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Rainy Love, Wild Paradise ~ Spring (Wild Lovers) por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Parku~ kukukuku~ Sin ti no hay naaaadaaa (8) Sin tii no hay Espurínggg (seh)

Spring (Wild Lovers) 3

 

Uno generalmente saluda con la mano, pega un grito, se pueden chocar las palmas o hacer un juego de señas. Cuando mucho un beso en la mejilla…por qué no, en la boca. Uno generalmente saluda desde lejos y cuando ambas personas se encuentran cerca, ya se decide hacia dónde ir o comienzan a conversar como producto de un encuentro inesperado, un cruce momentáneo. Todas las personas que he visto saludarse a lo largo de mi vida lo hacen de manera tranquila, caminando despacio y casi pensando sus pasos.

Luhan directamente corrió hacia mis brazos. Primero me miró por lo que me sentó una eternidad. Luego echó a correr y se me tiró encima con los ojos hinchados por el llanto y la nariz roja como sus pómulos por las bajas temperaturas.

-Pensé que no ibas a venir—gimió contra mi pecho, hipando—. Pensé que no ibas a venir y que iba a quedarme esperando ahí para siempre—¿Para siempre?—. Quería verte y pedirte perdón por hablarle a Kyungsoo pero no aparecías… ¡Te juro que no lo vuelvo a hacer, me portaré bien y no volveré a hablarle! Pero, por favor, no vuelvas a irte así. No vuelvas a irte—y negaba con fuerza, como restregando su rostro contra mi abrigo. Cuando los gemidos aumentaron y empezó a sacudirse, le tomé de los hombros e intenté alejarlo.

No hubo caso, tuve que abrazarlo y esperar a que se calmase, sintiendo sus dedos subir por mis brazos hasta los bíceps, donde hundieron las uñas con fuerza. Mientras dejaba que los segundos y la tos pasaran, acaricié su nuca, el único sector con cabello accesible pues seguía con el gorro de koala puesto. Qué necesidad de salir a la calle con ese gorro.

-Te extrañé.

Aquellas fueron suficientes para paralizarme. Con el mundo dejando de girar, con el tiempo congelándose frente a mis ojos desorbitados, pude sentir cómo comenzaba a faltarme el aire, sumado al hormigueo creciente en las palmas de mis manos, al temblor en mis rodillas y al nudo en la garganta reseca. Sumado a todo eso, vino una repentina sensación de…vacío.

Completo vacío.

Nunca nadie me dijo que me extrañaba… ¿Por qué no estoy contento? ¿Porque es un desconocido acaso?, pero no. En el fondo sabía muy bien por qué no estaba contento: Kai nunca me dijo “te extraño”. Jamás lo hizo.

Poco a poco fui encerrando el cuerpo de Luhan entre mis brazos, tomándolo de la cintura y tapando mi nariz y mi boca contra su gorro celeste con forma animal. Un tirón en la boca de mi estómago me alentó a no soltarlo, a quedarme un segundo más con él. Sólo un segundo más, sé que podré soportarlo. Puedo hacerlo.

-¿Me extrañaste?—sonreí con desgano, cerrando gradualmente los ojos—¿Mucho o poco?

-Mucho—tosió para luego inspirar con fuerza—. Muchísimo.

-Perdóname por dejarte esperando tanto tiempo, ¿Puede ser?—y asintió como un niño pequeño, sin abrir siquiera la boca; ahogué una risa amarga y tragué con fuerza, abriendo los ojos y mirando alrededor—. Así que Kyungsoo es tu amigo…jamás me lo hubiera esperado—rápidamente alejó el rostro de mi pecho, dejándolo lo bastante cerca como para poder oler el perfume que brotaba de su mandíbula y de atrás de su oreja.

-No hablemos de él si te cae mal. Si te desagrada, dejaré de ser su amigo, en serio.

