Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¿Quién teme al lobo feroz? por KyoYuy

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

LayHay, Lay x Luhan

Basado en dos historias que adoro, Caperucita Roja y La bella y la bestia. Lo escribí para mi hermana, joker_coker por el AI de EXOPlanetSpain.

Era de noche, la primera nevada de aquel invierno comenzaba a caer cubriendo lentamente los picos de las montañas y el frío era más que perceptible fuera de las casas. Los niños del orfanato del pueblo que se escondía tras el bosque observaban embelesados la caída de los copos en el suelo, empañando con sus respiraciones agitadas los cristales. El cielo se alzaba iluminado por una luna llena parcialmente escondida tras altas copas de los pinos en aquella noche. Los jóvenes niños y niñas sonreían y reían emocionados. La caída de la nieve no era algo extraño en sus duros inviernos de alta montaña, pero como cada año en esa estación, los muchachos adoraban verlo.

Un sonido rompió su armonía, un aullido se alargó como un alarido rompiendo la armonía tan tierna de aquel momento. Los pequeños contuvieron su aliento temblando y se apartaron corriendo de las ventanas. Todos sabían que aquel aullido correspondía al ser al que los ancianos llamaban Lobo Feroz. Los niños, escondidos bajo las mantas de sus camas, temblaban escuchando el segundo aullido y el mayor de ellos, un muchacho llamado Tao, asomó uno de sus ojos rasgados y ojerosos a la inmensidad del cuarto y murmuró.

—Es el Lobo Feroz, las noches de luna llena, cuando caen las primeras nevadas, aparece en el bosque en busca de presas.

El resto de niños temblaron en sus camas y esperaron pacientes a que Tao continuase con su explicación.

—Dicen de él—prosiguió el niño—, que tiene enormes colmillos de los que todavía cuelgan trozos de sus antiguas víctimas; sus ojos son rojos y cuando te mira con ellos sientes que roban tu alma, su pelaje es más duro que cualquier armadura, las garras en sus patas más afiladas que cualquier cuchillo y su estatura más elevada que los carros de los cuales tiran nuestras mulas. Le llaman Lobo Feroz, porque es tan cruel como despiadado, y si te atrapa, acabará contigo.

Un nuevo aullido sonó en el ambiente mientras que el viento agitaba las contras de madera en la ventana de aquel cuarto. Los niños chillaron y se escondieron bajo las ropas de sus capas, incluso el pequeño que había contado la historia.  El sonido de las bisagras al abrir la puerta del cuarto puso en alerta a los pequeños, que asomaron sus cabecitas con mucho cuidado por entre la ropa de cama que les cubría y contemplaron como su maestro entraba en la habitación.

No era una gran persona, era un hombre de edad media y estatura normal, todavía bastante joven como para ser el encargado de tantos pequeños revoltosos. Tenía los ojos redondos y brillantes, de sonrisa amable y cabello color paja, con algunas canas. Manos de dedos largos y delgados, espalda ancha y piel blanca como la nieve. Todos los niños adoraban a su maestro, el cual consideraban como un padre y confidente,  así que en cuanto se aseguraron de que era él quien entraba, se lanzaron corriendo a sus brazos a esconderse.

El maestro sonrío con la dulzura tan propia que le caracterizaba y revolvió sus cabellos con delicadeza, sus jóvenes pupilos le devolvieron la misma sonrisa tierna y se separaron de su abrazo para dejarle paso hasta la ventana. El hombre caminó hasta allí, abrió la venta y enganchó los trozos de madera que hacían ruido al golpear contra el cristal. Tras él los pequeños habían regresado a sus camas y se acurrucaban entre sus calientes sábanas.

—¡Gege!—exclamó Tao subiéndose a su cama en último lugar—. ¿Has escuchado al Lobo Feroz?—le preguntó el pequeño.

Su maestro le devolvió una sonrisa sentándose en el sofá que descansaba justo al lado de la cama.

—He escuchado el aullido de un lobo—le respondió sin levantar la voz.

—¡Sí!—insistió el jovencito—. El aullido del Lobo Feroz. El monstruo sin alma que se alimenta de inocentes.

El tutor se llevó la mano a la boca para esconder su sonrisa traviesa y pícara antes aquella afirmación del niño.

—No existe tal cosa, Tao—le respondió con el mismo tono—.  Los lobos no son seres tan crueles como creemos, es más no se diferencian tanto de nosotros.

—¿A qué te refieres, hyung?—preguntó otro de los niños, uno de cara redonda y ojos grandes.

El muchacho más anciano de aquel lugar dirigió una mirada pausada a todos los niños y luego tomó aire.

—Los lobos son animales sociables, viven en manada y sólo cazan por necesidad. Es decir, tan sólo para alimentarse. Normalmente no suelen atacar a personas, además cuando un lobo encuentra pareja, lo hace para toda la vida.

Los niños exclamaron sorprendidos ante aquella información.

—Eso es mentira—insistió otro niño, uno de orejas grandes y mirada traviesa que se acostaba en la cama más cercana a la puerta—. El Lobo Feroz, es un monstruo sanguinario, todo el mundo lo sabe.

El sabio profesor dirigió su mirada al chiquillo y luego se acomodó en el sofá, parecía que se disponía a contar una de sus famosas historias. Los niños cogieron sus mantas y se las pasaron por la espalda convirtiendo los pies de sus camas en sus cabezales, para poder ver mejor a su maestro.

El tutor aclaró su garganta y comenzó a hablar.

—Fue hace mucho tiempo, cuando ninguno de vosotros había nacido, cuando yo todavía era casi un niño y creía en las mismas leyendas que vosotros. Fue entonces cuando pude ver con mis propios ojos a aquel a quien vosotros llamáis Lobo feroz.

***

Luhan era un chico inquieto y con la sonrisa atascada en su rostro que parecía haberse quedado en la niñez. Tenía los ojos redondos y grandes, brillantes y llenos de impaciencia. Llevaba el pelo algo largo de color castaño paja, claro y brillante. Siempre estaba enredado y despeinado pero aun así no le daba un aspecto desaliñado, sino más travieso de lo que ya era de por sí. Siempre se estaba metiendo en líos sin dar pausa entre unos y otros. Su abuela, el único miembro de su familia que le quedaba, no ganaba para disgustos. Ella siempre le repetía que tuviese cuidado, que allá fuera, en el bosque había demasiados peligros. Pero Luhan nunca la escuchaba, o mejor dicho, siempre lo hacía y por eso mismo, por correr peligros acababa saltándose siempre las órdenes de la anciana.

Los padres de Luhan habían muerto asesinados por la bestia que se escondía en el bosque. Un ser rodeado de leyendas. Los niños habían crecido con aquellas historias, escuchando hablar del enorme monstruo de dentadura únicamente de colmillos, ojos fieros y brillantes capaces de atravesar la oscuridad en busca de su presa, con zarpas como cuchillos y el alma sedienta de sangre. Todos los muchachos temían al Lobo Feroz, e incluso los expertos cazadores tan sólo se adentraban en el bosque los días de batida. Pero Luhan no era como ellos, él estaba cansado de vivir siempre igual y su corazón, ansioso de aventura, desoía los consejos y las advertencias y le impulsaba a adentrarse en el bosque.

Se sabía la historia de la muerte de sus padres, de mil y una manera diferentes. La primera vez que la había escuchado se trataba de una trágica novela en la cual sus padres escapando de un amor que nadie veía bien habían intentado cruzar el bosque en donde la bestia les había devorado. En otro, su padre, que tenía fama de cabeza loca, había arrastrado a su madre por el camino del bosque con el mismo resultado. También, en alguna otra ocasión había escuchado que su madre se veía con aquel ser de manera amistosa y que aquello había atraído aquel fatal resultado.

Luhan no prestaba atención a esas historias, y muy en el fondo de él, ni siquiera creía en ese ser. En algunas ocasiones, el muchacho de cara dulce, se descubría a sí mismo pensando en todas las mentiras que le habían dicho y preguntándose si la muerte de sus padres había sido realmente un accidente provocado por un animal.

Aquel día Luhan se había levantado con ganas de ir al bosque. Lo llevaba planeando durante semanas. La época de nieves se acercaba, habían caído algunos copos durante aquellos últimos días pero aún no habían recibido la gran nevada del invierno. El joven había estado investigando unas huellas dentro del bosque y no quería perder el rastro con la caída de la nieve. Así que se había levantado temprano y se había preparado, antes de que su abuela se diese cuenta, todo lo necesario para poder moverse por el bosque.

El muchacho sabía que aquel día el grupo de cazadores había organizado una partida. Él no había sido el único en ver aquellas huellas y, si no se daba prisa, lo más probable fuera que aquel pobre animal tuviese que pagar la ignorancia de sus vecinos con su muerte.

Luhan leía demasiado, era algo que todo el mundo comentaba, y en aquella clase de pueblos, perdidos en medio de la nada, escondidos por inmensos bosques; leer demasiado era equivalente a ser una especie de loco. Su abuela siempre le decía que aquel no era su lugar, pero que una persona como él, estaba mucho más seguro ahí, lejos de las personas de la ciudad las cuales le harían daño. Pero el jovencillo de cabello de paja soñaba con poder atravesar el bosque algún día y convertirse en alguien importante al otro lado de ese mundo que todavía creía en cuentos de hadas y monstruos.

Luhan se escondió tras unos arbustos, observando a los cazadores. Jongin estaba en cabeza. Era un chico alto y fuerte, de brazos musculosos y piel morena y curtida. Tenía el pelo largo sujetado en una coleta en la nuca, la mirada aburrida y los labios grandes y cuarteados. Él y Luhan no se llevaban bien, cada vez que Jongin se cruzaba por delante de él algo dentro de Luhan se erizaba y se crispaba, como si el muchacho moreno desprendiese algo que realmente le irritase. El joven soñador pensaba que se trataba de su oficio, pues Jongin era el capitán de partida de los cazadores, y por ende en su negocio se encargaba de matar animales, algo que el corazón tierno de Luhan no soportaba.

Jongin observaba el lugar como un águila localizaría a su presa desde el cielo, de manera astuta y analística. Jongin era un ser cruel y despiadado, pero también era fulminante e increíble en su trabajo. Las muchachas del pueblo se lo rifaban y suspiraban por sus huesos. Guapo, sagaz, atractivo, de buena familia y buen puesto. Sin duda era el marido ideal para cualquiera de ellas. Pero no sólo las chicas lo querían tener a su lado, también los hombres peleaban por ganar su atención. Ser amigo de Jongin significa ser alguien. Pero Luhan pasaba de todo aquello, él era feliz escondido entre sus libros, perdido en sus sueños de viajar lejos y descubriendo rarezas escondiéndose en el bosque.

Luhan sabía que Jongin podría descubrir sus huellas pronto, no las de él mismo, sino las que él había estado estudiando todos aquellos días atrás. Se escondió mejor entre los matorrales y aprovechando la espesura el lugar corrió con agilidad entre las ramas y hierbajos otorgándose una ventaja considerable ante sus competidores cazadores. Estaba más que seguro de que Jongin no tardaría mucho en dar con el rastro así que tenía que darse mucha más prisa de la que había pensando en un principio y alcanzar el nido antes que el cazador.

La nieve comenzaba a caer cada vez con más fuerza y estaba seguro de que aquella noche sería la noche de la que hablaban las leyendas. Luhan recordó en su mente las canciones infantiles que contaban la leyenda del lobo feroz.

Se esconde en las montañas

En las noches más nevadas

Con la luna llena brillando

Se estremece su llanto.

Se camufla entre las mantas

Te intenta engañar

Si no te das cuenta

Tardarás en gritar.

¿Qué ojos tan grandes?

No puedes mirar

¿Qué dientes tan afilados?

Te desgarrará.

La primera nevada

Comienza a caer

La luna está llena

Empieza a correr.

Luhan no creía en aquellos cuentos de viejas y canciones de guardería. Pero en aquel momento, con las nubes cubriendo el cielo y la nieve comenzando a caer tragó saliva auto-convenciéndose de que nada de aquello era real. Y lo hubiese seguido creyendo de no ser por las enormes huellas que se encontró justo delante de él.

Se agachó y examinó el suelo. Su rastro se perdía en aquella zona y por el suelo había gran cantidad de sangre. La acarició con el dedo y observó que todavía era fresca, aquel enorme animal había cazado poco antes, quizás unas tres horas antes de ir él, o podían ser unas cuatro, pero aquello era reciente. Un nudo se le atoró en el estómago, la emoción que poco antes había estado ahí, para descubrir al cachorrillo de ciervo que creía haber encontrado, se había marchado  y en su lugar, el miedo y la emoción se peleaban a partes iguales dentro de él.

