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Reminiscencia por Ms Aria

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Notas del capitulo:

Bueno, pues por fin, y después del prólogo, aquí os traigo el comienzo oficial de Reminiscencia <3

El fic se divide en tres subpartes, y este es el capítulo 1 de la primera de ellas :D

Espero que os guste, y comentarios y notas de autor al final :D

Baekhyun soñó. Soñó con las ambulancias, con el calor asfixiante sobre la piel, con las voces de los paramédicos junto a su oído, repitiendo una y otra vez que habían llegado tarde y que estaba muerto. Soñó con un chico hecho de fuego, con un grito sobre el silencio; con sus restos siendo cubiertos con una sábana blanca, cargados en una camilla, llevados hasta un depósito de cadáveres, y abandonados allí. Con el primer chico y otro hombre, de rostro muy joven y ojos muy cansados, observando su cuerpo roto en la sala de autopsias e inclinándose para leer la etiqueta identificativa que alguien le había colocado en el dedo gordo del pie.

Baekhyun quiso gritar, moverse, decir algo a pesar de no poder siquiera separar los labios. Porque aquello no podía estar pasando, las cosas no podían acabar así. No era posible, no estaba bien, no era justo.

Estaba tratando de luchar, de respirar de nuevo cuando algo cambió, se lo tragó. Y, de repente, todo seguía pareciendo un sueño, pero él había abierto los ojos y estaba quieto, de pie, en una calle acordonada y cubierta de escombros: el lugar donde había empezado todo.

 

Reminiscencia.

Parte primera: Luz (de mi vida)

 

Capítulo 1:

Si le hubiesen preguntado, Baekhyun no habría podido decir que aquella no era la misma calle por la que había pasado miles de veces. Conocía las señales de tráfico, las tiendas en las aceras, el semáforo que siempre se ponía inoportunamente en rojo cuando él llegaba tarde a los sitios. Lo último que recordaba era haber decidido atajar por allí para ir a clase porque se había levantado demasiado tarde.

Lo siguiente era un sueño muy raro – un sueño que implicaba explosiones, salas de autopsias y un dolor terrible – y lo próximo que sabía era que había despertado de pronto, con la respiración entrecortada, como si se hubiera caído de la cama en mitad de la noche, y de pie en medio de lo que a todas luces era un cráter en el pavimento.

Un. Maldito. Cráter. Un agujero circular en el suelo, junto a la acera, que había resquebrajado el bordillo, calcinado el adoquinado y partido el asfalto en dos en varios metros a la redonda, dejando al descubierto, incluso, parte de la maraña de conductos de agua y gas que había habido bajo tierra.

Era como si hubiese caído un meteorito, como si hubiese explotado una bomba, y Baekhyun recordaba el estallido del camión de gas, cómo el mundo había parecido arder y derrumbarse, y una parte de él quiso atar cabos, pero su yo racional se negó.

La explosión de su sueño había sucedido hacía, ¿cuánto? ¿Diez minutos? ¿Media hora? Aún sentía el calor del gas quemándole la piel, lanzándolo hacia atrás como si fuera un muñeco. Y, sí, la calle a su alrededor estaba destrozada, pero no había rastro de ambulancias, ni de policía, ni siquiera de curiosos asomándose al precinto naranja que alguien había colocado alrededor del área de los destrozos. Todo estaba tan tranquilo que, quitando el cráter, nadie hubiera podido decir que allí había ocurrido algo.

Ni grave ni no grave. Nada.

—Tiene que haber una explicación lógica para todo esto —murmuró Baekhyun, decidiendo que ya había tenido bastante de aquello y que lo mejor que podía hacer, para empezar, era salir de aquel lugar.

Fue al echar a andar cuando miró a su alrededor y volvió a sentirse inquieto, más que antes. Su cuerpo respondía a las órdenes de su cerebro perfectamente y su entorno parecía normal, pero había algo, algo vagamente perceptible, que no era igual a como lo había sido antes. Era una sensación difícil de explicar, como si el aire fuera más pesado y los colores de todo lo que lo rodeaba se hubieran apagado, vuelto mustios. Se suponía que el sol estaba brillando sobre su cabeza y, aún así, la luz le llegaba velada, como si una especie de pantalla invisible estuviera filtrando los rayos, volviéndolos menos luminosos y más… grises.

Aquello no le gustaba. Hacía que le diera la sensación de estar soñando.

Quizás aún lo estuviera, después de todo. Tal vez no hubiera terminado de despertar.

Tan pronto como llegó al precinto – una cinta naranja y negra que parecía sacada de una película – el chico tiró de él hacia abajo y, al momento siguiente, había pasado por encima y volvía a sentir el pavimento liso bajo los pies. Alguien había dejado varios ramos de flores allí, sobre el asfalto roto: rosas blancas, margaritas, crisantemos, envueltos en papel de colores que, como todo lo demás, parecía extrañamente apagado.

Verdaderamente, era como si allí hubiera muerto alguien.

—Disculpe —decidiendo que lo mejor que podía hacer era preguntar a algún transeúnte y así salir de dudas, el chico avanzó un par de pasos. No había mucha gente por la calle a aquella hora (¿qué hora era, de todas formas?), pero las aceras tampoco estaban desiertas del todo. Su primera opción fue una mujer de unos treinta años que estaba pasando a su lado con la cabeza baja y las manos en los bolsillos—. Perdone, ¿podría decirme qué día es hoy?

Su supuesta interlocutora ni siquiera levantó la cabeza, y siguió su camino como si no lo hubiera escuchado, sin reducir el paso. Baekhyun bufó, incapaz de decidir si era increíblemente maleducada o había estado escuchando música y no lo había oído. Tomando aire, esperó unos segundos y caminó al encuentro del siguiente transeúnte, un hombre de mediana edad con un maletín en la mano y un traje arrugado colgándole de los hombros sin gracia alguna.

—Oiga, ¿podría decirme qué día es hoy? Creo que me he golpeado la cabeza o algo así; no termino de ubicarme y…

Como si no lo hubiera escuchado, el hombre observó su reloj de muñeca y siguió caminando. Baekhyun abrió la boca para gritarle algo (esta vez estaba seguro de que el extraño en cuestión no había llevado cascos) pero se detuvo a mitad de frase. Aquello era raro, muy raro, y no le gustaba nada, pero, al menos, el observar a aquel individuo le había dado una idea.

