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Reminiscencia por Ms Aria

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Notas del capitulo:

Hola a todos :D

Mirad, esta vez tardo menos que de costumbre en actualizar, y es con un capítulo largo :D

Espero que os guste, y como siempre notas al final del cap :D

No eres un niño.

Estrellas en tus ojos, vacío en tu corazón.



Parte Primera – Capítulo 9

Debían de ser apenas las ocho de la mañana cuando Baekhyun cruzó a paso rápido los corredores quemados de la zona de servicio, llamando a la puerta de Luhan con insistencia.

—Necesito verte —pidió, y su voz sonó más como un ruego que otra cosa. Baekhyun había pretendido parecer resuelto, firme en la decisión que había tomado, pero llevaba la noche entera sin dormir y estaba agotado, con un cansancio distinto al que recordaba haber sentido estando vivo, pero exhausto de todas formas—. Ábreme, por favor.

El chico no sabía si Luhan dormía alguna vez, y temió que fuera demasiado pronto, que el otro Reminiscente estuviera descansando, con su tela de araña de cables apagada a su alrededor, y no pudiera escucharlo, pero la puerta a la sala de control se abrió de todas formas. Luhan estaba dentro, vestido con su ropa blanca, sentado en su silla blanca en mitad de su blanca habitación, y perfectamente despierto. Lo único de tono distinto allí eran sus ojos, oscuros, amistosos y brillantes, que lo siguieron cuando entró.

—Vas vestido para salir —comentó, al ver que Baekhyun llevaba un jersey de cuello alto y un abrigo—. ¿Qué es lo que vienes a pedirme? ¿Que vuelva a abrirte la puerta?

Algo dentro de Baekhyun se retorció, liberando de nuevo la culpa, por encima de la desesperación y el nerviosismo. Recordaba a Kyungsoo, diciéndole que estaba aprovechándose de Chanyeol, jugando la carta de su amistad para pedirle que se saltara las normas por él. Y quizá fuera lo mismo con Luhan – lo apreciaba sinceramente y le pedía ayuda porque la necesitaba, pero pedirle ayuda era lo único que hacía últimamente, y eso lo hacía sentirse como el egoísta que Suho y Kyungsoo obviamente pensaban que era.

—Tengo que salir —dijo, no obstante, porque a aquellas alturas no tenía tiempo para pensar en nada más—. Kyungsoo vendrá a buscarme para entrenar en poco más de una hora, y tengo que estar fuera antes de eso. Tengo que haber ido y vuelto antes.

No podía decir que se temía que Suho viniera a buscarlo aún más pronto, furioso y decepcionado. Si no lo había hecho ya era porque Chanyeol muy posiblemente hubiera pospuesto su propia conversación con su líder hasta primera hora de la mañana, pero si no estaba en pie ya no tardaría mucho más en despertarse e ir a hablar.

Podían faltar minutos hasta que vinieran a por él, y Baekhyun tenía que hacer algo. Llegar hasta Sehun antes de que llegasen las órdenes, el encierro y las prohibiciones. Advertirle de que ya no podría verlo más, y pedirle que tuviera cuidado, porque podía estar en peligro si Chanyeol tenía razón y lo que estaba ocurriendo no era normal.

—¿Por qué tanta prisa? —preguntó Luhan, arqueando las cejas en un gesto burlón que contrastó con su cara de ángel—. ¿Es que tienes una cita?

—No —Baekhyun carraspeó, incómodo—. Es solamente que… Es urgente, tengo que darme prisa. Quiero… despedirme.

—Eso es lo que siempre dices.

La risa de Luhan resonó, armoniosa y cristalina, en las paredes de la habitación. A Baekhyun siempre le había resultado extraño verlo reírse, hablar en alto cuando sus palabras normalmente eran pensamientos formándose por cuenta propia en su cabeza; moverse cuando parecía una especie de muñeco, una marioneta atrapada entre sus propios hilos, incrustados en la parte posterior de su cabeza, donde él no podía verlos.

—Esta vez va en serio. Puede que no tenga más opciones.

Debía de haber algo apremiante en su tono, porque Luhan recuperó la seriedad.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó—. No te habrás metido en problemas, ¿verdad? —Baekhyun se apresuró a negar con la cabeza, pero lo hizo de un modo tan brusco que Luhan se revolvió sobre su silla, con los cables brillando en plata tras él cuando se echó hacia delante sobre ella—. Si te has metido en líos, sabes que no puedo…

—Suho no me ha prohibido nada, y yo no me he metido en ningún lío —lo interrumpió el chico—. Lo único que necesito es que me dejes salir una vez más y que no le digas a nadie a dónde he ido.

—¿Estás seguro? ¿Quieres que te acompañe?

—¿Eh?

—Como la primera vez que saliste, cuando te guié a través del metro, ¿recuerdas? Mientras tenga un cierto consentimiento tuyo, aunque sea implícito, mi conciencia puede estar en sintonía con la tuya. Podría ayudar, si crees que puedes tener problemas. Estaría preparado para dar aviso a…

—No —las intenciones de Luhan posiblemente fueran buenas, pero Baekhyun sintió un escalofrío. Bastante extraña le resultaba ya la sensación de tener una presencia ajena en las capas superiores de su mente cada vez que tenía que hablar telepáticamente con él. No quería darle el permiso de entrar en su cabeza, ni de estar ahí cuando hablara con Sehun. Aquellas eran cosas que eran sólo suyas—. Ya te he dicho que está todo en orden; Suho te hubiera prohibido dejarme salir de pasar algo malo, ¿no crees? —los cables tras Luhan vibraron, y Baekhyun tomó aire—. Lo único que necesito es un poco de tiempo.

El otro chico suspiró.

—De acuerdo, pero sólo porque me caes bien.

—Gracias, Luhan.

—Pero quiero verte aquí en una hora.

Era tiempo de sobra, más de lo que habría podido esperar obtener, y Baekhyun asintió, agradecido.

—Estaré de vuelta pronto, no te preocupes por mí.

Luhan le sonrió.

—Mucha suerte.

--

Estaba nublado cuando Baekhyun llegó a la universidad, corriendo tan deprisa que, para cuando se detuvo frente al edificio principal del campus, estaba ya sin aliento. El enorme reloj que indicaba las horas desde la pared externa del piso más alto acababa de marcar las ocho y media y todos los estudiantes que tenían clase a primera hora estaban dentro ya, sentados dentro de sus respectivas aulas o corriendo hacia ellas a través de los pasillos, asustados de que el profesor de turno no los dejara entrar por llegar tarde.

Si tan sólo hubiera salido del hotel un poco antes…

Baekhyun había esperado poder llegar antes de que empezaran las clases de la mañana y sorprender a Sehun según estuviese entrando al edificio principal, llevándoselo a un lado de la marea de estudiantes para advertirle de que no podría verlo más por el momento, repetirle lo que había dicho Chanyeol y pedirle que tuviera cuidado. Su plan se había vuelto inviable al llegar allí tan tarde, pero el chico suponía que, igualmente, podía llevarlo a cabo dentro del aula, entrando como el fantasma que era aunque la clase hubiera empezado y rogándole a Sehun que le pidiera al profesor salir al pasillo un momento. Después, su trabajo estaría hecho y él podría volver a la base, agachando la cabeza ante lo que Suho tuviera que decirle.

No era lo que quería, y no pensaba ni con mucho rendirse así, pero era lo único que podía hacer por el momento, y no iba a dudar en arriesgarse a gritos y discusiones por ello.

La clase habitual de Sehun estaba en el segundo piso del edificio principal, atravesando el recibidor en el que había estado con Chanyeol, cuando habían ido al campus los dos juntos. La habitación seguía siendo igual de grande, silenciosa y desierta tras el inicio de las clases, gris y muerta en Reminiscencia. Baekhyun tardó un poco en darse cuenta, pero la pancarta monstruosa que había servido como homenaje a su persona después del accidente ya no estaba, y en la esquina que había ocupado estaban los corchos para anuncios de siempre, cubiertos de panfletos ofreciendo clases particulares y ofertas para conciertos en alguno de los bares del centro de la ciudad. El chico no sabía cómo sentirse al respecto, así que tras una pausa que duró un instante eterno echó a correr hacia las escaleras, más resuelto que nunca a seguir adelante con aquello, a hacer lo que pudiera aunque fuera poco.