El crujido de una rama cerca de ahí le puso en alerta y comenzó a moverse siguiendo las enormes huellas que ahora cubrían el suelo. Luhan era increíblemente bueno siguiendo rastros, desde muy pequeño su abuela le había enseñado cómo hacerlo, así como a distinguir a los animales por su sonido y olor. Luhan amaba la naturaleza y su abuela lo sabía, pero extrañamente a lo que le había enseñado desde pequeño la anciana se oponía a esas escapadas salvajes que realizaba su nieto.

Luhan examinó con detenimiento el rastro mientras caminaba con rapidez. Se trataba de un animal, un cazador, salvaje y fuerte. Posiblemente un lobo, pero un lobo enorme, de un tamaño desmesuradamente grande para uno de su especie. Estaba seguro de que era un macho y uno solitario. Le extrañaba que un lobo se hubiese movido de su manada, pues había leído que eran animales sociales, afables y tranquilos. Sabía que cazaban únicamente para alimentarse y que jamás atacaban a los humanos, que solían preferir presas de menor tamaño que ellos y que solían hacerlo durante la noche.

Luhan sabía mucho sobre lobos porque aquellos animales le fascinaban. Era cierto que las leyendas hablaban de que sus padres habían sido asesinados por uno, y aquello fue lo que había abierto su apetito sobre el tema. Luhan quería comprender cómo era la clase de animal que había terminado con la vida de sus padres, y cuanto más leía sobre lobos menos se explicaba que hubiese sido uno de ellos el culpable de aquel asesinato. Pero aquel animal, el poseedor de esas huellas, no era un lobo normal, era un lobo inmenso y bastante violento.

El muchacho de cara dulce contempló como los lugares por los cuales aquel animal había pasado estaban completamente destrozados, y su curiosidad aumentaba con cada nuevo paso. Los lobos eran animales sigilosos y elegantes, pero aquel destrozaba el lugar por el cual pasaba. El muchacho se preguntó qué clase de animal era aquel y si debería de dar marcha atrás.

Las dudas se alejaron de su mente cuando delante de él, en un pequeño claro rodeado por árboles de copas parcialmente pequeñas, observó un cuerpo tendido en el suelo. Al principio no quiso acercarse y, escondiéndose tras un árbol, analizó al detalle lo que sus ojos curiosos estaban viendo. Era un chico, desnudo y tumbado sobre una manta totalmente desgarrada y machada de sangre, tenía la piel pálida, extremadamente blanca, el pelo castaño y largo, cayendo sin ninguna atadura por sus hombros. Estaba de espaldas con el trasero a la vista, observó que había heridas, todavía sangrantes en su cuerpo.

Luhan, con la curiosidad brillando en sus ojos, se acercó al cuerpo del muchacho con sigilo y mordiéndose el labio. Se colocó de rodillas a su lado y alargó la mano para tocarle. El joven que estaba tumbado sobre los harapos en la nieve levantó la cabeza clavando sus ojos redondos y brillantes en los del muchacho de cara dulce.

Luhan quedó totalmente hipnotizado por aquella amenazadora mirada. El joven no podía ser mucho más mayor que él, tenía la cara limpia y de aspecto pulcro, la nariz aguileña y las pestañas largas y oscuras, las cejas gruesas y cortas, los pómulos salientes y los laterales del rostro masculinos y redondos; los mofletes, quizás por efecto del frío de la nieve, algo colorados. Sus labios eran pequeños y rosados, con el labio inferior mucho más ancho que el superior, el cual tenía los picos elevados provocando una expresión muy dulce en su rostro, como si estuviese dispuesto para dar un beso.

El joven olía extremadamente bien, como si fuese una golosina o el plato más exquisitamente preparado del mejor restaurante y sus ojos, continuaban mirándole, brillantes y en alerta, como si una luz indescriptible saliese de ellos directamente hacia Luhan. No podía explicar aquello, pero en el interior de sí mismo sintió que no deseaba apartarse nunca más de aquel extraño desconocido.

El sonido de unas ramas rompiéndose a escasos metros de ellos puso a Luhan en alerta y le hizo girarse en la dirección de la que provenía. Estaba seguro de que los cazadores estarían pronto ahí, así que se volvió a girar, nuevamente en dirección al muchacho, para ayudarle a levantarse y llevárselo para casa. Pero para su sorpresa, cuando volvió a dirigir la vista a aquel lugar, ya no había nadie ahí.

Se levantó, todavía perplejo, pero con decisión de volver a casa, mucho antes de que los cazadores le localizasen y aumentasen, aún más, los rumores que le rodeaban. Se ajustó su mochila a la espalda y dio una zancada para adentrase de nuevo en la espesura del bosque aprovechando su oscuridad para camuflarse.

Luhan nunca había pensado que encontraría una persona en el bosque así que el haber visto a aquel extraño le emocionaba muchísimo. Estaba seguro de que había muchas otras personas al otro lado del bosque. Gente interesante con miles de historias de las que hablar, historias que de seguro no trataban de leyendas sobre seres imaginarios que pretenden alimentarse de ellos.

El joven estaba deseando poder verle de nuevo, y sobre todo tras haber conectado tan trascendentalmente con él. Pero cuando divisó la imagen de su abuela, mazo en la mano y el labio torcido supo que aquello no iba a ser posible. La anciana estaba molesta, había vuelto a desobedecerla y más con los cazadores por ahí, cualquier cosa que Luhan intentase decir como excusa estaba seguro de que no serviría para convencerla, y así había sido.

—Un día de estos me llevarás a la tumba— había dicho la señora.

—Pero abuelita—había reprochado el nieto—, no hay nada malo en el bosque, sólo hay animales, ciervos, zorros, pájaros, nada que deba preocuparte.

—Hay mucho más de lo que tú crees ver Luhan, cosas peligrosas. Cosas que podrían acabar contigo.

—¡Abuela!—masculló molesto el joven— No puedo creer que tú estés de acuerdo con esas estúpidas leyendas. No hay ningún monstruo ahí fuera. No existe el Lobo Feroz.

Su abuela resopló cansada, pero con un brillo de ira en sus ojos. Luhan la siguió hasta el interior de la casa.

—A veces los monstruos están en donde menos lo esperamos, Luhan— intentó explicarse la anciana, pero el chiquillo la observó sin entender.

Abrió la boca para contarle lo que había descubierto en aquel lugar, pero la mirada de advertencia de su cuidadora le sugirió que aquello debía mantenerse únicamente en su memoria. Así que cerró la boca y caminó con desgana hasta su cuarto. Escuchó como su abuela pasaba la llave al otro lado y supo que le había encerrado. A veces tanta sobreprotección le molestaba, le hacía sentirse inútil. Él ya no era un niño.

Caminó hasta la ventana dejando que su mochila se deslizase de su espalda hasta la cama. La nieve continuaba cayendo sin descanso sobre las tierras de su pueblo. Aquella noche era la primera gran nevada del invierno y también la primera luna llena. La noche del Lobo Feroz, y él, único superviviente de la terrible masacre que aquel ser había realizado años atrás, estaba dispuesto a colarse en el bosque en su busca. Estaba seguro de que no le encontraría, pero si lo hacía, había preparado algo con lo que zanjar esa deuda pendiente que habían firmado el día que aquel ser había acabado con la vida de sus padres.

Luhan acarició el cristal de la ventana y sonrió divertido. Aquella noche iba a ser una noche de caza, pero la noche en la que el cazador iba a ser el cazado.

***

Su abuela era más precavida de lo que los demás hubiesen pensado, pero Luhan la conocía bien y no le dejó salir de su cuarto ni para ir a comer. La anciana mujer abría la puerta y le pasaba una bandeja de comida, que luego recogía ella misma. Luhan odiaba que hiciese aquellas cosas pero la conocía bien, ella era lo único que había tenido desde siempre.

Luhan conocía a la perfección las manías de aquella mujer, las cuales no habían cambiado desde que él era un niño. Pero Luhan, ya no era un niño y poco a poco había aprendido a ideárselas para poder hacer lo que quería sin que ella se diese cuenta. Así que le dejó creer que se había rendido a su encierro y cuando la noche comenzaba a caer, se preparó para escapar a correr una nueva aventura.

La luna todavía no brillaba en lo alto del cielo, pero los primeros copos de nieve ya comenzaban a caer cubriendo con su manto blanco la escasa hierba de las praderas y del bosque colindante. El muchacho de cara de muñeco desplazó con delicadeza los libros de la segunda balda de su estantería y sacó una pequeña caja de madera, algo mal tallada; la abrió y sacó una llavecita que se colocó al cuello con una cadena de color cobre. Se agachó al llegar a la puerta y sacó la llave para abrir la cerradura interna. El sonido metálico de que ya estaba abierta resonó por la habitación y Luhan abrió muy despacio la puerta de madera para salir.

Se colocó sus botas para la nieve y su caperuza roja forrada de piel por dentro. La salud del muchacho siempre había sido muy delicada y no quería coger ningún resfriado y desvelar así su pequeño secreto. Se ajustó el calzado con fuerza y escurriéndose por una de las ventanas traseras que daban al establo corrió hacia el bosque hasta que su silueta se perdió en la oscuridad

Luhan jamás había estado tan tarde en el bosque y aquello le emocionaba y le alteraba de igual manera. Su corazón batía con rapidez, sabía que tenía miedo, aunque no creyese en todas aquellas historias sobre el Lobo Feroz, en su fuero más interno no podía evitar que aquellas tonterías correteasen de un lugar a otro como posibilidades. El viento soplaba furioso entre los árboles creando sonidos que le ponían el vello de punta, moviendo las hojas y las ramas, dibujan sombras espeluznantes bajo la luz de la luna, que enorme y brillante comenzaba a alzarse en el cielo.

Abrió los ojos contemplando aquello que se escapaba a la mente del hombre, la belleza que la naturaleza dejaba escondida para las noches. El viento, la luna, las figuras y los sonidos de los animales nocturnos podían dar miedo, pero cuando se cambiaba la perspectiva las cosas que se podían descubrir eran mucho más especiales que cualquier fantasma o trasgo. Luhan sonrió alargando su mano observando cómo los pequeños copos de nieve caían sobre su mano, como la brisa helada de principios de invierno acariciaba parte de su rostro, el cual no cubría su enorme caperuza. Elevó la vista al cielo y contempló como una lechuza ululaba atravesándolo en dirección a la luna.

Aquel escenario era hermoso, más de lo que él nunca hubiese imaginado y la luna, aquella noche se veía más hermosa que nunca. El joven de pelo de color de la paja sintió como el corazón se le aceleraba conmocionado por tanta belleza y como sus ojos, totalmente hipnotizados, adoraban la belleza de aquel satélite sin luz propia que le sonreía desde el cielo. Una nube traviesa jugó a esconder a la señora luna y el sonido de un aullido quebró el ambiente trayendo al muchacho de vuelta a la realidad.

Estaba en el bosque, en algún lugar bastante profundo y escondido del mismo, al que no sabía cómo había llegado. Sin luz por ningún lado, con múltiples árboles de ramas cortantes rodeándole y piedras y raíces dominando el suelo. El sonido del aullido se sintió mucho más cerca y el joven aventurero tragó saliva intentando convencerse mentalmente de que ninguna de aquellas leyendas era cierta. De nuevo un nuevo lamento clamó elevándose más allá de los árboles y el sonido de unas ramas que crujían bajo una zarpa muy cerca de él.

El Lobo Feroz existía, no era ningún cuento, y sus ojos amarillos y potentes le acechaban tras un matorral. Luhan se paralizó por el miedo. Su corazón desbocado, le gritaba «corre, corre», su mente, astuta y siempre alerta le decía «te lo advertí», pero sus piernas, torpes trozos de carne, no querían reaccionar. Y tuvo que sonar un nuevo crujido de rama tan cerca de él, que el animal podría estar a su lado, para que su cuerpo decidiese ponerse en marcha.

Luhan corrió sin mirar atrás, corrió con todas sus fuerzas, tropezándose con las ramas y cayendo al suelo golpeándose con las piedras. Pero se levantó y no dejó de caer. De vez en cuando giraba la cabeza, mirando a sus espaldas, intentando que la bestia no le atrapase. Pero aquel animal era muy astuto y no pudo verle con claridad, aunque sabía que no había dejado de seguirle, lo sentía. Escuchaba su respiración, sentía su aliento rozándole la nuca, el sonido de sus pisadas corriendo tras él, las ramas crujiendo a su paso y los aullidos al cielo avisando al resto de la manada. Al final Luhan acabaría siendo la presa de una pesadilla en la que jamás había creído.

Iba tan rápido que no se dio cuenta de que la raíz del árbol que tenía delante hacía un arco, exacto para encajar perfectamente el hueco de su pie, lo cual sucedió y le hizo perder el equilibrio. El joven de cabellos tostados salió despedido por los aires perdiendo una de sus botas y enganchando la caperuza en una rama. Finalmente se estrelló contra el suelo produciendo un sonido seco al cortársele la respiración con la caída. Se tomó un tiempo para restablecerse y cuando elevó la vista descubrió, para su asombro, que había caído en una de las trampas de los cazadores. Estaba en un agujero.

