Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nos une la misma luna por Shizu Chan

[Reviews - 117]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a tod@s los hermosos nativos de yaoilandia :D

Hoy paso a dejarles este hermoso capítulo ¨-¨)7 que estoy orgullosa de haber escrito :3

Si te atrapó y la trama te parece buena, puedo asegurarte que un fic largo es algo maravilloso. Al menos a mí me ha pasado leyendo otros autores, y además disfruto escribiendo una historia extensa hasta el final :D

Ojalá les guste y sigan leyendo :3

Corre fic...

A 1 día del flechazo…



Esa mañana de sábado, una tormenta arreció todo a su paso. Desde temprano Sasha se comunicó a la casa de Jess y pidió que por ese día no lo enviaran, que él comprendía el mal tiempo que estaba acechando. Su tía lo despertó con una taza humeante de leche y le avisó que podría seguir durmiendo. Se sorprendió al notar que el muchacho no parecía justamente muy alegre por la noticia, y sus ojos azules se apagaron al oírlo.

— ¿Aún no le has hecho la carta a Lyod, cariño?

— ¿Hum? ¡Ah, no! —lo había olvidado completamente. Soltó una risilla nerviosa y se rascó la nuca—El lunes le diré a Sasha que me ayude a hacerla.

— ¿Por qué no la haces hoy? Y luego él la corregirá—sus ojos castaños se iluminaron— Es que tengo tantas cosas que decirle.

Jess aceptó pero otra vez notó esa incomodidad en su sobrino. Le tomó la mano fraternalmente.

— ¿Algo pasa con tu primo, cariño?

—Es que…se fue sin más, y ni siquiera se despidió de mí o los cuatrillizos… No logro entender lo que pasa por su mente.

—Es un muchacho libre, como el viento. Siempre fue así. Debes entenderlo, mi niño. Algún día tendrás esa edad…y querrás volar.

Jess negó rotundamente con la cabeza.

—Yo jamás te abandonaría a ti y el tío Karl, y mucho menos a mis padres y mis hermanos. Son mi familia. Lo siento pero… para mí, ¡Lyod es un ingrato! —Comenzó a subir de tono, irritado— ¡Incluso tienes que rogarle para visitar a su propio padre en su cumpleaños!

Su tía Mary permaneció seria. Se levantó de a poco y dijo por lo bajo, con dureza:

—Pero sigue siendo mi hijo.

— ¡Eso no justifica nada!

— ¡No me levantes el tono! Será mejor que te quedes en tu cuarto por hoy—se enjugó una lágrima y salió dando un portazo— ¡Estás castigado!











Dio vueltas en el cuarto. Parecía una fiera encerrada. Su tía Mary no lo llamó a almorzar. Su tío Karl golpeó tímidamente a la puerta, seguramente alertado por la situación, pero Jess no le abrió la puerta. Estaba muy enfadado. Comprendía el dolor de su tía, pero eso era inaudito. Lyod no merecía que le siguieran lamiendo las botas de esa manera.

Las horas pasaron. Tomó las hojas del informe del día anterior y comenzó a estudiar. Sasha dijo que dentro de poco evaluaría su nivel académico a esas alturas así que debía ir preparándose. Se recostó en la cama, boca arriba, boca abajo, de costado… de mil maneras posibles.

Eran cerca de las seis de la tarde. Su estómago rugía. Tenía los nervios de punta. Abrió la puerta con cuidado y al ver a Cindy cerca, chistó su nombre por lo bajo. La niñita de trenzas castañas se acercó con curiosidad.

— ¿Por qué no saliste en todo el día, primo Jessy?

—Tenía mucho sueño… ¿No me traerías algo de comer?

— ¿Por qué no vas a buscarlo tú mismo? —preguntó con naturalidad, alzándose de hombros.

Jess no supo qué responder. Tartamudeó un poco, pero entonces vio a su tía acercarse. No le dio tiempo a volver a ocultarse en su cuarto, ella le sostuvo la puerta sobre los goznes con una de sus manos.

—Jess, tenemos que hablar.

—Pues yo no quiero.

Mary soltó un suspiro y trató de acariciarle una mejilla, más el joven se lo negó. Se escurrió entre ambas y marchó hacia el hall. El tío Karl estaba mirando televisión con sus otros hijos.

