Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nos une la misma luna por Shizu Chan

[Reviews - 117]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos...
Si vienen de leer el capítulo anterior pues... Primero que todo, no estoy segura de si quedó bien... es decir, lo sé, en otros capítulos mencioné a Inna totalmente como una mujer, pero si miran los anteriores, verán que arreglé muchos errores tipográficos, y otros mínimos que tenía...
No sé cómo quedará. Pensé hacer una pareja hetero en un principio de Inna y Lyod, pero luego se me ocurrió hacer otro yaoi más y pues, creé a Misha, que ciertamente me gusta más que Inna... ¿Qué tal les pareció? Luego de leerlo comenten... Acepto críticas n.n... Lo siento que no haya tanto de Jess y Sasha, ya lo haré en el siguiente :3
(Me emocionó tanto describir a Sasha enojado) <3

~Corre fic... y que sea lo que Dios quiera.

Capítulo 6


A pocos metros del estacionamiento donde su tío cargaba las mercaderías que le traían de las grandes cadenas y él las subía a su camioneta, había un bar donde los hombres iban a beber algunos tragos. Era pequeño, revestido en paneles de madera, y tristemente iluminado bajo las luces artificiales amarillentas.

Un anciano morrudo estaba tras la barra donde se servían los tragos y algunas raciones de maní para acompañar las cervezas. Jess se acercó con vacilación, tomándose de las faldas de su tía. Varios tipos voltearon las cabezas para verlos, en especial por asombrarse de ver una mujer allí.

—Hola, buenos días. Quiero usar el teléfono.

El viejo señaló escuetamente al fondo del pasillo, en un caurtucho, donde se veia una mesilla de ébano y allí el teléfono de color gris. Tenía sobre sí una rueda con los números, y su tía Mary debía introducir el dedo y dar una vuelta completa a cada uno de ellos, hasta formar el número de línea que tenía el bar donde su padre iba siempre por las tardes, pues en la casa de Jess tampoco tenían una línea fija.

Contempló el rostro de la mujer, y descubrió por su sonrisa que habían atendido.

—Hola, buenos días, ¿se encuentra el señor Owens?... ¡Joseph, cariño! ¿Como andan por allá?... Oh, sí, comprendo... ¿Diana está contigo?... Oh, pásame con ella... Hola, Diana querida, ¿cómo andas?... No, no te pongas así, mujer. Tu niño está bien aquí... Sí, aquí está conmigo—le guiñó un ojo a Jess— ¿Quieres que te pase con él, Diana?

Le tendió el tubo al muchacho, quien lo tomó con las manos vacilantes. No sabía claramente cómo usar ese aparato. Acercó con temor su boca, y murmuró:

— ¿Mamá?

Al instante oyó la voz estridente y llorosa de su madre.

— ¡Oh, mi niño, mi Jessy! Mira cómome tienes de mal, cariño—se sonó la nariz, seguramente con algún pañuelo.

—No estés mal, ya volveré.

—Lo sé, mi niño. Pero no me pidas que no esté así. Ya sé que soy una exagerada, pero te extraño... ¿Cómo vas estudiando, Jessy?

—Oh, bien—soltó una risilla tímida. Su voz se fue tornando angustiada— ¿Papá puede solo con la granja?

—No te preocupes por esas cosas, tú sólo debes venir bien formado de allá. Tus tíos son muy genitles, ¿te portas bien? Mira que no quiero que seas mal educado, Jessy.

—Sí, sí, mamá.

—Bueno, espera que te doy con tu padre. Se nos acorta la línea... ¡Nos vemos, mi niño!

—Adiós, mamá.

Oyó el chasquido que sonó al pasarse el tubo uno a otro.

—Ah, niño. Mira que estás haciendo un mar de lágrimas esta pobre granja, eh.

—Papá...

— ¿Necesitas que te enviemos algo de aquí, ijo? ¿Necesitas algo más de dinero? Yo estoy enviándole a Karl varias cosechas para tu alimentación.

—N-no...

—Jess.

El muchacho se secó una lágrima que comenzaba a aflorarle bajo los ojos. Intentó mantener su tono de voz estable.

— ¿Estás llorando? No quiero verte mal.

—N-no, no es eso.

— ¿Entonces qué pasa, hijo?

Su tía Mary le acarició la espalda. Y ya simplemente no pudo más. Él seguía siendo el niño que creció entre sus brazos. Comenzó a sollozar.

—L-los extraño mucho, papá.

— ¿Sabes algo? Has hecho muy bien en llorar frente a mí... Tu madre ya estaría comprando un boleto para ir a abrazarte. ¿Pero sabes porque yo no lo haré? Porque sé que eres fuerte, y vas a soportarlo todo—aún así, pudo oírse que contenía su voz quebrada. Soltó un suspiro para calmarse— Te queremos, Jess. No estés mal, ¿qué mejor pago para mí y tu madre que vuelvas bien? Es lo que necesitas.

