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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Hola a tod@s :D
Principalmente quería decir que estoy muy emocionada por recibir los reviews de la autora Nuzelia :D Me encanta tu fic y que te intereses en el mio es algo emocionante :D Te cambio a mi Sasha por tu Andres... ah, ahora que lo pienso mejor no... Ese Andy tiene una doble cara peligrosa D: Jajaja. Disculpa si te descepcioné en cuanto a que no descubireran a Sasha. Ya habrá tiempo luego para esos dramas, dejemos que fluya el amor

Adri-chan mi lectora infaltable :3 me alegra que te haya  gustado Misha jeje. si, el romance hetero es lindo, pero mejor vamos al yaoi ... y Empeleon tu si que eres una critica dura eh... yo seré la autora de una obra donde hay hermafroditas, humanos animalizados y olores a fiebres pero tu lo lees ¡Asi que eres tan loca como yo!  jajaja :3 Saludos a tod@s... corre fic...

Capítulo 7


Se revolvió nervioso en su sitio. Los ojos agudos de Sasha no dejaban de seguirlo. Estaba realmente de un humor de perros ese día… más bien, a juzgar por sus rasgos felinos, podría decirse que tenía un humor de gatos. Casi podía verlo bufar y mecer su rabo atigrado por lo irritado que estaba. Pero era diferente a otros días… Hoy además de estar molesto, parecía realmente triste.

Y justamente él que pensaba preguntarle ciertas cosas…

Había salido el día anterior, domingo por la tarde, con su bicicleta azul Francia, a recorrer las calles. Su excusa fue que quería aprovechar el día soleado luego de la gran tormenta que hubo la noche anterior, pero en verdad estaba buscando la casa de la costurera. La halló a varias cuadras. Poseía un cartel pegado al vidrio que citaba:

COSTURA GENERAL
Abierto de 12 hs a 18 hs

Jess dejó su bicicleta apoyada contra el mural y palmeó las manos. La entrada era algo pequeña, cubierta de enredaderas que serpenteaban hasta caer en ramales sobre el techo de la casa. Ahora sus hojas estaban ciertamente marchitas, pero era un hecho que en primavera debía dar a luz unas vistosas flores.

La cabeza de una mujer anciana se asomó a observar por la ventana, y al ver al muchacho, le hizo señas de que aguardara. Jess, en ese momento se dio cuenta de lo incómodo que era el asunto. No tenía ninguna prenda para fingir que quería el servicio de la mujer, ni la certeza de que esa tal Routh vivía en ese sitio… Además, ¿qué excusa tenía si la muchacha estaba allí justamente?

Pero poco tiempo tuvo para deliberar. La anciana de amable sonrisa se acercó a abrirle el portón de hierro, que le llegaba al altura del vientre de lo bajo que era. Lo invitó a dejar la bicicleta dentro.

—Oh, ¿tú no eres el sobrino de Mary?

“Me reconoció… Qué alivio”

—Sí, soy Jess. Mucho gusto—extendió una mano con vacilación, que la anciana le tomó cortésmente—Emmh… Yo…

— ¿Vienes a buscar los vestidos de las niñas? Ya terminé de hacer los volados en las puntas. —Abrió la puerta de entrada y alzó en brazos a un gato gordo que fue directamente hacia sus pies— Pasa, cariño.

El joven, mucho más decidido al verse salvado por esa repentina excusa, ingresó al living, donde un niño jugaba con sus cañones de guerra, y una joven leía un tomo de lo que parecía ser una obra de Shakespeare. Al verlo entrar ambos lo observaron como un par de búhos.

— ¿Quién es? —inquirió la muchacha. Sus ojos verdes eran filosos.

—El sobrino del almacenero… Espera aquí que ya traigo tus cosas, hijo—le palmeó el hombro fraternalmente.

Se perdió tras las cortinas que separaban la sala con el comedor. Era un sitio estrecho. Había retazos de telas e hilos por doquier. Apenas podía caminarse entre ellos. Incluso el pequeño que jugaba hacía pasar a los soldados entre un manojo de mantas como si fuera una ladera empinada.

Jess se sobó las manos. Observó a la joven, y esta le sostuvo la mirada.

Había llegado tan lejos. Algo debía hacer…

—¿Eres Routh?

Ella se mostró algo confusa por su pregunta, pero aun así se acomodó su cabello corto y de un tono rojizo oscuro, y dijo con naturalidad.

— ¿Alguien te habló de mí?

Jess tragó con fuerza. Ella estaba esperando eso.

—M-me dijeron que fuiste un tiempo a las clases del profesor Ivanov, y quería saber si podías ayudarme con mis estudios.

“Una mentira piadosa no mata a nadie”

Pero los ojos agudos de la Routh cambiaron drásticamente. Se levantó de un salto y lo tomó del codo, presa de la alegría.

—Él te habló de mí, ¿verdad? No me olvidó… ¡Yo lo sabía! —se perdió en sus propias ensoñaciones— Oh, Alex, mi dulce Alex… Sabía que iba a volver por mí.

—Él no dijo nada, yo vine por mi cuenta.

El tono duro y déspota de Jess dejó confusa a la muchacha.

— ¿A qué viniste exactamente entonces?

—Q-quiero saber… y-yo…—soltó un suspiro, manteniendo la mirada gacha.

—La verdad es que Alex y yo nos vamos a casar cuando cumpla la mayoría de edad. Es un hecho.

— ¿Qué?

Tal vez por el tono vidrioso y angustiado que tenían sus ojos azules al oír eso, la muchacha añadió:

— ¿Él no te dijo nada? Hasta me envía cartas, ¿quieres verlas?

La cabeza le daba vueltas. Retrocedió unos pasos.

—No, no…

— ¿Puedes enviarle algo a Alex de mi parte? Es que hace tanto no me responde… Quiero saber qué anda sucediendo con él.

A pesar de saber exactamente que no podía reaccionar así, el corazón de Jess se sentía tan oprimido que sólo pudo replicarle en pleno rostro, con sus ojos vidriosos y sus pequeñas manos presionadas en un puño:

— ¡S-sasha es mío! ¡Eso es mentira!

Frente a la incredulidad de la joven, salió cual saeta del lugar, sin detenerse a oír los gritos de la costurera que iba a entregarle los vestidos…

¡PUM! La mano de Sasha aterrizó justo a su lado, sacándolo de sus ensoñaciones.

— ¿Estás aquí o es mi impresión que no oyes nada de lo que digo?

Alzó la vista y al ver ese semblante tan frío en él sólo pudo murmurar:

—L-lo lamento.

— ¿Qué lamentas?

—Estaba distraído y no lo oía.

Sasha lo observó por un momento y luego amagó a seguir con la clase, pero Jess lo tomó tímidamente de la manga de su camisa.

—Q-quisiera decirle algo… ¿Puedo?

El silencio del rubio fue respuesta suficiente.

—Fui a la casa de Routh, y me dijo que iba a casarse con usted.

Para sorpresa de Jess, este no se mostró sorprendido.

— ¿Y tú le crees?

Dudó por un momento, pero al ver esos ojos negros y profundos, respondió con firmeza:

—Primero estaba confundido, pero luego me di cuenta de que usted no es una persona así.

— ¿Cómo puedes estar seguro de eso?

—P-porque… dijo que me amaba, y yo le creo.

Sintió las manos tibias de Sasha acariciándole la mejilla.

—Jess.

El joven alzó sus ojos hacia él. Tal vez sí estaba equivocado. Tal vez todo era una mentira. Pero simplemente no podía desconfiar de esa mirada tan profunda con la que ahora lo contemplaba, la forma en que lo tocaba, la infinita ternura que desprendía de él cuando siquiera le hablaba.

—No hables así, niño, que pareces más maduro que yo y me haces quedar mal. Yo sigo siendo el adulto.

Se sentó a su lado, y apoyó la barbilla sobre la mano, lanzando un suspiro. Continuó pasando sus dedos sobre el rostro de Jess, y cada tanto se detenía a mirar sus labios.

—Disculpa que esté tan frio, estoy bastante nervioso… Y no le sigas dando vueltas al asunto de esa chica, está completamente loca. Nunca le dije algo así.

—E-ella dijo que le enviaba cartas.

— ¿Te las mostró?

—N-no, no quise.

—Yo no le he enviado nada, si tiene algo debe ser escrito por ella. Tú conoces mi caligrafía… Además, es absurdo—la situación ya comenzaba a sacarlo de las casillas. Alzó una mano con fastidio— Como si fuera a ir tras una niña…

Jess permaneció callado, fijando sus ojos en la nada. Sasha acercó la boca hasta su cuello y le susurró junto al oído:

—No olvides que para mí tú eres mi cachorrito.

— ¡N-no estaba pensando eso!

El pequeño apoyó la mejilla contra la mano de Sasha, buscando su calor.

—Podrías decirme por qué estás tan molesto… Yo siempre te cuento todo.

