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Cestita de Mimbre por MinnieLeeKimPark

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Notas del fanfic:

Holi de nuevo :D

 

Notas del capitulo:

ok ok, yo pensaba que jamás de los jamases volvería a subir algo aquí... pero por Minah lo hago!

En realidad, esta historia ya la había pensado, con conejo y todo, desde hacía unos meses, pero cuando leí la info del concurso me decidí :D aunque si quedaba muy feo, no lo iba a subir xD

igual, no digo que quedó bonito... pero estoy feliz así xD prácticamente lo escribí para mí, como a mí me gusta, sin importar qué :B probablemente no gane, esta bien raro... estoy loca D:

Me gustan los gatos y los conejos, al parecer xD

Minah me debes un conejo!! ¬¬

 


Cestita de Mimbre

 

Había una vez una adorable niña que tenía la firme meta de convertirse en una gran veterinaria. Vivía en un pueblo alejado de la ciudad, únicamente con su madre, pues su padre trabajaba en la capital y sólo llegaba cada dos meses.

Tenía ocho años, pero ya la podías oír decir «Cuando sea grande, seré veterinaria» con la decisión que muchos adultos envidiarían. Su pasión eran los animales, y no le daba mucha importancia a ensuciarse las manos si podía conocer un nuevo animalillo lleno de bacterias y mugre. En cambio, su mamá sí. Llegaba a estar al borde de un ataque de nervios cada vez que Eunsook aparecía con su vestidito mojado de lodo, sosteniendo entre sus manitas una sucia bola de lodo con patas y ojos. Oh, pero dejaba de molestarle cuando esos deditos sucios le mostraban una margarita.

—Para ti, mami.

Eunsook sabía cómo derretir el corazón de su madre.

Su tía, contradiciendo a su propia hermana, la apoyaba en esa manía de observar los animales. Siempre y cuando no se la abrazara después de venir de una expedición por el pequeño bosque que debía de cruzar camino a su escuela. Ella encontraba la pasión de Eunsook por los animales, muy positiva y eso hacía enfadar a mamá. Molestar a su hermana era uno de sus pasatiempos favoritos, de todas formas.

Un soleado día, Eunsook iba corriendo, sosteniendo una rana enlodada (cuya suciedad se le escurría entre las manos hacia la falda de su vestido verde con estampado de animalitos), con una sonrisa, gritando de emoción: «¡Mamá, mamá, ¿a que se parece a Minjung?». Su mamá sostenía en una bandeja de plata una tetera de porcelana, ribeteada por una franja de rosas bordadas a mano sobre un trocito de tela, terrones de azúcar en un delicado recipiente, cucharillas pequeñas y dos tazas del mismo material de la tetera.

La sonrisa de Eunsook decreció al darse cuenta de que había visita. Se asomó, ladeando la cabeza, para ver más allá del primaveral vestido de mamá, y allí estaba, su tía con aquella sonrisa, esa que ponía cuando la cara de su hermana comenzaba a ponerse roja de enojo, y con sus ojos formando una rayita negra, igual que Eunsook cuando sonreía.

Había una cestilla de mimbre muy grande a sus pies, con un bultito café, pequeñito, cubierto de colchas azules que subía y bajaba rítmicamente, a un compás suave, relajado. Entrecerró los ojos en un microsegundo.

—¡Lee Eunsook! ¡Suelta esa cosa! ¡Ew!

—¡Hola, tía! —Vociferó, y al siguiente instante, se sonrojó de vergüenza ya que su madre, rígida, la veía con las manos en las caderas—. Sí, mami —accedió con un leve sonrisa, muy apenada.

Dejó a «Minho» (la rana) de nuevo en su charco de barro y, antes de limpiarse las manos en la ropa, se detuvo. Sentía la mirada enojada de su mamá sobre ella, ordenándole lavarse las manos, con mucho jabón. Dos veces. O las que fueran necesarias.

Era una suerte que su vestido estuviera casi intacto; sólo tenía un par de chispitas de lodo.