—L-lo sé...

—Bien, espero que así sea. Quise traer a tus hermanos, pero la camioneta es pequeña. Los dejé con la vecina para que los cuidara... ¿Y a que no sabes algo, eh? Está preguntando mucho por ti—soltó una carcajada— Esa chica te gustaba, a tu padre no le puedes mentir.

Jess frunció el ceño.

— ¿Quién, papá?

—Creo que se llama Judith o algo así... La niña de la otra granja que venía a jugar a casa cuando tenías once.

—Ah, sí...

—Vamos, creí que te gustaría oír eso.

—Hum, es que ya no me interesa.—Enredó los dedos entre los rulos que formaba el cable del teléfono— Quería oír a Lucy al menos...

—Para la próxima será, Jess... Bueno, ya cortaré porque me está apurando el viejo cascarrabias de aquí... Adiós, hijo. Cuídate.

—Espera, papá.

—Dime.

—Cuando regrese voy a ayudarte aún más. Lo prometo.

No pudo verlo, pero sabía que en ese momento, el hombre sonreía como de costumbre.

—Claro que sí, hijo.

El joven se secó el rostro con la manga de su antebrazo.

—Adiós, papá.

—Adiós, Jessy.













Entró al despacho del señor Ivanov. Trató de mantener vanamente los estribos. Estaba muy nerviosa... Bueno, tal vez ya no estaba nerviosa, sino nervioso. O tal vez ya no era nada.

Sacudió la cabeza, despejando sus propios fantasmas, y se enfrentó al hombre.

—Papá, quiero parar con esto.

Boris le fijó sus ojos oscuros.

— ¿Con qué, Inna?

— ¡Con esa mentira! ¡No soy Inna, y lo sabes!

Inmutable, como siempre, sacó unos papeles del cajón de su escritorio, y los dejó sobre la mesa.

—Aquí dice que eres Inna Ivanova, nacida el 6 de junio de 1959. Hace exactamente catorce años yo tuve una hija, y así es.

—P-pero... yo quiero ser hombre. Esto no funciona... ¡Dijiste que tendría más libertad, pero vivo encerrada aquí! E-encerrado, quiero decir...

Se perdió en su propia inseguridad.

—Mira cómo estás, hija. No sabes lo que quieres. Necesitas definirte y yo quiero ayudarte—a pesar del uso de sus palabras, seguían siendo rudas como siempre— Voy a arreglar tu operación de cambio de sexo definitivo. Será con el mejor profesional en total confidencialidad.

El joven se quedó petrificado en el sitio. Miró sus manos pequeñas, las faldas floreadas que cubrían sus piernas... No, nada era verdad. Y cada día le parecía más irreal. Eso no lo hacía feliz.

—No importa lo enfermo que esté, quiero intentar ser hombre. Y hacer lo que me plazca... Si es necesario me iré de casa, como ya lo hizo Alex.

La mirada de su padre era perniciosa.

— ¿Ah, sí? ¿Te prostituirás por las calles por algo de comida? ¿Andarás con cualquiera con tal de estar en mi contra?

Inhaló fuertemente aire con sus pulmones, y soltó de una sacudida:

— ¿Qué hay de malo si me gusta hacer eso?

—No permitiré esa vida para uno de mis hijos, por más desviado que sea.

— ¡Dijiste que era tu consentida!

—Si eres mujer lo serás, si eres hombre te irás.

Misha se quitó la peluca de un tirón, desparrámandola sobre los papeles de su padre. Apretó los puños con indignación.

—Toma tus pastillas y ve a dormir, hija.

— ¡Ya no las tomaré jamás! No me hacen bien... ¡Me hacen sentir más confundido aún!

—Necesitas esas hormonas para conservar ese aspecto femenino, sino esto se vendrá a pique.

— ¡Pues que lo haga, yo me largo de aquí!

Salió del lugar a las zancadas, y su padre ni siquiera amagó a detenerlo. No le importó que al pasar junto a una de las sirvientas casi se edesmayara de la sorpresa. Fue hasta su habitación y se quitó la ropa, destrozándola, haciéndola girones. Quedó desnudo en medio de la oscuridad, con su cabeza dando vueltas sin rumbo alguno.

" ¿Quién soy?"

Se cubrió con las mantas y se dirigió al cuarto de Sasha. A esas horas estaba dando clases en la biblioteca. La sirvienta fue tras él, intentando calmarlo. Sacó de los cajones las prendas que consideró más acordes a su cuerpo, y se vistió. Le quedaban unos talles superiores, pero cubrían por entero su cuerpo.

Se dirigió hacia la mucama.

—Emhhh... ¿Crees que yo me vería viendo siendo un chico?

