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A través del espejo por Hollie Cherry

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes reconocibles de la historia, no son de mi propiedad, solo la trama y demás. Sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

Hooola, les vengo a traes un nuevo one shot, que se me salió del momento. Espero les guste :3

“La sensación de culpa te consume poco a poco, el deseo de ser más delgado es lo único que llena tu mente, la sensación de alivio al vomitar es tu felicidad”

Me siento tan cansado, las piernas me fallan, la visión también. A veces suelo escuchar voces y también suelo ver bultos moviéndose a mí alrededor, como si danzaran, como si bailaran por mí.

 Tengo la garganta desgarrada. Solía cantar, me gustaba, lo hacía con el corazón, con un sentimiento único porque cada canción significaba algo para mí, algo tan importante y sincero a la vez, pero ya no lo hago.

Hoy me he levantado muy tarde, demasiado, para lo acostumbrado. No tengo ganas de hacerlo, no tengo ganas de bañarme, vestirme, ni arreglarme mi cabello negro; estoy cansado de ser como soy… de no tener el cuerpo que deseo.

Un cuerpo perfecto…

Gotitas de agua caen por mi cuerpo desnudo, la toalla cae al suelo y frente al espejo un poco empañado por el vapor del baño, se refleja mi decrépito ser, mi cuerpo relleno de grasa, esa cosa que se alberga y trata de esconderse por debajo de mi piel, lo sujeto con las manos y lo trato de estirar. Siento asco de mí mismo.

Algunas voces resuenan en mi cabeza:

—¡Mira que si eres feo!

—Aléjate de mí saco de huesos.

—Vete de aquí, enfermo marica.

Una lágrima se asoma por mis ojos avellana, ladeo la cabeza y a continuación muchas más empiezan a salir. —¿Por qué?— sollozo —¿Por qué nadie me quiere?— hipo y trato de controlarme.

—¿Cariño, estás bien?— mi madre llama despacio a la puerta.

—Sí, mamá— aclaro la garganta. Carraspeo un poco— todo está como siempre.

—¿Sabes que te quiero, verdad? Y daría lo que fuera por que tú seas feliz. Eres mi vida— y sin decir más, escuche el ruido de sus tacones alejarse por el largo pasillo.

—Lo sé, mamá— susurré—.Lo sé.

Solté un gemido de dolor, mis jugos gástricos carcomían mi estómago ya reducido. Mis manos abrazan mi abdomen, se siente vacío.

Recojo la toalla y con pasitos torpes salgo del baño. Me visto lentamente, con pereza, con cansancio. Tengo que ir a la universidad, es una pesadilla, no lo puedo soportar, no otro día más.

—¡Billy! Ven a desayunar, es tarde, date prisa—llamó a voces mi madre. Un dolor me invadió.

—Sí, ya voy—logré contestar.

Cojo el lápiz y me paro frente al espejo, comienzo a delinear mis ojos de negro, me paso un poco de sombras y algo de brillo a mis secos labios. No necesito mucho tiempo para arreglar mi cabello, últimamente se cae mucho, así que cada vez tengo menos cabello, lo peino y lo arrojo para atrás.

 Estoy a punto de salir, pero miro mis manos y veo como algunas de mis uñas se han roto y el esmalte negro y blanco ya no hace efecto alguno en ellas. No me importa.

Miro penosamente el desayuno que mi madre me sirvió. Ya no puedo lanzar otra excusa para no comer, ya lo hice por un día entero, y si lo digo ahora se notará sospechoso, así que con gran culpa y miedo, vuelvo a mirar la taza de leche, con dos panecillos con mermelada. Le doy mordidas pequeñas y comienzo a masticar lánguidamente, mi estómago se niega recibir la comida, no puedo, no quiero, siento como toda la grasa que ingiero se adhiere a mí cuerpo. Tomo el vaso de leche y me levanto rápidamente de la mesa, corro casi tropezando hasta el baño.

Abro el retrete y me arrodillo frente a él, ya no es necesario meterme los dedos a la boca, hasta tocar la campanilla, el vómito sale por sí solo. Había memorizado en qué orden tome los panes y luego la leche y así tenía que salir de mi boca, pero en el orden invertido. Me aseguro de que no quede nada más de comida dentro de mí, y vomito todo lo que puedo, hasta solo arrojar agua.

Respiro agitadamente, me paso la mano por la boca para limpiarme, y me levanto cogiéndome del lavamanos; abro el grifo y me enjuago la boca, una y otra vez, alzo la mirada y me encaro contra el espejo, ese maldito espejo que me hace ver lo imperfecto que sigo siendo. Sollozo suavemente, no lo entendía porque seguía siendo así, porque sigo siendo feo. Abro la puerta del pequeño cajón que hay en el baño y saco unas tijeras filudas, me saco mi muñequera negra del brazo izquierdo y veo con detenimiento las cicatrices de mis antiguas cortadas y otras que aún estaban en costra, con el pulso temblando deslizo la tijera por mi marcada piel blanca, una línea de sangre se desliza por mi muñeca y luego caen gotitas de color carmín al piso. Se siente bien, se siente alivio, ya no duele, un gran vacío se abre ante mí y pareciera como si cayera en un enorme pozo profundo, donde la oscuridad me abraza.

—¿Bill, estas bien? ¿qué paso?—llamó a la puerta mi madre. Asustado lavo la tijera y la guardo de nuevo, cojo un poco de cinta blanca y envuelto sin mucho cuidado mi nueva cortada y me coloco de nuevo la muñequera.

—Sí, estoy bien, solo vengo por algo de agua—contesto apenas, mirándome de nuevo en el espejo, viendo que mi maquillaje no se haya corrido del todo, una mueca de asco se nota en mis labios al ver mi imagen.