—¡Te traje algo!

Eunsook comenzó a dar saltitos en el piso, y su mamá olvidó por qué estaba enojada con ella, porque ¿para qué negarlo?, era adorable.

—¡Es una bolita de pelos!

La bolita de pelos estaba dormida.

—Shhh —la silenció despacio—. Tiene un mes de nacido. —Aquí apareció una triste mueca en sus labios pintados—. Sus hermanos… no… —Ella no encontraba las palabras.

La mirada de Eunsook cayó al suelo, pero no entendía muy bien lo que quería decir su tía.

—Fue el único que sobrevivió —resolvió decir y Eunsook asintió, entendiendo por fin—. Es muy especial, ¿ves? Como tú. —Le picó la nariz con un dedo. Eunsook rió.

—¿Mamá… me dejará… quedármelo? —Había esperanza y miedo fundidos en sus ojitos brillantes.

Su tía le envió una mirada cómplice.

—La he convencido.

—Gracias —musitó aguantándose la emoción.

***

Pasaron algunos meses antes de que su tía llegara otra vez de visita. Su cachorrito había crecido mucho y Eunsook tenía la excusa perfecta para visitar a un veterinario y aprender brevemente de él.

Era sábado, por la mañana y ya había un rastro de fango por el piso de la cocina. Había recogido a Minho, y la rana croaba cada vez que ella le explicaba algo.

Cuando lo devolvió a su lugar (Minho la despidió con un «croac» que la hizo sonreír), buscó un trapo para limpiar el desorden creado. No era para que mamá no se diera cuenta, sino para no ganarse un regaño más.  Mamá lo sabía todo, no valía la pena tratar de mentirle. Pero cuando llegó no había nada que limpiar, el piso estaba perfecto.

—Cámbiate el vestido, cielo —le pidió mamá con la vista pegada al piso, tratando de sacarle más brillo. Suspiró y se echó un mechón de cabello negro tras el hombro—. Tu tía viene hoy a tomar el té. Más le vale no traerte un renacuajo nuevo.

A pesar de aquel comentario, sonrió cálidamente cuando Eunsook fue andando a su cuarto a saltitos.

Y rodó los ojos limpiando con paciencia las pisadas distraídas y lodosas de la niña.

—¡Un gatito!

—¡Esto parece un zoológico!

—¡A que es precioso!

—¿Puedo tocarlo?

Pero el gatito se alejó y volvió a esconderse en el regazo de su tía, entre temblores débiles. Sus ojos se veían lagrimosos y temerosos. Eunsook dejó de sonreír. «¿Cómo puede creer que quiero hacerle daño?».

—Los gatos son un poco presumidos —bromeó ella, pasándole sin prisa una mano sobre su pelo naranja—. No les gusta que los molesten. Deja que él solo se te acerque. —Le guiñó un ojo mientras el gato presumido ronroneaba, ya más tranquilo. Parecía que disfrutaba mucho que le acariciaran tras las orejitas.

Pero Eunsook no estaba segura.

—Pero… ¿y si…?

—¿No estarás dudando de tu don con los animales?

—¡Voy a tener que comprar más leche! —Se quejó mamá poniéndose de pie.

Eunsook ocupó el espacio de su mamá y tomó con sumo cuidado la taza de té y la llevó a sus labios. Había quebrado muchas tazas, tantas que su mamá solo le prestaba las plásticas. Luego tomó una galletita en forma de corazón. Hacía esto mientras pensaba seriamente si podría tratar con ese gato presumido. Bling Bling no era así; su perro, aquel cachorro marrón que le trajo su tía, había sido cariñoso desde que la vio. Ella destapó al cachorrillo, este fijó sus entrecerrados ojos brillantes en ella e hizo el mayor intento por saludarla con un ladrido, que más sonó a suspiro. Recordó aquel dulce día dándole otra mordida a su galleta y viendo al gato, quien estaba muy feliz y calmado disfrutando del regazo cálido de la tía de Eunsook. ¿Algún día estaría relajado con Eunsook?

