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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Buenas noches, fujoshis y fundashis :)
Bien, vengo a dejar el siguiente capítulo... del cual es probable que luego de esto Nuzelia odie por completo mi existencia D: No tomes conclusiones apresuradas, yo te dije... ¡Además, Andres sigue siendo más malo incluso después de esto! jejeje Me emociona que me leas, ya espero tu actualización en AY
Adri-Chan, eres mi primer lectora y la más fiel de todas. No lo tomes a mal, pero ¡creo que te amo! :3 jajaja. Oh, vamos, yo sé que tre mueres por Lyod, pillina XD Espero que con esto no empieces a tener mal visto a Sasha desde ahora...

Antes aclaro que hago la aparición de la Guerra Fria, un hecho histórico de esos años, los 70. Para complcar aun más las cosas...
No spoileo más. Lo unico malo es que lo que sigue lo más seguro es que lo suba en varios días, tal vez cinco días T.T así que se la aguantan :3
~Corre fic...

Capítulo 8


Se recostó sobre el vidrio de la ventanilla. Le daba vueltas la cabeza. Realmente ver tantas parcelas de campo interminables estaba hartándolo.

Finalmente lograron conseguir algo de nafta para el auto, y Lyod lo invitó a subir para llevarlo a su casa. Misha, indiferente al parentezco que podría tener el muchacho con alguien conocido para él, aceptó. Al fin y al cabo, no tenía otra parte donde ir.

Se quedó un momento observando el perfil del moreno. Su nariz recta y sus cejas gruesas le daban un aspecto bastante viril, sólo degradado por lo abultado de sus labios. Cuando se volteó a mirarlo con esos ojos verduzcos, no pudo evitar sentir que su estómago se revolvía, y no le hacía sentir justamente nauseas.

—Entonces, ¿te vienes conmigo?

— ¿Crees que no habrá problema con tu familia?

—Hey, ¿recién ahora vienes a mostrar algo de pudor?—soltó una risilla y le revolvió los cabellos— Claro que no. Pero debes ir diciéndome qué harás luego.

Misha se alzó de hombros, y se dio la vuelta para acariciar a Fernando, que venía en los asientos traseros cómodamente tumbado.

— ¿Acaso te interesa saberlo?

—Mmmhh... ¿Te levantaste con el pie izquierdo?

—No. Sólo fui sincero.

Lyod se rascó la nuca.

—Bueno, tienes razón. Lo pregunté por amabilidad. Realmente no me importa lo que hagas luego.

Misha soltó una risilla.

—La sinceridad ante todo.

El moreno chasqueó la lengua, y viró en una curva.

—Luego te quejas de que soy poco caballeroso.

—Pero ya no vas a oir mis quejas. En poco tiempo me iré.

Se miraron por un momento. Lyod alzó una ceja.

—Vamos, ¿qué está pasando? ¿Noté algo de resentimiento ahí?

—Ah, ah—negó Misha, con voz neutral.

—Al menos... ¿tienes algo de dinero? ¿Irás con tu familia o qué?

—Tengo algo guardado. Creo que me iré del país.

Un silencio sepulcral invadió el automóvil. Se oia el ronroneo del motor al andar, y las respiraciones acompasadas del rottwailler, que se echó a dormir.

—Emmhh... ¿vas a decirme qué diablos piensas hacer?

—Supongo que huir lo más que pueda.

—Para irte del país necesitas mucho dinero, y tú ni siquiera traes una muda de ropa. Además, eres menor de edad y...

— ¡No hables como si fueras mi hermano!

—Mira, niño terco, no puedes...

— ¡No voy a oirte, así que cállate! Haré lo que me de la gana.

La Chevy se detuvo de una sacudida. Varias motitas de polvo revolotearon hasta la nariz de Misha, haciendo que soltara un débil estornudo. El condctor se palmeó las piernas, y giró la cabeza en su dirección.

—Mira, yo no quiero ninguna clase de problemas con tus padres. Ya tengo suficiente con los mios. Así que vas a decirme por qué demonios huyes, o me veré obligado a llevarte con la policía—al ver que el menor alzaba una ceja en tono desafiante, soltó un bufido— Bien, tal vez no haga eso. Pero si llegan a querer incriminarte de algo no vas a contar conmigo, te lo advierto.

Misha se cruzó de brazos.

—Tuve una pelea con mi papá.

— ¿Y por eso vas a irte a China?

—Sí, por eso voy a... ¡¿Cómo que a China?! ¡Nunca dije que me iría a China! ¿Sabes que en ese país los hombres tienen el pene diminuto? ¿Es que quieres que muera virgen?

Lyod parpadeó varias veces, tratando de asimilar lo que le había dicho.

—Siento que me estás mintiendo colosalmente con eso de que tienes catorce años, ¡Yo a esa edad todavía creía que los bebés salían de los repollos!

Misha soltó una carcajada.

—Eso es porque eres un inmaduro.

— ¿Y a qué país te irás sino?

—Pues a Rusia.

— ¿Hum? Espera, ¿qué allá no está la URSS?

— ¿Y con eso qué?

—La Guerra fría, el comunismo, todos esos hippies...—al ver la tez descolocada de Misha, alzó el tono de voz—¡Vas a ir para que te maten si saben que vienes de EEUU!

—Pero...—el pequeño se quedó inmerso en sus pensamientos.—Mi papá es comunista, y vinimos de Rusia... ¿Qué es ser comunista, Lyod?

El muchacho se quedó observándolo por un momento. Luego cayó en la cuenta de sus palabras.

—Oh, Dios... Tengo a un comunista en mi auto. ¡Me podrían meter preso gracias a eso! ¡Con razón estabas huyendo!

— ¡Yo no soy nada, ni siquiera sé qué rayos es eso!

Sin prestarle atención a sus palabras, Lyod se quitó la camisa y cubrió a Misha con ella, a pesar de sus rezongos. Lo obligó a ocultarse en la parte baja del automóvil, y recién cuando se quedó allí quieto volvió a poner en marcha la Chevy, ahora a gran velocidad.

—Quédate ahí debajo y ni se te ocurra levantarte. No te tienen que ver.

— ¡Te digo que no sé nada!—la vocecita chillona de Misha emergió de su camisa a rayas.

