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Amor Yaoi
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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Holaaa :D

AVISO IMPORTANTE: escribí un Prólogo para la historia. Si quieren leerlo comprueben que está al inicio de todo. Es corto pero da indicios de algo que pasará más adelante.


Bien, vengo a dejarles la continuación. Espero que lo disfruten como yo disfruté al narrarlo. Bien, sigo esperando los saludos de Adri-chan -3- que no aparece! jaja No me rompas más el corazón

Nuzelia, no desesperes, lo que prometo lo cumplo. Habrá LEMON REAL entre Jess y Lyod... pero no ahora! Déjame complicar las cosas y entonces surgirá :3 jajaja


Empoleón, ¡volviste! Ya te extrañaba :3 No te preocupes, a mi tambien me trollea a veces >.< Este Amor Yaoi que no nos deja disfrutar de un buen fic jajaja Si las cosas arden... Pufff... Se van a complicar peor jaja Y estuve pensando en cómo decirles a Misha y Lyod... "Miod" o tal vez "Lysha" jajajaj No, no queda... "Saess" o sino "Jessha" jajaja (estoy combinando los nombres de las parejas, no estoy loca, Empoleon, ¡No critiques mi aroma febril! :3 jajaja)

No hablo más, la historia es toda suya...

~Corre fic...

Capítulo 12


No lograba conciliar el sueño. Daba interminables vueltas sobre la cama, sin encontrar la posición. La voz del señor Bonnet seguía resonando en su cabeza, y se entremezclaba con la de sus padres, la de sus tíos… y la de Sasha.

¿Cómo podía juzgar así a un hombre, sin ni siquiera detenerse a escucharlo, a comprenderlo?

Sasha callaba muchas cosas, pero las que decía eran honestas. Jamás le mintió. Se estaba dejando llevar por sus celos, por su arrebato de poseerlo, y no se detenía a oír sus razones.

La vida es pasajera. Incluso un muchacho de dieciocho años puede perecer de un segundo a otro, ¿por qué viviría dudando, envolviéndose en sus propias vacilaciones, si podía ser feliz con la única convicción de que era amado?

Porque Sasha, a pesar de sus arrebatos tan infantiles, a pesar de su malhumor, de sus palabras hirientes cuando se sentía acorralado… no dejaba de repetirle lo importante que era para él.

¿Por qué recordar lo malo, aquello que uno dice en un momento de cólera, y echar a perder todas las buenas cosas que el otro hizo por uno mismo?

Sasha lo llevó a la granja de los Darren para hacerlo feliz. Cada vez que él huía de la casa de sus tíos se hacía cargo y hablaba con ellos. Incluso en sus arrebatos siempre fue cuidadoso con él, como si se tratara de lo más preciado.

Sintió un nudo en el pecho que estaba asfixiándolo. Quería ver sus ojos. Quería pedirle perdón una y otra vez si era necesario.

¿Y si él… ya se había ido? ¿Si sucedía como la anterior vez, y le decía nuevamente que ya no quería verlo?

Jess sacudió la cabeza, espantando a sus propios demonios. Se levantó de un salto de la cama, se puso una chaqueta que encontró cerca, y se dispuso a salir del cuarto en silencio. Cuando estaba por abrir la puerta, sintió el tirón de sus pantalones. Lyod lo miraba con seriedad desde su cama.

— ¿A dónde vas a esta hora?

Jess tragó con fuerza.

—A tomar un poco de aire.

—No me mientas—su tono no era cortante, sino algo herido— ¿Vas a verlo a él?

—Y-yo…—soltó un suspiro— Lo siento mucho, Lyod.

El muchacho lo soltó, pero continuó fijando en él esos ojos verduzcos.

—Promete que volverás.

Su primo esbozó una sonrisa de agradecimiento.

—Claro que sí.













Sacudió la botella de aerosol, y con un chiflido llamó a los otros jóvenes. Se acercaron hasta él y de un golpe derrumbaron los tablones de las ventanas. Entraron de un salto. Dentro reinaba la absoluta oscuridad.

El más alto abrió la tapa de su encendedor, iluminando momentáneamente el living. Los sillones estaban vueltos sobre sí, las cortinas descolgadas a un lado, los cuadros se hallaban repartidos por doquier, varios de ellos desgarrados.

Revisaron a grandes vistazos lo que fuera útil, y uno de los muchachos, el de cabello claro, levantó entre sus manos un trofeo dorado, que por la figurilla de que presentaba parecía que era de Patinaje.