Su colita se movía de un lado a otro con malicia. Eunsook sabía que su mascota era la cosa más adorable del mundo, pero no podía decir lo mismo de ese gato…

Pestañeó recelosamente el minino pasando la mirada sobre su futura dueña. Eunsook pensaba que jamás iba a tener una buena relación con esa bola de pelo rubio. Frunció los labios.

Y su tía notó su inseguridad, así que empezó a decir:

—No creerás que sólo lo he traído a ti por su linda cara, ¿cierto? Este bebé también tiene una historia.

Eunsook alcanzó el platillo de pastelillos y tomó uno. Se embarró la boca de merengue, pero, acostumbrada a su torpeza, su tía solo sonrió.

—Me he tomado la libertad de ponerle nombre.

Eunsook adoraba nombrar a los animales que iba conociendo, por mucho que no los volviera a ver. Era algo especial.

Asintió aún más insegura.

—¿Cuál es su nombre?

—Diva.

—¿Diva?

—¡Que es una diva, te lo aseguro! Pero te contaré un secreto —comenzó a susurrar y Eunsook se acercó un poco más, intrigada—. Es cariñoso, lindo, tierno, meloso, sobreprotector y posesivo.

A Eunsook le daba la impresión de ser engreído y frío.

Esperen, ¿él?

—Es un gato.

—Ajá.

—Hombre.

—Si así lo quieres ver.

—Y le has llamado Diva.

—¡Sí! Preciosura —susurró en un chillido al animal, que maulló como si le entendiera.

—Vaya…

Eunsook tomó una galleta y en cuando esta se quebró al borde de sus labios, el crujido llegó a los oídos siempre alertas de Bling Bling. Estaba fielmente custodiando la puerta trasera, la que conectaba del jardín a la cocina, meneando la aún pequeña cola sobre el polvo del suelo. Jadeaba con la lengua de fuera, esperando solo una señal para robarle galletitas a su dueña.

—¡Waa! ¡Animal del demonio! ¿No ves que estoy organizando mi cocina? ¡Aléjate de mis galletas, que hasta te compro bolsas de comida!

—¡Bling Bling!

—¿Bling qué?

—Así se llama —explicó orgullosa de su creatividad. Le pasó una mano sobre las orejitas suaves, marrones igual que todo su cuerpo. La medalla con su nombre grabado golpeó su pecho cuando fue a buscar la galletita que Eunsook sostenía dentro de la mano—. ¡Mira, tía, en lo que se ha convertido la bola de pelos!

—¿Bling Bling?

El nombrado ladró alegre. Pero, aunque era un sonido amigable, el gato engreído comenzó a temblar y acurrucarse nuevamente. Tanto que costó que se sintiera al menos un poco tranquilo, para que viniera el ruidoso perrito a perturbarlo.

—Es que un día, puse la televisión y había una canción sonando. De esas que mamá detesta. Es que mamá no está en la onda. Y Bling Bling se quedó prendido de la tele, y empezó a ladrar. ¡Estoy segura de que si fuera humano, cantaría genial!

La tía puso los ojos en blanco.

—Qué bien que yo le puse nombre a mi bebecito. Se te ocurren unas cosas…

Bling Bling ignoró el resto de la galleta que Eunsook le tendía, echándose sobre el piso. Sus ojos centellaron. Comenzó a babear más de lo normal y se sintió perfectamente capaz de quedarse contemplando al visitante toda la eternidad.

—Bola de pelo marrón, te presento a la Bola de pelo rubio —dijo Eunsook notando la mirada de su mascota sobre el gato, que lo veía aterrorizado desde la falda de su tía—. Es un llorón —añadió susurrando.

—¡Oye! —Protestó la defensora del gato—. Es muy, muy asustadizo. Si supieras por lo que ha pasado…

Las orejas de Bling Bling se alzaron con interés. Y la Diva se hizo ovillo otra vez, esta vez de vergüenza. Sentía pena de que ese gato enorme y amenazante supiera su historia.