El moreno encendió la radio del coche para no oír sus quejidos. Observó una vez más al bulto que ahora era Misha...Había oído una y mil aberraciones en cuanto a la URRSS, y podía estar seguro de que si uno de ellos llegaba a su país no sería en son de paz. No estaba demasiado al tanto de las cosas, pero veía bastante en los medios como para estar consciente de que cualquier movimiento de los "cerdos comunistas" sería fuertemente reprendido.

Es más, ni siquiera sabía cómo dejaban a ese bastardo de Ivanov quedarse en sus tierras. Varias veces los denunciaron ante el Consulado y ellos continuaban en su país como si apenas le interesaran los asuntos políticos.

"No sabía que habían más familias rusas, ¿vendrán como desertores?"

No veía a Misha como la clase de revolucionario que vendría a EEUU para plantar una bomba terrorista y matar a media población. Pero no podía tampoco fiarse tan fácilmente. De más es sabido que en el asunto de los poderosos uno no debe intervenir.









Se rascó la barba incipiente que comenzaba a aflorar en su rostro. La secretaria lo invitó a pasar con una reverencia. Apenas le respondió con un movimiento de la mano e ingresó a la sala. Las paredes estaban revestidas en paneles de madera, y los pisos pulcramente encerados daban un nauseabundo aroma a limón. Su acompañante le acomodó la corbata un momento antes de que el señor Ministro de Relaciones Exteriores ingresara a su despacho.

—Buenos días, señor Ivanov. Tome asiento por favor—señaló frente a su escritorio, una silla reclinable de mullidos almohadones.

Borya oyó su pedido y acató la orden.

—Buenos días. He viajado toda la noche para poder presentarme, espero oír algo interesante.

—Hablamos con el Consulado Ruso, y nos explico su situación. Lamento que hace unos años hayan querido desertarlo de EEUU, es que las cosas no estaban realmente aclaradas.

— ¿Y qué le dijeron?

—Pues, que no es ninguna amenaza. Era de esperarse que en Rusia comenzaran a quedarse sin fondos al no tener la excelencia de un sistema capitalista como el nuestro, por tanto...

El señor Ivanov alzó una mano para detenerlo, y le fijó sus ojos negros.

—Sigo con mi postura comunista. Que debamos hacer estos procedimientos es porque todavía no quieren reconocer la derrota. Mi país pagó lo que debía para que la familia Ivanov haga negocios aquí, pero eso no remite que vaya a unirme a sus falacias.

—Hum...— soltó una carcajada amarga— ¿Entonces siguen siendo unos cerdos, eh? La verdad es que el traspaso del dinero está hecho. Si no fuera porque lo aprobó la Presidencia, por mí no tomaría ni un centavo y pondría a alguien como usted tras las rejas.

—Bien, sabía que la zalamería tenía un parate. Señor Ministro, déjeme decirle una cosa—se puso de pie y le hizo un gesto a su acompañante. La joven le tendió un retazo de papel, que luego pudo dar cuenta el hombre de que era un mapamundi de EEUU. Borya lo dejó sobre la mesa— ¿Ve estas marcas, las cruces rojas? No sólo ustedes tienen armas nucleares. Si yo quisiera, le doy la orden a la URRSS de activarlas, y no queda una maldita alma capitalista sobre la faz de su país, ¿está claro?... ¿Vamos a hablar por las buenas o por los malas entonces?

Un silencio sepulcral se cernió sobre ellos. El anciano guardó el mapa en su bolsillo delantero. Su anfitrión murmuró, con la voz quebrada por la rabia:

—Nosotros también tenemos esas armas, y puedo asegurarle que ningún cerdo comunista va a venir a amenazarme... ¡Es inaceptable!—dio un golpe sobre la mesa del escritorio.

El señor Ivanov se dirigió hacia la salida, y antes de marcharse, dijo con una risilla sardónica:

—Como será que necesitan de nosotros que hasta su Presidente puede permitir que unos "cerdos" vengan a "ensuciar" su país con el comunismo... tal vez es porque de a poco están decayendo, mi querido Ministro. No quisiera verlo abochornado al saber que su amado capitalismo lo deje en la calle de un día para el otro en la más absoluta miseria...

Borya se fue, cerrando la puerta de un sonoro golpe. El hombre se desplomó sobre la silla. Cuando tenía cinco años, su padre se suicidó frente a él por haber quedado sin empleo luego de la Caída de la Bolsa en Wall Street.

Pero un hombre, más allá de su lesa humanidad, de sus principios y hasta de su moral, perseguirá ciegamente sus ideales políticos, que lo embrutecen hasta el punto de convertirlo en un animal. El problema es que los humanos, al habernos topado una vez con la razón, no podemos fingir no tenerla, y por más que cedamos a nuestros bajos instintos, Dios nos ha dotado de razón, una tan peligrosa que puede pasar de ser una conciencia moral a transformarse en un acto de pura maldad.

El fin justifica los medios... no importa cuántos mueran de hambre y sean pisoteados en el camino.

El Ministro levantó el teléfono de su oficina.

—Llamo desde la Oficina de Relaciones Exteriores. Necesito que investiguen a la familia Ivanov, residente en Kansas. Todos los datos posibles.











Se subió a su bicicleta y saludó a Sasha antes de marcharse, que lo despedía desde la entrada de la mansión. Con esa bata color vino y su cabello rubio desordenado se parecía mucho más a una estrella de la farándula que a un profesor. Jess ocultó el rostro bajo su flequillo al imaginar algo como eso.
El cielo estaba cubierto por pesados nubarrones, y apenas se vislumbraba el sol en el horizonte. No debían ser más de las seis de la mañana. Las persianas de las casas estaban bajas y aún las luces de la entrada continuaban prendidas. Parecía un pueblo fantasma a esas horas.

Jess procuró ir rápido para llegar lo antes posible. Echó un vistazo al apsar por la casa de la costurera... una habitación tenía la ventana abierta de par en par y allí se veía el rostro pequeño de una muchacha, reclinado hacia fuera. Jess detuvo abruptamente la bicicleta.

