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Reminiscencia por Ms Aria

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Notas del capitulo:

Hola a todos, y perdón por el retraso, pero os traigo un nuevo capítulo.

Este es largo, así que disfrutad de la lectura y nos vemos en las notas finales :D

Ten cuidado con lo que se esconde en el bosque.



Parte Primera – Capítulo 11 

—¡Concentra ese poder! ¡Vamos, se te está escapando! ¡Concéntralo!

Baekhyun, en guardia delante de él, chasqueó la lengua y permaneció donde estaba durante un segundo eterno antes de lanzarse al ataque, hacia delante, con los ojos fijos en él y la espada de entrenamiento fuertemente sujeta entre los dedos. No había tenido el cuerpo de un luchador cuando estaba vivo y seguía sin tenerlo después de morir pero suplía su falta de fuerza y resistencia con velocidad y una cierta destreza – por no hablar de terquedad, de esa manía suya por seguir atacando, entrenando, hasta que estaba empapado en sudor y sus niveles de energía bajaban tanto que apenas podía seguir teniéndose en pie.

Kyungsoo no sabía si admirarlo por tanta perseverancia o si golpearlo con el puño en las narices por ser tan tozudo y pretender dominar un combate para el que obviamente todavía le faltaban forma física y poder cuando durante las primeras semanas no había hecho nada más que saltarse los entrenamientos.

—¡Mi poder está justo aquí! —gritó el otro chico, y Kyungsoo lo vio abalanzarse sobre él con la espada en alto, concentrando su energía en las palmas de las manos para (como era su estilo últimamente) convocar alguna clase de rayo de luz para intentar cegarlo y pillarlo por sorpresa. No era la forma más limpia de pelear, ni tampoco el estilo de combate más elegante, pero era una manera como cualquier otra de empezar a defenderse, y Kyungsoo suponía que, tal y como estaban las cosas, era mucho más de lo que podían esperar de la situación.

—Eres previsible —murmuró, cerrando los ojos en el mismo instante en el que Baekhyun dejaba salir su fuerza y moviéndose ligeramente hacia la izquierda. Podía sentir la intensidad de la luz que había convocado el otro Reminiscente, brillante contra sus párpados, y no tardó en sentirlo moviéndose contra él. Estaba haciendo progresos, pero seguía siendo demasiado ruidoso, demasiado lento, y sólo tuvo que blandir la vara de madera que sujetaba en las manos una vez para sentirla impactar contra algo blando y escuchar a Baekhyun maldecir—. Y sigues dejando la guardia baja. Si yo fuera tu enemigo, estarías muerto.

—Si tú fueras mi enemigo y esto fuese un combate en serio, yo ya habría muerto mil veces —Kyungsoo giró la cabeza justo a tiempo de ver a Baekhyun dejar caer la espada al suelo y apartarse el cabello empapado de sudor de la frente con una mano. Estaba claramente exhausto, pero algo en su interior parecía bullir de actividad, de ganas de hacer más, de seguir moviéndose e intentándolo. Era francamente incansable—. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal?

—Ya lo sabes —replicó Kyungsoo, agachándose para recoger la espada roma del suelo y tendiéndosela a Baekhyun otra vez, hablando con deliberada lentitud de lo mismo de lo que ya habían hablado mil veces antes—. Sube la guardia, cuida tu postura, controla tus movimientos y…

—No es eso —lo interrumpió Baekhyun, a pesar de que sabía de sobra que él odiaba que lo interrumpiesen—. No es sólo eso.

—¿Tus poderes?

—Mis poderes.

—No hay nada que podamos hacer con respecto a eso, más allá del entrenamiento habitual. Ya lo sabes.

—Supongo —Baekhyun todavía tenía una mano enredada en el pelo, pero no tardó en llevar ambas al frente y observárselas haciendo un mohín, como si esperara que la respuesta a todas sus preguntas fuera a surgir de sus palmas de pronto. Como era obvio, no ocurrió nada, y el chico no tardó en sacudir la cabeza y suspirar con exasperación—. Sé que no hay razón para que mis poderes… aumenten de golpe o algo así, a pesar de todo este entrenamiento. Es sólo que, no lo sé, tal vez hubiera algo en mí que esperara poder hacer algo más que ser una lámpara humana.

Hubo algo en Kyungsoo que sintió la tentación de suspirar con él, de cerrar los ojos y recordar el silencio de Suho cada vez que él acudía a informar de que no había habido progresos claros, que Baekhyun ahora podía convocar rayos de luz y dirigirlos, pero nada más, y que su poder seguía siendo prácticamente inútil, pero en lugar de ello se tragó la frustración, arqueó las cejas y resopló.

—¿Todo ese entrenamiento? —repitió, exagerando el reproche en su tono—. Byun Baekhyun, llevas entrenando una semana.

—Con mucho rendimiento.

—¿Y esperas que todo ese rendimiento tuyo te convierta en una especie de superhombre en sólo siete días?

Ocho.

—Lo que sea.

—En los cómics y en las películas funciona.

—Y esa es la razón por la que yo no leo cómics ni veo películas —murmuró Kyungsoo para sí, encogiéndose de hombros, cortándose en seco al sentir a Baekhyun intentando no reírse delante de él.

—¿Y qué es lo que sueles leer? ¿A Edgar Allan Poe, bajo la luz de una vela en tu oscura habitación?

A Baekhyun debió de parecerle muy divertido su propio chiste, porque soltó una carcajada que resonó por toda la habitación de prácticas. A pesar de que su opinión sobre él había mejorado – sólo un poco – durante aquellos ocho días, Kyungsoo sintió el deseo de golpearlo con la barra de prácticas en la cabeza por segunda vez en la última hora.

—Discúlpame, pero mis gustos en literatura son muy variados —comenzó, aunque no tuvo tiempo de decir nada más. Delante de él, Baekhyun estaba sonriendo como si no hubiera roto un plato en su vida y, para cuando el otro Reminiscente se hubo dado cuenta, ya estaba convocando la luz, obligándolo a cerrar los ojos e inclinarse hacia delante, cegado.

—Te tengo —escuchó a una voz decir, al mismo tiempo que sentía el acero frío de la hoja roma de la espada de entrenamiento de Baekhyun contra su cuello. Irritado, abrió los ojos para encontrarse a aquel idiota delante de él, sonriendo como si acabara de conquistar el mundo—. Si esto fuera un combate de verdad, estarías muerto, ¿no crees?

Kyungsoo apartó el falso filo de su piel con una mano.

—Si esto fuera un combate de verdad, no habríamos estado hablando de Edgar Allan Poe —replicó.

—Nunca se sabe.

—Estoy empezando a pensar que pasas demasiado tiempo con Chanyeol.

—Nunca es tiempo suficiente —Baekhyun estaba volviendo a reírse, y esta vez Kyungsoo se dejó llevar por sus deseos más profundos y lo golpeó en el estómago con su vara de prácticas, no lo suficientemente fuerte como para hacerle daño, pero sí para hacerlo quedarse sin respiración—. ¡Eh!

—Te lo merecías —murmuró el chico, permitiéndose sonreír. Estaba a punto de proponerle a Baekhyun una nueva ronda de entrenamiento, esta vez centrada en el poder de luz que tanto lo preocupaba, cuando sintió algo en el ambiente y la mueca se le congeló en los labios. Su acompañante debió de notarlo, porque hubo algo en su postura que se tensó, estudiando sus facciones con cuidado.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Nada.

Antes, todo a su alrededor había estado en calma, tal y como parecía estarlo ahora, pero Kyungsoo había percibido una ligera variación en la energía, como una onda en el agua tranquila de un lago. Una parte de él creyó que tal vez se lo habría estado imaginando, que tal vez la alteración se hubiera debido al poder de Baekhyun, pero no tardó en detectarla otra vez – un cambio en el flujo, apenas perceptible, procedente de algo ajeno a los habitantes de aquel hotel.

—¿Kyungsoo? —volvió a preguntar Baekhyun, y el joven recordó de pronto que el otro Reminiscente seguía allí, que su poder seguía siendo débil y que estaba agotado por todas las horas de práctica.

—El entrenamiento ha acabado por hoy —dijo en alto, forzando a su voz a sonar natural, e indicándole a Baekhyun la puerta con un movimiento de cabeza—. Vete a tu cuarto, ¿quieres? Yo me encargo de recoger aquí.

Como era obvio, Baekhyun protestó, abriendo mucho los ojos como un niño, sin entender absolutamente nada.

—Todavía puedo seguir, no estoy cansado.

—Yo sí —Kyungsoo se cruzó de brazos—. Seguiremos mañana; necesito tomarme un respiro.

—¿Estás seguro de que todo está bien? ¿Estás tú bien?

—Sí.

El chico no parecía del todo convencido, pero, después de que Kyungsoo volviera a indicarle la puerta, suspiró una vez más y acabó cediendo.

—Muy bien, muy bien —murmuró, acercándose a dejar la espada en la esquina del cuarto en la que estaban alineadas el resto de armas—. Nos vemos mañana, entonces. Avisa si tienes algún problema.

—Claro que sí.

Baekhyun miró hacia atrás una vez más antes de irse, pero no tardó en obedecerlo y marcharse, dejando a Kyungsoo solo en la habitación, tal y como había querido. Él normalmente apreciaba el silencio, la calma, pero aquella falta de ruido absoluta estaba empezando a ponerlo nervioso.

—Sé que estás aquí —murmuró, manteniendo cerrados con fuerza los dedos sobre la vara de prácticas que todavía sostenía—. Seas quien seas, déjate ver.

Hubo un sonido, un ruido ligero, en algún punto a su espalda, pero cuando Kyungsoo se giró, con los ojos entornados y cada músculo de su cuerpo preparado para moverse, atacar o defenderse, todo lo que vio ante sus ojos fue espacio vacío. La habitación de entrenamiento estaba en penumbra aquel día – había parecido lo más adecuado teniendo en cuenta que Baekhyun había estado tratando de generar luz – pero había claridad suficiente como para percibir cualquier movimiento humano, cualquier presencia que no fuera él, y allí no había absolutamente nadie.

—Esto es estúpido —dijo Kyungsoo para sí, quedándose quieto, con los ojos clavados en la pared delante de él como si por mirar el muro muy fijamente fuera a conseguir que apareciera algo. No había nada, no, y tal vez fuera cierto que él estuviese demasiado cansado; que, como le había dicho a Baekhyun, necesitara parar y dormir, aunque sólo fuera un poco—. Debo de estar imaginándome cosas.

El chico acababa de decidir que lo mejor que podía hacer era recoger y marcharse, y se había arrodillado junto a las armas de entrenamiento alineadas contra la pared para guardarlas, cuando volvió a sentir movimiento a su espalda, algo parecido a un aliento sobre su nuca.

—Estás desentrenado, Kyungsoo.

Muy a su pesar, el interpelado se sintió perder el aire, tomado por sorpresa. Tardó sólo un instante, pero para cuando logró recuperar la compostura y girarse, volviendo a empuñar la vara que había estado utilizando para practicar, la presencia tras él había desaparecido, como si se hubiera desvanecido en el aire mismo y él estaba de nuevo, y aparentemente, solo.

Kyungsoo suspiró, tratando de localizar cualquier rastro de una figura humana entre las sombras. Ahora sí, sabía quién estaba allí, y sabía también que aquella figura podía esfumarse, desaparecer de un lugar y materializarse en otro distinto apenas un segundo después, pero que jamás había tenido la capacidad de hacerse invisible, y si seguía en esa habitación tenía que estar en alguna parte.