—Viene de una familia rota, igual que el presente. —Bling Bling ladró. La tía comenzaba a asustarse por la capacidad de comprensión de los animales. Pero continuó—: Su anterior dueña tenía una pareja de gatitos tan hermosos como este de aquí —dijo—. Pero no los trataban bien. Quería lucrarse con sus crías. Y no les prestaban atención alguna.

—Pero tu Diva está pequeñito —puntualizó la niña.

—Logré sacarlo de ese infierno. Sus padres y hermanos no tuvieron exactamente la misma suerte… —Meneó la cabeza tratando de no pensar en cosas tristes—. Esta cosita hermosa fue maltratada, por eso tiene tanto miedo. Me costó mucho que confiara en mí, pero lo logré.

—¿Por qué no te lo quedas? —lo dijo suave y dulcemente, sin ánimos de rechazarlo a pesar de que no conectó con él a la primera.

—Tengo trabajo, mi niña —explicó con una sonrisa triste.

—Ouh.

—Y confío en ti como en nadie.

—¡Pero al parecer no lo has consultado conmigo antes, eh! —interrumpió mamá. Traía mala cara y una factura de luz en la mano—. No sé si mi presupuesto cubra…

—¡Oh, por favor! ¡Mira esta cosita! —Levantó con cuidado a la bola de pelo rubio—. ¡Lo vas a adorar!

Mamá pestañeó lentamente y el gato engreído pareció entrar en calor, devolviéndole el gesto y maullando sin una gota de temor.

—¡Pero le has caído genial! Sé que tendrás menos problemas con mi Diva que con Bling Bling. Ese perro debe hacer un desastre aquí.

Eunsook apretó a su cachorro contra su regazo, diciéndole «No les hagas caso, ellas no te conocen». Bling Bling cerró los ojos con pena.

—¡Y que lo digas! Antes era sólo un huracán entrando y saliendo de la casa, ¡hoy son dos! Y encima el tal Minho, lleno de lodo, ¡puaj!

—¿Minho?

—Es una rana.

—¿Una rana?

—¡Sí! Y es de lo más hermosa. Espera, la traeré aquí.

—¡NO!

—Sólo escucha, un gato es más… —Decir que era menos revoltoso sería mentir. A su Diva le encantaba andar por ahí escurriendo su delgado cuerpo por todos los rincones, por los muebles, las puertas y las ventanas, y ni hablar de cómo se divertía en la canasta donde guardaba sus bollos de lana para tejer. También le había comprado listones rosas que colgaba de cualquier lugar para que se distrajera.

»Sé que te llevarás mejor con él. Te lo aseguro.

—Está bien.

 

***

La tía de Eunsook no había mentido. El gato rubio era mucho más limpio que Bling Bling. Si salía, regresaba con sus patitas limpias y si no, las limpiaba antes de entrar. Era tan meticuloso como mamá. Bling Bling era tan distraído en cuanto a limpieza como Eunsook. Eran tal para cual.

Bling Bling pensaba que el gato era una clase rara de perro (con orejas picudas y alzadas, cuerpo escurridizo y cola coqueta). Pensaba que era la cosa más bonita que habían visto sus ojos; en segundo lugar estaba su dueña, Eunsook.

Bling Bling veía a la Diva como si fuera una obra de arte. Se echaba, con sus orejitas agachadas y lo miraba ilusionado, esperando que el engreído lo mirara al menos un segundo, al  menos un instante quería que sus ojos verdes lo vieran a él, sólo a él, que se percatara de que estaba allí, en el suelo, contemplándolo cuando él estaba por sobre todo, sobre una torre extraña hecha de un material áspero que mamá compró para que la trepara. Allí se veía hasta más hermoso.

Pero cuando trataba de platicar con la diva, la bola de pelo rubio siempre contestaba con un aterrorizado ¡MIAU! A lo mejor él encontraba un poco eufóricos sus ladridos.