La dejó a un lado y se acercó de a poco. La joven no cayó en la cuenta de su presencia; estaba hundida en sus pensamientos. Llevaba el cabello corto y desordenado, sus ojos rojos e hinchados, marcando aun más las pecas de su cara. El muchacho soltó un carraspeo desde el otro lado de la entrada. Ella se volteó a verlo, y cuando lo reconoció, lo fulminó con la mirada.

"S-supongo que debí seguir mi camino a casa..."

—Buenos días... ¿T-te encuentras bien?

— ¡Qué diablos te importa!—sus palabras tajaron el aire— ¿Vienes a burlarte de mi?

—No, no es eso.

Se miraron un momento. Jess bajó la cabeza.

—Lamento si te molesté.

Amagó a irse, pero un carraspeo de ella lo detuvo.

—Espera ahí, debo darte algo.

Routh se perdió tras la ventana, y al cabo de un rato salió tomándose del alfeizar. Las faldas de su camisón ondularon en la caída. Se acercó hasta el joven y le pasó un fajo de cartas, secándose las lágrimas del rostro.

—Quiero que se las devuelvas a Alex... tú eres su alumno, ¿verdad?

—Hum... sí.

— ¿Su alumno y nada más?

Los ojos claros de ella se fijaron sobre el chico en gesto desafiante.

—Pues... —Jess contempló el manojo de epístolas que tenía en su poder. Por un momento pensó en regresárselas, pero simplemente su curiosidad pudo más— Sólo soy su alumno.

—Bueno—se acomodó el cabello, comenzando a presumir— Yo no fui solamente su alumna, y esas cartas lo dicen todo.

Jess sintió por un momento el deseo irrefrenable de golpearla al haber dicho algo así, pero... ¡claro que no podía hacer eso! un hombre no debía golpear a una mujer, sin importar lo que hiciera. Además...

"No, no... Sasha me ha dicho que no le envió nada, ¡estas cartas son falsas! Yo creo en él"

—Ve y dáselas, dile que si no regresa por mí va a perderme—antes de irse nuevamente a su cuarto, añadió con la voz quebrada— ¡y esta vez va en serio! Siempre lo he perdonado pero ahora ya no lo haré...

Continuó murmurando muchas cosas más mientras iba hacia su habitación, tomándose las faldas y lloriqueando como una niña, pero Jess no la oía. Se guardó las cartas bajo su campera de corderoy y subió a la bicicleta para ir rumbo a la casa de sus tíos.

Entonces, mientras el viento rozaba su cara, él recordó algo que su madre le dijo cuando era pequeño...

Se corría el rumor en el pueblo de que el hijo de los arredentarios estaba teniendo una aventura con alguien que nadie quería que estuvieran juntos. Jess tan sólo tenía ocho años en ese entonces, y apenas comprendía, pero ahora caía en la cuenta.

El muchacho era homosexual. Su padre lo dejó en la calle de un día para otro. Incluso sus padres lo tildaron de "anormal", "depravado" y muchas cosas más que él a esas edad no podía oír.

Paró en seco en medio de la calle de tierra.

"¿Qué estoy haciendo?"

Sasha podía hablar de amor. Pero eso no quitaba el hecho de que la sociedad seguiría juzgándolos. Si sus padres se enteraban, no iban a aceptarlo. Sus tíos tampoco. Eso arruinaría completamente a su familia. Al trabajo de Sasha... Ellos eran hombres. Eso estaba mal.

"Pero..."

Lo sabía perfectamente. Lo supo desde el primer momento en que lo besó. Y aun así se dejó llevar por las olas abrasadoras que provocaban sus besos, por el sismo imparable que acarreaban sus caricias. Porque, por más que razonara y llegara a la conclusión de que era mejor terminar de una vez con una relación furtiva como la que tenían, Jess no podía evitar, por más que intentara, por más que obligara a su corazón, no podía negar que...

"Estoy enamorado... ¿acaso eso es un pecado?"









Mientras tanto, la elocuente parejita de Bonnie y Clyde...

—Estamos por llegar, puedes salir.

Misha emergió exageradamente de debajo del auto, aspirando todo el aire posible por sus pulmones.

—Deberías comprarte algún perfume, ¡Esa camisa huele horrible!

—Está húmeda y sucia, es normal el mal olor.

—Ah, ah—negó con su cabeza, y alzó un bracito sobre su nariz para que olfateara— Huele.

Lyod amagó a quitarlo de una sacudida, pero su delicado aroma a lirios lo dejó anonadado un momento. Acercó su mano para apreciarlo mejor.

—Hueles como una chica.

— ¿Qué es de machos tener mal olor?

—Sí, y estar bien peludos—rió el moreno, pellizcándole su nariz respingada.

—Oye, Lyod. ¿Vas a explicarme ahora qué rayos es un comunista?

—Soy un par de tipos con ideas locas de derrocar el capitalismo, y por eso están en roce con este país. No me pidas más porque no lo sé. Lee el diario, que sé yo. Sólo sé que si hay algún cerdo por acá, lo echan por donde vino.

—A mi papá no lo echaron.

—No deben saber que es de la izquierda.

— ¿Y si lo echan vuelve a Rusia?—los ojitos chocolatosos de Misha se encendieron.

—Supongo...

Apeó el automóvil frente a un almacén. Era un barrio de mediana clase no muy lejos del campo. Inclusive habían calles de tierra. El pequeño rubio bajó de la Chevy, escudriñando todo con curiosidad.

Desde que llegó de su país natal apenas tuvo oportunidad de conocer Kansas, y esa parte jamás la había podido ver.

—Parece que te hubiera abducido a otro mundo—rió Lyod, revolviéndole los cabellos. Abrió la puertecilla de la entrada— Ven, apresúrate que está muy fresco aquí fuera.

Al notar que el pequeño no lo seguía, amagó a entrarlo de una sacudida, pero entonces notó que sus ojos color chocolate devoraban el cielo con la mirada, totalmente perdido.

—Está amaneciendo.

Las nubes se abrieron en medio del firmamento, surcando una curva para poder contemplar perfectamente el Astro Rey que iba avanzando sobre los techos de las casas y las copas de los árboles. Tenía una lumbra amarillenta apagada, que iba in crescendo lentamente.

—Hace más de ocho años no veía el amanecer—murmuró Lyod.