—Cariño, de verdad necesito aclarar las cosas… No seas así…

— ¿Sabes algo? No me interesa. Siempre lo vas a defender a él—ante el tono de voz alto que empleaba Jess, Karl se puso de pie y lo escudriñó detenidamente—¡Siempre vas a rogarle que vuelva! ¿Y sabes algo más? ¡Él no nos quiere! Si nos hubiera apreciado jamás se hubiera marchado.
Los cuatrillizos comenzaron a cuchichear entre ellos: “¿Quién es, Lyod?” “¿Qué dice Jessy?” “Papá parece enojado”

En efecto, su tío estaba bastante molesto por sus palabras. Sabía perfectamente que se refería a su hijo mayor. Mary se limitaba a bajar la mirada, reprimiendo las lágrimas.

—Te damos nuestra casa, nuestro hogar, ¡y así me pagas, niño! Haya hecho o que fuera, Lyod es mi hijo, y vas a respetar eso.

Jess se volvió hacia Karl. El hombre tenía el típico rostro enjuto que ponía al reprender a los niños cuando cometían una diablura. Pero él no era más un párvula. Y estaba discutiendo la verdad.

—Yo puedo decir lo que pienso sin…

—No, no puedes. No aquí.

— ¡Pues me largo entonces!

La tormenta arreciaba fuera, pero Jess salió con apenas su remera y un pantalón de algodón. Su tío quiso detenerlo en vano. Tomó su bicicleta y se perdió entre las calles infinitas del pueblo, con los nubarrones grises sobre su cabeza, prorrumpiendo en pesadas gotas de agua.

La rabia subía y bajaba por su garganta. Cuanto más rápido pedaleaba menos sentido le daba a sus pensamientos. Y el único lugar donde pudo direccionarse fue hacia… hacia Sasha.











La noche se estaba avecinando. Una muy larga y gélida como pocas. Se acurrucó en la cama con el infaltable texto de Karl Marx junto a sus manos titulado “El Capital”. Hacía tiempo que no tenía oportunidad de echarle una leída.

El sonido de un trueno le hizo dar un respingo desde su lecho. De niño era muy miedoso ante las tormentas. Incluso iba a dormirse entre las piernas de sus padres, y todas las noches lo echaban de vuelta a su cuarto. Sólo la infaltable Zina se recostaba a su lado, y a pesar de tener ya once años para ese entonces, le contaba historias haciéndolo distraerse de sus temores y hundiéndolo en un profundo sueño.

Recordó su casa en Rusia. Las ventanas largas y luminosas. El patio repleto con las rosas de su madre. Los niños pobres pidiendo en las calles. El aire viciado de humo de la ciudad. El frío. El constante frío.

Soltó un suspiro inconsciente al retroceder en sus memorias, cuando un grito lejano casi inaudible, captó su atención. Podría ser algún vecino o alguien al pasar, no sería extraño con la tormenta que se estaba desarrollando.

Abrió las solapas de la ventana y al mirar hacia abajo, sólo pudo sorprenderse de lo que estaba contemplando.











Se detuvo con un chirrido en la entrada de la mansión. Estaba cerrado el portón principal. No se le cruzó esa idea por la cabeza. Junto al mural había una caja electrónica que seguramente se comunicaba con el dueño de la casa, pero lo más probable es que fuera con el padre de Sasha… y justamente no quería conocerlo de esa forma tan repentina.

Le dio vueltas al lugar. En la parte trasera había un cerco de alambres, y en un recodo un gran agujero donde cabía un humano incluso. Nunca había visto esa parte de la casa. Pasó la bicicleta por encima y él se deslizó como un gato por el escondrijo.

Lo que no se detuvo a pensar el pobre Jess, es que justamente esa entrada la había hecho un perro callejero. Y no uno cualquiera. Un rottwailer que ahora lo estaba mirando con cara de muy pocos amigos… Se lanzó a toda carrera a correr.

El canino era rápido. Le estaba pisando los talones, pero con esos dientes tan filosos que le gruñían hacían correr más rápido al muchacho. El parque estaba cubierto por hojas otoñales, y poco se veían los charcos, por lo que no pudo percatarse de uno y tropezó. El animal al verlo indefenso se lanzó a toda carrera a atacarlo, pero…

—¡Fernando!