-No me molesta—mentí, acomodándole el flequillo bajo el gorro con la punta de los dedos: sus ojos eran oscuros pero habían adquirido un brillo casi de color caramelo…seguro eran los faros del parque—. Si no hubiera sido por él, no estaría aquí. No habría venido de no ser por él—y sus ojos volvieron a vidriarse, me desesperé por tranquilizarlo—. ¿P…Por qué no vamos a visitarlo? A verlo, a saludarlo y agradecerle porque hayamos podido reencontrarnos—en respuesta, apretó los labios y sonrió, asintiendo de nuevo—. Hace mucho que estás aquí, ¿No? Déjame comprarte algo.

Empezando a caminar, sentí un tirón en el borde de la manga: giré la cabeza para verlo amoldar sus dedos a los míos con tranquila naturalidad y así andar a paso corto, llevándome poco a poco entre las calles y doblando. Maravillado, noté la unión y la temperatura que le acompañaba.

Luhan de alguna forma era cálido…estaba helado cuando me había abrazado. O al parecer eso había imaginado yo.

 

 

-¿Luhan?

-¿Sí?

-¿Por qué pasamos la panadería hace cinco cuadras y no dijiste nada?—pero no me contestó; siguió caminando dándome la espalda pero tirando firmemente de mi mano. Seguíamos andando con un paso, casi dos, de distancia. Para cuando comencé a asustarme (¿Dónde me estaba llevando?), observé su perfil calmo y mirando a los costados, fijándose que se pudiera cruzar la calle y siguiendo un recorrido desconocido. Sus dedos se amoldaron mejor a los míos, envolviéndolos por completo. Su pulgar pareció acariciar el dorso de mi mano, nunca estuve seguro.

Inspiré hondo y busqué detenerme para frenar ambos y preguntarle qué pensaba hacer, qué pensaba hacerme (porque, que me estuviera prácticamente sacando de la ciudad no podía ser bueno). Debió haber notado la presión de mis dedos. Paró para darse vuelta y mirarme a los ojos.

-No puedo ir allí. Si entro, lo veré. Y no quiero volver a romperme.

Fruncí el ceño: me despeinó una repentina ráfaga de viento. Había guardado el gorro en el bolsillo del pantalón, tenía las orejas heladas y el frío picó en mi nuca, haciéndome temblar. Su mirada era triste, relajada y cansada. Como si estuviese harto de seguir ignorando su dolor. Como si estuviese harto de tanto llorar.

Somos lo mismo.

No puedo dejarlo solo.

-¿Adónde quieres ir entonces?—inspiré hondo, hinchando el pecho con un súbito valor; no parpadeé hasta que él lo hizo—. Te acompañaré, no voy a irme. Lo prometo.

Su nariz estaba aún rosada, sus labios juntos levantaron las comisuras en una sonrisa.

-No estaba yendo a ningún lado. Sólo quiero estar contigo.

 

 

-¿Cómo se llama?—aventuré a preguntar, tamborileando los dedos en el pasto. Kyungsoo ya me había explicado todo, o casi todo, sólo faltaba su versión.

Noté el pronto gris oscuro de la noche detrás de los edificios: cuando llegase definitivamente la primavera, nunca veríamos el Sol esconderse tras los árboles, el campo y el suelo, esa masa de luz jamás se fundiría en el horizonte a nuestros ojos porque estábamos rodeados de la jungla de cemento. Ni siquiera en el jardín del barrio podía verse la unión directa entre la tierra y el cielo. Era imposible.

Hay tantas cosas imposibles…, supuse mirando a Luhan, que no me respondía y perdía foco de la vista con el movimiento del río Han. Como llegar a saber por qué sigo con él, como tratar de comprender por qué siento que no puedo dejarlo solo.

Puede sobrevivir sin mí. No es como si fuera su hermano o su padre.

-Minseok.

…Tampoco quiero serlo. Sólo quiero verlo y saber que sigue existiendo. Que le caigo bien y que me extraña.

-Se llama Minseok y trabaja allí, es amigo de Kyungsoo y también fue amigo mío.