—Es algo personal… No sobre mi sino alguien más—al ver que Jess no comprendía, soltó un suspiro— Es de mala educación contar chismes, Jessy.

— ¡Ah, es eso! Sí, mi tía una vez no pudo contarnos de qué trabajaba su hermana por respeto a ella. A mi tía no le gustan esas cosas.

— ¿La hermana de tu tía es…?

—Trabaja de noche en un bar y eso no es bien visto para las personas. Pobre, debe ser muy duro estar toda la noche en vela…

Sasha soltó una risilla, y sin poder contenerse lo tomó entre sus brazos.

—Si algo me vuelve loco de ti es tu inocencia, cachorrito.

El joven se revolvió hasta poder zafarse, vanamente porque sólo logró quedar recostado sobre el pecho del rubio, inhalando su perfume. Era como la hierba más adictiva para él. Se aferró a su camisa y hundió la nariz entre sus ropas.

—S-sasha…

—Te necesité mucho ayer—le acarició los cabellos— ¿Sabes? Tal vez no siempre te diga las cosas, porque así soy, pero de algo puedes estar seguro: te necesito como el aire para respirar.

—E-está exagerando—susurró, con un leve rubor naciendo en su rostro.

—No, es verdad… Mira, mira—fingió que iba a desmayarse para que Jess corriera a tomarlo entre sus brazos— Si no me agarras me caigo—se aferró a su espalda y aprovechó la posición para hacerlo sentarse sobre su regazo.

—Nhmmm… E-es incómodo.

Sasha comenzó a besarle el cuello, pasándole las cálidas manos bajo su suéter, tactando su piel desnuda. Jess escondió el rostro, ruborizado hasta la coronilla.

—Hum…—el profesor se detuvo de repente, torciendo el gesto— Lyod no volvió a besarte, ¿o sí?

— ¡Y-yo debería hacer una escena de celos, no usted!

— ¿Celos? ¿De qué? —Le pasó los dedos entre los cabellos de la nuca, y degustó de a poco sus labios Le murmuró sin desprenderse de su boca— Si sólo a ti te podría besar así.

Jess viró la vista, tratando de no volver a caer en el hechizo de esos ojos negros y alargados.

—L-lo mismo digo.

—Ajam… Pero dejas que te roben los besos.

—Y usted deja que anden diciendo que van a hacerlo casarse con alguien más por ahí.

Sasha volvió a pasarle la lengua por sus labios.

—Mmm… ¿estás celoso?

—N-no. Estoy molesto—se cruzó de brazos, pero no se negó a que bajara con la boca hasta su barbilla—P-por más que me bese no sentiré nada… ¡Auch!

Trató de alejarlo. Sasha le había clavado uno de sus caninos con fuerza. A pesar de la resistencia del menor, lo asió con fuerza de la nuca y siguió mordisqueándole el cuello, despacio, dejándole marcas amoratadas.

—Nhmmm… —le pasó la lengua escurridiza sobre la clavícula—Hoy tu carne sabe demasiado dulce.

Las caricias de Sasha fueron cada vez más suaves. Jess aguardaba que volviera a ser brusco como la última noche que pasaron juntos, pero para su sorpresa, el hombre lo abrazó tiernamente, y apoyó el rostro en su cuello. Pudo sentir las lágrimas cálidas de Sasha cayendo sobre su piel. No veía su rostro, pero sabía que esos ojos negros estaban empañados en angustia.

—Dije que puedes confiar en mí.

—Jess... ¿Alguna vez me abandonarás?

No era el hombre de 27 años el que hablaba. Su tono débil, quebrado, sus manos tiritantes que se aferraban a Jess casi con desesperación... No, no era su profesor el que lloraba amargamente. Era el niño solitario que esperaba todas las noches en la puerta del baño para que su madre saliera y lo acarreara a la cama, que se quedaba horas enteras en la entrada del despacho de su padre, esperando que saliera y le diera una de sus sonrisa. Era el adolescente locamente enamorado de una mujer que destruyó sus ilusiones en un segundo. Era el hermano del medio, el que sufría al no poder cambiar los hechos de la vida, que se desataba una y otra vez en una lucha interna consigo mismo sobre lo que estaba bien o lo que estaba mal...

Era un mundo que colisionaba constantemente en una lucha donde siempre llegaba a la misma conclusión: se hallaba solo ante al mundo. Completamente solo. Y así moriría. Tenía a su hermana, su hermano... y muy amenamente a su madre. Pero, ¿qué era la vida de un hombre sin esperar cada mañana esa sonrisa que lo anime a seguir? Esa persona incondicional que lo amara y no esperara nada a cambio más que su compañía. Eso que una vez soñó y se culpó a sí mismo de ver ninfas donde no las había...

Las manos pequeñas y suaves del muchacho lo tomaron por los hombros. Cuando lo miró a la cara, no vio la perfección que él creía. No era la última persona en el mundo, ni la más apropiada, ni la más experta en eso... pero era la persona que ahora lo miraba de frente, y podía decirle con su voz firme, incluso más madura de lo que se suponía que fuera para un niño de su edad:

—No importa lo que pase, definitivamente nunca dejaría atrás a alguien como usted.

No, no amaba su ternura, ni su inocencia, ni su ingenuidad. Amaba el hombre que estaba creciendo en cimientos sobre él. La seguridad con que lo observaba, la manera en que podía hacer vacilar los latidos de su corazón con sólo su pronunciar, y que lo llenaba de sosiego al decirle cosas como esas...

Sasha se secó las lágrimas con el reverso de una mano, y con la otra acarició la mejilla de Jess.

—No deberías hacerle caso a las tonterias que dice un viejo como yo.

—Para mí Sasha no es viejo. A veces incluso...—le besó los dedos, y se acercó hasta su pecho para aferrarse a él nuevamente en un abrazo, siendo sumamente cuidadoso— A veces incluso pareces tan frágil que podrías romperte en mil pedazos.

—Necesito mi dosis de Jess para mantenerme íntegro—le revolvió los cabellos, soltando una risilla.

El muchacho alzó sus ojos azulados hasta él. Era la bruma que se agolpaba arremetidamente contra el mar de sus ilusiones, de su mundo, de sus contradicciones... Era el soplo de viento impestuoso que llegaba para dar vuelta completamente todas sus valores, sus creencias, sus pensamientos... Porque Jess era eso mismo, la brisa salvaje que acarreaba las aguas hasta la orilla, golpeándolas contra las rocas que sostenían su sosiego.

—Creo que no es bueno que estés aquí justamente en un momento así—murmuró Sasha, sacudiendo la cabeza al erigirse en su mente ese mundo tan contradictorio.

—Quiero estar a su lado.

—Jess, eres joven. Podrías no pensar así en diez años.

—Siento que podría pensar así para toda la vida.

Sasha soltó un largo suspiro.

—Pues bien. Porque si intentas alejarte voy a raptarte... otra vez.

Jess puso los ojos en blanco.

—Sí, por eso tampoco podría pensar en irme.

El silencio del cuarto los rodeó por completo. Sólo se oía el crepitar de la chimenea, con las miles de partículas de fuego danzando en el aire. Fuera la brisa gélida golpeaba contra las ventanas, haciéndolas temblar.

—Jess.

El joven se acomodó en su pecho, hasta poder contemplar sus ojos minuciosamente. Las pestañas de Sasha se abrían y cerraban como abanicos negros. Su voz era suave como la seda.

—Esta noche vuelve a mi cuarto.









Tomó una piedra del camino, y se la lanzó sobre la nuca. Lyod se dio la vuelta, hecho una furia, pero sólo se encontró con la sonrisa lisonjera de Misha, alzando en brazos al morrudo de Fernando.

—Si dejas de fastidiar será más fácil hallar una estación de servicio.

—Hace más de una hora caminamos, chico, ¡Una hora!—comenzó a alzar su voz chillona— ¡Mis piesitos me duelen!

— ¡Me vale un cuerno!

Hizo un gesto con la mano de fastidio, y continuó caminando. Estaban en medio de las inmediaciones de un vasto campo, donde sólo había una ruta estrecha y escasamente transitada. Intentaron pedir ayuda a un camión y a un atuomóvil, pero nadie se detuvo a ayudarlos... Bueno, nadie lo haría viendo a dos jóvenes a altas horas de la tarde, de dudosa procedencia, mojados y cubiertos de barro, acompañados por una bestia asesina (Fernando) a sus pies.

— ¡Oh, Dios, ya veo la luz... Es tan hermosa!

Echó un vistazo, y vio cómo Misha se desplomaba en el suelo, con el peso muerto del rottwailler sobre su vientre.

— ¡Mierda, niña!

Corrió hasta donde estaba y amagó a quitarle el can de encima, pero cuando le mostró los dientes se mantuvo a una distancia razonable.

—Podrias echar a tu linda mascota, ¿no crees?

—Fernando me protege, no puedo.

—Fernando te está aplastando, así que quítalo.