— ¡Deja esa mierda, ya se llevaron todo! Vamos arriba, quizás encontramos dinero en los cajones.

—O una caja fuerte—rió el otro, comenzando a escribir varios grafitis en las paredes. —Aquí no debe haber nada.

Los otros dos subieron por las escaleras y el resto se quedó abajo, confiscando la cocina y riendo a carcajadas. El de mayor estatura le hizo un gesto al otro, y entraron en el cuarto más próximo. La cama estaba deshecha y los cajones revueltos. Había varios vestidos rotos. Debería haber sido el cuarto de una chica.

Buscaron por entre los restos pero no encontraron más que un collar de perlas, que al menos parecían genuinas. Se lo guardó su acompañante en el bolsillo. Continuaron por el siguiente, y allí no había nada más que una peluca y un brassier tirados en el suelo. El mayor soltó una risilla nerviosa.

—Eran gente rara, eh.

—Oye… ¿crees que el lugar esté embrujado?

—No digas boberías, si…

De su espalda, les llegó un sonido. Era una especia de tosido. Ambos se miraron: si de algo estaban seguros, era de que provenía de un hombre. Cuando se percataron de ello, notaron que en la alcoba paralela la puerta estaba cerrada y por debajo podía notarse una luz fluctuante.

Se acercaron con cautela y trataron de abrirla, pero no cedía bajo sus goznes. El más alto le dio una patada, pero tampoco logró su cometido.

— ¿Hay alguien ahí dentro? —al no oír más que otro tosido, ahora algo débil, alzó la voz— Estamos armados, viejo, más te vale que no te pases de listo.

No les llegó ninguna respuesta del otro lado. Pero la algarabía que hacían ahora sus acompañantes de abajo les llamó la atención. Se inclinaron por los peldaños, viendo que entre el grupo de jóvenes había alguien pequeño, de baja estatura y complexión menuda.

—Ven, acá, princesa… No te vamos a lastimar.

— ¡Esta casa es de alguien más, no tienen derecho a estar aquí! —a pesar de estar tiritando y fallarle la voz, sus ojos azules flameaban de ira.

El de cabellos claros lo tomó con total deliberación del codo, a pesar de la resistencia del chico, y se acercó para morderle una oreja. Su acompañante le dio un golpe en el morro.

— ¿Qué haces? ¡Déjalo, ya se pegó un buen susto!

—Oh, pero si a él le gusta.

Desde el descanso de las escaleras, el mayor le gritó:

—Deja de ser tan marica y suelta al chico.

Pero el rubio no se iba a dar por vencido. Alzó al niño entre sus brazos, cubriéndole la boca para que dejara de chillar, y amagó a subirlo.

—No, no hagas tus cochinadas frente a nosotros.

—Pues lárguense si no quieren.

Lo arrastró por las escaleras. Su víctima se revolvía mucho, y debió jalarlo de los cabellos para poderlo subir. Cuando llegó a la cima, le lanzó contra las losas del suelo, justo en medio del corredor. Desde allí lo fulminó con esos ojos azules fríos como dos trozos de hielo.

—Creo que es un hueso duro de roer—comentó el más alto.

El rubio se tronó los dedos.

—Conmigo no.

Al ver que se desabrochaba el cinturón, los otros dos se dispusieron a irse, haciéndole un gesto al resto que estaba en el piso inferior… pero entonces, los tres granujas se quedaron helados en su sitio.














Primero, sintió una profunda tristeza. Dejó la bicicleta a un lado. Se habían ido. La mansión Ivanov estaba deshecha por completo. Pero luego… Una rabia le carcomió desde la garganta hasta el estómago. Su casa, el lugar donde lo veía siempre al llegar, desde donde él bajaba los peldaños para darle la bienvenida, estaba destrozada. Y encima de ello, varios granujas se habían infiltrado a desbaratar las pocas cosas que quedaban allí.

En un arrebato de furia, entró dando un portazo, y enfrentó de lleno al primero de ellos que vio, un tipo de cabello rubio teñido y varias cortaduras en el rostro.

— ¡Malditos desvergonzados! ¿Cómo se atreven a entrar en una casa que no es suya? ¿Cómo es que pueden…?

Sin ni siquiera responderle, el tipo lo alzó por la pechera de su chaqueta y acercó tanto su rostro hacia Jess que pudo sentir esa respiración irritante sobre su piel. Trató de alejarlo con un empujón, pero antes de que lograra hacerlo este lo lanzó al medio del living, mirándolo desde arriba con esos ojos cargados de lujuria.