Luhan intentó subir trepando pero las manos se le resbalaban, ya que la tierra estaba recién movida y no creaba sujeción en el agarre. Tardó dos caídas en comprenderlo de todo, pero el miedo a que la bestia le devorase le apuraba a no dejar de pensar en cómo librarse de aquello. Había pensando en ayudarse con unas raíces gruesas que parecían fáciles de romper en el suelo, para poder trepar, cuando el sonido de unas hojas le puso nuevamente en alerta. Había alguien en la superficie. Se escondió entre la oscuridad que se producía en la esquina derecha del pequeño hueco y cogió las raíces blandiéndolas como si fueran cuchillos en dirección a la superficie. Si una bestia de cuento se lo iba a comer, no sería sin luchar.

Observó como su caperuza se desplazaba de la rama en la que estaba enredada con facilidad, al igual que haría si alguien estuviese tirando de ella y vio, sin perder el asombro como su bota caía hasta el fondo del agujero a su lado. Se la colocó y volvió a su posición de seguridad. El sonido de una respiración nasal profunda le hizo parpadear pensativo. ¿Se trataba de la bestia?

Luhan elevó la mirada de nuevo y una mano, de dedos delgados y largos, huesudos y pálidos se dejó ver ante sus ojos. El muchacho de pelo color paja la tomó con algo de miedo y el dueño de la mano le ayudó a subir. Cuando estuvo en la parte superior, de nuevo sobre la tierra nevada del bosque, sintió como su caperuza volvía a cubrirle. El desconocido que estaba ante él se la había lanzado sobre los hombros.

Las nubes se apartaron un poco de la luna y la luz cayó sobre el rostro del muchacho que acaba de salvarle. Luhan contuvo el aliento sorprendido, era el mismo que momentos antes había encontrado desnudo sobre unos harapos en medio del bosque, cuando los cazadores buscaban a la bestia. De nuevo Luhan quedó cautivado por su presencia, como si de aquel desconocido proviniese una fuerza extraña y mística que le atrajese como un polo a un imán. Vio su imagen reflejada en los ojos brillantes y redondos de aquel muchacho y de nuevo el mundo dejó de existir para Luhan.

—Mi nombre es Zhang Yixing— pudo escuchar que decía el muchacho ante él elevando la capucha de su caperuza para cubrirse el rostro justo antes de perder el conocimiento.

***

Se despertó en un lugar que no conocía. La cabeza le dolía como si le hubiesen estado golpeando con un palo durante horas. Se llevó una mano a la cabeza intentando centrarse, todo le daba vueltas. Consiguió mantener la mirada fija en un punto, le costó bastante trabajo, pero finalmente lo logró y los muebles dejaron de verse duplicados y en movimiento. Parpadeó un par de veces para graduar la intensidad de luz y cuando consiguió ver con total nitidez, se dio cuenta de que no estaba en su casa.

Fue en ese preciso instante, cuando saltando de la cama perdió el equilibrio cayendo al suelo, cuando también se percató de que no llevaba ropa alguna. Luhan elevó un grito hasta el techo totalmente escandalizado. Estaba en una casa desconocida, en algún lugar perdido, totalmente desnudo y sin saber por qué y cómo.

Escuchó como los pasos de alguien se acercaban hasta el dormitorio, lo más probable fuese que su grito le hubiese delatado, así que saltó de nueva a la cama y se tapó con las mantas hasta la cabeza. Sabía que aquello era estúpido, ni que las mantas estuviesen hechas de hormigón, acero o adamantium. Pero aun así, en aquel extraño lugar y ante un momento tan apurado, esa fue la única reacción que su cabeza pensó con cierta lógica, ya que la segunda había sido salir corriendo por la ventana, y eso, estando en pelotas, no hubiese sido una buena idea.

Sintió como una mano se posaba sobre la tela y tiraba de ella hasta descubrirle el rostro. Luhan cerró los ojos con fuerza, estaba esperando que le diesen un golpe, pero en vez de eso, simplemente notó como el aire frío que se colaba por la ventana le acaricia la cara.

—¿Has descansado bien?—escuchó que decía la voz de un joven.

Luhan abrió primero un ojo tanteando el lugar y descubrió al muchacho del bosque sentando a los pies de la cama en la que reposaba. Abrió el otro ojo y relajó su cuerpo. Aquel muchacho tenía algo especial, algo que le hacía sentirse extremadamente bien. El joven extraño sonrió con ternura y Luhan observó dos pequeñas hendiduras al lado de su cara, justo en los mofletes.

—Mi nombre es Zhang Yixing— le repitió el chico volviendo a tenderle la mano.

Luhan lo dudó durante un segundo, pero finalmente acercó su mano para estrechar la del otro. Una sensación de calor le inundó, aquel Zhang Yixing parecía buena persona, lo presentía, y su instinto en esos casos jamás fallaba; porque al igual que le decían que Jongin era un engreído al que debía de ignorar y no se equivocaba, aquel sexto sentido le decía que Yixing era un alma pura de la que se podía fiar.

—Me llamo Luhan— se presentó el joven de pelo de color de la paja.

—¡Qué nombre más extraño!—rió el joven del bosque; Luhan respondió haciendo un mohín.

El muchacho intruso en la casa desvió la vista por los entresijos de aquella habitación, observándola con detenimiento, cosa que no había hecho hasta ese momento. Descubrió que aquella habitación debía de ser la única que posiblemente poseía aquella casa. Pues en ella había, no sólo una cama, sino toda la ropa, instrumentos del hogar y utensilios diversos. Yixing le siguió con la mirada y Luhan se sintió algo cohibido por ello, así que regresó con la vista de nuevo a su anfitrión.

—¿Es esta tu casa?—le preguntó el joven de pelo claro— ¿Qué sucedió anoche?

—¿No lo recuerdas?—preguntó sorprendido Yixing rascándose la nuca.

Luhan negó con la cabeza y observó como el muchacho del bosque se daba un tiempo para responder.

—Te desmayaste. Escuché disparos y decidí traerte hasta mi casa, que sí, es esta misma.

—¿Vives en el bosque?—exclamó entre sorprendido y alegre el habitante del pueblo, Yixing se rió y asintió.

—Eso mismo, vivo en el bosque. Esta casa fue de mis padres, pero ellos murieron hace tiempo. Ahora vivo aquí sólo.

—Nunca te…—dudó Luhan bajando la mirada algo avergonzado por lo que iba a preguntar—nunca te has encontrado con… ¿la bestia?

—Hay muchas supersticiones rodeando este lugar, pero el único monstruo al que el hombre debe de temer no se encuentra en ningún bosque sino en él mismo— explicó el muchacho caminando hasta la ropa—. Las únicas bestias que he visto adentrándose en el bosque son aquellos a los que llamáis cazadores, rompen las plantas, destrozan el lugar en donde vivimos, matan animales, dejan a niños huérfanos, pero eso les da igual.

—¡El rastro!— exclamó Luhan levantándose de golpe de la cama olvidándose de que no llevaba ropa.

Yixing le lanzó una mirada de arriba abajo aguantándose la risa y le arrojó unas prendas de ropa de la pila que tenía sobre una silla cerca de una mesa con bastantes documentos.

—Deberías vestirte—le indicó arqueando una ceja—, o volverás a desmayarte.

Luhan agarró la ropa avergonzado y se sentó en la cama comenzando a vestirse. Yixing se sentó en otra silla enfrente de él sin quitarle los ojos de encima. Luhan pensó que quizás las presas se sentían así ante la mirada de su captor. Pero aquel sentimiento que estaba comenzando a recorrerle el cuerpo, se sentía tan peligroso y atrayente que deseó que la mirada de Yixing no se apartase nunca de él.

—Sé que hablas de los lobeznos. Yo también me he dado cuenta de que su madre parece herida, no se están alimentando bien. Estaba siguiendo ese rastro cuando me atacaron, esta mañana me he despertado en el bosque, pero bueno eso ya lo has visto.

Luhan apartó de nuevo la mirada, pero en ese instante se dio cuenta de que el joven tenía un brazo vendado a la altura del hombro.

—¿Qué te pasó?—le preguntó terminando de anudarse el calzado.

Yixing llevó su mano hasta la herida como acto reflejo.

—¿Esto?—contentó sonriendo, aunque por el gesto que intentaba ocultar aquella herida parecía dolerle bastante— No es nada, un pequeño accidente con un árbol.

Luhan torció el labio desconfiado, aquello no parecía hecho por una rama. Se levantó y caminó hasta él, alargó su mano para tocarla, pero Yixing con una asombrosa rapidez le paró en su avance amarrándole por la muñeca.

—Debería llevarte al pueblo, seguro que estarán preocupados.

Luhan asintió con la cabeza y se apartó observando como el chico extraño del bosque se levantaba de la silla.

—Ten—le dijo mientras le lanzaba su caperuza—, hace frío y esto es lo único que pude salvar de todo lo que llevabas.

Luhan agarró la prenda de ropa con las manos y meditó las palabras de Yixing. ¿A qué se refería con salvar? Se la colocó por encima de la ropa que le había dejado y le siguió hasta la puerta.

—No te separes de mí— le dijo Yixing fijando la mirada en sus ojos.

Luhan volvió a asentir, aquel muchacho le dejaba sin palabras. Apenas le conocía y ya no podía dejar de pensar en él. Luhan no creía en el destino, en las cosas como la magia o lo sobrenatural; pero no podía negar que había alguna especie de extraña conexión entre ellos dos. Algo dentro de él le susurraba, cada vez con la voz más alta, que se lanzase sobre Yixing y dejase de pensar permitiéndole a su cuerpo hacer todo aquello que desease. Negó con la cabeza, aunque no viniese a cuento, necesitaba apartar todas aquellas estúpidas ideas de ahí.

Yixing salió por la puerta sin prestarle atención y Luhan corrió para seguirle el paso. Caminaron alrededor de una hora por el bosque sin apenas dirigirse la palabra. Luhan se dio cuenta de que Yixing era bastante hábil moviéndose por terrenos como aquel. Presintió algo salvaje en él, quizás por haber vivido tanto tiempo en aquel bosque tan peligroso o por haberse criado entre animales. Pero ese pellizquito de salsa picante que parecía tener el muchacho misterioso le hacía sonreír con amplitud. Había descubierto una nueva aventura en la mirada profunda de aquel chico de piel pálida.

Cuando llegaron al pueblo la gente comenzó a fijarse en ellos. Normalmente no recibían visitas. Los habitantes del lugar eran muy cerrados y jamás atravesaban el bosque debido a las historias sobre los monstruos que allí habitaban. Las personas que poblaban aquella pequeña aldea se componían de los hijos de los hijos de aquellos que una vez habían fundado aquel asentamiento. Y así era como debía de ser, o por lo menos como ellos pensaban. Sin visitas, sin conexión alguna con el más allá, los habitantes de aquel lugar crecían creyendo en sus leyendas como verdades de un periódico y por aquel mismo motivo Luhan deseaba llegar más allá de eso. Rodeado siempre por personas ignorantes y supersticiosas, el joven de pelo color de la paja anhelaba ver y encontrar algo más que lo que siempre había habido, porque estaba seguro de que el mundo no se terminaba al cruzar un bosque.

Lo confirmó cuando encontró a Yixing, alguien a quien nunca nadie había visto. Alguien que parecía no temer lo que siempre les habían enseñado a evitar, como si se hubiese tratado del mismo infierno. Yixing era la señal de que había algo más, de que las supersticiones no eran más que cuentos de brujas para meter el miedo en el cuerpo, y al ver aquel brillo en sus ojos, Luhan sentía que sus alas no podían estar más abiertas a la curiosidad.

Pero sus vecinos no eran así. Así que en cuanto pusieron el primer pie en el pueblo todos giraron sus rostros directamente hacia Yixing y fruncieron sus ceños con desprecio y desconfianza. Él era un extraño, un extranjero, alguien que no debía estar ahí. Luhan deslizó con disimulo su mano hasta la del muchacho y la agarró con fuerza. No estaba seguro de que Yixing pudiese sentirse intimidado por aquellas personas que le observaban con tanto odio, pero aun así, Luhan quería que supiese que él no sentía nada parecido a eso por él.

Yixing le devolvió el apretón de mano y dejó que, esta vez, fuese el joven autóctono el que le guiase.

—Si alguien te pregunta algo, no digas que vives en el bosque— le susurró Luhan acercando sus labios a uno de los oídos de Yixing.