El perro se volteó hacia la ventana al igual que Jess. Ante la mirada atónita del joven, el rottwailer movió su pequeño rabito hacia Sasha y se acurrucó bajo su ventana como un cachorrito. El hombre le hizo señas al muchacho para que se largara de allí.

Jess no perdió tiempo y fue arrastrándose hasta el descanso junto a la puerta trasera que daba a una especia de cocina. Estaba trabada por un pestillo que volteó con las manos y logró ingresar con facilidad. Se ocultó tras la mesada por si acaso.

Los pasos del hombre se escucharon desde las escaleras. Parecía ser la única señal de movimiento en la casa. Hasta las luces ya estaban apagadas.

—Oh, sí que eres inoportuno.

—L-lo siento, y-yo…

Sasha se acercó a su lado con el ceño fruncido. Se acuclilló y le tomó el tobillo. Allí se percató Jess de que tenía un gran rasguño a esa altura, y que estaba sangrando. Se ruborizó al sentir sus manos cálidas recorriendo su piel herida.

—D-duele…

—Ven, voy a llevarte a mi cuarto—sin darle tiempo a quejarse, lo alzó en vilo por las rodillas y la espalda, como si de una pluma se tratase— Pero procura no hacer ruido, ¿de acuerdo?

—No hace falta que…

—Shhh—le susurró al oído—Dije que no hicieras ruido.

Jess permaneció callado y volteó el rostro. Podía sentir su aroma junto a la nariz. Era embriagador. Había estado fumando, pero también guardaba ese toque a vainilla y páginas viejas de libro… El aroma a Sasha, en fin.

Lo subió por los peldaños lentamente. Se sintió algo abochornado al oír las risillas de las muchachas tras pasar por lo que parecía ser su cuarto. El profesor lo miró significativamente para que permaneciera mudo, y él acató la orden.

Cuando al fin llegaron y lo dejó sobre la cama, cerró la puerta y soltó un suspiro.

—Bien, veré si tengo en el lavabo algo para desinfectar eso. Espera aquí.

—No pensaba ir a otra parte de todas formas—murmuró Jess, entre dientes.

Sasha le sonrió con esos ademanes gatunos y se perdió tras la puerta del baño. Se oyó que inspeccionaba el interior de la cajuela. Jess pasó los ojos pro la habitación. Estaba ordenada y pulcra como la vez anterior, sólo un poco atiborrado de libros los estantes y la mesilla junto a la cama. Parecían ser un ente más en la vida de Sasha esos sinnúmeros de obras que coleccionaba cariñosamente.

Le llamó la atención el que estaba a su lado, entre las almohadas. “El Capital” de Karl Mack… No, Marx.

“Qué apellido tan extraño”

El rubio hizo acto de presencia con una botellita de alcohol y unas vendas blancas. Algo exagerado teniendo en cuenta el rasguño. Pero a pesar de la mirada apremiante de Jess, se puso a la altura de sus pies, le quitó las zapatillas y comenzó a limpiarle cuidadosamente la herida, entre sus quejidos bajos.

— ¿Duele?

—Sí… tenga cuidado… ¡Auch!... por favor…

Al notar que su alumno había tomado entre las manos la obra de Marx, Sasha soltó una risilla.

—No creo que te agrade leer eso, Jess.

— ¿Qué es? —inquirió con curiosidad.

—Una obra meramente política y económica. Un pensador comunista. Mi favorito a decir verdad.

Jess contempló los mechones rubios que le caían por la frente y cubrían sus facciones. No sabía mucho de él. Eso lo angustiaba en cierta medida.
—S-señor Sasha…—aguardó a que alzara sus ojos café— ¿Qué cosas le gustan?

Permaneció pensativo un momento, mirando fijamente los dedos de su pie desnudo. Al cabo de un momento, dijo en un tono bajo y profundo:

—Hablando de cosas específicamente no podría decirte mucho, pero… si hay algo que me gusta es la libertad. La igualdad. Es algo utópico en realidad—le dio la vuelta a las vendas sobre su tobillo— Ya hemos hablado de esto en las clases anteriores, pero como profesor no podía decírtelo porque es perder el profesionalismo. Yo soy un socialista utópico de raíz. Pero con esos verdaderos objetivos, no para ocultarme en una máscara y engañar a las personas. Por eso elegí esta carrera cuando fui a estudiar a Inglaterra.

