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Juguete nuevo. por YahikoGirl

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Notas del capitulo:

Bueno. Emm... ¿Perdón? xD 

No sé... Para aquellos que creían que era tan perra que no iba a actualizar, les digo que... ¡Acá lo tienen! Ah, soy tan mala D: 

No bueno. La explicación, en síntesis es "escuela, quinto año de la secundaria, desaprobé química en el primer eje, bioquímica también y la materia de mierda de gestión". Estoy jodida :) xD 

En fin, espero que les haya gustado este capítulo. 

Estabas en la ventana, esperando ver cuando se bajara de aquel auto gris. Lo hizo del lado del conductor. Vestía con un jean azul oscuro, una camisa negra que dejaba ver parte de su pecho, unas botas del mismo color y a su rostro lo decoraba unos anteojos de sol. Sonreíste por primera vez en tanto tiempo al ver el saludo que le dedicó a tu madre, su hermanastra, quien lo recibió muy cálidamente.

Era casi de noche, desde dónde tú estabas se podía ver la puesta del sol de una manera estupenda, pero esta vez tu sol estaba en otro lado, resplandeciendo solo para ti. Cerraste los ojos por unos segundos y llevaste la mano al pecho. Lo extrañaste demasiado.

-¡Hola! – Ese saludo te hizo abrir los ojos. Tu sonrisa desapareció por completo de tu rostro al ver a una mujer de casi la misma edad que Sasuke, saludar a tu madre con un beso en la mejilla y un abrazo. – Soy Sakura. – Se presentó, de la misma forma escandalosa. Esperabas que no fuera lo que estabas pensando.

-Pasen, luego venimos a buscar las valijas. – Dijo Minato, invitando a las visitas a entrar.

Sasuke y la tal Sakura, obedecieron de forma inmediata. Lo último que pudiste ver, antes de que pasaran a tu hogar, fue esa sonrisa hermosa que el pelinegro dibujó en su rostro.

Corriste hasta llegar a las escaleras y esconderte detrás de la pared, de rodillas te quedaste y oíste las carcajadas de los cuatro personajes que en ese momento se divertían.

-¡Solo espera ver a Naruto! De seguro se pondrá muy feliz. – Dijo en un momento Kushina, dirigiéndose al Uchiha. Observaste su rostro, aún con los anteojos de sol y viste que se le dibujó una mueca que interpretaste de desagrado.

-¿Naruto? – Preguntó la pelirrosa, tomando la blanca mano de Sasuke. - ¿Quién es Naruto, amor? –

Él suspiró, sacó los anteojos y algo fastidiado respondió:

-Mi sobrino. –

-¿Tu sobrino? No sabía que tenías uno. –

Eso había dolido, eso había dolido mucho. En esos seis años que habían pasado, tú lo recordaste hasta el último segundo, siempre deseaste volverlo a ver. En cambio él, te había borrado por completo de su vida… O eso intentó.

-Su sobrino favorito, ¿No es cierto? – Preguntó tu madre entusiasta y bromista.

-Kushina, es el único sobrino que tengo. – Respondió él, fríamente. Un nudo se formó en tu garganta y apretaste tus puños. No deseabas seguir escuchando.

*oO*oO*oO*

-Mi amor, ¿Seguro no quieres bajar a cenar? – Preguntó tu madre, preocupada. Era la quinta vez que subía a tu habitación a buscarte.

-No, ma… - Dijiste deshecho, volteando nuevamente en tu cama. Habían pasado cuatro horas desde su llegada, él había tomado un baño, desempacado y acomodado en tu casa, pero a ti, no pasó a saludarte. Casi sentías que eras invisible o que ni existías para ese chico.

Tenías curiosidad, deseabas saber lo tan cambiado que estaba, cuanto le había crecido el pelo, si su rostro había sufrido algún cambio, si sus manos seguían siendo iguales, o si la estatura era diferente. Pero tenías demasiada vergüenza.

-Rayos. – Susurraste, al sentir ese ardor en tus ojos que indicaba lo tan triste que te ponía.

En todo este tiempo, lo habías necesitado tanto, y ahora que estaba a tan solo pasos de ti, no eras capaz de ir y saludarlo con la mano. Te sentías paralizado, la humillación lo había hecho.

-Naruto… - Ahora tu padre. – Tienes que comer. – Dijo, a la vez que hacía el intento de girar el picaporte.