Misha lo miró con desinterés.

—N-O.

Lyod, harto de la situación, lo tomó por la muñeca y tiró de él, haciendo que se alzara de un salto, dejando al perro desparramado en medio de la pradera. Aprovechando lo fácil que era manipularlo ante su menudo cuerpo, se lo puso al hombro como si se tratara de una maleta.

— ¡Bájame, bastardo!—le golpeó la espalda con los puños, en vano, pues el muchacho continuó caminando. Extendió su mano hacia Fernando, que quedó inmóvil en su sitio, mirándolo con sus ojitos triste—Ven, cariño, no te quedes allá solito... ¡Si mi niño se pierde voy a matarte, Lyod!

— ¡Me estás dejando sordo!—se cubrió la oreja con una mueca de fastidio. Dio la vuelta y llamó al can con un silbido. Fernando corrió a sus pies, y así continuó su trayecto— Ahí tienes a tu perro.

Se percató de que Misha permaneció quieto lo que siguió del camino. Ya no gritaba ni se revolvía- Es más, parecía bastante cómodo... y su hombro a pesar de ser el joven bastante delgado, ya comenzaba a dolerle. Luego de hacer varios kilómetros, lo dejó en tierra firme.
Misha lo miró con dureza.

—No pienso ser un burro de carga, sigue a pie.

—Estoy descalzo.

—Hubieras pensado eso antes de salir sin zapatos.

El rubio se cruzó de brazos con gesto ofendido.

—Qué poco caballeroso eres.

—Nadie me paga por ser un caballero—se tronó las articulaciones del brazo, que hicieron un chasquido. Siguió caminando y al pasar le revolvió los cabellos al pequeño— Vamos, no te quedes atrás. Usa a ese can tuyo de caballo si no puedes.

Definitivamente Lyod jamás debió decir, tan siquiera insinuar, algo así. Misha estuvo alrededor de una hora intentando domar a su fiel mascota, que se retorcía sin comprender la situación. Y como siempre, aunque amenazaba con dejarlo solo, Lyod no pudo irse.

¿Cómo llegaron a esa situación? Esa mañana, cuando Lyod quiso poner en marcha su auto, descubrió que no tenía ni una gota de nafta.

— ¡Maldita sea, niña o niño o lo que cuerno seas! ¡Voy a pasar la noche en medio de la nada por tu culpa!

Misha se detuvo abruptmente. Por un momento creyó que le gritaría, pero para su sorpresa, comenzó a sollozar amargamente. Lyod amagó a insultarlo, pero se mordió los labios y se acercó para palmearle la espalda.

—No, no llores. No quise ser tan brusco.

—E-es que es cierto... hip... Yo te hice caer en esta situación... hip... Lo... Lo siento...

Fernando se acercó para lamer la carita de su dueño. Misha comenzó a reirse y se abrazó al cuello de su mascota.

—Mira, si lloras pones nervioso a ese monstruo. Hazlo por él.

El menor lo miró de reojo, y con una sonrisa le murmuró:

—Te dije que eras cálido.

Lyod puso los ojos en blanco.

—A veces siento que me manipulas todo el tiempo.

—Es porque te estás volviendo loco por mí, te lo advertí—le coqueteó con sus pestañas largas y sus labios abultados.

—No, es porque caminé durante horas y ya estoy cansado—se frotó las piernas, que le hervían del dolor— ¡Mierda!

Misha le pasó con cuidado sus dedos sobre los jeans. Apretó la zona a la altura de sus tobillos.

— ¿Aquí duele?

Lyod asentó con una mueca de molestia. Los dedos del pequeño formaron círculos lentamente. Sus yemas frías y suaves calmaban de a poco su malestar.

—Oye, eres bueno con las manos.

—Debes decir eso luego de probarme en una cama—susurró junto a su oído, subiendo sus manos hasta inmiscuirse a la altura de la intimidad latente del moreno, que con sólo rozarla reaccionó al instante.—Hum, eres vicioso.

Lyod lo alejó con tacto.

—No. Si reacciono es porque tú me buscas.

—Eso es porque te gusto.

—No.

—Sí.

—¡Dije que no! Mira que eres terco, no puedes...

El reflector de un par de luces los cegó por un momento. Un hombre que vestía unos jeans gastados y llevaba sobre su cabeza un sombrero de paja bajó para llamarlos con una mano.

Los jóvenes fueron lentamente hasta él, procurando no asustarlo.

— ¿Están perdidos, chicos?

Misha corrió hasta su lado, a pesar de las negaciones de un enfadado Lyod. Se aferró a las manos del granjero, melodramatizando su historia.

—Por favor, señor, no imagina lo que hemos sufrido. Nos han secuestrado un grupo de hombres encapuchados, y logramos huir... ¡Casi nos cuesta la vida, mi señor! Es usted una salvación—terminó su actuación arrodillándose a sus pies, con Fernando lamiéndole tristemente la mejilla.

—Me quedé sin nafta y no hallamos ninguna estación de servicio—desmintió Lyod, acercándose con una sonrisa vacilante.

El hombre, que estaba altamente confuso, soltó una carcajada al ver que Misha le guiñaba un ojo.

—No se preocupen. Mi granja está aquí cerca. Pueden pasar la noche allí y mañana a primera hora los llevaré al pueblo... Les diría de llevarlos yo pero es riesgos ir el pueblo a estas horas, y ando corto de nafta también.

— ¿No conoce el número de alguna grúa?

—No tengo teléfono, hijo—se alzó de hombros.

—Lyod, este hombre se ofrece a ayudarnos, y tú poniendo objeciones, ¡Qué muchacho ingrato!—se dirigió al granjero con una sonrisa deliciosa en su boquita de felino— Muchas gracias, señor. Vamos con usted.

Como de costumbre, Misha terminó ganando, y alrededor de veinte minutos después se encontró frente a la casilla en medio de la nada. El hombre ingresó al lugar, y los invitó a pasar. El rubio acató su orden con una sonrisa de satisfacción, pero Lyod apenas lograba caminar de la vacilación a la que se enfrentaba.

Al ver a la mujer del granjero dándole de comer a un pequeño bebé, se alivió un poco. No es como si ese tipo fuera un psicópata o algo por el estilo. Realmente era una familia amble.

—Terry, estos niños estaban perdidos, no podía dejarlos solos... Chicos, ella es mi esposa.

—Un gusto—sin dejarse esperar, Misha se acercó y le besó la mejilla. Al ver a la pequeña criatura, se lanzó a estirarle las regordetas mejillas con total confianza— ¡Oh, voy a devorar a esta cosita! Oh, ternura, ¿Cómo te llamas, eh?

—Es Jimmy—respondió la madre, sonriente. Se dirigió a su marido— ¿Puedes ir a buscar una gallina para hacer la cena? Deben estar hambrientos.
—Sí, es verdad, ¡Me duele mucho el estómago! Me ruge—Misha se tomó las entrañas con exageración.

Lyod se acercó y lo tomó por la pechera de su saco, amenazándolo indirectamente para que mantuviera la compostura.

—Lamento pedir esto, pero ¿tendría algo de agua para lavarnos?

—Oh, sí. Prepararé la ducha, esperen. Vamos, Darren, acompáñame.

—Sí, cariño.

La pareja salió de la casilla hacia las inmediaciones de la granja. Los muchachos se miraron por un momento al estar solos en el cuarto. Estaban de muy mal humor.

— ¿Hace falta que seas tan molestamente gritón?

— ¡No es mi culpa que seas un viejo amargado!

Las risillas del bebé los hicieron voltear la mirada al mismo tiempo.

—Mira, deberías imitar a Jimmy.

—Tiene menos de dos años.

— ¡Todo es buena excusa para ti!

La amable mujer regresó con un par de toallas. Se dirigió al fondo del monoambiente, donde estaba la sala con la mesa circular y tras una tarima la cocina. Abrió la puerta trasera, y los invitó a pasar. Era un cuarto pequeño, donde habría al menos tres duchas rústicas, sin ninguna separación entre ellos. Dentro estaba bastante sombrío.

—Tenemos este lugar para lavar también los cajones de cosechas. Es momentáneo hasta que podamos construir un baño más cómodo...—sonrió con nerviosismo, algo avergonzada.

—No se preocupes, está bien. Es sólo para quitarnos un poco esta mugre—arguyó Lyod. Tomó una de las toallas que la mujer le ofrecía— ¿Quieres pasar tú primero, Misha, o voy yo?

El pequeño ruso alzó una ceja.

— ¿Qué problema tienes de bañarte conmigo?. Es más práctico.

Terry carraspeó, algo confundida.

—Pero... ¿no eres una chica?... ¿Ustedes son pareja?

— ¡Dios me libre!—exclamó Lyod— Claro que no.

—Soy un chico—murmuró Misha, cabizbajo. Tomó también una de las toallas— Pero si no quieres pasaré primero. Con permiso.

