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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Hi hi :D

*No me lancen limones, esperen a leer el cap completo y luego me dicen*

Bieen... No estaba tan segura de subir este cap, quería quizás enzarzar algunas cosas que creo yo que podrían faltar, pero decidí finalizarlo así por ahora... Espero no defraudar a nadie jeje Decidí dejarlo así por la emotividad del relato de Tomy TwT

Saludos a todos. Espero que Lyzbeth haya podido leer lo que le faltaba (Romi) y que ya aparezca Adri-Chan TwT que me ha abandonado.

Mi fiel Nuzelia, disfruta tu lemon... mientras dure XD

~Corre fic...

Capítulo 11


Tres días. Exactamente tres días pasó Jess alejado de él. Sin saber si seguía respirando, cómo se encontraba anímicamente, si aún continuaba leyendo a altas horas de la noche, si seguía teniendo ese mal hábito de fumar. Lo podia imaginar tomado del marco de la puerta, con su mirada oscura perdida en la nada, sus dedos alrededor de un cigarro que fumaba lentamente, y ese cabello rubio le acariciaba al son de la brisa el nacimiento de su cuello bajo aquella camisa a rayas…

El sonido de la puerta cerrándose lo hizo regresar a la realidad. Era Misha. Tomó asiento a su lado y le palmeó el hombro.

— ¿Te encuentras bien, Jess?

—Hum…s-sí, supongo—respondió escuetamente. Fijó sus ojos sobre los del muchacho— ¿Por qué no vuelves con tu familia?

El rubio viró la mirada hacia sus manos, que se retorcían sobre sus jeans nerviosamente.

—Oíste a Sasha. Se irán sin mí.

—Sasha es un idiota—fue evidente la sorpresa en la cara de Misha al oír algo así—dijo eso para ponerme en un aprieto a mí. Conozco muy poco a Sasha, lo que piensa no es lo mismo a lo que dice… Pero es un hecho que él no se irá a ninguna parte sin ti y Zinaida.

Misha soltó una risilla baja, y observó al castaño con recelo.

— ¿Noto cierto resentimiento hacia mi hermano?... Porque por lo que dijiste parece que lo conocieras muy bien.

—No, no es eso. Es que…—se rascó la nuca—Creo que estoy confundiendo las cosas. Voy detrás de él cuando no hago más que confundirme. Además, no es por ofender a tu hermano, pero incluso Lyod dice que no es bueno estar cerca de él… y al fin y al cabo es mi primo, sólo quiere cuidarme.

“Cuidarte y hacerte muchas otras cosas” pensó Misha, alzando una ceja, reacción que hizo ruborizar a Jess.

—Sé que es impetuoso a veces, pero Lyod…

—Es un chico muy cálido, sí—terminó su frase mientras se levantaba de la cama— Pero, Jess… ¿qué hay entre tú y Sasha? Porque no veo a mi hermano saliendo con… pues, alguien como tú—torció el gesto— Es más, creí que era heterosexual.

—B-bueno, es que…—miró hacia la ventana. Los rayos de la luna se estaban colando por la superficie de los vidrios— Es complicado.

Misha también dirigió su vista hacia allí. A lo lejos, el cuerpo celeste permanecía inmóvil, inalterable, casi custodiando la armonía de la noche…

—Alex sufrió mucho. No quiero que nadie lo vuelva a lastimar. Si no vas a confiar en él—fijó sus orbes chocolatosas en Jess con agudeza— pues no lo busques.

No era una amenaza, pero podía sentirse el tono insinuante con que lo dijo el pequeño ruso.

— ¿Quién lo lastimó? ¿Por qué? ¿Por qué él no me dice nada?... — su voz fue convirtiéndose en un hilillo.

—Eso es algo que Sasha debería decirte.

—Pues no podrá hacerlo si se aleja de mí.

—Jess— se quedaron uno frente al otro por un momento— Si dudas tanto tal vez él no sea lo que estás buscando.

Amagó a irse, pero antes de hacerlo, se dio la vuelta, poniendo las manos a cada lado de sus caderas en un mohín.

— ¿Podría saberse qué diablos haces entonces en las noches que no me dejas dormir aquí contigo? Creí que te escapabas para ver a mi hermano.

Jess se ruborizó y soltó una risilla nerviosa.

—N-nada… es que me gusta la privacidad y pues…—rendido ante la mirada aguda del menor, soltó un suspiro—Bueno, te lo diré. Estoy trabajando en un almacén a medio tiempo para ayudar en algo a mis tíos… pero no quiero que lo sepan porque van a molestarse si saben que dejé de estudiar.

—Oh, pero si me dejas yo no diré nada—se acercó hasta él y le ronroneó en el oído— Puedo darte calor en la cama.

El castaño lo alejó instintivamente.

— ¡M-misha!

—No te alteres, era broma, tontito… ¡Es que dormir en el sofá es muy incómodo!