—Déjate de jueguecitos y sal ya —acusó—, Kai.

Fue como si el mero uso de utilizar su nombre hubiera logrado invocarlo porque, cuando la palabra murió en sus labios la habitación parecía desierta y al segundo siguiente había una figura humana delante de Kyungsoo – una figura vestida con vaqueros y cuero negro que le sonrió, mostrando una hilera de dientes blancos antes de sujetarlo por los hombros y empujarlo contra la pared, acorralándolo contra el muro frío. El chico chasqueó la lengua, tratando de liberarse, de alzar la vara para golpear, pero su atacante aferró el arma por la parte superior antes de que él pudiera blandirla, impidiéndole moverla. Kyungsoo frunció el ceño, frustrado, y el otro chico volvió a reírse.

—No sé cómo todavía no lo entiendes —comentó—. Que un Reminiscente reniegue de sus propios poderes para tratar de defenderse solamente con un arma es inútil cuando tienes que pelear contra otro de nosotros, ¿no lo ves?

Escaparse de donde estaba era imposible, y Kyungsoo estaba seguro de que Kai no atacaría – no en mitad del refugio de los Reminiscentes, no cuando se suponía que nunca había querido empezar una guerra contra ellos – así que permaneció contra la pared muy quieto, con la espalda apoyada contra el muro frío y el rostro alzado, mirando a su interlocutor a los ojos con expresión neutra.

—¿Qué es lo que haces aquí, Kai? —quiso saber—. Pensé que no querías tener nada que ver con nosotros, y eso de infiltrarte en nuestra base de operaciones muy difícilmente podría considerarse como algo que haría alguien neutral, ¿no crees?

—No lo habría hecho en una situación normal, pero tenía cosas que ver aquí.

—¿Cosas? —repitió Kyungsoo. Recordó entonces dónde estaban, lo que habían estado haciendo, y comprendió—. ¿Baekhyun?

Kai volvió a sonreír.

—Tenía que verlo, como todos.

—A ese chico lo engañan, lo atacan, lo espían… Créeme, estoy empezando a cansarme de esa vida tan agitada que tiene.

—Tiene que ser molesto ser su niñera, sí —Kai hizo una pausa—. Aunque tienes que admitir que esta está siendo una generación de Reminiscentes muy interesante. Primero Chanyeol y luego él. Es divertido, ¿no crees?

—No —Kyungsoo controló su respiración, observando al otro hombre con aparente tranquilidad, pero manteniéndose alerta, esperando su momento. Podía comprender que Kai, como todos los otros, quisiera ver a Baekhyun, pero no entendía qué hacía hablando con él si éste ya se había ido. Tenía que querer algo, algo de él o de ellos, y Kyungsoo no acababa de comprender el qué.

—¿Se lo habéis dicho ya? ¿Lo sabe? —la voz de Kai, una octava más baja de lo habitual, sacó al chico de sus pensamientos, y éste recordó con cierta irritación que seguía acorralado contra la pared, que había bajado la guardia y que no podía permitirse algo así. Kai era escurridizo, y era fuerte, pero había sido un niño al morir y seguía siéndolo ahora, y los niños cometían errores.

—¿Saber el qué? —replicó—. ¿Quién?

—Baekhyun —clarificó Kai—. ¿Alguien le ha contado que el hecho de que él sea un Reminiscente de Luz en unos de los momentos de mayor inestabilidad de la Rueda no es un asunto casual?

Los ojos de Kyungsoo de abrieron como platos, grandes y redondos, a pesar de todo.

—¿Cómo…? —comenzó a decir.

—Aquí todos sabemos cosas.

Su momento había llegado – Kai estaba completamente seguro de sí mismo, satisfecho de haberlo sorprendido, y había bajado las defensas– y Kyungsoo sabía aprovechar las oportunidades cuando se presentaban en sus narices. Sujetando su vara de prácticas con tal fuerza que los nudos de la madera hueca se le clavaron en las palmas de las manos, el chico blandió el arma hacia arriba, sintiéndola escurrirse de entre los dedos de Kai, y casi sonrió al sentirla impactar contra su hombro con un chasquido.

Su oponente lo observó, estupefacto, durante una centésima de segundo. Al instante siguiente, y como era de esperar, se había desvanecido en el aire, apareciendo un par de metros más allá, con una mano sobre el punto herido y una expresión acusadora en la cara.

—¡Eso ha dolido! —comenzó a protestar, sacudiendo la cabeza para apartarse el pelo oscuro de la frente, y sonó tan sorprendido que Kyungsoo habría puesto los ojos en blanco (Kai era la segunda persona a la que golpeaba aquel día, después de todo) de no estar inmerso en una situación tan seria.

—Te estás metiendo en nuestros asuntos —le advirtió, sin moverse de donde estaba ni apartar los ojos de él—. No te metas en lo que sólo concierne a los Reminiscentes si sigues empeñado en no ser uno de nosotros. Nosotros luchamos nuestras propias batallas.

—¿Y si no estoy con vosotros estoy contra vosotros? ¿Es eso? —Kai dejó de frotarse el cuello, por fin, y Kyungsoo se tomó su tiempo para observarlo, frunciendo los labios sin responder, sin creer que tuviera que hacerlo. Kyungsoo siempre lo tenía todo bajo control, pero había algo en aquel hombre que lo enervaba. Había algo imprevisible en él, en cómo parecía completamente relajado un segundo y parecía despertar al siguiente, en cómo desaparecía durante períodos que duraban meses y luego aparecía de pronto, sin que nadie supiera lo que había estado haciendo, alegando no pertenecer al bando de los Reminiscentes, ni al de los Caídos, sino jugar a su propio juego; y a Kyungsoo no le gustaba no saber cuáles eran las reglas.

—Técnicamente, si no has Caído sigues siendo uno de nosotros. No hay más bandos que dos.

—Las cosas no son ni blancas ni negras, Kyungsoo. Existen una infinidad de tonos de gris —su interlocutor se encogió de hombros con una gracia casi líquida. Estaba lejos de él, ahora, pero el chico podía sentir su presencia igual, confundiéndolo—. ¿Para qué me queréis, de todas formas? ¿No tenéis ya todo lo que necesitáis? Suho es vuestro Guardián; Luhan, el Vidente; Chanyeol continúa siendo vuestra arma de destrucción masiva; Baekhyun se ha convertido en vuestro niño bonito y tú sigues siendo el eslabón débil de la cadena.

Kyungsoo sabía que no debía entrar en el juego, pero no pudo evitar protestar.

—Yo no soy débil —murmuró, sin cambiar el tono—. No me enfades, podría derrotarte en combate y los dos lo sabemos.

—Podrías derrotarme, quizás, si utilizases tu poder en serio. O si lo utilizaras, punto. —Kai lo miró sonriendo y sin moverse, metiéndose las manos en los bolsillos de la cazadora negra que llevaba, observándolo como si esperase que Kyungsoo fuera a lanzársele encima, furioso, de un momento a otro—. Pero estás tan, tan asustado de perder la cabeza… ¿Siguen dejándote en casa porque todo lo que puedes hacer es usar los trastos de curación que Yixing dejó atrás antes de caer y jugar a disparar con ese arco que llevas a todas partes?

Algo se despertó en el interior de Kyungsoo, energía que lo recorrió de arriba a abajo, como una corriente eléctrica, como lava, y el chico luchó por detenerlo antes de que saliera, de que tomara las riendas.

—Tú mismo lo has dicho, tengo un poder, y estoy completamente dispuesto a usarlo.

—No lo harías —Kai se rió, se rió—. Nunca has estado dispuesto a pagar la Pena, un obseso del control como tú no puede dejarse llevar. Así que no me des lecciones de moralidad, Kyungsoo; no cuando tú tampoco aceptas todas las reglas por las que se rige este mundo porque tienes miedo de las consecuencias.

La energía en el interior de Kyungsoo comenzó a retroceder, a desvanecerse, y el chico contuvo su alivio tratando de olvidar cómo había tirado de él, cómo había querido ser convocada.

—¿A qué has venido? —demandó—. ¿Qué es lo que quieres?

—Saber. Los Caídos están empezando a moverse por lugares que no les convienen, y ni ellos ni vuestro Suho van a darme las respuestas que necesito.

—¿Y cómo puedes saber eso, si nunca has confiado en nosotros? Podrías preguntar.

—Suho hace las cosas a su modo, según lo que él cree que la Rueda le indica, lo que cree que es lo correcto. Es joven para ser el Guardián de este mundo, pero eso no quita que sea más viejo que tú y yo juntos, y que haya tenido años para ocultar secretos —replicó Kai—. Y no sólo ocultárselos a personas como Baekhyun y Chanyeol, Kyungsoo, sino también a ti, y a mí, y a todos los demás. Tiene su propio modo de hacer las cosas y lo sabes. Por eso Jongdae se fue.

—No. Jongdae Cayó porque su energía se estaba agotando y su cuerpo estaba a punto de desaparecer.

—Y Suho no hizo nada. Como nunca hace nada.

—Suho no podía hacer nada. El tiempo de Jongdae estaba llegando a su fin. Son las leyes de este mundo, no podemos quedarnos aquí para siempre.

—¿Así que tú aceptarías desaparecer sin más?

—Prefiero desaparecer que convertirme en uno de ellos. Y tú eso deberías saberlo mejor que nadie. Cómo son los monstruos. Por eso no estás con nosotros, pero tampoco estás con ellos.

Aquel era un punto delicado y Kyungsoo casi pudo ver cómo Kai intentaba mantener su cuerpo relajado a pesar de la tensión en el aire y la súbita tirantez entre los dos.

—Vivo fuera de la ciudad, Kyungsoo, más allá de la zona de protección de vuestra Rueda. Sé cómo son los monstruos que viven en el exterior, la zona está infestada de ellos.

—¿Y bien? Eso no responde a mi pregunta.

Por un momento, Kyungsoo creyó que Kai estaba sonriendo de nuevo. No tuvo tiempo de comprobarlo, no obstante, porque, para cuando quiso parpadear, la figura del otro hombre se había desvanecido en el aire, dejándolo con la palabra en la boca en mitad de una habitación completamente desierta.

—Estupendo —murmuró, dejando que la vara de prácticas resbalase de entre sus dedos y cerrando los ojos al oírla rebotar contra el suelo—. Simplemente estupendo. ¿Qué demonios es lo que quería? ¿Qué es lo que está pasando aquí?

 --

—¿Sabes que tu novio no ha vuelto a la universidad?

Baekhyun, que había estado concentrado en cómo los cables de Luhan se perdían en el techo oscuro del cuarto de control, se movió para mirarlo, sorprendido. Había acudido allí al encontrar el resto del hotel vacío, al recordar, de pronto, que Suho y Chanyeol habían salido en una de sus patrullas rutinarias de búsqueda y caza de monstruos, y que estarían fuera toda la noche y la mañana siguiente. Luhan, encargado de supervisar su misión desde la base de control, lo había dejado quedarse con él bajo la advertencia de que no podría prestarle demasiada atención. Era la primera vez que hablaba en media hora, y lo último que había esperado Baekhyun era que su conversación pudiera tomar aquel rumbo.

—¿Estás hablando de Sehun?

—¿De quién iba a estar hablando si no? Suho ha estado tratando de rastrear sus movimientos. Ha mantenido la universidad controlada durante los últimos días y no ha habido rastro de él.