Misha le dedicó una sonrisa, y por un momento una idea alocada cruzó la cabeza del moreno...

"Su sonrisa parece más brillante que el mismo Sol"

—Eso es porque estás viejo.

—Pues tú estás bajito y yo no digo nada.

—Mmhh... ¡Oye! Ser así me hace ser más bonito—se inclinó sobre el portón de hierro de la casa, haciendo que la remera que traía se deslizara sobre su hombro dejando al descubierto su fino cuello de cisne.

—A mi no me gustan los bajos... ¿cuánto mides? ¿1.40?

— ¡Mido 1.65, fíjate lo que dices! Algunas mujeres incluso son más bajitas que eso... Además, según varias estadísticas, a los hombres les causa ternura que su pareja sea de menor talla.

—Los hombres heterosexuales—se alzó de hombros— No incluye a los bisexuales. ¿Y cómo es eso de "pareja"?

—Bueno, era un decir...—se acomodó el cabello para disimular sus palabras.— ¿No vas a invitarme a pasar?

Hizo un gesto con la mano para que lo siguiera, mientras sacaba un manojo de llaves de sus jeans. Dejó la puerta sobre sus goznes y entró despaciosamente.

—Procura no hacer mucho ruido—susurró por lo bajo.

Como era de esperarse, el atolondrado Misha se tropezó con sus propios pies al pisar la alfombra de la entrada, y cayó de bruces sobre las baldosas del suelo. Lyod lo levantó por el cuello de la remera, como una mamá lobo cargando a su cría.

Sintió las pisadas provenientes del cuarto contiguo, y las luces se prendieron de repente, dejando ver al hombre de 40 años vestido en piyamas a rayas alzando en sus manos una escopeta, con una tiritante mujer de cabello castaño tras él, retorciéndose las manos sobre su camisola blanca.

—Por favor, no era mi intención despertar a nadie...—Misha se cubrió el rostro con las manos— ¡Soy muy joven para morir!

— ¿Hijo?—Karl dejó a un lado el arma y soltó una carcajada— ¡Lyod, lobo solitario! ¿Qué no ves, Mary? Te dije que vendría.

Pero era muy tarde para reparar en algo. Su madre se lanzó al cuello del muchacho, y comenzó a llorar amargamente en su hombro.

—Oh, mamá...

—Oh, vamos, cariño.

Los llantos de la mujer fueron aplacados por los de una vocecita chillona. Ambos padres se voltearon a mirar a la pequeña criatura que se secaba las lágrimas en medio de la sala, sollozando incluso mucho más que la propia Mary. Lyod soltó un bufido.

— ¿Y ahora por qué lloras, niña?

— ¡Voy a llorar... hip... lo que yo... hip... quiera!

— ¿Quién es ella, hijo?

Karl entrecerró los ojos y se acercó, contemplando su cara.

—Oye, tú eres...

Misha se quedó helado un momento. No lo había reconocido hasta etonces, pero ahora veía claramente que ese hombre era el que platicaba normalmente con su hermano Sasha, era...

— ¿Hum? ¿Lyod volvió?

Una vocecita suave vino del otro cuarto. Lyod pasó a su lado como una exhalación para ir tras el dueño de aquella voz, y acomodarle los cabellos negros que le caían sobre la frente. Misha se volteó a verlo...

"Pero... ¡que diablos! ¿Este chico no es alumno de Alex?"

—Claro que sí, ¿a dónde crees que me iría sin ti?

Procuró mantenerse tranquilo ante todo, y se cubrió el rostro con sus mechones de cabello rubio. Se había introducido en una cueva de lobos. Debía buscar la manera de pasar desapercibido.

—Me llamo Misha, no creo conocer a nadie... Lyod tuvo la amabilidad de traerme, pero si soy una molestia...

—Claro que no, no es ningún problema si vienes con nuestro hijo—repuso Karl con amabilidad.— Oye, Lyod, ¿es tu novia?—soltó una carcajada y le codeó las costillas al joven.

—Deberías usar el cabello largo, haría más bonito tu rostro— añadió Mary, tomándose la confianza de acariciarle la barbilla a Misha, esbozando una sonrisa maternal.

—Bueno, la verdad es que...

—Soy un hombre. Si Lyod fuera mi novio no creo que me presentara justamente a sus padres.

La pareja de adultos se quedó altamente sorprendida. Incluso el muchachito castaño se acercó, visiblemente curioso, a pesar de estar cayéndose del sueño. Misha procuró que no llegara a verlo a los ojos.

—Oh, lo siento, es que tienes el cuerpo tan delgado, además tu tono de voz... —Mary soltó una risilla nerviosa— La verdad me sorprendiste.
El pequeño le dirigó a Lyod una mirada apremiante, ya que se había perdido completamente apenas vio al muchacho castaño salir del cuarto. Entendiendo lo que quería transmitirle, soltó un carraspeo.

—Misha, ellos son mis padres, Mary y Karl, y él es mi primo Jess. Papá, ¿podemos hablar en privado?—se dirigió al hombre— Necesito decirte algo.

—Sí, por supuesto.

—Jess, lleva a Misha al cuarto y dale algunas prendas de ropa para que se cambie—le sacudió levemente el hombro a su primo, y pronunció las palabras con suma suavidad— ¿Está bien?

—Hum... sí.

Lyod tomó a su padre del hombro y antes de irse le hizo un gesto a Misha sobre su hombro. Mary los saludó de manera superflua antes de irse a su cuarto. Entonces llegó el momento crucial. Era la primera vez que el pequeño ruso se sentía tan nervioso. Y a su lado, Jess con sus ojos azules lagañosos y... ¿tenía los ojos rojizos o era impresión suya?

—H-hola, ¿Quieres que te de algo más abrigado para ponerte?—se desperezó, estirando los brazos— Si quieres podría hacer té.

—No hace falta, está bien.—Se guardó las manos en los bolsillos, y evitó que mirara su rostro— Voy a esperar aquí a Lyod, puedes volver a dormir.

— ¿Ustedes son amigos?

Los aullidos tristones de un animal los hicieron detenerse en seco a ambos. Misha soltó un grito ahogado, y olvidando completamente el hecho de que estaba en plan de pasar desapercibido, comenzó a chillar.

— ¡Fernando, mi niño!