Sintió una punzada en el estómago. Varios más aparecieron. Incluso el que estaba haciendo grafitis se detuvo a verlo.

Apenas oía lo que hablaban. Estaba preso de una furia ciega. Cuando el rubio lo tomó por la fuerza, un rechazo inminente le recorrió todo el cuerpo. Le causaba asco su tacto, sus ojos que lo devoraban de esa forma lasciva.

Cuando lo lanzó sobre las losas del suelo, a pesar de la furia que lo embargaba, se sintió completamente indefenso. Ese tipo era mucho más grande y morrudo que él. Iba a reducirlo sin problema.

Tragó con fuerza. Sabía que no podía luchar contra eso, pero… por un segundo…

Los tres se quedaron inmóviles en su sitio, mirando hacia el corredor en penumbras. Jess sintió un estremecimiento recorriéndole la espina dorsal ¿Qué veían que les hacía sentir tanto pavor como para quedar petrificados?

— Yesli vy kogda-nibud' prikosnut'sya k nemu, ya ub'yu tebya.

El chillido que pegaron los jóvenes pudo oírse retumbar en toda la mansión. Salieron despedidos hacia la entrada, empujando al resto que se gritaban acuciados por huir.

Jess se volteó lentamente, tiritando de pies a cabeza. Un figura alta, vestida por un manto negro que cubría por completo su rostro y apenas se vislumbraban sus ojos negros, estaba de pie en medio del corredor. Si no fuera porque el niño reconoció esos zapatos marrones típicamente suyos, realmente hubiera huido como el resto, tiritando de pavor. Se levantó de un salto y con timidez preguntó:

— ¿S-sasha?

Se descubrió el rostro. Su sonrisa brillaba como un faro en medio de la oscuridad.

—Viniste…













Estaba sentada frente a la concurrencia, con la mirada baja, con la tez seria. No podía hablar. No podía opinar. El hombre en el altar le hizo un ademán con la mano para que se acercara. Ella fue, solícita a su pedido.

—Inna Ivanova, ¿aceptas por esposo a este hombre, para amarlo y cuidarlo, en la salud y en la enfermedad?

Observó a su prometido. No podía ver con detalle su rostro, pero era mayor, lo sabía por su postura. A lo lejos, su padre estaba custodiando que no escapara. Se dirigió al cura que perpetuaba la ceremonia, y trató de gritar una y otra vez: “¡No, no quiero esto, no!” pero nada salía de su boca.

—Ya que ambos aceptan, entonces los declaro, marido y mujer… Puede besar a la novia, señor Bubbier.

Entonces lo reconoció. Era él. Era el hombre que había jugado por completo con sus sentimientos, que a su tierna edad de ocho años lo despojó de su virginidad. No podía moverse siquiera. Estaba aterrado. Sentía incluso el peso de la peluca sobre su cabeza. El hombre lo tomó por el cuello y acercó la boca a su oído.

— ¿Vamos un rato a tu cuarto mientras Boris no está, mi lindo Misha? Prometo darte dulces.

Quería gritar, pero nada salía de su boca… de nuevo. Siempre era igual: callaba, se quedaba sumiso. Como si fuera su mujer.

**********************************************************************

Un par de manos fuertes que lo tomaban por los hombros le hizo dar un respingo. Dos orbes verdes, que se mostraban preocupadas por él, se mecían frente a su rostro, susurrando:

—Misha… Misha, estoy aquí…

Se despertó de repente. Soltó un grito inconscientemente al notar que Lyod estaba sobre él, jalándolo por los hombros.

— ¿Qué sucede? Estabas llamándome y…

Los ojitos chocolatosos del joven comenzaron a empañarse por las lágrimas. Se abrazó a su pecho y ocultó la cara en su hombro.

—Misha…—le acarició los cabellos con cuidado.

—Él… O-otra vez lo hizo, otra vez… ¡N-no se cansa de lastimarme!...

Fue calmándose de a poco. Lyod le limpió las lágrimas con el reverso de su mano y le acomodó un mechón de cabellos tras la oreja.

—Sólo fue un sueño, gatito.

El pequeño se aferró a esa mano fuerte y cálida, y entrecerró los ojos mientras la acariciaba contra su rostro.

—Lyod.

— ¿Qué sucede, Misha? —su voz era grave, pero suave como la seda.