Cuando había salido de casa, él había llevado móvil encima y un reloj en la muñeca. Al menos podría saber en qué día estaba.

Sintiéndose extrañamente inquieto, el chico se metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y suspiró al sentir la textura familiar de la funda de plástico de su teléfono contra los dedos. Casi había esperado que la pantalla estuviese rota o algo así – ¿había habido explosión o no? – pero todo parecía en perfecto estado. Con manos temblorosas, trató de desbloquearlo, esperando encontrarse con su fondo de móvil de siempre. Todo lo que apareció en pantalla fueron ruido e interferencias, gris y blanco sobre negro.

—¿Qué…? —murmuró Baekhyun, observando la pantalla con los ojos muy abiertos. Su móvil parecía el de siempre, el mismo que lo había acompañado durante el último año y, no obstante, había algo extraño en él, algo vacío, que le daba miedo. Sintiéndose más y más alarmado por momentos, el chico se lo guardó en el bolsillo y pasó a dirigir la vista hacia el reloj en su muñeca izquierda, regalo de su madre en su último cumpleaños.

Por la posición del sol, Baekhyun habría jurado que estaba cayendo la tarde, pero las agujas marcaban las 9:18 de la mañana. La manecilla de los segundos, bloqueada, avanzaba y retrocedía, un segundo arriba y uno abajo, entre el número once y el doce. Como si el mismo tiempo, para él, se hubiera congelado.

Su primera hora de clase tendría que haber empezado a las 9:30 la mañana de la explosión. Él tendría que haber estado entrando a la universidad a y veinte, pero se había levantado tarde. Muy posiblemente, a las 9:18 había estado pasando por aquella calle, y luego...

“¿Qué…? ¿Por qué…? ¿Qué está pasando aquí?”

Sintiendo cómo el pánico empezaba a inundarle las venas, Baekhyun se cubrió la muñeca con la manga de la sudadera y se giró, frenético. Una anciana se acercaba a él desde un lado de la calle; un hombre estaba detenido junto al precinto, observando el cráter junto a él.

—Oiga —comenzó a decir, acercándose a éste último. El hombre sacudió la cabeza, suspiró y se alejó de él, andando hacia el otro lado y murmurando algo—. ¡Eh! ¿Quiere escucharme? Tengo que preguntarle algo.

Baekhyun gritó algo más, pero el hombre desapareció dentro de lo que a todas luces era una tienda de electrodomésticos. Frustrado y cada vez más asustado, se giró justo a tiempo para ver a la anciana a la que había visto antes pasar por su lado.

—Señora —la llamó, extendiendo el brazo hacia ella, pretendiendo hacerla pararse aunque fuera por la fuerza. Se detuvo en seco, sin embargo, con los ojos muy abiertos y hielo en los pulmones cuando sus dedos atravesaron el brazo de la mujer limpiamente, como si estuviera hecha de aire o no estuviera allí.

Como si él no estuviera allí.

“¿Eh? No, no, no, no…”

Como una exhalación, Baekhyun volvió a echar a correr hacia ella, a intentar tocarla, pero el resultado fue el mismo: sus dedos, su brazo, su cuerpo atravesaron a la anciana limpiamente, una vez, y otra, y otra más, hasta que el chico tropezó con sus propias piernas y cayó al suelo. Extrañamente, sintió una punzada de dolor en las rodillas, así como también sintió dolor al pellizcarse en el dorso de la mano, todo lo fuerte que pudo, hasta que la piel se le volvió roja.

Había creído que uno se despertaba de los malos sueños si se pellizcaba. Incluso de uno tan real como aquel.

Parecía que se había equivocado. De nuevo.

—Eh, ¿qué estás haciendo? ¿Es que quieres hacerte sangre? ¡Esas cosas no se hacen! —dijo una voz desconocida. Baekhyun se encontró respondiendo antes de poder pensar.

—¿Puedo sangrar? La gente ni siquiera me ve, no me oye, no me… ¿Eh?

Parpadeando – y cayendo en la cuenta de algo importante – el chico alzó la vista solamente para encontrarse con unos ojos, grandes, oscuros y un tanto preocupados, clavados en los suyos. Los ojos en cuestión iban unidos a la cara de una persona que estaba de pie un par de pasos por delante de él y que no sólo le había hablado, sino que lo estaba observando directamente.

—Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ellos no pueden verte, a no ser que te concentres, pero tú sí que puedes sangrar. Eso tiene que haber dolido, por cierto; se te está poniendo la mano roja.

Baekhyun miró al desconocido con la expresión en blanco.

—Puedes verme —lo interrumpió, y el otro chico esbozó una especie de sonrisa incómoda que era todo dientes.

—Ahm… ¿Sí? Estoy hablando contigo, ¿no?

—Puedes verme. ¿Por qué puedes verme?

Su interlocutor pareció pensarlo por un instante, y Baekhyun aprovechó aquel momento para levantarse y observarlo. Parecía tener más o menos la misma edad que él, y tenía una expresión amable y el pelo oscuro. Vestía ropa corriente – una sudadera roja y gris, vaqueros, deportivas – y habría parecido absolutamente normal (quitando el hecho de que Baekhyun no sabía qué demonios le habrían dado en su casa para comer porque, dios mío, aún estirando la espalda él apenas le llegaba a la altura de la nariz) si no fuera porque la gente normal parecía no poder verlo, y este chico no sólo le estaba hablando, sino que no parecía en absoluto sorprendido por su repentino modo de atravesar a las personas. Incluso parecía tener una explicación para ello.

—Tú y yo estamos en el mismo plano. En Reminiscencia —le dijo—. La gente a la que ves por la calle existe sólo en el mundo real.

Baekhyun lo miró y parpadeó otra vez.

—Ah. ¿Y yo no existo en el mundo real?

—Ya no.

—¿Por qué?

El otro chico tuvo la decencia de parecer genuinamente incómodo.