Esta parpadeó varias veces sin comprender.

— ¿U-usted no es la señorita Inna?... ¿Quiere ser hombre?

— ¡Yo soy hombre!

Se acomodó el saco de lana negro que había hurtado, y volvió sus ojos chocolatosos hacia la mujer.

—Quiero que les diga a mis hermanos que me voy, pero tarde o temprano enviaré algunas cartas. Sólo a ellos. No le comunique nada a mi padre.

— ¿Se va?

—Sí.

El joven fue hacia las escaleras, y comenzó a bajar los peldaños. La mucama lo siguiió de cerca, alzándose las faldas.
— ¿No va a volver?

—No.

Se detuvo frente a la puerta de entrada. Observó una vez más las cortinas rojizas, que combinaban sobre la alfombra esmeralda. Las mesillas de vidrio. Los cuadros finos que adornaban el lugar... Todo era falso.

— ¿Qué ha hecho usted con la señorita Inna?

Se dirigió hacia la mujer, que no daba crédito a la situación.

—Eso quisiera saber yo, ¿qué han hecho con ella? —se observó la palma de sus manos— Pero sí se qué hará Misha con todo esto.

Salió del lugar y fue caminando despaciosamente. Sabía que su padre cerraría la entrada, por ello tomó a Fernando por la correa, y huyó escurriéndose bajo la parte que le faltaba al tejado.

Las gotas comenzaron a caer, derramándose sobre su rostro. Alzó los ojos, mientras marchaba entre las calles infinitas... La luna estaba comenzando a aparecer, allí arriba, sin dejarse cubrir por ninguna nube oscura.

Porque la luna era hermosa así, por su misma naturaleza.












Lanzó una roca hacia lo lejos, para que se perdiera en menos de la laguna, y chapoteara tres veces, hasta hundirse finalmente. A varios kilómetros del almacén, acercándose a la zona rural, había un pequeño estanque donde iban de niños a pescar. Y esa noche era perfecta para recordar.

Todavía creía ver a Jess riendo alegremente a su lado, los dos sobre la balsa de su padre, sin lograr ni un solo pez entre las aguas, pero felices igualmente por la aventura.

Los rayos de la luna le acariciaron el rostro. Alzó los ojos. Las gotas comenzaron a empapar su camisa. Lloviznaba intermitentemente, pero ya no le interesaba. Inclusive se quitó los zapatos, para sentir entre sus dedos desnudos la frescura de las yerbas. Su aroma húmedo.

—Oh, Dios—alzó la voz hacia el cielo mismo, extendiendo los brazos— ¡Dime si hay algo más hermoso que esto!

Claro que lo había. Sus ojos azulados. Su sonrisa nacarada. Su ternura...

El sonido de un gruñido gutural lo quitó de sus pensamientos. Saltó de un respingo al ver que un enorme rottwailler se acercaba mostrando los dientes. Puso sus manos frente a su rostro, riendo nerviosamente.

—Tranquilo, amigo...

— ¡Fernando!

Se quedó helado frente a esa voz dulce que provenía tras el animal. Era una jovencita vestida con un largo saco negro, y unos jeans holgados. Su cabello rubio oscuro le caía en mechones sobre la frente, pegándose a su piel de lo mojados que estaban. Alzó sus ojos de un tierno color chocolate, mietras sostenía por el cuello al perro.

—Hola.

Lyod se mostró más calmado al ver que aquella bestia se mantenía inmóvil junto a su dueño. Esbozó un asomo de sonrisa.

— ¿Ese amigo es tuyo, cariño?

—Sí, es todo mío—acarició las orejas del animal, que se mostró manso como un cachorrito bajo el contacto sus manos. Se dirigió al muchacho con una sonrisa brulona— ¿Qué haces en medio de la lluvia?

—Eso tendría que preguntar yo... ¿Te dejaron sola?—trató de acercarse, pero al ver la mirada fija de la joven, se detuvo— Calmada, no haré nada.

—No soy una chica.

Lyod soltó una carcajada.

— ¿Eres lesbiana? Yo estoy bien con eso, pero es un desperdicio en una chica tan bonita como tú.

— ¡No digas eso que me voy a ruborizar!—bajó la mirada hasta sus manos, algo ofendido— Dije que soy hombre y ya.

Lyod prestó atención a sus pies. Estaban descalzos y magullados. Seguramente había caminado un largo trayecto.

— ¿Estás bien? Si quieres pueo alcanzarte hasta tu casa con mi auto.

Se acercó y le tendió una mano.

—Misha.

— ¿Hum?

—Me llamo Misha, tonto. ¿Cómo te llamas tú?

—Lyod—le tomó la mano. Era suave y pequeña— ¿De dónde se supone que es ese nombre?