Jess contempló con atención sus movimientos al hablar, como un niño pequeño a su madre.

— ¿Podría haber sido algo más?

—Médico, abogado, banquero como mi padre… Pero si elegí esto es porque quiero ayudar a la juventud. No me agradan mucho los niños porque me urge verlos ser hombres y mujeres—cerró con cuidado el matete de tela que hizo sobre el pie del joven— Quiero abrir sus mentes. Educarlos. Que tengan un futuro.

—Hum…

— ¿Es muy aburrido lo que digo?

—O-oh, no, no es eso… Es que recordé cuando usted dijo que había ido a enseñar al extranjero… o algo así.

—Sí. Estuve por México, Perú y Brasil. Un mes di una vuelta por Argentina. Me traje también libros muy interesantes como “El Aleph”. Pero debí irme. Bueno, en un principio yo estaba con un grupo de profesionales que me acompañaban. Éramos una especie de Asociación fuera del Gobierno con una causa social. Pero todo se vino abajo cuando un compañero y una compañera fueron acusados de abuso sexual de menores…—una sombra pasó por sus ojos oscuros— Lo peor es que esos casos eran verídicos. Yo… no sé cómo alguien puede lastimar a un niño.

Jess alzó una ceja y se permitió ser un tanto burlón. Sasha comprendió al instante lo que le quiso transmitir.

—No, no me veas así. Tú nunca te negaste a nada.

— ¡A-ah, claro! —El rubor comenzó a aparecer en sus mejillas— ¿No escuchó cuando le decía que “no”?

Sasha se acercó y le mordió el labio inferior.

—No cuenta si tus ojos dicen “sí”.

— ¡S-sigue siendo acoso!

Amagó a besarlo otra vez, pero al notar que se tapaba el rostro como un cachorro temeroso, se sentó a su lado y le acarició el cabello con ternura.

— ¿Y a ti qué te gusta?

Jess se sobó las manos, algo nervioso.

—Pues… yo no tengo un nivel como el suyo así que no puedo decir esas cosas, pero si hay algo que me agrada es…—recordó su hogar. Su familia. Sus animales. Su todo— Es el campo. La granja donde crecí. Quisiera seguir allí. No tiene comparación a la ciudad por nada del mundo… ¡P-pero me parece genial que haya podido conocer esos países! Me encantaría saber más también…A pesar de ser un poco torpe…

Sasha se rascó la barbilla.

—Quizás algún día te muestre otros lugares… ¿Vendrías conmigo?

El joven asentó enérgicamente con la cabeza. Se oyó a la altura de la ventana un gruñido de perro. Jess se estremeció ligeramente.

—S-señor… ¿Ese rottwailer es suyo?

—Es de Inna. Lo trajo cuando vino de Rusia.

— ¿Y se llama Fernando? —enarcó las cejas con sorpresa.

—Es adjudicado en memoria a Fernando de Aragón, un rey con mucho cariño al cuello de las personas…—cruzó un dedo sobre su pescuezo, haciendo un sonido agonizante.

Jess puso los ojos en blanco.

“Qué bonita mascota tienen…”

— ¿La herida en tu tobillo fue hecha por el perro?

—No, me caí. Él no llegó a hacerme nada.

—Oh, qué bien—le revolvió la mata de cabellos negros. — ¿Puedo preguntar por qué viniste en medio de una tormenta hasta aquí?
El muchacho se sobó las manos, mirando sus vendas.

—Me peleé con mis tíos.

— ¿Por qué? Siempre los veo tan cariñosos contigo.

—Por nada especial… Simplemente me fastidia que me sigan tratando como a un niño a veces.

Sasha rió.

—Es que eres un niñito precioso. —Le acarició el cabello.

— ¡N-no es cierto…Oye!

Sus manos eran tibias. Se amoldaban dulcemente a sus hebras. Lo llenaban de sosiego. Bajó lentamente sus dedos y los pasó por su cuello desnudo. Jess sintió un frío recorrerle la espalda.