—Bueno, a ver cómo te lo explico —murmuró, bajando el tono hasta convertir su voz en un susurro. Tenía el timbre grave, mucho, tanto que no pegaba con la expresión infantilmente concentrada de sus rasgos en aquel instante—. Estás más o menos, digamos que…

—¿Qué? —Baekhyun se sentía extrañamente impaciente, como si quisiera oírlo todo y, al mismo tiempo, no quisiera escuchar—. ¿Conmocionado? ¿Loco? ¿Desaparecido de casa? ¿Soñando?

—¿…muerto?

Baekhyun se habría reído por lo ridículo de todo aquello de no ser por la garra helada que le estaba atenazando el pecho. Creía sentir los latidos de su corazón dentro de las costillas, pero era un sonido tan apagado como los colores a su alrededor.

—No puedo estar muerto —protestó, sintiendo el cuerpo entumecido, la voz áspera.

—Tú eres Byun Baekhyun, ¿no? —preguntó el otro chico, y él asintió como un idiota, sin siquiera preguntarle cómo demonios sabía su nombre, con apellido incluido—. Tu cara lleva tres días en todas partes. Hubo una explosión, un accidente con un camión de gas, aquí mismo, y a ti te pilló en medio —Baekhyun lo observó con los ojos como platos, la boca abierta, y la expresión del desconocido pasó a ser genuinamente triste—. Yo… No soy muy bueno para explicar este tipo de cosas. Lo que pasó fue horrible; lo siento muchísimo.

Baekhyun se sintió apretar los puños, casi involuntariamente.

—Escucha, eh…

—Chanyeol.

—Chanyeol, vale. Chanyeol. Yo no estoy muerto. No puedo estar muerto. Así que o tú estás loco, o yo estoy loco, o simplemente estoy soñando, me voy a despertar y no existes, lo cual te convierte indirectamente en un producto de mi locura.

El otro chico siguió mirándolo con aquellos ojos tan tristes y, tras un segundo que pareció interminable, le señaló con la cabeza los estantes expositores de una tienda de revistas cercana, que tenía a la vista la prensa diaria. Dispuesto a demostrar que todo aquello era estúpido, Baekhyun enderezó la espalda y se acercó a zancadas a la zona de periódicos, con el desconocido – ¿Chanyeol, era? – detrás de él.

—¿Puedo coger esto sin atravesarlo? —murmuró, alargando los dedos hacia uno de los diarios y sintiéndose increíblemente frustrado al respecto.

—Sí, puedes. La versión de este plano. Casi todo lo que hay en el mundo real existe por duplicado en Reminiscencia. Es… difícil de explicar, pero puedes. Nadie se dará cuenta, salvo tú y yo.

Chanyeol había abierto la boca, muy posiblemente para tratar de aclararle algo más con aquel modo horrible que tenía de dar explicaciones, pero Baekhyun suspiró y aferró el periódico, temiendo que fuera a escurrírsele entre los dedos. Como había dicho Chanyeol, sin embargo, pudo agarrarlo y lo sujetó con dedos temblorosos.

—¿Qué es lo que quieres que mire aquí? —preguntó, observando la portada—. Aquí no hay nada.

—Mira abajo a la derecha.

Cuando Baekhyun bajó los ojos hacia el lugar que le indicaba su interlocutor, vio una foto, no demasiado grande y en blanco y negro, de algo que a todas luces era el cráter en el que se había despertado hacía un rato, rodeado por el precinto policial y con el suelo a su alrededor destrozado.

“Más detalles sobre el accidente de hace tres días en la página veintitrés” rezaba un texto al pie, en negrita y cursiva. Baekhyun se sintió súbitamente débil, pero Chanyeol estaba parado a su lado, mirándolo con unos ojos enormes que seguían pareciendo preocupados, así que decidió que tenía algo importante que demostrar y, tras contar mentalmente hasta tres, abrió el periódico y buscó la página en cuestión.

Lo que se encontró fue un reportaje a doble cara, repleto de imágenes y texto, en el que se describía un accidente que había ocurrido poco tiempo atrás. Las fotografías, en blanco y negro, mostraban aquella misma calle, el mismo destrozo urbano que tenía ante sí, pero la situación era muy distinta.

En aquellas imágenes, aún no había precinto policial, y el suelo estaba sucio, plagado de escombros, metralla y lo que a todas luces parecía agua escapada de una de las tuberías rotas. En el centro de todo aquel caos, se veía el amasijo de metal ennegrecido de lo que antes había sido un camión; un camión al que Baekhyun no le había prestado atención en su momento, pero que ahora recordaba con una claridad meridiana. A su alrededor había varios coches de policía, paramédicos, gente conmocionada y curiosos, una ambulancia. Y allí, tendido en el suelo y cubierto improvisadamente por una sábana blanca, estaba lo que a todas luces era un cuerpo humano, inerte. Un cadáver inmóvil en medio de todo aquel tumulto, con una mano de dedos finos sobresaliendo por debajo de la manta blanca que habían usado para cubrirlo.

Baekhyun habría jurado reconocer esa mano, y estaba casi seguro de que era la suya propia.

Sintiendo que todo el cuerpo le temblaba, procedió a leer el texto que acompañaba el titular.

“Los detalles sobre el accidente del día quince de octubre, sucedido a alrededor de las 9:20 de la mañana del día mencionado, siguen sin aclararse. Un camión de gas, que se hallaba detenido en la acera, explosionó repentinamente, causando cinco heridos y un muerto, así como graves daños materiales en la zona colindante. Todos los heridos, ingresados en distintos hospitales de la ciudad, evolucionan favorablemente. En cuanto al único fallecido en la desgracia, Byun Baekhyun (21), la familia ha informado que el funeral se celebrará hoy con carácter privado en…”

Soltando un quejido, el chico cerró el periódico del todo. Estaba apretando las páginas tan fuerte que posiblemente estaba a punto de romper el papel, pero no le importó. Chanyeol, a su lado, le puso una mano en el hombro, pero el contacto logró ponerlo aún más histérico que reconfortarlo, porque aquella persona era la única en toda aquella calle que lo podía tocar, que podía verlo, que era consciente de que estaba allí y no en el fondo de un depósito, desaparecido del mundo para siempre.

—No estoy muerto —repitió por enésima vez, ya casi sin voz—. Todo esto es un sueño horrible, y voy a despertarme en cualquier momento.