La criatura de indefinido sexo tomó asiento sobre una roca cercana a la laguna, y se abrazó al cuello de su fiel lazarillo.

—Vine de Rusia.

— ¡Hum! Una belleza rusa entonces.

— ¡Dije que no sigas con eso!—hizo un mohín infantil con sus mejillas redondeadas.—Soy un hombre, y te lo puedo mostrar.

Se puso de pie y amagó a bajarse los pantalones, pero Lyod lo detuvo a tiempo.

— ¿Qué haces? ¡Te has vuelto loca, niña!

— ¡Si no te lo enseño no vas a dejar de fastidiar!

Forcejearon un momento, hasta terminar desperdigados sobre el barro a la ribera. Fernando soltó un gruñido y se lanzó sobre Lyod, pero en vez de atacarlo, comenzó a lamerlo. El muchacho comenzó a reirse por el contacto de su lengua escurridiza. Misha se quedó en su sitio, ceñudo.

— ¿Lo conoces de algún lado a este tipo, Fer?

El animal dio la vuelta y soltó un ladrido.

— No, no es posible que pueda tener un olor familiar. Ni siquiera lo conozco.

Fernando se acercó y posó su hocico sobre las manos de Misha.

— ¿Estás hablando con ese perro?—inquirió el joven, alzando una ceja.

— ¿Qué problema hay con eso? ¡Es mi mejor amigo!

—Pues necesitas compañía humana, nena.

Ofendido ante su observación, tomó una bola de barro y se la lanzó en pleno rostro. El primer impulso de Lyod fue darle un golpe por atreverse a hacer eso, pero al ver su rostro tan delicado, se limitó a chirriar los dientes.

—Si realmente fueras un hombre te molería a golpes por hacer eso.

— ¡Vamos, hazlo, cobarde!—lo provocó con un movimiento de las manos, esbozando una sonrisa aviesa— Es que tienes miedo de perder ante mí.

"Esta chica está completamente loca"

—No voy a rebajarme por eso.

—Eres un miedoso.

Misha se lanzó sobre Lyod, tirando de su camisa, tratando de quitárcela. Primero fue un forcejeo violento, donde prácticamente estaban enzarsados en una lucha, y Fernando ladraba alterado, temiendo que su amo estuviera lisiado. Pero luego fue decayendo, hasta el punto en que los tirones de Misha se transformaron en caricias, y Lyod intentaba acercarse a su boca, tomándolo por la nuca con posesión.

—Te dije que soy hombre—susurró a pocos centímetros de sus labios, aspirando ese calor abrasador que desprendía el muchacho.

— ¿Ah, sí?—le acarició la barbilla, suave como un pétalo de rosa— Demuéstralo.

El menor lo besó despacio, experimentando una extraña sensación burbugeante en el estómago mientras las manos fuertes y grandes de Lyod se metían bajo su ropa, acariciándole la espalda. Soltó un gemido ahogado cuando le mordió el labio inferior. Era brusco. Pero es le fascinaba.

No era como si ese joven tuviera algo diferente a los demás. Podía acostarse con él. Porque nadie se lo negaba. Ahora era libre para hacer con su cuerpo lo que quisiera. Pero aún así...

Misha lo alejó de un empujón, y se acomodó las ropas a pesar de estar totalmente sucias y empapadas. Se ayudó con la contextura fornida de Fernando para ponerse en pie.

— ¿Te vas tan rápido?

—No voy a hacerlo contigo.

—Ah, ¿ya lo has hecho con alguien más?

El pequeño le fijó sus ojos marrones.

—Lyod.

— ¿Hum?

La criatura se acercó y le tendió una mano, con una gran sonrisa en el rostro.

—Espero volverte a ver.

El muchacho se mostró totalmente confuso, pero cuando Misha amagó a irse, lo tomó por el codo.

—Oye, espera. Dije que puedo llevarte en mi coche.

Señaló con una mano hacia los matorrales, donde estaba oculta una Chevy roja, por lo que parecía por su frente largo y las luces a cada lado sobre el parachoques, pequeñas y cegadoras.

—No tengo donde ir de todas formas.

— ¿Hum?—se rascó la nuca, extrañado— ¿Te perdiste?

—No exactamente...

Al ver que Misha no iba a hablar más del asunto, se limitó a asentar con la cabeza. Se puso las manos en los bolsillos.

—Te comprendo. Yo también soy de huir cuando me siento acorralado.

— ¿Acorralado por quién?

—Por mi mismo.

Compartieron una mirada que podría haber sido infinita, más aún que la distancia que los separaban hacia las estrellas... millones de años luz en un tiempo inexistente.

— ¿Quieres que te lleve a un sitio donde nadie puede llegar, que sólo yo conozco?

Misha se mostró emocioonado.

— ¿En serio? ¡Debe ser increíble un lugar así!