No quería permitir que borrasen a Sehun de aquel mundo también, como lo habían borrado a él.

La lección en el aula C-203, en el segundo piso, ya había empezado cuando él llegó, y la voz del profesor de turno, explicando algo relacionado con la primera Revolución Industrial, cruzaba, con un soniquete ahogado, la madera de la puerta cerrada.

Baekhyun ya había comprobado antes que podía abrir puertas en Reminiscencia sin que se percataran de ello en el mundo real, que la magia de los planos superpuestos le permitía manipular su entorno sin que cambiara para los seres vivos que lo rodeaban, así que ni se molestó en ser discreto y entró al aula casi corriendo.

Tal y como esperaba, el profesor estaba hablando, escribiendo algo en la pizarra de espaldas a él mientras sus estudiantes tomaban notas, bostezaban, o escribían en sus teléfonos móviles por debajo de la mesa. Baekhyun sabía cuál era la clase, pero no tenía ni idea de dónde se sentaba Sehun, así que recorrió a todos los alumnos con los ojos, buscando un rostro familiar, un cabello claro que destacara entre la masa de marrón y negro.

Se quedó congelado junto a la puerta cuando localizó a los amigos con los que éste siempre iba, sentados en torno a un sitio vacío.

“¿No ha venido?” Baekhyun trató de no agobiarse y respirar con calma, intentando localizar la lista de asistencia sobre la mesa del profesor. El buen hombre, que seguía hablando de fábricas y grandes incendios en Londres, ajeno por completo al chico que prácticamente había empezado a correr hacia su mesa, la había dejado sin más sobre el escritorio, con los nombres de los estudiantes presentes marcados con un círculos y los de los ausentes con una cruz.

“Oh Sehun” aparecía en el último grupo, junto a un aspa tan grande que tapaba la mitad de los caracteres.

Tenía que haber venido a aquella clase, pero no estaba allí.

Y a Baekhyun todo aquello le daba mala espina.

—Puede que se haya puesto enfermo —murmuró en alto, tratando de ahogar las palabras del profesor para poder pensar mientras se acercaba, despacio, al sitio vacío, al fondo, en el que se suponía que se sentaba Sehun todas las mañanas. La ventana estaba cerca, y desde allí podían verse los jardines y las figuras diminutas de algunos estudiantes que no tenían clase, saliendo y entrando de los edificios, con el rostro hundido en bufandas de lana y las manos en los bolsillos—. Tal vez pueda comprobarlo, si no vive lejos. Tal vez pueda ir a su casa si es así.

Los minutos seguían corriendo, y Baekhyun era consciente de que le había prometido a Luhan no tardar más de una hora, pero no podía permitirse volver sin haber hecho lo posible para dejarlo todo en orden. No tenía ni idea de dónde podía vivir Sehun – no habían sido tan amigos cuando él había estado vivo – así que corrió hacia el departamento de administración y atención al estudiante del primer piso, colándose como una exhalación tras el mostrador en el que varias secretarias tramitaban diferentes documentos con monotonía.

El chico recordaba haber gestionado allí su matrícula al comenzar las clases, años atrás. Había tenido que rellenar los documentos dos veces, en formato físico y digital, y en su momento había puesto los ojos en blanco, riéndose con sus amigos en voz baja por los “métodos arcaicos” que utilizaban para archivar la información. En aquel momento, mientras cruzaba la habitación en busca de los enormes archivadores donde se almacenaba la información de los estudiantes y abría los cajones, uno tras otro, tratando de encontrar una ficha concreta, agradeció que los conservaran en un formato de datos que pudiera tocar.

No creía, viendo cómo había acabado guardando su teléfono móvil en el fondo de un cajón porque su pantalla sólo mostraba ruido, que la electrónica pudiera servirle de mucho en Reminiscencia de todas formas.

—¡Ajá! ¡Aquí te tengo! —murmuró, tras hacer fuerza para abrir uno de los pesados cajones del fondo y observando con una sonrisa de triunfo la hilera de fichas de estudiantes etiquetadas por orden alfabético. No tardó en encontrar la que necesitaba, una pequeña carpeta de cartón beige etiquetada con el nombre Oh Sehun, y tras hojear las páginas con dedos temblorosos, separó la que contenía los datos personales de las demás y se la guardó en el bolsillo del abrigo—. Acabemos con esto de una vez.

Una de las secretarias lanzó un bostezo enorme, estirándose y echando el cuerpo hacia atrás en un movimiento que hizo que uno de sus brazos atravesase limpiamente el estómago de Baekhyun mientras éste se dirigía a la salida. Antes se habría sentido asqueado y disgustado. Ahora simplemente dio un respingo.

—Lo siento. Por el robo de documentos confidenciales y demás —murmuró, ahogando una sonrisa antes de aferrar el pomo de la puerta de salida e inclinarse en una reverencia que, por supuesto, nadie pudo ver. A veces, ser completamente invisible tenía sus ventajas—. Feliz turno de trabajo, nos vemos.

No tenía nada más que hacer allí, y una nueva subida exprés hasta la clase de Sehun le confirmó que el otro chico seguía sin estar ahí, así que Baekhyun simplemente volvió a cruzar el recibidor y salió al exterior, tomando una bocanada de aire fresco antes de detenerse un segundo a sacar el folio que acababa de robar de administración del bolsillo.

Antes de que sus dedos pudieran rozar siquiera la tela de su abrigo, no obstante, algo entró en su campo de visión por el rabillo del ojo.

La figura de piel pálida de una persona que él conocía muy bien, con el cabello claro despeinado y las manos metidas en los bolsillos de un anorak oscuro, estaba unos cincuenta metros por delante de él. Y Baekhyun quiso gritar de júbilo, porque lo había encontrado sin tener que ir a buscarlo y porque parecía que estaba bien.

—¡Sehun! —llamó—. ¡Sehun, te estaba buscando!

El otro chico estaba lo suficientemente cerca como para haberlo escuchado gritar, pero no se movió ni reaccionó de modo alguno ante sus palabras. Estaba prácticamente de espaldas a él, hablando, por lo que parecía, con alguien, y el corazón se le disparó a Baekhyun en el pecho cuando, al apartarse Sehun levemente, pudo verle al otro hombre la cara.

Porque lo reconocía.

Porque no podía ser.

Porque allí, vestido con una cazadora de cuero negra y vaqueros oscuros, mirándolo directamente y sonriendo, estaba Jongdae.

—¿Qué…?

Las palabras de Chanyeol le volvieron a Baekhyun a la mente, haciéndolo sentirse como si la sangre hubiera dejado de circularle en las venas y todo estuviese mal, muy mal. La Rueda hace lo que quiere, pero esto no es normal. Hay cosas que no cuadran, todo esto podría ser alguna clase de trampa.

No sabía lo que estaba pasando, pero Jongdae estaba demasiado contento como para haber vuelto al campus por casualidad, y Sehun estaba hablando con él como si nada, ajeno al hecho de que era aquel mismo desgraciado quien había hablado con su amigo Yixing sobre lanzarlo desde la azotea de uno de los edificios de la universidad.

Tenía que hacer algo. Necesitaba…

“¡Luhan!” llamó mentalmente, rogando para que, por una vez en su vida, el Reminiscente de Mente pudiera escucharlo. Pero estaba muy lejos de la base, muy lejos del territorio en el que Luhan podía entrar a su mente de forma natural, y era él mismo quien había rechazado la oferta del otro chico de sintonizar sus conciencias. Y lo lamentó profundamente en aquel momento, igual que lamentó no haberle contado a Chanyeol a dónde estaba yendo, aunque fuera deslizando una nota por debajo de su puerta.

—¡Sehun, espera! —llamó otra vez, echando a correr hacia él. Por segunda vez, éste no reaccionó, y Baekhyun recordó con horror el momento en el que el mismo Sehun había bromeado, cuando habían empezado a hablar, diciendo que, tal y como había empezado a verlo un día, tal vez en otro momento dejaría de hacerlo. De repente. Como ahora—. ¡No sé qué le estás haciendo, pero para ya, Jongdae! —probó en su lugar, apretando los puños.

Como era de esperar, el muy idiota reaccionó sonriendo como si lo hubiera oído, pero lo ignoró completamente. Estaba materializado en el plano de los vivos, así que la mano de Baekhyun lo atravesó cuando intentó agarrarlo, correr hacia él para detenerlo como fuera.

