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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Holaaa :D


Al fin puedo actualizar seguido T.T Y ya voy haciendo el 11... que les aviso, en el proximo llegará el al fin el tan esperado lemon entre Jess y... ah ah... Nuzelia sabe de qué hablo (? ya lo esperaba con ansias jajaja XD

Bien, espero que disfruten el cap, y les mando saludos a Adri, Romi, Yaru, Cris, Ener y Cami (si siguen leyendo) y obvio a Nuzelia como siempre que apenas lo subo ya lo lee jeje :3

No hablo más...

~Corre fic...

Capítulo 10


Vagó por las calles, sin rumbo, como un perro callejero. Las horas no tenían tiempo, no podían medirse en una cifra... era la nada, la nada misma, esa que los griegos tildaron de imposible, esa que es inconcebible. La nada misma formaba un hueco en su corazón.

Las ruedas de su bicicleta ya no seguían el trecho recto por las calles; se volvían erráticas, como él mismo. Sin saber cómo, terminó frente a la rivera de una especia de laguna, una que le sonaba familiar pero no recordaba de dónde. El ocaso moría lentamente sobre sus aguas, que se mecían casi de manera nula; pero lo hacían, tan lentas como su respiración.

Se sentó sobre una roca plana. Él no era más que un niño aún, ¿qué podría saber acerca del amor? Eso era algo que deberían discutir los adultos. Sus padres. Personas que vivieron mucho tiempo junto a la otra y sabían por experiencia qué hacía factible la unión cordial entre dos personas. Pero esa unión normalmente se mostraba en la figura de un matrimonio.

Jess no podría casarse nunca con Sasha. Ni invitarlo como su pareja a cenar a su casa en la granja. Eso no tenía futuro. Eso no era más que una ilusión vacía... pero seguía esa presión en su pecho. Ese sentimiento. Esa palabra que no podía explicarse con el matrimonio ni con el tiempo ni con la nada misma: el Amor. Un amor tan fuerte que era capaz de cernirse entre dos personas totalmente diferentes, entre dos polos opuestos.

¿Es que ese amor no tenía más que el futuro de ahogarse en el mar de las ilusiones perdidas?

En sus dieciseis años de vida jamás creyó formularse una pregunta así. Sus únicas preocupaciones era el estado de salud de sus padres, que al día siguiente los corderitos estuvieran tan alegres como siempre, que las recolecciones de fruta no bajaran, que sus hermanos no pasaran frío durante las noches...

Él mismo se sintió simple. Inservible. Preocuparse no ayudaría a sus padres en nada, ¿Que sería de él en un futuro? ¿Un niño que vivía llorando tras los pantalones de un hombre que lo único que hacía era llenarlo de palabras dulces, y luego estrujar su corazón como una pasa? Su padres querían verlo formado en sus estudios. Un hombre en ciernes, una ayuda para ellos, no una carga.

Así, sencillamente, llegó a la conclusión de que estaba perdiendo el tiempo. Sasha no era la respuesta, era la confusión, la pregunta que jamás se respondía.

Se puso de pie y lanzó las cartas hacia la laguna. Vio cómo se hundían lentamente en sus aguas. No le interesaba. No iba a perder el tiempo con eso.

Las lágrimas comenzaron a fluir. Pero no era por Sasha. Era por el hecho de percatarse, de que él no era nada. Y de que si continuaba así, jamás lo sería. La noche comenzaba a acaecer.

Se secó el rostro y volvió a la bicicleta. No iba a regresar a la casa de sus tíos. Primero debía hacer algo más.

Recorrió las calles durante toda la noche. Sus piernas dolían, pero no iba a detenerse. Cuando la mañana llegó, descubrió que en un almacén cercano había salido un anciano a colgar en la entrada un cartel. Se acercó a leerlo:

SE BUSCA JOVEN PARA ATENDER EL LOCAL

Jess soltó un chiflido para llamar la atención del dueño. Este se volteó, con el ceño fruncido.

—Buenos días, señor.

—Hum. Buenos días, muchacho, ¿qué buscabas tan temprano?

—Quería preguntarle sobre ese cartel.

—Oh, sí. ¿Vas a postularte?— lo miró de arriba a abajo— Mmh... Busco a alguien con más edad, hijo.

—Tengo diecisiete—mintió rápidamente; un año más no haría gran diferencia.

—Pues te ves algo bajito.

Inconscientemente, Jess recordó la risa de Sasha, y sintió un arrebato de rabia. Trató de disimularlo sonriendo.

—Tengo esa edad, señor. Soy responsable, y no vivo muy lejos de aquí. Puede tenerme de prueba un tiempo.

El anciano de prominente barriga y una incipiente barba se rascó la cabeza, mirándolo de modo circunspecto.

— ¿De quien eres hijo? Yo suelo conocer a mis vecinos.

—Soy sobrino de Owen, señor.

— ¡Ese perro viejo! Lo hubieras dicho antes, hijo— le palmeó la espalda y le hizo un ademán con la mano para que ingresara a la casa— Ven, mi esposa te dará algo de desayunar, no seas tímido.

