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Bello durmiente por desire nemesis

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Notas del capitulo:

He decidido incluir una pareja que quiero mucho y sobre la que no escribo hace tiempo. Espero no les moleste y a los que no la conocen tal vez les de la oportunidad de encariñarse con ellos como lo hice yo. Son una de mis top 5. Son Kurogane y Fay de Tsubasa Reservoir Chronicle aunque los prefiero en el OVA “Tsubasa Tokyo Reservoir”.

 

Dejaron reposando el cuerpo de la joven damisela en el dormitorio que fuera de la hija del terrateniente de allí y montaron un gran espectáculo a su alrededor. El conde se convenció de que la durmiente era solo una pasajera en apuros y después de visitarla en varias ocasiones aparentemente se desentendió de ella aunque por ser un caballero no era propio que la visitara con asiduidad, era ese el porqué de que interrumpiera sus visitas.

 

El príncipe tardó tres semanas  en recuperar la conciencia pues era víctima de grandes fiebres por una profunda infección y sus sirvientes lo mantuvieron apartado todo el tiempo que tuvieron disponible para que nadie hallara la verdad. Incluso el baluarte indicó que era su doctor y acompañante de la joven ya que estaba allí de visita desde el alejado reino de Constantinopla, para que no trajeran un galeno de verdad que descubriera todo.

 

Este indicó tal lugar por creer que su lejanía e inextinguible fama de centro de la cristiandad daría una cobertura más que propicia para que no se hicieran demasiadas preguntas y se le proporcionara un buen trato a su joven “ama”.

 

Para cuando Joseph despertó en sus cinco sentidos su situación despertó más de una sospecha en el melado.

 

¡¿Qué diablos estoy haciendo…?!—gritó con un vozarrón nada femenino.

 

¡Calle por favor!—indicó el baluarte asustado.

 

Wheeler que se miraba las prendas que vestía que eran obviamente de su madre, llenas de cintas y motivos decorativos de flores con una cofia en la cabeza y un cabello más largo de lo que él supondría que tendría al despertar.

 

 ¿Te atreves a callar a tu príncipe?—preguntó este.

 

¡Perdón alteza pero en nuestra situación!—dijo el baluarte.

 

¿En nuestra situación?—preguntó Wheeler--¿Qué esta sucediendo, Emerich?—

 

El baluarte abrió la boca pero otra voz fue la que se oyó en su lugar, diciendo “¿Por qué diantres hay tanto alboroto aquí?”

 

Todos los ojos se dirigieron hacia su procedencia pero tan solo un par no conocía a su portador y al levantar la vista se encontró con un rostro noble embestido de una mirada altiva.

 

Por su parte Seto se quedó impactado de la fuerte mirada que los ojos mieles con toques ambarados despedían. La mirada no se bajó como de costumbre otros ojos que no fueran de un igual lo harían. De pronto alguien más, con los ojos bajos se interpuso. Era el baluarte.

 

Perdón monsier le conde pero mi “ama” no sabe aún lo que sucede pues acaba de despertar. Ruego a usted que se retire para poder vestirla adecuadamente para que puedan hablar en un lugar más propicio—dijo el anciano.

 

¡Está bien!—dijo el dueño de casa—Tomaremos el té en el jardín—

 

La decisión con que dijo aquello molestó al príncipe que no estaba acostumbrado a que otros decidieran por él--¿Qué se ha creído ese…?—preguntó al aire una vez se cerró la puerta  mirando con intensidad la abertura.

 

¡Por favor, alteza! Debe entender. Lo estamos haciendo por su bien. Estamos rodeados de normandos y su apariencia ante el conde es lo único que nos separa de ser atrapados—le dijo el viejo baluarte.

 

¡Ahora explícame todo esto!—ordenó el hijo de Deltasyus.

 

En pocas palabras el sirviente le explicó su huída y como lo habían hecho pasar por una doncella, venida de Constantinopla, herida por los bárbaros sajones.

 

¿Y Fay?—preguntó el rubio por su leal amigo.

 

Mi señor, su valiente sacrificio ha hecho posible que sus ánimos se calmaran y no nos buscaran más—dijo Emerich.