—Supongo que es lógico —Baekhyun suspiró, tratando de acomodar su postura sobre el suelo blanco. Solía sentarse allí, cada vez que pasaba el rato en aquella habitación, pero el suelo estaba duro y el trasero empezaba a dolerle cuando pasaba mucho tiempo en la misma posición—. Vivo o no, si la razón por la que estaba yendo a la universidad era para tratar de… engañarme a mí, no tiene sentido que siga yendo si ya sabemos para qué bando juega, ¿verdad?

—Ajá.

—¿Se sabe dónde está ahora?

—No.

—Ya veo.

—¿Qué ocurre? ¿Todavía quieres salvarlo? ¿A pesar de que te vendiera? —preguntó Luhan con una sonrisita llena de dientes.

—Yo… No lo sé —Baekhyun suspiró, llevándose una mano al mentón y chasqueando la lengua. Le hubiera gustado saber explicarse de un modo más claro, pero en ocasiones se sentía incapaz incluso de comprenderse a sí mismo—. Es decir, no lo entiendas mal, no me gusta que jueguen conmigo ni que me traicionen. Creía que estaba arriesgándome por algo bueno y resulta que me estaban engañando. Eso, a estas alturas, no tiene arreglo, pero aún así… ¿No se supone que es lo que los Reminiscentes hacemos, mantener protegido el mundo de los vivos y a los vivos? Por muy traidor que sea, ¿hay que dejarlo morir e irse con ellos?

Luhan tardó un momento en contestar. Tenía los ojos cerrados y la expresión tranquila, quieto como una estatua entre la maraña de cables que zumbaban a su alrededor, y Baekhyun se preguntó cómo sería, el estar, en cierto sentido, en dos lugares al mismo tiempo.

—Es una criatura interesante, ese Oh Sehun —cuando Luhan volvió a hablar, pareció ligeramente distraído, arrastrando levemente las palabras como si le costase encontrar los términos justos—. A grandes rasgos, ha hipotecado su alma con el lado oscuro antes incluso de estar muerto, aunque bueno… Supongo que, en este mundo en el que vivimos, para muchas cosas Caer es el camino fácil.

—Se alimentan de seres humanos —replicó Baekhyun con un escalofrío—. De gente inocente.

—Sí, pero los matan para seguir viviendo —Baekhyun lo observó, horrorizado, y Luhan se rió, prestándole de nuevo su completa atención y negando con la cabeza—. Créeme, Caer no es algo que yo haría, pero en cierto sentido es más sencillo, porque implica, en cierto modo, seguir viviendo. Nosotros estamos atados por nuestras propias Penas y retenidos por la misión que nos ha encomendado la Rueda. Luchamos para ganar la posibilidad de volver, mantenemos a raya a los monstruos, tratamos de ayudar al ser humano, pero en la mayoría de casos ni siquiera podemos ayudarnos a nosotros mismos. Es duro, Baekhyun, ver cómo pasan los años y a tus compañeros se les acaba el tiempo. Cómo desaparecen. Los Caídos tampoco viven para siempre, pero viven más, y hay muchos Reminiscentes que se acaban cansando de luchar por algo que parece claro que no van a conseguir.

—Ya, pero…

—¿Tú qué preferirías? ¿Convertirte, poco a poco, en un monstruo, o que tu existencia se borre para siempre?

A Baekhyun le hubiera gustado poder esconder la oleada de miedo – miedo a algo que todavía no conocía, a algo que parecía demasiado lejos en el tiempo aún – y responder con firmeza, pero aún así sintió que se le escapaba la voz.

—Yo no quiero ser un monstruo. No quiero matar para vivir. No quiero ser así.

—Y es tu decisión, igual que fue la mía, y la de Chanyeol, y la de Suho y Kyungsoo —respondió Luhan, con algo parecido a la compasión enlazado entre sus palabras—. Es lo mismo que ha hecho Sehun: decidir. Sólo que él ha preferido luchar para el otro bando. Ha hecho lo que hacemos todos, luchar por una oportunidad, o para seguir viviendo. Puede que incluso, en el fondo, él esté siendo más realista.

—No creo.

Los cables de Luhan volvieron a vibrar y el chico cerró los ojos, murmurando palabras que Baekhyun no logró comprender en un tono casi inaudible. Fuera, era noche cerrada desde hacía un rato, y él podía sentir el cansancio asentándose tras su piel, hundiéndosele en los huesos. Se preguntó cuánto más tardarían en convocarlo para patrullar, cuánto tiempo pasaría hasta que él también tuviera que empezar a luchar por su oportunidad, a tratar de demostrar su valor para volver a la Rueda.

—¿Sabes? Había en nuestro bando, antes, un chico que se llamaba Tao, que solía bajar aquí y afirmar, muy rotundamente, por cierto, que los Reminiscentes éramos como ángeles y que estábamos aquí para salvar a la humanidad —continuó Luhan tan pronto como los hilos de plata a su espalda hubieron dejado de moverse—. Era un destino muy poético, y el pobre se ofendía muchísimo si tratabas de decirle que no era realista, pero supongo que dejó de creer, porque acabó Cayendo cuando lo hicieron Kris y los demás. Cualquiera se desencanta, cuando ve cosas así.

—¿Estás desencantado, tú también? —preguntó Baekhyun antes de poder detenerse. Había estado pensando en Suho y su falta de habilidad para actuar por impulso; en Kyungsoo, su ceño perpetuamente fruncido y su ropa negra, y se dio cuenta tarde de que la pregunta, tal vez, podría haber resultado ofensiva—. Es decir, lo que quería preguntar…

Luhan interrumpió su pregunta con una carcajada amistosa.

—Sé lo que querías preguntar, no te preocupes —lo tranquilizó—. Y, ¿estoy desencantado yo con Reminiscencia? ¿Viendo todo esto? No lo sé. Puede que sí, o que no. Llevo años en esta habitación, Baek, he tenido tiempo para pensar, y Tao decía que éramos ángeles, pero yo siempre creí que, salvo contadas excepciones, lo que los Reminiscentes somos es supervivientes. Podemos afirmar que somos los buenos, que luchamos para salvar a la humanidad, pero en el fondo todos somos unos mentirosos que se aferran a lo único que les queda para volver a vivir. Y todos, todos nosotros, tenemos cosas de las que nos arrepentimos, por las que nos sentimos culpables.

—¿Incluso tú?

—Incluso yo —Luhan sonrió. La habitación estaba silenciosa, los hilos de plata a su espalda estaban casi completamente quietos, pero Luhan parecía estar muy lejos, en otro tiempo y en otro lugar—. Ahora me limito a cumplir mis misiones, a ser bueno en lo que hago y a divertirme mientras pueda, pero hubo una época en la que yo también era un idealista. Y mírame, soy prácticamente la variante de internet en este mundo; físicamente estoy aquí, pero puedo viajar a todas partes, encontrar a los que han sido marcados por la Rueda tan pronto como ésta los escoge, saber quién sigue vivo y quién ya no está. Con un poder como este, creí que podría salvar a todo el mundo, que estaba destinado a salvarlos a todos. Pero todos aprendemos aquí tarde o temprano que no siempre se puede llegar a tiempo.

Baekhyun se mordió el labio.

—¿Qué pasó?

—La Rueda marcó a una persona. Llegué tarde. Estaba fuera de la ciudad y no pudimos encontrarlo a tiempo. Fue la primera vez que perdí a alguien. La primera vez que cometí un fallo con consecuencias para alguien que no fuese yo.

A Baekhyun le hubiera gustado saber qué decir, pero tenía la mente en blanco.

—Lo siento —acabó murmurando.

Inclinándose hacia delante sobre su silla blanca, Luhan extendió la mano derecha y lo golpeó con un dedo y con suavidad en la frente. Volvía a ser el mismo de siempre, amable, sonriente y tal vez un poco burlón de más, y Baekhyun sintió algo parecido al alivio extendiéndosele por las entrañas.

—No te preocupes, son cosas que pasan. En este mundo, lo que no te mata te hace más fuerte —le dijo—. No todos podemos ser unos idealistas, pero podemos seguir luchando. Sobreviviendo, ya te lo he dicho.

—¿Y si no quiero sobrevivir sin más? ¿Y si quiero vivir?

Luhan pareció divertido.

—Hablas como Chanyeol —comentó—. Él es el único aquí que no busca una oportunidad, sino un propósito.

Por algún extraño motivo, el deje burlón en el tono del otro Reminiscente hizo que Baekhyun tratara de buscar una justificación a algo que ni siquiera era malo, y que necesitara encontrarla ya.

—Su caso y el mío no son lo mismo —comenzó—. É-él no tiene con qué comparar todo esto. Yo no… yo sólo prefiero intentar vivir a admitir que sólo me queda estar muerto.

—¿Y qué es lo que hace él? ¿No es igual?

—No lo sé —Baekhyun se frotó las sienes, cansado, mientras Luhan volvía a concentrarse en sus poderes; en prestar apoyo a aquella patrulla que no regresaría a casa hasta después de la mañana—. ¿Qué es lo que están haciendo? —preguntó al sentir que el otro Reminiscente volvía con él, mirándolo con una sonrisita que no se había desvanecido del todo de sus labios—. Suho y Chanyeol. ¿Qué tenían que hacer hoy?

—Buscar un avispero —replicó Luhan encogiéndose de hombros.

—¿Un avispero?

—Sí, un avispero, en lo alto de un edificio, ya sabes. No has estado saliendo a la calle, así que supongo que no lo sabes, pero la ciudad ha estado llena de avispas estos últimos días —le explicó el otro Reminiscente.

—Ah, suena encantador.

—Avispas monstruosas. Más o menos del mismo tamaño que tú.

—Ugh. Ugh. Estoy deseando empezar a salir a patrullar.

—Yo a veces me alegro de no tener que hacerlo. Lo último que me apetecería es morir convertido en comida para insectos.

—Y que lo digas —en sus tiempos en el mundo de los vivos, Baekhyun había sido de aquellas personas que se había encargado de asesinar a los mosquitos que se colaban en su habitación mediante el noble arte del lanzamiento de diccionario contra las paredes (disciplina en la que, por cierto, siempre había sido bastante habilidoso), así que no quería ni tener que imaginarse lo que sería tener que pelear con un avispón del tamaño de un dinosaurio—. ¿Estarán bien esos dos?

—Bueno, ya sabes, Chanyeol lleva quejándose desde que han salido de que a él no le gustan los bichos hasta el punto de que Suho ha acabado pidiéndole por favor que se calle, pero, por lo demás, está todo en orden. Eso sí, no han llegado al avispero aún, así que ya veremos lo que pasa luego.

—Espero que no haya ningún problema —murmuró Baekhyun, y al alzar los ojos vio que Luhan lo estaba mirando con una ceja arqueada.

—¿Estás preocupado? —murmuró—. Aw. Pero si Chanyeol tiene el poder suficiente como para quemar diez avisperos como ese, no va a pasarle nada.

A aquellas alturas, a Baekhyun ya le parecía casi imposible tratar de convencer a Luhan de que no estaba preocupado principalmente por Chanyeol, así que se permitió ponerles voz a sus dudas.

—Sé lo que puede hacer, lo he visto y no me preocuparía, pero Chanyeol… Creo que sigue sin estar al cien por cien —admitió—. Está todavía afectado, ¿sabes? Y sigo pensando que es culpa mía.

Los cables tras Luhan se movieron de nuevo, y el chico se rió, probablemente a causa de algo que estaba ocurriendo con la patrulla, a muchos metros. Baekhyun se mordió el labio, esperando a que el otro Reminiscente acabara con sus tareas y volviera a centrarse en él, pero Luhan abrió los ojos mientras los cables aún vibraban y lo miró, con una especie de resplandor metálico reflejándosele en las pupilas negras.