—Si quieres te dejo pasar a quedarte… p-pero a ti nada más.

—¿No se supone que este es el cuarto de Lyod?

Notó claramente la mueca de culpa que se cristalizó en el rostro de Jess.

—Sí, lo sé. Pero si él se entera que estoy trabajando, no sé cómo reaccionará.

“Estos dos sí que no tienen plática para nada entre ellos”

—Tú mismo dijiste que Lyod quiere protegerte. Si eso te hace bien él va a apoyarte. Para eso es tu primo…

“Y el tipo que me tiene harto con sus romanticismos por ti”

Jess se revolvió en su sitio, vacilante.

—Sí, es verdad. Lyod siempre fue muy bueno y gentil. Él me cuida como a un hermano… Soy muy ingrato con él.

Levantó sus ojos azules, empañados por los recuerdos.

—Debería disculparme con él.

Se dirigió hacia el living. Misha no lo detuvo. Lyod estaría feliz de ver un gesto así de parte de la persona que amaba. Eso lo pondría alegre. Pero, por un momento, se puso a reflexionar…

“¿Está bien dejar a esos dos tan juntos?”












Sentía un nudo en la garganta que le subía y bajaba. Desde que ese bastardo había pisado su casa por última Jess sólo estaba más distante y ensimismado, casi no salía del cuarto, y ni siquiera dejaba que Misha compartiera la habitación con él.

Pero recordaba los consejos de su pequeño amigo: debía darle su espacio para reflexionar. Jess desde pequeño fue inseguro. Incluso cuando iban a comprarle su ropa escolar se mostraba confuso, y jamás se decidía por nada. Él estaba siempre a su lado, cuidando que fuera más sensato y pudiera deliberar por sí solo. Si alguien veía esa debilidad en él y se aprovechaba… mataría a ese bastardo.

Apretó el puño inconscientemente, sin notar que cierta personita se estaba acercando. Cuando vio a Jess a su lado soltó una risilla y abrió los brazos en forma de bienvenida.

—Hola, Jessy, ¿cómo estás?

—Hum… bien.

Se sentó a su lado. Podía notar su nerviosismo, su inseguridad. Con cautela, Lyod le pasó el brazo sobre los hombros y le pellizcó una mejilla.

— ¿Qué pasa con esa carita que tienes?

—Emmh… Lyod—alzó sus ojos azules— ¿Quieres dormir en el cuarto conmigo?

Sintió cómo le subía el calor a la cabeza. Inconscientemente miró hacia la habitación, de donde salía Misha y le hizo un gesto levantando el pulgar.

—Es decir… como antes, yo me hago la cucheta debajo y… ¿así, verdad?

—Sí, sí, eso—respondió Jess, con el ceño fruncido— ¿Pensaste que me refería a otra cosa?

— ¡No, no! —soltó una risilla nerviosa. —Es que me alegró esa noticia y me embobé. Disculpa.

—Dejaré que Misha duerma en la cama conmigo, porque estaba quejándose del frio que siente en las noches.

“¿Va a aceptar un desconocido en su cama y a mí no?”

—Ah, Misha—gruñó por lo bajo, justo en el momento que el rubio iba hacia la cocina a reunirse con sus hermanitos.

—Lyod, ¿tú desde cuándo conoces a Misha?

—Es una larga historia… digamos que lo encontré vagando por ahí y mi calidad de ser humano no lo podía dejar solo.

—Eres gentil.

Por un momento, el moreno creyó que había sido parte de un sueño lo que estaba oyendo.

“Jess… ¡Jess me dijo que soy gentil, como antes, que me adoraba! Tranquilo, no lo arruines… ¡Voy a sonreírle, eso le va a infundir confianza en mí!”

Esbozó una sonrisa boba y amagó a decir algo, pero Jess ya estaba yendo hacia la entrada. No notó que su padre estaba haciendo vanos esfuerzos por entrar, y traía entre manos una sorpresa que lo dejó boquiabierto.

—Ven, Lyod, ayúdame a llevarlo al cuarto.

Era una litera, la misma que tenía en su cuarto cuando era pequeño. Es más, recordó que la habían comprado justamente para cuando Jess se quedaba a dormir durante las épocas de vacaciones en su casa.

Le traía tantos recuerdos…

—Tómala por las patas, vamos a entrarla. Abre la puerta, Jessy.

Con un chirrido, se desplomó en el suelo.











Leyó una vez más la carta. No podía creer lo que decía. Se sentía asustada y a la vez profundamente feliz. No esperaba ese gesto por parte de Zara. Sí, tal vez era sólo por Alexandr, pero ver que se preocupaba tanto le encogía el corazón.


Martes, 14 de marzo, Moscú, Rusia.

Estimada Zinaida:

Me he enterado que tú y tu familia están pasando una situación horrorosa. He hablado con tu madre y acordamos en ir a buscaros lo más urgente posible. Hablaremos con las autoridades de su país, no desesperes. Dile a tu familia que no nos tardaremos.