-No tengo hambre, pa. – Intentando que tu voz no sonara tan lamentable, le contestaste. Tenían experiencia con este tipo de situaciones y de seguro pensaban que solo era uno más de tus ataques depresivos, como les había indicado tu psicólogo.

-Tienes que tomar tus medicamentos. – Te informó y tú asentiste, ya estabas algo cansado de tomarlos.

-Cuando vayan a dormir… – Le dijiste tú, entonces escuchaste como el rubio suspiró y luego se marchó.

Nadie sabía muy bien cuál era tu problema, eres lo suficientemente inteligente como para engañar a la psicología y hacerle creer que estas en una edad complicada, que eres solo un adolescente más con problemas de personalidad que ya se ha intentado suicidar dos veces. Nadie sabía que tu problema eran precisamente esos recuerdos que te parecían increíblemente lindos y que deseabas revivir junto a Sasuke. Más de una vez, pensaste que tal vez muerto, ibas a un lugar parecido a un paraíso y que allí te recompensarían con devolverte al chico que tanto amor te hace sentir, o que solo llamarías su atención y de esa forma te visitaría. Ni papá, ni mamá saben lo que sucedió esa noche, días antes de que el Uchiha menor decidiera partir hacía un lugar que nadie sabía dónde era. Seis años permaneciste con el mismo recuerdo, seis años soñaste una y otra vez aquello, seis años te arrepentiste de no saber muy bien lo que sentías, de ser tan tonto como para no diferenciar y de no haber probado aunque sea solo un poquito de lo que Sasuke quiso regalarte. Muchas veces en la desesperación, llegaste a creer que tal vez todo eso fueron alguna especie de alucinación, que tu mente te había jugado una mala pasada y que estabas loco. Pero luego, te dabas cuenta que aquellas sensaciones fueron demasiado reales y vívidas como para que un niño de tan solo once años, las pudiera inventar.

*oO*oO*oO*

Sonó el teléfono y abriste los ojos, saliste corriendo y bajaste las escaleras. Tu madre, quién era la que iba a responder, se quedó a mitad de camino.

-Hola. – Respondiste secamente, sabías quién era el del llamado y sabías para que lo hacía.

-Hola, Naruto. ¿Paso por ti en un rato? –

Gaara, tu… novio, amante, pareja, como le quieras decir, había quedado en pasarte a buscar esa misma noche para salir. Lo habías olvidado por completo y no tenías muchas ganas de hacerlo.

-No puedo, no me siento bien. – Dijiste, sin mentir.

-¡Oh! Vamos. Tú siempre tienes algún problema. Voy a pasar de todos modos, me quedaré contigo esta noche. – Informó, y antes de que pudieras refutar la idea, colgó el teléfono.

Sí sabía cómo sacarte de las casillas ese infeliz. Lo que menos necesitabas en ese momento, era la compañía de él, pero no lo entendía. Hacía ya un tiempo que estaban saliendo y ahora te dabas cuenta lo tan manipulador que es.

-¡Mierda! – Exclamaste, a la vez que golpeabas el teléfono y lo dejabas en su lugar, sin recordar, que todas las miradas se posaban en ti, especialmente una.

-Naruto… - Dijo Minato, a modo de aviso. Te diste vuelta con el ceño fruncido, le dedicaste una mirada furiosa, que fue devuelta con la misma intensidad; tu padre no era tan paciente como Kushina a la hora de intentar entender tus problemas.

-Hola. – Dijiste tajantemente, siendo consciente de que todos estaban sorprendidos con aquella caprichosa actitud.

-Siéntate a comer. – Escuchaste que te ordenaron, pero no hiciste caso y seguiste tu camino.

-Tranquilízate, cariño… - Oíste decir a tu madre, en un intento de calmar la furia del Namikaze.

Sin darte cuenta, pegaste un portazo bastante fuerte al entrar a tu habitación, lo que llevó a un nuevo grito por parte de tu padre. Probablemente, luego tendrías problemas por aquel modo de enfrentar la situación. Te echaste en el suelo, abrazaste tus rodillas y no pudiste evitar liberar algunas amargas lágrimas. Te sentías mal por todo: por haber cambiado tanto, por tratar de esa forma a tus padres, por ser tan grosero, por no poder escaparte de esos estúpidos sentimientos y dejarlos atrás, por ser tan cobarde. La vida te había cambiado demasiado, sin un motivo lo suficientemente bueno.

*oO*oO*oO*

-Sasuke, ¿No quieres intentar subir? – Preguntó Kushina al muchacho que tomaba agua.

