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Manchas del corazón por blueous

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Notas del fanfic:

 LO BORRÉ. Acabo de borrar el fic original por error ;; me siento a morirr. Lo siento

En un barrio con casas de dos pisos y autos lujosos los días se viven con cierta estabilidad, cierta rapidez que no da tiempo a pensar en cuanto uno de los niños pasa de su primer día en el jardín de infantes al primero como universitario, es por ello que la madre de Gilbert sólo le puede observar, conteniendo lagrimas mezcla de gozo y tristeza mientras él da vueltas por la habitación repasando la lista de cosas por llevar, y ya cada cosa está tachada dos veces en el viejo cuaderno, sin embargo el chico sigue revolviendo sus cajones para estar seguro que todo está como debería.

—Cariño… —La mujer toma una corta bocanada de aire para no romper a llorar y sonríe de forma reparadora en dirección a su hijo después —No se te queda nada, vamos a dormir ¿sí?

 Aquel es el último día que el joven pasará en la casa de sus padres por un par de semanas y a todos les resulta más duro de lo regular porque Gilbert siempre ha sido apegado a la familia.

 En realidad Gilbert es uno de esos chicos perfectos que ya no existen, desde pequeño fue sobresaliente en el colegio, cuidadoso con los amigos y aplicado en todo lo que captara su atención, incluso en los últimos años de estudio (en los que había pasado por cierta fase de rebeldía y dejadez) logró calificaciones más que regulares y suficientes para asegurarse una entrada a la Universidad Cervantes. Aunque eso era limitándose a lo intelectual solamente, porque el chico además era bueno en los deportes, veloz y flexible, no tuvo ninguna predilección hasta su penúltimo año, cuando el equipo de hándbol abrió sus puertas, entonces el que realizaba con éxito todos los deportes que le proponían en clases de Educación Física se enfocó en el hándbol como su actividad más importante, haciéndolo de maravillas. Si bien todo esto sumado a su actitud de liderazgo, madurez y buen comportamiento debió crear a un joven sin vida (un nerd), a Gilbert salir de fiesta nunca le fue un problema. Si bien tenía una mentalidad un poco más adulta que el promedio, su actitud ligera y sus amigos siempre lo mantuvieron rodeado de diversiones y gente nueva, sin embargo ahora que dejaba la ciudad donde creció se daba cuenta que de, entre toda las personas que conoció en tantas noches de diversión, los trascendentes eran quienes se contaban con los dedos de una mano.

 Su madre se frotó los ojos para eliminar unas gotitas insistentes que se volvían a acumular cuando miraba a su hijo menor y se recordaba que este ya no era el pequeño Gigi que corría por la casa jugando al escondite con los peluches, ya no era el pequeño escuálido que ella recordaba como si fuera ayer.

 —Creo que estoy listo, vamos.

 Al ser la última vez que se verían por cierto tiempo, Gilbert había accedido a dormir con su madre nuevamente, como cuando era más pequeño, la verdad era que él también necesitaba ese calor materno en su última noche.

 El joven se apresuró al baño y cambió su ropa a un buzo gastado y la playera vieja que se negaba a tirar a la basura (su pijama ya estaba empacado, además no es como si a los hombres se le complicara dormir con lo-que-sea), cepilló sus dientes y se lavó la cara, quizá eso se llevara un poco de su estrés y ansiedad.

 Durmió a saltos, pegado al cuerpo de su progenitora como el corderito asustado que era en ese momento, hasta que su padre llegó a casa. El hombre trabajaba por las noches y llegaba cerca del mediodía, pero ese era un día especial y había llegado antes de las ocho de la mañana.

 Despertó a su hijo abalanzándose sobre él con el terno aun sin sacar y besando luego la coronilla de su mujer se abrió paso entre ambos cuerpos que estrechó con cariño.

—Gilbert, levántate, hoy es el gran día.

 Tomaron desayuno los tres juntos, ya que Paloma; la hermana mayor, no había podido llegar, pero eso no quitaba el ambiente alegre, casi festivo que inundaba el hogar. Cerca de las diez de la mañana empezaron a llegar amigos y compañeros a dar el último adiós, Gilbert los recibió a todos, incluso cuando por su cabeza pasaba la idea latente que a la mayoría no los vería nunca más, y no le importaría de todos modos.

 Tenía el vuelo programado para las 3:00 pm, y el tiempo que transcurrió hasta esa hora se le hizo eterno y efímero del mismo modo. Parecía que todo iba rápido entre las despedidas, los dulces de mamá y la búsqueda de documentos, pero cada vez que revisaba el reloj sentía que el tiempo no pasaba más de medio segundo. Pero sí lo hacía, y a las 2:00 pm su padre le fue a avisar que el auto estaba listo y debía subir, de casa hasta allá demorarían veinte minutos si no había aglomeración vehicular. Gilbert bajó la última y pequeña maleta que quedaba, su padre se había adelantado con las otras dos, después de todo ahora debía tener todo lo necesario en la universidad. Abajo la voz de Anaís; que era algo así como la mejor amiga, confidente, compañera de fiestas, entre otras del nuevo universitario, se escuchaba fuerte para apurar al chico. La chica había insistido en acompañarlo hasta el aeropuerto, y él no había podido negarse.

—Vale, que ya bajé —Anunció el chico al tocar la primera planta de la casa.

—Estoy tan feliz —Contestó ella como ignorándole —Es tan genial que hayas quedado, incluso si te tienes que ir, va a valer la pena —Lo último lo dijo con cierto tono serio a lo que el aludido solo pudo asentir y esperar que ella volviera sonreír como antes.

—Lo sé, lo sé. Ya, súbete y cotorrea menos

 Ella le golpeó el hombro pero obedeció de todas formas.

 El viaje fue extraño, adelante sus padres casi no hablaban y parecían tristes, como si súbitamente se dieran cuenta de que su hijo se alejaba, al chico andar en auto de esa manera se le hacía complicado, tan acostumbrado al típico humor de su padre. Pero, por otro lado, no es como si él mismo quisiera hablar, por lo que atrás iban en quietud también, Anaís era de esas personas con las que se podía tener silencios eternos y no se hacían incómodos jamás, eso al menos le daba calma ahora que la necesitaba.

De todas formas, la calma frenó junto al auto, todos bajaron y comenzaron a moverse, en menos de lo que Gilbert puede procesar ya estaba en la fila para abordaje siendo apretujado por su familia y mejor amiga.

—Adiós… —Susurra, pero ya no le escuchan.

Notas finales:

Si no fuese por esta canción ya estaría llorando de rabia ;A;


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