—Tal vez lo sea —replicó—, pero, ¿no te lo has buscado?

—¿Eh?

—Te arriesgaste a escaparte hasta la universidad varias veces, sabiendo que estabas escondiéndole cosas, y volviste a ir una vez más a pesar de que él te había dicho que era peligroso —Luhan volvió a detener su poder y continuó observándolo, todavía sonriendo—. Es lógico que hayas causado un daño, pero debería de haberte merecido la pena, ¿no? Porque estabas luchando por Sehun, y Sehun te gustaba, ¿no?

Había un deje divertido en las palabras de Luhan, un algo que hacía que Baekhyun fuera incapaz de identificar hasta qué punto estaba hablando en serio y hasta dónde bromeaba, pero aún así decidió contestar en serio, tal vez porque tampoco tenía nadie más con quien poder hablar de algo así.

—¿Me gustaba de verdad? Lo he pensado y no lo sé.

Luhan cruzó las piernas y se apoyó sobre la silla pareciendo increíblemente satisfecho. Parecía un niño travieso que se lo estuviera pasando en grande.

—Vaya, ¿qué ocurre? ¿Que lo miras y no sientes nada? ¿Ni calores extraños, ni tensión sexual, ni maripositas en el estómago, siquiera? ¿Nada?

Luhan, por dios.

—No puedes culparme, me aburro aquí.

—Ya veo, ya.

—Era inevitable, y lo sabes. Pero ahora en serio, ya te lo he dicho, la vida de un Reminiscente no es sencilla. Está llena de elecciones, encrucijadas difíciles y que importan. Tienes que tenerlo en cuenta —los dedos de Luhan rozaron uno de los hilos a su alrededor con la suavidad de una caricia. Parecían suaves, aquellos cables, hechos de pura luz de luna—. Hay momentos en los que hay que escoger, entre una cosa u otra, entre una persona y otra. Ser Reminiscente significa traicionar, de un modo u otro, en algún momento de nuestra vida y, a la hora de la verdad, escogemos lo que, o a quien, queremos más en detrimento de otra cosa. Tu existencia ahora no sólo depende de ti mismo: tienes que pensar bien en cómo vas a actuar si no quieres herir a los demás. Es algo que tienes que recordar siempre.

Baekhyun lo tomó aire – inspiró una vez, y espiró.

—Eso es… profundo —comentó.

—Puede ser. No te olvides de que tengo mucho tiempo para pensar —Luhan le guiñó el ojo y le apoyó una mano en el hombro. Estaba demasiado fría para ser la de un humano normal, pero Baekhyun pudo sentir su calidez por un momento—. Además, tú y yo somos amigos, ¿no? ¿Para qué están los amigos, si no es para dar consejos?

Baekhyun se encogió de hombros, sintiendo que las comisuras de los labios se le curvaban hacia arriba.

—¿Para reírse de ti? —propuso, y Luhan sonrió.

—Vuelve a recordarme eso la próxima vez que nos veamos.

--

Baekhyun acababa de terminar su entrenamiento de la mañana y se estaba dirigiendo con Kyungsoo al recibidor cuando la voz de Luhan resonó en su cabeza.

“La patrulla está de vuelta.”

—¿De verdad? Llegan tarde —musitó Kyungsoo, que caminaba un par de pasos por delante de él, y el chico lo pudo ver fruncir el ceño cuando sacudió la cabeza.

—¿Están bien? —preguntó a su vez. Para su desconcierto, Luhan se rió.

“Puede que un poco pegajosos, pero sí, lo suficientemente bien.”

La respuesta mental había ido dirigida tanto a Baekhyun como a Kyungsoo, y los dos Reminiscentes se detuvieron para cruzar una mirada antes de apretar el paso, cruzando unos pasillos que ya conocían de memoria, de camino al hall. Estaban relativamente cerca, y cuando desembocaron en el enorme recibidor, vacío y polvoriento, la puerta principal estaba abierta y Suho estaba entrando por ella, con el pelo oscuro despeinado y una expresión un tanto incómoda en la cara.

—¿Líder? —lo llamó Kyungsoo, deteniéndose, al lado de Baekhyun, junto al mostrador de recepción en desuso y cruzándose de brazos—. ¿Qué tal la patrulla? ¿Todo bien?

—Todo en orden —comenzó a decir éste, y Baekhyun suponía que interrumpir a su propio líder cuando estaba hablando con su segundo al mando debía de aparecer listado como un acto muy maleducado en la lista de normas de Reminiscencia, si es que había una en alguna parte, pero no pudo evitar alzar la voz—. Tuvimos un contratiempo cuando…

¿Chanyeol?

El otro chico estaba entrando en aquel mismo instante por la puerta, y Baekhyun no supo si preocuparse, alzar una ceja sin más o reírse de él por el aspecto que traía. No tenía ni idea de lo que podía haber ocurrido durante aquella misión, pero, además de haber alzado el rostro y estar mirándolo como si estuviera a punto de ponerse a hacer pucheros, Chanyeol traía la ropa llena de desgarrones, había perdido media manga del jersey que llevaba puesto por alguna parte y estaba cubierto de la cabeza a los pies por una especie de moco, viscoso y de un extraño color verde pardusco, que le pegaba el pelo pringoso contra la frente y estaba empezando a gotear desde su cuerpo hasta el suelo limpio del recibidor.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó Kyungsoo, y Baekhyun prácticamente pudo sentir la irritación del otro chico saliendo de su cuerpo en oleadas al ver cómo aquella sustancia pegajosa profanaba cada vez más el parquet.

—Yeol, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?

El interpelado trató de cerrar la puerta de entrada tras de sí, y frunció el ceño con incredulidad al ver que le costaba despegar los dedos manchados del picaporte.

—Es sólo miel —murmuró.

—¿Miel verde?

—Parece, no sé, fluido alienígena, pero te juro que es miel —Chanyeol hizo una mueca mientras Baekhyun se mordía el labio y se acercaba a él. Quitando el hecho de que muy posiblemente tendría que tirar toda aquella ropa a la basura y de que parecía tan compungido como un niño al que acabaran de robar el dinero para el almuerzo en el colegio, Chanyeol parecía perfectamente ileso, y Baekhyun tuvo que esforzarse por contener la risa.

—Hueles a huevos podridos —declaró, sonriendo.

—Dudo que esas cosas se dediquen a hacer miel con flores del monte, sinceramente.

—¿Pero qué es lo que os ha ocurrido? —preguntó Kyungsoo con un suspiro—. ¿Suho?

—Se suponía que el plan inicial era destruir un avispero en la cumbre de un rascacielos, ya sabes —comenzó a explicar éste, y Baekhyun asintió para sí, recordando las explicaciones de Luhan la noche anterior—. El problema llegó cuando el supuesto avispero era, primero, mucho más grande de lo que nosotros esperábamos y, segundo, cuando nos pusimos manos a la obra y nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado y no era un avispero.

—¿Y qué era, entonces?

—Una colmena.

Baekhyun arrugó la nariz, confuso.

—¿Y qué tiene que ver para…? —comenzó a preguntar, sin estar muy seguro de cómo seguir y mirando a Chanyeol con gesto inquisitivo—. ¿Tan distintos son a la hora de destruirlos que habéis acabado así?

—No —replicó Chanyeol, llevándose una mano a la nuca—. El plan seguía siendo el mismo que el original: quemarlo desde fuera sin dañar la estructura del edificio. Es sólo que…

“Es sólo que Chanyeol se cayó dentro.”

Las palabras de Luhan llegaron a su mente con un tono tan perfectamente casual que Baekhyun creyó que se estaba imaginando cosas. Por un instante, creyó que el otro Reminiscente le había hablado solamente a él, pero al mirar al frente descubrió a Chanyeol moviéndose, incómodo, y sonrió.

—¿En serio?

—Eso digo yo —añadió Kyungsoo, que más que divertido parecía exasperado—. ¿En serio?

—¡Eh, no fue mi culpa! —Chanyeol pareció hacer un esfuerzo sobrehumano para ignorar el tono hastiado de Kyungsoo, pero se inclinó hacia delante, mirando a Baekhyun con unos ojos muy abiertos. Habría resultado adorable, de no estar goteando baba verde y amenazando con pringarlo con ella al gesticular—. Estaba intentando concentrar mi poder para crear un incendio controlado cuando esas cosas aparecieron por detrás y por sorpresa. Tenían aguijones más grandes que tu brazo, ¿entiendes? ¿Qué iba a hacer?

—Correr hacia delante no, Chanyeol —intervino Suho—. Y menos cuando se suponía que yo te estaba cubriendo las espaldas.

—Tú también habrías echado a correr si hubieses estado tan cerca como estaba yo de una horda de abejas gigantes asesinas —el chico se giró hacia su líder, y sonaba tan lastimero que Baekhyun volvió a reírse—. No pensaba caerme dentro. Fue mucho peor así: había más. Estaban por todas partes.

—Estabas en una colmena —apuntó el chico, llevándose una mano a los labios—. ¿Qué querías que hubiera allí dentro? ¿Mariposas?

—Ya podía haber habido cualquier otra cosa. Eran enormes, y no me gustan los bichos —los hombros de Chanyeol se sacudieron en algo parecido a un escalofrío, pero no tardó mucho en recuperar la compostura, retomando su historia con diligencia—. Se supone que tenía que quemar la colmena, pero no podía quemarla conmigo dentro, Suho no aparecía y las abejas de dentro no me habían detectado aún, así que decidí intentar salir a oscuras.

—Buen plan —musitó lacónicamente Kyungsoo.

—¡Eh! Pues lo parecía. Y pensé que lo era hasta que me caí de bruces en esto —el chico extendió los brazos, mostrando la sustancia pegajosa y verde que seguía deslizándose desde su cuerpo hasta el suelo. Baekhyun frunció la nariz.

—Oh.

—Creí que iba a ahogarme en miel, y cuando salí pensé que el asunto no podía empeorar… hasta que me di cuenta de que me había ido a parar a la cámara de la Reina.

—Oh, oh.

—Para resumir, digamos que la muy maldita tenía el tamaño de un coche pequeño, y que la pelea acabó con ella asada a la barbacoa —el Reminiscente sonrió, haciendo el signo de la victoria con los dedos—. Y así fue como fue. Abejas: cero puntos. Chanyeol: uno.

Baekhyun iba a decir que se sentía genuinamente impresionado – todo el asunto de la miel verde era un poco ridículo, pero él habría salido corriendo si le hubieran dicho que tenía que pasarse la noche sin dormir para luchar con un montón de abejas gigantescas – cuando escuchó algo sospechosamente parecido a la voz mental de Luhan resoplando en su mente.

“Por favor, estás olvidándote de contar la parte en la que me pedías a gritos que le dijera a Suho que te sacase de ahí porque ese monstruo te iba a matar, o cuando casi te caes al vacío tratando de salir de la colmena porque la habías carbonizado entera tratando de escaparte.”

—¡Eh! —exclamó Chanyeol, haciendo un mohín que sabía que Luhan no iba a llegar a ver—. ¡Se suponía que esa parte de los datos era confidencial!

“¿Por qué?” el chico formó los pensamientos en sus mentes con rapidez. “Entiendo que estés tratando de impresionar, pero todo el mundo debería conocer la historia entera para sacar sus propias confusiones.”

—Yo no necesito impresionar a nadie —murmuró Chanyeol en voz baja, paseando los ojos oscuros de uno a otro de los presentes. Ninguno de ellos tuvo la bondad de decir nada y el chico se mordió el labio hasta que, finalmente, Kyungsoo decidió sacarlo de su miseria.