— ¿Fernando?

Salió corriendo cual saeta hasta la entrada, y alzó a su canino sobre los brazos. Había escapado por la ventana trasera que estaba entreabierta, y rasgaba amargamente con su patita la puerta. Misha le arrulló una canción de cuna al oído como si se tratara de una criatura.

Jess se quedó rígido en su sitio.

— ¿Ese es tu perro?

—Sí, es mi lindo bomboncito, mi rururú—el animal le lamió las mejillas como si entendiera sus palabras melosas.

—Pero... ese perro es de...

Se miraron por un momento. Y entonces Misha cayó en la cuenta de que Jess, indefectiblemente, lo estaba viendo.

—P-pero... ¿Qué...? ¡Señorita Inna!

Se acercó y le cubrió la boca rápidamente.

—Shhh... no seas idiota, niño. Nada de Inna, esa persona no existe ya.

Jess abrió los ojos con alarma. Logró zafarse de sus manos y retrocedió varios pasos, visiblemente horrorizado.

— ¡¿Usted mató a la señorita Inna?!

— ¡Claro que no, mira lo que dices!

—P-pero...

Misha ingresó a la casa y fue hasta el cuarto de donde había salido Jess, con el muchachito yendo tras sus pasos. Perseguido por sus pensamientos paranoicos, miró a ambos lados antes de cerrar la puerta. Fernando se echó a sus pies, lamiéndose las patas.

—Mira, Jess, voy a confesarte algo, pero esto debe ser un secreto, y morir aquí entre nosotros.

—Hum... b-bueno, señorita Inna.

— ¿Cómo que "señorita Inna"...?

Antes de que Jess pudiera reaccionar siquiera, Misha se bajó los pantalones rápidamente, enseñándole su intimidad. El primer impulso del muchacho fue cubrirse los ojos, pero cuando notó que no era justamente las partes íntimas de una chica, se quedó petrificado en su lugar.

— ¿Eso es real?

— ¿Quieres fijarte?—coqueteó Misha, esbozando una sonrisa provocativa.

— ¡N-no!—se ruborizó completamente y cubrió sus ojos con una mano— C-cúbrete eso, ya comprendí.

Misha se alzó los pantalones y dedicó su tiempo nuevamente a acariciar a su fiel mascota.

—Pero, ¿qué hace usted acá?¿S-sasha sabe de esto?

Le llamó la atención que de repente el rostro de Jess se volviera sonrosada y sus manos se movieran nerviosamente al nombrar a su hermano. ¿Alex le había dicho algo? ¿Estarían preocupados?

—Jess, no puedo explicarte todo ahora, pero lo único que voy a pedirte es que bajo ningún concepto le digas a mi familia que estoy aquí. Por favor, promete eso.

Se miraron por un largo momento.

—Es que, vi a Sasha tan preocupado...

—Por favor, juro que luego resolveré esto, pero necesito tiempo. Jess— se puso de pie y tomó sus manos con fuerza— por favor, promete eso.
Se percibía claramente las fuerzas encontradas que se debatían dentro del castaño, pero finalmente debió asentir con la cabeza. Los ojos chocolatosos de Misha estaban tan alicaidos que no pudo negarse. Era un chico, pero seguía manteniendo esa fragilidad femenina, que promovía a acatar cualquier orden que saliera de su boca.

—Una pregunta... M-misha.

El rubio ladeó la cabeza.

—Dime, Jess.

— ¿Tú eres... eres hermafrodita?

Misha puso los ojos en blanco.

Realmente no sabes qué es hermafrodita.











En el aire se percibía una atmósfera a calidez recorfontante. Desde que tenía memoria prefería el cuarto de sus padres por muchos motivos. La cama era mucho más mullida, las paredes amarillentas le daban un tono discreto, el tamaño matrimonial permitía que pudiera estirarse plácidamente... pero en verdad, la adoraba porque allí jamás se sentía solo.

Su madre se sentó sobre la colcha, y su padre aguardó a que hablara, apoyando la mano sobre el aparador del armario.

— ¿Quién es él, Lyod? Tú no traerías a un desconocido a casa sin una buena explicación.

—La verdad es que lo encontré en muy mal estado, ¡ni zapatos tenía!—extendió las manos, dando hincapié a sus palabras— Se quedará por unos días nada más. Yo me ocuparé de pagar sus gastos si hay problema con eso...

—No, claro que no, hijo. Preguntaba porque, ya sabes, no estamos en una buena época para traer desconocidos a casa. Ah, ayer—se dirigió a su esposa— aquí a unas cuadras, casi matan a golpes al carnicero. Sólo por haber dicho que su primo era yugoslavo y que iría a verlo en vacaciones. No estaremos en una guerra real en cuanto a peligro, pero hablar un poco demás puede traer problemas.

—Pero nosotros no tenemos nada que ocultar, cariño. Somos hijos de americanos e ingleses.

—Lo sé, Mary, no es para asustarte. Hay que estar atentos nada más... Y otra cosa antes de que te vayas, muchacho—detuvo con sus palabras a Lyod, que amagaba a irse— Está bien que seas mayor de edad, pero pasar casi dos dias fuera de casa y volver en ese estado es para que al menos des una buena excusa, ¿No crees?

—Hum, es una larga historia—se rascó la nuca.

Su madre se puso de pie y se acercó para olfatear su camisa. Torció la nariz al instante y corrió a traerle una nueva.

—Vamos, ve a darte un baño y cámbiate. Hueles peor que cuando eras un niño y jugabas en el barro.

Le palmeó la espalda y lo scaó a rastras del cuarto para que no continuara ensuciando los pisos. Cuando cerró la puerta, se dirigió a su esposo con el ceño fruncido y su tez crispada por el recelo.

—Mmmh, Karl, no me creo que esa criatura sea un muchacho.

—Sí, la verdad es bastante raro... Ese Whiskas, o algo así...

—Ay, Karl, eso es una marca de comida para gatos—rió su esposa.— Se llama Misha... y hasta el nombre es extraño.

— ¿Para qué mentiría que es un muchacho? ¿es un hermafrodita?

Mary se palmeó la frente y sacudió la cabeza. Le acarició el hombro a su esposo.

—No pienses de más, cariño. Estás confundiendo los términos.