Me enteré por parte de mi tío, el señor Bubbier, que está tramando algo para ayudar a Borya. No estoy segura por eso no puedo hablar de más acerca de eso.

Conozco tu sensibilidad y sé que debes estar muy mal. Por favor, aguanta, mi querida Zina. Con cariño,


Zara Bubbier.




Las cosas iban de mal en peor. En más de una ocasión tuvieron que ocultarse bajo unos costales de lana porque varios oficiales entraron a revisar por completo la mansión. Gracias a Dios, no descubrieron que en la cocina había unas tablas sueltas, que al sacarlas dejaba a la vista la entrada al sótano.

Misha no aparecía, y los días se acortaban. Su padre estaba preparando el vuelo para Rusia de manera urgente.

“Oh, Dios, si tú existes por favor tráenos una salvación”











Se despertó en medio de la madrugada, alterado sin razón aparente. Un sudor frío le caía por la frente hasta derramarse sobre su pecho desnudo. Abrió los ojos de a poco, y vio con sorpresa que entre sus piernas, bajo las mantas, había un bulto que se movía. Se habría aterrorizado a no ser porque sentía el tacto húmedo de una lengua áspera recorriendo su miembro.

“Este niño no se cansa de fastidiar”

—Misha— procuró no alzar la voz. En la cama contigua, Jess estaba durmiendo profundamente— Hey, ya para…

Una descarga de placer llegó hasta sus entrañas cuando le mordió despacio la punta de su glande. No pudo contener un gemido bajo. Casi con paranoia miró hacia la cama de su primo. Para su alivio continuaba dormido.

—No te pedí que hicieras eso, sal ya.

Metió la mano bajo las mantas. Lo jaló por los cabellos hacia arriba, y cuando vio su pequeño rostro cargado de lascivia, debió girar la vista para que la temperatura no comenzara a subirle.

El pequeño se fue refregando contra su pecho desnudo, hasta alcanzar su boca. Le mordió el labio inferior.

—Vamos, Lyod—susurró provocativamente a su oído—Imagina que soy él.

Quería alejarlo. No podía pedirle algo así. Pero su cuerpo se sentía tan caliente con cada caricia suya. Se acomodó sobre su miembro erguido y comenzó a moverse despacio, de una manera casi tortuosa. Lyod no podía dejar de mirar hacia la cama de Jess… en un principio era por su temor a que despertara, pero ahora no podía evitar pensar que la manera en la que se remera dejaba al descubierta la mitad de su hombro desnudo, mostrando aquel cuello tan tentador, era una llamada a despertar por completo su éxtasis.

—Ah… Jess…

La entrada de Misha estaba presionándolo tanto al punto de que su miembro parecía estallar. El calor le subía hasta la cabeza y luego bajaba hasta su entrepierna como una vertiginosa montaña rusa.

No lo soportaba. Quería tenerlo. Quería hacerlo suyo.

Alejó al rubio de un empujón, haciendo que se envolviera con las sábanas y cayera al suelo. Pero poco le importó oír sus regaños. No podía soportarlo. Lo estaba tentando de una manera casi pecaminosa.

Se quitó el cinturón de sus jeans y anudó las manos del pequeño mientras aprovechaba que estaba inconsciente. Apenas se removió cuando lo anudó al extremo de la cama. Procuró quitarle muy despacio sus pantalones de algodón. Incluso entre la penumbra podía notar lo blanca que era la piel de Jess. Tenía las caderas estrechas, y su miembro estaba semierguido por la fricción.

A ese punto el castaño comenzó a revolverse en su sitio. Sin darle tiempo a gritar cuando despertara, rasgó un pedazo de la tela de las mantas y lo amordazó. Con este contacto tan brusco Jess se despertó de repente, y al verlo su rostro se contrajo por la confusión y el miedo.
No quería lastimarlo, pero tenía su cuerpo servido de una manera tan tentadora…

—Shhh… Shhh… Tranquilo, Jessy—se pegó a su cuello, y le pasó la lengua hasta llegar a su clavícula— Voy a ser suave primero.

—Nhhm… Nhhm…

Su piel sabía tan dulce como lo imaginaba. No iba a controlarse. Quería morderlo. Hacer que gritara.

Le hincó los dientes sobre su carne desnuda, y cuando el cuerpo de Jess se contrajo de dolor sintió un placer casi sádico recorriéndole la espina. Se bajó el cierre. Su miembro le dolía ya de tan duro que estaba. Le bajó la ropa interior a Jess mientras jugaba a lamer sus pezones. Tenía el rostro completamente ruborizado, y ya casi no ponía resistencia a su tacto.

Ver su cuerpo desnudo era algo que jamás creyó que lograría. Era… hermoso. Apenas llevaba la remera sobre los hombros, dejando al descubierto esos sonrosados pezones. Desde lo suave de su piel hasta lo rojizo de sus labios lo embelesaban. Sus ojos no se cansaban de mirarlo. Y su intimidad quería hacer más que sólo mirar.