—Sehun —dijo en su lugar—, ¿te importaría acompañarme un momento?

“¿Se conocen? ¿Han hablado antes? ¿Ha venido a verlo al mismo tiempo que estaba viniendo a verlo yo?”

La mente de Baekhyun era un auténtico caos, superponiendo una posibilidad a otra, vinculándolas y relacionándolas en un millón de hipótesis, ninguna de las cuales era buena. Suho y los suyos no habían hecho absolutamente nada con respecto a Sehun, así que el equipo de Jongdae debía de haber llegado hasta él primero. ¿Qué pasaba si se habían estado ganando su confianza? ¿Si lo atacaban, lo apresaban? ¿Si lo mataban?

Tenía que hacer algo, tenía que hacer algo, tenía que hacer…

—¿Acompañarte? ¿Ahora? —la voz de Sehun sacó a Baekhyun de su ensimismamiento—. He llegado tarde a primera hora, tendría que entrar a segunda.

—Falta un rato para eso, ¿no? —replicó Jongdae, hablándole en tono familiar como si fuera su amigo—. No quiero llevarte muy lejos, sólo detrás del campus.

—¿Al descampado? —Sehun no parecía precisamente ilusionado, pero Jongdae sonrió.

Puede.

A Baekhyun le hubiera gustado cruzarse de brazos y gritar que no, meterse en un descampado con Jongdae definitivamente no era buena idea, pero Sehun no solamente era incapaz de verlo, sino que parecía considerablemente aburrido con su entorno, por lo que tras hacer una pausa se encogió de hombros y asintió.

—Más vale que sea divertido —comentó, y Baekhyun observó con horror cómo echaba a caminar junto a Jongdae con las manos en los bolsillos, alejándose de la zona segura y de él.

—¡Luhan! —gritó Baekhyun de nuevo, ahora en alto, echando a correr tras ellos con el corazón en la garganta. Jongdae, aparentemente inmerso en una conversación con Sehun, aprovechó uno de los momentos en los que el otro chico estaba hablando parar girar la cabeza hacia él y vocalizar un claro “tus amigos no pueden escucharte, ni siquiera él” —. ¡Maldita sea, Jongdae!

—Es Chen —replicó el otro chico, esta vez en voz alta.

Sehun, a su lado, lo miró con las cejas arqueadas.

—¿Eh? ¿Cómo? ¿Chen? ¿Qué es un Chen?

—Nada importante —respondió Jongdae, ladeando la cabeza una vez más para guiñarle a Baekhyun un ojo de un modo tan descarado que el chico le habría dado una patada en la espinilla de haber podido—. ¿Vienes?

No tardaron mucho en alcanzar una de las salidas traseras del campus, que desembocaba directamente en el descampado más allá. Había habido edificios allí, cuando Baekhyun había comenzado primer año, casas viejas en las que no había vivido prácticamente nadie. La universidad había acabado comprando los solares y había demolido las construcciones con la intención de ampliar el campus, pero, a pesar de que habían pasado años de aquello, aún no habían empezado a construir nada y todo lo que había allí era un descampado enorme, separado del resto de la ciudad por una valla de madera y metal que más de un estudiante ignoraba cuando quería un lugar tranquilo donde beber o fumar sin que nadie lo molestara. Baekhyun había sentido curiosidad por colarse allí muchos de los días en los que estaba aburrido en clase, pero, a la hora de la verdad, no lo había hecho nunca.

Aquella sería su primera vez, y no sabía si estaba preparado. Porque la opción razonable habría sido correr, y en lugar de eso tenía la sensación de estarse metiendo directamente en una trampa.

Jongdae, todo sonrisas, había levantado una de las tablas sueltas de la valla para ayudar a Sehun a pasar, y Baekhyun tragó saliva y lo siguió, repasando mentalmente sus entrenamientos, recordando lo que Kyungsoo le había enseñado en lo que respectaba a convocar su propia luz. Seguía sin ser un poder fuerte, pero podía convocar fogonazos a conciencia – ya había cegado a Jongdae una vez con aquello, quizás podría hacerlo en otra ocasión.

“¿Puede atacarme si está en ese plano? ¿Puedo atacarlo yo a él?”

—Ya estamos aquí —anunció Jongdae con voz cantarina, y Baekhyun, que había tenido que arrodillarse para pasar por el hueco de la valla y estaba poniéndose en pie sobre piernas temblorosas, miró a su alrededor.

El descampado era grande, inmenso, con un suelo irregular hecho de dunas de tierra revuelta y cubierto de basura. Había varias casetas de obra, edificios frágiles de plástico y metal en los que los obreros solían dejar sus utensilios, desperdigadas a lo largo de la superficie, formando un perímetro en torno a una superficie plana, en lo que ahora era el centro del solar. Seguía estando nublado, y hacía viento, y aquel lugar parecía el escenario de una película de terror, escondido en mitad de una ciudad eternamente atareada.

—No veo nada divertido aquí —comentó Sehun entonces, y Baekhyun se preguntó cómo podía estar parado en un lugar tan sospechoso y no sentirse, en apariencia, ni siquiera un poco nervioso. Jongdae, que parecía mucho menos amistoso e inocente que antes, esbozó una sonrisa peligrosa.

—Oh, pero la diversión está a punto de empezar.

Baekhyun llamó a Luhan mentalmente una vez más, a pesar de ser perfectamente consciente de que estaba demasiado lejos, totalmente incomunicado. No sabía en qué había estado pensando cuando se le había ocurrido hacer todo aquello por su cuenta, pero las otras veces en las que se había enfrentado a Jongdae había estado en obvia desventaja, y con Sehun ahí, en peligro, no podía permitirse echar a correr.

—¡Deja de jugar, Jongdae! —exclamó, apretando los puños, recorriendo la zona con los ojos para tratar de localizar algo que utilizar como arma llegado el caso.

Todo fue silencio absoluto durante un momento, mientras Jongdae sonreía como un gato y se encogía de hombros.

Mientras Baekhyun se esforzaba en concentrar su poder en su mano derecha, tratando de hacer ver que podía defenderse, aunque aquello fuese un farol.

Mientras, con total y absoluta calma, Sehun giraba sobre sus talones y lo miraba directamente con unos ojos muy aburridos y muy oscuros.

—Aquí no hay nadie jugando —dijo—, Baekhyun.

Los pensamientos del chico se detuvieron en seco, como si su cerebro acabara de estropearse y fuera incapaz de procesar información. Se suponía que Sehun no podía verlo. No lo había visto antes. Jongdae había engañado a Sehun para que lo acompañara, porque quería hacerle algo, y él los había seguido porque tenía que ayudar, porque Sehun era humano y estaba indefenso, porque…

“Como Reminiscente tu presencia aquí es valiosa,” había dicho Chanyeol.

no.

No podía ser.

No podía ser, no podía ser, pero era, porque Sehun estaba muy tranquilo, mirándolo de modo directo, como si fuera estúpido, y Jongdae parecía tan satisfecho como si le hubiera tocado la lotería.

Baekhyun no entendía lo que estaba pasando, pero aquellos dos definitivamente no estaban en bandos contrarios.

—¿Estás…? —comenzó a decir—. No puedes estar con ellos.

Sehun se encogió de hombros, y Baekhyun sintió náuseas.

—Sorpresa.

El silencio siguió creciendo en torno a él, se hizo grande, enorme, como unas manos que le rodearan la tráquea y no lo dejaran respirar. Sabía de sobra que tenía que decir algo, que habría tenido que gritar, protestar, acusar al otro chico de haberlo engañado, desahogarse y llamarlo mentiroso y traidor, pero se había quedado mudo.

En aquellas últimas semanas había muerto y se había encarnado en otro plano, había entrenado, sufrido, se había escapado de la base, había intentado luchar por lo que le parecía correcto, pero jamás, jamás, se había sentido tan traicionado.

—¿Qué es esto? —preguntó, concentrándose para sobreponerse al sentimiento de horror y vacío que se le estaba extendiendo como veneno en la sangre—. ¿Por qué?

—Tenía que hacerlo; no lo entenderías —el rostro de Sehun seguía siendo completamente inexpresivo—. Tenía una misión que cumplir y ya está hecho.

—¿Qué…?