—¿Estás enfermo, Bling? —murmuró Eunsook, acariciándole la cabeza y arrodillándose a su lado. Como respuesta, el perro la miró un instante, jadeando con la lengua de fuera, y luego volvió a ver el motivo de su ensueño.

»¿Te cae bien?

Bling Bling meneó la cola como loco.

Eunsook sonrió un poco. Esperaba que comenzaran a llevarse mejor, puesto que no le gustaba que el gato se asustara cada que Bling Bling ladraba.

—Pero ¿por qué no has jugado conmigo ni ayer ni hoy? ¿Te sientes mal?

Pero su mascota la ignoró, volviendo la vista hacia arriba. Bufó o suspiró, y ladeó la cabeza.

Durante la cena, Eunsook buscaba dos recipientes para sus dos compañeros (uno en forma de hueso y otro rosa) y, después de llenarlos respectivamente de comida, los dejaba en el piso de la cocina, mientras mamá acababa de cocinar para ellas dos.

La Diva dormía con mamá, en esa inmensa cama. El papá de Eunsook viajaba a la capital para trabajar, y volvía a quedarse un par de días cada dos meses, así que mamá dormía sola la mayoría del tiempo. Eunsook compartía lecho furtivamente con su cachorro; le limpiaba las patitas con una manta rosa antes de dejarlo entrar bajo sus colchas y escuchaba su respiración fuerte hasta quedarse dormida. El ritmo de su pecho subiendo y bajando la reconfortaba, aunque no sabía exactamente por qué. Y siempre le daba una lamida en la cara como diciendo «Buenas noches». Pero estaba casi segura de que mamá ya se había enterado de ello.

Del otro lado de la pared, la bola de pelo rubio se lamía y se lamía para limpiarse. Mamá siempre sonreía con orgullo cuando lo encontraba así. Se quedaba esperando a su dueña en la orilla de la cama, mirándola como un gatito curioso, no como un frío intruso, como casi siempre lo veía Eunsook. Mamá lo acogía con cuidado bajo una sábana y su brazo.

Bling Bling, al oír los ronroneos del gato de repente, se levantaba sobre sus patas delanteras y se los grababa en la mente. Sus orejas estaban atentas y su corazón a cien, no, a mil. Eunsook rodaba sobre el colchón hasta atrapar a su perro en brazos y devolverlo a la cama.

—Te estás comportando muy raro… —balbuceó medio dormida mientras él se removía queriendo escuchar más de ese sonido encantador y seductor.

***

—Mamá… —Eunsook jugueteó con la cuchara dentro del tazón de cereal, contemplando cómo Bling Bling se quedaba embelesado viendo a la Diva lamiéndose la patita. Por supuesto que Eunsook no notaba que a quien veía su cachorro era a aquel gato.

—¿Sí, cielo?

—Bling Bling está…

Mamá frunció el entrecejo, casi fastidiada.

—Creo que está enfermo. Se la pasa echado, suspirando.

Aquí mamá sonrió ligeramente.

—Debe estar tras una chica, hija.

—¿Una chica? ¿Hay alguna chica por aquí?

—¡Eso no lo sé! ¡No soy yo la obsesionada con los animales!

Bling Bling comenzó a darse cuenta de lo mucho que le gustaban los detalles bonitos al gatito. Cuando mamá le decía «Bonito», «Precioso», «Hermoso», la diva entendía perfectamente que se refería a él y caminaba estirando su larga cola por el aire, haciendo formas en el aire que Bling Bling miraba totalmente embobado.

Así que, después de contemplarlo un ratito más, fue cuidadosamente al cuarto de mamá, jaló como pudo un listón largo de color rosa (él no podía verlo pues su vista era blanco y negro), dejando un desastre que pronto mamá se encargaría de recriminar a su hija, y regresó con paso decidido a la sala. El gato estaba haciendo rodar una bola de lana nueva por el piso.

El listón cayó distraídamente de Bling Bling, mientras su corazón sufría una taquicardia al ver tanta ternura en la bola de pelo rubio.