—¿Estás herido? —le preguntó, sin moverse de al lado del mostrador de recepción, pero señalando su jersey rasgado con la palma de la mano abierta—. ¿Te alcanzó alguna de esas abejas? ¿Necesitas que traiga el kit de primeros auxilios?

Chanyeol negó con la cabeza.

—No tengo nada que no sea superficial, o que no pueda vendarme yo mismo. No te preocupes; estoy bien.

—De acuerdo —Kyungsoo lo miró de arriba a abajo con el ceño fruncido una vez más, como si no acabara de creer del todo en sus palabras, pero finalmente apartó los ojos de él y los centró en Suho, que seguía detenido, serio, al lado de la puerta—. Tenemos que hablar —dijo con su tono neutro habitual—. Hay información nueva sobre ciertos temas que debes saber.

—¿Sí? —el líder de los Reminiscentes pareció extrañado—. ¿Algo urgente?

—Creo que importante.

—Muy bien. ¿Quieres que subamos a mi despacho ahora? —Kyungsoo asintió con el rostro grave, y Suho se apartó el pelo de la cara antes de volverse hacia Chanyeol—. A pesar de todos los contratiempos hemos conseguido acabar con esa colmena, así que buen trabajo, muchacho. No hay nada más que necesitemos hacer hoy, así que tómate el resto de la tarde libre.

—Bien.

—Tú también, Baekhyun —añadió Kyungsoo—. No creo que vayamos a tener tiempo de continuar con tu entrenamiento esta tarde.

Su cuerpo todavía tenía la energía suficiente como para seguir practicando durante horas, así que el chico se sintió tentado de protestar o de pedir permiso para utilizar la sala por su cuenta, pero, tras meditarlo un instante, acabó cediendo y asintiendo sin más. Entrenar era lo único que había estado haciendo durante la última semana – tal vez no le viniera mal del todo una pausa; no hacer nada por un rato, descansar sin más.

—¿Nos vemos mañana, entonces? ¿A la hora de siempre? —preguntó mientras Suho y Kyungsoo, tras despedirse brevemente de ellos, se encaminaban a uno de los ascensores. Las puertas se abrieron con un cling y Kyungsoo miró atrás un momento, asintiendo.

—Te reservaré todo el día, si quieres.

—Hecho.

El ascensor se cerró, y las preguntas que Suho estaba empezando a formularle a su segundo al mando se apagaron antes de que Baekhyun pudiera llegar a asimilarlas. Después de tantos días sin salir de la sala de entrenamiento más que para estirar las piernas, hablar con Luhan y dormir, el encontrarse solo en mitad del recibidor del viejo hotel se le hacía extraño, y mucho más teniendo en cuenta que Chanyeol estaba allí con él. Habían hablado y pasado tiempo el uno con el otro desde el incidente con Kris y el resto de los Caídos, pero, si bien Baekhyun había invertido todas sus horas libres en intentar aprender a pelear, Chanyeol las había ocupado en patrullas, saliendo junto a Suho o Kyungsoo a controlar la población de monstruos de la ciudad. En un principio, Baekhyun suponía que no había nada de malo en ello – Chanyeol siempre había sido extremadamente diligente con sus tareas como Reminiscente, de todas formas – pero no podía evitar pensar que el otro chico estaba poniendo demasiado empeño en probar su valía dentro del equipo, como si tuviera algo que demostrar, y la mera idea de Chanyeol esforzándose hasta la extenuación para tratar de convencerse a sí mismo de que podía pelear era suficiente para hacer que se le formara un nudo horrible en el estómago.

—Eh, oye —comenzó, y el otro Reminiscente, que había estado observando uno de los desgarrones en su jersey con aire abstraído, inclinó el rostro para mirarlo—. ¿Vas a subir ahora?

—¿Eh?

—A tu habitación —Baekhyun se llevó dos dedos a los labios para tratar de ocultar la sonrisa que estaba empezando a formarse en ellos. No sabía en qué había estado pensando Chanyeol, pero su mente había estado muy lejos de aquel lugar—. Pensé que querrías limpiarte todo eso.

—Ah, esto —el chico hizo una mueca y una gota de moco verde resbaló hacia el suelo desde su nariz—. Debería ducharme.

—Deberías —esta vez, Baekhyun sí que se rió, lanzándole una sonrisa burlona a Chanyeol antes de separarse de él y presionar el botón de llamada del ascensor. El segundo de ellos, que había estado detenido también en la planta baja, se abrió para él, y el chico esperó a que su acompañante entrara antes de pasar al interior y pulsar el botón que los llevaría al penúltimo piso—. ¿Sabes que haces ruido al andar? —preguntó, observando a Chanyeol quedarse muy quieto en medio del cubículo, intentando no tocar nada—. Algo así como plof, plof. Es inquietante.

—Tú también sonarías si te hubieras caído de cabeza en una colmena. O llorarías, incluso. Ha sido una misión horrible. Dios mío, qué noche.

Las paredes del viejo ascensor vibraban ligeramente, y los labios de Baekhyun se curvaron hacia arriba en un amago de sonrisa.

—Yo no lloraría —susurró.

—¿No?

—Si quisieran que yo fuera a destruir colmenas, en vez de protestar intentaría convencer a Suho para que te enviase a ti en mi lugar. Es más sencillo.

—Eres cruel.

—Puede.

—Nada de puede, eres cruel —Chanyeol lo miró desde arriba, con un pegote especialmente grande de moco verde deslizándosele por la mejilla e intentando parecer ofendido, pero sonriendo de todas formas—. Pero aun así —añadió, suspirando—, esta misión ha sido un poco… un desastre. Teníamos que haber acabado con esa colmena en un par de horas, y al final he perdido hasta medio jersey allí dentro. Lo voy a tener que tirar, y era uno de mis favoritos.

—Mejor el jersey que tu vida, ¿no?

—Gracias por el optimismo, Baekhyun —Chanyeol fingió un suspiro dramático, intentando quitarse parte del pegote de la mejilla con el dorso de la mano y logrando únicamente esparcírselo más por toda la mitad inferior de la cara—. Luhan y tú os reís mucho, pero casi me ahogo dentro de esta cosa. Te juro que deben de hacerla con cadáveres de rata o algo así, porque además de oler mal sabe a rayos.

Baekhyun resopló.

—Seguro que no es para tanto —murmuró. El ascensor estaba llegando ya a su destino, por encima del trigésimo piso y el Salón de Cristal, y Chanyeol tenía restos de miel verde pegados contra la barbilla. En un impulso, Baekhyun se rió entre dientes, inclinándose hacia delante y alargando los dedos para quitarle aquel pegote de la línea de la mandíbula, llevándoselos instantáneamente a los labios. Chanyeol ya se lo había advertido pero aquella cosa estaba amarga, y viscosa, y el chico hizo una mueca de desagrado—. Ugh. Pues sí que era para tanto. Qué asco.

El ascensor de detuvo con suavidad, y Baekhyun subió la vista hacia Chanyeol al mismo tiempo que las puertas se abrían con un cling. Había pretendido decir algo más, seguir bromeando, tal vez, pero el otro chico lo estaba mirando con unos ojos muy grandes y los labios entreabiertos, y todo lo que él había querido decir se evaporó sin más de su cerebro, dejándolo con la sensación de haber hecho algo muy impropio.

—Esa cosa no era tóxica, ¿no? —murmuró, sintiéndose muy idiota, aunque fuera porque tenía que decir algo. Chanyeol separó los labios del todo y negó con la cabeza, pero no dijo nada más.

—Esta es tu planta —indicó de pronto, y Baekhyun se percató de que seguían en un ascensor y se suponía que había llegado a su destino, pero que había una especie de peso en sus pies, en la atmósfera a su alrededor, que le impedía moverse.

—Ah, sí —respondió—. Sí. Oye —añadió poco después, carraspeando para intentar recuperar la compostura y felicitándose a sí mismo al ver que su voz volvía a salir de su garganta sin problemas—. Yeol, ¿vas a hacer algo luego? ¿Ibas a irte a dormir o…?

Su interlocutor pareció cogido por sorpresa.

—¿Qué? Ah no, no estoy cansado. ¿Lo dices por algo?

—¿Te apetece salir? —la idea le vino a la mente a Baekhyun de pronto como el plan perfecto para pasar una tarde que de cualquier otra manera habría resultado improductiva—. Quiero decir, sé que no puedo salir del hotel yo solo, pero si voy contigo no debería de haber problema, ¿verdad?

Las puertas del ascensor hicieron el amago de cerrarse con él todavía dentro del cubículo, y el chico se giró y extendió el pie para tratar de bloquearlas con él cuando sintió a Chanyeol moverse para presionar el botón de apertura en el panel lateral.

—Baekhyun —lo oyó llamarlo, y había algo grave en su tono; recelo, tal vez, una especie de reserva que no solía estar allí antes—. ¿Para que…? ¿Qué es lo que quieres hacer ahí fuera?

El chico abrió la boca para decir que no acababa de entender aquella pregunta, pero entonces recordó algo y comprendió. La última decena de veces que había salido lo había hecho para ir a la universidad; se había escapado, y Chanyeol lo había cubierto, y hubo algo de doloroso en la punzada de culpa y desconcierto que sintió en el pecho.

—Oh, no, no era nada especial —se apresuró a corregir, sacudiendo las manos—. Es sólo que es mi día libre, y tu día libre, así que pensé que podríamos, ya sabes, salir de aquí los dos para variar y buscarte un jersey nuevo para sustituir al que llevas puesto o algo así. Si no puedes o no quieres no importa, yo…

Chanyeol bajó los ojos y los clavó en uno de los desgarrones del susodicho jersey. Luego, los alzó, casi con prisa, para mirarlo.

—Sí que puedo —declaró, y estaba sonriendo, y todavía cubierto de moco verde y Baekhyun se sintió como si acabaran de levantarle un peso del estómago—. ¿Puedes esperar a que me duche? Media hora, le pido permiso a Suho y nos vamos.

Baekhyun asintió, retrocediendo hasta salir del ascensor de espaldas. Estuvo a punto de soltar una carcajada, porque Chanyeol parecía muy ilusionado, y estaba muy ridículo.

—Está bien, está bien. Tampoco iba a salir contigo por ahí con esas pintas que llevas —bromeó—. ¿Nos vemos cuando no estés cubierto de miel repulsiva? ¿Treinta minutos?

—Treinta minutos.

  --   Baekhyun se había separado de Chanyeol para acabar perdido en la zona infantil de un gran centro comercial, caminando entre las estanterías dedicadas a papelería con expresión atenta.

Había sido el otro Reminiscente quien había acabado echándolo del pasillo de delante de su probador, afirmando entre risas que el chico tenía algo malo (y en la mayoría de casos jocoso) que decir de todos y cada uno de los jerséis de la planta, y Baekhyun había hecho un mohín, pero había acabado tomándose su palabra al pie de la letra y se había acabado marchando de allí después de mirar a Chanyeol con las cejas arqueadas.

—Vas a tardar cinco minutos en echarme de menos —había augurado, ignorando el “¡nunca!” que había exclamado Chanyeol a modo de respuesta y decidiéndose a pasar el próximo cuarto de hora explorando las otras plantas.

Hacía tiempo que no salía, así, simplemente por el hecho de estar fuera del hotel, sin otro objetivo que cumplir que el de relajarse un rato, y tenía que admitir que había echado la sensación en falta.