Chanyeol negó con la cabeza, pero al menos lo soltó. Parecía aún más triste que antes.

—Lo siento. De verdad.

Baekhyun cerró los ojos, tratando de aislarse. Aquel… mundo, aquellos colores eran raros, pero eso no quería decir nada, ¿no? Él no podía estar muerto y, sin embargo, recordaba con total claridad las voces de los médicos de su sueño, dolor de la explosión deshaciéndole la piel, el frío de la camilla de la sala de autopsias, en la que los dos extraños, uno alto y uno bajo, lo habían estado observando, hablando de él.

Recordaba al chico de fuego. Uno que tenía exactamente la misma cara que aquel que tenía delante.

—Soñé contigo —dijo de pronto—. Soñé con los médicos dándome por muerto y después soñé contigo.

Chanyeol pareció cogido por sorpresa.

—¿Eh?

—Estabas… ardiendo. Te vi.

Durante un momento, Chanyeol pareció pelearse con sus palabras. Cuando finalmente habló, lo hizo en aquel tono que denotaba que estaba a punto de explicar algo que no se le daba bien del todo.

—Yo soy un Reminiscente, como tú —aclaró—. Es decir, no exactamente como tú, porque nuestros poderes, aunque no sepamos seguro cuál es el tuyo, serán distintos, pero conceptualmente es lo mismo. Los dos estamos muertos y nuestras almas han venido a parar a este plano. Y no sé por qué habrás soñado conmigo exactamente, tal vez Suho lo sepa, pero supongo que lo de haberme visto ardiendo es porque soy el Reminiscente de fuego. Algo así como piroquinético.

—¿Piroquinético? —repitió Baekhyun.

—Genero y controlo fuego. Más o menos.

—¿Y eres como yo? ¿Estás… muerto?

—Ehm… ¿Sí?

—¿Y quién es ese Suho?

—Mi líder. Tu líder, también. El líder. De los Reminiscentes —Chanyeol volvió a esbozar una sonrisa que probablemente pretendiese ser amable (a juzgar por lo enorme que era) pero a Baekhyun estaba todo empezando a darle miedo—. El realidad él quería estar presente cuando despertaras como uno de nosotros, supongo que para explicarte desde el principio algunas cosas, para localizar tu poder y ayudarte a controlarlo. Y tal vez deberíamos ir con él, porque tú has despertado y aquí estoy solamente yo. Y no sé…

Chanyeol dijo algo más, pero a aquellas alturas, Baekhyun ya no estaba escuchando. Antes de poder pararse a asimilar todo aquello ya había dado media vuelta y estaba dejando aquel cráter y aquella maldita calle atrás, con un destino muy claro en mente, sin querer, poder, pensar en nada más. No tardó mucho en escuchar pasos a su espalda.

—¿Baekhyun? —lo llamó la misma voz grave que había estado explicándole todas esas cosas sin sentido. El chico tenía que haberlo supuesto. Chanyeol, que era considerablemente más alto que él y, por tanto, tenía las piernas más largas, no tardó en alcanzarlo—. Baekhyun, espera, deberíamos volver y ver a Suho para que… ¿A dónde estás yendo?

El chico trató de no reducir el ritmo, de que no le temblara la voz.

—Nadie puede verme. Nadie me ve, y la única persona que me habla está mal de la cabeza y dice que estoy muerto.

Chanyeol ladeó la cabeza para observarlo mientras andaba con unos ojos que parecían demasiado inocentes y solamente un poco ofendidos.

—¿Disculpa? Yo estoy perfectamente cuerdo y tú estás completamente muerto. O más o menos muerto, en todo caso —el chico se mordió el labio e hizo una pausa—. No es por ser ofensivo ni nada por el estilo.

—Le estás diciendo a alguien que está muerto, por el amor de dios. Claro que estás siendo ofensivo.

—Lo siento —Chanyeol bajó el tono de voz un tanto, pero en ningún momento dejó de caminar a su lado. Tras un momento, volvió a hablar—. ¿A dónde vamos?

—Tú no lo sé; yo, a mi casa.

Su interlocutor separó los labios y murmuró un “ah”. Un segundo después, debió de darse cuenta de lo que aquello implicaba, porque aceleró hasta ponerse delante de él y le cortó el paso, gesticulando con las manos y negando con la cabeza con tanto énfasis que Baekhyun estuvo a punto de detenerse en seco a mirarlo en vez de esquivarlo. Casi.

—No, no, no puedes hacer eso. Eso no puede ser bueno para nadie; es una idea horrible —dijo al mismo tiempo que el chico pasaba por su lado. Baekhyun miró atrás, sólo un momento, pero no se detuvo.

—Según el periódico, el accidente fue hace tres días. Si no he vuelto a casa en todo ese tiempo, si he estado en shock o algo así y me han dado por muerto o desaparecido, mi familia estará preocupada. Tengo que verlos. Ese artículo decía que mi funeral ha sido hoy.

Los pasos de Chanyeol volvieron a sonar detrás de él, pero el otro chico no volvió a correr para alcanzarlo ni intentó detenerlo de nuevo.

—Tal vez todo esto sea necesario —susurró, y parecía triste. No dijo nada más durante el resto del camino.

Baekhyun no vivía muy lejos de aquella avenida, en un edificio de apartamentos como otro cualquiera, en una calle como todas las demás y que, sin embargo, él siempre había considerado como distinta a las otras, como algo suyo. Cuando la cruzó, acelerando cada vez más el paso conforme se acercaba a su edificio, asustado y nervioso, la zona se le hizo al mismo tiempo muy familiar y muy extraña. Reconocía cada tienda, cada poste de la luz, cada grieta en la acera, pero los tonos mates que ya eran algo común desde que se había despertado lo invadían todo como una especie de filtro, difuminando las esquinas en gris, cambiando su entorno.

Era como si su calle ya no fuera su calle; como si su portal, que, como siempre, estaba abierto de par en par, no fuera el mismo de siempre, sino una especie de calco, una copia hecha a carboncillo del original que se parecía, pero no era lo mismo. No del todo.

La sensación era alarmante. Una de las cosas más terribles que había sentido nunca.