Las cortinas de la ventana estaban entreabiertas, y por allí ingresaba un gran haz de luz. Platinados rayos iban filtrándose hasta descansar sobre ellos. Los cabellos negros de Lyod parecían sacar chispas azabaches bajo su lumbre. El pequeño se quedó contemplando esa escena totalmente embelesado. El rostro de Lyod esa noche parecía… no sólo atractivo, sino que incluso era dueño de una belleza mucho mayor, una que le hacía sentir mariposas revolviéndose en su estómago.

— ¿H-harías algo por mí? S-sólo esta noche.

—Estás tartamudeando y aún tiemblas, ¿estás bien?

Le tocó la frente para ver si tenía alta la temperatura corporal, pero descubrió que Misha incluso estaba frío, pero sus mejillas tenían un rubor que tornaba su pequeño rostro demasiado agradable a la vista. Se quedó un momento mudo al pensar que bajo la luz de la luna, Misha era realmente dueño de una belleza sutil.

—Por favor… haz algo por mí, Lyod.

—Lo que fuera con tal de verte feliz.

El menor se llevó sus delicadas manos a la cara para cubrirse la boca mientras hablaba. Estaba abochornado en verdad. Misha, justamente él, estaba avergonzado por lo que iba a pedirle.

—D-dime que me amas… ¡No es necesario que sea verdad, sólo dilo!

Cerró los ojos con fuerza y ocultó el rostro bajo la almohada. Podía notar que estaba completamente rojo hasta el cuello. No pudo evitar soltar una risilla por verlo en esa situación frente a él.

— ¡No te rías! —Su voz ahogada bajo la almohada era incluso más chistosa— ¡Lyod, eres un tonto! ¡Mejor no digas nada!

Sintió su respiración cálida sobre la oreja. Tenía una voz profunda que le ponía los pelos de punta. Entonces le susurró muy por lo bajo, sólo para que ellos dos lo oyeran en todo el mundo:

—Te amo, mi niño gato.


Ese nudo en su interior, que estiraba y se fruncía, se convirtió en una profunda sensación de calma, de sosiego.











Apenas lograba vislumbrar a través de la llama vacilante de la vela la sonrisa amarga que se formaba en el rostro de Sasha. Se comenzaba a oír las gotitas de lluvia piqueteando sobre la ventana de la habitación. Los dos en medio del más inconcebible silencio, se miraron por un largo momento.

Sentía que el corazón le latía como loco. Era un cobarde por no haber ido tras él, por esperarlo sentado, en medio de sus ruinas, a que él llegara. Pero Jess vino a su encuentro, ¿eso significaba que lo amaba?

Se acercó a su lado y se sentó sobre la cama. Los confines de su cuarto estaban atestados de libros, que había traído desde la biblioteca, y algunas camisas revueltas por el lugar. Sobre la puerta dejó apoyado el mueble de ébano y varias sillas superpuestas.

—Nunca creí ver tu cuarto tan abandonado—musitó Jess, tratando de romper la densa capa de hielo que los cubría.

—Es tu culpa por dejarme solo—apoyó la cabeza sobre su hombro, jugueteando con un mechón castaño de su cabello— Necesito que me cuiden.

—Ya eres un adulto, no digas esas cosas—refunfuñó por lo bajo, pero aun así se ruborizó de sentir tan cerca la respiración de Sasha, pegada a su oído.

Contempló su rostro de perfil. Era delicado, con la barbilla redondeada y sus mejillas imberbes. Tenía la piel clara y muy suave. La pupila de sus ojos tiritaba dentro de ese iris azul oscuro, tan fiero como el mar.

—Te extrañé demasiado, ¿lo sabías?

Jess permaneció callado, con la vista fija en sus manos. Continuaba molesto, lo sabía perfectamente. Soltó un suspiro y juntó las yemas de sus dedos frente a su boca, apoyando los codos sobre las rodillas, en pose circunspecta.

—Supongo que debo darte muchas explicaciones.

—Todas las que puedas—murmuró Jess.

—Bien… Lo haré si es por ti.

La luz de la vela se extinguió con una bocanada de aire por parte de Sasha, y en total oscuridad, tomando las manos del pequeño entre las suyas, comenzó a hablar, con una voz gruesa y ahogada por el pasado.