El joven misterioso simplemente respondió con un movimiento de su cabeza y se dejó guiar. Luhan sonrió, estaba deseando presentárselo a su abuela. Estaba seguro de que ella, entre todas las personas de ahí, sería la única que le entendería.

Cuando llegaron a la casa, su abuela ya le estaba esperando en la puerta. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada seria fija totalmente en él. Cuando llegaron a un nivel normal cerca de ella, la anciana le agarró por el cuello de la caperuza y lo lanzó al interior de la casa, junto con Yixing, el cual continuaba agarrado a su mano. El extraño abrió sorprendido los ojos una vez dentro de la casa y giró el rostro en dirección a Luhan. El joven comprendió que le estaba preguntando sobre lo que estaba pasando. Luhan suspiró tranquilizándole y se adelantó para hablar con su abuela.

—Abuela yo…—comenzó a explicarse Luhan, pero la anciana no le dejó terminar.

—¿Sabes lo preocupada que he estado?—le gritó la buena mujer avanzando hacia él con el puño arrugando la ropa cerca de su pecho— Esta mañana cuando he ido a tu cuarto y no te he visto. ¡Casi me da un infarto! Sabes todos los peligros que hay ahí fuera y aun así…

La señora tragó saliva y cerró los ojos compungida. Luhan posó una mano sobre su hombro.

—No quería hacerte daño abuelita. Pero, necesitaba salir…—quiso explicarse el nieto.

—Lo sé— suspiró la anciana— Lo sé mejor de lo que tú crees, pequeño.

La señora alargó la mano para acariciarle el rostro y fue entonces cuando se percató de la presencia de Yixing en su casa. Abrió los ojos sorprendida y apartó la mano del rostro de su nieto, dando un paso hacia atrás.

—¿Quién es? ¿De dónde ha salido?—preguntó con un deje de temor en su voz.

Luhan se sintió un poco defraudado pues pensaba que su abuela, en el fondo, no era como el resto de gentuza de aquel pueblo. Pero lo comprendía, ella ya era una persona muy mayor, y tenía cierta lógica que tuviese miedo de un extraño habiendo vivido toda su vida en un lugar como aquel con esas ideas inculcándose en su mente durante tanto tiempo.

—Se llama Zhang Yixing—le explicó Luhan haciéndose a un lado para que pudiese ver mejor al muchacho—Me encontró en el bosque y me ayudó, vive…—el joven de pelo color paja se dio unos minutos para meditar cómo responder— vive en el bosque—dijo finalmente esperando que su abuela no se alarmase demasiado.

La anciana tomó aire con profundidad. Y luego dirigió la mirada hacia Yixing, analizándole lentamente al detalle.

—¿Cómo te hiciste esa herida?—le preguntó la señora frunciendo desconfiada el ceño.

—Una rama—explicó de manera seca Yixing—, me golpeé con un árbol mientras caminaba en el bosque, nada serio.

La anciana torció el labio todavía sin creerle. Pero no decidió continuar con el tema. Volvió la vista a su nieto, y esta vez acariciándole el rostro con ternura, le sonrió.

—No vuelvas a hacer algo como eso, no quiero perderte al igual que pasó con tus padres.

Luhan asintió y le prometió que no volvería a hacer una cosa como aquella. Luego se disculpó y le explicó a su abuela que quería darse una ducha. Ella les dejó a solas y salió de la casa en dirección al mercado.

Una vez estuvieron solos Yixing se dirigió a la puerta con intenciones de marcharse también, pero Luhan le agarró por el brazo imposibilitándole la tarea.

—¿A dónde vas?—le preguntó con cierta inocencia.

—Ya te he traído a tu pueblo, tengo que volver a mi casa— le respondió Yixing.

—Todavía no te he agradecido todo lo que has hecho por mí. Quédate hoy aquí, en el pueblo, te lo enseñaré.

El chico del bosque se mordió el labio pensativo.

—No creo que sea una buena idea. Los habitantes de este lugar no parecen cómodos con mi presencia.

Luhan sonrió quitándole importancia.

—Es muy probable, pero eso da igual. Me gustaría agradecerte todo lo que has hecho, de verdad. Y no sé otra manera de hacerlo—insistió el de pelo más claro— además, me resultas bastante interesante. Quiero saber algunas cosas sobre ti.

—¿Interesante yo?—rió Yixing apoyándose contra la pared de la casa— Vale, me quedaré hoy aquí, pero insisto en que no es una buena idea.

Luhan estaba emocionado, y no pudo ocultarlo. Quizás hubiese corrido en dirección a Yixing y le hubiese abrazado pero no lo hizo. Sabía que aquello era demasiado exagerado así que simplemente sonrió ampliamente y le volvió a tomar de la mano hasta llevarlo a su cuarto.

—Me voy a duchar—le explicó cogiendo algo de ropa de su armario—. Puedes cotillear todo lo que quieras en mi cuarto, no tardaré mucho.

El invitado se sentó sobre la cama y asintió prestándole atención, a pesar de que su rostro parecía cansado, como si hubiese pasado una mala noche. Luhan fue corriendo a su pequeño cuarto de baño, situado justo frente a su cuarto. Se desvistió y se dio un agua rápida. Descubrió que tenía algunos golpes por el cuerpo, y pensó que el golpe de la noche anterior le estaba pasando factura. A pesar de ello se sintió bastante feliz, tenía ganas de pasar el resto del día con Yixing y enseñarle todas las cosas que a él le gustaban.

Cuando salió de la ducha se secó con rapidez, y aún con el pelo mojado, pero ya vestido corrió a su cuarto. Abrió la puerta y descubrió a Yixing observando con detalle una foto antigua que estaba enmarcada al lado de su cama, justo encima de una estantería.

—¿Son tus padres?—le preguntó con cierta tristeza en la voz.

Luhan caminó hasta él y sentó en la cama.

—Sí—le dijo cogiendo de sus manos la fotografía—. Y este pequeño que está aquí soy yo—sonrió el joven de pelo claro señalándose a sí mismo en la foto.

—Parecéis muy felices—le respondió el invitado sin mirarle, todavía con los ojos puestos en la fotografía.

—Me dijiste que tus padres murieron, ¿fue hace mucho?

Yixing se dio un tiempo para responder. Tomó aire y comenzó a hablar, todavía sin mirarle.

—Yo tenía unos cinco años. Ellos habían salido de expedición, eran investigadores. Y nunca regresaron, supongo que algo les retuvo y finalmente no pudieron volver.

Luhan observó como Yixing jugaba nervioso con sus dedos sin apartar la vista de sus manos. Y posó una de las suyas sobre el hombro que tenía más cerca de él.

—¿Has tenido que vivir solo desde ese momento?—insistió Luhan en saber más de él, la verdad es que todo lo que le rodeaba le interesaba demasiado.

Yixing negó con la cabeza y continuó hablando.

—No. Mis abuelos cuidaron de mí desde bien pequeño. Pero se pusieron enfermos y murieron hace apenas unos años.

La voz de Yixing sonaba dulce y a la vez triste. Luhan observó que a pesar de que parecía una persona ruda y de cuerpo fuerte, también era tierno y poseía un buen corazón. Quizás había sido aquello lo que tanto le llamaba la atención de él, pero fuese lo que fuese, el joven muchacho de salud débil no quería que aquel desconocido se alejase nunca más de su lado.

—¿Alguna vez has visto al Lobo Feroz?—preguntó de pronto Luhan, cambiando de tema.

Yixing giró su rostro clavando la vista, asombrado, en los profundos ojos color miel de Luhan. Se volvió a morder el labio y asintió con la cabeza.

—Sí—dijo con un hilo de voz—, pero no es lo que la gente cree que es—se explicó el muchacho del bosque—. Ya te lo dije, la única bestia que el hombre debe de temer es así mismo.

Luhan sintió pena en las palabras de Yixing, y aunque no era capaz de comprender cómo alguien podría sentir pena por un monstruo asesino y descorazonado, encontró todo aquello demasiado dulce, lo cual convertía a Yixing en una buena persona. Sonrió agradecido de haberle encontrado y se levantó de la cama, colocando de nuevo la foto sobre el mueble.

—¡Vamos!—le indicó con energía—Tengo mucho que enseñarte.

Yixing le devolvió una sonrisa y se levantó de la cama para seguirle.

Luhan estaba eufórico, tanto que incluso a veces le explicaba a Yixing como funcionaban las cosas más simples, como el grifo del agua o como compraban en las tiendas. Yixing reprimía las ganas de reírse y le dejaba seguir, pues era bastante agradable ver como Luhan disfrutaba de todo aquello. Cuando ambos estaban comprando algo de comer del puesto de bollos caseros justo delante de la iglesia del pueblo las campanas del lugar comenzaron a sonar.

Las personas comenzaron a salir de sus casas y sus trabajos. Algunos continuaban mirando con mala cara al joven extranjero, sin fiarse del todo de él, mientras que otros simplemente habían decidido ignorarle. De entre la multitud salió un hombre, alto y robusto, estaba muy bien vestido y parecía importante. Luhan le susurró a Yixing que se trataba del alcalde del pueblo. El joven asintió con la cabeza escuchando atentamente lo que aquel hombre estaba a punto de decir.

—Habitantes del lugar, todos sabéis que durante años hemos vivido bajo el yugo del miedo. El miedo a un ser que ha acabado con nuestros animales, nuestros familiares y seres queridos. Todo el mundo sabe que hablo de aquel a quien los más ancianos llaman Lobo Feroz.

La gente contuvo el aliento y mantuvo las miradas concentradas en el hombre mientras hablaba. Luhan también lo hizo, Yixing desvió la vista para observarle, pero como este no le devolvió la mirada, la volvió a dirigir hacia el alcalde, el cual continuaba con su discurso.

—He de deciros que ya no tendremos que seguir temiendo más. Nuestro grupo de cazadores liderado por Jongin ha terminado como la bestia. ¡Aquí tenemos la prueba!

Los cazadores subieron el cuerpo muerto de un enorme lobo al escenario improvisado en medio de la plaza. Luhan se mordió el labio con horror entrecerrando los ojos.

—Ese no es el Lobo Feroz—murmuró por lo bajo para que sólo Yixing le escuchase—, es la madre de los lobeznos.

Yixing asintió y agarró con fuerza la mano del muchacho del pueblo.

La gente comenzó a vitorear al gran cazador y Jongin elevó su enorme presa sobre su cabeza mientras todos gritaban su nombre. Luhan sabía que no había nada que celebrar, pero estaba seguro de que decírselo a aquellas personas era perder el tiempo. Se apartó de entre la multitud con Yixing todavía de la mano, necesitaba ir a casa y contarle a su abuela lo que realmente había pasado. Ella era la única que le creería y posiblemente la única que podría poner en alerta a las demás personas del pueblo.

Justo antes de conseguir lo que pretendía otro joven se paró delante de él.

—¡Buenos días Luhan!—sonrió el joven alto y delgado.

—¡Buenos días Sehun!—le respondió con desgana el aludido intentando pasar de largo de él.

El joven al que habían llamado Sehun interpuso un brazo entre la pared y Luhan imposibilitándole el paso. Yixing miró a ambos confuso.

—Esta noche se hará una gran fiesta para celebrarlo—le dijo Sehun colocándose bien el pelo e ignorando la presencia de Yixing con ellos.

—¿Celebrar el qué?—preguntó con sorna Luhan— ¿Qué habéis matado a un animal inocente basándoos en estúpidas leyendas?

Sehun agarró a Luhan por el mentón y sonrió sin perder la paciencia.

—Me encanta que te hagas el difícil, eso lo hace más interesante.

—Suéltame— gruñó furioso Luhan clavando su mirada amenazante en Sehun.

—Vas a ir a la fiesta conmigo esta noche y te gustará.

—No—le respondió el muchacho de cabello color paja sin apartar la vista.

—¿Qué has dicho?—le preguntó el otro sin perder la sonrisa y muy seguro de sí mismo.

—Te ha dicho que no—interrumpió Yixing apartándole con el brazo y avanzando en su camino—. Vámonos Luhan, tenemos algo que hacer.

—Extranjero—le gritó Sehun a sus espaldas—. No te metas en asuntos que no puedes comprender.

El resto de cazadores estallaron en carcajadas mientras que los dos chicos caminaban en dirección a la casa de la abuela. Luhan observó como Yixing se mantenía totalmente estable y sereno ante aquella provocación y aquello le hizo admirarle mucho más.

Yixing era todo aquello que él había estado buscando, emociones y estabilidad al mismo tiempo. Amaba a los animales y no creía en absurdas leyendas sobre monstruos invencibles. Luhan quería abrazar con fuerza a Yixing y no soltarle jamás, deseaba marcharse lejos muy lejos de allí, de ese maldito pueblo de trogloditas y recorrer el mundo a su lado, viviendo aventuras y descubriendo nuevas especies.