Alzó una de esas piernas delgadas sobre su hombro, y preparó su entrada con un dedo. Era húmedo y reaccionó rápidamente. Se amoldaba tan bien…

—Ah… Jess…

Un gemido bajo se escapó de entre sus labios. El calor le estaba subiendo hasta la cabeza. Se prendió de una mordida brutal a su cuello, y sin detenerse en reparos lo penetró de una estocada. Jess soltó un grito que fue aplacado por la mordaza.

Era tan caliente su interior. Sentía que era de la medida perfecta para él. Se ajustaba fácilmente, y en cada roce la punta de su glande lo lubricaba para poder penetrarlo mejor. Las mejillas del joven estaban encendidas.

—Jess…—se refregó contra su oreja como una fiera en celo— Quiero venirme dentro de ti.

El muchacho negó con la cabeza, y trató de retorcerse. Lyod lo tomó por ambas piernas y comenzó a moverse más rápido, haciendo que su nuca rebotase contra la pared. Estaba llegando a su límite, la extensión de su miembro estaba a punto de estallarle…

*****************************

La alarma a su lado sonó con un pitido, haciendo que se le partiera la cabeza del dolor. Abrió los ojos de a poco. Jess dormía plácidamente en la cama inferior y podía verse a Misha despatarrado en la cama superior.

Se incorporó de un salto.

"¡¿Fue un maldito sueño?!"

Su primo comenzó a revolverse y apagó el pitido rápidamente. Se sentó sobre la colcha, refregándose uno de sus ojos con la palma de la mano. Al percatarse de que Lyod había despertado también, le sonrió.

—Hum... Buenos días. Disculpa si te despertó la alarma.

—Oh, no te preocupes. Pero, ¿por qué te despiertas tan temprano? Creí que ya no irías más a las clases de... ese tipo.

Para su sorpresa, Jess se acercó para arrodillarse frente a él. Desde esa posición podía notar cómo brillaban sus ojos redondos ante la luz del sol matutino.

—Lyod, ¿serías capaz de guardar un secreto por mí?

El moreno, anteponiéndose a sus palabras, torció el gesto.

"¡Lo sabía! Tiene que ver con ese bastardo. Seguramente le llenó la cabeza de mentiras y quiere alejar a Jess de mí... ¡pero no va a lograr nada de eso! ¡Qué bastardo...!"

—No le digas nada a tus padres, pero... estoy trabajando en un almacén aquí cerca. No quiero que lo sepan porque no me gustaría preocuparlos.

—Emmhh... ¿Qué?

Se lamentó de ver esa expresión acuciada en el rostro del menor. El tacto de esa mano sobre la suya era tan cálido. Le presionó los dedos con fuerza.

—Por favor. Es para poder ayudarlos en algo, a ellos y a mis padres...

Él era así. Vivía preocupándose por el resto. Era capaz de anteponer su felicidad por ello. Jess... era una buena persona. No era dulce, no era tierno, no era ese perrito faldero que idolatraba a su amo y movía el rabo... y quien lo viera así estaría muy equivocado. Jess lo hacía porque así lo movía su moral.

En cambio, a Lyod nunca le interesó más que llevárselo consigo, alejarlo. Dejó a sus padres en medio del capricho adolescente que lo encegueció al haber sido rechazado. Si alguien le atraía, no dudaba ni una milésima de segundo en acostarse con esa persona. Lo que fuera con tal de alimentar sus propias bestias.

Le acarició la nuca para calmar los nervios de su primo.

—No, no diré nada. Puedes confiar en mí.

Entonces... esa criatura le sonrió. ¿Cómo podría lastimar a un ser así? ¿Acaso no deseaba protegerlo ante todo, incluso de sí mismo?

—Lyod... en verdad eres cálido—murmuró— Gracias.

—Oh... No esa nada—se rascó la nuca— ¿A qué hora regresas?

—Cerca de las dos de la tarde.

—Hum... Deberé buscar una buena excusa para disimular ante ellos.

—Yo estos días dejé un manojo de ropas bajo la manta por si abrían la puerta. Si cierras la puerta y dices que estoy durmiendo supongo que no sospecharán.

—Pero, en algún momento te buscarán otro tutor, Jess. No van a dejarte sin estudiar.

—Sí, pero hasta entonces tal vez pueda convencerlos...

Se puso de pie y comenzó a tomar algunas prendas: sus jeans, una camiseta y su campera de corderoy.

—Jess.

El muchacho volvió su mirada hacia él.

—Sólo... cuídate.

Su pequeña carita asentó con una sonrisa. No necesitaba más que eso para sentirse conforme.