—S-sasha…

Lo asió por la nuca obligándolo a que sus narices se rozaran de a poco. Inhaló más de él. Del aliento que se escapaba por sus labios largos y finos.

—No… No hables.

Recorrió sus dedos por toda la extensión que marcaba el rostro del joven; sus mejillas, la punta de su nariz, su barbilla…

—Tienes una cara muy dulce.

— ¡N-no es cierto! —trató de alejarlo con sus manos, ya casi desprovistas de fuerzas para oponerse— U-usted tiene cara de gato y yo no le digo nada.

— ¿De gato? —esbozó una sonrisa traviesa.

—De un animal salvaje… de tigre…—fue perdiendo la coordinación en sus palabras a medida que Sasha le besaba el cuello.

Se acercó a su oído y le mordió la oreja.

—Con más razón debo devorarte, ¿no?

— ¡N-no…No quiero!

Agarró firmemente su rostro.

—Mírame a los ojos y dime que no.

Jess se perdió en el mar oscuro de su mirada.

—Y-yo… yo…S-sasha…

No esperó su respuesta y comenzó a degustar con fiereza sus labios, metiendo esa lengua escurridiza entre sus dientes, enredándose con su paladar. Jess perdió toda fuerza de oposición y se dejó caer de espaldas a la cama. Sasha bajó la boca para seguir devorando la ranura entre su cuello y la sensibilidad de su oreja, que lo hacía soltar gemidos bajos de animal.

Jess traía puesta una remera empapada que el hombre no tardó en quitársela, a pesar de sus rezongos. Recorrió con sus labios la punta de sus pezones erectos por el roce, mientras con sus manos se apresuraba a sacarle también los pantalones de algodón. Jess trató de zafarse y consiguió correrse un tanto más lejos de él pero chocó contra las almohadas y se desplomó bajo el peso de Sasha, que se lanzó a retenerlo en sus brazos.

El muchacho temió que lo atacara, pero para su sorpresa, lo abrazó dulcemente. Estaba hirviendo su pecho. Ese corazón que llevaba dentro latía como loco.

—Estás todo mojado, vas a enfermarte. ¿No quieres darte un baño?

Se observó sus ropas, y descubrió con pesar que estaba manchando las mantas de la cama. Trató de incorporarse pidiendo disculpas, pero trastabilló con su propia herida y cayó sobre los brazos de Sasha.

—Ten cuidado. Yo te llevaré, no te preocupes.

—No, está bien, yo… ¡Wohaa…! ¡Espera!

Cuando quiso recordarlo, el profesor volvió a tenerlo en brazos y lo llevaba con presurancia hacia el lavabo. Lo debió dejar apoyado sobre el pasamano donde estaban las toallas, pues Jess se revolvía como un gato arisco en sus manos.

—Puedo hacerlo solo.

—Al menos deja que te prepare el agua—abrió el grifo de agua caliente y luego la fría, para entibiarla.

—G-gracias—dijo Jess, algo avergonzado por haber pensado mal en sus intenciones.

Pero dando crédito a sus suposiciones, Sasha se acercó y le levantó su remera cubierta de barro con un dedo, dejando al descubierto su pecho pálido y frío.

—También te puedo ayudar a desvestirte.

— ¡No hace falta, muchas gracias! —lo alejó de un suave empujón y corrió el rostro, ocultando su rubor.


El hombre observó la herida en su tobillo y vaciló en la puerta antes de marcharse.

— ¿Seguro podrás solo?

Jess asentó con fervor y le cerró la puerta de un portazo. Tomó aire con alivio al notar que no intentaba forzar la cerradura.

“Vamos, reacciono como si me fuera a v-violar o algo así…”

Se culpó a sí mismo de pensar algo así, y de a poco se desvistió. No era nada fácil con su pie maltrecho. Cada tanto olvidaba su dolencia, y pisaba con la planta, logrando que mascullara una maldición entre dientes. Si gemía tan sólo un poco Sasha no dudaría en entrar, por ello cuidaba el tono de voz.

Con esfuerzo lo logró. Ingresó despacio a la bañera, sin olvidar dejar fuera el pie vendado, para no arruinar las revestiduras que tenía. El agua era tan cálida que lo embriagaba de a momentos.