Cuando ambos llegaron a casa, su abuela había insistido en que, a pesar de no estar de acuerdo con la mayoría de las personas de aquel pueblo, Luhan tenía que comportarse correctamente. Así que, quisiese o no, aquella noche iría a la fiesta por la muerte del Lobo Feroz. Luhan había accedido a regañadientes, después de todo, adoraba las fiestas de su pueblo y era una oportunidad genial para enseñarle a Yixing una de ellas.

Al final resultó que la fiesta, dejando aparte el motivo por el cual se celebraba, se presentó bastante entretenida. Había puestos de dulces y algunos en donde la gente cantaba y bailaba. Luhan intentó sacar a Yixing a bailar, pero el joven del bosque se mostraba bastante tímido sobre ello, finalmente lo convenció y resultó que no se le daba nada mal.

Lo estaban pasando genial, más de lo que Luhan hubiese esperando. Pero la alegría no tenía pinta de durar mucho. Sehun, el hijo del alcalde, no había parado de mirarle en toda la noche. Estaba conversando con sus amigos en una de las esquinas, apartado de todo el gentío, con los ojos clavados en él, sonriendo divertido. Luhan odiaba aquella clase de gente, no odiaba a Sehun, más bien odiaba esa clase de actitud de todo lo que quiero tiene que ser mío. Él no se consideraba un objeto y menos un capricho de nadie. Además, con Yixing a su lado, simplemente quería pensar en pasárselo bien.

Se despistó un segundo y cuando se giró el muchacho del bosque ya no estaba a su lado. Le buscó con la mirada pero no le encontró. Corrió por el lugar colándose entre la gente, saltando por encima de las cabezas de la multitud para ver si le distinguía entre todos, pero continuó sin encontrarle. Fue en ese momento cuando Luhan sintió que una mano le agarraba de la cintura y le arrastraba hasta un callejón lejos de la vista de la gente.

Sehun le había acorralado, entre su cuerpo y la pared. Había llevado sus manos sobre su cabeza amarrándolas con fuerza por las muñecas y acercaba sin pudor su rostro al cuello de Luhan para olerle. El joven de cabello color paja sintió repulsión al momento e intentó apartarle de él con una patada, pero Sehun lo había presentido y se había colocado de manera que podía inmovilizarle por completo. El hijo del alcalde sonrió con malicia.

—Ahora no hay nadie que pueda ayudarte. Eres totalmente mío—le susurró con vicio al oído.

Luhan se revolvió sin dejar de oponer resistencia.

—Por mucho que lo intentes jamás seré tuyo—le respondió con ira.

—Eso es algo que tanto tú como yo sabemos que es mentira.

—Eso es algo que tanto tú como yo sabemos que es verdad—replicó—, por eso tienes que inmovilizarme y apartarme de la gente. Sabes que tu padre no soporta tu afición por los muchachos y también sabes lo desagradable que me resultas. No os tengo miedo ni a ti ni a tus amiguitos los cazadores. Sólo sois una pandilla de buenos para nada.

Sehun estalló en carcajadas.

—¿Y qué me dices de ti, Luhan? El hijo huérfano de los devorados, el nieto de la loca que vive en la frontera con el bosque, el amante de los animales, loco y chiflado que no cree en nuestras palabras. No eres más que un cuerpo que se contonea pidiendo guerra, eres una puta deseando que alguien la haga callar.

—Estás tan ciego que no sólo no eres capaz de verme como soy, sino que tampoco eres capaz de ver cómo eres tú mismo.

Sehun no borró la sonrisa de su rostro. Luhan sabía que no le estaba escuchando, sus ojos le delataban, al igual que lo harían los de un hambriento ante una suculenta comida. Sehun hacía tiempo que se había obsesionado con él, y Luhan siempre le había negado cualquier clase de aprecio. Sehun era despreciable, un ser codicioso y caprichoso. Todo lo que quería lo tenía y aquello que osaba resistirse a ser suyo terminaba destrozado. Todo el mundo lo sabía, no había nada que no estuviese capaz de hacer por satisfacer sus caprichos. Y si Sehun no lo conseguía ahí estaba Jongin para complacerle, siempre uno al lado del otro, como la cola de cascabel que avisa del veneno en los colmillos de la serpiente.

Luhan no apartó la vista de los ojos de Sehun sin bajar en nada la guardia. Nunca sería suyo, jamás se rendiría. Si Sehun era obstinado Luhan le superaba en convicción. Hacía tiempo que se había vuelto sordo a los comentarios de los pueblerinos, hacía demasiado tiempo que había corrido un velo entre él y el resto del mundo, así que las palabras que Sehun le podría dedicar para bajar su escudo jamás surtirían efecto.

—Déjate llevar Luhan, déjame ver lo zorra que eres en realidad—insistió Sehun bajando sus labios por su cuello dando besos con suavidad.

Luhan intentó oponerse, pero la fuerza del crío era más de la que le hubiese echado a simple vista así que no pudo hacer nada por evitarlo.

—No soy una zorra—consiguió decir reprimiendo la repulsión que sentía ante aquel contacto—. Jamás me tendrás.

—Entonces tu amiguito lo pasará muy mal—sonrió Sehun apartando sus labios del cuerpo del huérfano volviendo a mirarle cara a cara.

—¿Qué le habéis hecho a Yixing?—preguntó con furia Luhan.

—Nada por ahora, y puede continuar así si tú cedes en esto.

Luhan sintió como la mano de Sehun bajaba dibujando el perfil de su rostro hasta su clavícula. Sintió ganas de vomitar pero se contuvo. No quería que le hiciesen nada a Yixing. Finalmente, tras un largo suspiro, dejó de oponer resistencia y, dándose por vencido, elevó la vista hasta los ojos de Sehun.

—Si me prometes que no le haréis nada, no me negaré que hagas lo que quieras conmigo—se sorprendió a sí mismo diciendo aquellas palabras.

Sehun sonrió triunfante agarrándole por la mandíbula y besándole con demasiada pasión. Luhan sintió como aquella saliva entraba en contacto con la suya y se concentró para que las arcadas no fuesen demasiado notables.

—Eres una zorra, siempre lo he sabido. Te encanta esto—murmuró Sehun mientras sus manos bajaban hasta la entrepierna de Luhan y comenzaba a sobársela con descaro.

—Podrás hacer lo que quieras con mi cuerpo, pero eso no significa que me tengas. Jamás te amaré, Sehun—sentenció con el mayor tono de desprecio y asco que pudo.

Sehun sonrió con el mismo desprecio apretando el palpamiento en sus partes íntimas.

—El amor, querido Luhan, está sobrevalorado.

Sintió como los labios de Sehun volvían a chocar contra los suyos. Percibió el sabor a soberbia y derroche. Sintió como el corazón acelerado de Sehun apuraba las ansias de tenerle, sintió como sus manos, frías y bien cuidadas, de tacto suave y fino, comenzaban a desnudarle, arrancándole la camiseta y lanzando la caperuza a un lado sin preocuparse de si la veía alguien o no.

Luhan desvió la mirada mientras el muchacho comenzaba a bajar por su pecho desnudo lamiéndolo con gula. Observó como unos zapatos, desgastados y llenos de barro se paraban justo al lazado de su caperuza. Sabía quién era y se alegró de sobremanera al verle ahí. Tenía la nariz parcialmente torcida y el labio roto. La camiseta hecha jirones y caminaba sin nada más que le cubriese salvo esa ropa rasgada y unos pantalones anchos. Yixing miraba con furia al joven que se entretenía dibujando círculos con su lengua sobre la piel de Luhan. Caminó hasta él y le apartó de un puñetazo en la nariz.

Sehun se llevó la mano a la cara, estaba sangrando. Observó confundido lo que acaba de pasar mientras Yixing le entregaba su capa a Luhan para que éste se cubriese. El joven consentido se levantó con la nieve manchando su ropajes exquisitos y señalando con un dedo a Yixing exclamó lo más alto posible.

—¡Eres un monstruo!

La gente comenzó a rodearles atraídos por el escándalo provocado por el hijo del alcalde. Yixing enarcó una ceja sin comprenderle.

—Te has desecho de todos mis amigos, fornidos y expertos cazadores. Me has golpeado. Eres un monstruo, mírate, con esa cara que tienes, esos ojos, es imposible que alguien como tú pueda con personas como nosotros. Eres un monstruo, sólo así se puede explicar.

La gente del pueblo comenzó a murmurar entre ellos mientras que Yixing caminaba hacia Sehun sin dejar de apretar los puños.

—Sólo puedo decir que me das pena. No hay más ciego que el que no quiere ver.

Yixing volvió hasta Luhan y ajustando su capa sobre él y cubriéndole la cabeza con la capucha le ayudó a caminar alejándose del lugar. Sehun se levantó y continuó gritando a sus espaldas. Pero ellos ya no le escuchaban.

***

Luhan estaba sentado sobre la cama de su abuela. La mujer acababa de ir a la cocina a prepararle una tila. Yixing le había llevado de vuelta a su casa, en las afueras del pueblo, colindando con el bosque. Se había dado un baño para relajarse, aunque Luhan había insistido mucho en lavarse las zonas en donde Sehun le había tocado, como si de esa manera pudiese borrar sus marcas. Sabía que aquello era una tontería pero aun así no pudo evitar hacerlo. Después había vuelto a su cuarto a vestirse y no había encontrado allí a Yixing. Le había preguntado a su abuela y ésta le había dicho que había salido, que era mejor que no le buscase. Luhan no había insistido, todavía le daba vueltas a lo sucedido y quería dejar de pensar en ello. Se sentó en la cama de la anciana y ésta le dijo que le esperase, que le haría una tila.

Luhan observó desde la ventana la silueta de Yixing sentando en una roca. Era tan diferente a todo lo que había conocido hasta ese momento. Pensó en las palabras de Sehun, él solo había podido reducir a los cazadores, vivía en el bosque, era astuto y tenía algo especial que le cautivaba. Yixing no era un monstruo, tal y como le había llamado Sehun, era un ser increíblemente místico y atrayente. Algo que se había colado en la mente de Luhan y que parecía no querer desaparecer.

Su abuela entró con la taza en las manos y le observó con la mirada totalmente perdida en la imagen del aquel joven que acaba de conocer. La anciana suspiró con pesadez mientras tomaba asiento a su lado.

—Hace tiempo contemplé la misma imagen, pero en esa ocasión era tu madre quien admiraba así al hombre que sería tu padre.

Luhan se sobresaltó dirigiendo la mirada a su abuela.

—Ha pasado mucho tiempo desde aquella, pero parece que las viejas costumbres, lamentablemente no cambiarán nunca—continuó hablando la señora mientras Luhan no apartaba la vista de ella—. Sin duda es un chico increíble Luhan, pero no te dejes engañar, es peligroso que estés con él, las personas a veces no son lo que creemos ser y los sentimientos pueden ser confusos.

—No sé qué es lo que siento—le explicó el chico levantándose y caminando hasta la ventana—, simplemente sé que le necesito. Que haría cualquier cosa por él.

—Tu madre dijo lo mismo—respondió su abuela tragando saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta—. Y dio la vida por él.

Luhan se giró y sonrió con ternura. La luz de la luna a sus espaldas comenzaba a despuntar entre las nubes del cielo nocturno.

—Luhan—insistió la anciana—, no dejes que ese sentimiento te confunda, debes de ser más fuerte que eso. No quiero perderte, no quiero perder a lo único que tengo. Si te enamoras de ese muchacho, si decides unirte a él para toda la vida. Es muy probable que des tu vida por él.

Luhan volvió a girarse observando la imagen de Yixing, estaba arrodillado sobre la nieve, y acariciaba a los pequeños lobeznos que Luhan había estado observando días atrás. Todo en Yixing parecía hecho especialmente para él, como un regalo divino hecho carne. No podía engañarse, ni tampoco engañar a su abuela. Ya le amaba, le amaba desde la primera vez en la que, una buena mañana sin más le había descubierto medio desnudo en el bosque y sus miradas se habían cruzado. Como una fuerza psíquica e infinita que no podía rechazar ni negar.

Luhan comprendió que el Lobo Feroz existía, que la bestia a la que todos temían y odiaban, aquella a la que su abuela culpaba de la muerte de su madre era tan real como él. Lo había entendido en aquel momento porque había comprendido los entresijos ocultos en el acertijo que rodeaba a Yixing. Él era la bestia, pero aun así, no podía dejar de amarle al igual que las polillas no pueden evitar acercase a la luz a pesar de que aquello se refiera aceptar su final. Sabía que amar a Yixing significaba sentenciarse a la muerte, pero aun así, ya no era capaz de imaginar un mundo sin él.