Una parte de él había creído que Suho, muy a pesar de todo, no les concedería el permiso para salir de la base, pero cuando Chanyeol había ido a llamar a su puerta le había asegurado con una sonrisa que contaban con el beneplácito de su líder, y Luhan los había despedido animadamente cuando habían cruzado la puerta. Baekhyun había estado contento – de ver el sol sin tener que subir a la azotea o sentarse tras los cristales de una ventana, de sentir el aire fresco sobre la piel y de caminar junto a Chanyeol, sin más, como cuando el otro Reminiscente lo había sacado del hotel por primera vez – y se había esforzado por poner al otro chico al corriente de lo que había estado haciendo durante las dos sesiones de entrenamiento que él había pasado de patrulla, y todo habría sido perfecto de no haber descubierto al otro chico mirándolo con una cierta expresión pensativa entre sonrisa y sonrisa, como si estuviera dándole vueltas al algo lo suficientemente relevante como para hacerlo abstraerse de vez en cuando.

“Espero que no piense que estoy haciendo esto por algo,” se dijo, intentando no entristecerse y centrarse en la conversación, en hacer reír a Chanyeol, en intentar que se relajara, que sonriera como cuando habían salido casi dos meses atrás y el chico no había estado agobiado por peleas fallidas ni poderes descontrolados que lo abrasaban todo.

Creía que tras horas de conseguir que Chanyeol se riera con él de la mitad del muestrario de jerséis de un centro comercial había cumplido su objetivo, o al menos esperaba que aquello fuera un primer paso para lograr que Chanyeol dejase de forzarse a sí mismo a patrullar cuatro veces por semana.

—Espero que esté bien —murmuró, decidiéndose a darse prisa y adentrándose en el pasillo entre dos estanterías repletas de estuches, carpetas, material escolar y pegatinas decorativas para la pared. Estaba tardando más de lo que había querido, pero, ahora que se había decidido, no iba a marcharse de allí sin encontrar lo que había ido a buscar, y sentía que ya estaba cerca de encontrarlo.

No había tenido intención de llevarse ninguna cosa de la planta infantil al llegar allí, pero no había podido detener la idea cuando las escaleras mecánicas lo habían dejado delante de la juguetería y él se había acordado de algo.

—Tienen que estar por aquí —murmuró, pasando de largo una estantería que contenía bolígrafos de colores y rozando con los dedos unas enormes pegatinas decorativas con forma de dinosaurio. Había muchas más, casi infinitos modelos, y tuvo que revolver entre flores, pájaros, letras y animales antes de encontrar lo que estaba buscando en una de las estanterías superiores—. ¡Ajá! Te tengo —exclamó, poniéndose de puntillas para alcanzar el paquete plastificado y sonriendo para sí cuando lo tuvo entre los dedos.

Ahora sólo le quedaba volver, y aunque en teoría la idea parecía muy sencilla, todo se le complicó en la práctica, cuando, tal y como había hecho al venir, logró salir de la papelería infantil y adentrarse en la juguetería, pero se perdió completamente después.

Acababa de pasar, con el ceño fruncido, por la sección de casas de muñecas por lo que creía que era la cuarta vez consecutiva – preguntar a los empleados dónde demonios estaba la escalera mecánica por la que había subido parecía un poco complicado cuando ningún ser vivo en aquel lugar podía verte – cuando escuchó una voz conocida por encima del hilo musical que estaban reproduciendo los altavoces de megafonía.

—¡Baekhyun! ¡Baek, ¿estás por aquí?!

El chico miró a su alrededor y todo lo que vio fue casas de muñecas rosas, una de ellas casi más grande que él mismo.

—¿Chanyeol? —preguntó, dudoso, dando un respingo cuando la voz en cuestión le contestó.

—¡Ah, genial, ahí estás!

Baekhyun no sabía en qué consistía el término “ahí” para Chanyeol, ni dónde se había metido éste exactamente, pero no tuvo que esperar mucho para verlo aparecer, con una bolsa en una mano y una sonrisa en los labios.

—Hola otra vez, Baek.

—¿Qué haces aquí? —replicó él, sintiéndose como un imbécil por preguntar algo así, pero sin poder ocultar su sorpresa—. ¿No estabas probándote jerséis abajo? Quiero decir…

—Ya tengo uno —Chanyeol prácticamente le sacudió la bolsa que llevaba delante del rostro—. Nada podrá sustituir al otro jersey, pero creo que este es una aproximación bastante exacta. Me ha costado bastante poco escogerlo, sin ti ahí sacándole pegas a todo, así que como he acabado antes de tiempo he pensado en venir a buscarte. ¿Vienes?

Chanyeol parecía estar bastante seguro de dónde estaba, así que Baekhyun simplemente se dejó llevar, siguiéndolo hacia donde el chico suponía que estaban las escaleras mecánicas. Pasaron por delante de todas las casas de muñecas, y de una sección llena de osos de peluche, y Baekhyun arqueó las cejas.

—¿Cómo sabías que estaba aquí? ¿Es que también tienes un poder para localizar a tus amistades del que no me has hablado? —preguntó, y Chanyeol se rió.

—No lo sabía. Esta es la tercera planta por la que te busco —finalmente, Baekhyun vio ante sí la maldita escalera mecánica que llevaba rehuyéndolo durante los últimos cinco minutos, y se subió a uno de los peldaños móviles tras Chanyeol, que parecía muy satisfecho de sus propias habilidades como detective—. No estabas en ninguna de las secciones de ropa, ni tampoco en electrónica, así que pensé que o estabas aquí o tendría que empezar a buscarte en el departamento de textil para el hogar.

—Ahora que lo dices, no me vendrían mal unas cortinas. Tendría que haber echado un vistazo.

—No me digas que al final estás redecorando tu cuarto.

—Puede. Sólo puede.

—¿Pero qué estabas haciendo allí, de todas formas? No digo que sea mal lugar, pero no te imaginaba perdido en una juguetería.

Baekhyun omitió el contestar hasta que los dos hubieron bajado a la primera planta, hasta que hubieron cruzado las puertas de salida y se hubieron encontrado, extrañamente solos, en una calle en la que a primera vista parecía haber mucha gente.

—Ah, eso —el chico se mordió el labio y dio las gracias por el hecho de que Chanyeol hubiera estado lo suficientemente distraído durante todo el trayecto como para no darse cuenta de lo que llevaba en la mano—. He acabado en esa planta por pura casualidad después de que tú me echases vilmente de la zona de probadores, y ya que estaba allí pensé que podría buscar si tenían de esto, para ti —acabó explicando, deteniéndose sobre la acera y tendiéndole a Chanyeol lo que había estado sosteniendo—. Ya sabes, para compensar por mis críticas despiadadas contra los jerséis y todo eso.

El otro chico se paró y lo miró con unos ojos muy grandes, recogiendo el paquete plastificado con una suavidad bastante cercana a la delicadeza.

—¿Estrellas fosforescentes? —murmuró, y parecía tan descolocado que Baekhyun se habría reído de no estar empezando a sentirse tan cohibido.

—Por si te queda alguna esquina del cuarto que empapelar con ellas, no sé. Pensaba que tú eras el que me había dicho que teníamos que decorar nuestras habitaciones, y como sé que te gustan… —el chico bajó la voz, hizo una pausa—. Son iguales, ¿no? Tú lo dijiste. Las estrellas, en Reminiscencia y en el mundo real. Me acordé de ti, por eso las busqué, supongo. Es una tontería, pero…

Baekhyun recordaba a Chanyeol detenido en lo alto de la azotea, lo recordaba mirando al cielo, días atrás, hablando de él, de la Rueda y del cielo nocturno. Lo había recordado constantemente durante los últimos días, y al tenderle el paquete de estrellas fosforescentes había pensado que el otro chico iba a reírse de su ocurrencia, a revolverle el pelo y a llamarlo bobo, pero no había esperado que se le suavizarían los ojos, ni que se le dibujaría una sonrisa tenue, casi invisible, en la comisura de los labios.

—¿Sabes? Tú eres el único al que le he dicho por qué —murmuró, hablando en una voz tan baja que parecía que las palabras fueran más para sí mismo, y menos para él.

—¿Eh? ¿El único al que le has dicho qué?

—Por qué me gustan las estrellas.

—Yo… ¿Sí? —a Baekhyun el corazón le dio un vuelco en el pecho. Todos allí tenían sus secretos, deseos y recuerdos que no compartían con nadie, y descubrir que tenía algo, que conocía una parte de Chanyeol que la que nadie más sabía nada, lo hacía sentirse casi mareado, agradecido y extrañamente vulnerable, a pesar de no ser él quien estuviera revelando aquel secreto—. Podría… —comenzó, consciente de que Chanyeol había levantado los ojos de la cartulina de estrellas fosforescentes y estaba quieto en la acera, mirándolo, y de que todo lo que estaba haciendo él era algo bastante parecido a tartamudear—. ¿Te imaginas? Si mi poder dejase de ser tan inútil tal vez podría acabar haciéndote una estrella de verdad —terminó añadiendo, soltando lo primero que se le ocurrió en el tono excesivamente jovial del que está tratando de demostrar que se le ha ocurrido una idea estupenda—. Ya sabes. Luz y todo eso.

La intención original de Baekhyun había sido aligerar el ambiente, pero Chanyeol había ladeado el rostro y lo estaba mirando con algo entre la confusión y algo más grave en los ojos, y él no habría podido qué había de distinto en aquello al resto de conversaciones, a todas las veces en las que hablaban de cualquier cosa y se reían sin más, pero el chico estaba empezando a ponerse nervioso.

—¿Una estrella de verdad? —preguntó Chanyeol, y Baekhyun estaba tragando saliva y asintiendo, sin saber muy bien qué demonios estaba pasando con él ni en qué se estaba metiendo, cuando su interlocutor soltó una carcajada, tan natural que todos los restos de tensión se disolvieron en el aire con la misma velocidad con la que habían aparecido—. Pero Baek, ¿qué iba a hacer yo con una estrella de verdad? Aunque tuvieras el poder para hacer algo así, que no creo, ¿dónde iba yo a meterla? ¿Pensabas crearla en mitad del espacio o…?

—Hablaba de una estrella en miniatura, imbécil —replicó Baekhyun, camuflando el obvio alivio que sentía detrás de una carcajada—. Aunque no creo que pudiera hacer ni siquiera eso, teniendo en cuenta todo lo que estoy mejorando con el entrenamiento.

Tras un último vistazo al paquete plastificado que seguía sosteniendo en las manos, Chanyeol sonrió y le indicó con un gesto que volviera a empezar a caminar. Se habían entretenido, el sol se había puesto más allá de los rascacielos y la ciudad a su alrededor estaba llena de luces. Era agradable, verlo desde abajo, en lugar de observar el paisaje desde la azotea del hotel.

—¿Qué tal vas? —le preguntó Chanyeol tras unos instantes, rectificando al ver que Baekhyun parecía momentáneamente confuso—. Con el entrenamiento, quiero decir. Hablé con Kyungsoo y me dijo que habías mejorado.

—Si con eso quiere decir que se ve obligado a mirarme como si me odiase menos de lo normal, sí, puede que haya mejorado algo —Baekhyun suspiró, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba, desabrochada, a pesar de que la ciudad a su alrededor seguía sumida en el invierno—. Creo que… Puede que sí que esté mejorando algo, pero creo que no lo suficiente. Es frustrante, en el fondo, ¿sabes? Os veo a todos vosotros y siento que, si quiero hacer algo aquí debería ser útil, como los demás. El problema es que vosotros podéis hacer cosas increíbles, y para todo lo que sirvo yo es para hacer de linterna.

—Llevas poco tiempo aquí.