—Ni siquiera ha supuesto un reto, ¿entiendes? Nuestro papel era el de alejarte del territorio de influencia de tus amigos, ganarnos tu confianza para arrastrarte, tarde o temprano, hasta aquí, y tú lo has hecho sencillo. Siempre quejándote del líder que no te comprendía y del profesor que te gruñe. Hablando de tu bando entero como si fuesen los niños que te caen mal en el patio del colegio. No sé si llegas a entender que aquí el único que no se toma esto en serio eres tú.

Jongdae le sonrió con las manos en los bolsillos.

—Aquí no puede escucharte nadie, ¿verdad? Pobre bebé.

Baekhyun tragó saliva, apretando los puños y mirando a su alrededor. Lo que había aprendido en sus sesiones de entrenamiento le bailoteaba en la mente, borroso, y no sabía qué hacer. Tal vez pudiera huir, si lograba distraer a Jongdae – y a Sehun – de alguna manera. A aquellas alturas, Chanyeol ya habría hablado con Suho; si pensaban que estaba en peligro, los Reminiscentes se habrían movilizado y estarían yendo a buscarlo. Luhan sabía a dónde había ido él; podría salvarse si llegaban a tiempo.

—¿Para qué queríais traerme aquí? —murmuró, intentando aclararse la mente, pensar en otras opciones—. ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?

—Oh, te hemos preparado una reunión con alguien muy especial —Jongdae dio una palmada, manteniendo las manos juntas delante del pecho como la versión retorcida de un niño ilusionado. Baekhyun no creía haberlo visto nunca tan contento y aquello le dio tan mala espina que sintió a su propio cuerpo reaccionando de modo automático, con la respiración acelerándose y cada terminación nerviosa prácticamente vibrándole, a la espera—. Tengo unos amigos que llevan mucho tiempo esperando a conocerte. ¿No quieres saludarlos ahora que tienes la ocasión?

Antes de que Baekhyun pudiera protestar, la puerta de tablones desvencijados que cerraba la única salida directa del solar a la calle se abrió de golpe, y cuando el chico alzó los ojos, tragando saliva, pudo ver a tres figuras recortadas contra la luz del sol, intimidantes y vestidas, como Jongdae, con vaqueros oscuros y cazadoras de cuero negro.

El poder de Baekhyun burbujeó en sus entrañas, acudiendo a su llamada de forma involuntaria, latiéndole tras la piel y esperando a ser usado, pero el chico no pudo moverse. Las figuras en la puerta estaban avanzando, acercándose hasta detenerse junto a Jongdae con la calma del cazador experimentado y, por mucho que quisiera correr, por mucho que deseara liberar toda la luz que podía acumular en una especie de fogonazo para tratar de escapar, lo único que podía sentir el chico eran los ojos del hombre más alto clavados en los suyos, con una frialdad que lo dejó paralizado, como una mosca atrapada en la tela, a punto de ser devorada por la araña.

Aquellos individuos, los tres, eran del bando de los Caídos – Reminiscentes que, como Jongdae, habían pasado a alimentarse de energía humana – pero no eran como él, ni como Yixing. Jongdae podía ser de gatillo fácil, burlón y hasta cruel en ocasiones, pero nunca parecía ir del todo en serio. Aquellos tres eran tan fuertes que incluso alguien con la inexperiencia de Baekhyun podía sentir su poder, listo para ser usado y saliendo de su cuerpo en oleadas, y estaban tan serios que el chico tuvo que contener el impulso de encogerse sobre sí mismo en el sitio, de hacerse pequeño para escapar de su campo de visión.

—Así que este es él —intervino el hombre alto, con la indiferencia del que hablara de algo rutinario, poco interesante. Era grande, más que Chanyeol, y cien veces más intimidante—. Es más pequeño de lo que esperaba.

—Es lo que siempre he pensado, líder, pero es el único Reminiscente de Luz que hay. Ya lo decía mi señora abuela: aprovecha todo lo que consigas, cualquier otra cosa podría ser peor. Al menos tiene dos brazos y dos piernas, podía haber sido cojo o…

El hombre a la derecha del individuo alto resopló.

Por favor, Jongdae.

—Es Chen.

—Basta ya —el hombre alto apenas necesitó alzar la voz para que sus dos subordinados se callaran, y Baekhyun tuvo que morderse el labio para evitar que le temblara. Había escuchado muchas cosas sobre el líder de los Caídos (que había sido un Reminiscente antes, que había sido amigo de Chanyeol) pero nunca se lo había imaginado así. No rubio, alto y perfecto, como una estatua de hielo, con los ojos negros y fríos, ni mucho menos viniendo a verlo a él. Hasta al más débil de los Caídos era poderoso y él había caminado, día tras día, de cabeza a una trampa que había sido obvia para todos menos para él.

Tendría que haberse quedado en casa, se dijo, mirando una vez más a Sehun, que ni siquiera hizo el esfuerzo de mostrar una reacción al sentir sus ojos sobre él. Tendría que haberlo sabido, tendría que haber sospechado algo, al menos. Tendría que haber escuchado a Chanyeol, confiado en él a pesar de no haber creído poder fiarse de nadie más.

No sabía qué iba a ocurrir con él ahora, pero parecía más que claro que, fuera lo que fuese, se lo había buscado él solo.

—¿No vas a felicitarme por mi buen trabajo, al menos? —estaba diciendo entonces Jongdae, y el ligero deje impertinente en su tono le pareció a Baekhyun casi irreal entre todo lo que se le venía encima.

—Buen trabajo —el líder habló con la misma voz fría de antes, dirigiéndose primero a éste y luego a Sehun—. A los dos.

Baekhyun habría sentido ganas de vomitar de tener algo en el estómago. Aún así, intentó mantenerse firme, luchando para que no le temblara la voz.

—¿Qué es lo que queréis hacer conmigo?

La atención del líder de los Caídos volvió a centrarse en su persona.

—¿Contigo? —repitió, como si fuera obvio—. Ponerte a prueba, claro está.

—¿A prueba?

—Eres un Reminiscente especial, pero eso no quiere decir que seas útil.

Siendo honesto, el chico no tenía una gran confianza en su utilidad, y el estar parado y solo delante de un escuadrón enemigo al completo, todos ellos muy feroces y vestidos de cuero negro no lo estaba ayudando a tener fe en sí mismo, precisamente. La Rueda giraba como un espectro silencioso sobre sus cabezas, apenas visible bajo la luz solar de la mañana, y Baekhyun alzó el rostro hacia ella durante un instante antes de sentir movimiento a sus pies y enfocar toda su atención en el mundo real.

Los Caídos estaban formados delante de él, preparados y quietos, esperando la orden de un líder que no parecía muy dispuesto a darles órdenes, y fue al intentar avanzar cuando Baekhyun descubrió que allí estaba empezando a pasar algo. La arena bajo sus zapatos parecía moverse, sacudida por el temblor de algo parecido a un terremoto en miniatura, deslizándose bajo sus suelas como si su calzado la repeliera. No fue hasta pasado un rato cuando Baekhyun se percató de que el movimiento seguía un patrón, de que la arena del descampado estaba tomando formas, en montículos que crecían y crecían, formando algo parecido a dunas en un círculo a su alrededor.

—¿Qué estáis haciendo? —demandó, hablando con un valor que no sentía. El montículo más próximo a él estaba temblando, como si estuviese siendo sacudido desde el interior por algo, y Baekhyun habría echado a correr en aquel mismo instante de no estar rodeado por dunas similares, que se ondeaban y palpitaban a un pulso constante, acercándose más y más, cerrándole cualquier vía de escape.

Fue al volverse hacia la que tenía más cerca cuando vio los ojos, verdosos e irisados como los de una serpiente.

—¿Qué te pasa? ¿Es que no lo sabes? —la voz de Jongdae llegó ahogada desde el otro lado de las dunas, que ahora se cernían sobre él, fusionándose en una única ola de arena, como una tsunami rojizo que fuera a venírsele encima, plagado de más y más pares de ojos, que parpadeaban y lo miraban con algo cercano a un perverso interés—. Los líderes de los Caídos siempre han tenido potestad para controlar a los monstruos a varios cientos de metros a su alrededor, y nuestro Kris no iba a ser menos. ¿Cómo pensabas que íbamos a probarte? ¿Invitándote a tomar el té?