Entró al asfixiante recinto pqeueño, y cerró los ojos para no sentirse preso en un lugar tan estrecho. Para susorpresa, Lyod entró detrás suyo, y cerró la puerta. Oyeron la voz de la mujer desde el otro lado:

—Iré a ayudar a mi esposo con la cena... Cuando estén listos pueden esperarnos en la mesa.

—Está bien—respondió el mayor, hablando alto para que lo oyera.

Sintieron los pasos apresurados de Terry que se perdían en lalejanía. Ahora que estaban solos, se percataron de que el lugar era bastante oscuro.
Misha volteó los ojos para no establecer contacto visual, y se dio la vuelta.

—Si no querías esto no lo hubieras hecho y ya.

—No pienso mirarte. Como tú dices: es más practico.

Observó de reojo. Lyod se quitó la camisa que ya de por sí remarcaba los nudosos músculos de su espalda, pero al verlos al descubierto eran aun más definidos y tentadores plasmados en esa piel bronceada sutilmente.

Casi sintiendo los ojos de Misha sobre él, dijo sin voltearse:

—No hagas trampa. No mires.

— ¡Voy a mirar lo que yo quiera!

Lyod lo miró pon encima del hombro. Su sonrisa parecía brillar en medio de la oscuridad.

—Bueno, entonces intenta no excitarte con eso.

Misha giró la cabeza.

—N-no voy a hacerlo.

Abrió el grifo del agua caliente, el segundo, y dejó que le cayera sobre la cabeza y se fuera desparramando sobre su cuerpo, sin quitarse la ropa. Lyod lo imitó, pero mientras el agua tibia le acariciaba el torso, se desabrochó los jeans y dejó que cayeran al suelo, haciendo un sonido tintineante al chocar contra las baldosas.

Misha observó de reojo. Pudo ver sus piernas largas y bien formadas. Se mordió el labio inferior y volvió a correr los ojos.

— ¿Dónde quedó el gatito que se me insinuaba? ¿Estás tímido ahora? ¿O es que en verdad eres una chica y no vas a desnudarte?

—No es un sitio cómodo para insinuarte algo.

— ¿No vas a quitartela ropa?

—Sí. Pero no me veas.

Se despojó del saco que ya estaba pesándole sobre los hombros. Sintió la calma que le generaba el agua hirviendo al calentar la piel de sus hombros. Se desabrochó lso pantalones y quedó completamente desnudo, de espaldas a Lyod. Se revolvió los cabellos, sacándose los restos de tierra.

No es que quisiera saberlo, tampoco por curiosidad misma... pero Lyod no pudo evitar echar un vistazo. Sólo llegó a ver su espalda pequeña, que desembocaba en una cintura estrecha y bien formada... Pero sus caderas también eran finas. Sus piernas menudas tenían unos tobillos muy delicados.

Corrió la vista. No entendía la razón, pero sintió que un calor le subió hasta la cabeza. Aún no estaba seguro de si era una chica o no... pero estaba seguro de que ese cuerpo tan sutil era esquisitamente tentador.

Lyod cerró el grifo. Tomó la toalla y comenzó a secarse. Justo en ese momento, cayó en la cuenta de algo sumamente importante.

—Oye, Misha.

El joven apenas lo observó sobre su hombro.

— ¿Hum?

— ¿Cómo nos vestiremos ahora?

El menor se quedó pensativo. No había razonado algo así. Al cabo de un momento, se alzó de hombros.

—Cuando venga Terry pídele algo de ropa.

—Es una desconocida, no mi madre.

—Tampoco andarás desnudo por ahí.

Viendo que había verdad en sus palabras, lanzó un suspiro.

"Yo sólo me pregunto, ¿Cómo diablos terminé justo aquí?"











Se acomodó como un felino sobre la mata de heno, que consistía en una suerte de cama. Habían conseguido un par de camisas y unos jeans que les dio la amable mujer del granjero. Eran ropa que les dio la Iglesia por caridad. Al pequeño Misha le quedaba enorme su remera de los Rolling Stone, y la camisa a cuadros le apretaba tanto a Lyod que apenas podía moverse. Harto de la presión, se la quitó y la dejó a un lado.

—Vas a morir de frio si te quedas así—murmuró Misha, con desinterés, apoyando la barbilla sobre su mano.

El moreno se recostó sobre las mantas, cubriéndose los ojos con el antebrazo.

—No siento frío.

Estaban en el corral. El cuarto del matrimonio era uno solo, donde tenían allí a su lado la cuna del pequeño Jimmy. Aún no construían el futuro cuarto de su hijo. Por lo tanto, el único sitio para dormir luego de cenar la suculenta gallina asada de Terry era en el corral, en la parte superior, para que los caballos o las molestas gallinas no interrumpieran su sueño.

No parecía muy seguro ese sitio, pero el heno era bastante cómodo y cálido. Misha rodó sobre su vientre, revolviendo las hebras con sus dedos.

—Deja de jugar, vas a desordenar tu cama.

— ¡Aguafiestas! —tomó un manojo y se lo lanzó a la cara. Al ver que Lyod se levantaba de un salto, enfadado, se cubrió el rostro con sus pequeñas manos— Yo no fui. Fue Fernando.

¡Ah! Como era de esperar, Fernando también tenía su cucha a pocos centímetros de ellos. Misha no permitiría que su querida mascota estuviera entre animales desconocidos, allí solo.

—¿Ah, sí?—se acercó y le hizo cosquillas sobre la barriga. Misha se revolvía en su sitio— Eso te pasa por ser una pequeña mentirosa.

— ¡N-no! P-para...—apenas podía quejarse de los tirones que sentía ante las cosquillas. Trataba de alejarlo infructuosamente— ¡Que no soy una chica!... Lyod, para...

Las manos cálidas del muchacho dejaron de rascarlo, y comenzaron a moverse en caricias. Le subió la remera de algodón, pasándole sus dedos sobre el vientre. Sus ojos verdes estaban encendidos.

—Tienes la piel muy suave.

—Y tu mano es caliente—arqueó la espalda, dándole paso para seguir tocando— Tanto que me derrite...

El mayor soltó una risilla y subió hasta tactar sus pezones erguidos. Los presionó de a poco, saboreando cómo esa pequeña cara se retorcía del placer.

— ¿Ahora sí es un buen momento para insinuarte?

Se acercó hasta la boca del joven, y besó de a poco sus labios, pasándole libinidosamente la lengua sobre ese paladar tan dulce. Misha se tomó el arrebato de morderlo.

—Trátame mas brusco... Me gusta.

—Luego vas a quejarte...

—¡No, de veras que no! —su rostro estaba completamente ruborizado, y sus ojos castaños se hallaban vidriosos del placer.

Lyod lo tumbó contra las matas de heno, y le arrebató la remera de un tirón. No besó, sino que mordió de a pedazos su cuello, formándole unas profundas marcas en esa piel de porcelana. Misha se retorcía como un gato en celo bajo el contacto de su boca.

—Ammhh... Ahhmm, Lyod...

—Dijiste que no te quejarías.

El pequeño se dio la vuelta, invitándolo a que se posesionara por completo de su grácil cuerpo.

—Te estoy halagando con eso.

Lyod lo tomó por las caderas con brusquedad.

—No creo que debas fiarte tanto.

Le pasó la lengua por toda la extensión de su columna vertebral. Eran tan estrecha su cintura que Lyod no sabia claramente si estaba haciendo gemir de placer a una chica, o si era un joven el que tenía bajo sus manos, pero de ambas maneras su miembro comenzó a palpitar como loco.
—Misha—murmuró las palabras pegado a su oído, mordiéndole el lóbulo de la oreja— ¿Si te penetro vas a chillar mucho?

El joven soltó una risilla, y arqueó su espalda, haciendo que sus jean se bajaran un poco y dejaran al descubierto el nacimiento de sus nalgas, pálidas y jugosas.

—Si aguantas más de dos segundos sin que me aburra, voy a dejar que continúes; sino, yo voy a hacerlo.

—De ninguna manera—sentenció, mientras se bajaba sus pantalones de algodón y dejaba al descubierto su miembro erecto—Ahora eres mio.

Misha no pudo evitar ruborizarse al oír que su voz era tan ardiente. Sintió cómo iba abriéndose paso en su interior. Estaba húmedo. Estaba caliente... demasiado caliente. Se aferró a las hebras de heno, retorciendo su espalda como un gato, mientras Lyod comenzaba a moverse. Su miembro era grueso y se amoldaba a su entrada como si tuviera la medida perfecta.

—Uno... Ahmmm... Dos...—observó a Lyod sobre su hombro—Mmmh... Ahora es mi turno... ¡Quítate!

Sin prestar atención a sus palabras, el moreno tomó sus nalgas y comenzó a moverse más rápidamente. Misha se retorcía bajo su tacto, sin dejar de murmurar gemidos de placer, muy semejantes a ronroneos. Percatándose recién entonces de que no había hecho caso a su pedido, trató de zafarse de sus manos, empujándolo con sus manos por el pecho.