El matrimonio Bonnet era muy gentil con Jess. Apenas lo veía llegar, el anciano soltaba una carcajada y lo recibía con una palmada en la espalda. No hacían falta las chocolatadas de su esposa, que cada mañana antes de que comenzara su labor le acercaba una taza humeante.

Esa mañana, el señor Bonnet se notaba preocupado.

—Hum, Jess. ¿Viniste sin problemas hasta aquí?

—Sí, ¿por qué?

—Anda dando vueltas la policía, y no sé claramente con qué intenciones. No es que desconfie de nuestras fuerzas armadas, pero parecee que se entrama algo importante...

El muchacho disimuló ocultando su rostro tras la taza. Recordó lo que le sucedió hace unos dias camino a la casa de sus tíos, y un estremecimiento le recorrió la espalda.

—No asustes así al pobre Tomy, cariño.

—Sólo lo estoy previniendo, amor. Pero ven, duerme un poco más.

Se llevó a la mujer hasta el cuarto y le echó el pestillo, como de costumbre. Al poco tiempo se oían los ronquidos de la anciana, y entre ellos se miraban soltando una risilla.

—Linda tiene el sueño pesado.

—¿Hace cuánto están casados, señor Bonnet?— a Jess le gustaba preguntarle esas cosas a los ancianos, porque cuando recordaban siempre se les escapaba una sonrisa.

—A tu edad me casé con ella. Linda estaba embarazada, la situación con su familia era cada vez peor y pues... quise salvarla de todo eso. Ella... bueno, era abusada por su padrastro—recorrió con la yema de su dedo la superficie de su taza de café— Me la traje desde Gales hasta aquí, conseguí trabajar en una fábrica, y criamos al bebé. Era la cosita más dulce que podrías haber visto... Mira, tengo algunas fotos.

Se levantó de un salto y revolvió entre los estantes de la biblioteca, hasta llegar a un álbum de fotografías. Se lo tendió a Jess. Estaba cubierto por una cuerina fina y citaba en el lomo escrito en letras doradas: "Hogar, dulce hogar".

Habían pocas foografías en blanco y negro. Estaban ajadas por el paso del tiempo. En las primeras, podían verse a una jovencita de cabello corto hasta los hombros, de un color claro, tal vez rubio, por lo que se denotaba en el blanco de la impresión, y a su lado un muchacho alto y delgado, que llevaba sobre la cabeza una boina.

Estaban frente a la entrada de una casa cubierta por una enredadera de flores, luego pesacaban a la orilla de un río y la muchacha se reía al ver que el hombre se mojaba las puntas de su pantalón. Más adelante, entre ambos había un bebé, un pequeño rechoncho de mejillas regordetas y ojos brillantes, que incluso se notaban en aquella impresión muerta.

El pequeño crecía, y en cada fotograma parecía arte de magia ver cómo de un momento a otro su rostro se alargaba, su cabello se volvía más oscuro, e incluso el tono de su piel cambiaba; pero aquel brillo de sus ojos continuaban con el mismo candor.

— ¿Su hijo dónde vive ahora, señor? ¿Tiene ñietos?

Los ojos del anciano se ensombrecieron. Jess se culpó a sí mismo por haber formulado esa pregunta. Sin hablar, le enseño la última fotografía del álbum. Estaban ambos, el señor y la señora Bonnet, abrazados y sonriendo a la cámara. Ella le tomaba la mano a su hijo, y él le pasaba la mano sobre el hombro. Y el muchacho, con una sonrisa que incluso a través de un papel ajado parecía fluir en ese mismo cuarto, tomaba entre sus manos con orgullo una insignia militar. Llevaba el cabello muy corto y vestía el típico traje militar de la época de los años 40.

—Tomy fue a la guerra cuando tenía dieciséis años. Fue elegido oficial por lo responsable que era—el orgullo de un padre nunca podría haber sido más visible que en el rostro arrugado de ese anciano— Era un buen muchacho...

Cerró el álbum de una sacudida, y volvió a guardarlo.

—Murió a los dieciocho años. Se le reventó una bomba cuando intentaba salvar a un pelotón.

—Hum... lo siento.

—No, descuida, Jess. No tienes la culpa de nada. Tú no mataste a mi hijo—se alzó de hombros, con la mirada perdida— Tienes suerte de haber nacido en una época más tranquila, sin tener la necesidad de infiltrarte en ese mundo... Las armas son poderosas. Nos dan seguridad. Pero también le pueden quitar la vida a un chico de dieciocho años que ni siquiera tuvo la oportunidad de ver a sus padres envejecer.

Jess se levantó de la mesa y amagó a comenzar su labor en el almacén. Entonces, oyó tras su espalda, que el hombre murmuraba:

—Tal vez Linda te confunda con Tomy porque también te brillan los ojos de esa forma... llenos de vida.










Tomó con fuerza el libro entre sus manos. No era más que eso: un libro. Pero por cada conenido que conllevaba, por cada frase, por cada reclamo que en él se leían, esos oficiales que ahora desvalijaban por completo lo que en un momento fue su casa, serían capaz de apresarlo si descubrían que lo tenía en su poder. Y no era más que eso: un libro.