—Cálmate, Jongdae —replicó la calmada voz del líder, y Baekhyun tembló, buscando la fuerza en su interior y sintiéndola acudir en su auxilio. La arena continuó mutando, cerrándose a un metro por encima de su cabeza como una cúpula pulsante, una prisión con vida propia hecha de grava y ojos de reptil que pareció sisear a su alrededor cuando la luz comenzó a brillar bajo la piel pálida de sus dedos.

—Atrás —musitó Baekhyun—. Atrás.

Todo aquello parecía sacado de una pesadilla, uno de esos sueños horribles que a veces lo habían asaltado en mitad de la noche, y de los que siempre despertaba acurrucado sobre sí mismo, conteniendo el impulso de llamar a su madre a voces y empapado en sudor. Le habría gustado haber despertado entonces, abrir los ojos en un lugar conocido, aunque fuera su habitación del hotel y el día que lo esperara fueran horas y horas de entrenamiento con Kyungsoo, pero la adrenalina y el miedo que le inflamaban las venas eran muy reales, igual que su cárcel de arena y las decenas de ojos que lo observaban desde el suelo, el techo, las paredes, entornándose ante la luz que brotaba de su mano. A lo que fuera que fuesen aquellas cosas no les gustaba la luz, y Baekhyun se preguntó si podrían ser cegados, si abrirían el círculo que habían cerrado a su alrededor si conseguía que su poder brillara con la suficiente fuerza.

Ya pensaría lo que haría después con Jongdae, Kris y los otros dos, pero por el momento necesitaba salir de allí.

—¡Abrid paso! —exclamó, concentrando todo su poder en la mano derecha, tal y como le había enseñado Kyungsoo (tendría que darle las gracias luego, si sobrevivía) y proyectándolo al exterior con toda la fuerza que fue capaz de reunir.

La energía salió de su interior con la fuerza de una marea, tiñéndolo todo de luz, luz blanca, la luz más potente que había producido nunca, y los ojos de la pared de arena se entornaron, girando sobre sí mismos, siseando con algo cercano al odio.

Durante un instante, Baekhyun creyó que aquel muro vivo caería y se sintió como un héroe, como el ser más poderoso del planeta y el Reminiscente que todos parecían creer que iba a ser. Luego, el fogonazo de luz se apagó, dejándolo tan exhausto que tuvo que luchar por no caer al suelo de rodillas, y ni siquiera necesitó mirar al frente para que todas sus fantasías de desvanecieran de un plumazo.

La oscuridad a su alrededor era absoluta, y los siseos habían subido en volumen. El muro no había caído, aquellas cosas seguían ahí, y además ahora estaban furiosas.

—¡Dejadme salir de aquí! —gritó, incapaz de esconder la histeria en su voz—. ¡No podéis dejar que me maten! ¡Dejadme salir de aquí!

Hubo un instante de silencio. El sonido de una risa ahogada al otro lado de la pared, el ruido atronador de la suela de sus botas al deslizarse sobre la grava en el suelo. El inhalar y exhalar de su respiración, irregular y superficial; la calma antes de la tormenta.

El tiempo pareció detenerse, cuando los susurros se acallaron de un golpe.

Luego, todo explotó a su alrededor y la pared de arena se le vino encima.

Desde el principio, Baekhyun había creído que había monstruos escondidos debajo de la arena, criaturas con forma escondidas tras el polvo y la grava. Cuando todo aquello lo cubrió, sin embargo, se dio cuenta con horror de que los monstruos eran la arena, y que era la misma arena la que cambiaba de forma, convirtiéndose en manos que lo apresaban, en peso muerto que lo empujaba hacia abajo, en algo parecido a cuerdas vivas que le cortaban la respiración.

Al tratar de abrir la boca para gritar, sintió cómo la arena hacía fuerza contra sus labios, como si quisiera forzarlo a separarlos, y comprendió, en un instante de cordura cercano al pánico, que la grava no sólo se estaba arremolinando allí, sino  también en torno a su nariz, como si quisiera aprovechar aquel camino para meterse dentro de su cuerpo.

Invadirlo. Ahogarlo. Matarlo desde dentro.

“Voy a morir aquí,” se dijo, haciéndose un ovillo, cubriéndose la boca y la nariz con las manos. Quería invocar su fuerza de nuevo, tratar de conseguir una tregua aunque fuera para tomar aire, pero no podía concentrarse con toda aquella fuerza aplastándole, con manos de arena tirándole del pelo y sin poder respirar. “Voy a morir aquí, y va a haber sido para nada.”

Con el corazón martilleándole contra las costillas, trató de aguantar la respiración, de patalear, revolverse y huir, pero todo fue absolutamente en vano. Se sentía cada vez más mareado, y comprendió que no tardaría mucho en perder el conocimiento, y que entonces todo estaría acabado.

Veía puntos blancos tras los párpados, los pulmones le ardían. Todo su cuerpo parecía estar en llamas, y estaba débil, y sentía todo aquello muchísimo, pero no podía, no podía más, iba a…

Su mundo estaba fundiéndose en negro cuando la arena chilló a su alrededor.

Fue un alarido largo, horrible, como el de decenas de criaturas heridas agonizando al mismo tiempo. Y, de repente, el peso se estaba desvaneciendo de encima de su cuerpo, y Baekhyun pudo abrir los ojos y respirar, y vio los picos de una valla de madera, y un retazo de cielo gris, el brillo de la Rueda tras las nubes y, en el suelo a su alrededor, arena en llamas.

Arena ardiendo.

—¡Baekhyun! —un segundo después, había manos ásperas sobre su rostro y unos ojos muy grandes y muy preocupados clavados en los suyos—. ¿Baek, me escuchas? ¿Estás bien? Dime algo.

—¿Chanyeol?

Era él, y su rostro mutó de la consternación al alivio cuando escuchó a Baekhyun hablar. Era él, y el chico jamás se había sentido tan agradecido de ver a alguien.

Lo habría abrazado, allí y entonces, le habría dado las gracias a pesar de ser prácticamente incapaz de encontrar su voz pero, tras estudiar su cara durante un instante más, la expresión de Chanyeol se había vuelto completamente seria, y el otro Reminiscente se había levantado de donde estaba, arrodillado frente a él, y había dado media vuelta para encararse con las figuras vestidas de negro que todavía seguían allí, y a las que Baekhyun había olvidado por un instante.

—Hagas lo que hagas, si la arena vuelve no te la tragues —le susurró antes de darle la espalda. Baekhyun no podía verle la cara, pero lo sintió girar la cabeza, de Kris a Sehun, y de Sehun de nuevo a Kris—. ¿Qué está pasando aquí? —preguntó, y su voz era la misma, pero tenía algo distinto. El timbre era el igual, pero el tono no. Aquella no era la voz del chico que se pasaba las noches sentado solo en la azotea, observando la Rueda y las estrellas, ni la de la persona que se llevaba pegatinas fosforescentes de tienduchas en el centro y le confesaba que odiaba luchar, sino la de un guerrero. Sonaba firme, peligrosa, autoritaria, y Baekhyun, que estaba luchando por ponerse en pie, se estremeció.

—Sehun está con ellos —murmuró—. Tenías razón, era una trampa.

Chanyeol giró la cabeza para mirarlo un momento, y lo que vio hizo que el rostro se le endureciera aún más.

—¿Cómo te atreves? —le increpó a Sehun—. ¿Y qué demonios eres? No estás muerto, ¿verdad? No eres todavía uno de ellos, ni uno de nosotros, pero puedes vernos. ¿Qué está pasando aquí?

Sehun se encogió de hombros, con el rostro tan inexpresivo como el de un muñeco, y Baekhyun sintió una extraña quemazón tras los párpados. Chanyeol parecía más que dispuesto a acercarse a zancadas a él y quemarlo vivo – su poder estaba activándose de nuevo, en forma de oleadas de energía pura que salían de su cuerpo, de llamas que comenzaban a aparecerle en la mano, danzándole entre los dedos – pero la voz de Kris perforó el silencio antes de que nadie pudiera decir nada más.

—¿Cuándo aprenderás, Chanyeol, a no meterte en cosas que no son de tu incumbencia?

El Reminiscente de Fuego giró el rostro hacia él como impulsado por un resorte.