— ¡Te dije que te quites de encima!

—Eres tan ruidoso...

Subió sus manos hasta tomarlo por la cintura, y efectuó movimientos circulares, apoyando su vientre nudoso contra la espalda del pequeño. Desde allí podía ver claramente la manera en que su carita se ruborizaba y cómo un hilillo de baba le caía por la barbilla.

—No sé de qué te quejas si te gusta tanto.

—Y-yo sabría hacerlo mejor—murmuró por lo bajo, torciendo su respingada nariz en gesto ofendido. Al sentir que Lyod lo tomaba por los cabellos y sus estocadas eran más fuertes, soltó un bufido de molestia— ¡Yaaa, déjame a mí!

—Shhh—puso un dedo sobre sus labios, y pudo ver cómo las mejillas de Misha volvían a encenderse— Prometiste no quejarte, recuerda eso.
El pequeño comenzó a mecerse de un lado a otro, intentando vanamente de quitarlo de su espalda... de a poco, sus quejidos fueron tomando un matiz más bajo, hasta convertirse en jadeos de arrobo. Las manos de Lyod eran demasiado cálidas, y podía sentirlas recorriendo su piel.

Se dejó llevar por el sonido de la respiración agitada del moreno, la forma ruda que tenía de tratarlo, esa boca húmeda que se paseaba por sus oídos...

Misha sintió dentro del pecho una sensación rara. Desde muy joven experimentó en varias ocasiones lo que era el sexo, pero en todos sus encuentros, jamás percibió ese latir tan lento, esa manera en que se estremecía todo su cuerpo tan sólo por sentir las manos de ese muchacho...

"D-diablos, tengo que calmarme... Siento como si fuera a estallarme el pecho..."

No, no era posible. Nadie podía someter a Misha Ivanov de una manera tan bochornosa. Se dio la vuelta, y con una fuerza casi imposible para su menudo cuerpo, alejó a Lyod de un empujón. El moreno lo fulminó con la mirada.

—No es nada agradable que me detengas en la mejor parte, ¿sabías, niña?

— ¡No me hacías caso! Como si fuera a dejarte ser el activo como si nada...—se acomodó los pantalones y fue a abalanzarse hacia el cuello de Fernando, que dormía plácidamente—D-deberías aprender a parar cuando las personas te lo piden... ¡Y te digo que no soy una niña!

— ¡Niña o no, eres igual de histérica!—soltó un bufido y se cruzó de brazos— Si no es por una cosa, es por la otra.—volvió su tono estridente como el de una mujer— "Ayer a la noche no me llamaste, amor, ¿ya no me amas", "Pero tú lo hiciste conmigo, amor, eso significa que somos novios", "Ay, amor, deberiamos serializar de una vez ahora que ya pasamos a la siguiente etapa"

Misha soltó una carcajada. Le daba mucha gracia verlo tan molesto.

—Sí, tú te ries. Pero es un suplicio ¡La mujer no entiende la diferencia entre sexo y amor!—extendió las manos, indignado— Recibí un millón de bofetadas por eso. Me seducen, vamos a la cama, y luego suponen que ya soy suyo...—soltó un bufido— Sólo lo hicimos una vez, es imposible enamorarse a primera vista. Es totalmente cursi.

—Eso es porque no te has enamorado—repuso el menor, acariciando el pelaje de su canino.

—Sí, estoy enamorado.

Se quedaron un momento en silencio. Lyod estaba cabizbajo, y su voz se había tornado grave. Misha lo contempló con curiosidad.

— ¿Quién es la afortunada?

—Mi primo.

—Hum... yo me acosté con mi primo cuando tenía diez años.

El moreno alzó una ceja al oír eso.

—Debes estar bromeando.

—Si tú creías que las mujeres confunden las cosas nada más estás equivocado. Estuvo casi una año queriendo que convenciera a mi padre de casarnos, ¡Como si yo quisiera eso! Por suerte no logró nada.

— ¡Exacto! Instantáneamente confunden sexo y amor. El amor nace con el tiempo, con los años, con experiencias juntos... El sexo es un momento, diez minutos de fama, algo pasajero...

Misha permaneció circunspento.

—De todas formas yo perdí la virginidad a los dieciseis, no a los diez años—repuso Lyod, en gesto burlón.

—Hum, no. A los ocho en realidad fue mi primera vez. Mi padre traia a casa un compañero suyo del banco. Era alto, atractivo. Le gustaba jugar con niños.

Sólo se oían las respiraciones agitadas de Fernando, que había entrado en una etapa profunda del sueño. Ambos se quedaron mirando en medio del silencio del granero. Lyod se rascó la nuca, algo abochornado.

—Oh, bueno, yo no quise revolver ciertas cosas...

—No hay cuidado. No es que me importe. De todas formas yo lo provoqué en cierta medida.

—Un niño de ocho años no puede porvocar a nadie... ¡Es enfermizo!

—Tengo catorce y aun así querías llegar hasta el final hace tan sólo unos minutos—añadió Misha, con voz neutral.

—Bueno, pero no es lo mismo...

El menor se dio la vuelta, y ocultó el rostro bajo la oreja de su mascota.

—Deberías diferenciar el sexo del abuso también, Lyod. No sólo del amor.

—Sí, tienes razón...—se quedó observando su nuca dorada un momento y amagó a tocarlo, pero se detuvo en el camino— Misha.

— ¿Hum?—lo miró sobre el hombro. Su espalda era estrecha y flexible.

—Me hubiera gustado conocerte un poco más.

En ironía a su comentario, puso la voz chillona y citó:

—"Ay, amor, estuvimos tan cerca de hacerlo, deberiamos serializar, ¿no crees?"

A pesar de su inminente burla, Lyod comenzó a carcajearse.

—Oye, no confundas las cosas. Como amigos.

— ¿Sabes algo, Lyod? No me gustan los amigos.

— ¿Por qué?

—Porque no he tenido ninguno que no haya terminado debajo mio en una cama, y ahí es donde las cosas se ponen tensas... entonces ya la amistad no vale nada.

—Oh, pero eso es porque las personas no son como nosotros. Tú y yo sabemos bien cuál es nuestro lugar. No confundiremos nada.

—Hum... Si tú lo dices—se dio la vuelta nuevamente.

—Pero antes debes aclararme de una vez por todas qué rayos eres.

Misha soltó una risilla.

—Creo que prefiero el beneficio de la duda en eso.

—Que seas una chica o un chico no cambiará nada.

—Ese no es el problema.

— ¿Entonces?

—A ti no te importa pero a otras personas sí.

A lo lejos oyeron a un caballo despotricar. La noche estaba acaeciendo sobre sus cabezas. Una brisa gélida se filtró a través de los tejados.

La luna estaba en lo alto del firmamento, cubierta en su inmensidad por una mata de nubes. Desde las hendijas de su morada podían contemplarla visiblemente.

— ¿Y qué hay del amor, Lyod? ¿No podrás entonces nunca tener una relación sexual con tu enamorado?

—Mmhh... Eso es lo que temo. Porque si llegamos hasta el final y esa sensación desaparece, entonces sólo habrá sido deseo. Y el tal amor en verdad jamás existió.

— ¿Y si el amor en realidad no existe?

Se quedaron sumidos en sus pensamientos un momento. El satélite platinado no dejaba de mirarlos agudamente entre los nubarrones.

—Eso habrá que descubrirlo, ¿para ti no es así?

Misha se acurrucó bajo el calor de su rottwailler, antes de sumirse en las aguas vacilantes del sueño.

—No. Es una ilusión, de la que tarde o temprano despiertas.










Levantó las últimas cajas de alimentos y las depositó sobre la tarima del hogar. El camión de carga cerró sus puertas y el conductor los saludó con un movimiento de la mano. Careen se acercó para palmearle el hombro a Sasha, que estaba jadeando por lo pesada de la carga.

—Cuidado, muchacho, no te fuerces.

—Para mí es un placer hacerlo, no hay cuidado.

Los niños se acercaron a recibir su ración de frutas y pan que luego engullían animadamente en las mesas del comedor. Sus madres cuidaban de sus modales y les acariciaban los cabellos. Muchos pequeños estaban solos. Muchos otros ni siquiera podían comer adecuadamente.

Una criatura de cuatro años que iba acompañada de su hermano mayor se retrepó a la silla como pudo. Le faltaba su mano derecha. Se la habían amputado hacía un año porque su padre, presa del alcohol, se descontroló y le incrustó la botella de vino sobre su mano indefensa.
Tras esos muros habían miles de historias por contarse.

Sasha se acercó y le alcanzó un plato de comida. La ayudó a engullirlo y se tomó el tiempo suficiente a pesar de lo inquieta que era la chiquilla. Porque al final, lo que valía era su sonrisa.

—Deberías tener hijos, Alex—como era de esperarse, la aguda Careen se acercó a peinarle los cabellos castaños a la niña— Eres tan dulce con los niños.