—Hace 27 años, en una casona de Moscú, en Rusia, en uno de esos poblados de clase aristocrática, nació un niño. Su padre no pudo estar en el momento del parto y la madre se pasó la noche entera sollozando por tener que dar a luz sólo con la compañía de una sirvienta y su hija Zinaida. Ese niño nació con problemas para respirar. Todas las noches se ahogaba, y su madre temía que muriera de neumonía o alguna enfermedad pulmonar. Pero no sucedió. Creció bajo su techo, le construyeron un cuarto en la planta alta donde todas las mañanas se asomaba por la ventana para ver el sol naciente en el horizonte, bañando a lo lejos las casillas de los barrios pobres. Desde su corta edad se interesó por leer acerca de filosofía, política y economía. Su ídolo era Karl Marx, y soñaba con un mañana comunista. Su padre le veía un futuro asegurado como banquero o abogado a disposición de la URSS.

“Pero ese muchacho no quería ser nada de eso. Él en realidad no quería nada de la vida. Sólo quería a alguien… que no podía tener. Ella se llamaba Emily. Era su completo amanecer en medio de una negrura insondable. Sus padres eran demasiado fríos y se sentía desvalido en cuanto al cariño. Necesita las sonrisas de ella para sentirse más fuerte. Necesitaba creer en esa mentira, porque aunque parecía tan fuerte… en realidad, él es muy débil.

“A los dieciocho años se le declaró. Pidió su mano en matrimonio, y ella lo negó. Él comprendió. Emily sólo tenía quince años, era muy joven aún. Pero aun así, estaba destrozado por haber sido rechazado de esa forma. Decidió ir a Londres, Inglaterra, ya que su padre le dio una bacante para estudiar Derecho o Economía. El muchacho viajó, y estaba por ingresar a las Cátedras de Leyes, cuando entonces se dio cuenta de que en realidad, en la vida, si no servimos para ayudar al otro… no somos nada. Y adoptó la Cátedra de Ciencias de la Educación para convertirse en profesor, a pesar de tener mal genio con los niños.

“A los pocos años se recibió, era un buen alumno. Se hizo de un grupo de camaradas del mismo oficio y dictaron clases en los colegios pobres de Rusia, donde el Estado apenas les pagaba miserias. En sus horas libres trabajaba como mesero para sustentar sus gastos. Su padre no lo dejaba vivir en la casona de Moscú. Cuando supo que lo desobedeció, lo echó de la casa.

“Y entonces, ella regresó. Emily le dio cobijo en su casa durante un tiempo. Le pidió disculpas por su rechazo, y prometió hacer un esfuerzo por quererlo. Él no quería ilusionarse, pero lo hizo. Y otra vez volvió a caer. Le pidió matrimonio por segunda vez, cuando tenía veintidos años… ella lo rechazó de nuevo. Él huyó. No quería saber más de ella, ni de su familia, ni de nadie… Se quedó en un albergue transitorio de poca monta, y continuó dándoles clases a los niños pobres de las escuelas. Hasta que lo vio. Vio aquello que marcó su vida para siempre.

“Un oficial de la URSS se apareció en la escuela para controlar la clase de educación que recibían los niños. Controló un par de cuestiones, y cuando iba a marcharse, una criatura a cargo del joven se acercó al oficial y le preguntó: > Era una criatura de apenas nueve años, pero sus palabras dejaron mudos a todos El oficial se acercó, sacó un arma y le disparó en la frente. Antes de irse escupió sobre lo zapatos del profesor

“Ese país que iba a alcanzar la máxima plenitud, esos hombres que prometían llevarnos a un mañana mejor, eran capaz de matar a un niño porque no compartía sus ideales. Él simplemente… simplemente enloqueció. Vagó sin rumbo por doquier. “Depresión crónica” recetó el psiquiatra que contrató su padre, cuando lo encontró casi ahogándose a orillas del río. Lo internaron en su habitación y no lo dejaron salir por diez meses. Era una vergüenza tener a un hijo loco para los Ivanov.