La residencia era pequeña, con techos de teja inclinados hacia ambos lados y las paredes revestidas de un empapelado lila. Una gran chimenea se cernía junto a la mesa de ébano y sus sillas de hierro alrededor. Una anciana de espalda encorvada y mejillas regordetas le sonrió al verlo.

—Oh, cariño, me hubieras avisado que Tomy venía a visitarnos.

Su esposo se acercó a tomarla por los codos, pues apenas lograba caminar.

—No es Tomy, es el sobrino de Karl. Tomy vendrá mañana, cariño.

—Lo mismo dijiste ayer, y él...—sacudió sus manos temblorosas y añadió en tono meloso, mirando a Jess —Voy a hacerte una chocolatada, ¿quieres, mi niño? Yo sé que son tus favoritas.

—Hum... g-gracias.

Marchó hacia la cocina, murmurando:

—Sí, son las favoritas de Tomy, sí lo son...

Se quedaron ambos en la soledad de la sala, apenas iluminada por la luz incipiente del sol. El hombre se dirigió al muchacho y trató de forzar una sonrisa.

—Mi esposa sufre el mal de Alzheimer, hijo. A veces confunde las cosas.

—Hum, lo siento mucho.

—No, no te disculpes. Toma asiento —señaló una de las sillas, y Jess se sentó diligentemente— Cuéntame cómo anda Karl por allí. Hace tiempo no viene a verme con Mary.

—Oh, pues están bien.

— ¿Y los niños, eh?

—Sí, sí, ellos también están bien. Hace poco les estuve enseñando a andar en bicicleta y...

Otra vez. Sus ojos negros, su sonrisa. Su figura alta contrastada por el sol esa misma tarde cuando le dio su regalo, no dejaba de atosigar su mente. Bajó la vista hacia sus manos trémulas.

—Me alegro mucho. Una pregunta... ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Jess. Mi nombre es Jess.

—Oh, bueno, Jess, ¿por qué vienes a buscar empleo aquí y no trabajas en el almacén de ellos?

El jovencito se frotó el codo.

—La verdad es que ellos no deberían saber esto. Quieren que me dedique a estudiar y no trabaje.

—Hum... entonces en ese caso...

—Por favor, necesito hacerlo, señor—se inclinó para tomarle una mano con fuerza, y lo miró directamente a los ojos— Si mis tios no me dejan hacerlo jamás podré ayudarlos.

El anciano, tal vez por notar su desesperación o la verdad en sus palabras, asentó con la cabeza.

—Mañana temprano vuelve, a las ocho. Te probaré durante un tiempo a ver cómo te desenvuelves.

Jess sonrió abiertamente.

—Gracias.

Los pasos erráticos de la anciana seoyeron desde la cocina. Dejó la taza de chocolate humeante sobre la mesa, y contempló al niño con los ojos vidriosos mientras se retorcía las manos arrugadas.

Jess, algo vacilante, dio un sorbo a la taza, y le sonrió a la anciana en modo de agradecimiento.

—Cariño, si quieres puedes volver a la cama.

—Oh, al fin que viene Tomy te pones tan terco.

El anciano soltó un suspiro y la tomó de los hombros, acomodándole el chandal de lana que llevaba puesto. Cada movimiento suyo era sumamente suave. Como si ella fuera algo frágil en sus manos.

—Vamos, vuelve a la cama.

—Mmh... Bueno, Tomy, espero verte pronto, ¿sí? —a pesar de dudarlo un momento, Jess terminó asentando con la cabeza— Nos vemos.

Lo saludó con un movimiento de la mano mientras se iba hacia el pasillo. Oyó que su esposo la dejaba en el cuarto y le echaba el pestillo antes de volver a su lado. Se quedó un momento mirándolo.

—Bien... si quieres puedes decirle a Karl que te encontraste conmigo de casualidad y que cuando lo desee puede venir a verme. No te preocupes, no le diré que comenzarás a trabajar aquí.

—Hum. Se lo agradezco mucho— se levantó para estrechar su mano en un saludo— Lamento robarle su tiempo. Mañana volveré.

— ¿Ya te vas?

—Lo siento. Es que...

—No importa, es normal que tengas cosas que hacer— le abrió la puerta de entrada— Espero volver a verte, hijo.

—Sí, hasta luego.

El frío en la mañana era gélido. Sentía que le corroía hasta los huesos. Aun más por el hecho de que salió con un sueter fino y unos jeans rasgados. Faltaba poco para regresar a la casa de sus tíos. Imaginaba su perorata de reproches, pero poco le interesaba en ese momento. Sentía una extraña sensación.

Quería hacer algo por él mismo. Dejar de ser un niño.

El sonido de una sirena detuvo sus pensamientos. Era una patrulla de policia que se detuvo frente a él, cerrándole el paso. Jess se bajó de la bicicleta, algo confundido. Un oficial algo joven para ocupar ese cargo se bajó del auto y se acercó hasta él, con una libreta en su mano.