Un despojo de pintura seca se desprendió el techo y cayó sobre su hombro. Se lo quitó de una sacudida. Ahora estaban revisando la cocina. Los cajones se desplomaban con fuerza contra las maderas del suelo.

Zinaida se acuclilló en una esquina y comenzó a orar. Ella, que era atea desde los doce años. Se acercó para acariciarle el cabello. Estaba tiritando.

No podía permitir que su hermana continuara viviendo esa situación. Observó a su padre; estaba sentado sobre su silla reclinable revestida en gamuza, con la tez inmutable. A él nada le afectaba. El mundo se caía sobre sus hombros, pero jamás demostraría ni un ápice de arrepentimiento acerca de sus actos, ni trataría de enmendarlos.

¿Qué haría entonces? ¿Huir como siempre? ¿Escapar como hizo cuando Emily lo rechazó? ¿Compadecerse de sí mismo porque sus padres estaban más al tanto del estado contable de la familia que de su estao anímico? ¿Volver a caer en la depresión que tuvo a los veinte años, cuando vio cómo morían de hambre los niños en la calle, con sus manos ampolladas del frío?

Los sonidos cesaron de repente. Las pisaas se extinguieron. Era señal de que se habian marchado.

Entonces, apareció esa voz. Venía desde el parque e ingresaba por la puerta trasera, tenía ese acento ruso lánguido, algo parecido al francés. Zinaida se levantó de un salto. Sasha alzó la vista hacia el techo.

—Dios mio, ¿qué es este desastre?

— ¡Mamá!

La muchacha se lanzó como una fiera a tirar de la boya para que bajara el tapial. Del otro lado, la anciana soltó un grito ahogado, que se convirtió en un regaño al ver a la rubia emergendio de allí con el cabello despinado y su ropa cubierta de polvo. A pesar de sus negaciones, Zinaida se lanzó a su cuello y ocultó el rostor en su hombro.

—Mamá... Mamá...

— ¡Zina, por amor de Dios, mi tapado de piel!

Con un chirrido, Sasha se colgó de la cuerda y subió. Saludó a su madre con un beso en la mejilla, y se apoyó contra la mesada, viendo cómo una jovencita en el marco de la puerta se retorcía las manos sin cesar.

—H-hola...

Zinaida se volteó apenas oyó esa vocecita estridente. No corrió a abrazarla. Tampoco gritó su nombre. Simplemente se acercó despacio, con una media sonrisa, y tomó su mano.

—Viniste...

—Claro que sí. Te lo prometí—le tocó el rostro— Oh, Zina, estás helada. Voy a darte algunos de mis abrigos.

Se inclinó un poco para ver a través de la rubia, y echó un vistazo hacia Sasha. Este continuaba inmutable. Zara miró hacia otra parte, disimulando su descepción, y guió a Zinaida hacia fuera.

—Ven, en el auto traje una muda de ropa.

La anciana se acomodó su fino tapado gris, seguramente fruto de algunos cuantos hurones desventurados.

—Hijo, tratar así a tu futura esposa no es bien visto.

—Qué alegría oír tus reclamos, madre. Pero creo que tienes mucho que hablar con Borya... —esbozó una media sonrisa y señaló hacia el sótano— Mucha suerte.

Amagó a marcharse hacia la sala, mientras encendía un cigarro. Entonces oyó su voz desde la espalda:

—Aprovecha a empacar tus cosas, Alex. Nos volvemos a Rusia.

El hombre se volteó. Dio una pitada, exhalando una gran bocanada de humo en el aire.

—Pues les deseo buen viaje.












Por naturaleza, los seres humanos somos egoístas. Perseguimos nuestros propios fines y si nos fijamos en el otro es para sacar algún provecho. No hay ningún humano sobre la faz de la Tierra que ayude a su prójimo por el hecho de tener un buen corazón.

Sí, él era egoísta dejando solos a sus padres, arrebatándoles a su hermano mayor a los cuatrillizos, queriendo atar a él a Jess como si de una piedra preciosa se tratara, y de gozar del cuerpo de cuanto hombre o mujer se le pasara por el camino...

Pero, ¿acaso los seres humanos no poseen esa facultad para despertar de ese egocentrismo, y mirar hacia el otro? ¿No es eso lo que realmente nos hace humanos en sí?

Incluso de alguien como Jess, que nunca albergaría pensamientos impuros hacia nadie, él imaginó algo como... hacerle aquello. Aunque fuera sólo un sueño se sentía sumamente culpable.

¿Acaso él mismo no aseguraba que al tener ese momento sabria si realmente lo amaba, o si era sólo deseo, atracción física? Sí, lo deseaba. Quería su cuerpo. Su rostro. Sus manos. Su todo. Pero no si eso lo lastimaba.