—Son de mi incumbencia cuando engañas a uno de los míos y lo atacas con espectros de arena —replicó. Había un deje raro en su voz, algo que hizo que Baekhyun sintiera un peso en el estómago que no estaba allí antes y que se esforzara en dominar su cuerpo débil y avanzar, caminando para situarse a su lado aunque su presencia fuera virtualmente inútil—. Esos son monstruos de alto nivel, y Baekhyun no sabe luchar. ¡Podías haberlo matado!

—No iba a matarlo. Llevármelo, si era útil, tal vez, pero no matarlo.

Chanyeol apretó los dientes.

—Vete a la mierda.

—No seas idiota, Chanyeol. Sin contar aquí a Sehun, nosotros somos cuatro. Vosotros sois uno y medio. ¿Qué es lo que quieres hacer?

De súbito, Baekhyun recordó la conversación que había mantenido con Chanyeol en la azotea la noche anterior; el motivo por el que él había salido huyendo aquella mañana.

—Si Chanyeol está aquí, Suho y los demás estarán en camino —declaró—. No somos tan pocos como pensáis.

Jongdae hizo una mueca asqueada, pero Kris arqueó una ceja sin más, como si la perspectiva lo sorprendiera.

—¿De verdad? Vaya —susurró, y Chanyeol asintió.

—De verdad.

Baekhyun estaba ya lo suficientemente cerca de él como para verle la cara, y hubo algo en su tono y en su expresión que hizo que parte de la confianza en sí mismo que había logrado reunir para hablar se desvaneciera en un mar de dudas. Chanyeol estaba tenso, Chanyeol parecía inseguro. Había afirmado que había refuerzos en camino, pero su postura era más defensiva que ofensiva. Como si estuviese tratando de ver cómo escapar en lugar de simplemente ganar tiempo.

—Mentiroso —intervino Kris—. No tienes a nadie que te cubra las espaldas, ¿verdad? Estás solo.

A Baekhyun le hubiera gustado pensar que no era cierto, pero aquellas palabras tenían el aire de finalidad de algo que era, indudablemente, verdad, y Chanyeol no hizo esfuerzo alguno en desmentirlas. No iban a llegar refuerzos, y el chico no entendía por qué, cómo podía haber enviado su líder a un Reminiscente solo, sin contar siquiera con la proyección telepática de Luhan por si ocurría algo así.

A no ser que… A no ser que…

—Suho no sabe que has venido —musitó, en una voz tan baja que no habría podido estar seguro de que el otro chico lo hubiera escuchado de no ser por el modo en el que entornó los ojos en un gesto que fue prueba suficiente para confirmar la verdad. No necesitó añadir lo demás: que nadie sabía que Chanyeol estaba allí porque éste no había ido a hablar con Suho esa mañana, que su líder seguía sin saber que Baekhyun había estado escapándose a hablar con Sehun, que su secreto seguía siendo un secreto para todos los demás.

—Tenía que habérselo dicho, Baek. Todo.

“Y no lo has hecho porque yo te lo pedí.”

—Lo siento.

Chanyeol se mordió el labio, alzó el rostro hacia Kris sin responder.

—Nosotros nos vamos. ¿Voy a tener que pasar por encima de ti para que nos dejes salir? —dijo en su lugar, y el líder de los Caídos sonrió por primera vez, una mueca que le curvó los labios ligeramente pero no llegó a alcanzarle los ojos.

—¿Me atacarías? —preguntó—. ¿Serías capaz de hacerlo?

—Si no nos dejas marcharnos, sí.

Kris resopló.

—No podrías.

Fue sólo un momento, un intervalo que apenas duró unas décimas de segundo y que Baekhyun no habría percibido de no estar mirándolo a la cara, pero Chanyeol dudó. Su gesto era firme, su pose era la de un guerrero entrenado, pero sus ojos seguían siendo demasiado grandes, y estaban vidriosos.

—Ponme a prueba —dijo, sin embargo, frunciendo el ceño y convocando al fuego.

Y Baekhyun había oído hablar de la fuerza del otro chico, lo había visto utilizar su poder antes, pero nunca así.

La temperatura a su alrededor estaba aumentando, ascendiendo del frío al bochorno, y del bochorno a un auténtico infierno, y el chico descubrió con sorpresa que el calor provenía de Chanyeol, que estaba detenido, mortalmente serio, en mitad de un círculo de llamas.

Al principio, Baekhyun creyó que el otro Reminiscente estaba parado sobre una especie de pira, como si el fuego hubiera salido del mismo suelo para recibirlo, pero la arena a sus pies estaba empezando a calcinarse, pasando del dorado oscuro al negro, y el chico comprendió que las llamas estaban saliendo del interior de Chanyeol, como siempre; que su compañero se había convertido en una hoguera humana, y que la energía que estaba produciendo era tan potente que incluso estaba quemando la grava del suelo.

—Muy impresionante, chico en llamas; así que estás yendo en serio —Baekhyun sabía que sus ojos debían de estar abiertos como platos y, poco más allá Jongdae estaba retrocediendo, tratando de mantener la compostura pero claramente lívido. Kris, sin embargo, no pareció impresionado en absoluto—. Ahora bien, ¿puedes controlarlo?

—Líder —intervino uno de los Caídos a los que Baekhyun no conocía, un joven alto, de aspecto fiero, que parecía a punto de abandonar su puesto detrás y echar a correr hacia donde estaban ellos.

—Quieto, Tao, déjamelo a mí, uno contra uno —lo detuvo Kris, negando con la cabeza antes de volver a centrar su atención en la figura ardiente ante él—. ¿Vas a seguir adelante con esto?

—Déjanos irnos.

—Pero he venido hasta aquí a por él, Chanyeol —el líder de los Caídos señaló a Baekhyun con un movimiento de cabeza—. ¿De verdad vas a atacarme si no te permito hacer de caballero andante y llevártelo?

—¡Te he dicho que me pongas a prueba! —Chanyeol alzó la voz, y las llamas que aún brotaban de su cuerpo aumentaron en intensidad, alzándose por encima de su cabeza, envolviéndolo en fuego. Baekhyun gritó, sorprendido por la ola de aire caliente que lo golpeó en la cara, y el otro chico giró hacia él un rostro en el que sus ojos, que antes habían sido de un marrón tan oscuro que era casi negro, brillaban con el color carmesí profundo de la sangre—. ¡Baek, sal de aquí! ¡Ya!

Las llamas adquirieron un calor inaguantable, pero aún así el chico negó con la cabeza. De haberlo querido, habría podido echar a correr hacia el hueco en la valla por el que había entrado, estar cruzando el campus antes de que Jongdae y sus compañeros pudieran agarrarlo y hacerlo detenerse, pero Kris estaba activando sus poderes, y Chanyeol parecía furioso y afectado, respirando cada vez más deprisa, con los ojos brillando, rojos, y el fuego lamiéndole la piel.

—Yeol, no voy a irme sin ti, tenemos que…

¡Te he dicho que corras!

Todo lo siguiente ocurrió tan deprisa que Baekhyun no tuvo tiempo de protestar más. El chico había pensado que, teniendo en cuenta su estado, Chanyeol sería el primero en atacar, pero fue Kris quien alzó las manos, con el ceño fruncido, haciendo que la arena se removiera a sus pies de nuevo, y que los monstruos se alzasen desde ella, visibles de nuevo, convertidos en montículos informes con ojos de reptil. Baekhyun había pensado que estaban muertos y prácticamente tropezó con sus propios pies al retroceder, pálido como la cal, recordando con pánico las manos de arena sobre su piel, la grava presionando contra sus labios para meterse en su boca. Quiso volver a llamar a Chanyeol, gritarle que no hiciera locuras u ofrecerse a ayudar, pero el otro Reminiscente parecía haber olvidado ya que él estaba allí.

—¡No sé a qué juegas, pero yo voy en serio! —exclamó, envuelto en fuego y lanzándose hacia delante. Las llamas bailaban sobre él sin consumirlo, brillantes y de un rojo vivo, y parecieron deslizarse sobre su piel, concentrándose en su brazo cuando éste lo extendió hacia Kris, apuntándole directamente al pecho.

La llamarada que surgió de entre sus dedos fue brutal, una ola roja y ardiente que se cernía a toda velocidad sobre el líder de los Caídos, que ni siquiera se había movido del sitio. El chico al que Kris se había referido como Tao lanzó un grito, y Baekhyun lo observó todo con la boca abierta, pero entonces, la arena se movió.