—Buenos días, niño, ¿podrías responder una preguntas?

—Hum bueno.

—¿Hace cuánto vives aquí?—preguntó, mirándolo con sus ojos filosos.

—Estoy en la casa de mis tios, llegué hace unos meses.

Anotó algo.

— ¿A cuántas cuadras de aquí vives?

—A unas cinco, creo.

— ¿Conoces a una familia que se apellide Ivanov?

Jess permaneció de piedra. Se debatió en su interior, pues algo le decía que no debía responder.. el oficial lo miraba cada vez con mayor agudez.

—No. Nunca los oí nombrar.

— ¿Ah, sí? ¿Cuál es tu nombre?

—Tomy Darren— algo en su intuición le dijo que mintiera.

El hombre consultó una lista que llevaba encima. Observó otra vez a Jess.

— ¿Conoces a algunas de estas personas?

Le mostró el papel, y allí, con una fina caligrafía, citaban los nombres:

• Sabrina Colleman.
• Cindy Owen.
• Sussy Owen.
• Benjamin Owen.
• Laurnt Owen.
• Jess Owen.
• Lyod Owen.
• Karren Von.
• Luois Swift.
• Routh Heglen.
• Charlotte Mercury.
• Lewis Hoffman.
• Mary Hoffman.


Permaneció un momento sin poder asimilar lo que veía. Allí estaba su nombre y el de sus primos. Comenzó a tiritar.

—Estos son los alumnos del sujeto que identificamos como Alexandr Ivanov. Necesitamos dar con ese hombre urgentemente.

— ¿Q-qué sucede con él?

—Está acusado de difamación al sistema implantado, terrorismo abierto y confabulación contra el gobierno de los EEUU... ¿Estás seguro que no lo conoces?

Jess alzó sus ojos azules, ahora empañados por el miedo. Le dio un empujón al oficial, tomó su bicicleta y corrió hacia... hacia la misma nada.

Lo perseguían por detrás. Podías sentir las llantas rozando el pavimento. No podía regresar a la casa de sus tíos. Los desvió tomando otra ruta y se internó en medio de unos árboles, donde ellos difícilmente podrían alcanzarlo. No se detuvo hasta asegurarse de que no podía verlos.

Dejó la bicicleta a un lado y se dejó desfallecer sobre un colchón de hojas que se había formado.

Su corazón no dejaba de latir como loco. Sasha, Sasha, Sasha... No podía dejar de pensarlo. De estar sumamente preocupado por él.

Tenía miedo. ¿Cómo podría acusarlo de algo así?... Mejor dicho, ¿por qué siempre Sasha se veía atado a esa clase de conflictos, y él nunca sabía nada? Él siempre ocultaba todo.

Pero no podía regresar con él, le había dicho terminantemente que no volviera. Y él no iba a desobedecerle.

Cuando regresó a la casa de sus tíos, ya era de noche y nadie estaba persiguiéndolo. No podía verle a la cara a sus tios, no podía enfrentarlos. Así que ingresó a las corridas, y se encerró en el baño. Lyod trató de detenerlo, pero él se le escapó.

No quería ver a nadie si no era Sasha, no quería ser tocado por nadie si no era Sasha.... Y entonces una pregunta se formuló en su mente, una que lo hizo conmenzar a sollozar sin consuelo.

"¿Es cierto que este es un amor que nunca dará sus frutos?"










Tomó el libro entre las manos, y lo lanzó contra la ventana, haciendo que rebotara y cayera estrepitosamente al suelo. Hacía días que no hallaban a Misha. Había dicho las palabras que menos deseaba frente a Jess. Su padre regresó de Washington con las peores noticias...

—Si la situación no mejor, nos deberemos regresar a Rusia.

— ¡No pienso irme a ninguna parte!—exclamó Sasha, dando un golpe contra la mesa.

Borya lo observó con total calma.

—Pues entonces que te encierren en una putrefacta cárcel por terrorismo a ti solo, hijo

Las relaciones con el gobierno de EEUU habían empeorado. Era cuestión de tiempo para que los deportaran. Se acarició las sienes. No, no podía regresar... no podía dejar todo atrás otra vez.

Lo recordó. Sus ojos azules, su sonrisa tan dulce, su piel lechosa, ese cabello que le caía sobre la frente...

No podía creer las palabras que mencionó. Fue culpa de su malhumor, de su desesperación. No quería arruinar lo que tenía con una persona como Jess por algo tan tonto como unas cartas que envió hacía tantos años. Eso lo irritaba. Y descargaba toda su frustración en la persona menos indicada.

Pero debía ser fuerte. Por Zinaida. La pobre estaba tan aterrada con ese asunto que desde el día anterior no salía de su cuarto, y por lo que oía tras la puerta, estaba llorando.

Llamó a todas las familias que tenían sus alumnos y les explicó que ya no porían regresar a su casa. Inventó excusas. No lo hizo por su propia decisión, fue su padre quien lo obligó.