Lyod le sonrió.

—Sube al auto y te llevo.

El menor torció el gesto.

—Nhm... dime dónde es.

El mayor puso un dedo sobre sus labios, confabuladoramente, y guiñó uno de esos ojos esmerdaldas brillantes.

—Es un secreto.

Misha dudó por un momento, pero finalmente dijo con una sonrisa coqueta:

—Bueno, ¿a quién no le gustan los misterios?












Salió del estudio acariciándose las sienes, que estaban a punto de estallarles. Su alumna de nueve años se fue dando una reverencia, y corrió a los brazos de su madre, que la aguardaba en la entrada. Sasha saludó a la familia con un gesto de la mano.

Había sido un día agotador. Aún más por el hecho de no haber podido ver a Jess. Comenzaba a preocuparle la falta que sentía siquiera con un día lejos suyo. Debía mantener los estribos de la situación.

—Señor Ivanov—ante el llamado de una voz femenina, dio la vuelta hacia la mucama— La señorita Inna se ha marchado. Dice que pronto les enviará cartas, y exige discreción frente a su padre.

A pesar de que la mujer lo dijo en un tono completamente calmado, Sasha reaccionó al instante, y lanzó sus anteojos, que se estrellaron contra una columna.

— ¡Maldita sea!

Subió las escaleras, y al ver su revoltijo de ropas y la peluca de Inna tirada en medio del pasillo, no dudó en ir directamente al foco de todo: el escritorio de Boris Ivanov. Abrió la puerta de un golpe.

—Sabes que debes llamar antes de ingresar, Alexandr.

—Si no me dices qué diablos le hiciste a Misha voy a matarte.

Los ojos negros del hombre se cruzaron con los de su padre, que no bajaba la mirada soberbia en ningún momento.

—Le dije la verdad.

—Me vale un cuerno tu perra verdad, ahora él se fue y quién sabe dónde puede estar—alzó un dedo en gesto amenazante— Sólo diré una cosa. Misha no regresa a casa, y tú no saldrás bien de esta.

Boris permaneció inmutable, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Bien. Pero si vuelve entonces, él que no saldrá bien parado serás tú, Alex. No sé qué harás si te echo a la calle a tu pura suerte.

—Tampoco sé qué haría una rata como tú sin tener un hijo varón que le de descendencia, ¿verdad? ¿Crees que no sé que para eso me estás dejando vivir aquí, y que si no hace tiempo estaría juntando cartones allí fuera?

—Deberías estar agradecido de mí.

Sasha aspiró con fuerza, y antes de marcharse, sentenció con voz firme:

—Tú sólo ruega que Misha esté bien.

La noche era inmensa e inescrutable. Puso en marcha el Peugeot. Las luces se encendieron con el rugido del motor. Lanzó todo el aire de sus pulmones y lo puso en marcha. Había una larga jornada nocturna por delante.










Descorrió las ramas del abeto, que le obstruían el paso, y subió por la suerte de escalera conformada por lingotes de madera clavados al tronco. En la cima, casi oculta, se cernía una cabaña de árbol. Lyod le tocó la espalda, animándolo a subir. Se aferró a las salientes y comenzó a escalarla.

Antes de llegar a la cima, su dedo se hincó una astilla, y casi cae junto con Lyod al hacer una algarabía de gritos al ver que le salía un poco de sangre. El mayor lo empujó hacia dentro de la casila, y al estar sobre tierra firme le tomó la mano, comprobando la herida.

—Esto no es nada, tonta.

—M-me duele... ¡Y no me digas así, te dije que no soy una chica!

—Ya, ya...—tomó la yema de su dedo y succionó la sangre, hasta quitarle la pequeña astilla que le lastimaba— ¿Así esta mejor?

Misha se desligó de su contacto con rapidez, y miró hacia un lado, evitando sus ojos verdosos.

—Eres un pervertido.

— ¿Eh?

— ¡Pervertiste mi dedo con tu saliva!—lo alzó frente a las narices del joven.

—Hum... Lo siento.—Alzó una ceja, extrañado. Le bajó la mano—No apuntes, no queda lindo.

— ¿Y quién lo dice?

—Lo digo yo.

—Pues no me importa—le sacó la lengua y volvió a señalarlo con su dedo.

—Oye, no seas irrespetuoso, "muchachito"—le tomó las manos y las retorció con cuidado, viendo cómo apenas podía negarse ante su fuerza, y la manera en que sus mejillas tersas se corrompían por el rubor.

Misha se desligó al descubrir su punto débil bajo las costillas, por lo que le hizo cosquillas en esa zona. Lyod se alejó entre risas.

— ¿Hace mucho conoces este sitio?

—Yo lo construí—se palmeó el pecho con orgullo—Cuando tenía diez años.