 

¿De que hablas?—preguntó sorprendido Joseph y el otro le explicó lo que su amigo había hecho por él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fay silbaba una musiquita alegre pese a estar atrapado en una celda inmunda y que sus carceleros le habían anunciado su próxima ejecución. Si fuera una mujer le habrían obligado a casarse con algún príncipe normando para que su familia se anexara legítimamente esas planicies pero en vista de que era un hombre la anexión dependía de que la familia real desapareciera.

 

 

Te ves muy alegre para ser alguien que va a morir muy pronto—dijo el capitán normando del antiguo palacio sajón, un hombre temible de ojos rojos y pelo azabache. El único con el que se había enfrentado y perdido pues desde muy joven edad el sajón había sido un genio de la espada.

 

Con una gran sonrisa en los labios el ojos azules le contestó mirándolo a través de la ventanilla en la puerta de metal—Si voy a morir será con una sonrisa y música en mi corazón—

 

Kurogane no decidía si le agradaba o no el tipo, pues parecía valiente, no muchos se enfrentarían a su muerte con esa filosofía pero en unos meses en ese territorio había descubierto que los sajones eran algo distinto de lo que imaginaba. No solo eran guerreros formidables sino que parecían seres devotos y hasta amables cuando no estaban guerreando, muy distintos de los normandos que ante ellos parecían salvajes pues tomaban la autoridad con demasiada energía y no le importaba nada más.

 

La única vez antes de la invasión que les viera fue de lejos en las cruzadas y entonces solo supo de ellos por lo que otros decían, en ese entonces solo se hablaba de su bravura en combate pero no se sabía nada más pues eran extremadamente reservados.

 

¿Qué miras? ¿Quieres preguntarme algo?—preguntó el rubio y entonces el morocho se dio cuenta de que se le había quedado mirando todo el rato y se autoreprendió.

 

Sin contestar se volteó e iba a irse cuando después de que diera dos pasos escuchó--¡Tú también me intrigas!—

 

Se quedó extático. ¿Había sido tan obvio? No volteó ni volvió pues se sentía afrentado de haber sido tan cristalino ante el otro.

 

Fay miró la puerta pero al oír los pasos alejarse supo que no volvería. Sonrió de nuevo y volvió a su musiquilla. Sus ojos no sonreían pese a que su talante reflejaba alegría. Era humano después de todo y la perspectiva de la muerte no le agradaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pasaron dos días antes de que el príncipe pudiera adaptarse a su papel de señorita, aunque le desagradaba su posición comprendía que por el momento debía seguir con esa fachada al menos hasta encontrar una forma segura de irse de ahí.

 

Como de costumbre tomaron el té de la tarde en el invernadero en el que estaban dispuestas la mesa y las sillas pues fuera estaba lloviendo. Hablaron de trivialidades como el protocolo exigía, siempre acompañados de los sirvientes. La forma en que el conde lo miraba ponía algo nervioso a Joseph. Sus ojos azules clavados constantemente en su cara lo hacían desviar la vista y enrojecer un poco, por incomodidad, o eso creía él.

 

A Seto le gustaba la forma en que se comportaba “ella”. Tan apropiadamente. Estaba seguro de que era virgen como se debía en la alta sociedad aunque muchas mujeres habían obviado esa parte llevadas por el deseo carnal y él era un gavilán de ojos azules al que le gustaba desflorar a las jóvenes doncellas. El que una mujer así llegara a sus dominios, con su hermosura y su talante de cierta forma combativo, había agradado al conde que se ufanaba de haber tenido a las más hermosas jóvenes de Francia y Normandía.

 

Esos detalles no los conocía el príncipe Wheeler quien solo se sentía molesto de tener que actuar domo mujer todo el tiempo en presencia del otro.

 

A Seto se le cayó la taza haciéndose pedazos— ¡Traed lo necesario para limpiarlo!—ordenó al viejo baluarte, la antigua águila que cuidaba su nido.

 

Pero…--dijo Emerich viéndose en la disyuntiva de obedecer y dejarlos solos o desobedecer y acarrear la ira del otro.