Observó el baño, algo pequeño pero reconfortante. Allí era donde Sasha cada mañana se levantaba e iba a mirarse al espejo, lavarse los dientes, e incluso a ducharse. Podía imaginarlo arreglarse el cabello rubio frente al espejo.

Se hundió de a poco en el agua, e incluso con la baja temperatura de su cuerpo, enrojeció completamente.








Se paseó nervioso de un lado a otro en el umbral. Hacía veinte minutos no salía, y ni siquiera profería sonido alguno. Golpeó con los nudillos.

— ¿Jess?

Al cabo de unos minutos su voz ahogado se oyó:

— ¿Qué sucede?

— ¿Cómo qué sucede, niño? Déjame pasar, seguramente no puedes ni ponerte en pie—amagó a entrar, pero el peso de algo contra la puerta no se lo permitía— No obstruyas el paso.

—N-no pase…

Pudo notar que ahora su voz estaba quebrada. Ejerció mayor fuerza y logró abrir la puerta sobre sus goznes.

No era Jess el que estaba en el paso, había dejado para su seguridad un banquito de madera para no permitirle la entrada. El muchacho estaba en un rincón, oculto bajo una mata de toallas. Sasha soltó una risilla y se acercó a tocarle la frente.

— ¿Pensabas quedarte ahí toda la vida? Mira, ya tienes fiebre…—se lo puso al hombro como si no pesara nada, a pesar de la poca resistencia que Jess ponía. Pudo sentir cómo los pulmones de Sasha suspiraban— Por eso no me gustan los niños.

Lo dejó sobre la cama con cuidado. El cuerpo del joven estaba febril, incluso sus mejillas tenían ese tono carmín aún más acentuado. Le corrió el cabello de la cara.

— ¿Quieres tomar algo? Puedo fijarme si…

Jess le tomó la mano y la puso contra su mejilla, cerrando los ojos de a poco.

— ¿Sabes? Aún no me respondiste algo—tomó el rostro del muchacho entre sus manos con delicadeza— ¿Por qué viniste aquí realmente?

La habitación estaba en penumbras a esas alturas. No había ningún sonido. Era el sonido del silencio el que repercutía por cada recodo. Se miraron en un momento infinito, uno que no guardaba segundos, ni minutos, ni años…

Su vocecita suave se oyó en todo el cuarto.

—Porque quería verte, Sasha.

Eran diez minutos antes de la medianoche.

Sasha se quitó la camisa. Su pecho pálido parecía brillar a la luz de la luna, marcando el recorrido nudoso de sus músculos. Jess no pudo evitar pasarle las manos con vacilación sobre su superficie, como si fuera algo sumamente frágil.

Hundió la boca en el torso del muchacho y fue lamiendo como un felino cada parte de su piel. Se sentía pegajoso y sucio. Sasha lo obligó a voltearse. Le recorrió la espalda con los dedos. Luego con su lengua. Jess se estremecía con su contacto.

La lluvia tornó a aparecer. Se oían las gotas golpetear contra los vidrios. Jess las contempló, mientras Sasha terminaba por despojarlo de las toallas, que iba dejando tiradas a un lado de la cama. Sintió sus manos jugueteando con su intimidad. Ocultó el rostro en las almohadas para ahogar un gemido cuando ingresó los dedos por su entrada, despacio.

— ¿Duele mucho?

Fue formando círculos para hacerlo más placentero. Jess se fue relajando. Era molesto el contacto, pero entonces… sintió una puntada en el estómago. Una sensación hormigueante de excitación. Sin poder ocultar un gemido dejó en claro que había descubierto el punto justo.

Sasha soltó una risilla, y se bajó la bragueta de sus pantalones de jean. Tenía el miembro duro y húmedo. Se lo acarició y llamó a Jess tocándole el cabello para que lo observara. El joven se ruborizó al verlo.

—N-no tenía por qué enseñarme eso.

— ¿No es mejor ver lo que vas a devorar? —le susurró junto a su oído, alzando las caderas del castaño entre sus manos, rozándole la extensión de su miembro.

Sasha fue ingresando de a poco. Despacio para no lastimarlo. Jess se quejaba por el roce, pero con un tinte de excitación ahogada. Cuando logró acomodarse, pudo penetrarlo de una estocada. Notó que el joven quedaba helado del dolor. Aguardó a ver cómo reaccionaba.