“La única compañía de él eran sus hermanos. Ellos se acercaban y le leían un libro hasta que se quedara dormido. Y sabían que aunque él no les dijera nada, porque era demasiado frío en sus sentimientos, los amaba por tener ese gesto de su parte. Él estaba acompañado, pero se sentía muy solo. Hasta que la situación no pudo sostenerse más; los soviéticos lo culpaban de “traidor” por renegarse al sistema socialista y debió irse a una de las propiedades que tenía su padre en EEUU, donde se recuperó parcialmente y durante un tiempo dio clases a los niños de allí. Trabó amistades con varios vecinos, incluso logró buena afinidad con sus alumnos… tanta que hasta una de sus alumnas se enamoró de él, y se vio enredado en otro nuevo problema: lo acusaron de atentar contra una menor. No podía estar en Rusia, y allí tampoco…

“Entonces, llegó su salvación. El grupo de camaradas profesores con quien se conoció en la Universidad vinieron a buscarlo. Iban a hacer una misión jesuita para recorrer los países de América Latina y dar educación a los sitios pobres y analfabetos. Y entonces ese hombre, por primera vez en su vida, hizo algo razonable y los siguió. Se recuperó rápidamente, conoció muchas naciones, logró ayudar a muchos jovencitos y le dio a su vida ese sentido que creía perdido.

“Hasta que acabó. Encontraron a dos de ellos abusando sexualmente de la clase. La misión se canceló. Él debía volver a Rusia, a la miseria, a la soledad, a la nada… Su padre entonces, tal vez haciendo un gesto humanitario por su hijo, o harto de que fuera un peso más, lo llamó a su casona en Kansas. Él sabía muy bien que eran comunistas en territorio capitalista, pero acordó con el Ministerio y les dieron permisos fiscales, una “tregua política” en el marco de la guerra ideológica.

“Entonces este hombre, queriendo arruinarse aún más, antes de ir a EEUU fue a verla a ella. Emily lo recibió con los brazos abiertos como si fueran grandes amigos, y lo invitó a quedarse durante una semana. Él estaba encantado. Creía que ahora ella sí estaría dispuesta a aceptarlo. Pasaron los días y lo único que hacía era utilizarlo para presumir frente a sus amigas, donde lo trataba como su pareja formal, pero en la intimidad seguía diciéndole que sólo eran buenos amigos. Hasta que llegó el día que debía partir, y antes de irse le volvió a pedir su mano en matrimonio… Emily le mostró su anillo de compromiso y le dijo que había llegado un poco tarde, que un joven llamado Pierre se casaría con ella.

“Este hombre, ya con 26 años de edad, no sabía qué hacer con su vida. Descubrió que vivió la mayoría del tiempo creyendo en un sistema que no servía, yendo detrás de una mujer que no lo amaba, persiguiendo fines que no existían más que en sus utopías...¿Su vida era una completa mentira?

“Entonces lo conoció. Él sintió por primera vez en su vida que al mirar la cara de ese niño experimentaba una sensación de felicidad inimaginable. Ese chico era especial. Lo hacía sentir especial. Lo amaba. No perseguía un sueño, porque ese joven era real, cuando lo veía y le sonreía no fingía, era sincero… Pero como buen idiota, lo dejó ir. Por miedo a que lo rechazaran de nuevo. Por temor a ser demasiado viejo, demasiado complicado… Y ahora ese hombre sólo puede decirle una cosa…

Aferró sus dedos con fuerza, y alzó los ojos. Los tenía empañados de lágrimas.

— ¿Podrías perdonar a un idiota que te ama? ¿Podrías soportarlo?

Jess se lanzó a su cuello y unió sus labios en un beso. Era sutil, era profundo y lento. No buscaba la pasión. Era su respuesta, su mera comprensión. Lo sosegaba, lo volvía calmo y tranquilo en su espíritu. Ese joven lograba darle lo que necesitaba su alma: la seguridad de saber que no estaba solo, y que era amado.

—Pues sí que es un viejo muy tonto—murmuró en su boca, soltando una risilla.

—Mmm… ¿te di tanta confianza para tratarme así? —otra vez esa mirada de puma apareció en sus ojos negros. Hundió la boca en el cuello desnudo de Jess— Recuerda que sigo siendo el mayor.

—No, ya perdí el respeto—esbozó una sonrisa pícara que a Sasha se le hizo irresistible.

Lo postró sobre la cama y le levantó el suéter con la yema de los dedos, sin dejar de contemplar su rostro que a pesar de la penumbra, se vislumbraba el brillo azulado de su mirada.

—Supongo que deberé educarte mejor ahora…

Jess no hizo amago de alejarlo, incluso se acercó para tomarlo de la camisa y tirar de él. Sasha le correspondió el beso, pero sus ademanes eran bruscos, desesperados. Quería tomarlo entre sus brazos y no dejarlo ir. Ese cuerpo tan pequeño, tan delicioso bajo el tacto de sus manos, era su mayor tesoro.