—Oh, no es así—llenó la cuchara con un poco más de papilla y se la alcanzó hasta la boca a la pequeña— Supongo que todos tenemos debilidad por ayudar al otro sin importar su edad.

—Hmm... No todos, hijo. Realmente son muy pocos.

—Que una persona sea necia no significa que no esté esperando ser salvada.

La anciana le dio un golpe en el hombro al rubio.

—No desvies la conversación. Sabes que soy como una madre para ti y me preocupa verte tan solo.

—Mi soledad y yo tenemos una grata relación, Careen.

— ¡Mira que eres terco, hijo!

—S-señor...—la vocecita del hermano de la niña apenas era audible.

— ¿Hum?—Sasha le sonrió, animándolo a hablar.

El párvula se retorció las manos. Estaba algo indeciso acerca de hablar o no. Finalmente inquirió, con inocente curiosidad:

— ¿Usted no va a casarse con la señorita Routh?

Se hizo un silencio sepulcral entre ellos. La cuchara de papilla que Sasha sostenía se derramó sobre la mesa. Ni siquiera Careen se atrevió a hablar al ver esa expresión tan fiera en los ojos negros del hombre. Con la voz grave, intentando refrenar su furia, murmuró:

—Voy a matar a esa niña.

Se levantó de un salto. Todos se voltearon a verlo. Estaba hecho un demonio de la rabia que emanaba por sus venas. Careen lo tomó el hombro, procurando calmarlo.

—Alex, hijo, no es más que una chica tonta. No le hagas caso.

— ¡Se está metiendo en mi vida privada! ¡Cree que puede jugar conmigo como si nada! Esa mocosa...

— ¿La señorita Routh?— inquirió una jovencita entre el grupo— Ella es amiga mia. Dijo que el señor Sasha le mandaba cartas.

—A mi me dijo que ya la había besado.

—A mi que iban a tener un hijo.

Cuanto más aumentaban los cuchicheos de los niños, la vena en la sien del hombre latía con mayor fuerza. Tomó las llaves de su Peugeot y entre maldiciones y bufidos, subió a su coche, perseguido por la pobre Careen, que vanamente procuraba tranquilizarlo.

—Hijo mio, no cometas una locura, por favor. Es una criatura.

Sasha le dio una última mirada.

—Nunca le hables a un hombre enfurecido porque será en vano.

Puso el motor en marcha de un rugido, y se perdio entre la inmensidad de las calles. Estaba acaeciendo el ocaso. Un haz de luz anaranjado le daba de lleno en el rostro. Podría estallar de la rabia que sentía.

"Esto sólo podría sucederle a un idiota como yo"

Se detuvo frente a su casa. Sabía perfectamente donde vivía. Sintió cierta pena por la anciana que lo atendió, pero aun así, sin vacilar, se dirigió a a la entrada. Como era de esperar, su anfritiona no se mostró nada grata con la visita. Alzó un dedo acusador en su contra.

— ¡Lárguese de esta casa! No permitiré que lastime a mi nieta una vez más.

—Quiero hablar con Routh y si no la trae aquí voy a entrar por la fuerza.

Reconociendo su tono de voz, la joven pelirroja salió a recibirlo con una sonrisa, e instintivamente se lanzó a su cuello, tratando de besarlo. Sasha la mantuvo alejada, tomándola del hombro.

—Alex... ¡Oh, Alex, volviste por mí!

— ¡Dime qué demonios crees que haces, niña!

Al oir su tono tan hostil, ella se mostró cohibida. Su abuela corrió a abrazarla.

—Más te vale que detengas esa lengua tuya, porque no soportaré más estupideces. Te brindé mi casa, te oí, te comprendí, intenté ayudarte... pero te abusaste de mi honestidad—alzó un dedo sobre su rostro— ¡No pienso dejar que nadie mienta acerca de mi vida!

—A-alex...—ella comenzó a sollozar.

— ¡No me convencerás con lágrimas, no me dejaré manipular otra vez!

—Si no se va ahora mismo de mi casa llamaré a la policía—las amenazas de la anciana sólo sirvieron para que Sasha soltara un bufido.
Tomó sus llaves y antes de subir a su auto, se dirigió hacia la muchacha.

—Yo jamás te di ninguna ilusión.

Pudo ver por el espejo retrovisor el rostro pequeño de Routh empañado de lágrimas. No, no podía volver a ser débil. Si era gentil con ella nuevamente confundiría las cosas. No era una muchacha de quien fiarse.

"Supongo que nunca fui bueno con las mujeres"

Se acarició la frente. La cabeza iba a estallarle. Desde hacía días no encontraba a Misha, los roces con su padre eran cada vez peores, y encima debía preocuparse por asuntos como aquellos.

Al menos Zinaida era un apoyo en esos momentos. Ella se encargaba de recorrer el pueblo en busca de su hermano menor, sin que Borya se enterase.

Al menos... Al menos tenía el cuidado de cierta persona que podía calmarlo en un segundo, que con sólo mirarlo podía detener todas sus dudas y contradicciones.

Apeó el Peugeot en la entrada de la mansión. Eran cerca de las siete de la tarde. Aún faltaba para que Jess viniera a verlo. Habían acordado en que llegaría alrededor de las diez de la noche, pues a esa hora su padre comenzaría su viaje para presentarse a una reunión en Washington, y su hermana Zina ya estaría durmiendo en su cuarto.

Con el tiempo que tenía libre, decidió darse una ducha caliente. Era lo mejor que podía hacer para calmar sus nervios. Confiaba plenamente en Misha, en que sería cuidadoso... pero tenía el joven un aspecto tan delicado, que no era raro pensar las desventuras que podrían acuciarlo.

Se despojó de la ropa que ya era una carga sobre su cuerpo y experimentó con arrobo cómo las gotas tibias iban resbalándole por el pecho.

Extendió la mano y se miró sus dedos. Sólo quería que llegara el momento para poder acariciarlo. Para poder tomarlo entre sus brazos.

"Si sólo supieras lo frágil que me siento ante ti..."










Soltó un largo suspiro. Aún no tenía un plan sobre como escapar hasta la mansión Ivanov. Le había dicho que sí sin pensarlo a Sasha, pues se compadeció por esa expresión tan angustiada en su rostro... pero no se había detenido a analizar, que ahora Lyod compartía su cuarto.

Cuando llegó a su casa y fue a dejar su bolso, su sorpresa no pudo ser mayor al notar que su primo no se encontraba por ninguna parte. A decir verdad, desde la noche anterior había desaparecido... Fue a preguntarle a su tía.

—Tía Mary, ¿Lyod dónde está?

—Hum... ¿No está durmiendo en su cuarto, cariño?

—No. Desde ayer no lo he visto.

—Debe haber ido a ver alguna ex novia—terció Karl, con una carcajada— Es un muchacho con la suficiente edad para volver cuando él lo desee.
Pudieron notar cómo el rostro de la mujer instintivamente se tornaba alicaido. Su esposo se acercó para abrazarla.

—Va a regresar, amor.

—Sólo espero que esté bien.

"Hum, ese Lyod otra vez esta huyendo"

Bueno, al menos eso hacía menos complicada su huida. Pero, ¿si regresaba en medio de la noche y descubría que Jess no estaba? ¿Sería capaz de alertar a sus tíos y dejar a Sasha en descubierto? No. Lyod no haría eso. Pudo hacerlo hace tiempo y se detuvo... seguramente porque Jess se lo había pedido. Pero aun si era por eso, podía estar seguro que se mantendría callado.

Fingió que iría a dormirse temprano, y cuando se cercioró de que sus tíos y sus sobrinos estaban durmiendo plácidamente, se cambió de ropa a unos jeans y se tiró sobre los hombros una chaqueta de corderoy, pues el invierno azotaba con fuerza esa noche.

Con cuidado salió por la ventana y volvió a cerrarla. Había dejado la bicicleta en una posición estratégica cerca de la entrada de la casa, por lo que sólo debió saltar la celosía y huir sin problema.

Sasha estaba esperándolo desdela ventana. Le hizo un gesto con la mano para que bajara a recibirlo. Jess se sorprendió al no ver a Fernando enseñándole los dientes en el parque.

El cuarto de su profesor estaba más desordenado que de costumbre. Los libros estaban por doquier, e incluso varias camisas adornaban el sitio, revoloteando en las esquinas. Jess se sentó sobre la cama. Sasha se recostó a su lado. Cuando sus miradas se cruzaron le esbozó una media sonrisa.

— ¿Pudiste venir sin problemas?

—Hum, sí.

Un silencio inusual se cernió entre ellos. Sasha se frotó las sienes y dejó a un lado sus lentes, que los traía puestos. Jess se inclinó para rozar su brazo.
—Sasha.

— ¿Hum?

— ¿Estás bien?

—Oh, sí. Sólo me duele la cabeza... un poco.