-No parecía muy contento de verme, no creo que sea buena idea. – Respondió él, negándose a visitarte.

La mujer se quedó sin palabras, verdaderamente se sentía algo avergonzada por cómo te habías comportado y ahora, sin que tú supieras, se atrevía a pedir aquel favor a su hermanastro.

-Demonios, lo complica demasiado… - Dijo ella, sentándose y tomándose la cabeza. – Él no era así. –

-Las personas cambian. – Afirmó Sasuke, dejando el vaso utilizado dónde correspondía.

-Sí, pero no lo hacen tan radicalmente sin un motivo. Sigo sin entender el por qué, Sasuke. –

-Tal vez ese chico lo tenga, tú que sabes. Ya creció bastante, Kushina. Deberías dejarle un poco más de libertad. –

-¿Libertad? ¿Para qué? ¿Para encontrarme una vez más con él dentro de una bañera llena de sangre? No, gracias. Paso. –

Eso lo tomó por sorpresa…

-Espera… ¿Se quiso matar? –

-Dos veces. – Admitió la pelirroja. – Nunca lo conté, por miedo a hacerles daño a papá o a mamá, pero lo hizo. – Sasuke enmudeció, de todas las cosas que se podría haber imaginado, esa era una de las que nunca pensó que fueras capaz de hacer. – Sí no hubiésemos llegado a tiempo, lo estaríamos lamentando demasiado. –

-¿Cómo fue? ¿Cuándo? – Preguntó el pelinegro, todavía atolondrado por la abrumadora noticia.

-Tiempo después de que te fuiste, unos años más tarde. Se estaba bañando y demoró mucho, Minato entró y lo encontró. – Le hizo saber Kushina.

Un tiempo atrás, todavía dudabas sobre su regreso. Tenías la ilusión de que lo hiciera, de volver del colegio y que para tu cumpleaños él estuviera contigo. Muchas cosas fueron las que influyeron para que tomaras esa trágica decisión. El hecho de empezar en una secundaria dónde no conocías a nadie, de ser ignorado por casi todos tus compañeros y que te hicieran sentir como basura, que tus padres trabajaran la mayoría del tiempo y tuvieras que quedarte solo en la casa. No supiste cuándo, pero llegó un momento en el que todo comenzó a afectarte enormemente; cualquier tipo de roce de palabras con tus padres, compañeros, profesores, te llevaba a pensar en lo peor. Y luego vino Gaara, con su peculiar forma de chantajearte, de hacerte sentir menos que una cucaracha. Te hacía creer que eras tú el culpable de los serios problemas mentales que tenía y tiene.

-¿Sabes? – Dijo tu madre, interrumpiendo los pensamientos del otro hombre. – Creo que le haría bien pasar tiempo contigo. –

-Kushina… -

-Por favor, Sasuke. Él te necesita, sé que le hiciste mucha falta cuando te fuiste. – El problema estaba en que nada era tan inocente como ella creía.

-Pero nunca estuve y lo logró superar. No le hice tanta falta después de todo. – Sasuke no sabía muy bien de lo que hablaba, en él existía un rencor irracional, probablemente nacido cuando se fue y tú no hiciste nada para impedirlo. – Además, para apoyo, tiene a su novio, ¿No es así? –

La pelirroja chasqueó la lengua y desvió la mirada enojada, muchas veces discutieron por Gaara. Tanto ella como Minato, se habían acostumbrado al hecho de que fueras… diferente, pero no se terminaban de acostumbrar a la retorcida forma de ser del chico que habías “elegido” para estar a tu lado.

-No tiene sentido lo que dices. Tú no eres como él, no representas lo mismo en su vida. –

¡Y vaya que no lo hacía!

-Ya lo sé… Pero no soy yo el indicado para sacarle los fantasmas. –

*oO*oO*oO*

Ya estaba allí, ya tus manos tiritaban sobre su pecho y tu respiración se agitaba al mismo ritmo que la suya. Habías logrado comenzar a balancearte despacio sobre su vientre, dejando que de su boca se escaparan roncos gemidos. De tu boca se escapó un gran hilo de baba, que humedeció la piel de tu pecho y descendió hasta llegar a tu ombligo.

Sasuke llevó sus manos a tus caderas y te ayudó a seguir con aquel meneo. De a poco te fue llevando hacia atrás, dónde pudiste sentir lo duro de su miembro, restregarse contra tu trasero. En ese momento te veías como un niño, tus manos eran pequeñas y los gemidos que salían de tu boca sonaban como cuando tenías once años. Hiciste el cuello hacia atrás y sonreíste al cielo, al mismo tiempo que te llevabas la mano a la boca y metías uno de tus dedos en ella, lo saboreabas y luego lo deslizabas hacia tu cuello.