Pero entonces llegó Eunsook, quien lo tomó farfullando:

—Así que tienes novia, Bling. —La tristeza impactó en el animal, arrastrándolo al mundo real, casi haciéndole olvidar que el regalo —robado— que le llevaba a la diva caía al suelo.

Intentó explicar que no sabía de qué estaba hablando, pero solo logró musitar un jadeo («¡Guau!»).

—No… Me niego a creerlo.

Mamá soltó una risa que Eunsook ni siquiera escuchó por ir enojada con el cachorro que llevaba en brazos.

—¿Hay alguna chica que te interese por estos lados, Bling? —Estiró delante de ella al perrito, pero este sólo sacó la lengua y ladeó la cara.

«Una chica no… Un perro delgadito y bonito que tu tía trajo a vivir con nosotros…».

—Eso me temía —respondió ella—. Mira esa cara de tonto.

Y lo depositó en su hombro. Desde allí Bling Bling pudo anhelar pasar un momento más en el entorno de la Diva. Suspiró al mismo tiempo que lo hacía Eunsook.

—¿Qué voy a hacer contigo?

Cuando Bling Bling regresó después de una tarde de aventuras con su dulce dueña, el motivo de sus suspiros se removía en el regazo de mamá, melosamente, tan tranquilo y relajado. Tenía atado al cuello el lazo que él iba a regalarle.

Sintió que algo en su pecho se rompía.

—¡Bling! ¿Tan rápido te entristeces?

Más tarde, Eunsook adelantó la cena de su cachorro con la esperanza de levantarle el ánimo.

—Aquí tienes, perrito.

Dejó el platito a rebosar de comida, pero Bling Bling no se movió de su lugar, no hasta que el gato se paseó celoso frente a él.

—¿También quieres?

Eunsook llenó el plato rosa y lo dejó frente al del perro.

El gato rubio hizo su camino tímidamente, ocupando todo el campo de visión de Bling Bling.

Él se abstuvo de ladrar un «Hola» pues sabía que el gato era muy miedoso. Así que solo lo miró desde su posición, guardando cada imagen en un cofre sellado con llave en su memoria.

Por la madrugada, tomó un listón del tocador de Eunsook y corrió, dejando caer algunos otros lacitos con los que Eunsook se adornaba el pelo. Cuando llegó a la sala, escudriñó cada lugar de ésta, en cada lugar donde la diva solía hacerse ovillo. En el sofá no estaba. En el suelo tampoco. El lazo osciló entre sus dientes esperando pacientemente, al contrario de Bling Bling.

De pronto, cuando comenzaba a desesperarse, apareció rodando por el piso, una bolita de estambre, desenrollándose a cada paso que daba. Fue a dar a la pata del sillón y regresó.

Bling Bling la vio con extrañeza.

Detrás de ella, venía un pequeño huracán, que mamá juraba no hacía ni el más mínimo escándalo.

Enganchó sus patitas a la bola, pasando al lado de Bling Bling sin fijarse en él. Y rodó, jugando con la bolita de estambre.

Bling Bling titubeó dando un paso hacia al gatito. Pero cuando estuvo lo más cerca que se atrevía, hubo un brillo en sus ojos que lo obligó a seguir adelante. Con cuidado, depositó en el suelo el listón, mojado por su baba.

Los ojos grandes y atentos del gato lo observaron primero a él, analizando sus intenciones.

Bling no ladró. Pero la Diva le agradeció diciendo un sonidito que, sin saber por qué, le fascinaba. Era dulce, suave y tranquilo. «Miau…».

***

 

—¿Bling Bling? Pff… Un desastre andando, como siempre.

—Anda paseando con Eunsook, ¿verdad?

—Sí —suspiró—. Le dije que vendrías, pero, ni sabiendo que le traes bichos siempre, se apura en regresar.

La tía de Eunsook hizo un gesto para quitarle importancia a la tardanza de su sobrina.

—Espero que le guste lo que le traje…

—No me exasperes —advirtió mamá.

—¡Mami, ya llegué!