Que puedo llegar a gustarle.

-Es… - tragó saliva, luchando por contener las lágrimas—. Lo que siento por él es horrorosamente fuerte. Es tan grande y tan doloroso que...me asusta. Siento que voy a morir de amor—abrazando sus rodillas, apoyó en ellas el mentón y lloró sin inmutarse—. Siento que me desangro cuando lo veo y sé que no siente lo mismo—sacudí la cabeza levemente, parpadeando sin cesar y respirando con pesadez, tratando de recuperar el aire que había perdido—. No te rías, por favor. Lo amo más de lo que puedo controlar, y necesito que él sienta lo mismo—se mordió el labio, su voz se quebró—. Necesito que me necesite como yo lo hago. Él es vital para mí…pero aparentemente él no alcanza o no quiere verlo.

Arranqué el pasto bajo mis manos, tensando la mandíbula y mirando el agua moverse, estiré los dedos de los pies y me acomodé, sentándome con las piernas dobladas y una contra mi pecho para descansar allí mi brazo izquierdo. No llores, no seas estúpido. No pasa nada, ya has pasado por esto: hay otro, siempre hubo otro. El terreno ya fue tentado. Tú no supones una posibilidad, Sehun.

Márchate rápido, pronto.

-No sé qué será de mí el día que se case—siguió.

Vete lo antes posible. Pronto.

-El día que tenga un hijo—sonrió, tapándose los ojos con la mano, tirando de los pelos de su flequillo—, el día que tenga un hijo me tiraré a este río—carcajeó, amargamente—. No soporto la idea de verlo con una mujer o con otro tipo. No soporto la idea de no ser lo suficientemente bueno…de no haberlo sido.

Una punzada en el estómago, bajé la cabeza y tragué con fuerza, deshaciendo el nudo en mi garganta.

-¿Estuvieron juntos?—murmuré, tensando el brazo en el que descansaba el peso de mi cuerpo.

-No lo sé. Acostarnos y mirarnos durante dos semanas y media… ¿Cuenta como algo?—espetó, jugando con el césped y bajando las piernas para cruzarlas; tiró lo que había arrancado, molesto—. Para mí no, porque nunca le oí decirme que me quería o que le parecía bonito. Él sólo…se acercaba por detrás, lento. Me besaba el cuello—se frotó la nuca al instante, parecía ir recordando sensorialmente todo—. Me besaba el cuello y se reía bajito contra mi piel, me volvía loco. Media hora después…todo era borroso. Ya no sabíamos quién amaba a quién, sólo sabíamos que hacía calor pero que no podíamos abrir las ventanas, porque nos verían. Las persianas estaban rotas, caían con peso y si las levantábamos, tendríamos que hacerlo por completo, dejando a la vista todo el interior. El cuarto, la puerta al pasillo. Nosotros—siguió frotándose despacio, había dejado de llorar pero sus ojos seguían vidriosos.

Tragué saliva: hacíamos prácticamente lo mismo. Yo miraba el suelo, él lo hacía. Levantaba la vista, él lo hacía. Lo miraba a los ojos...y ahí estaba. Esperándome, recibiéndome.

-Sabes—murmuré, observando sus dedos y su mandíbula, su mentón y su cuello—. Yo nunca te haría eso. Nunca.

El silencio se compensó con el peso de su mirada. Con el sentimiento que llenó sus movimientos, pues se levantó para caer sobre mí y besarme con fuerza, pero primero con súplica y casi vértigo.

No pidió permiso, sabía que lo dejaría entrar de todos modos: A mi vida, a mi corazón, a todo. Ambos estábamos rotos, veníamos dañándonos desde hacía rato ya. Teníamos que lamernos las heridas como dos perros asquerosos y moribundos. De esa forma, al menos no moriríamos solos.

Sentimentalmente hablando. Creo.