Aquella afirmación era estúpida, pues apenas sabía de su existencia hacía unos días. Pero había entrado en él de una manera demasiado profunda y mística. Ahora ya no había vuelta atrás, había clavado el primer clavo de su propio ataúd y en vez de darle la vuelta al martillo para intentar sacarlos, continuaba clavándolos uno a uno y cada vez con más fuerza sin perder la sonrisa en su rostro.

Escuchó como su abuela suspiraba de nuevo pesadamente sentada a su lado. Se acercaba a él y le abrazaba por la espalda.

—Ya soy demasiado vieja para entender los asuntos del corazón. Pero una vez, mucho antes que tu madre y tú mismo, yo también sentía esto por alguien. Así que, hijo mío, sal ahí fuera y ve a decirle lo que sientes. Y que la diosa nos proteja, pase lo que pase.

Luhan amplió lo más que pudo su sonrisa y besó la mejilla de la anciana haciendo demasiado ruido. Ambos sonrieron y luego, agarrando de nuevo su caperuza forrada por su interior con una piel blanca y cálida, corrió a la entrada de su casa, para evitar que aquella persona que le había robado el corazón desapareciese de su vida para siempre.

La nieve comenzaba a caer de nuevo cuando Luhan dio los primeros pasos fuera de la casa. Sintió como sus pies se hundían lentamente por el camino hasta la roca que estaba al lado de la valla de madera que rodeaba la casita en la que vivía.  Se paró poco antes de llegar a su lado y contempló con una sonrisa como Yixing disfrutaba de la presencia de aquellos dos animales. Observó como los dos pequeños lobeznos saltaban y correteaban al lado del joven jugando con él y como, el chico, sonreía desinteresadamente disfrutando también de la presencia de aquellos animales.

Continuó avanzado y el crujido de una ramita bajo su pie le delató. Yixing se giró y los animales marcharon corriendo asustados perdiéndose entre la espesura del bosque.

—Lo siento—se disculpó Luhan colocando mejor su caperuza para mostrar algo de su rostro.

Yixing se acercó y sonrió.

—No pasa nada, sólo estábamos jugando.

—Son los huérfanos, ¿no?—preguntó Luhan intentando continuar la conversación.

—Sí—respondió Yixing sentándose en la roca y dejándole sitio a él—Supongo que han venido hasta aquí porque han seguido el olor de su madre.

—Estoy preocupado por ellos.

—Estarán bien—explicó Yixing—no dejaré que les pase nada.

—Eres demasiado bueno—dijo Luhan acomodándose más cerca de él y elevando la vista al cielo, comenzaba a sentirse nervioso y no quería que el otro chico le descubriese.

—Eso lo dices porque no me conoces del todo. Soy despistado, caprichoso y cabezota. Siempre pierdo las cosas y mi casa está hecha un desastre. No soy tan bueno como puedo parecer—se explicó Yixing rascándose nervioso la nuca.

—Y además de buena persona, modesto—río Luhan agarrándole la mano—Esto puede que te parezca raro, pero cuando estoy a tu lado siento como si ya te conociese, como si de alguna manera rara, supiera que te iba a conocer.

Yixing apartó la vista de los ojos de Luhan clavándola, ahora él, en el cielo nocturno.

—¿Crees en el destino Luhan?—le preguntó con rapidez—. ¿Crees que hay alguien que maneja los hilos de nuestra vida, que desde alguna parte de este extraño mundo decide qué, cuándo y cómo vamos a hacer las cosas?

—No lo sé— respondió el muchacho de pueblo con sinceridad—. Pero me da igual.

—¿Y qué pasaría si te dijese que eso que crees que sientes no es nada más que un hechizo, un conjuro que alguien ha lanzado sobre ti para hacerte creer que me quieres? ¿Me seguirías apreciando entonces?

Luhan no comprendía las palabras del joven habitante del bosque, pero sí que entendía aquello que corría muy dentro de él. Le agarró de la mandíbula con delicadez y le giró el rostro obligándole a mirarle.

—Me da igual de donde provenga esto que siento Yixing, me da igual si mañana ya no estoy aquí por hacer lo que voy a hacer, me da igual si el mundo se termina, si todo el mundo me odia, si eres bueno, si eres malo. Todo eso me da exactamente igual, porque en este momento lo único que tengo claro es esto.

Luhan aproximó lentamente sus labios a los de Yixing, con delicadeza como si cada segundo de distancia entre ellos fuesen millones de años que dejaban atrás. Luhan jamás había besado a nadie antes, jamás había sentido la necesidad de hacerlo, ya fuese una chica o un chico. Un beso simplemente era un beso, un contacto físico, un roce de labio contra labio, pero con Yixing, con Yixing no era así. Saboreó la porción rosada de su piel con paciencia, disfrutando del sabor indescriptible de sus labios. Yixing sabía a espirales de estrellas bailando en el cielo, sabía a vacío en el estómago, a miedo e incertidumbre, sabía a emoción y a peligro, a promesa y a distancia, sabía a comienzo y a final y Luhan disfrutó de todos sus sabores como nunca antes había disfrutado mientras el botón interno de su corazón se colocaba en mil revoluciones.

Se separaron poco tiempo después y el joven de cabello con color de paja observó como el muchacho misterioso del bosque se lamía lentamente los labios.

—¿A qué sabe?—preguntó como un estúpido el joven pueblerino.

Yixing llevó un dedo a sus labios y los acarició dubitativo. Luhan abrió los ojos insistiendo y se mordió el labio. El joven con hoyuelos se inclinó hasta su oído y susurró.

—Quizás tenga que besarte de nuevo para tenerlo más claro.

Luhan no pudo evitar sonreír ante aquella proposición y permitir que esta vez fuese Yixing el que se inclinase comenzado el beso.

La nieve continuaba cayendo sobre ellos cubriendo su cabello y parte de su ropa. Luhan alargó la tela de su caperuza para cubrir el cuerpo de Yixing y éste le abrazó de vuelta sin perder el contacto con sus labios. Con los ojos cerrados y el corazón desbocado ambos muchachos se fueron deshaciendo de su ropa de camino al pajar que había al lado de la casa de la abuela de Luhan.

El cuerpo entero de Luhan no paraba de temblar, no sentía frío, al contrario se sentía mucho más caliente que en cualquier otro momento de su vida. Sentía las caricias de Yixing recorriendo la piel de su cuerpo, como si tratase de trazar un mapa por los accidentes de su cuerpo. Luhan no pudo evitar dejar salir una leve carcajada cuando los dedos traviesos del otro muchacho acariciaron la parte baja de su espalda. Yixing le sonrió con ternura, con aquellos hoyuelos marcándose en sus mofletes y Luhan acarició con su mano el rostro pálido del joven muchacho del bosque. Deseaba que aquello no terminase nunca.

Permitió que el muchacho le tumbase sobre la paja lanzando por el aire el resto de ropa que les quedaba sobre el cuerpo y, completamente desnudos, se observaron el uno al otro, con el aliento desbocado en sus labios y el corazón temblando en sus pechos. Sin saber muy bien qué decir o hacer, dejándose llevar por un sentimiento que ninguno de los dos llegaba a comprender del todo, pero al cual querían agarrarse como hierro candente.

Yixing comenzó a besarle por el cuello dejando que sus labios, lentamente, disfrutasen del sabor de la piel de Luhan. Sintió como las manos del chico del bosque recorrían sus muslos subiendo por sus piernas, recorriendo sus muslos internos, rozando con sus cuerpos sus zonas más íntimas, sintiendo como el calor que emanaba de ellos mismos era la única manta que les protegía del frío que reinaba afuera.

Luhan se giró tumbando ahora a Yixing sobre la paja y observándole con detenimiento; con la mirada brillante, el aliento apurado saliendo en pequeñas nubecillas por sus labios de muñeco, rosados y cuarteados, sus mejillas encendidas coloreando de rosado lo pálido de su rostro, el pelo revuelto y lleno de paja. Luhan pensó que si Yixing era un alimento sería lo único que desearía comer el resto de su vida. Se mordió el labio y se lanzó, quizás más apurado de lo que debía, sobre él.

Comenzó a lamerle por el cuello percibiendo como se estremecía y temblaba bajo él. Escuchó como los gemidos salían por su boca sin poder ser contenidos mientras bajaba por sus clavículas y corría apurado a sus pezones. Yixing se agarró con fuerza a su espalda clavándole las uñas y aquello, al contrario de molestarle, le encantó. Continuó bajando con su lengua, dibujando letras sobre su vientre, contando los segundos en silencio que precedían a cada gemido. La voz de Yixing era suave sin ser demasiado aguada y sin perder su masculinidad y aquello hacía que Luhan desease devorarlo en cada momento.

El muchacho de pueblo continuó bajando por la línea de su vientre hasta sus partes más pudientes cuando sintió que el joven bajo él se tensó al percibirlo y aprovechó ese momento para girarle a él y colocarse sobre su vista amarrándole de las muñecas. Luhan sonrió con picardía esperando su reacción, Yixing le devolvió la misma sonrisa alargando sus labios divertido mientras su respiración, acelerada, intentaba calmarse.

Ahora Luhan comenzaba a comprender el origen de los gemidos de Yixing, pues el muchacho había decidido imitarle bajando con su lengua por el cuerpo del chico de cabellos de paja. Un escalofrío tras otro atravesaron su espina dorsal hasta que el chico del bosque llegó a su entrepierna y decidió lamerla como si de un helado se tratase. Luhan no podía contenerse, aquello era algo para lo cual no se había preparado. Abrió un ojo y contempló al muchacho en toda su gloria con aquel trabajo.

Luhan jamás había visto algo tan hermosamente erótico antes. Las manos de Yixing mantenían su miembro erecto entre sus dedos subiendo y bajando por su longitud que crecía más y más, mientras que su lengua, traviesa y golosa no dejaba de lamer la punta. Luhan deseaba separarle de ahí, acercarle a él y besarle, sentía que no quería que se apartase nunca más de él, guardarlo en un rincón y que nadie más le tocase, alejarle de todos los males de mundo. Permitirle colarse por aquella pequeña puerta que daba paso a su corazón, cerrarla con llave y lanzarla muy, muy lejos para que nadie más pudiese molestarles jamás.

Yixing clavó su vista en los ojos de Luhan y dejó lo que estaba haciendo. Le acarició el rostro y levemente los labios con uno de sus dedos. Luhan sonrió sin apartar la vista, Yixing le devolvió el mismo gesto y después, sin preguntas ni excusas de por medio, se besaron. Mientras, fuera, ajena a cualquier cosa que pudiese estar pasando ahí, la nieve no dejaba de caer mientras que la luna, curiosa comenzaba a asomar sus ojos de perlados entre las nubes.

Luhan jamás se había acostado con alguien, jamás ninguna persona había acariciado su cuerpo desnudo, había besado sus labios y recorrido con su lengua cada parte de su cuerpo. Pero mientras Yixing lo hacía no podía pensar en otra cosa que en el inmenso placer que éste le estaba proporcionando. El calor que emergía de su interior, la suavidad de su piel, el escalofrío contradictorio de su espina dorsal con cada roce.

Luhan adoraba muchas cosas, adoraba el sonido de los pájaros por las mañanas, el tacto frío de la nieve sobre su mano, la brisa suave de las tardes de verano, el brillo intenso de la luna llena en el cielo con las pequeñas estrellas danzando a su alrededor. Luhan no entendía el amor, pero sabía lo que era amar, en aquel momento nada de eso tenía sentido. Ni las luces en el cielo, ni la brisa de verano, ni siquiera la palabra amor lo tenía. En ese momento lo único que tenía sentido era el brillo intenso de la mirada de Yixing, la manta de su cuerpo pálido sobre él, y los besos, que sin pudor, dejaba como huellas sobre su cuerpo totalmente desnudo.

No sentía vergüenza, ni miedo, ni preocupación. Sentía miles de sensaciones que ni entendía ni quería entender, que lo único que quería hacer era no dejar de sentirlas, perderse en ellas, dejándose hundir en un éxtasis incontrolable de placer y felicidad infinita. Por una vez en su vida no era capaz de controlarse, pues los sentimientos, como ecos de un huracán incontrolable, iban y venían estallando dentro de él. Quería más, quería elevar las sensaciones a un número de ceros interminables, y al mismo tiempo deseaba llegar al clímax de todo aquello.

Luhan, con la contradicción rebotando en su mente y en su más profundo fuero interno, dejó que los gemidos escapasen de sus labios al igual que los pájaros dejaban salir sus gorjeos cada buena mañana. Grabó cada caricia, cada beso, cada suspiro en sus oídos, cada gemido ronco y agudo del otro chico, como si todo aquello fuese el mejor de los regalos que nunca jamás había recibido. Quería que Yixing no se separase jamás, hacerlo suyo, únicamente para él, y al mismo tiempo él ser únicamente de Yixing. Sintió como algo muy dentro de sí mismo luchaba por salir, aumentando su fuerza, y como un rugido interno saltó sobre el más pálido. Mordió su cuello y arañó su espalda, furioso consigo mismo, intentando alimentar a un animal que jamás pensó que tendría dentro. Lamió el cuello de Yixing escuchando como el más joven no podía contener sus llantos placenteros, bajó por su cuerpo lamiendo cada parte de él, mientras que Yixing bajaba su mano bombeando en su miembro.