El hombre se rascó la barbilla, mientras su mujer reía y volvía a la cama, acomodándose entre las mantas.

—De algún lado me suena su cara... Misha...

—Ven, acá, cariño—extendió los brazos, llamándolo hacia ella. Karl se acercó y se recostó en su pecho, mientras Mary le acariciaba los cabellos de la frente, algo que podía hacer dormir a su esposo rápidamente—Si para algo sirven los hombres Owen es para ser unos perros mimosos.
El hombre alzó una ceja y le hizo cosquillas en la barriga, como cuando eran adolescentes.

— ¿Cómo que perros, eh?

Mary lo tomó por las mejillas y rozó su nariz con la de él.

—Porque si uno se descuida te pueden morder.












Tomó un manojo de ropas suyas y se las entregó a Misha para que ecidiera cuál ponerse. Estuvo alrededor de media hora desechando la mayoría, tildando a cada una de "pasadas de moda, frívolas o aburridas". Jess estaba demasiado inmerso en sus pensamientos como para prestarle atención. Además de pedir a gritos una cama por las pocas horas de sueño que tenía, esa duda estaba dando vueltas en su pecho, dándole la sensación de que un enorme peso le impedia respirar tranquilamente.

Al poco tiempo apareció Lyod secándose el cabello húmedo y con una toalla sobre el hombro izquierdo.

—Ve a la ducha, Misha, te preparé algunas toallas.

—Oh, pero aún no encontré qué ponerme...

El muchacho tomó al azar un sueter y unos jeans cualquiera, y prácticamente se los lanzó sobre la cabeza.

—Te dije que fueras a ducharte, así que ve.

— ¡Qué poco educado eres!

Pero a pesar de sus rezongos, enfiló hacia la salida.

—Está al final de la sala, el cuarto pequeño de puerta amarilla.

— ¿No te vas a bañar conmigo?—sacudió sus caderas y le coqueteó con sus pestañas.

Lyod puso los ojos en blanco y cerró la puerta de un golpe. Esperaba que su primo comentara algo o siquiera se mostrara sorprendido, pero estaba cabizbajo, hundido en sus pensamientos. Se sentó a su lado y le acarició la espalda, procurando no asustarlo.

— ¿Sucede algo, Jessy?

—Hum... no, estoy bien.

El moreno le pellizcó una mejilla, haciendo que alzara sus ojos azules hasta él. Los tenía vidriosos y empañados.

—A mi no me puedes mentir, te conozco.

—Te dije que estoy bien.

— ¿Entonces por qué tienes esa cara, eh?

Se alzó de hombros y giró la cabeza.

—Debe ser porque es la única que tengo.

Lyod soltó un bufido y obligó a que lo mirara, tomando su barbilla con una mano. No tomó concienca de lo juntos que estaban sus cuerpos, y cuando lo tuvo de frente, casi podía sentir su nariz rozando la suya, y esa respiración tibia que le salía por la boca.

—Mira que eres terco.

—Aléjate.

El muchacho lo apresó entre sus brazos, a pesar de su resistencia.

—Antes me pedías que te abrazara cuando estabas triste.

—Ya no tengo ocho años...

—Para mí sigues siendo ese mismo niño.

Se percató al instante de que los músculos de Jess dejaron de tensionarse, y de a poco le devolvió el gesto, pasándole los brazos alrededor de su espalda. Sus lágrimas eran cálidas y silenciosas.

—L-lyod...

—Shhh... No hace falta que hables—su voz que normalmente era grave e impetuosa, se tornó suave como la seda, y susurraba en su oído— Sólo quédate así... Conmigo.

—P-pero...—ocultó el rostro en el hueco que se formaba entre su cuello y el hombro— Yo... no te quiero lastimar, Lyod.

El moreno soltó una risilla apagada.

— ¿Quién dijo que me estás lastimando?

—E-es que...

—Piensas demasiado para nada. Vamos, duerme. Tienes los ojos muy cansados—le acarició las ojeras pronunciadas que tenía, pero que a pesar de ello su rostro continuaba igual de perfecto para él.

—Lyod... hueles a lirios.

El muchacho murmuró por lo bajo, entre dientes:

—Hmm... Misha.

— ¿Hum?

—Nada, olvídalo—le sonrió. Quitó las ropas que había sobre la cama, para poder recostarlo— Duerme, Jessy.

Se quedó un momento contemplando su rostro sutil, sus pestañas cortas y gruesas, esa nariz fina y corta... no había cambiado en cuanto a su físico de cómo era a los ocho años, pero en su personalidad, era totalmente opuesto al pequeño que lo idolatraba como a un héroe.

¿Acaso él no se enamoró de eso justamente? ¿De esa criatura que se colgaba de sus pantalones y lo miraba con sus ojos empañados de adoración? ¿Por qué seguía aferrándose a él, cuando había perdido completamente ese trato? ¿Eso estaba... lastimándolo?

Tomó unas cuantas mantas. Salió del cuarto y apagó las luces.

"No importa lo que cueste, volverás a quererme como antes"










El agua le caía sobre su cuerpo desnudo. Podía sentir cada gota deslizándose sobre sus poros. Soltó un suspiro y hundió la cabeza bajo la regadera.

"No quiero preocupar a Sasha y Zina. Ellos no se merecen eso. Pero si descubren dónde estoy querrán volver a estar conmigo, y papá no va a permitirlo. Va a llevarme. Va a obligarme a ser lo que él quiere, no lo que yo deseo. Y lo que yo quiero es... es..."

Desde que tenía memoria, siempre acató las órdenes de Borya. Trató de ser el modelo de hijo menor que él quería, que él amaría... Pero apenas llegó ese hombre, supo que eso no bastaba. Su padre nunca se detenia a halagarlo, a decirle siquiera: "lo estás haciendo bien"... en cambio, ese hombre lo acariciaba, lo miraba tiernamente, lo hacía sentirse deseado por alguien.

El hecho es que Misha entendió esas manifestaciones como un cariño casi paternal, pero para ese hombre no era más que para saciar su hambre animal.

"Yo sólo quiero dejar de confundir las cosas"

Varios nudillos golpeando la puerta le provocaron un respingo.

— ¿Ya sales?