Bling Bling entró con sus patitas llenas de lodo, y fue a dar a los pies de la tía de Eunsook, pero no iba por ella. Se echó en el piso, paciente y tranquilo como pocas veces lo habían visto las hermanas.

La Diva de inmediato se deslizó de entre los brazos de mamá. Saltó al suelo sucio y maulló, como saludando al recién llegado. Giró tres veces antes de acurrucarse en un lugar del pecho del perro que le recordaba a su hogar. Estaba tibio y lo hacía sentir protegido.

Su respiración agitada, al igual que a Eunsook, le resultaba tranquilizadora.

Bling bling gruñó suavecito, había aprendido a ir despacio con el gatito, a no molestarlo ni asustarlo, sólo dejarlo perder el miedo.

—¿Estoy soñando?

—Hmm... —murmuró Eunsook pensativa—. Esto me parece un poco raro...

Ella había notado la creciente cercanía de sus dos mascotas, pero al final simplemente se había alegrado de que se llevaran bien. Después de todo, eso era lo que ella quería. Pero comenzaba a parecerle extraño.

Un día, mientras hacía tareas en su habitación y Bling Bling la acompañaba echado en su cama, apareció la Diva, como quien es dueño de la casa entera. Se paseó orgulloso por la orilla de la cama, sabiendo que tanto la atención de Eunsook como la de Bling Bling estaban puestas en él, dio tres vueltas y se dejó caer al otro lado de Eunsook. Bling Bling lo miró ilusionado y la Diva cerró los ojos, casi durmiéndose.

Eunsook tuvo una sorpresa mayor cuando la Diva comenzó a restregarse en sus piernas y a buscar su regazo y sus caricias.

Unió piezas en su cabecita.

¿Que no Bling Bling andaba tras una chica? Esta sospecha se confirmó cuando la diva sacó su lengua rosadita y lamió con ella a Bling Bling.

Eunsook soltó una risita.

—Lo has conquistado.

Su mamá y su tía no la oyeron pues estaban absortas ante la escena; su dulce y bien portado gatito, estaba deshaciéndose en mimos y caricias con el desordenado y mugroso cachorrito de Eunsook.

—¿Qué…? —Balbuceó mamá aterrada—. ¿Qué pudo haber pasado para que mi Diva se deje hacer por este… animal?

Eunsook frunció el ceño.

—Este animal tiene nombre…

—Uno bastante raro.

—…y merece respeto.

Eunsook se encaminó hacia su tía, al has de la cesta que trajo ella consigo y en frente de la pareja dispareja. La Diva parecía un botoncito aterciopelado de color naranja, sobre un botón marrón más grande. Ambos animales respiraban al mismo ritmo, como los jóvenes enamorados.

—Estoy harta, con todo respeto, tía —Su mirada cayó un segundo sobre su madre, quien seguía viendo con asco cómo su Diva lamía a Bling Bling—, mamá, de que desprecien a mi cachorro. Bling es un amigo fiel; me acompaña siempre —omitió decir que había estado distraído algunas veces (gracias a la Diva)—, y me quiere. Nunca pensé que yo llegaría a quererlo tanto… ¿Y qué importa si su perfecto gato es tan… cercano a mi cachorrito?

La Diva se paró en sus patitas delanteras y vio a Eunsook hacia arriba y maulló, como apoyándola. Eunsook sonrió y puso sus manos en las caderas.

Su tía lo pensó. Si ella misma había caído rendida ante sus encantos de cachorrito, así chiquitito e indefenso. Sin embargo, hoy, mugroso y ligeramente más grande, ya no se le hacía muy tierno. Pero sí, pensándolo bien, se dio cuenta de que era un poco superficial de su parte despreciarlo.

—Dejaré que... Mmhm, ¿Bling... Bling?, se le acerque a mi Diva —«La Diva es de todos, ¡hasta de Bling!», pensó Eunsook—, si le das un baño dos veces al día.

Eunsook frunció el entrecejo.

—Esto es una exageración. Lo que pasa es que a Bling le gusta correr por el bosque cuando vengo de la escuela... Y hay muchos charcos...