—Casi dos meses, Chanyeol.

—¿Y cuánto tiempo entrenando en serio? ¿Una semana?

—Kyungsoo dice que no es normal —murmuró Baekhyun mientras Chanyeol guiaba la marcha al interior de una boca de metro. El chico se había acostumbrado ya a no tener que pagar, y se saltó los controles sin pensarlo dos veces—. Se supone que los Reminiscentes normales desarrollan sus poderes bastante deprisa. Están aquí para luchar, ¿no? Es lógico.

—Puede ser, pero ya sabes que cada caso es distinto.

—Ya, todos me lo dicen, pero, ¿cuánto tiempo más voy a estar encerrado, entrenando de la mañana a la noche y tratando de ver si mi poder inútil mejora? —el chico suspiró, y Chanyeol lo miró entrecerrando los ojos—. Quiero decir, no me malinterpretes, no quiero volver a poneros en peligro, ni a ti ni a ninguno de los demás. Estoy dispuesto a entrenar todas las horas que hagan falta, a hacer lo que sea. Pero me da rabia todo esto. En el tiempo que llevo aquí, me han engañado, traicionado y manipulado, y ya no es sólo que no pueda defenderme, sino que ni siquiera tengo la capacidad para intentar averiguar por qué, porque mis estúpidos poderes no valen para nada.

Chanyeol permaneció en silencio mientras cruzaban los pasillos subterráneos, caminando frente a él con la cabeza inclinada y los ojos muy oscuros. Al detenerse junto a él en el andén, esperando al tren entre una marabunta de gente que no podía verlos, Baekhyun asumió que el otro chico no respondería, pero Chanyeol acabó haciéndolo, en voz baja, mirándolo como si ni él mismo estuviera del todo convencido de lo que iba a decir.

—¿Te gustaría… salir? ¿Hacer trabajo de campo? ¿Es lo que quieres?

Faltaban tres minutos para la llegada del próximo tren, y Baekhyun le devolvió la mirada al otro Reminiscente, sin comprender.

—Yo… Claro que me gustaría, pero no puedo, ¿no? Quiero decir, Suho y Kyungsoo dicen que no estoy preparado, así que…

—Mira, no sé hasta qué punto puede funcionar o no, pero podría intentar… hablar con Suho —Chanyeol se mordió el labio, titubeando durante un momento—. Se suponía que no tenía que decírtelo, pero me han encargado parte del trabajo de campo relacionado con todo el caso de Oh Sehun. Tanto Suho como Kyungsoo están satisfechos con cómo te has estado esforzando esta última semana, y puede que nos digan que no, pero podría pedir permiso para que vengas conmigo, si Luhan nos supervisa o algo así.

Había ruido de fondo en la estación, conversaciones de familias, de grupos de amigos y de estudiantes, el sonido de pasos y el rumor metálico de puertas abriéndose y cerrándose, trenes llegando y marchándose de otras vías, pero, en aquel instante, para Baekhyun todo se quedó en silencio.

—Chanyeol, yo… —susurró, y quería decir muchas cosas, pero no sabía por dónde empezar. El chico delante de él, que estaba esperando su respuesta cambiando el peso del cuerpo de un pie a otro, como si no pudiera quedarse del todo quieto, lo había encubierto antes, y había acabado perdiendo el control de sus poderes y siendo derrotado por su antiguo mejor amigo cuando él le había dado esquinazo. Si Baekhyun hubiera estado en su situación, se habría enfadado, se habría negado a seguir ayudándolo. Pero ahí estaba Chanyeol, en mitad de una estación de metro sucia, observándolo con expresión solemne y ofreciéndose a hablar con su líder por él—. No puedo aceptar esa clase de ayuda si hay alguna posibilidad de meterte a ti en problemas. Bastante has hecho ya, yo puedo seguir entrenando y…

—Pero quieres ir —Chanyeol lo interrumpió con suavidad, y Baekhyun no habría podido mentirle—. Quieres ir, y la misión no debería ser peligrosa. Puedo convencerlos; confía en mí, ¿de acuerdo?

—Pero yo… —Baekhyun trató de protestar una vez más, pero la mano de Chanyeol se posó encima de su cabeza, revolviéndole el pelo y cortando todos sus intentos efectivos de tratar de articular un pensamiento coherente.

—Nos las apañaremos —le dijo—. No te preocupes. Entiendo que estés frustrado y preocupado por todo esto. Te gusta alguien, y a pesar de todo lo que has estado haciendo por él, él ha acabado haciendo… todo esto. No entiendo en qué demonios está pensando, pero puede que consigamos averiguar algo, ¿no? Y tú más que nadie deberías ser parte de todo esto.

Hace un par de semanas, Baekhyun habría matado por una oportunidad así. De saber que podía hacerse, que Chanyeol era el encargado del trabajo de campo, le habría rogado incluso, suplicándole para que lo dejara ir con él. Ahora, sin embargo, no podía dejar de pensar en que el otro chico nunca había sido del todo favorable a Sehun, que sus intentos por ayudarlo habían prácticamente a irritarlo y que, a pesar de todo, se estaba ofreciendo a ayudarlo simplemente porque podía.

—Eres demasiado bueno conmigo —murmuró, desconcertado y sin pensar en lo que decía, mientras el letrero sobre sus cabezas indicaba que su tren se aproximaba y comenzaba a oírse el traqueteo metálico de los vagones al otro lado del túnel.

—Todo sea por el poder del amor —replicó el chico en tono de guasa, obviamente tomándose sus palabras a broma, mirándolo desde arriba y guiñándole un ojo con gesto exagerado—. Verás cómo conseguimos averiguar algo.

A Baekhyun le hubiera gustado poder decir que se había quedado sin aire por lo que había implicado el primer comentario, pero no estaba seguro del todo, así que se limitó a asentir, derrotado, y a seguir a Chanyeol sin mirarlo al interior del tren cuando las puertas se abrieron frente a ellos.

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—No me gusta este lugar. No me gusta nada.

Jongdae, que caminaba al frente, abriendo la marcha, resopló, tratando de parecer mucho más seguro de sí mismo que lo que se sentía.

—Oh, vaya, debe de ser solamente la trigésimo segunda vez que repites eso desde que hemos llegado a este sitio —resopló—. No se me había ocurrido pensar que pudieras sentirte incómodo, Minseokkie.

Al contrario de las formas familiares de calles y edificios que se extendían normalmente a su alrededor, todo lo que había en torno a los dos aquella noche eran árboles – árboles verdes y enormes, que no se encontraban allí en el mundo de los vivos, pero que rodeaban por completo a la ciudad en Reminiscencia, marcando el punto en el que un plano y otro dejaban de estar conectados. Dentro de la zona urbanizada, la influencia de la Rueda protegía a todo el mundo, incluyendo, en cierto sentido, a los que eran como ellos. En mitad del bosque, no obstante, el caos y la muerte eran más fuertes y los monstruos eran salvajes y nunca habían seguido las normas de nadie. Ni siquiera ellos, los que habían Caído, se atrevían a merodear en el bosque con asiduidad, y, por mucho que Jongdae estuviese empeñado en mostrarse serio, capaz y responsable, una parte de él, en el centro mismo de su ser, se sentía inquieta, como si algo fuera a ocurrir de un momento a otro.

—Los monstruos no van a atacarnos —declaró, sacudiendo la cabeza con decisión y tomando impulso para saltar por encima de una raíz que sobresalía de entre la tierra húmeda del suelo—. Es pura ley natural: ¿para qué iban a atacar a alguien más fuerte que ellos si solamente está de paso?

—No estoy seguro de que la ley natural funcione así.

—Vamos, nosotros prácticamente somos como ellos. Somos Caídos, somos el equipo de los malos. Somos más poderosos que ellos.

—Eso no lo sabes. Y te recuerdo que los monstruos también se atacan entre sí.

Jongdae suspiró, apartándose el flequillo de la frente con el dorso de la mano y procediendo a continuar con su marcha por el bosque sin mayores comentarios. No podía decir que no le gustase Minseok, porque los dos siempre se habían llevado bien, pero él era impulsivo donde el otro hombre reflexionaba; a uno le gustaba llegar, hacer lo que tuviera que hacer y marcharse cuanto antes y el otro siempre se tomaba su tiempo para hacer las cosas. Jongdae tendía a confiar en extremo en sus propias habilidades – porque, vamos, ¿quién no era prácticamente invencible con el poder del rayo en sus manos? – y Minseok siempre tenía los pies en la tierra.

Y no es que Jongdae se quejase, porque a él nunca podía venirle mal un poco de prudencia, aunque ésta procediera de una fuente externa en forma de tercera persona, pero lo último que al chico le apetecía escuchar era cuántas posibilidades había de que los monstruos dementes del bosque los mataran y devoraran sus cadáveres sin que ellos tuvieran posibilidad alguna de defenderse, muchas gracias.

—Debería de haber venido con Yixing —acabó diciendo, retomando la conversación muy a su pesar porque el silencio solamente estaba logrando ponerlo nervioso—. En vez de decirme lo mal que lo está pasando aquí, el probablemente habría hablado de temas más interesantes. La curiosa forma curiosa que tienen las ramas de todos estos árboles, por ejemplo, o el olor del musgo, yo qué sé.

—Las ramas de los árboles parecen garras —contestó Minseok, y Jongdae no supo si reírse o empezar a golpearse la cabeza contra un tronco.

Donde la ciudad en Reminiscencia era gris, el bosque a su alrededor era casi negro, y cuanto más se adentraban en él, los árboles parecían más enfermos y esqueléticos, retorciéndose en formas imposibles sobre sus cabezas, cerrándose a su alrededor. Y Jongdae había tratado de olvidarlo, de no pensar en ello, porque su única ventaja en caso de un posible combate consistía en moverse deprisa, atacar y huir, correr, y aquella muralla vegetal,  moribunda y espeluznante, parecía estar cercándolo cada vez más en su interior, asfixiándolo.

—¿Ves lo que te decía? —protestó—. Yixing siempre tiene algo bueno que decir.

—Yixing tenía otras cosas que hacer, ya sabes —Minseok se pegó más a él, mirando a su alrededor con el cuerpo en tensión, los ojos alerta, prestando mucha más atención que Jongdae en cualquier caso—. Tiene que mantener al chico con vida. Creo que me han dicho que ha sufrido un ataque.

—Viles mentiras, creí que estaba estable —resopló Jongdae—. Seguro que ha aprovechado la excusa para quedarse en la ciudad fabricando potingues de curación y dedicándose a observar el cosmos, o lo que demonios sea que haga.

—Estamos hablando de Yixing, no de ti.

—Gracias por el apoyo, yo también te aprecio.

—Ya me lo agradecerás cuando volvamos. Creo que casi estamos aquí.

Los dos continuaron la marcha en silencio, ahora con Minseok al frente, y Jongdae se limitó a rezongar y a observar su espalda, dedicándose a preguntarse por qué aquel idiota se preocupaba tanto, cuando probablemente fuera mucho más capaz de sobrevivir en un lugar como aquel que él.

Jongdae poseía el poder del rayo, tipo Carga, pero Minseok tenía control sobre el hielo. No era conveniente meterse con él, no cuando podía tocarte y convertirte la piel en escarcha, quemarte las entrañas. Él lo había visto en acción, había escuchado gritar a los monstruos, con el cuerpo destrozado desde dentro, antes de caer inertes al suelo. Minseok podía parecer agradable y tranquilo, pero a la hora de la verdad era letal. Tal vez, en el fondo Jongdae tuviera que agradecer estar allí con él.