—No me sigas —murmuró de repente, sintiéndose más y más histérico y girándose hacia Chanyeol, que parecía más que dispuesto a entrar a su edificio tras él. El otro chico estaba ahí parado, con sus vaqueros y su sudadera roja y gris, y aquella pincelada de carmesí era lo único que parecía tener color en todo aquel mundo monocromático—. Es mi familia y no te conozco, no me sigas. Por favor.

Chanyeol pareció dudar, pero finalmente se quedó donde estaba y observó a Baekhyun entrar en el portal y subir las escaleras de tres en tres, demasiado alterado como para esperar al ascensor. Cuando llegó al tercer piso, en el que estaba su apartamento, estaba tan agotado que apenas le quedaba aire – ¿por qué podía respirar si estaba muerto, de todas formas? No podía ser - Sin saber muy bien qué hacía, alargó la mano e hizo sonar el timbre, presionando el botón blanco con el dedo hasta que el descansillo quedó inundado del sonido estridente y desagradable que indicaba que alguien estaba llamando.

Podía ver una tenue rendija de luz, colándose desde el interior de la casa y casi resplandeciendo en la oscuridad del descansillo, pero aún así nadie acudió a abrirle la puerta.

—Maldita sea —Baekhyun llamó otra vez, tratando de no entrar en pánico, y fue en el momento en el que nadie respondió por segunda vez consecutiva cuando recordó que, al salir hacia la universidad se había guardado, como siempre, las llaves de casa en el bolsillo—. Mierda, mierda,  soy un imbécil.

Las llaves estaban donde siempre – en el bolsillo trasero de su pantalón – y, aún así, el chico tardó unos segundos en rescatarlas y casi un minuto más en insertarlas, con dedos temblorosos, en la cerradura. La puerta se abrió como siempre, con un leve chirrido (Baekhyun creyó notar algo raro, pero no tenía tiempo para pensarlo) y tan pronto como vio el camino libre, estaba dentro, cruzando el recibidor y el pasillo hacia el salón, gritando al límite de sus pulmones.

—¿Mamá? ¡Mamá! Soy Baekhyun, ¡estoy en casa!

Había algo, un sonido ahogado, que salía desde el comedor, y Baekhyun abrió la puerta sin pensar. Había estado casi corriendo, pero, cuando entró al salón, se detuvo en seco.

Absolutamente todo estaba lleno de flores. Flores en el suelo, flores en cubos sobre la mesa, flores sobre las sillas y sobre la mesita del televisor. De algún modo, eran parecidas a las que había habido en el lugar de la explosión: envueltas en papel (supuestamente) vistoso y con tarjetas de cartón entre los pétalos.

Baekhyun ya se habría sentido lo suficientemente extrañado por todo aquello si no fuera porque en el centro de aquella especie de círculo floral había dos figuras, una más menuda, la otra inclinada sobre uno de los múltiples ramos, aferrándolo con manos temblorosas. Las dos le eran dolorosamente familiares. Las dos vestían de negro.

—No puedo más —decía la que sostenía el ramo, y Baekhyun se acercó más—. No dejan de enviarlos, uno detrás de otro, y yo no los quiero. Creen que es bonito, creen que es un símbolo, pero yo no puedo más. Necesito que paren, o me voy a volver loca. Que paren. Ya.

Baekhyun se quedó parado, extendió el brazo. La mujer ante él tenía los ojos rojos, lloraba. No lo había visto. Seguía sin verlo, delante de ella, allí.

—¿Mamá? —murmuró. Sus dedos rozaron el lugar donde estaba su antebrazo, lo atravesaron limpiamente—. Estoy aquí. ¿Mamá?

La mujer apretó el ramo de flores con más fuerza, y fue la persona que estaba junto a ella quien la abrazó, quien la sostuvo en sus brazos a pesar de ser más menuda que ella. Baekhyun soltó un quejido, porque no veía a aquella segunda mujer desde hace meses. Su abuela vivía en el campo, y sólo viajaba a la ciudad para cosas importantes. O muy graves. Y nunca, nunca, estaba triste. No así, como si fuera a llorar.

—Tranquilízate —estaba susurrando—. No puedes culpar a nadie por tener buenas intenciones. Ninguno de ellos sabe lo que es tener que enterrar a un hijo tan joven. Tranquilízate, ¿de acuerdo? Estoy aquí contigo.

—Es sólo que acabamos de llegar de su funeral y… No puedo, no puedo.

Su madre pasó de llorar a sollozar, refugiada en los brazos de su abuela como una niña pequeña, y Baekhyun no supo qué hacer porque jamás, nunca en su vida, la había visto así. Le hubiera gustado abrazarla, decirle que estaba allí, pero nadie podía verlo, ni oírlo, ni sentirlo. De nuevo, era como si no estuviese en ninguna parte.

Y su madre estaba hablando de su funeral.

Como si, tal y como le había dicho Chanyeol, hubiese muerto.

—Mamá —una nueva voz sonó por encima de los sollozos, y otra persona conocida se asomó desde el pasillo, con el teléfono inalámbrico que solían tener en la cocina en la mano. Baekhyun no pudo evitar el “hyung” estrangulado que salió de entre sus labios pero, como todos los demás, su hermano no dio muestra alguna de haberlo escuchado—. Están llamando por teléfono. Quieren darnos el pésame; preguntan por ti.

Su madre levantó la cabeza apenas el tiempo suficiente como para hacer un gesto negativo con la mano, y su hermano asintió y cruzó el salón, llevándose el auricular a la oreja y saliendo al recibidor.

—¿Hola? Sí, lo siento; no quiere ponerse al teléfono ahora mismo, ya sabes. Ha sido… Supongo que yo tengo que ser fuerte por todos, pero ha sido terrible. Aún no me lo creo; me despierto por la mañana y pienso que no es verdad, pero… —su hermano suspiró, pálido y mordiéndose el labio y, tras una mirada fugaz en dirección al salón, abrió la puerta de salida y salió fuera, al descansillo. Baekhyun lo siguió antes de que cerrara, sintiendo auténticas náuseas, un nudo en el estómago que lo hacía querer vomitar una comida que ni siquiera había tomado—. Sí, sí, supongo que lo has visto en las noticias. Fue una explosión, hace tres días. Sí. Un accidente. La onda expansiva le pilló de lleno, lo golpeó de cara. Fue… —una pausa—. Tuvimos que…  Fui yo quien fue a reconocer el cadáver al depósito y hubo que… Terminamos recurriendo al perfil dental, ¿sabes? La explosión había sido tan fuerte que le había dejado el rostro irreconocible.