—Okey, salgo para el trabajo, que te vaya bien. Adiós— los pasos se alejan y por fin escucho que la puerta principal se cierra de golpe.

Me caigo de nuevo, ya no lo soporto más,  la balanza mi mayor tortura diaria; el espejo mi fiel delator; la sangre mi liberación; la comida mi enemiga; la muerte mi salvación.

Estaba muy seguro de que si moría todo estaría mejor. Mamá ya no tendría por qué preocuparse por mí, ya no tendría que trabajar para pagarme nada más; mis amigos, los pocos que tenía, ya no tendrían que estar llamándome cada hora para ver si seguía con vida, y no me habría muerto por ahí. Todo sería más fácil sí, yo sería perfecto, con un cuerpo perfecto y bien formado, fuerte y no débil, pero lo único que tenía era un frágil corazón.

Las burlas que me lanzaban a diario mis compañeros de carrera eran dolorosas, me decían lo repulsivo que me veía, lo mal que lucía con el cabello así, con el cuerpo así, con el maquillaje así. Todos esos comentarios dolorosos, dije que algún día iría a la universidad con la frente muy en alto y que todos tragarían sus palabras, pero ese día nunca llego y probablemente nunca llegaría.

***

Entro con la cabeza agachada al salón, todo se revuelven y me miran, todo el mundo calla, un silencio sepulcral se hacen en toda la habitación. Cierro mis manos y hago fuerza con ellos, hasta que mis nudillos se volvieron blanco, camino hasta el último asiento del salón y me siento ahí, dejo que mi cabello tape mi rostro no quiero que nadie me mire, ni ver a nadie tampoco. Oigo comentarios.

—Mira a Bill Kaulitz, esta tan delgado, parece un esqueleto andante—se oyen risitas.

Mentirosos…

—Oh, por Dios, está enfermo.

—Ese marica, merece morir, es un pecado que vaya caminado por ahí—todos se ríen y yo agacho más la cabeza. Ya no lo soporto.

Me levanto de mi silla, cojo mi mochila y salgo rápidamente del salón, casi cayendo en el transcurso.

Tres años han pasado desde que decidí tener esta vida, desde que los comentarios empezaron y mi mente decidió ver lo que creía correcto para mí. Era hora de acabar con todo esto, yo no tenía arreglo, no tenía futuro, todo los esfuerzos por no comer, por vomitar si comía, por tomar laxantes y pastillas para quemar grasa fueron en vano, todas esas horas haciendo abdominales fueron inservibles, a la hora de subirme a la balanza, mis esperanzas por alcanzar la perfección decaían.

Entro al cubículo de un baño y me encierro ahí. Gemidos lastimeros salen de mi boca, mi garganta está destrozada, mi piel ha perdido el brillo igual que mi cabello negro, mis labios resecos y quebrados, tan quebrados como mi alma y mi corazón.

—¿Por qué?—sollozó— ya no quiero esto, ya no quiero mi vida—rompo a llorar desgarradoramente, no me importa si alguien me escucha.

Abro mi mochila y sacó una navaja con la que solía cortar mis hojas de colores y practicar el origami. La aprieto con fuerza y una lágrima cae sobre esta, saco la cuchilla y lo miro por unos segundo, lo examino como esperando a que algo pasara.

Ayuda, por favor, me estoy muriendo, no me dejes morir, sácame de aquí, sácame de esta pesadilla…

Me saco por última vez las muñequeras, mis fieles compañeras, y al ver mi piel defectiva, deslizo la cuchilla por esta, haciendo un corte profundo y en diagonal, suficiente para que la sangre saliera rápidamente y a montones. Alzo mi otra muñeca y corto también mi vena, profundo y basto.

No, ya no hay vuelta atrás, ya no hay tiempo, ni espacio para el arrepentimiento, ya no más dolor, ya no más miedo, ya no más sociedad de mierda….

Débil por la sangre que salía de mi piel abierta, caigo para atrás y mi espalda encuentra consuelo en la pared, la cuchilla estaba en el suelo tirada, la miro y sonrió desquiciado. Ambos brazos reposaban al lado de mi cuerpo que poco a poco deja de sentir.

Pienso en mamá, seguro le dolerá mi partida, pero luego se conseguirá un nuevo esposo y tendrá un hijo, y al fin podrá ser feliz, muy feliz, seguro eso pasará, te deseo el mejor futuro para ti, mi dulce madre. También pienso en mis amigos, que están lejos, en Georg y Gustav, ese par siempre me hacían sonreír aunque yo no quería, me llamaban casi siempre, pero poco a poco deje de contestarles, seguro estarán mejor sin, sin el tonto de Bill.

Por último pensé en mi vida, en lo que había y no hecho en todos estos 19 años, nunca podría saber cómo se sentirá recibir un beso de la persona que te gusta, nunca podría aprender a amar a alguien, nunca más podría soñar de nuevo con un futuro mejor, nunca más podría cantar esas canciones llenas de sentimientos y eso me dolía me dolía un poco, pero nada comparado como lo que me dolía las burlas de la sociedad.

Lo que había esperado por tanto tiempo al fin llego y era esa oscuridad abrazarme y arrullarme, me recibía entre sus brazos como un hijo perdido, uno que volvió y no pensaba irse otra vez. Lo quería, quería esto para mí, lo añoraba tanto y pedía tanto y al fin se me ha concedido.

Se lo ha llevado, la oscuridad se lo ha llevado, ya no hay retorno, ya no hay imperfección, ya no hay espejos que juzgan y deforman las figuras, ya no hay culpa, solo paz…

Notas finales:

Gracias por leer y más si me dejan un comentario.

Muchos Hollieabrazos :3


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