Era la voz de Lyod. Cerró el grifo y se cubrió con la toalla desde las axilas hasta por encima de las rodillas, dejando al descubierto sus piernas largas y ligeras. Se sacudió los cabellos con una de sus manos.

—Sí, casi estoy.

Amagó a secarse el cuerpo, pero la puerta se abrió de un tirón. Su primer impulso fue cubrirse tras las cortinas de baño, tiritando como una hoja.

— ¡Podrías haber esperado a que me vistiera, ni siquiera...!

Lo acalló besando sus labios de una sacudida, tomándolo por el cuello. Sus manos eran tan fuertes que le quitaban el aliento. Logró zafarse y reptar hasta el lavamanos, fulminándolo con sus ojos amarronados.

— ¡L-lyod!

—Te dije que no me gusta que seas ruidoso.

Se acercó y lo obligó a acuclillarse frente a él, asiéndolo por los cabellos. Misha, viendo sus intenciones, soltó una especie de gruñido y ladeó la cabeza, cruzándose de brazos.

— ¿Otra vez te haces el vergonzoso?

—No me gusta que me tomen de sorpresa... ¡y ya comienza a molestarme que tomes el papel de activo como si nada!

Lyod soltó una risilla. Hundió sus dedos entre las hebras de su cabello rubio, bajando hasta su oreja izquierda. Lo acarició suavemente hasta notar que se tranquilizaba y pedía más atención, lamiéndole las yemas con su lengua áspera y húmeda.

—Eres fácil de convencer.

—Mmmhh... No te acostumbres—echó un vistazo a la intimidad del moreno, notando que debajo de sus pantalones de algodón tenía el miembro erguido— No voy a hacerlo otra vez.

—Escucha una cosa, mi amigo Misha. Te estoy dejando quedarte en mi casa, es mas, tendré que darte mis mantas y morirme de frio en la noche, asi que tendrás que pagar todas las molestias que me estoy tomando. Así que no te lo estoy pidiendo—ss ojos verdes se encendieron— Hazlo.

El rubio torció la boca.

—Creí que los amigos ayudaban al otro por buena voluntad.

—A ti te gusta, a mi me gusta, ¿para qué vamos a dar vueltas al asunto?

— ¡Porque yo no quiero!

Lyod soltó un bufido y lo puso de pie tomándolo por el codo.

—Eres ruidoso, molesto y encima...

Misha lo tomó por la nuca y lo atrajo hasta su boca. Le pasó la lengua sobre los labios, mientras le acariciaba su pecho desnudo con su otra mano.

— ¿Encima?

El lavamanos chirrió bajo el peso del menudo cuerpo de Misha sobre él. Por una milésima de segundo temió haber sido oído, pero al instante lo olvidó por completo cuando Lyod se inclinó sobre su espalda y comenzó a pasarle le lengua sobre el cuello, hasta aferrarse a él de una mordida.

—Hisss... Nhmmm...—sintió la toalla rozando su piel, hasta dejar descubiertas sus nalgas pálidas y húmedas— Oye, te dije que no...

Lyod le cubrió la boca con una de sus manos. Ni siquiera se tomó la delicadeza de comenzar despacio, lo penetró de una estocada que hizo a Misha doblegarse del dolor. Se aferró con sus uñas a las canillas de metal.

Pudo haber escapado de sus brazos. Pudo zafarse de sus manos y correr. Pero eso era el único contacto físico que podía contraer con alguien. El único calor que sentiría.

"Yo sólo quiero ser amado"










No podía. Simplemente no podía. Eran cerca de las tres de la tarde. Debía ir a la clase de Sasha como de costumbre, pero ese mismo día, su mente era un revoltijo de ideas contradictorias. Llevaba su sueter naranja y había preparado la bicicleta. Pero simplemente no podía volver a verlo a la cara. Cada carta, cada frase que leyó, seguía retumbando en su mente...



Lunes, 27 de octubre, Kansas.

Querida Routh:

Perdona que tardé en responder. No vi la carta bajo la roca. Me alegra saber que estás mejorando en tu narración.

Bien, no soy muy bueno en esto, pero... En cuanto a tu pregunta, voy a responder que no. Por más que las cosas no estén bien, uno debe pensar que todo mejorará. Es algo delicado para decirlo en un papel. Cuando regreses hablaremos.

Alexandr Ivanov.


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Martes, 28 de octubre, Kansas.

Mi pequeña Routh:

El malvado Rey del Castillo Ivanov no deja salir al Príncipe y lo tiene encerrado en el último piso de la Torre, rodeado por cuatro peligrosos cocodrilos.

Así que hoy no podrás venir, Princesa Routh

Me ha causado mucha gracia tu cuento. Serías buena escritora. Me tomé la libertad de satirizarlo.

Oh, vamos, que mi padre no es tan tirano.

Alexandr Ivanov.


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Jueves, 30 de octubre, Kansas.

Mi querida Routh:

No, la verdad es que en mi país nunca se festejó algo como "Halloween" pero me gustaría verte con tu disfraz. ¿De qué será? No me sorprendería que tu abuela te cosiera un vestido de princesa.

Sí, lo sé, eso sonó muy infantil viniendo de un hombre de mi edad. No, no, por más que me digas que aparento menos sigo siendo un viejo.

No tengo muchos recuerdos de cuando era niño. Creo que jugábamos a una especia de sátira a la guerra. Haciamos nuestras propias armas. No me enorgullece decir que inventé mi propio rifle de tiro. Pero cuando uno es niño ve inocencia hasta en esas cosas.

Me preocupa que estés tan depresiva por lo de tus padres. No voy a decirte que exageras, pero de nada sirve hundirse en eso. Tal ve nadie reemplace ese lugar, pero al meos... no lo sé. Hay tantas personas en el mundo. Alguien llegará para cuidarte.

Sólo debes esperar.

Alexandr Ivanov.


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Domingo, 2 de noviembre, Kansas.

Routh:

No quiero que confundas las cosas.


Alexandr Ivanov.


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Lunes, 3 de noviembre, Kansas.

Mi Routh:

Lamento si fue brusco contigo. Gracias por tu regalo. No están bien las cosas por aquí. Mi padre está bastante molesto. Pero eso no importa.