-¡Mmm…! – Resonó en tu mente, entonces bajaste la mirada y notaste en tus muñecas, las cicatrices que tú mismo te habías hecho.

Te angustiaste y volviste a cerrar los ojos, entonces una cálida mano se posó en tu mejilla y la acarició. Bajaste a su boca, depositaste un tierno beso en sus labios y sin saber en qué momento, una lágrima surcó tu cara. De nuevo volvías a ser pequeño, de nuevo volvías a hipar como esa vez…

*oO*oO*oO*

Abriste los ojos, los cuales ardían y molestaban. Te diste cuenta que te habías quedado dormido en el suelo, al lado de la puerta. Miraste la hora en el reloj que se encontraba sobre tu mesa de luz y no supiste si deseabas o no despertar. Ese sueño, dentro de todo, fue bastante lindo.

Era una calurosa noche de verano, pero a ti no te afectaba. Te quedaste mirando por la ventana un largo rato y luego te levantaste. Quejándote un poco por el dolor en la cintura y en el resto del cuerpo, te pusiste de pie y saliste de tu habitación. Bajaste la escalera a oscuras, la luz te molestaba. Legaste al comedor, una ráfaga de viento movió las blancas cortinas que decoraban la ventana del lugar y pudiste observar entre ellas, lo grande e iluminada que estaba la luna. Seguiste tu camino hacia la cocina, buscaste en la alacena, dónde se escondían tus medicamentos, el antidepresivo que te habían recetado hacía ya un tiempo y no debías dejar de tomar. El ruido del agua salir de la canilla, te espabiló un poco y lo frío del líquido hizo que se refrescaran un poco tus dedos. Colocaste entre tus labios el comprimido y cerraste los ojos, no te diste cuenta lo tan temblorosa que se encontraba tu mano y guiaste el vaso hacia tu boca. Tragaste con algo de bronca y luego tiraste lo que sobró de agua, seguido de un suspiro.

-¿Sigues sin poder dormir de noche? – Preguntaron justo cuando estabas saliendo, y entonces tragaste saliva duramente al verlo parado junto al umbral de la puerta. Una brisa sopló tus cabellos y por eso, o por otra razón, un escalofrío recorrió tu cuerpo y sentiste cómo se te erizaba la piel de todo el cuerpo. Enmudeciste, no sabías cómo responder a eso, o cómo responder a cualquier cosa que ahora fuera a decir.

-T – tenía que… tomar e – el medica… mento. – Tartamudeaste, mientras retrocedías unos pasos hasta chocar contra la mesa que se encontraba en el medio del lugar. No le ibas a mentir, si ya de seguro tu madre se había encargado de contarlo todo.

-¿Por qué lo hiciste? – Preguntó, una vez que te tomó de la muñeca y observó el rastro de la cicatriz que te habías dejado en la mano derecha. No supiste que contestar, pero el sentir el contacto de su piel luego de tanto tiempo, te hacía perder en un maravilloso mundo. – Naruto. – Te llamó, entonces agachaste la mirada.

-N – no… lo sé. - ¿Y si le confesabas la verdadera razón?

-Estúpido… - Lo escuchaste murmurar, antes de que te llevara el brazo a su cuello y te obligara a enredarlo, mientras buscaba tu boca y rozaba dulcemente tus labios con los suyos. 

Notas finales:

Por si no se entiende, o por si pasó tanto tiempo que ya ni se acuerdan de que carajo se trataba el fic, les dejo un resumen:

Sasuke, el pedófilo de Sasuke, es el "tío" de Naruto. A los once años del rubiecito, el pervertido hermanastro de su madre, le hizo cosas chanchas (? xD Y después por motivos que develaré más adelante, se fue durante seis años. En esos seis años, Naruto sufrió bastante su desaparición ¬¬ (Sasuke hijo de puta), que lo llevó al punto de intentar suicidarse dos veces. A todo esto, Minato y Kushina no saben nada de la relación extraña que mantenían esos dos cuando más chicos. La diferencia de edad es de 10 años (¡DIEZ!) >.< 

Bueno, creo que no me salté mucho xD Y si no, lean D: Son tres capis no más xD 

A todo esto, muchas gracias por sus comentarios, los responderé en cuanto tenga un tiempito xD 

Besos! ♥


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