 

 

Sus dedos cruzaron horizontalmente mis mejillas y me tomaron de la nuca, los meñiques rozaban la parte trasera de mis orejas. Sus codos descansaban sobre mi pecho, se había sentado sobre sus talones y así su rostro estaba unos milímetros más arriba que el mío, pero nunca demasiado lejos. Su frente buscaba descansar sobre la mía, no podía. Sus labios respiraban contra los míos, él lo hacía con tranquilidad. Yo me sentía perdido, descolocado y agitado. Inflé el pecho repetidas veces, no había oxígeno suficiente para mis pulmones ni para mis músculos, no podía tranquilizarme.

Su estómago se unía al mío. De no ser por sus codos y sus brazos flexionados, estaba seguro de que aquella vez nos habríamos fundido en el más asfixiante abrazo para no soltarnos.

En el apuro, se le había caído el gorro. Sin él podía verlo mejor, era más lindo. Al notar sus pulgares acariciar mis pómulos, me lamí los labios en anticipación y miré su boca. Otra vez, necesito recordar cómo se siente. Porque yo quería besar a Luhan y Luhan quería ser besado, Luhan quería besarme y yo quería que lo hiciese cuantas veces quisiera, no presentaría problema alguno, le retribuiría encantado todo. Absolutamente todo.

Algo me decía que Luhan era abrasivo, absorbente.

Yo también lo era. Por ende, que estuviéramos juntos nos vendría genial a los dos, nos vendría bien, ¿Cierto?

-¿Por qué estamos así?—pregunté, rozando nuestras narices, respirando débilmente y separando los labios para poder besarlo de nuevo.

-¿Importa?

-…No, la verdad que no—y cerré los ojos, desesperado por el contacto. Sus labios eran frágiles y temblaban, transmitían dolor. Podía sentir cómo se iba descascarando por dentro mientras nos amoldábamos mejor al otro, pude sentir que no estaba acostumbrado a los besos lentos y tranquilos: se inquietaba y se movía demasiado, se había colocado sobre mí y prácticamente me estaba acostando en el pasto, pero yo era más fuerte y Luhan…Luhan se veía tan pequeño. No quería ir más lejos ese día, no sería prudente y en mi mente hervía la idea de que si lo tocaba de más, se quebraría.

Como si fuese un tesoro añejo y a punto de romperse.

Como una flor marchita que está a punto de deshojarse completamente.

En cuanto su lengua pasó por mi labio, comprendí todo: me estaba besando por despecho, como máximo estaría buscando en mí algún consuelo por lo ocurrido con Minseok.

De todas maneras, guardé silencio y dejé que las horas pasaran. Nadie debía saber el verdadero sentimiento detrás de ese beso, nadie debía encontrarlo ni comprenderlo. Ni siquiera yo. Así que lo dejé morir junto con el frío que iba abandonando mi cuerpo: piensa que te quiere, imagina que te quiere…

 

 

Al volver a casa, me desplomé sobre la cama y soñé. Soñé de nuevo, soñé lo que no podía tener: que me pasaba la mano por el brazo y subía hasta mi hombro, soñé que seguía hasta mi mandíbula y que se detenía en la mejilla para besarme en los labios. El beso era seco y liviano como el aire que respiraba, porque nada de ello era real, pero me aferré a la sensación que lograba regenerar a través de los recuerdos y seguí adelante, luchando por no pensar demasiado, de lo contrario me despertaría.

Era uno de esos sueños donde se estaba lo suficientemente consciente como para decidir qué hacer y también para encaminar el hilo de la historia: en esta historia, Kyungsoo no estaba. No existía, y si osaba aparecer, sólo sería una molestia, sólo sería un enemigo al cual podríamos afrontar.

Porque ese infeliz me había robado lo que más quería, ése inocente muchacho de ojos redondos en realidad se las había arreglado para arruinarme la vida y dejarme en la situación en la que estaba. Le había visto por primera vez en el departamento de Jongin, cuando le compró la ropa para el evento de Fin de Año. Luego lo encontré en el festival, de alguna estúpida manera decidí ayudarlo.