 

El rubio entendió la difícil posición de su sirviente y le dijo con voz fina y apariencia de jazmín--¡Id pues! ¡No hagas enojar al dueño de casa, Delfonse!—nombre con el que conocían al canoso allí.

 

Como usted indique, joven “ama”—respondió “Delfonse”.

 

Ni bien hubo salido el sirviente el joven amo dijo—No veía el momento de charlar con vos a solas. ¿Tenéis algún problema con ello?—

 

Alerta sobre lo que diría el rubio respondió—Por supuesto que no—de pronto temía haber sido descubierto. Le sorprendió que el otro sonriera zorrunamente con la vista baja y luego se levantara para ir a su lado y tomando altivamente una mano jalar a su invitada que de golpe se vio en sus brazos y antes de que pudiera reaccionar tenía sus labios sobre los suyos. --¿Qué…?—

 

¡Calla! ¡Antes de que vuelva quiero saborearte!—dijo con voz ronca el conde dejando de piedra al otro.

 

Joseph en lo único que podía pensar era en un pequeño detalle muy al sur de él que el otro podía llegar a descubrir. Por acto reflejo y después por convicción lo empujó, sintiéndose algo mareado, por los nervios, pensó.

 

¡No podemos!—se resistió el ojos mieles. Estaba sorprendido de la actitud del otro y temeroso de lo que podía suceder y sobretodo algo sorprendido de si mismo porque la cercanía del otro y sus labios sobre los suyos no le habían resultado nada desagradables en contra de lo esperado.

 

¿Por qué?—preguntó el castaño pensando en como se estremeció “ella” en sus brazos. Sin duda el era de su agrado y no era de extrañar ya que era un garañón de buen ver y de seducción impecable. Esa era la percepción de si mismo que tenía Seto Kaiba.

 

Desesperado el príncipe buscó en su mente, si no lo detenía esto llegaría a mayores—Porque estoy prometida—mintió “la doncella”.

 

¡Mientes!—dijo algo perturbado el aristócrata—De ser así lo hubieras mencionado antes—

 

¡No tenía un motivo! De hecho iba a verle cuando esto pasó. De seguro se ha preocupado por mi tardanza así que como no ha venido por mí es deber…--respondió Wheeler.

 

¿Y entonces por qué has esperado hasta ahora para…?—preguntó molesto el ojos azules.

 

Como dije. Esperaba que el viniera por mí pero es mejor que yo siga mi camino y…--trató de argumentar.

 

El otro lo apretó más fuerte contra si haciendo que el otro se retorciera buscando alejar de él su más problemática parte y que sus ojos se encontraran directamente—Creo que podemos obviar eso unos días más, ya que lo habéis evitado por estos días, unos más no serán problema igual que el hecho de que alguien os espere al final de vuestra ruta, estoy seguro que de igual manera una hermosa mujer como vos y yo, podemos disfrutar a solas de algún tiempo juntos—dijo Kaiba alarmando al príncipe quien al no poder decir lo que quería se conformó diciendo otra cosa.

 

¿Qué estáis pensando de mí?—

 

La fuerza con que empujó al ojos azules le sorprendió.

 

No se con cual clase de jóvenes estáis vos acostumbrado a tratar, monsier le conde pero le aseguro de que yo no soy como ellas. No me importa vuestra posición ni vuestras riquezas. Hay cosas que ni vos podéis incumplir por más poderoso que os creáis—le dijo “ella” con tono furioso.

 

Wheeler pensó que imprecaría pero en lugar de eso el otro sonrió, causándole confusión.

 

Estaba seguro de que podría seduciros pero que no sería fácil, me alegra no haberme equivocado. Vos sois una flor rara. Una dama elegante que cuida su virginidad para aquel que vaya a desposarla. Pero os advierto, soy un buen cazador y nunca una presa es más codiciada que cuando es difícil de ser cazada—dijo el otro desde cierta distancia para luego acercarse y agregar--¡Viéndoos me dan ganas de casarme!—“la” miró de abajo a arriba--¿Y a vos?—

 

El príncipe lo vio mudamente marchar. ¿Era posible todo eso?

Notas finales:

Espero les guste todo esto

quiero ver sus revs y gracias a los que ya me los dieron

mata ne

^^


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