—Hiciste un buen trabajo entonces—pasó las manos sobre los muros herrumbrosos— ¡Mira que con los años se ha mantenido!

— ¿Me estás tratando de viejo?—entrecerro los ojos con recelo.

Los ojos de Misha se iluminaron de curiosidad.

— ¿Qué edad tienes?

—Tengo 22 años, ¿y tú?

Misha comenzó a reirse.

— ¡Eres viejo! Tengo catorce—ladeó la cabeza con inocencia— ¿A que no me crees ahora que soy un chico?

Lyod alzó una ceja.

— ¿Qué? Siento que me estás tomando el pelo...—le revolvió los cabellos castaño claro, que ahora comenzaban a secarse de a poco— ¿No sientes frio? Estás empapado.

El menor lo miró de arriba a abajo.

—Tú también y no te digo nada.

—Pero yo soy más fuerte.

— ¿Quién dice eso?

—Lo digo yo—repuso Lyod, poniendo los ojos en blanco.

Misha se acerco y se recostó sobre él, jugueteando con los botones de su camisa como si fuera un pequeño felino.

— ¿Vives siempre muy aburrido, no es así?

—No me gusta quedarme quieto... Oye, ¿Fernando estará bien allá abajo?—miró con preocupación hacia fuera, donde las ramas se mecían al son de la brisa gélida que arrastraba la llovizna— No le gusta mucho mojarse.

—Es un perro.

El pequeño hizo un mohín con sus mejillas.

—Pues a mi me importa de todas formas.

—Ya, deja de tocarme...—le quitó las manos, que ahora buscaban calor tacatando su pecho— Tienes las palmas frías.

—Nhhmm... No seas malo, déjame.

—Te digo que me das frío... ¡Oye!

— ¡No seas tímido!

Le descubrió el torso y pasó sus menudos brazos alrededor del cuerpo fornido del muchacho, apoyando la cabeza a la altura de su cuello. Desprendía un calor casi febril.

—No sabes lo que significa "no", ¿verdad?

—Ajam. ¿Alguna vez te dijeron que eres cálido?

Lyod alzó una ceja.

—Supongo que no.

—Podrías ser un poco más expresivo—se quejó Misha. Luego imitó el tono de hablar del mayor, engrosando la voz— "Oh, hermoso Misha, por ti podría volverme homosexual. Tienes una carita tan tierna"... O algo por el estilo.

— ¿Para qué diría eso?

—Porque te puedes volver loco por mí—ladeó la cabeza coqueteándole con sus hombros y sus largas pestañas.

Lyod comenzó a reírse, y lo alejó de su lado.

—No, no malinterpretes el beso de hace un rato. Tú me sedujiste, si hubiera sido por mí nada habría pasado.

— ¡Pero me besaste!

— ¿Sabes? Por eso no me gustan las chicas. Son demasiado complicadas.

— ¡Te digo que no soy una chica, patán!

—Sí, sí, lo que digas...

Los aullidos intermitentes del rottwailler comenzaron a hacerse oír. Sollozaba amargamente desde abajo, mirando con sus ojitos tristes hacia su dueño. Misha se balanceó en el extremo de la cabaña, extendiendo su mano para alcanzarlo, lo que era físicamente imposible.

—Fernando, mi niño...

— ¿Es que acaso estás loca? ¡Te vas a caer!

Lo tomó por las caderas y tiró de él hacia dentro, a pesar de sus rezongos y sus patadas.

— ¡Traeme a Fernando o me lanzaré por él!

— ¡No voy a alzar un maldito perro hasta aquí arriba!

Misha soltó un bufido casi gatuno, totalmente enfadado con él. Su pequeño rostro estaba rojo de la rabia.

— ¡Pues me tiro! Y si me muero será tu culpa.

Amagó a dejarse caer por el extremo de los tablones, pero Lyod lo lanzó hacia tras, haciendo que chocara contra una de las ventanas de la cabaña. Comenzó a descender por los escalones, murmurando con fastidio:

— ¿Que no puede bajar como una persona normal?

—No, no puedo.

—Cállate.

Oyó varios gruñidos de su mascota desde allí abajo, y al observar por el alfeizar, descubrió que estaba tratando de alzarlo en sus brazos. Fernando estaba bastante excedido de peso, pero aún así logró levantarlo, y con el peso muerto del perro fue subiendo los escalones de madera. Al ver el rostro de Misha lo fulminó con la mirada, y su alegre mascota soltó un ladrido, feliz por haber conseguido subir. Dejó al can en la cabaña, que corrió a lamer a su dueño, cubriéndolo de besos húmedos.

—Oh, mi niño. Debías estar tan solo allí abajo...

Le acarició tras las orejas y bajo el cuello. Lyod soltó un bufido y se recostó a un lado, jugueteando con una rama que se atascó en el cinturón de sus pantalones de jeans.