Mamá dejó de ver a la dulce parejita (la Diva volvió a girar sobre sí mismo tres veces antes de volver a hundirse en la suavidad del pelo castaño del perrito), y pensó. Amaba a su hija y a la mascota de ésta. Pero tenía una obsesión con la limpieza que nada tenía que ver con su descendencia.

Sacudió la cabeza, vio los ojos esperanzados de Eunsook y sonrió.
Se encogió de hombros.

—Está bien. Intentaré no hacer escándalo por la suciedad —propuso. La sonrisa de Eunsook se hizo más grande y sus ojos también sonrieron.

Eunsook se sentó a la mesa y mamá le dio una taza —de plástico— con té verde y un plato de galletas.

Bling Bling escuchó cómo las galletas crujían llamándolo a que les diera una mordida, pero prefirió seguir escuchando la respiración y los ronroneos del gato acurrucado a su lado. Cerró los ojos, lento, como la Diva lo miraba él.

—¿Sabes que hay en la cesta, esta vez?

Eunsook apartó su taza rápidamente y casi la deja caer, desparramando el contenido. Mamá por suerte impidió que aquello pasara; estaba acostumbrada a andar alerta, ya que Eunsook era muy torpe.

—No sé, no puedo adivinar... —se impacientó.

—Es una bolita esponjosa —comentó entre risas, mientras cogía el asa de la cestita de mimbre, la misma que había acobijado, junto a un par de cobijitas, a Bling Bling y a la Diva.

Unos puntitos negros miraron a Eunsook, muy asustados y una naricita saltarina se puso alerta.

Eunsook sonrió.

Sintió algo parecido al flechazo que conquistó su corazón cuando vio a Bling Bling por primera vez. Sin duda, no fue aquella desconfianza que le dio la Diva. Fue ternura, algo le abrasó el corazón como un rayito de sol por la mañana.

—¡Será el hijo de Bling y el gato engreído! —Vociferó y tanto su tía como mamá la vieron con una pizca de enojo—. Lo llamaré Minnie.

—¿Qué? —Cuestionó mamá—. Eunsook, esa cosa es un conejo, no una persona.

Eunsook se sonrojó.

—En mi clase, hay un niño que se llama Taemin… Él me recuerda a un conejo, es muy tierno y su pelo de hongo lo hace ver esponjoso…

Su tía apretó los labios para no reír. Eunsook estaba roja como una fresa.

—Espera a que tu padre te escuche hablando de chicos —se burló. Eunsook se sonrojó más.

—Esto oficialmente es un zoológico —se quejó mamá, quien parecía no prestar mucha atención.

Eunsook se puso de pie.

—Te quiero, tía —La rodeó con los brazos. Su vestido estaba impecable, cabe resaltar—. Gracias por el conejo.

—De nada, mi amor. Yo también te quiero... Y a Bling Bling también. Eh... No, espera, ¡quita tus sucias garras de mi vestido!

La Diva maulló reprobando la actitud de su ex dueña. Esperó, celoso e impaciente, a que Bling Bling le diera una pequeña muestra de agradecimiento a la tía de Eunsook, y regresara a su lado.

Se había dado cuenta de que ni Eunsook ni él nunca quisieron hacerle daño nunca.

Se había acostumbrado mucho a la compañía del gato enorme y café, el de orejas grandes y atentas, de ojos brillantes y entusiastas que... deseo para sus adentros que, durante sus nueve vidas, ese pecho calientito y la dulzura de su protección, siempre estuvieran con él.

FIN

 

Notas finales:

Aún no estoy segura de por qué subí esto xD seguro nadie lo lee ;.; -depremodeon-

Tal vez haya algún error, y mañana me arrepentiré de haberlo subidp porque estoy medio dormida xD y medio lo releí dos veces y bueeeeeeeno...

a ver qué pasha o3o

conejos! conejos ebrigüer~

Minah mi conejo!!! ¬¬

-se va haciendo buing buing(?)-


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