Sobrevivirían un tiempo con las reservas de Borya, y se ocultarían en el sótano de la casa si la policía andaba cerca. Debían tratar en lo posible de fingir que ya se habían marchado a Rusia. Mudaron todas sus cosas al sótano y sólo dejaron algunos pocos objetos en la casa. Las luces estaban siempre apagadas. Despidieron a todo el personal.

Prácticamente era una mansión fantasma. Nunca se oían sonidos. No podían ni siquiera salir al patio. Borya cortó el cable de los teléfonos. Tapeó las ventanas con maderas. Sasha sólo podía leer encendiendo algunas velas.

Lo sabía. Tendría que irse. Pero antes... al menos... al menos quería verlo. Abrazarlo. Besarlo. Decirle que para él era el mundo. El mundo más bello que conoció. Pero, ¿cómo asegurarse de estar siempre juntos, de que nadie los separe? ¿Cómo decir acuciadamente sus sentimientos en palabras, cuando al verlo se quedaba completamente mudo ante su belleza?

Tomó inconscientemente el libro de William Shakespeare, "Romeo y Julieta", y abriéndolo al azar, leyó una de las frases:

"¿Es cierto que este es un amor que nunca dará sus frutos?"











Durante toda la noche y hasta el día siguiente no pudo verse a Jess salir del cuarto. Cuando Lyod se despertó, cerca de las once de la mañana, llamó a la puerta, pero nadie respondió. Recordó entonces que debería darle espacio, dejarlo tranquilo, y se alejó.

Misha estaba jugueteando en la habitación de sus hermanos, y todos le lanzaban unos peluches a ver cuánto soportaba. El pobre niño ya estaba rojo de tantos golpes y de lo mucho que se reía con ellos.

Se tomó del marco de la puerta y soltó un chiflido. Los cinco se inclinaron a verlo. Sussy corrió a tomarse de sus pantalones.

—Ven, hermanito, vamos a jugar.

—No, no, yo vine a buscar a Misha. Se los voy a robar un momento—llamó al jovencito con un movimiento de su dedo, quien giró la cabeza en gesto ofendido.

—Estoy divirtiéndome, Lyod, no fastidies.

—Sí, vete— terció Laurent, sacándole la lengua.

— ¿Ah, sí? ¿Tú me vas a echar, eh?
Se lanzó sobre su hermano menor y comenzó a hacerle cosquilas en la barriga, mientras los demás le lanzaban sus muñecos y algunas almohadas para que lo soltara. El afortunado Laurent se zafó, pero apenas lo hizo Lyod arremetió contra el pobre Misha y comenzó a hacerle cosquillas bajo los brazos y en el torso. Descubrió entonces que era muy sensible en esa zona.

— ¡No, no, basta!...—sus mejillas se tornaban rojizas de lo mucho que se carcajeaba, sumado a las risas de los niños.— ¡Lyood!... ¡Me d-duele la p-panza...!

Trató de alejarlo con su mano, de empujarlo por el rostro, pero Lyod tomó sus dedos y los enlazó con los suyos. Lo puso de pie, mientras le acomodaba el sueter de lana anaranjado que llevaba puesto. Se dirigió a sus hermanos, quienes se quedaron mirando en completo silencio.

— Chicos, vayan a decirle a mamá que prepare brownies.

Los cuatro saltaron de la emoción. Si había algo que Mary nunca podía negarle a su hijo mayor era hacerle sus panquecitos favoritos de chocolate. Y no faltaba el buen agradecimiento de los pequeños, quienes engullían tanto que terminaban descompuestos al poco tiempo.

Misha se volvió hacia el moreno con el ceño fruncido.

— ¿Y ahora qué quieres?

—Necesito otro consejo. Pero no lo hagas tan rebuscado como ayer— lo tomó por el hombro de manera confabuladora, y dijo cerca de su oído— ¿Qué crees que deba decirle a Jess cuando despierte?

El menor puso los ojos en blanco como respuesta.

— No sabes lo que significa "darle espacio a alguien", ¿no es así?

—Pero él parece tan triste. Si lo dejo solo ahora...

—Si lo dejas en paz, le das su espacio— hizo un gesto con la mano para que callara— Entonces él vendrá a buscarte cuando necesite tu cariño.

— ¿Y si no viene a por mí?

Misha soltó una risilla y se alzó de hombros.

—Pues no le interesas.

Lyod lo tomó del codo con cierta brusquedad.

—Necesito un consejo para que me quiera, sea como sea, no para que se aleje, niño tonto...

— ¡Auch! Me lastimas...— se revolvió en su sitio, haciendo un mohín de enfado— Si no te quiere no lo puedes forzar...

—Tú me forzaste a que te trajera, no seas tan hipócrita ¡y haz que me ame!

— ¡No soy un maldito cupido!

—Pues haré que te salgan alas si es necesario...

Misha se detuvo de repente, y sus ojos amarronados se tornaron vidriosos. Unió sus manos frente a su rostro en ademán risueño.