Voy a expresar algo que vengo pensando hace tiempo. Tal vez es una idea alocada, pero...

Sí tienes razón. Dos personas pueden enamorarse sin importar su edad.

No sé cómo puedo decirte que no malinterpretes lo que escribo cuando ni yo comprendo claramente lo que siento.

Lo lamento.

Alexandr.



Hasta ese punto, todas las cartas presentabanla misma caligrafía de Sasha. La conocía muy bien. Además era su forma de escribir. Pero las siguientes, eran distintas. La letra estaba escrita de forma irregular, las "o" eran casi como puntos. Esa no era la caligrafía de Sasha... pero eso no significaba que no pudiera cambiarla adrede.



Martes, 11 de noviembre, Kansas.

Mi amada Routh:

Sé que no puedes volver a verme. El conflicto que se armó entre la familia de Owens y tu abuela lo lamento mucho. Debes comprender que no hablé de lo nuestor por temor. No quiero arruinar tu reputación.

He cambiado la letra para que no me reconozcan. No firmaré las cartas.

¿Cómo estás? No quiero que sufras por mi culpa.


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Sábado, 15 de noviembre, Kansas.

Mi hermosa Routh:

No escribas mi nombre por favor. Sólo dime que me amas. No necesito títulos para saber que soy yo.

Lamento mucho decirte que no podré verte por un largo tiempo. Pero eso no impide que sigas dejando las cartas bajo la roca.

Extraño tanto ver tu cabello rojizo contra el sol, cómo se revuelve con la brisa. Tienes los ojos más dulces, la boca más tierna...

No soporto las ganas de volverte a ver.


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Sábado, 24 de diciembre, Kansas.

Mi dulce Routh:

Lamento la tardanza. ¿No has dejado de creer en mí, verdad? No pude soportar las ganas de comunicarme. Disculpa mi atrevimiento de dejar la carta en tu ventana. Espero que tu abuela no haya sospechado
.
Este mes sin ti ha sido desgarrador. Cuando dejaba la carta, tenía el irrefrenable deseo de entrar, y al menos verte.

Sé que sonará muy mal viniendo de mi parte, pero quisiera besarte.

Ojalá algún día puedas verme. Espero que me aceptes.


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Lunes, 20 de enero, Kansas.

Mi dulce, tierna y hermosa Routh:

Ayer te vi pasar en el peublo. No pude acercarme. Estabas tan especial con tus faldas verdes y esa bufanda blanca. Estaba tu abuela y tu hermanito, ¿algún día andarás sola por ahí? Podría raptarte si te descuidas mucho.

No, no estoy pasando un buen momento. Pero trata de no dejar tantas cartas bajo la roca. Van a descubrirlas sino. Sabes cómo se pondrá mi hermana si las ve.

Espero poder estar lo más pronto cerca de ti. Cuando tengas la edad suficiente, iré a buscarte y te haré solo mia.


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Martes, 8 de febrero, Kansas.

Mi bella Routh:

Cada vez falta menos. Estoy tan nervioso.

Sólo tienes que esperar por mí. Espero que tus palabras no sean falsas y me aceptes. No imaginas cuánto te amo. No desconfies de mí.

Te amo. Tanto que podría explotarme el pecho por sólo ver tu sonrisa.

Espérame.




Miró las cartas una última vez. Otra vez la idea de destruirlas pasó por su mente. Las manos le sudaban y tiritaba sin parar. Estaba consumiéndose de la rabia. No, no eran celos, ni tampoco nervios.

Era rabia. Una tan profunda que a pesar de lo que leyó, si volvía a ver a Routh, no soportaría las ganas de... de gritarle una y otra vez que Sasha era sólo suyo, de abofetearla, de hacerle saber de una vez que estaba interfiriendo dónde no debía.

Pero Jess no era una quinceañera virgen. Debía comportarse como un hombre. Eso debía hacer.

¿Qué haría un hombre? Enfrentar las cosas.

Te amo.

Sasha le dijo eso. Y también se lo dijo a él.

¿Qué valor tenía para Sasha esa palabra si era capaz de decírcelo a dos personas? ¿Qué manera de discriminar entre uno y otro? ¿Cómo se atrevía a susurrarle cosas dulces, de besarlo sin ningún pudor, sabiendo como su corazón se retorcía por él, cómo su pulso se desbocaba...?


Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Se subió a la bicicleta y comenzó a andar con decisión. Las palabras de reproche, sus sentimientos, su dolor, le subía y bajaba por la garganta al punto de asfixiarlo.

" ¿Acaso yo no era especial para ti?"

Al pasar muy cerca de una camioneta, su brazo rozó contra la portezuela. El conductor le espetó algo que Jess no llegó a oír. Movió sus pies con mayor rapidez, mientras el viento frío le dañaba los labios al contacto.

" ¿No era cierto cuando decías que me amabas?"

Viró una esquina, y la rueda se trabó contra una roca. Cayó de bruces sobre el césped escarchado. Las cartas se desparramaron frente a sus ojos.
Ya no podía contenerlo. El llanto salió de su garganta hasta su boca. No podía seguir acallándolo.
— ¡¿Cómo fuiste capaz sabiendo que yo te amaba?!

Notas finales:

Capítulo "Amanece junto a mi" de Miranda
(Como dije, subí un tema sobre Sasha y Jess, y ahora es sobre Misha y Lyod. Seguiré dejando más temas que me inspiraron, sólo para que lean más :3 jejeje)

Cuando te vi comencé a temblar,
no soy muy bueno en disimular,
se me notó que gusté de ti,
eras alguien que se me acercaba,
eras alguien que me conquistaba...

Nueva tentación, para mi hambriento corazón...
No voy a ser tu galán fue la primer cosa que yo pensé,
traté de ser natural y al final yo mismo me traicioné...
Algo se apoderó de mi y te agarré.

Nos escapamos de la mano corriendo,
al fin nos abrazamos por ahí...
Amanece junto a mi.


Tal vez lo que recuerde de ti sea la primera vez que te vi,
inicialmente te lo advertí:
"Tengo a alguien que ocupa un lugar importante, has llegado tarde"
Soy un timador que se disfraza de señor,
piensa mal de mí pero yo lo hago por amor.

Amanece junto a mí.


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