Los ojos oscuros de Sasha lo desmentían completamente.

— ¿Algo sucede que no me estás diciendo?

—Hummm... te doy un poco de confianza y ya te comportas como mi madre, eh—le revolvió los cabellos y tiró de él— Ven, quédate aquí conmigo—lo abrazó contra su pecho— Sólo necesito eso.

Jess se acurrucó contra su remera de algodón.

—Sasha...

El rubio le acarició el rostro despaciosamente, entrecerrando los ojos.

—Siento mucha pena en decirlo, pero estoy muerto de cansancio.

— ¿Está enfermo, profesor?—alarmado, se incorporó para poner una mano sobre su frente.

—No, mi cachorrito. Simplemente me quedé ayudando a una mujer en un hogar que hay aquí cerca.

— ¿Un hogar?

—Sí, es una asociación solidaria. Van varios niños del pueblo.

Jess parpadeó varias veces, asombrado.

"Sé tan poco de él... pero hace cosas maravillosas"

—S-sasha.

El hombre le acomodó el cuello de su chaqueta mientras hablaba. Le sonrió para que continuara.

—Q-quisiera conocerlo más... N-no sé varias cosas...

— ¿Cómo qué?

—S-su... su fecha de cumpleaños, por ejemplo.

El rostro del menor se enrojeció completamente al decir eso. Aun así, Sasha soltó una risilla y le respondió cortésmente.

—Falta para eso, Jessy. Cumplí el año pasado, el 3 de noviembre. ¿Y tú?

— ¡Hum!... E-el 28 de enero. Antes de venir a la casa de mis tíos mi mamá me hizo un pastel, ¡era inmenso!—sonrió abiertamente al recordarlo.

Sasha permaneció un momento circunspecto.

—Entonces... hace tan sólo un mes tenías quince años.

—S-sí... pero ya no.

" ¿Le seguirá molestando la diferencia de edad?"

Para sorpresa del castaño, su profesor le pellizcó la nariz, y le preguntó en tono divertido:

— ¿Qué te gustaría que te regalara?

—No hace falta, no...

—Pero yo quiero hacerlo—lo tomó por la barbilla, acariciándole los labios— Puedes pedirme lo que quieras.

Jess comenzó a ruborizarse. Bajó la vista. Su voz sonó ahogada por el bochorno.

—Un beso.

Sintió la respiración de Sasha sobre su boca.

—No creí que dirias algo como eso.

—S-supongo que me subestima a veces.

Tenía un sabor sumamente dulce. Era suave, casi como una caricia. Sus manos lo tomaban por el rostro tan tiernamente. Jess le enredó los brazos alrededor del cuello, rozando entre sus dedos los mechones rubios de su cabello. Sasha se rió entre sus labios, sin separarse de ellos.

—Siento que me podría morir de la felicidad.

Alarmado, Jess sacudió la cabeza.

—N-no, no quiero que Sasha muera nunca.

—Si me llenas de besos tal vez me vuelva eterno...

—Mentiroso.

Pero aun así, volvió a caer bajo el hechizo de su boca. Jess seacercó y saboreó lentamente su labio inferior. Le agradable lo abultado y jugoso que se sentía ante el contacto de su saliva.

—Jess.

Ante el pedido de su amante, el pequeño se detuvo. Tenía los ojos azules vidriosos y su boca enrojecida.

—Sé que sonará raro viniendo de mi parte en un momento así, pero... quisiera oir más de tus historias. Del campo. Puedes contarme todas las que quieras. Tenemos toda la noche para los dos—le corrió un mechón de cabello negro que le caía sobre la frente.

El muchacho ladeó la cabeza, algo confuso.

— ¿En serio le gustaría oirlo?

—Por su puesto. Lo que sea mientras salga de tu boca.

Jess se ruborizó un poco. Cuando Sasha era intempestivo y vibrante, como la más fiera tormenta, podía sacudir por completo su mundo hasta ponerlo de cabeza... pero cuando lo trataba tan gentilmente, suave como las caricias de una pluma, podía hacer latir su corazón tan lento hasta dejarlo sin respiración, para volver a darle la vida en cada uno de sus suspirares, de sus profundas miradas...

—N-no sé por dónde comenzar.

—Háblame de tus hermanos. No sé nada de ellos.

—Hum, pues... Soy el mayor así que supongo que mi labor siempre fue cuidarlos, y soportarlos en cierta medida—al ver que Sasha sonreía, tuvo los ánimos para continuar— Siempre me llevé mucho mejor con mi hermanita Lucy. Es que ella es mi consentida... cuando nació, me eligieron como su padrino. Yo tenía entonces la misma edad que tiene ella ahora, ocho años, y que me pusieran a cargo de una criatura era mucha responsabilidad—frunció el ceño con seriedad— Así que yo me encargaba de cambiarla, de controlarla por las noches, y cuando se le cayó su primer diente... ¡Oh, sí, ese día fue memorable!

El muchacho se sentó junto a Sasha, con las piernas cruzadas, moviendo las manos al son de su plática.

—Ella estuvo todo el día quejándose y no me dejaba mirarle la boca. Ni siquiera comió. Cuando cayó la noche, y ya debiamos ir a dormir, entonces me di cuenta de que no había abierto la boca en toda la noche. La llamé y la convencí de mostrarme qué le sucedía: se le estaba zafando el diente de leche, y ella se lo mantenía agarrado con la lengua, porque no quería perderlo. Pensaba que no le volvería a crecer nunca—comenzó a reirse al recordarlo— Aún recuerdo su carita de horror cuando abrió la boca y el diente se cayó al suelo. Me golpeó como si se lo hubiera arrancado.

Sasha soltó una risilla y le tomó la barbilla, inspeccionando su boca.

— ¿A ti se te siguen cayendo los dientes de leche, Jessy?

El joven torció el gesto.

—Claro que no. Hace más de cuatro años ya no se me caen.

—Mmmh...

— ¿Q-qué sucede?

—Trato de imaginarte a los ocho años.

Jess se ruborizó sin poder explicarse claramente el porqué. Tal vez por la mirada profunda que su amante tenía al decírselo a media voz, sintiendo el calor de las yemas de sus dedos sobre su rostro.

—Mi madre decía que yo era muy revoltoso. Al ser el hijo único no tenía con quien compartir ni a quien molestar, por eso vivía encima de los animales. Recuerdo que jugaba mucho con un ternero de vaca, Maybell, y con varios cachorros que teniamos. Mis amigos fueron mayormente los animales... no solía tener contacto con los niños alrededor de la granja. Hasta que nació Luke no tuve realmente con quien jugar. Mi hermana Sunny solía jugar ella sola con sus muñecas, y siempre intentaba meterme en sus fantasías de "tomar el te"...eran un puñado de peluches sentados alrededor de una mesa tomando un te que ni siquiera existía, y se la pasaba platicando sobre temas que ni siquiera comprendía... N-no se ría, lo digo en serio. Debí sufrir eso muchos años... ¡S-sasha!

Su profesor apenas podía contener las carcajadas. Jess estaba rojo hasta el cuello, y trataba vanamente de acallarlo.

—Oh, no puedo creer que digas esas cosas—tironeó de sus mejillas— Parece que no hubiera pasado mucho tiempo desde que eras un niño.

—Hmm... ¡Sí fue hace mucho! Desde que tengo siete años ayudo a mi papá en la granja, y siempre he hecho todo para ser un hombre como él—se cruzó de brazos, haciendo un mohín infantil—Aprendí a arar, a recolectar, a alimentar a los animales... ¡Hice todo lo que hacen los adultos, así que eso no es de niños!—extendió las manos, indignado al ver que Sasha continuaba cubriéndose la boca para no reir— N-no siga riéndose, es verdad...

—Si no me estoy riendo.

—S-sí, se está burlando de mí.

Las manos de Sasha serpentearon sobre su piel hasta colarse bajo su oreja. Lo acarició lentamente, rozándole el lóbulo con la yema de sus dedos. A pesar de estar tan enfadado, Jess se retorció bajo su tacto, algo apenado por caer tan fácilmente.

— ¿Te gusta, cachorrito?

—Hmmm...

—Vamos, no te enojes... Muéstrame una sonrisa de nuevo.

El castaño, sin poder soportar mucho más su tacto tan dulce, esbozó una media sonrisa, inclinando la cabeza para saborear aun más el contacto de sus manos. Sasha lo acercó hasta su rostro para poder besarlo.

—Creo que olvidaste mencionar algo, Jess.

— ¿Hum? ¿Qué?

—Hiciste todas las cosas que hacen los adultos... pero yo supongo que eso en realidad sucedió cuando nos conocimos, ¿no crees?—le guiñó un ojo, sólo para ver cómo el muchacho volvía a ruborizarse a gran escala.

—N-no comprendo lo que dice.

El rubio le pasó la lengua sobre los labios indefensos de su joven amante, tomándolo con cuidado por la nuca.

—Oh, yo creo que sí.