Los ojos reptilianos se abrieron, todos a una, y los montículos volvieron a cambiar se forma y se arrojaron sobre su amo. En el segundo que las llamas tardaron en alcanzar a Kris, éste ya tenía un muro vivo y palpitante formado entre el ataque y él.

Un muro que pareció gritar de agonía cuando el fuego lo alcanzó, con un alarido que se hizo más y más agudo mientras la misma arena se carbonizaba, mientras Baekhyun se cubría los oídos, tratando de no escuchar, y, finalmente, las llamas se extinguían en una densa nube de humo negro.

—Muy impresionante —susurró Kris, todavía quieto donde había estado antes. La pared ante él comenzó a derrumbarse, sin rastros ya de ojos o de vida, y Baekhyun tragó saliva porque, donde antes había habido arena, ahora sólo quedaban cenizas. Giró la cabeza hacia Chanyeol, preocupado, pero incluso después de aquel despliegue de energía, el chico había vuelto a prenderse en llamas, y la fuerza que desprendía, intensa, cruda y descontrolada, era mucho más potente de lo que lo había sido la vez anterior—. Pero, créeme, no quieres que me ponga serio contigo.

—¡No me vengas con tonterías!

Kris saltó hacia un lado en el momento justo en el que Chanyeol volvía a moverse hacia delante, con el fuego en las manos y en los ojos. Baekhyun había querido permanecer allí, todo lo cerca posible para ayudar como fuera, pero en el momento en el que el infierno estalló a su alrededor se dio cuenta de por qué el otro Reminiscente le había dicho en su momento que se alejara, y se vio obligado a apartarse, corriendo en dirección opuesta pero deteniéndose a la misma distancia a la que el resto de los Caídos y Sehun observaban lo que pronto se convirtió en un combate como si estuvieran dispuestos a intervenir en cuanto se les diese la orden.

Parecían tan organizados, tan metódicos, que Baekhyun sintió que el nudo en su garganta crecía aún más, convirtiéndose en algo muy grande y muy feo. Desde sus inicios en Reminiscencia, todos le habían dicho que aquel mundo era peligroso, pero jamás se había visto en una situación así. Quizá nunca hubiera entendido hasta que punto estaba en riesgo, no cuando las únicas peleas que había presenciado habían sido breves y se habían resuelto con facilidad.

Una parte de él había entendido que los Reminiscentes luchaban, pero no había comprendido del todo que pudieran llegar a matar, o a ganar, o a perder.

Ojalá hubiera entrenado más. Ojalá, si se suponía que era tan especial, pudiera hacer algo consigo mismo.

Chanyeol y él tenían que volver a casa.

“Vamos, vamos, vamos, vamos.”

Baekhyun había visto a otros Reminiscentes luchar antes, pero donde Suho había sido claramente metódico y Jongdae había jugado a provocar, Chanyeol era potente e inestable, como un volcán a punto de entrar en erupción o el estallido de una bomba. Sus movimientos eran bruscos, y las llamas se movían y explotaban a su alrededor con la potencia de supernovas, como tracas de fuegos artificiales que se expandían en todas direcciones, extendiéndose y luchando por alcanzar a su rival sin llegar a rozarlo.

“No está consiguiendo darle,” se dijo Baekhyun, entornando los ojos para tratar de ver algo dentro del tornado de llamas en el que se había convertido el centro del solar, mientras Chanyeol corría hacia delante y frenaba en seco con una exclamación, liberando de súbito todo el fuego que tenía dentro con algo muy cercano a la furia, mientras Kris, sin inmutarse, simplemente saltaba a un lado para esquivarlo.

—Lo único que vas a conseguir así es quemarlo todo —lo provocó, y Baekhyun había pensado que Chanyeol estaría cansado, aunque fuera un poco, pero el chico volvió a prenderse en llamas y a atacar una vez más, siguiendo el mismo patrón y tratando de alcanzarlo, esta vez por la espalda, de nuevo sin éxito.

—¡Cállate y pelea!

Ver a Chanyeol enfrentarse con Kris era sorprendente – el contraste era casi abrumador. Donde el uno era todo caos y energía pura, tan potente que Baekhyun podía sentirla golpeándolo en ráfagas desde donde estaba, el otro respondía a los ataques con la precisión metódica de un cirujano. Chanyeol era incansable, como si sus mismas entrañas estuvieran ardiendo, con los ojos todavía rojos y la respiración agitada, y Kris se limitaba a esquivarlo sin más, moviéndose con una especie de elegancia seca de la que su rival carecía por completo, casi como si todo aquello simplemente lo aburriera.

Ni siquiera estaba devolviéndole los ataques a Chanyeol, sino que simplemente lo esquivaba, y Baekhyun podía sentir la tensión acumulándose en el cuerpo del chico mientras pasaban los minutos, la manera en la que las llamas eran cada vez más potentes y menos precisas, el modo en el que le temblaron las manos cuando, tras un nuevo ataque fallido, se detuvo, jadeando.

—¿No vas a atacarme? ¿De verdad? —exclamó—. ¿Primero me provocas y luego esto es todo lo que haces?

Kris ladeó la cabeza.

—Eres un niño.

—Yo sólo… —Chanyeol separó los labios para seguir hablando, los volvió a cerrar, y Baekhyun escuchó de nuevo el mismo deje raro de antes, como una especie de temblor casi imperceptible debajo de todo lo demás. Recordó, clavando los ojos en el otro Reminiscente, que el otro chico y Kris habían sido amigos. Amigos que ahora estaban en extremos opuestos de un campo de batalla, en una lucha que iba más allá de él, en la que Baekhyun había metido a Chanyeol sin saber absolutamente nada—. Deja de tratarme como si fuera idiota.

—Muéstrame lo que tengas —Kris se encogió de hombros—. Muéstrame lo mejor que tengas, y entonces me plantearé luchar contra ti.

—¡Es lo que estoy haciendo! —apretando los puños, Chanyeol volvió a lanzarse hacia delante, prendido en llamas como una tea humana. El fuego pareció surgir de su cuerpo entero cuando intentó golpearlo, pero el chico soltó algo entre un quejido y un gruñido al fallar una vez más, cuando Kris apenas tuvo que apartarse un par de pasos para esquivarlo y humillarlo.

—¿De verdad?

Baekhyun vio cómo la mano de Chanyeol se cerraba en un puño tan fuerte que los nudillos se volvieron blancos, lo vio apretar los labios, fruncir el ceño, dudar. Y entonces supo cómo iba a acabar aquel combate.

—¡Chanyeol! —exclamó, corriendo de nuevo hacia el centro del campo de batalla, pero el otro Reminiscente ya había tomado una decisión y estaba concentrando el fuego en sus manos, haciendo que las llamas brillaran con más y más fuerza, que el calor en la zona aumentara hasta que Baekhyun pudo sentir el sudor deslizándosele por la frente, por primera vez desde que había muerto. No sabía cómo había pretendido apañárselas para detener a Chanyeol, pero, fuera como fuese, no llegó a tiempo, porque en el lapso de un parpadeo, el chico ya había arrojado todo aquel fuego contra Kris, tan deprisa que esta vez el líder de los Caídos no pudo apartarse, quedando atrapado dentro de un tornado de llamas inmenso que lo cercó, girando, cada vez más caliente y más próximo—. ¿Qué…?

El chico jamás había visto tanto fuego junto, y por un instante sintió miedo. Chanyeol estaba veinte pasos por delante de él, con el rostro muy serio y los ojos rojos, y el tornado ante él estaba descontrolado, como si estuviese girando demasiado deprisa, temblando y rugiendo como una pira enorme que calcinaba la arena y la grava, que creció y se tragó una de las casetas de obra repartidas por el terreno e hizo arder la madera de la que estaba hecha como si ésta hubiera estado untada en brea.

—¡Líder! —oyó Baekhyun gritar a alguien por encima del crepitar de las llamas, y al alzar los ojos el chico vio que se trataba del mismo joven de pelo oscuro que había tratado de intervenir antes, la persona a la que Kris se había referido como Tao.

—¡Esa cosa va a explotar! —exclamó Jongdae, pareciendo realmente alarmado por primera vez en mucho tiempo—. ¿Quiere alguien decirle a Chanyeol que pare?