Esa era la respuesta: amaba a Jess. Pero lo amaba tanto que sería capaz de renunciar a él con tal de hacerlo feliz.

Se recostó en el asiento de su Chevy, cerrando los ojos. Sentía que el corazón se le oprimía en un puño.

— ¿Qué haces aquí solo?

Misha abrió la puerta de copiloto y se sentó a su lado.

—Nada. Vine a pensar un rato.

—Pues hace frío para que estés aquí.

Sintió sobre su pecho una oleada de calor. Abrió uno de sus ojos. El pequeño rubio le había traído una manta. Se cubrió la espalda con ella y le esbozó una sonrisa.

— ¿Hace cuánto sabes que estoy aqui, eh?

—Desde que tu mamá hizo brownies y no llegaste corriendo a la cocina.

Lyod soltó una risilla y le pellizcó la respingada nariz.

—Mira que me conoces, niño gato.

— ¡Auch!... Oye, Lyod. Tienes la cara rara—posó el reverso de la mano sobre su frente— Mmh... no tienes fiebre.

Tomó sus dedos y le besó las yemas con sumo cuidado.

—Hierba mala nunca muere, princesa.

— ¡No digas eso, tonto!—se dio la vuelta, simulando estar ofendido— ¡Princesa tus polainas!

El moreno comenzó a descostillarse de risa, lo que no le causó mucha gracia a su copiloto.

— ¡Deja de reir como idiota!

—Hey, hey... No seas tan arisco—tironeó de su suéter para atraerlo a su lado, y lo apresó entre sus brazos— Cuando te enfadas eres adorable.
Misha se revolvió en su sitio, pero no hizo amago de alejarse.

—Mentiroso— murmuró por lo bajo.

Los sonidos de la tarde eran los más calmos del día en esa zona. Apenas se oía pasar una camioneta, o las risillas de los niños jugueteando en las calles. Parecía que el pueblo entero dormitaba en los brazos de la luna.

— ¿Desde pequeño vives aquí?

—Nací aquí, en realidad. Literalmente. Mi mamá no llegó al hospital, y me dio a luz en el cuarto de baño.

—Oh... Debe ser hermoso haber crecido en el mismo sitio, y crecer el resto de tu vida allí.

—La verdad es que... a los dieciocho me fui. Hace poco regresé, y no sé hasta cuándo estaré en Kansas.

Misha se volteó a verlo. Sus ojos amarronados tenían ese brillo parduzco de curiosidad.

— ¿Por qué? No te llevas mal con tus padres, y tus hermanitos te adoran.

Lyod esquivó su mirada.

—Supongo que fue un capricho... No soy bueno estando siempre en un mismo sitio. Me gusta vagar.

— ¿A qué lugares has ido?

—Estuve un tiempo en Seattle, pero cuando se me acabó el dinero tuve que dar una vuelta por Nueva Jersey. Pero más que nada he estado en Florida. Me es más fácil conseguir empleo, y me hice varios amigos.

— ¿Volverás a Florida entonces?

Su pregunta era... ¿algo melancólica?

—Tal vez.

—Hum...

Permanecieron en silencio un momento.

—En fin... ¿Tú dónde irás, Misha?

—No lo sé—comenzó a juguetear con un hilo suelto del suéter.

— ¿No te convendría volver con tu familia? Eres muy pequeño para andar solo—le acarició los cabellos de la nuca.

—Supongo que ellos están bien sin mí.

—Terco.

Misha lo miró de reojo con cara de pocos amigos.

—Idiota.

—Oye, no hay por qué ser tan rudo. A ver... creo que era por aquí—metió una de sus manos bajo la ropa del pequeño, y comenzó a hacerle cosquillas a la altura de la cintura— Sí, aquí tienes tu punto débil.

Misha intentó resistirse, pero a los pocos segundos se doblegaba de tanto reírse, con sus mejillas rojizas y sus ojos entrecerrados en dos líneas que goteaban lágrimas.

— ¡L-lyod... Para ya! ¡N-no es gracioso!

Sus carcajadas fueron muriendo de a poco.

—Oye, ¿qué sucedió finalmente con Jess?

—Nada. ¿Por qué debería suceder algo?

—Lo vi algo triste ayer, y como luego platico contigo pues supuse que... finalmente atacaste.

—Hablas como si se tratara de una presa—el mayor alzó una ceja en gesto divertido.

—Bueno, tratándose de un lobo feroz como tú...—se acercó hasta su cuello y trató de besarlo, pero Lyod lo alejó suavemente— ¿Pasa algo?

—No estoy de humor hoy, Misha. Digamos que... tuve un mal sueño.

—Oh, te comprendo. Yo una vez soñé que los alienígenas invadían la Tierra y por un mes no quise dormir solo...

—No, no es esa clase de pesadilla. Es la clase de sueño que te hace recapacitar—esbozó una media sonrisa.

Misha frunció el ceño, no muy convencido de sus palabras.