Baekhyun sintió que todo el cuerpo le temblaba y, de repente, fue incapaz de escuchar más. Dando media vuelta, se lanzó escaleras abajo, tan deprisa que creyó que perdería el equilibrio antes de salir al exterior. Había creído que se sentiría mejor una vez fuera, pero el aire parecía oprimirlo, aplastarlo contra el asfalto gris. Y luego, estaba Chanyeol, parado cerca de donde lo había dejado, observándolo con aquella expresión tan triste.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —preguntó, aunque obviamente ya conocía la respuesta a ambas preguntas.

Ya casi había anochecido, y Baekhyun ya no podía aguantar más, más de aquello ni de nada, así que se apartó para que el otro chico no lo tocara cuando se acercó.

—Déjame —murmuró—. Por favor, déjame. Tengo que…

Después, había girado sobre sus talones y estaba corriendo con todas sus fuerzas, sin saber a dónde iba, sólo seguro de que necesitaba marcharse lejos.

—Espera. ¡Vuelve aquí! —oyó la voz de Chanyeol a lo lejos—. ¡No puedes marcharte solo por ahí sin saber cómo defenderte! ¡Baekhyun! ¡Este mundo es peligroso! ¡Baekhyun!

El otro chico podía ser más alto y tener las piernas más largas, pero Baekhyun había crecido en aquella zona, y sabía cómo dar esquinazo a alguien si quería. Así que corrió más, más deprisa y sin mirar atrás, abandonando las avenidas más amplias y adentrándose a través de callejones desiertos, hasta que la voz se Chanyeol se disolvió en las sombras y cayó del todo la noche.

Finalmente, y cuando se detuvo, sin aliento, incluso él mismo había perdido la noción de dónde estaba. Las casas a su alrededor parecían más viejas, más sucias, y el pavimento estaba más descuidado, como si nadie se hubiese preocupado por arreglarlo cada vez que surgiera una nueva grieta. Ante él estaban los restos de un parque infantil que probablemente ya no usase nadie y, suspirando, el chico se sentó con suavidad sobre uno de los columpios, que chirrió con fuerza bajo su peso.

—¿Qué está pasando? —murmuró—. ¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué a mí?

A su alrededor, ya había caído la noche, y el mundo había dejado de ser marrón y gris y se había sumido en sombras. Lo único que parecía resaltar sobre la oscuridad era el cielo sobre su cabeza y, cuando alzó los ojos para mirarlo, inicialmente con más desgana que curiosidad, no pudo evitar parpadear y abrir la boca, olvidando todos sus problemas por un instante.

Más allá del parque, de los edificios y de la ciudad, y abarcando todo el firmamento, había un remolino hecho de luz, como una espiral enorme formada de polvo de estrellas, blanca contra la negrura circundante. Si Baekhyun entornaba los ojos, si la observaba fijamente, casi podía verla girar sobre sí misma, dejando un tenue rastro brillante a su paso. Aquello no había estado allí antes del accidente, pero algo en el interior de Baekhyun pareció reaccionar, identificando aquella inmensa rueda luminosa como algo familiar.

Eso, en vez de reconfortarlo, casi le dio más miedo. Él no quería tener nada que ver con aquel mundo.

“¿Qué voy a hacer? No puedo volver a casa, ¿verdad?”

El chico había cerrado los ojos, tratando de pensar, cuando oyó el primer ruido. Al principio, creyó que había sido su imaginación jugándole una mala pasada, pero en menos de un segundo estaba allí otra vez – el mismo sonido, como el roce de algo duro contra el suelo de arena que rodeaba a los columpios. Pisadas, tal vez, como las del perro que había tenido de pequeño cuando lo sacaban a pasear al parque. Y luego una especie de gruñido, casi inaudible.

—¿Quién anda ahí? —exclamó Baekhyun por puro instinto, levantándose de un salto del columpio y mirando en derredor. Suponía que aquello era estúpido (ponerse tan alerta por algo que probablemente no fuera más que un hombre paseando a su perro, o que alguna clase de animal salvaje que no pudiera verlo de todas formas), pero el corazón se le había acelerado de modo involuntario, y podía sentir el fuego de la adrenalina en sus venas. Se sentía listo para correr y no sabía muy bien de qué quería huir, porque a su alrededor solamente había sombras.

Comenzó a entenderlo un segundo después, cuando aquellas sombras empezaron a tomar cuerpo.

Lo primero que vio Baekhyun fueron los ojos: varios pares, de un rojo demasiado oscuro como para pertenecer a cualquier animal que él pudiera conocer. Lo observaban desde la oscuridad, con un brillo de inteligencia que era prácticamente humano, exactamente como miraría un depredador a una presa asustada.

—¿Qué…? —Baekhyun retrocedió un paso y tropezó con el columpio a su espalda, teniendo que aferrarse a una de las cadenas que mantenían el asiento suspendido en su sitio para no perder el equilibrio. Delante de él, un par de ojos rojos se entornó y, al momento siguiente, la oscuridad parecía condensarse a su alrededor y algo, algo vivo, salía a la luz.

Si hubiera tenido que definirlo, Baekhyun habría dicho que parecía un gato. Una especie de gato enorme, de pelo hecho de tinieblas y que, aún a cuatro patas, le llegaba a la altura de la cintura.

Todo lo que destacaba en su rostro eran aquellos ojos, como carbones rojos, y dos filas de dientes blancos, retorcidos y montados los unos en los otros, y tan anormalmente grandes como las garras que sobresalían de sus patas delanteras y traseras, tan grotescas como las de una fiera directamente sacada de una película de terror.

—No… —comenzó a decir el chico, desenredándose del columpio y tratando de retroceder. Sobresaltado, ahogó un grito, cuando, al girarse para correr, vio a otra de aquellas criaturas materializarse en el punto que antes había estado a su espalda. Y no era el único, porque aquellas cosas estaban por todas partes, rodeándolo.