—Oh, eso sonó tan tierno.

Lyod lo sacudió del un golpe.

—Ve y habla con él. No lo sé, dile lo que sea. Trata de entrar en confianza.

— ¿Para qué?

—Quiero saber qué le hizo ese bastardo, ese...

—Ya, ya, comprendí—se deshizo de su mano y fue hacia el umbral— Pero si no quiere decirme nada no lo puedo obligar. Además...— lo miró sobre el hombro, y dijo en tono provocativo— ¿Qué recibo yo a cambio?

El moreno lo acorraló contra el hueco de la puerta, y antes de que pudiera siquiera negarse, le mordió el labio inferior. Se separó con una sonrisa aviesa, mientras Misha seguía con la boca entreabierta y sus ojitos vidriosos por la sorpresa.

—Esa es tu paga.

—Pues eres bastante tacaño—le rodeó el cuello con los brazos, cerrando la puerta con su pie derecho—Quiero un beso de verdad— soltó una risilla burlona— Así no vas a enamorar a nadie.

Le jaló los cabellos de la nuca hacia tras y se inclinó para saborear sus labios con fiereza, de tal forma que apenas lo dejaba respirar. Misha pasó sus manos por la contextura cuadrada de sus hombros anchos, sobre esa piel cálida, tan tibia ante su tacto. Quería tocarlo más, sentir cómo iba subiéndole la temperatura hasta el punto que sus ojos almendrados se volvían dos hendijas esmeraldas, cargadas de excitación.

Pero Lyod se alejó, secándose la boca con su antebrazo.

— ¡Chicos, vengan que ya están los brownies!— la voz de Mary llegó desde la cocina.

—No lo olvides; entra en confianza.

—Y tú dale espacio, cabeza dura—le dio una palmada en la nuca antes de abrir la puerta.

—A ver, Misha, dime una cosa—lo detuvo con sólo el hecho de preguntarle aquello— Si estuvieras indefenso, ¿no precisarías que alguien te ame?

El muchacho se quedó un momento en silencio; luego miró hacia otra parte y murmuró escuetamente, antes de marcharse:

—Si fueras tú yo te aceptaría.











La pequeña se marchó con una sonrisa, mientras sus cabellos rubios danzaban en el aire. Se llevó su canasta de pan y algunas bebidas. Jess soltó un suspiro y anotó la última transacción en la caja registradora. Desde hacía cinco horas que estaba allí, y cuanto más transcurría el tiempo más nervioso estaba de que lo descubrieran.

No lo reprenderían ni nada por el estilo, pero era bochornoso el hecho de que dejara los estudios de una forma tan abrupta. ¿Cómo les diría que no podía regresar a la casa de Sasha? ¿Les contaría que el mismo profesor le había pedido terminantemente que no volviera?

Tragó con fuerza. Sentía un nudo en la garganta.

Ni siquiera él podía asimilar algo así. Sasha era cambiante, como la bruma del mar que arremete contra la orilla. Tal vez... tal vez tarde o temprano regresaría pidiendo disculpas.

Pero, ¿cómo saber que era sincero? ¿Quién era Sasha, ese hombre gentil y sesible que él conoció, o aquel que ocultaba siempre su pasado? Incluso la policía estaba buscándolo.

¿Quién... quién era Emily?

Soltó un bufido de rabia y se quitó el delantal amarillo de una sacudida. Había terminado su horario de prueba. Ya estaba acercándose el anciano barrigón hacia el almacén.

—Oh, me has sorprendido, muchacho. En verdad eres responsable.

—Le dije que podía confiar en mí.

— ¿Quieres volver mañana a esta misma hora?

Jess se observó por un momento sus manos. Recordó a su pobre madre que debía lavar la ropa incluso cuando hacía mucho frio hasta el punto de salirle ampollas, y sintió vergüenza de ver que sus dedos eran sanos comparados con los de ella. Alzó su rostro con ímpetu.

—Sí, lo haré.












Se detuvo frente a la casa. Sí, allí debía ser. La reconoció por el cartel de costura general en la entrada. Palmeó con fuerza, y salió a su encuentro la anciana de crines canosas. La rubia le sonrió con amabilidad.

—Buenos días, señora. ¿Puedo ver a su nieta Routh?

—Oh, sí, pasa...—le abrió el portoncito de entrada para que pudiera ingresar, y gritó hacia dentro— ¡Routh, vino una amiga tuya!

Zinaida se la topó en el umbral. La expresión de la jovencita apenas se inmutó al verla.

— ¿Quién es? No la conozco.

—Quisiera hablar un momento contigo. Soy la hermana de Alex.

Como era de esperarse, la anciana amagó a echarla de su casa, pero la jovencita la detuvo. Hizo pasar a Zina a su cuarto, un recoveco de cuatro paredes diminuto y cubierto de posters de "The Beatles" por doquier.

—Hum. Al menos tienes buen gusto.