—Oh, Jess… no imaginas lo que sufrí por no tenerte conmigo…—se detuvo un momento algo dubitativo, dejando al muchacho semidesnudo.

— ¿Qué sucede? —preguntó este, ceñudo. Parecía algo molesto porque se hubiera detenido.

— ¿Puedo… puedo volver a decirte “cachorrito”?

Las risas de Jess no le hicieron mucha gracia.

— ¿Hum? ¿Conque vas a reírte de mí, eh?

—Es que no esperaba eso… puedes decirme como quieras, Sasha—se acomodó sobre la almohada, y se mordió el labio inferior mientras un rubor cubría sus mejillas— Pero… también ya puedes quitarte la camisa.

Por un momento, el rubio no comprendió sus palabras, pero al sentir los dedos cálidos de Jess pasándose sobre su vientre, un calor le subió hasta la cabeza y ya no logró pensar claramente.

Se despojó de la camisa y deslizó la bragueta del cierre de sus jeans azules. Su erección palpitante estaba golpeando contra la ropa, rozando de un modo casi libidinoso la punta de su glande húmedo. Jess no aguardó que actuara él primero y recostó a Sasha contra las sábanas de la cama, sentándose sobre su entrepierna. Estaba completamente ruborizado y le temblaban las manos, pero sus ojos eran decididos. Deslizó las manos en la superficie de su vientre nudoso, y no logró contener un gemido cuando Sasha lo tomó por las caderas, frotándolo contra su intimidad erguida.

—Nhhm… S-sasha…

—Mi cachorrito… si no te tengo ahora voy a volverme loco—el tono de su voz estaba cargado de lujuria.

Para sorpresa del rubio, su pequeño amante se recostó sobre su pecho, y le musitó junto al oído:

—S-sasha… aquella vez que estuve atado… m-me gustó…

Lo tomó por la cintura y rodó encima de él, acorralándolo contra el colchón.

— ¿Quieres que te ate a la cama?

—N-no lo preguntes—ese rubor típico de él comenzó a emerger—s-sólo hazlo.

Entre la oscuridad se oyó el chasquido de una manta al romperse, y a los pocos segundos Jess sintió cómo anudaba sus manos contra el respaldar de la cama, los barrotes de madera. Pero no se detuvo allí. Alzó sus piernas y le hizo un pequeño agarre en las rodillas, imposibilitando todo movimiento y obligando que estuviera recostado con las piernas abiertas a su merced.

No podía ver claramente y eso lo excitaba aún más. Sintió la respiración agitada de Sasha cerca de su oído, y oyó el sonido húmedo de cómo se frotaba la extensión su miembro. El calor subió hasta sus mejillas. Su cuerpo lo deseaba. Clamaba a gritos que lo tocara, que lo besara…

Con un sonido de chapoteo fue introduciéndose de a poco en su entrada. Era una sensación agobiante. Apenas le tocaba la cintura con las yemas de los dedos suavemente, con la boca pegada a su cuello y su miembro entrando y saliendo paulatinamente dentro de él, creando en su interior una agónica exasperación.

—Más… ahmm… Más, por favor…

Se oyó la risilla de Sasha en medio de la oscuridad, cerca de sus labios.

—Ruégame más.

Se quedó inmóvil por un momento, y Jess no pudo evitar emitir un gruñido de queja. Intentó zafarse de sus ataduras pero le era imposible.

— ¡No te burles de mí!

—Quiero oírte decir mi nombre—le pasó la lengua sobre la barbilla, bajando hasta alcanzar a morderle la nuez de adán—No me estoy burlando, cachorrito.

—S-sabes que quiero que vayas más rápido…

Se aferró a los barrotes de la cama y comenzó a moverse despacio.

— ¿Así?

—S-sí… ahí… ahmm…

Lo penetró con mayor fuerza, rozando ese punto que le hacía erizar la piel. Arqueó la espalda en un reflejo instintivo, y Sasha aprovechó para aferrarse al lóbulo de su oreja y lamerlo lentamente mientras lo tomaba por la cintura.

—No estoy escuchando que digas mi nombre… Voy a dejar de moverme…

— ¡S-sasha! —Exclamó enfadado, pero al sentir cómo hundía su miembro aún más profundo soltó un gemido bajo— S-sa… S-sasha…

—Tienes un punto delicioso justo ahí…

El calor de las nalgas suaves de Jess golpeando contra su miembro lo estaba enloqueciendo de deseo. Sentía que iba a estallar. Dejó escapar un jadeo apagado y le prestó atención a la erección del pequeño. No quería venirse sin atenderlo a él primero. Jess se ruborizó al notar que estaba tocándolo, y soltó un suspiro.