— ¿Qué pasa contigo?

—Hum, no lo sé. Podrías decir: "Oh, Lyod, eres tan fuerte y valiente. Gracias por traer a mi perro"... O algo por el estilo.—Le sonrió con burla, devolviéndole su propia ironía.

Se arrastró hasta el joven y apoyó la cabeza sobre su regazo. Le arrebató la rama de las manos, y añadió con la voz sumamente suave:

—Gracias.

Lyod viró los ojos hacia la nada.

—Hum...

— ¿Ahora qué tienes?—Misha lo obligó a mirarlo, tomándolo por la barbilla. Era áspera por la barba incipiente que tenía.

—Nada.

—Oh...—las mejillas del pequeño se ruborizaron— Tienes los ojos verdes, ¡Qué bonitos!—le pasó los dedos sobre los párpados, contemplando las gemas esmeraldas que poseía.

Lyod le tomó las manos. No, ese rostro por más dulce que fuera, por más delicado, no era como el de Jess. No tenía sus ojos, ni sus cabellos, pero era... era tan cálida su mirada.

— ¿Sabes? Tu cara se me hace conocida.

— ¿Ah, sí?—ladeó la cabeza con curiosidad, frunciendo sus labios sonrosados.—Tal vez sea que has visto a mi hermano, él siempre suele...

Se detuvo a sí mismo, dándose cuenta de que había hablado de más.

— ¿Tus hermanos? ¿Eres de por aquí? Creí que dijiste que venías de Rusia.

—Oh, no. Olvídalo.

Lyod se percató al instante de lo nervioso que estaba. Entrecerró los ojos con recelo.

— ¿De qué estás huyendo exactamente? No estás escapando de la Justicia, ¿o sí? Tienes cara de "estafador"...

Le pellizcó la nariz, viendo cómo su diminuta carita se contraía del enfado.

— ¡No! Qué cruel eres—se cubrió con sus manos— No hice nada malo.

— ¿No vas a contarme qué sucedio entonces?

El rubio deslizó sus dedos sobre la rama adel abeto, y le mordió la punta, fingiendo no oírlo. Lyod se enfadó y le dio una palmada a esta, que chocó contra el borde de la cabaña y cayó hacia la nada. Misha lo fulminó con sus ojos chocolatosos.

— ¡Bastardo, esa era mi ramita!

—Oye, baja la voz.—Le cubrió la boca— Vives gritando... Encima tienes la voz chillona.

Misha le tomó uno de sus dedos y lo mordió, provocando un pequeño gemido de parte de Lyod... pero al notar lo caliente de sus yemas, comenzó a degustarlo, lamiéndolo de a poco. Cuando el castaño le metió bruscamente el dedo por su boca, se retorció sobre su regazo, ruborizando sus mejillas, y gimiendo por lo bajo como un gato en celo.

— ¿Lo ves? Te dije que tú me provocas.

Bajó su mano, acariciándole el cuello. Misha comenzó a ronronear por lo bajo, entrecerrando sus ojitos castaños. Extendió sus dedos hasta alcanzar el cinturón de Lyod, y lo desabrochó, mordiéndose el labio inferior.

El muchacho tragó con fuerza. No esperaba que reaccionara tan rapido a sus caricias. No estaba seguro de cómo responderle.

Misha continuó retorciéndose bajo su tacto. Le tomó la muñeca y obligó que sus dedos bajaran hasta irrumpir en la intimidad de su pecho, bajo el saco de lana que llevaba. Lyod no se asombró al ver que era plano. Por su edad eso no aseguraba que no fuera una chica.


—Lyod.

— ¿Qué vas a decir ahora?

—Tal vez... si tú me dejaras...—le acarició significativamente el vientre, bajando hasta el cierre de sus jeans—Yo podría...

— ¿Podrías qué?—tomó su barbilla, pasándola las yemas sobre esos labios abultados.

— ¡No me hagas decirlo!—su piel blanqucina se corrompió por el rubor.

Enfadado consigo mismo, y sin darle tiempo a Lyod de reaccionar, le bajó el cierre de sus jeans y trató de meter la mano sobre su intimidad. El joven lo alejó al ver sus intenciones.

—Oye, oye, no te di permiso para eso.

— ¡No necesito pedir permiso!

— ¡Sí lo necesitas!... Oye, niña, no...

— ¡Me molesta aún más que me digas niña!

Lyod se sorprendió al ver tanta fuerza en esa menuda criatura cuando se desligó de sus manos, y necio en su idea, hundió la boca en su ropa interior, buscando con su nariz pequeña y respingada un resquicio donde meterse.

—P-para... Me haces cosquillas...—soltó una risilla, pero al sentir ahora la lengua caliente del muchacho humedeciendo su intimidad, su tono se volvió bajo y grave— ¿Qué haces?