— ¿Qué fue exactamente lo que soñaste?

—Nada.

Acercó su rostro al del moreno, entrecerrando los ojos con recelo.

— ¿Yo aparecí?

—Claro. Por eso fue una pesadilla.

— ¡Tonto!

—Tú preguntaste...—detuvo la mano de Misha, quien la alzaba para golpearlo. Se recostó sobre su hombro y soltó un suspiro— ¿Sabes, Misha? Creo que llegué a una conclusión.

— ¿Hum?—ladeó su cabeza con curiosidad.

—Voy a renunciar a Jess.

No supe explicarse la cusa, pero Misha siento un nudo en su estómago. Uno que iba aflojandose lentamente.

— ¿Por qué cambiaste así de idea?... ¿Era sólo un capricho?

—No. En verdad lo amo.

—Oh...

—Pero justamente por eso no quiero lastimarlo. No quiero hacer nada que corrompa a Jess en ningún sentido.

—¿Incluso a costa de tu propia felicidad?

Lyod soltó un soplido, haciendo que uno de los cabellos de Misha revolotearan frente a su nariz.

—Si él es feliz, yo también... Y lo único que hice hasta ahora es ponerlo nervioso. Voy a alejarme un poco. Tal vez regrese a Florida luego del cumpleaños de mi padre.

— ¿Cuándo es?

—Creo que mañana... mi madre anduvo haciendo compras.

—Oh... te irás pronto.

—Oye...—alzó la barbilla del rubio con sus dedos— si quieres puedo llevarte a Florida durante un tiempo. Podrías conseguir un empleo y quedarte en mi apartamento... hasta que pienses a dónde ir.

El brillo en sus ojos no pudo disimularlo. En verdad era gratificante ver esa expresión en su delicado rostro.

— ¡Wohao! ¿En serio? ¡Me encantaría!

—Pero antes de ir debes hacer algo.

— ¿Qué? ¡Haré lo que sea!

El mayor volvió su tono serio.

—Debes decirme por qué huyes así de tu familia.

Misha bajó la cabeza. De repente toda su algarabía se esfumó.

—No... no sé si pueda hacer eso.

—No importa lo que sea voy a apoyarte.

—Lo siento...—abrió la portezuela del auto— No puedo.

Bajó de la Chevy. Lyod oyó sus pasos perdiéndose en el garage. No fue tras él. Podía comprender sus razones para mantenerse callado.

Al fin y al cabo, a él también le propiciaba huir cuando las cosas se salían de control en su vida.












Las paredes estaban cubiertas de moho. El suelo tenía una capa de polvo que al pisar se desintegraba en varias miríadas. Ese hombre que no conocía la miseria, que comía los más exquisitos platos, que estaba acostumbrado a regodearse de riquezas, estaba sentado en medio de aquel despojo, con la mirada fija y los brazos cruzados.

Su esposa se acercó hasta pararse frente a él.

—Borya. Vamos a Rusia.

El hombre soltó una risilla amarga.

—No voy a dejar que me maten como a un perro, Lera.

— ¿No has acordado con el Consulado?

—Ni siquiera atienden mis llamados. Está muy claro que estoy solo en esto.

Un silencio sepulcral los rodeó.

—Bueno, conseguiremos otro lugar donde ir. He hablado con el taxista y hay hoteles baratos en Los Ángeles… Algún motel donde alojarnos hasta que se calmen las cosas. Quizás el señor Bubbier pueda ayudarnos luego.

—Nos están siguiendo el rastro. Me siento como una rata acorralada contra un hueco...

—Saldremos lo más pronto posible. Si se nos presenta alguna patrulla los sobornamos: uno solo aceptará. Puedes ir preparando tus cosas, Boris —se peinó sus cabellos rizados hacia tras—Estoy pagándole al taxi por hora de espera y no creo que desees perder más dinero justo ahora.

Lo observó por un momento, y en una milésima de segundo creyó ver a ese jovencito risueño de veinte años, que soñaba con bajarle la luna del cielo, pero que se perdió en medio de la burocracia de sus ambiciones.

Le apretó con fuerza el hombro. Él alzó sus ojos oscuros.

—Por una vez en tu vida, Borya, hazle caso a una mujer.

Notas finales:

Bien, ya he subido antes temas de canciones que me inspiraron a la hora de relatar tal suceso en la historia, así que ahora les pregunto a los autores: ¿qué tema es ese que los inspira a escribir, uno o varios, los más especiales?

Y a los lectores: ¿qué temas son los que más les gustan por varios motivos, uno que sea especial porque lleva una carga emotiva?

Quería preguntarles, porque yo subí y no les pregunte XD Sería bueno que respondan y conocernos más :3

Saluditos :D

PD: La UNICA forma de que Jess esté con Lyod es... ¡¡En sus más pervertidos sueños!! Jajaja Yo cumplí con el trato, les di lemon XD


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