Una ráfaga de cenizas grises y calor seco golpeó a Baekhyun en la cara, ahogándolo y haciéndolo toser hasta que tropezó con sus tobillos mientras corría y se cayó de bruces al suelo. Al levantar el rostro, sentándose e intentando cubrirse la nariz y la boca con una mano, vio a Chanyeol quieto delante de aquel monstruo en llamas, tan concentrado en el fuego que no veía nada más.

—¡Ya verás cómo estoy yendo en serio! —lo oyó gritar el chico.

—¿Es que no se da cuenta de que ha perdido el control? —volvió a gritar Jongdae.

—¡No, líder! ¡Kris!

Lo siguiente ocurrió todo muy deprisa. En un momento, Sehun y los tres Caídos frente a Baekhyun, al otro lado del tornado, habían estado formados. Un instante después, uno de ellos, el que no había hablado aún – una figura de pelo oscuro a la que el chico no conocía se había desmarcado del resto y estaba arrodillado en el suelo, gritando algo por encima del crepitar de las llamas, apoyando la palma de su mano desnuda sobre la arena.

Lo próximo que supo Baekhyun es que había hielo brotando del suelo, atrapando a Chanyeol y a su tornado en un muro irregular y congelado, una barrera de varios centímetros de grosor y más de tres metros de alto y dejando fuera a todos los demás.

—¡Al suelo! —gritó alguien, y Baekhyun no lo pensó y obedeció, haciéndose un ovillo sobre la grava negra y cubriéndose la cabeza con las manos.

Hubo un ruido, un estruendo horrible, y el chico se mordió el labio, cerrando los ojos mientras el tornado de fuego explotaba como una supernova y el suelo bajo su cuerpo parecía temblar. La barrera de hielo había brotado del suelo a menos de un metro de él, y Baekhyun la oyó chisporrotear mientras se deshacía, mientras el muro se convertía en líquido y en vapor de agua y parte de las llamas restantes le pasaban por encima sin tocarle y la gran mayoría se apagaban sin llegarlo a rozar.

Cuando Baekhyun se atrevió a alzar la cabeza, el solar estaba prácticamente destrozado y Chanyeol estaba detenido en el centro de un círculo negro, sin rastro ya de fuego a su alrededor, mirando hacia el cielo con los ojos muy abiertos, como un niño que se hubiera perdido y no supiera a dónde ir.

—¡Maldita sea, Kris! —gritó—. ¡Maldita sea!

El líder de los Caídos no parecía estar por ninguna parte, pero entonces Baekhyun siguió el recorrido de los ojos de Chanyeol con la mirada y lo vio. A varios metros sobre sus cabezas, suspendido en el aire.

“¿Puede volar?” se preguntó vagamente, antes de caer en la conclusión de que, si era así, Kris no habría tenido ningún problema en escapar del tornado por arriba, y de que Chanyeol tendría que haber sabido algo así.

—Te lo he dicho, no puedes ganar —dijo, con tal calma que no parecía que acabara de salir de un monstruo de fuego.

Chanyeol volvió a apretar los puños e hizo amago de responder, pero no tuvo tiempo de pronunciar una sola palabra, porque Kris había dejado de estar suspendido en el cielo y se había lanzado contra él en picado, tan rápido que Baekhyun fue incapaz de distinguir dónde estaba hasta que aterrizó, derribando a Chanyeol con él, presionándolo contra los restos de arena negra con una mano en su hombro y otra sobre su cuello.

—¿Es que no lo ves? —continuó en tono duro—. Mira a tu alrededor, mira cómo has dejado esto. Eres un niño, Chanyeol, un niño que no sabe controlar su propia fuerza, y los niños no luchan, ni ganan. Admítelo ya.

Baekhyun luchó por levantarse, por avanzar, tastabillando, hacia donde estaban Chanyeol y Kris. Todo aquello había sido una trampa, la trampa en la que él se había metido, arrastrando al otro chico con él, y él nunca había querido que pasase aquello, no así, nunca.

No había querido ver a Chanyeol tirado en el suelo, atrapado entre las cenizas y el cuerpo de su antiguo mejor amigo, mirando a la figura seria de Kris con algo muy cercano al desprecio y mucho más próximo al dolor crudo en los ojos.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó, sonriendo casi como si lo retara—. ¿Matarme? Me has ganado, ¿no? Y eso es lo que hacéis los monstruos con los Reminiscentes cuando ganáis. Matarnos a todos.

Kris pareció dispuesto a añadir algo más. Alzó el puño, como si se estuviera planteando seriamente golpearlo. Baekhyun tragó saliva.

—Déjalo.

Dos pares de ojos lo miraron, unos, muy grandes, desde el suelo; otros desde arriba.

—Baekhyun…

—Has ganado, muy bien —el chico ignoró a Chanyeol, que parecía estar prácticamente rogándole, y miró a Kris a la cara—. No sé para qué habéis montado toda esta trampa, pero Chanyeol no tendría que haber estado aquí. Déjalo en paz.

El líder de los Caídos guardó silencio un momento, pero luego, premeditadamente despacio, se apartó de su víctima y se incorporó, alzándose en toda su altura frente a Baekhyun. El chico no lo había tenido tan cerca antes, y apenas le llegaba por la barbilla, pero trató de mantenerse firme porque Chanyeol seguía en el suelo, ahora sentado, y parecía triste y asustado, y lo estaba mirando.

—Habíamos venido aquí por ti —por primera vez en toda la pelea, Kris sonrió—. ¿Harías lo que decimos si lo dejamos ir a él?

—Me… Me habéis arrastrado hasta aquí —Baekhyun se obligó a sí mismo a mantener la cabeza alta, a hablar con toda la seguridad en sí mismo que pudo encontrar a pesar de sentirse muerto de miedo—. Me habéis mentido, me habéis engañado durante días, me habéis atacado y habéis arrastrado a todo esto a terceras personas. Esto era importante para mí, y bastante habéis jugado ya conmigo. Dejadme tranquilo. Dejadnos en paz a los dos. Marchaos y dejadme llevar a Chanyeol a casa. Por favor.

Kris no dijo absolutamente nada y, por un segundo, Baekhyun estuvo seguro de que se negaría, de que lo aferraría del brazo y lo arrastraría con él y los suyos ahora que no había nadie para impedirlo.

—Por favor —insistió.

—Muy bien.

—¿Eh?

—Tengo lo que quiero por hoy. Llévatelo.

—Pero, líder… —intervino Tao desde atrás.

—Nos vamos.

Baekhyun soltó el aire que no sabía que había estado conteniendo en los pulmones y permaneció muy quieto durante el segundo que tardó Kris en mirarlo de arriba a abajo y dar media vuelta. Pareció, durante un momento, que Tao fuera a protestar una vez más, pero finalmente todos los que habían estado formados al otro lado del solar dieron media vuelta y se unieron a su líder cuando éste se dirigió a la salida del descampado.

Sehun incluido.

—¡Espera! Yo… —comenzó a decir Baekhyun, sin saber qué quería decir exactamente, o si quería decir algo. Tenía muchas preguntas (los “por qué esto, a mí", “por qué puedes vernos” y “desde hace cuánto estás con ellos” sólo unas pocas entre muchas), pero no estaba seguro de querer saber la respuesta y, ahora que todo había pasado, se sentía demasiado idiota, demasiado pequeño. Culpable hasta el punto de sentir dolor en el pecho por haber metido en todo aquello a Chanyeol cuando el otro chico nunca, nunca, tendría que haber sufrido por su causa—. ¿Estás bien? —murmuró, arrodillándose a su lado mientras sus enemigos se iban, uno a uno, los dejaban a solas en un solar en ruinas.

Chanyeol no lo miró. No lo hizo hasta que todos los Caídos hubieron abandonado el solar. Tenía un rasguño sangrante en el pómulo, restos de arena y ceniza en el pelo, y en las pestañas, y en la piel pálida de las mejillas, y parecía estar a eones de allí.

—Vámonos —dijo finalmente, caído e inmóvil, con los ojos apagados en mitad de las ruinas de su propia destrucción—. No quiero estar aquí. Vámonos a casa.

Notas finales:

Tachaaaaannn. Golpe de efecto. ¿Alguien se lo esperaba? :D

Espero vuestros comentarios, amor, pedradas (?) Ya sabéis que siempre me hacen mucha ilusión.

Y, como siempre, podéis contactar conmigo vía ask o en los links de mi perfil :D http://ask.fm/rust_and_stardust

Gracias por pasaros, y espero vuestras opiniones y comentarios <3


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