¿Por qué lo ayudé? Pude haberme quedado y contener a Jongin yo solo, ganándomelo de nuevo porque se estaba cansando de esperarlo…

Ahora pretende ayudarme, pero sólo me quiere definitivamente fuera de su camino.

Ése infeliz de Kyungsoo también se había entrometido entre Jongin y Taemin, no me olvidaba de aquello. Yo siempre había servido como el consuelo ante el romance unilateral de mi amigo hacia él, siempre había salido ganando porque no había día en el que Jongin no terminase llorando entre mis brazos. Ese estúpido se metió en el medio de todo, no es justo.

Quizás Jongin se cansaba de Kyungsoo y aparecía en mi casa, abatido. Quizás sólo había que esperar. Pero cada hora dolía demasiado como para seguir aguantando. Entonces lloré, porque lo que sucedía en mi mente no mutaría a un hecho concreto, nada de lo que habíamos tenido en mi cabeza y en aquellos tiempos era cierto y todo lo que habíamos vivido había muerto.

Muerto, marchitado. Pasado.

Así que ahora era eso: era una página amarillenta en un libro, era otro nombre tachado, era otra posibilidad desperdiciada o inclusive algún nombre más en la lista de problemas. No me gustaba, no me gustaba para nada.

¿Y ahora qué hago? ¿Me paso la vida aquí adentro?

Porque Luhan era cálido, sí. Era relajante estar con él, sí. Pero Luhan no era Jongin…Luhan no le llegaba ni a los talones.

 Sentado en el colchón, me estiré hacia la derecha para abrir el cajón de mi cómoda y la saqué. La bufanda, “su” bufanda, manchada con un débil beso de Luhan, un beso que no debía estar allí. Quería sacarlo, limpiarlo de un raspón, arrancar su esencia de la tela. ¿Cómo osaba a tocar mi tesoro más preciado? ¿Cómo osaba competir contra…?

Luhan no sabe que la bufanda no es tuya.

Me detuve, oliendo el perfume de los dos entremezclado: entré en pánico. El rastro de Jongin se iba perdiendo, fundiendo con el de Luhan. Ya no distinguía los aromas…eran uno solo. Se habían mezclado…se habían mezclado, carajo. Jongin estaba desapareciendo.

Tú le diste la bufanda. Él piensa que es tuya.

Jongin estaba desapareciendo y yo tenía toda la culpa.

-¡No!—abracé la tela y la fundí contra mi pecho: estaba temblando por una estúpida bufanda—. Yo no me di cuenta…no me di cuenta, pensé que no pasaría nada—cerré los ojos e inspiré con fuerza: nada. Comencé a llorar, no podía calmarme—. No puede ser…no se siente…se está yendo.

Jongin. No me dejes. No desaparezcas.

Ya te tengo física, sentimentalmente lejos…por favor…

-No te lleves lo último que me queda.

Increíble: un pedazo de tela me importa más que mi vida.

La necesitaba más que al aire, y no había notado a tiempo que prácticamente la había regalado a aquel chico plebe y raro, por culpa de su rostro me distraje y le di lo más preciado, lo que más atesoraba en el mundo. Le di mi corazón, mi alma…y se la había llevado. Se había llevado todo para dejar su propia marca: eso…eso no estaba bien. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué?

Arrodillado, grité contra las sábanas y desgarré todo lo que tenía en mis manos. Tiré, corté y rompí: Antes de que él mate lo que me queda de Kai…prefiero matarlo yo con mis propias manos.

 

 

Todo por culpa de un beso.

 

 

Notas finales:

Adivinen qué: ¡Volví a casa! :D Yep, tengo Internet CONSTANTE n_n así que...si dejan reviews rapidín rapidín (entiéndase -> en cantidad)...podré subir más seguido ;O eh, eh? qué me dicen?

(Sí, soy de las que piden reviews OTL está mal eso? ;m;)


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