Comenzaron a oír el débil estruendo que hacían las gotitas de lluvia al golpear contra la ventana. Apenas se vislumbraban a través del cuarto en penumbra, tan sólo alumbrado por una de las lámparas que pendían a un lado de la cama. Sasha la apagó y se quitó la remera de algodón. Tenía en torso algo húmedo; podían verse pequeñas gotas de sudor deslizándose sobre sus pliegues nudosos a la altura del vientre.

Jess se acurrucó en su pecho. Podía sentir cada latido de su corazón retumbando a toda velocidad.

—Sasha... Usted no me ha dicho nada.

— ¿Sobre qué?

—Su vida, su infancia... todo—alzó los ojos hasta toparse con los de su amante, que parecían hundirlo en un mar de aguas oscuras y magnánimas.

—Bueno, no me gusta hablar mucho sobre ello...

—No debe contarme nada si no quiere.

—La verdad es que—se detuvo un momento para acariciarse la barbilla, en pose circunspecta, y luego continuó— no tengo muchos recuerdos. Y los que tengo no son todos gratos. Crecí en un barrio de Moscú, y podía ver claramente desde donde estaba la situación que había; por una parte, las grandes mansiones, y por otra, los pueblos pobres. Desde que tengo memoria siempre me pregunté por qué debía ser así. Mi madre me decía que cada cual ha nacido para algo: unos para la grandeza, otros para la pobreza. Pero yo jamás le creí.

Le acomodó un mechón de cabellos a Jess.

—Desde que comencé a estudiar me imponían profesores particulares, pero yo les pedí ir a una escuela pública. Quería conocer a los otros niños. Como era de esperarse, las escuelas en ese momento eran muy precarias, y mis padres no iban a exponerme a eso. Así que decidí hacerlo por mi parte. En vez de estudiar lo que mi padre quería, leyes o economía, decidí viajar a Lonres con el dinero que él me dio y estudié ciencias de la educación... Así fue que me convertí en profesor, y di clases en las escuelas pobres de Rusia.

Su voz fue muriendo en la oscuridad del cuarto. Estaba inmerso en el mar de sus recuerdos. Jess lo zarandeó sutilmente por los hombros, llamando su atención. Sasha esbozó una media sonrisa.

—Bueno, el resto supongo que lo sabes.

—No, no. Quiero oirlo de su boca.

—Es que... no me gusta recordar eso. Vi tantas injusticias allí que simplemente no pude seguir. Era sólo un hombre queriendo ir contra todo un sistema impuesto desde hace siglos, sólo porque llegaba con mis buenas intenciones y mi utopia no iba a cambiar el mundo... Supongo que caí en depresión durante tres años por eso. Hui de mi hogar en Rusia. No sé claramente dónde estuve, la mayoría del tiempo me la pasaba mendigando en las calles. Me fui sin nada más que una chaqueta, unos jeans y mi libro de Marx. Era mi biblia prácticamente... supongo que le tomé simpatía a ese autor simplemente porque me daba compañía. No creo que uno deba luchar, porque eso sólo desemboca en la tragedia, en el caos. Si los seres humanos pensáramos un poco en el otro, en ponernos en sus zapatos... no habrían ya conflictos de ningún tipo. Si uno lucha contra la desigualdad, contra la pobreza... sólo va a generar más fuego en la hoguera.

—¿Y qué debe hacer entonces?—el muchacho ladeó la cabeza, prestando atención a sus palabras con total devoción.

—Educar. Enseñarle que hay otras maneras de enfrentar las cosas. Por eso decidí ser profesor. Para abrir sus mentes. Para que en vez de alzar un arma, alcen un libro... aunque hay libros tan poderosos como las armas. —Soltó una amarga carcajada— No imagino qué pasaría en la mente de un chico como tú incluso, Jessy, si te diera en tus manos "Mi lucha" de Adolf Hitler. Los humanos hemos pasado tantas guerras, tantos males, y aún así vemos a la revolución, al conflicto, como una salida. Si juzgas con la vara doblada, con esa misma vara serás juzgado.

—Eso sonó a algo que oí en la Iglesia...

— ¿Tu familia es católica, Jessy?

—Hum...—se rascó la cabeza— No lo sé en verdad.

— ¿Has tomado la comunión?— al ver que el joven seguía sin comprender, soltó un suspiro— Ya, no interesa realmente, de todas formas es el mismo Dios al que uno rinde culto. Hasta incluso dividen algo que remite a Dios, cuando es indivisible y omnipotente.

—Sasha... yo creí que usted era ateo. Quiero decir, es que... yo creía que los cristianos rechazaban... bueno, rechazaban esto—se ruborizó un poco al insinuar su relación.

—Mira, es sencillo: Dios es amor. ¿Tú me amas, Jess?—el joven asentó lentamente, algo abochornado— Entonces no hay nada malo. No estoy ultrajándote, ni llevándote hacia el Infierno... Me enamoré. Sí, tal vez de la persona equivocada en el momento equivocado, pero es sencillamente eso.

La lluvia comenzó a arreciar fuera, hasta convertirse en una tormenta. Los vidrios de la ventana se doblegaban bajo los rugidos del viento.

—No creo que sea la persona equivocada. Q-quiero ser la persona correcta—las manos de Jess se aferraron a las suyas, cabizbajo.

La brisa gélida comenzó a colarse por el cuarto, pero estaban tan jntos sus cuerpos, que sólo podían sentir la calidez que emanaba el otro.

— ¿Sabes algo, Jess? Durante los tres años que pasé en medio de la nada, me sentía tan solo que sólo podía refugiarme en el hecho de pensar que tal vez algún día dejaría de estarlo. Sé que fue algo muy egoísta, dejé atrás a mi shermanos incluso... pero supongo que la vida de una persona va más allá de eso. Me recuperé cuando me uní a una Asociación de Docentes, esa de la que te hablé, que recorría varios países para repartir el conocimiento... pero era algo para manenerme despierto, para evitar que volviera a caer... Creo que realmente comencé a sentirme acompañado cuando...—le acarició una mejilla— pues, cuando te conocí a ti. Así que es imposible que no seas la persona correcta.

Tal vez era el frío que comenzaba a aparecer en la habitación, o la mirada profunda en sus ojos negros, pero Jess sintió la imperiosa necesidad de aferrarse a su cuerpo, de abrazarlo, y ya no dejarlo ir.











Se frotó el rostro contra las faldas de su vestido. Su abuela intentaba entrar hacía más de media hora, y llamaba quejumbrosamente en la puerta, pero ella no le hacía ni el más mínimo caso. Tomó el manojo de cartes que guardaba bajo la almohada y las releyó una y otra vez, y cuanto más lo hacía mayores eran las cataratas de lágrimas que desprendían sus ojos.

"Él ha cambiado tanto, antes era tan dulce conmigo... y me miraba con esos ojos negros de una forma tan gentil... ¿Desde cuándo él es así conmigo? ¿Desde cuándo ha dejado de enviarme cartas?... Fue hace menos de un mes, hace..."

Por un momento, se detuvieron sus pensamientos abruptamente. Hacía tiempo que las discuciones habían terminado; cuando le creyeron a Alexandr acerca de sus "delirios", hasta incluso su abuela la reprendió por eso. Pero nadie comprendía que era él quien la había ilusionado, la había llenado de amor y de un momento para otro le arrebató todo lo que había imaginado a su lado, todos sus sueños destrozados en pedazos... pero que con cada uno de ellos, seguía amándolo con igual intensidad.

Luego de eso, dejó de ser su alumna. Alex continuó dando sus clases, y ahora venía uno de sus alumnos a cuestionarla... y no mucho después, su amado Alex, su gentil Alex, venía hecho una feria a tratarla así.

Ese chico tenía algo que ver. Él era el culpable de todo. De que Alex no quisiera más estar con ella. Es más, él mismo había dicho: "¡Sasha es mio!"

"Claro que no, es mio... ¡Mio y de nadie más!"

Notas finales:

"Luna llena" de Don Omar
(Este tema me inspiró mucho para escribir esta obra. Se basa mas bien en el romance de Sasha y Jess. En el próximo subiré el de Misha y Lyod)
Otra luna llena, y tú no me llamas, de ti no sé nada...
¿Dónde estás?
Otra luna llena, y tú no me llamas, de ti no sé nada...
¿Dónde estás?

Te salí a buscar, caminé por ahí,
no te pude encontrar...
Te vi a lo lejos, corrí...
No te pude alcanzar, algo te esconde de mí.
¡No te podrás ocultar!
Un lobo caza hasta morir...

¿Quién me asegura que vuelva a salir la luna y
que la cura a esta locura no sólo el deseo cura?
De una noche más, de una luna más...
¿Dónde estás?

Yo bajo un Cielo triste,
una lluvia de sentimientos,
un Sol que no me da calor,
un sueño que me roba el aliento,
que me hace buscarte...

¿Dónde estás?


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