— ¿Te gustan? —inquirió con voz neutral

—Sí, ¿a quién no?— se alzó de hombros con una sonrisa, mientras tomaba asiento en el borde de la cama— Oye, Routh, sabes que yo no vine aquí a juzgarte. Vamos a hablar de mujer a mujer.

La menor se quedó de pie, apoyada contra la puerta. Jugueteó con sus cabellos, sin darle real importancia.

—No sé qué quieres hablar.

—Estoy en mi saber que hace cinco años te mandaste cartas con mi hermano, con Sasha. Pero hace poco me enteré, de muy mala forma, que alguien te ha enviado más cartas... y debo decirte que ese alguien no fue Alex— la muchacha le fijó sus ojos con agudeza— Sí, lo que oyes. Esas cartas no eran de mi hermano.

—P-pero… ¡Eso es imposible!—comenzó a alterarse— Él dijo que me amaba y... ¿quién más haría eso?

—No lo sé, Routh. Hay personas que les gusta lastimar a los demás.

— ¡No, no te creo! Tú quieres alejarme de él...

Zinaida se puso de pie y la tomó con firmeza del codo. Sus ojos verdes lastimaban.

—Mi familia y yo estamos pasando un muy mal momento, niñita. No necesito que fastidies. Esa es la verdad: me crees o no, es tu problema. Pero más te vale dejarlo en paz o yo misma me encargaré de que te detengas.

Por un momento vio la desesperación en el rostro de esa jovencita, que a pesar de estar en sus veinte años, reaccionaba como un infante. Reconoció su desasosiego, su total pérdida de la esperanza. Ella lo sabía. Ella lo había sentido. El rechazo. El completo rechazo por parte del ser amado.

La tomó con delicadeza entre sus brazos. Sintió la sorpresa por parte de la muchacha.

—No quiero ser ruda contigo. Aunque en este preciso momento me odies… te comprendo.

Routh en un principio se revolvió en su sitio, tratando de zafarse… pero luego de a poco las lágrimas comenzaron a fluir, y dijo con el tono quebrado:

—L-las últimas cartas las hice… las hice yo.












Subió las ventanillas del Peugeot por el aire gélido que entraba. Iba a una velocidad increíble. No podía detenerse ni un segundo. Se acomodó las gafas negras y procuró que nadie vigilara sus movimientos. Debía ser enteramente discreto.

Bueno, en realidad, ir directamente a la casa de su alumno no era algo discreto. Las búsquedas de Misha no habían flaqueado, pero cuanto más anduvieran por el pueblo mayor era el peligro que corrían.

Vio el almacén a lo lejos. Apeó el coche a una cuadra. Descendió a paso lento, sacando un cigarro y encendiéndolo con un poco de fuego. Dio una pitada. Su estómago era un revoltijo de nervios.

¿Qué haría él cuando lo viera? ¿Lo aceptaría, lo comprendería a pesar de todo? Y él esperaba eso incluso luego de decirle aquellas palabras… Jess debía conocer sus caprichos. Sus celos. Debería haberse dado cuenta en ese tiempo que pasaron juntos que él era un hombre complicado.

Eran cerca de las seis de la tarde. Podría entrar con la excusa de que ya no iba a impartirle clases a Jess, pues no se atrevió a comunicarle eso a los Owen por teléfono. Simplemente no había tenido el valor. O mejor dicho, no sería tan cobarde como para notificarle a Jess algo así por teléfono.

Sí, era una buena excusa. Jess lo vería y le sonreiría. Porque él lo amaba.

Fue con rapidez hasta la entrada y llamó a la puerta. Oyó dentro las risillas de los cuatrillizos. El hogar de Jess era cálido, casi salido de un sueño. Como de costumbre, fue Mary quien atendió, con una sonrisa de bienvenida en su redondeado rostro de mujer.

—Oh, Alex, qué sorpresa. Ven, pasa, justamente estaba haciendo unos brownies.

—Buenos días, Mary. ¿Karl no está?

—Está atendiendo el almacén. Espera que iré a buscarlo, cariño.

Vio por el rabillo del ojo que los niñitos estaban alrededor de la mesa de la cocina, jalándole el suéter anaranjado a… ¿era ese Jess? Intentó inclinarse a asegurar sus dudas, pero fue entonces cuando la puerta del cuarto contiguo se abrió.

Jamás creyó que una persona vestida nada más que con salto de cama azul, unos pantalones de algodón negro y unas alpargatas con orejas de perro podría hacerlo quedar totalmente embelecido. Jess al verlo permaneció tieso en su sitio.

Tenía que hablarle, acercarse. Era el momento.

—Hola…

— ¿Qué hace usted aquí?

Una voz gruesa interrumpió el clímax. Justamente proveniente de la última persona que quería ver. Se dirigió con un gruñido bajo hacia Lyod, que lo miraba con cara de pocos amigos desde el umbral de la cocina.

—Lo que yo venga a hacer no te incumbe en lo absoluto.