El amor, había quedado en un segundo plano, la pasión, el éxtasis y la gula viciosa se había vuelto el único punto a destacar de su danza sensualmente prohibida y privada. Luhan lamió el miembro de Yixing, lo llenó de saliva y lo endureció tanto que palpitaba nervioso, subió de nuevo en busca de sus labios, y las pequeñas puertas rosadas se abrieron dándole la bienvenida. Luhan amarró con su mano el miembro erecto de Yixing, al igual que éste lo hacía con el suyo, y juntos prosiguieron la masturbación sin apartar el contacto entre sus cuerpos. Inexpertos pero certeros, dejando que su mente irracional y salvaje decidiese por ellos.

Y entonces, como si hubiese sido preparado o programado por un dios que se reía de ambos, la luz de la luna penetró por la ventana bañándoles con su color místico y atrayente. Yixing, jadeante y sudado apartó el pelo del rostro de Luhan con su mano libre, el muchacho de pueblo, se permitió un descanso para tomar aire y le miró a los ojos. Su corazón no dejaba de latir como si una bestia salvaje golpease una puerta invisible pretendiendo entrar sin ser invitada.

Los ojos de Yixing brillaron con una mística intensidad y Luhan sonrió. Aquel era un momento que deseaba atesorar, como un secreto escondido en una pequeña caja oculta en lo más profundo de un cuarto secreto.

Luhan inclinó, de nuevo, sus labios en busca de los de Yixing y le besó. Yixing bebió de ellos con lentitud, saboreando cada centímetro de piel que los cubría, cada gota de saliva y cada aliento que se escapaba. Bebiendo, el uno del otro, como si aquello fuese el sabor más delicioso del mundo.

***

Luhan se despertó cuando un rayo de sol travieso decidió colarse por la pequeña ventana del pajar. Apretó los ojos intentando evitar la molestia pero finalmente se rindió y los abrió. Yixing continuaba tumbado a su lado totalmente desnudo. El joven pueblerino le observó y pasó un dedo por el dibujo de la columna en su espalda. Yixing murmuró algo en sueños mientras se revolvía entre la paja, Luhan sonrió como respuesta. Se levantó y buscó su ropa por la zona, descubrió entonces que algo le molestaba considerablemente en su hombro. Llevó la mano hasta ahí y lo analizó, estaba sangrando.

Luhan se preocupó entonces, tenía una enorme herida en su antebrazo, arrancó un trozo de la parte baja de su camisa y se lo ató sobre la zona sangrante para parar la hemorragia. Observó a Yixing, tenía sangre en sus manos. Dio un paso hacia atrás y se colocó apurado los pantalones. Salió por la puerta y entonces, la sorpresa aumentó en su grado. Los habitantes de la zona se habían arremolinado cerca de su casa, corrió hasta ellos. Descubrió, entonces, que la valla de la entrada estaba totalmente destrozada, se giró para comprobar el lugar de donde había salido y observó que la puerta y las zonas colindantes también estaban totalmente inservibles.

—¡La bestia!—gritó uno de los presentes.

—¡El Lobo Feroz, él lo ha hecho!—proclamó asustada una mujer recogiendo a una niña pequeña entre sus brazos.

Luhan se mordió el labio maldiciendo aquella estampa. Estaba seguro de quién lo había hecho, no cabía duda. Tenía que ganar tiempo y conseguir que esas personas se marchasen de ahí. Caminó en dirección a los pueblerinos cuando, de pronto, un grito llamó la atención de todos los presentes.

Jongin acababa de llegar con el ceño fruncido y el odio destellando en sus ojos. Se hizo, con desprecio, un camino entre la gente, apartándolos a manotazos y agarró a Luhan por la camisa rota que acaba de ponerse.

—¿Dónde está?—le preguntó apretando los dientes—¿En dónde escondes a ese monstruo?

Luhan apartó la vista, no quería responderle.

—¡Suéltale Jongin!—escuchó que ordenaba la voz de su abuela saliendo por la puerta.

Jongin clavó su mirada sin alejar la furia de sus ojos en la anciana.

—Sehun ha muerto—sentenció en alto para que todo el mundo le escuchase—Hemos encontrado el cadáver cerca de aquí y a su lado—continuó hablando sin bajar el volumen de su voz para que todos los presentes no se perdiesen nada de lo que estaba diciendo— Encontramos esto.

Jongin levantó su mano por encima de su cabeza, en ella, agarrado con fuerza entre sus dedos manchados por la sangre de su amigo, estaba el cinturón que Yixing había llevado amarrando sus pantalones. La gente ahogó un grito de sorpresa.

—¡No es lo que pensáis!—intentó excusarse Luhan a sabiendas de que él también estaba pensando lo mismo. Yixing era el Lobo Feroz.

Jongin acercó su rostro más al de Luhan. Había odio en sus palabras, pero también dolor. Había perdido a su mejor amigo, a su hermano y a la persona que siempre había amado. Luhan lo sabía, y por eso mismo no podía responderle como debería, porque en el fondo, él tampoco quería perder a Yixing, al igual que Jongin había perdido a Sehun.

—Es un monstruo Luhan—escuchó que Jongin le susurraba cerca de su oído— Una bestia sedienta de sangre, acabó con tus padres, con Sehun, con nuestros animales, nos acecha en las noches, no tiene sentimientos. Tú eres su presa, te ha cautivado con su disfraz de cordero, no te dejes engañar por la piel del demonio.

Luhan apartó la vista mordiéndose los labios. No sabía qué hacer.

Yixing, desorientando y todavía medio dormido, se asomó a la puerta. Se frotó los ojos y contempló el extraño paisaje. La abuela de Luhan se mantenía en la puerta con la bata todavía puesta, Luhan, con la ropa hecha jirones estaba desviando la vista de un amenazante Jongin, que no dejaba de mirarle furioso; la entrada, completamente destrozada, estaba llena de personas y todos no apartaban la vista de él.

Fue entonces cuando Yixing se dio cuenta de que estaba desnudo, corrió a taparse su delantera con las manos y a ocultarse, de nuevo, en el interior del pajar. Los hombres del pueblo corrieron arengados por la voz de Jongin hasta donde Yixing se encontraba, le lanzaron una camiseta y le amarraron las manos a la espalda. Después le obligaron a salir del pajar mientras la gente le gritaba y le lanzaba piedras.

Yixing buscó con los ojos la mirada de Luhan, pero éste, completamente decaído la apartó de su vista. No podía mirarle, no podía creer que la persona con la que había pasado la mejor noche de su vida, fuese un asesino. Y lo peor de todo, no podía creer que aunque lo fuese todavía le siguiese amando.

Luhan entró en la casa corriendo en dirección a su cuarto. Su abuela le siguió y se acercó a la puerta. El muchacho del cabello con color de paja se dejó caer acurrucado al lado de su cama. La anciana mujer se aproximó y le acarició con ternura la espalda.

—Mi niño—murmuró ella—Yo no quería que esto pasase, te avisé que te alejases de él.

—Pero…—intentó reprochar Luhan, pero las palabras no salían de él.

—Es mejor que hoy no salgas de casa, esta tarde le ajusticiarán y le ejecutarán antes de la noche.

La mujer se levantó y caminó hasta la puerta sacando su llave. Luhan abrió los ojos sorprendido, pretendía encerrarle. Siempre había sabido que su abuela era una buena persona, demasiado sobreprotectora, pero nunca había pensando que dejaría que una panda de ignorantes se cobrasen la vida de una persona, que aunque todo le apuntase como culpable, era imposible que lo fuese.

—Lo hago por ti, cielo—comenzó a decir la mujer mientras cerraba la puerta—Estarás mucho mejor aquí, encerrado, lejos de todas esas personas que podrían dañarte.

Luhan la dejó hacer, y escuchó como la cerradura se cerraba tras el portazo. Se levantó y caminó hasta la ventana. No podía permitir que aquello continuase así. Recordó las caricias de Yixing sobre su cuerpo y llegó a una conclusión. Le daba igual que Yixing fuese la bestia, le amaba de todas maneras, y estaba seguro de que él jamás habría asesinado a nadie. Esa tarde, cuando todo el mundo descansase en sus casas, él mismo le sacaría de ahí huyendo con él.

***

Con la cara pegada al cristal contempló como las calles toscas y mal asfaltadas de aquel pueblo de interior en la montaña estaban completamente desiertas. La nieve no dejaba de caer desde la noche anterior y el suelo estaba cubierto por una capa blanca que le daba una estampa totalmente invernal. Los cazadores habían puesto un aviso de que nadie saliese de sus casas para evitar revuelos en la plaza central, y la gente había sido extremadamente obediente. Aquello le venía totalmente de perlas, con la gente fuera de escena podría caminar con libertad ocultándose entre las calles para llegar hasta el calabozo en donde tenían encerrado a Yixing.

Había visto salir a su abuela con una escopeta. Ella había estado mucho tiempo en la cabeza de los cazadores, pero con el paso de los años y debido a los achaques de la edad, la mujer había dejado ese puesto a una persona más joven, el cual había sido Jongin. Pero aquel día, y tratándose del supuesto asesino de su hija y su marido, la anciana había sido una de las “afortunadas” elegidas para contemplar la ejecución.

Luhan sacó la llavecita especial que mantenía guardada y en cuanto la mujer abandonó la casa abrió la puerta de su cuarto con rapidez y salió corriendo dándole la vuelta a su capa y capucha, cubriéndose con la parte roja y dejando a la vista la parte blanca del forro interno, para confundirse de esta manera con la nieve. Llegó sin problemas hasta la zona en la que la gente estaba reunida, se asomó a una de las ventas y les vio hablando acaloradamente, Jongin parecía molesto y el resto de los hombres y mujeres del consejo del pueblo semejaban intentar razonar con él. Luhan sabía que el muchacho moreno no cedería, Sehun había sido alguien demasiado importante para él, y aquello lo comprendía. Se escondió de la vista de un curioso que había decidido mirar qué pasaba en exterior y luego se deslizó con sigilo hasta la zona de los presos.

Encontró a Yixing amarrado de pies  y manos por unas cadenas en la pared. Tenía diversos golpes y moratones por el cuerpo, la camisa rota y los pantalones desgarrados. Observó que los labios estaban partidos y que había sangre en ellos y en la cabeza. Corrió hasta la celda y se agarró a los barrotes. Tenía ganas de llorar, pero no era el momento.

—Yixing—murmuró algo más alto de lo que quizás debiera hacer, pero necesitaba que éste le escuchase.

El joven del bosque desvió la mirada hacia él y sonrió con ternura. A Luhan se le encogió el corazón. Necesitaba sacarlo lo antes posible de ahí. Quedaba muy poco tiempo para la hora de la ejecución y si lo conseguía sólo tendría que arrastrarse con él hasta el bosque antes de que la última luna llena del mes saliese entre las nubes. Buscó unas tenazas entre las cosas que se amontonaban en la estantería y abrió la cerradura, entró en la celda y rompió las cadenas que le sostenían.

El cuerpo pálido y destrozado de Yixing se dejó caer en sus brazos y Luhan cogió algo de agua para limpiarle la cara y reanimarle algo. No tenían tiempo, necesitaba que pudiese seguirle el ritmo, así que el chico del bosque tenía que encontrarse más despierto y hacer un esfuerzo para caminar.

Escuchó como la gente comenzaba a levantarse de sus asientos en el piso de arriba, justo encima de sus cabezas. Así que se apuró, ayudó a Yixing a sujetarse, con su brazos, por su hombro, y ambos salieron corriendo perdiéndose entre el manto de la nieve, en dirección al bosque.

Luhan sabía que los cazadores no tardarían en alcanzarles a ese paso así que intentó apurar la velocidad, pero la paliza que le habían dado a Yixing le había dejado demasiado maltrecho como para poder seguirle el paso. Entraron en el bosque y le dejó apoyarse en uno de los bajos de un árbol hueco para coger algo de aire. Luhan escuchó como los pasos de la gente se aproximaban a ellos y el corazón volvió a retomar su acelerado compás.

La noche había comenzado a extender su manto oscuro sobre el cielo y la luz de la luna despuntaba impaciente su luz azulada entre las nubes oscuras. La nieve continuaba cayendo, incansable y paciente sobre sus cabezas. Luhan se sacó la capa que le cubría y dándole la vuelta la colocó por los hombros de Yixing, agarró la capucha roja con ambas manos y la alzó cubriéndole la cabeza casi por completo. Se encogió de cuclillas delante del muchacho del bosque y acarició su rostro. Yixing elevó la vista y se lamió la herida del labio.