Por primera vez desde que se había marchado, recordó a Chanyeol corriendo tras él, avisándole de que aquel mundo era peligroso. No estaba seguro de qué podía llegar a pasarle a alguien como él, si según su interlocutor, se suponía que estaba ya muerto, pero tenía la impresión de que había algo que el otro chico no había terminado de explicarle, o que más bien él había pasado por alto.

Alguna vez, cuando su vida todavía había sido normal, se había planteado cómo moriría. En su casa, ya anciano, y rodeado de sus nietos – o, como plan B, de un montón de gatos – había sido su opción preferida. Jamás había pensado en explosiones de camiones de gas, ni mucho menos en leones mutantes asesinos.

Por su propio bien, esperaba que todo aquello fuera un sueño muy largo y que de un momento a otro fuera a despertar en su cama. Prometía no quejarse del horario de la universidad nunca más.

—Tranquilo, no te matarán. Su amo sólo los ha enviado a hacer un reconocimiento. No tienen orden de atacarte.

La voz sonó cerca de él, en algún punto a su izquierda y, cuando Baekhyun se giró, vio al que parecía un chico de su misma edad, igual de alto que él, observándolo con una ceja alzada y las manos en los bolsillos. Iba vestido de negro, de la cabeza a los pies, y tenía una sonrisa un tanto desdeñosa en los labios, pero lo estaba mirando directamente, lo cual al menos quería decir que podía verlo, y aquello bastó para que se decidiese a hablar.

—¿Quién eres? ¿Eres como yo, también estás muerto?

El otro chico echó la cabeza hacia atrás y entornó los ojos.

—¿Esa es tu manera de tratar un tema tan delicado como la muerte? Menudo maleducado —se burló, aunque no tardó mucho en responder con una sonrisa—. Verás, a decir verdad sí que estoy muerto, pero me temo que no soy como tú. Soy una versión optimizada, mucho mejor. Por mucho que mi líder se dedique a comportarse como el insufrible pedante que es y solamente me ordene hacer reconocimientos inútiles.

Baekhyun no supo muy bien qué contestar. Recordaba que Chanyeol había mencionado un nombre, el del jefe de todos aquellos Reminiscentes.

—¿Un líder? —repitió—. ¿Suho?

El otro chico lo miró como si aquello lo sorprendiera, pero no tardó en volver a sonreír.

—¿Tan deprisa han hablado ellos contigo? ¿No se suponía que acababas de materializarte en Reminiscencia? ¿Por qué te han dejado solo, entonces? —murmuró, casi como si hablara consigo mismo. Luego, alzó el rostro hacia él, riéndose entre dientes—. Suho es el líder de los Reminiscentes, el jefe supremo del Equipo de los Buenos —le explicó—. Todo un ángel, sí, todo un encanto. Pero, desgraciadamente para ti, yo juego en el bando contrario.

Baekhyun murmuró un “¿eh?”, pero el otro chico no le dejó hacer nada más. Soltando una especie de bufido desdeñoso, chasqueó los dedos. Y, en menos de un segundo, sus manos parecían haberse cubierto de electricidad, el cielo se había abierto y Baekhyun reaccionó y logró saltar hacia atrás justo a tiempo para lograr evitar por los pelos el fogonazo de un rayo que calcinó la arena a sus pies, en el punto donde había estado medio segundo antes.

—¿Qué…? —susurró, sintiéndose caer de culo al suelo, pero demasiado asustado como para moverse o decir nada más. Los gatos de sombra seguían allí, formando una especie de corrillo a su alrededor, pero Baekhyun ni siquiera se entretuvo a mirarlos, porque estaba seguro de que era aquella persona quien había creado el rayo que acababa de caerle encima, y no sabía cómo había pasado, ni por qué. Recordaba a Chanyeol hablando de controlar las llamas—. ¿Qué eres? ¿Qué sois?

Su interlocutor se rió, y Baekhyun apenas tuvo tiempo de parpadear antes de tenerlo a su espalda, agarrándolo por el pelo y obligándolo a levantarse y echar la cabeza hacia atrás. Ni siquiera sabía cómo había hecho para moverse tan deprisa.

—La cuestión no es lo que yo sea —le susurró al oído—. Sino lo que eres . Para ser un Reminiscente tan especial como dicen dejas bastante que desear, ¿no? Podría matarte, ¿sabes? Con estas manos, sin más; matarte por segunda vez y hacerte desaparecer de los dos mundos para siempre. ¿Tienes alguna idea de cuánta energía eléctrica soy capaz de generar?

Baekhyun tomó aire, cerró los ojos.

—Supongo que mucha —replicó, rezando para que lo que iba a hacer le saliese bien y golpeando a ciegas con el codo hacia atrás. Su hueso impactó contra carne blanda y su captor dejó escapar una exclamación ahogada y lo soltó.

—Vaya. Eres terrible —se burló, sin embargo. Baekhyun había tratado de retroceder, pero se había encontrado con uno de los gatos de sombra, que le gruñó, cerrándole el camino—. Aunque supongo que nadie quiere morir. Es comprensible que pelees, aunque no sepas.

El chico volvió a alzar la mano, y Baekhyun empezó a valorar si prefería aquello o a los animales que tenía a la espalda, porque creía estar empezando a ver chispas azules recorriéndole los dedos, cuando una nueva voz intervino. Y Baekhyun no supo qué sentir, porque era una voz que conocía él.

—Jongdae, basta ya.

Baekhyun giró la cabeza justo a tiempo para ver a Chanyeol, todavía con sus vaqueros y su sudadera roja y gris, detenido en el borde del parque infantil. Parecía el mismo chico de antes, igual a como había sido cuando le había hablado por primera vez junto al lugar del accidente, pero estaba serio en vez de incómodo y triste, y los gatos de sombra le estaban gruñendo como si estuvieran a punto de saltarle encima, pero lo habían dejado pasar. El chico de rayo, no obstante, no pareció en absoluto impresionado por su aparición estelar. 

—No es Jongdae —lo corrigió—. Es Chen. Métetelo en esa cabeza gigante que tienes.

Chanyeol suspiró.

—Chen, vale. ¿Vas a parar ahora?