— ¿Qué está buscando con Jess? ¿Va a hacerle lo mismo que a la pobre Routh? —Comenzó a alzar la voz, a medida que se acercaba a Sasha en gesto amenazante— No voy a dejar que le pongas ni un dedo encima, maldito bastardo.

Alzó el puño en dirección a su rostro, pero Sasha lo detuvo en el camino y se lo torció tras la espalda. Era más fuerte de lo que Lyod supuso.

—Vine a hablar con Jess, así que deja de meterte en mi camino.

Los pequeños cuatrillizos se inclinaron por el marco de la puerta, y miraban la situación con sus ojos como platos. Mary llegó desde el almacén y soltó un grito al ver que su hijo estaba reducido en el suelo. Karl en un gesto instintivo por proteger a Lyod alejó a Sasha de un empujón.

Y el muchacho de ojos azules, de mirada triste como lágrimas de papel…se quedó quito, sordo y mudo. Sasha lo miró, esperando una reacción, un gesto, un acercamiento. Pero tal como él había hecho antes, ahora Jess pronunció unas palabras… que sólo eran eso, palabras, pero que recién entonces el hombre supo que guardaban un poder excepcional, tanto que estrujaron su corazón como si fuera una pasa de uva:

—Señor Ivanov, no voy a regresar a sus clases. Buscaré otro tutor. No necesita venir más aquí.

— ¿Qué es todo esto? ¿Cómo es eso que abandonarás los estudios?... ¿Qué te sucede, Alexandr? Vienes aquí y atacas a mi familia…

Karl estaba totalmente indignado con Sasha. Era una persona que le guardaba mucho cariño y le sorprendía su actitud; pues si fuera un desconocido, lo habría echado a patadas.

— ¡Ese bastardo está acosando a Jess desde hace tiempo, pero nadie me oye! Míralo, míralo cómo se lo queda viendo, con esa lascivia…

— ¡Hijo, no uses así esa boca!—su madre tuvo que detenerlo para que no se lanzara otra vez sobre el rubio.

Y en efecto, Sasha sólo podía contemplar a Jess, sin caer en la cuenta de lo que había dicho. Se desplomó sobre el suelo de rodillas.

—Jess…

Notó por un momento el dolor en esos ojos azules, pero al instante corrió la vista hacia sus pies.

— ¿A qué vino? No le cae muy bien a Lyod. No debería venir si lo pone nervioso. Esta es la casa de mis tíos.

—E-es que… ya no podré seguir aquí y… y-yo sólo…

Él no lo miraba. No oía nada de lo que le estaba diciendo. Se levantó lentamente del piso y se dirigió hacia la pareja, tratando de no mirar a Lyod.

—Venía a avisarles que Je-… —se detuvo en medio de la frase— que su sobrino no podrá volver a sus clases. La semana siguiente nos volveremos a Rusia.

Hubo un largo silencio en medio de la sala. Fue Mary quien rompió el denso hielo que los cubría.

—Oh, no, Alex, ¿qué sucedió? ¿Por qué así de repente?

Karl se acercó y le palmeó el hombro.

— ¿Hubo problemas con tu padre? Si quieres puedo hablar con él. Hace tiempo que no platico con Borya, pero éramos amigos y…

El profesor esbozó una sonrisa amarga.

—No. Es una decisión mía… Lo siento. Debo volver.

—Oye, Alex— Mary le tomó una mano— Si quieres antes de irte puedes venir a tomar algo. Como los viejos tiempos.

—O simplemente puede irse al diablo— murmuró Lyod por lo bajo.

Antes de que la discusión pudiera subirse de tono, Sasha decidió marcharse. No es que esperara que Jess se lanzara a sus brazos como un cachorro indefenso y lo llenara de calma… bueno, en verdad sí era eso lo que esperaba.

Cruzó el umbral de la entrada, y cuando estaba a punto de pasar el portón, oyó su vocecita desde la espalda.

— ¿Es verdad que te irás?

Se volteó. La luz anaranjada del ocaso le quitaba chispazos fríos a los ojos de Jess. Era la criatura de mayor belleza que podría haber imaginado.

—Me iré. No sé si a Rusia pero a alguna parte tendré que irme. Las cosas no están bien.

El muchacho adelantó un paso y cerró la puerta tras de sí, impidiendo que Lyod interfiriera.

— ¿Por eso me dijiste que no querías volver a verme?

Sasha entonces no pudo resistirlo más. Fue a su lado y le tomó las mejillas entre sus manos. Le temblaban los dedos. Sus dedos largos y fríos.

—No. No… Jess… Lo siento. No quise decir eso, yo…

—Pero lo dijiste.

—Es que… tú me conoces.

El joven se deshizo de su mano.

—No. Creo que no te conozco.

Los ojos negros de Sasha otra vez se ocultaron bajo ese velo de misterio que no permitía penetrar en su alma.

—Ayer la policía me preguntó por ti. No les dije nada. —Añadió con rapidez al ver la preocupación en la tez del hombre— Si yo te inspiro tanto amor supongo que podrías confiar en mí.