Luhan sonrió con ternura perdiéndose en los ojos del muchacho que estaba frente a él. La luna, sobre sus cabezas, asomaba por completo su rostro curioso tras las nubes,  y de nuevo esa agitación inquieta en su corazón estallaba descontrolada.

Fue entonces cuando lo entendió. El sentimiento extraño que le abordaba cada vez que tenía a Yixing frente suya, las ganas increíbles de hacerle suyo, de devorarlo. Yixing no era la bestia, él lo era y Yixing era su presa. Lo sabía, podía notarlo. Comprendió entonces las palabras de su abuela, la escena que tiempo atrás había contemplado, su madre devorando a su propio padre; los encierros involuntarios, su increíble percepción, su habilidad para seguir rastros, su oído, su olfato, su vista en la oscuridad. Luhan, él mismo, él siempre había sido la bestia, al igual que tiempo atrás también lo había sido su madre.

Abrió los ojos sorprendido, Yixing estaba en peligro, él mismo sentía la necesidad de disfrutar del sabor de su sangre. Aquellas ganas por devorarle, no era una metáfora, sino la peor de las realidades. Dio un paso hacia atrás y se encogió sobre sí mismo.

—Yixing—consiguió pronunciar con una voz que no parecía la suya.

El joven aludido le miró confuso.

—Márchate, aléjate de mí. Yo…—Luhan volvió a retorcerse cayendo al suelo—yo soy la bestia, soy el Lobo Feroz.

Yixing se levantó y corrió hacia él recogiéndole en sus brazos mientras la terrible transformación comenzaba.

—Lo sé—le dijo el chico del bosque intentando ocultar la preocupación en sus palabras—Te vi la noche anterior, cuando salías del pajar. Me miraste con tus ojos de lobo y luego te fuiste.

—Yixing—pronunció con dificultad Luhan desde lo más profundo de su garganta—Voy a comerte, te destrozaré, aléjate de mí.

—¡No!—reprochó el otro—No lo harás, sé que no lo harás. Me lo dijiste la noche pasada, lo leí en tus ojos.

—No digas tonterías Yixing—gruñó Luhan apartándole de él—¡VETE!

Yixing escuchó como la voz de Luhan se elevaba por encima de los árboles convirtiendo las palabras en un gruñido. Su cuerpo, antes humano y de aspecto frágil, comenzaba a cambiar con rapidez, su boca se alargaba y sus dientes se transformaban en colmillos, sus ojos se animalizaban y sus brazos y piernas se tornaban patas con garras de uñas afiladas.

Yixing dio un paso retrocediendo, al igual que Luhan había hecho antes que él cuando pretendía alejarse por seguridad. El Luhan que poco antes se retorcía en el suelo había desaparecido y ahora, ante sus ojos, se alzaba un enorme animal que gruñía mostrándole los dientes. Yixing alargó la mano, pero el animal, no parecía estar de buen humor. Se dio cuenta de que comenzaba a agacharse con intenciones de saltar sobre él, así que, sin dudarlo, sacó fuerzas de donde no las tenía y salió corriendo intentando perderse entre los árboles, con el animal, aullando y corriendo tras él.

Yixing, aprovechando su conocimiento de aquel lugar consiguió llegar antes que él a la casa en la que había vivido, se apuró y cerró con prisa la puerta a sus espaldas.

—¡Yixing!—gruñó el animal con diversión al otro lado de la puerta—¡Ábreme la puerta, sólo quiero charlar contigo!

Yixing sabía que no era Luhan quien hablaba sino la bestia. Se apoyó contra la puerta haciendo fuerza para que éste no pudiese derribarla.

—¡Luhan!—le respondió elevando la voz rezando mentalmente para que el verdadero Luhan dentro de aquel ser pudiese escucharle— ¿Recuerdas lo que te conté? ¿Sobre la muerte de mis padres? Fue un ser como tú quien les mató, siempre he sabido que tú eras el ser a quien todos llaman Lobo Feroz, lo supe en el momento en el que nuestras miradas se cruzaron en el bosque. Te estaba buscando, pero esa noche tú ganaste la batalla, luego a la mañana siguiente me encontraste, con tu forma humana.

Luhan golpeó la puerta con el peso de su cuerpo, Yixing continuó ejerciendo peso y hablando.

—Te iba a matar, esa era la idea, pero entonces, me enamoré de ti. No conseguía comprender como alguien que tenía tanto mal dentro podía ser tan dulce e increíble por fuera. Sé que eres más fuerte que todo ese instinto que ahora mismo te domina, sé que tú puedes controlarlo.

Yixing escuchó como el aullido del lobo, furioso e impaciente, alcanzaba los cielos y entonces la puerta se vino abajo. El lobo que era Luhan resopló furioso sin ocultar su temible dentadura, el aliento cálido creaba humo en contacto con el aire y Yixing se apartó de su alcance caminando sin mirar lo que tenía detrás.

—Luhan, por favor—suplicó Yixing conteniendo el aliento intentando buscar alguna pizca de humanidad en sus ojos de lobo.

El sonido de un disparo resonó en la sala y el lobo se giró en dirección a la puerta. La abuela de Luhan, arma en mano, le observaba ceñuda apuntándole directamente al entrecejo.

—No me obligues a hacerlo, Luhan—comenzó a decir la señora—Lo hice hace años con tu madre y podría volver a hacerlo contigo.

El lobo gruñó mostrando sus dientes, la mujer cargó el arma y la ventó fijando mejor la vista.

—Si te mantuve con vida todos estos años es porque pensé que serías más fuerte que esto. La maldición de nuestra familia. Pero los lobos no soy los animales horribles que todo el mundo cree, un lobo puede amar, Luhan, y lo sabes, un lobo puede romper el destino que la sociedad le ha impuesto sin tenerle en cuenta. Porque cuando un lobo ama lo hace para toda la vida. Dime Luhan—insistió la mujer sin perder la paciencia—, ¿amas al muchacho que pretendes devorar?

El lobo se giró, sin perder la amenaza en sus fauces, y clavó la vista en los ojos asustados de Yixing. Fue entonces cuando el joven que una vez había sido volvió a aflorar en el cuerpo de aquella bestia. Tras él el sonido de un nuevo disparo cruzó el aire rozándole en una pata. Exaltado, el animal se abalanzó sobre Yixing mordiéndole en un brazo. Yixing gritó de dolor y el lobo abrió sus fauces permitiéndole escapar.

Yixing se levantó agarrando su brazo ensangrentado, caminando hacia la puerta. Jongin, de pie bajo el marco, sostenía el arma que acaba de ser disparada. La anciana a su lado, perpleja y asustada, se había quedado totalmente petrificada.

—¡Jongin!—gritó Yixing corriendo hasta él—No lo hagas, es Luhan.

Pero Jongin no quería oírle, sólo pensaba en que aquel a quien su amigo había amado había sido el que le había quitado su vida. Pensaba en Sehun, en las cosas que ya nunca más podrían hacer y el odio nubló por completo su mente. Quería matar a Luhan, quitarle la vida que él mismo había arrebatado, pero en vez de apuntarle a él con el arma apuntó a Yixing.

—Lo sé—le explicó con deje caído en sus palabras, las lágrimas corrían lentamente por las mejillas del cazador—. Di adiós, Yixing—susurró en un hilo de voz el muchacho moreno—. Pues yo me llevaré tu vida, la persona que esta bestia ama, al igual que él se llevó la vida de la persona que yo amaba.

Luhan intentó colocarse de pie, pero la herida en su cuerpo se lo imposibilitó. Yixing cerró los ojos esperando el disparo, pero a pesar de que el sonido había estallado en el aire, no sintió dolor alguno en su cuerpo. Luhan, en un último esfuerzo se había lanzado sobre él recibiendo el disparo.

Yixing contempló como el lobo caía pesadamente contra el suelo. Se agachó y le acarició con ternura hundiendo sus dedos en su pelaje castaño color de paja.

—Luhan—susurró con un hilo de voz—. Luhan—volvió a susurrar hundiendo su rostro en el cuello del animal. Pero no obtuvo respuesta.

La respiración del lobo se iba haciendo cada vez más y más escasa hasta que finalmente, su vientre dejó de moverse. Yixing elevó el rostro cubierto de lágrimas y la sangre que brotaba del cuello de la bestia. Jongin le miró con la cara compungida, apretó los labios y abandonó el lugar huyendo, dejando tras de sí su escopeta. La abuela de Luhan se agachó enfrente de su nieto, todavía convertido en lobo, acarició su pelaje y sonrió con ternura.

—Después de todo, mi pequeño, venciste a la bestia. Aprendiste a amar.

Yixing pasó sus dedos acariciando el hocico húmedo de Luhan, temblando con miedo, esperando a que se volviese a transformar en persona, a que la noche pasase y se despertase de aquella mala pesadilla. Pero nada de eso sucedió, Luhan, la bestia, el Lobo Feroz, el niño huérfano, todos ellos habían muerto.

Yixing elevó la vista al cielo clavando sus ojos en la luna, que ajena a todo continuaba brillando allá en lo alto.

La gente odiaba y temía a los lobos, el miedo a lo desconocido les hace reaccionar de manera imprevisible y peligrosa. El ser humano es capaz de convertir el amor en odio, y a un animal en un asesino. El amor, puede nacer en cualquier lado, incluso en el corazón de una bestia, con tanta o más fuerza que en el de una persona. Porque al final, después de todo, no hay peor monstruo para el ser humano que él mismo.

***

            Cuando el maestro terminó de contar su historia un enorme silencio se apoderó de la sala. Yixing observó a cada uno de los niños en sus camas. Algunos de los pequeños ya estaban durmiendo y los otros, luchaban por mantenerse despiertos. Uno a uno se acercó a sus camas y los colocó bien arropándolos correctamente dentro de las mantas. Caminó hasta la puerta del cuarto y les lanzó una última mirada apagando la luz antes de salir.

            Continuó con sus pasos atravesando el largo pasillo llegando hasta el salón. Había pasado demasiado tiempo y contar aquella vieja historia le traía recuerdos que pensó que ya había olvidado. Tragó saliva empujando el nudo que quería formarse en su garganta y se asomó a la ventana. Las nieves ya se habían cuajado sobre la tierra construyendo una preciosa alfombra natural de color blanco; la luna, en lo alto del cielo, parcialmente escondida por las nubes, le dedicaba una de sus sonrisas más tiernas y traviesas.

            Se colocó la vieja caperuza de color rojo forrada de pelaje blanco y salió por la puerta trasera. Caminó descalzo hasta lo más alto de la montañita que se elevaba tras la gran casa que colindaba con el bosque, dejando tras de sí las huellas de sus pies. Elevó el rostro al cielo y cerró los ojos, percibió como la nieve le acaricia el rostro y alargó su sonrisa estirando los brazos a ambos lados recogiendo los copos con las manos.

            A su lado, casi rozándole el rostro sintió el aliento de un animal provocando una nube de vaho que se elevaba disipándose en el ambiente. Yixing se giró y abrazó el morro de aquel animal que, tras él, había dejado huellas de patas al lado de las suyas. Abrió los ojos y clavó la vista en aquella mirada lobuna e intensa que años atrás le había robado el corazón.

            Recordó cómo había vuelto a su casa tiempo después y no había encontrado el cadáver de Luhan sobre el suelo y como un surco de patas sobre la nieve se había alejado del lugar. Yixing sabía que Luhan deseaba ser libre y al final lo había conseguido. Había sonreído imaginando al chico corriendo aventuras dentro del cuerpo de un lobo, más allá de los muros de aquel pueblo, más allá de las supersticiones de un bosque.

            Había decidido quedarse en el pueblo, hacer creer a todo el mundo que el Lobo Feroz había muerto con Luhan y cambiar la leyenda, transmitir la idea de que un lobo no era un ser temible, sino simplemente un animal diferente, alguien noble, valiente, hermoso y fiel. Había decidido esperar por él, al igual que tiempo atrás Luhan había estado esperando por él.

            El lobo bajó el morro y acarició con ternura el cuello de Yixing, éste conteniendo las lágrimas se abrazó a su pelaje, el animal elevó un aullido hasta lo más alto del cielo. Había vuelto, vuelto por él, para quedarse, por y para siempre a su lado.

            Yixing sintió como unos labios fríos y cuarteados le acariciaban con ternura buscando su contacto. El joven maestro correspondió aquel beso que llevaba tanto tiempo esperando. A su alrededor la nieve no dejaba de caer y en el cielo, brillante y ajena, la luna llena sonreía traviesa.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, besitos y abrazos unicornianos. Dejen coments


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).