza, Sanghyuk.»
Despegué la nota de su frente antes de que él despertara.
¿Qué se tenía Taekwoon contra mí? Porque él era el único que le enviaría una amenaza a alguien como yo. No, más bien, estaba curioso acerca de sus planes. Desde hacía tiempo que llegué a la conclusión de que el tipo estaba loco, y éso que yo sólo conocía, como dice el dicho popular, la punta del iceberg.
Por pura y simple curiosidad, caminé hasta donde se encontraba la ventana del cuarto y me asomé a través de ella, sólo para que mi vista se encontrara con un auto de color rojo brillante, probablemente muy caro a juzgar por un emblema en forma de cabello que adornaba la parte frontal de éste. Lo habían estacionado con seguridad en un espacio justo frente a la casa. Después de un poco pude divisar a un hombre alto y bien parecido bajar del auto, portaba un traje que daba el mismo aire que su auto.
— Jung Taekwoon, de verdad que estás demente, ¿qué planeas hacer? —Murmuré para mi mismo, clavando mi vista en la ventana. Estaba tan inmerso en ello que no me di cuenta que Hongbin se encontraba de pie junto a mi, probablemente había escuchado mi última oración.
— ¿Qué dices? ¿Taekwoon aquí? —Se preguntó, mientras yo escondía la nota detrás de mi espalda. Me encontraba en inmensos problemas.