—Es que… es una larga historia. —Le restó importancia a su reclamo— ¿Por qué estás tan frio conmigo? Cachorrito…

Jess evadió la boca de Sasha cuando intentó besarlo.

—No voy a besar a un desconocido.

Incluso con esa expresión tan neutral y sus ojos tan fríos, al verlo Sasha no podía evitar desviarse hacia el rojo de sus labios carnosos, a que sus manos desearan tomarlo y acariciar sus cabellos castaños, mientras unía su cuerpo al de él, a su pecho pálido y delgado…

Jess se alejó hasta chocar contra la puerta y alzó una mano, imponiéndole una cierta distancia entre ambos.

—Hum… y luego dices que no me conoces.

—Es lo único que creo conocer de ti—manejó su rubor para que no le jugara una mala pasada— Si era para tenerme en una cama eres capaz de ser sumamente dulce, pero cuando reclamo algo no me oyes, me mientes, me ocultas…

Para aumentar el enfado del castaño, Sasha se alzó de hombros.

—Es más fácil para mí demostrar de esa forma lo que siento. No soy bueno hablando.

—Para convencerme sí supiste hablar.

—Espera… ¿me estás tratando como un casanova? —Soltó una risilla a raíz de los nervios— No pondría en riesgo de esa forma mi trabajo por un niño al que sólo lo tendría en una cama, no soy esa clase de hombre. ¡Vamos, Jess!

Extendió una mano y la hundió en su cabello. Su pequeño amante estaba tenso. Se inclinó sobre él para besarle la frente.

—Aunque tú estés molesto yo te seguiré amando.

—Pues no pierdas el tiempo. Al fin y al cabo vas a irte, y no quieres verme.

—No… parece que eres tú el que no quiere verme.

— ¡Por supuesto que no querría ver a alguien que me trata así!

— ¿Así cómo? —su voz ya tenía esa tonalidad acuciante. Estaba poniéndose de malhumor otra vez.

“Vamos, Sasha, se supone que hay que arreglar las cosas no empeorarlas”

Y entonces, formuló esa pregunta, que hizo derrumbar toda la cordura del hombre, cristalizándola en mil pedazos.

— ¿Quién es Emily?

Sasha le legó una mirada profunda. Estaba agrietada. Antes de irse, murmuró por lo bajo, en un tono cargado de recuerdos:

—Aún hay una semana para que me vaya. Podría cambiar de idea.

Vio su espalda cubierta por esa chaqueta negra perdiéndose bajo el ocaso que moría lentamente. Tuvo el impulso de detenerlo. De dejar atrás sus dudas, su orgullo herido, desmentir todas sus palabras y besarlo como antes, con esa pasión que les carcomía hasta los huesos… pero se quedó allí de pie, en medio de la nada.












Se refregó contra el cuerpo del moreno para distraerlo, y cuando logró que se volteara a fulminarlo con sus ojos verdes, Sussy aprovechó para robarle su panquecito de la mano. Todos desataron en carcajadas.

—Mira que eres fácil de alterar, cariño—le susurró Misha al oído.

Lyod amagó a insultarlo, pero entonces se oyó el sonido de un par de nudillos golpeando la puerta. Vieron la sombra de Mary yendo a atender.

—Oh, Alex, qué sorpresa. Ven, pasa, justamente estaba haciendo unos brownies.

“¿Alex? ¿Cómo que Alex?”

—Buenos días, Mary. ¿Karl no está?

Conocía esa voz nostálgica. Echó un vistazo hacia la entrada. Era él. De eso no había dudas.

“¡Debo huir!”

—Está atendiendo el almacén. Espera que iré a buscarlo, cariño.

Se levantó de un salto y aprovechando que Lyod se dirigía hacia el living, huyó por el jardín. No tenía claro qué hacer. Simplemente se quedó allí, en medio del frio, dando vueltas sin sentido. Su mente estaba en blanco.

Quería acercarse a su hermano. Decirle que estaba bien. Pero eso no mejoraría nada. Y no pensaba regresar junto a su padre por el resto de su vida.

Oyó el grito de Mary y sintió una punzada en el estómago. Se inclinó sobre la puerta de la cocina. Apenas lograba a ver a Sasha tomando a Lyod del codo.

¿Su hermano atacando a alguien de esa manera? Parpadeó varias veces sin dar crédito a lo que veía.

No llegaba a oír sus palabras, pero hubo algo que captó al instante.

“La semana siguiente nos volveremos a Rusia”

Esa frase se repetía en su mente una y otra vez. Iban a irse sin él. ¿Iban a abandonarlo sus hermanos?



Notas finales:

Bien, iré haciendo la historia cada vez más enrededada. Pero tiene un lindo final se los aseguro :) Bah final de la primera parte porque luego falta la segunda que es más triste :´(

Saludos y que tengan un buen fin de semana (en Argentina es sábado por la noche y estoy en casa de mi novio *mi osito*) *u*

Pronto subiré el otro :)


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