Con el pasar de los segundos, fue relajándose e incluso movió inconscientemente las caderas, invitándolo a seguir. Sasha lo acechó como una fiera y comenzó a realizar movimientos lentos. Jess se amarró al barandal de la cama, mordiendo las mantas para silenciar su voz estridente, cargada de excitación.

— ¿Quieres que vaya más rápido, cachorrito? —le mordió un hombro, mientras con su mano izquierda le sostenía el cabello.


—S-sí… Nhmmm… Un poco más…

Aumentó el flujo de las estocadas. Su falo ya estaba mojado por el roce. Jess soltó un aullido bajo al sentir que golpeaba contra ese punto sensible dentro suyo. Las cargas de electricidad en sus entrañas eran casi orgásmicas.

—S-sasha… P-para… Me voy a correr…

—Espera, Jessy. —Sacó su miembro por un momento y despaciosamente lo hizo girarse, quedando sus rostros a pocos centímetros de distancia— Quiero ver tu expresión cuando lo hagas.

Jess cayó en pánico. Ocultó el rostro con las manos.

— ¡N-no, jamás!

Sasha se movió con mayor fuerza, haciendo chirriar las maderas de la cama. Le descubrió la cara y obligó a que lo observara. El semblante del muchacho no podría estar más rojizo y corroído por el deseo. Sus ojos azules eran vidriosos, y de su boca entreabierta escapaba un hilillo de baba. Sasha la lamió y le besó los labios sonrosados, dejándole marquitas al pasar con sus dientes.

Estaba al borde de colapsar. Su miembro no dejaba de latirle como loco. Observó los ojos negros de Sasha y mientras sentía cómo el hombre soltaba un gruñido bajo, casi animal, Jess se dejó llevar por las sensaciones de placer y se corrió. Quedó tendido bajo el cuerpo de Sasha, sintiendo sus latidos, que ahora eran lentos y acompasados. Lo abrazó, rodeándole el pecho con los brazos. Sasha le acarició el cabello.

El reloj de pared en la habitación marcó la medianoche. Jess pudo percibir que el profesor se estaba quedando dormido sobre su cuerpo. Miró ese rostro ovalado, sus largas pestañas, su nariz larga y recta… todo en él era hermoso.

“Si esta persona pudiera llegar a amarme… cuán feliz podría ser yo”








Otra vez el mismo sueño. Los laberintos. Las paredes irreversibles… Ella lo miraba de lejos. Como siempre. Porque jamás sería digno de amarla.

Se levantó de la silla y se le acercó. Su cabello tenía el aroma de las fresas. Del amor. Era única.

—No me veas así como tonto.

—L-lo siento, Emily…

—Siempre eres igual. Haces todo mal. Ese poema era muy tosco. Si vas a merecerme tienes que ser algo mejor.

— ¡Haré todo lo que sea necesario!

La niña pareció considerar la propuesta.

—No tienes que mirar a nadie más. No importa si yo te permito estar conmigo o no. No puedes amar a nadie más.

— ¡Juro que lo haré!

—Pero es una promesa, Alex—le tomó la mano con seriedad— Y es irrevocable.



Observó entre sus delirios el rostro dulce de Jess. Su nariz pequeña y respingada, sus mejillas abultadas, ese mechón de cabello negro acariciándole la frente…

No, no temía enamorarse. Temía de quién lo hiciera. De ser lastimado como ella ya lo había herido en ese entonces.

Alzó la barbilla del joven que ahora dormía en la comodidad de su pecho y le besó los labios de a poco, pensando en su interior…

“Si esta persona pudiera llegar a amarme… cuán feliz podría ser yo”

Notas finales:

Este capítulo era diferente en un principio. Recién acabo de transcribirlo... desde un ciber (;-;) ¡Imaginen mis nervios! ¡Oh, sí el pobre dueño llega a husmear entre los archivos que allí escribí! Jaja Por suerte lo eliminé apenas terminé TwT Aunque lo hubiera dejado para hacerle una maldad a algún homófobico e.é Jajaja

Saludos y ojalá les haya gustado :3

PD: No imaginan lo feliz que estoy por haber hecho al fin un lemon completo XD Uno tierno, por supuesto :3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).