—¿Por qué? —preguntó el otro chico, y había chispas en su rostro, su pelo, pequeñas centellas azules y blancas que le revolvían el flequillo y se le hundían en la piel—. ¿Suho te mandó traerle al chico y se te ha escapado? No es mi culpa; yo sólo estaba jugando un poco con él.

Chanyeol avanzó un par de pasos hasta colocarse al lado de Baekhyun, que lo miró sin saber muy bien qué decir. Cerró los ojos un momento, extendió la mano, y cuando los abrió, sus dedos estaban envueltos en llamas. Baekhyun observó el fuego con la boca abierta. Podía sentir el calor; al igual que los rayos de antes, aquello era real.

—No creo que a tu líder le haga mucha gracia que intentes asesinar al Reminiscente al que te ha ordenado espiar.

Había un cierto brillo receloso en los ojos de Chen cuando ladeó la cabeza para observar las llamas, pero su tono de voz fue perfectamente tranquilo cuando habló.

—¿Y cómo sabes que no me ha enviado a matarlo?

—No creo que lo hiciera. ¿No se supone que hay mucho en juego?

—No lo sé —Chen sonrió de nuevo, y Baekhyun ahogó una exclamación, una especie de aviso para Chanyeol, porque lo estaba viendo flexionar los músculos, prepararse para moverse—. Yo no entendería su modo de pensar tan bien como tú. Después de todo, Yeol, yo nunca he sido su mejor amigo.

Baekhyun volvió a gritar, Chanyeol exclamó algo y lo siguiente pasó en un abrir y cerrar de ojos. Antes de que nadie pudiera verlo, Chen se había movido hacia delante, tan rápido que dejó el tiempo justo a Chanyeol para interceptar el puñetazo que había intentado propinarle. Cuando sus brazos chocaron, se desató una onda de chispas y llamas, tan grandes que Baekhyun retrocedió, asustado, temiendo que su ropa fuera a empezar a arder de un momento a otro. Chen, sin embargo, se rió.

—El fuego —se burló—. Llevas tres años aquí y ni siquiera sabes cómo controlarlo.

Chanyeol estaba muy quieto.

—No me obligues a luchar ahora —dijo—. Por favor.

Chen permaneció donde estaba durante unos segundos, con el ceño fruncido y el antebrazo todavía presionado contra el de Chanyeol en el punto en el que el otro chico le había bloqueado el golpe pero, finalmente, le lanzó un rápido vistazo a Baekhyun, se apartó y se encogió de hombros. No tardó mucho en volver a meterse las manos en los bolsillos, y las chispas azules dejaron de recorrerle la piel.

—Está bien —cedió—. Quédate al chico. Yo ya he visto lo que tenía que ver aquí —apoyando el peso del cuerpo sobre un pie, dobló la rodilla derecha con cuidado, observando con aire crítico una quemadura que tenía en el pantalón y la piel enrojecida que había debajo—. Se supone que esto era sólo una misión rutinaria, ¿sabes? Ten más cuidado la próxima vez; estos eran mis vaqueros favoritos.

Chanyeol parpadeó, genuinamente cogido por sorpresa.

—¿Lo siento? —dijo, y Chen se rió.

—En ocasiones creo que aún te guardo un cierto cariño, aunque en el fondo os odie a todos —declaró. Girando sobre sus talones, paseó la mirada sobre las criaturas de sombra, que todavía estaban formando un corro a su alrededor—. ¿Nos vamos, gatitos? Probablemente el líder quiera su informe de situación.

Baekhyun había esperado que los monstruos le saltaran encima, o que, al menos, le gruñeran, pero todos ellos volvieron a fusionarse con las sombras en cuanto el chico dio la orden, y lo siguieron cuando se marchó, tan velozmente como había llegado. Hacía unos minutos, todo aquello había sido una batalla campal, y, de repente, no quedaba nada y todo volvía a estar sumido en el más absoluto de los silencios, con la espiral de luz brillando en el cielo, sobre Chanyeol y él.

—Debo de estar soñando —susurró, tratando de tomar aire y de andar. Su cuerpo, después de lo que había sucedido, parecía estar entumecido, porque no respondió bien, y el chico se encontró volviendo a aferrarse a la cadena del columpio para tenerse en pie, para no caer, débil y desorientado, al suelo.

Chanyeol, que seguía a su lado, lo miró con los ojos muy abiertos y se inclinó hacia él.

—¿Estás bien? —preguntó, y Baekhyun soltó una carcajada que se pareció sospechosamente a un sollozo.

—Me he despertado en algún momento de esta tarde y de repente parece que estoy muerto —replicó—. He visto la foto de mi cadáver en un periódico, he visto a mi familia llorar y, cuando he salido corriendo de mi casa porque nadie podía verme, ha aparecido un demente con superpoderes y ha intentado matarme. ¿Cómo demonios quieres que esté bien después de eso?

Chanyeol no respondió, pero le apoyó una mano en el hombro. Desde donde estaba, el brillo tenue de la espiral luminosa del cielo le golpeaba directamente en la cara y así, cuando lo miró, prácticamente pareció humano, y no la criatura que había sido antes, con la expresión resuelta y la mano en llamas. Baekhyun se preguntó qué era, cómo había llegado allí, por qué, de entre todos los lugares, estaba allí él.

—Todo esto está pasando, ¿verdad? —susurró, y Chanyeol aumentó la presión de los dedos sobre su hombro y le sonrió. Fue lo primero en toda la tarde que a Baekhyun le pareció medianamente real.

—Eso me temó sí —declaró—. Bienvenido a Reminiscencia.

Notas finales:

So... Aquí está, el primer capítulo de Reminiscencia :D

En verdad es bastante introductorio, así que no tengo mucho que decir, salvo el hecho de que aquí hay mucho world building que hacer, así que tened paciencia, que la historia se irá poniendo interesante en un par de capítulos :3

Oh, y en el siguiente capítulo aparecen nuevos personajes, así que están atentos :D

De momento, y como siempre, os dejo por aquí mi ask para fics http://ask.fm/Rust_and_stardust por si tenéis alguna duda o queréis preguntar alguna cosa.

Y eso, si os va gustando, por favor comentad y decidme qué os parece :D Os lo agradecería con mucho amor.

Nos vemos en el siguiente capítulo :D

Read & Review!! :D


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