—Vaya, eh, mira, creo que hemos llegado.

Jongdae, sacado de súbito de sus pensamientos, casi se dio de bruces con Minseok.

—Gracias a dios —susurró, separándose de su acompañante para poder tener una mejor visión de lo que tenían delante.

Frente a ellos, los árboles moribundos del bosque se abrían en una especie de claro, yermo salvo por el musgo que crecía aquí y allá, sobre la tierra y las rocas. En su centro se alzaba algo parecido a un altar, un pequeño monumento de piedras desgastadas que sostenía una caja enorme y pesada, también de piedra, que tal vez hubiera estado tallada alguna vez, pero que ahora parecía poco más que una ruina.

—Aquí está. ¿A quién demonios se le ocurrió ponerlo aquí, de todas formas? ¿A los antiguos Reminiscentes? ¿Es que les gustaban los lugares poco prácticos o…?

—Es un punto de poder, Jongdae. Se supone que tiene que estar oculto.

—Lugares. Poco. Prácticos —rezongó éste antes de darle una palmadita en el hombro a Minseok y caminar hacia la vieja caja de piedra, posando una mano sobre la superficie cubierta de musgo con escepticismo—. Está aquí, parece en buen estado… Eso es todo lo que nuestro querido líder quería saber, ¿no?

—¿Está cerrada?

—Completamente. Y supongo que necesitamos ya sabes tú qué para abrirla. No es que podamos hacer nada más, deberíamos volver.

Minseok arqueó las cejas y, por fin, dejó su lugar en el borde del claro para acercarse a donde él estaba, lanzándole una mirada de reproche antes de agacharse junto al soporte de la caja y comenzar a rozar cada centímetro con los dedos, buscando grietas, fisuras o agujeros mientras su compañero se alejaba hasta la linde del bosque.

—Jongdae, nuestras órdenes han sido comprobar que la caja esté en buen estado. No has podido comprobar nada echándole sólo un vistazo. Tenemos que asegurarnos de que nadie ha profanado el punto de poder.

—Muy bien, muy bien, lo que tú digas.

La luna estaba alta ya en el cielo y desde el claro podía verse la Rueda entre las estrellas con claridad, girando con lentitud, siempre a un ritmo constante. A Jongdae nunca le había gustado la Rueda: al llegar allí, Suho le había dicho que ella lo había elegido, y él siempre se había preguntado por qué demonios había tenido que ser él y no alguien más. Desde que había llegado a aquel lugar siempre había evitado mirar al cielo en la medida de lo posible, pero incluso aquella maldita espiral giratoria era preferible a los árboles negruzcos del bosque a su alrededor, al modo en el que estaban retorcidos como si agonizaran.

—Eh —preguntó—, ¿qué crees que hay más allá? Internándose más en el bosque, digo. ¿Habrá algo? ¿Una salida al otro lado?

—No lo sé —replicó Minseok desde el monumento.

—Se supone que la tumba de Réquiem está por aquí, ¿no? En algún lugar tras todos estos árboles.

La cabeza de Minseok asomó tras la caja de piedra con el ceño muy fruncido.

—No seas agorero, ¿quieres? —lo regañó. Parecía obvio que iba a añadir algo más, y Jongdae ya estaba poniendo los ojos en blanco para recibir sus palabras como correspondía, pero de repente el otro chico dio un brinco, alzando la voz—. ¡Jongdae, detrás! ¡Cuidado!

Jongdae siempre había sido rápido, pero no tuvo ni tiempo de ver lo que se le venía encima. En un momento dado, estaba solo al borde del claro, y al instante siguiente unas manos lo estaban empujando con violencia y su cuerpo chocaba con fuerza contra el tronco de uno de los árboles grisáceos, dejándolo sin respiración. Su mente registró, en un instante de lucidez entre el pánico de haber sido atacado por sorpresa, que su agresor al menos era humano, pero el alivio se apagó tan rápido como había llegado cuando Jongdae logró enfocar la vista y distinguió el rostro de su atacante.

—Kai —graznó más qué dijo, y el hombre frente a él lo miró con una intensidad casi depredadora.

—Chen —respondió éste mientras Minseok gritaba y se levantaba, y Jongdae se dio una palmadita mental agridulce, primero porque por fin alguien se acordaba de llamarlo por el nombre que había adoptado cuando había caído, y segundo porque la persona en cuestión no parecía haberlo estampado contra un árbol para nada remotamente similar a una charlita amistosa—. No te muevas. Ninguno de los dos —ordenó, desviando los ojos de uno a otro—. Te juro que si alguno de los dos intenta algo te mato, y lo digo muy en serio.

Jongdae alzó las manos todo lo que pudo – tarea bastante compleja, porque seguía atrapado contra un árbol – y se forzó a sonreír.

—Ninguno de nosotros pensaba moverse, ¿verdad que no, Minseokkie? —su compañero no parecía del todo convencido, así que Jongdae decidió que si quería conservar la cabeza tendría que ser él quien llevara el peso de la conversación—. Y ahora que todos estamos contentos, ¿qué es lo que hace un chico como tú en un sitio como este?

Kai lo miró como si fuese total y absolutamente idiota y Jongdae se percató de que acababa de meter la pata.

—Vivo aquí, Chen. Sois vosotros dos los que habéis entrado en mi territorio.

—Bueno, técnicamente esto no es tierra de nadie. Que tú seas un renegado… —su enemigo lo empujó con más fuerza contra el árbol, y Jongdae ahogó un gemido de protesta—. De acuerdo, de acuerdo, hemos entrado en tu… precioso bosque, lo siento. ¿Puedes, ahora, dejarme marchar? Me gustaría irme a casa y salir de aquí si es posible. Por favor.

—No. No hasta que me digas lo que estáis haciendo aquí —rápido como el pensamiento, Kai se volvió hacia Minseok, que había vuelto a hacer amago de acercarse—. Quieto.

—Escúchame —comenzó a decir éste, alzando las manos en señal de buena voluntad—. No hemos venido aquí a pelear contra ti. Sólo estamos en este bosque siguiendo órdenes. Órdenes que incluyen un juramento de silencio para con nuestro líder.

—Así que esto es cosa de Kris, ¿no?

Tragando saliva, Jongdae trató de obligar a su cuerpo a permanecer quieto y a su mente a trabajar, tratando de buscar una ruta de escape. No tardó mucho en deducir que, tal y como estaban, no había ninguna. Estaban en el bosque en el que Kai vivía, un territorio que para ellos era hostil, y no había manera de huir de un lugar así si tu perseguidor contaba con el poder de la teletransportación, por mucho que no pudiera usarlo ilimitadamente.

Estaba entre la espada y la pared. O peor aún, entre un árbol y alguien enfadado y con el suficiente valor como para vivir por su cuenta fuera del área de protección de la Rueda, y que además le estaba demandando información que él no podía revelar. Estupendo.

—Ya sabes cómo funciona este mundo —respondió—. Nos gustaría muchísimo mantenerte informado, pero si nuestro líder nos ordena callar, nosotros no les decimos nada a los que no son de los nuestros. Estaríamos encantados de acogerte con nosotros si Cayeras, pero…

—No voy a Caer —Kai lo miró con unos ojos muy negros, y Jongdae tuvo que admitir que sintió cómo el pánico le burbujeaba en la garganta, imposible de controlar—. ¿Qué es lo que estáis buscando aquí?

Kai —comenzó Minseok, y Jongdae pudo sentirlo acumular energía, prepararse para luchar. En condiciones normales, quizás no le habría importado demasiado ver cómo intentaban matarse sin éxito el uno al otro, pero no podía permitirse riesgos cuando él estaba atrapado en medio del futuro juego cruzado. No podía moverse, y odiaba ser prisionero de nadie.

—Estábamos buscando esa cosa de piedra —prácticamente exclamó, señalando el altar con un movimiento de cabeza—. Y ya la hemos encontrado, así que nos íbamos. No podemos contarte más. Déjanos marchar; sabes que nos ha enviado nuestro líder, y no quieres enfadar a Kris.

El claro quedó sumido en una quietud casi absoluta. No había vida en aquel bosque, no vida normal, en cualquier caso, y la falta de sonido resultaba angustiosa. En aquel silencio, Jongdae podía escuchar con una claridad ensordecedora su propia respiración, y la de Kai, el crujido de la corteza muerta del árbol bajo sus uñas y el vapor de agua en el aire solidificándose sobre la piel de las manos de Minseok, como siempre que su compañero convocaba su energía, preparándose para luchar.

“Vamos a morir.” Jongdae tembló. Una pelea allí no tenía que ser mortal de por sí, pero atraería a los monstruos de los alrededores; monstruos que olfatearían su fuerza vital y se lanzarían contra todos ellos, y, si bien Kai podría escaparse, ellos serían incapaces de huir. Podía sentir la energía con la que se había cargado antes chisporroteando en su interior, y se dijo con amargura que al menos intentaría luchar, que trataría de que Minseok y él salieran de aquel lugar infernal con vida. No tenía mucho que perder, de todas formas, y siempre le había gustado jugar al límite cuando tenía que hacerlo.

—¿Tienes algo que decir? —murmuró.

Kai se acercó más a él, tanto que Jongdae sintió su respiración contra su oído, escuchó el rumor del cuero negro de sus ropas al moverse, pudo sentir el calor que irradiaba su organismo.

—Dile a Kris —susurró, con los labios junto al lóbulo de su oreja—, que no sé qué es lo que está haciendo aquí, pero que más le vale dejar de hacerlo si no quiere que sea yo el que se enfade. ¿Entiendes?

A Jongdae le habría gustado encontrar algo inteligente que decir, pero todo lo que pudo hacer fue asentir como un idiota y negar con la cabeza. Ni los Reminiscentes ni ellos lo habrían admitido nunca, pero todos se sentían incómodos ante la presencia de aquel chico; la única persona que había logrado sobrevivir años sin someterse a un líder, la única que no tenía bando.

—Muy bien —Kai suspiró y retrocedió, apenas lo suficiente como para dejarle respirar. Allí, con la piel y el pelo oscuros, los ojos alerta y su ropa completamente negra, parecía más una pantera que el ser humano que había sido una vez, y que al que Jongdae recordaba, muy asustado y muy joven, cuando había abierto los ojos en Reminiscencia por primera vez—. Tenedlo en cuenta.

Jongdae cerró los ojos, sólo un momento. Sintió una alteración en la energía a su alrededor, una vibración apenas perceptible que no habría sido capaz de notar de no tener los nervios de punta, y al abrirlos, la figura que lo había atacado había desaparecido, sin más, como si nunca hubiera estado allí. El único que quedaba era Minseok, con el rostro lívido y las manos cubiertas de escarcha, mirándolo como si esperara verlo caerse muerto allí mismo.

—Debería haberlo atacado —murmuró—. Tiene información. Tendría que haberlo atacado.

Muy a su pesar, Jongdae se rió. Parecía mentira que, de los dos, normalmente Minseok fuera el más sensato, como también parecía imposible que todo su cuerpo siguiera temblando, presa de un miedo primario que no podía controlar.

—No —susurró—, no. Podría habernos matado. Nos habría matado a los dos.
Notas finales:

Bueno, esto ha sido todo por ahora.

Ahora mismo no tengo mucho que decir, sólo que entramos cada vez más en argumento <3

Como siempre, los comentarios son amor y me hacen mucha ilusión, así que os lo agradeceré mucho si me los dejáis :D


Para todo lo demás, ya sabéis dónde está mi ask: http://ask.fm/rust_and_stardust

¡Hasta pronto y nos leemos en el siguiente capitulo!


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