Misha le descubrió el miembro, que ya estaba erguido por la atención que recibía, y alzó sus ojos provocativos hasta el mayor.

—Voy a devorarte, ¿no es obvio eso?

—Pero...

Su saliva era escurridiza, aceitaba de a poco toda la longitud de su virilidad. Fue succionando lentamente su glande. A pesar de tener una boca pequeña y abultada, era muy práctico usando su lengua, porque al instante Lyod sintió que un calor le subía hasta la cabeza.

Como un felino, cerraba y abría sus manos alrededor de la intimidad del muchacho, ejerciendo presión sobre las venas que se marcaban cada vez con mayor fuerza alrededor de sus dedos. Soltó una risilla al ver que estaba jadeando.

— ¿De qué te ríes?

Misha se alejó por un momento de su miembro, pasándole en su lugar las yemas de sus dedos sobre la punta.

—Eres bastante manso... Pensé que ibas a retorcerte más.

—Sólo te estoy dejando por lástima.

El rubio frunció el ceño, molesto.

— ¡Pensé que te gustaba!

Lyod lo tomó del flequillo con fuerza, dejando al descubierto su delicado rostro. Acercó boca y lo obligó a seguir degustando su miembro. Misha lo recibió abriendo su boquita, mirándolo de reojo. Pudo darse cuenta que el joven a pesar de estar tan excitado, tenía la mirada ciertamente... ¿triste?

Pero no pudo pensar mucho en ello, porque de un estocada introdujo su miembro hasta casi rozarle la garganta. Estaba hirviendo y comenzaba a lubricarse. La mano de Lyod apretó con más fuerza sus cabellos.

"Sé que no es su rostro.. Ni sus ojos... Pero tiene algo en él que me hace recordarlo tanto..."

Misha soltó un gemido bajo de dolor. La fricción estaba lastimándole las comisuras de su boca. Intentó ser un poco menos brusco. Le acarició la barbilla para que libara con menos tensión. El pequeño le enredó la lengua alrededor de su miembro, y le mordió débilmente el glande, haciendo que una sacudida orgásmica le golpeara el estómago a Lyod.

Se había acostado con varias mujeres antes. Pero siempre fue para olvidarlo. Para dejarlo atrás. Ahora, ese sutil rostro era lo más cercano que tenía de Jess... Eso era algo aberrante. No podía estar pensando en Jess justamente en un momento así.

—Lo siento... No puedo hacerlo.

Intentó alejar a Misha de su intimidad, pero el menor se aferró con más fuerza a su miembro, hasta hincarle sus nacarados colmillos sobre la carne. A pesar del dolor que sintió, las estocadas de excitación seguían subiéndole hasta el estómago, revolviéndole las entrañas.

—Te dije que pararas... ¡Misha!

El joven siguió succionando su miembro, hasta que no logró soportar sus movimientos tan libidinosos, y se derramó completamente dentro de su boca. Más llá de enfadarse, el muchacho le lamió cada centímetro de la longitud de su miembro, saboreando su esencia como si tuviera un sabor especial.

Lyod lo alejó por los hombros, intentando disimular que estaba ruborizado del pudor.

—N-no hacía falta que llegaras a ese punto.

—A mi me gusta—se lamió el reverso de la mano como un gatito— No vayas a decirme que a ti no te gustó...

—Voy a regresar a casa, ya es tarde.

Amago a marcharse, pero Misha lo tomó por la manga de su camisa. Esos ojos marrones parecían melancólicos.

— ¿No vas a pasar la noche conmigo?

—Si vas a volver a seducirme me iré.

— ¡No, prometo que no!— juntó las manos.— ¡De veras lo juro!

Lyod soltó un suspiro. Se recostó más cómodamente sobre las tablas, y atrajo a Misha por la cintura para que se recostara en su pecho.

—Vamos, duerme. Tienes cara de estar cansado.

Fernando se acercó para acostarse sobre las piernas de su amo, soltando un bostezo perruno.

—Mira, hasta él tiene sueño.

El jovencito soltó una risilla, y le envolvió el torso con los brazos.

—Hmm... Sí, en verdad eres muy cálido.

Lyod cerró los ojos y se cubrió el rostro con el antebrazo.

—Duérmete.

El sonido de un trueno lejano los hizo mirar al cielo. Allí en el firmamento, infaltable, esa bola platinada que adornaba la noche seguía brillando. Era irreal, no brillaba por sí misma, porque necesitaba del Sol para hacerlo... Pero esa irrealidad, esa fantasía, era suficiente para llenar los corazones de sosiego.

Notas finales:

El auto de Lyod.

El Peugeot de Sasha.

El teléfono a rueda.

Obviamente son aproximaciones a los modelos de esa época. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).