Se aferró a las mantas con los dedos de sus pies, y dejó descansar la cabeza hacia tras. La sensación de calor estaba asfixiándolo.

— ¿Vas a venirte en mi mano?

— ¡No, es sucio!... P-para… Ahmm…

Ocultó el rostro tras su flequillo, sin poder soportar el bochorno al venirse sin tener la intención. Sasha soltó una risilla y se paló la lengua por la mano, a pesar de los chillidos de queja por parte de Jess.

Le dedicó un beso en la frente para acallar sus regaños.

—Extrañaba todo de ti.












La lluvia se había convertido en una tormenta que aullaba y pululaba por extenderse. Jess dio un respingo cuando un rayo hizo tronar toda la zona. Se aferró al pecho de Sasha, y este le acarició la frente para sosegarlo.

— ¿Por qué decidiste visitarme a estas horas? Es peligroso… Si yo no hubiera estado, quién sabe qué te hubieran hecho esos malnacidos…

—Sabía que estarías aquí. Oh, Sasha—preguntó con curiosidad— ¿Qué les dijiste para espantarlos? Era algo en ruso, ¿verdad?

—“El que lo toque, lo mato” o algo así.

Jess soltó una carcajada y enredó sus dedos entre los de su amante.

—Debí imaginarlo…Sasha, ¿qué sucedió aquí?

—Sabes de lo que te hablé, estamos en territorio enemigo, es cuestión de tiempo de que nos deserten. Mi padre se fue con Zinaida a un motel en Seattle, pero yo no puedo irme, por ti y por él… Perdimos a Misha y pues…

Paró en seco al mencionar ese nombre. Jess lo miró con agudeza. Sasha soltó un suspiro hondo.

—Bueno, supongo que no deben haber más secretos… Inna no es una chica, es decir, es mi hermano en verdad, y se llama Misha. Mi padre trata de mantener esa figura femenina en él porque no acepta su homosexualidad… además, quién sabe qué le harían si supieran que es hombre, no quiero que nadie lo lastime…

—Oh—musitó el joven, apenado— Te preocupas mucho por él.

—Temo que esté pasando un mal momento. Quiero que esté aquí ahora. Lo necesito demasiado.

La voz de Sasha estaba profundamente alicaída. Jess no pudo más. No podía verlo así. Se aferró a su mano con determinación.

—Y-yo sé dónde está Misha… pero debes prometer que no irás a buscarlo…

— ¡¿Qué?! —se levantó de un salto.

—Él está bien y va a regresar… pero debes darle tiempo… ¡Sasha, espera!

Comenzó a ponerse los jeans y la camisa.

—Llévame ahora mismo con él, ese mocoso va a aprender a no huir de nuevo.

—P-pero…

— ¡Ahora!

Jess se levantó de un respingo y se vistió con rapidez. A alguien no le aguardaba una buena noche… Si algo sabía Jess es que era preferible enfrentar al pequeño ruso enfadado y no a Sasha pasando una crisis de nervios.

“Espero que Misha sepa perdonarme”












Las turbinas del avión provocaban un sonido ensordecedor. Bajó por la lindera, tomándose el sombrero de volados blancos que llevaba puesto. Las faldas de su vestido corto se arremolinaban alrededor de esas piernas pálidas y voluptuosas. No faltaron las miradas de los botones que llevaban sus maletas.

Ella pasó entre medio de ellos, con una sonrisa deliciosa y contoneando las caderas para presumir su jovial belleza, mientras las mujeres mayores murmuraban que las doncellas deberían ser más vergonzosas y no tan exuberantes.

Su padre fue detrás, corrompiendo el aura atrayente de la muchacha. Los botones se alejaron con cierto temor para abrirle paso a ese hombre de facciones cuadradas, nariz aguileña y ojos alargados como los de una serpiente.

—Lo esperan en la recepción, señor Bubbier—un joven le tendió su maleta de cuero, con cierto temblor en la voz.

—Pida a mi nombre un taxi que pare en el hotel “Seattle Marriott Waterfront” lo más rápido posible.

—S-sí, señor.

Esa misma mañana, había recibido un telegrama por parte de la esposa de Ivanov, donde le pedía gentilmente que parara en Seattle para conversar ciertos asuntos. Antoine Bubbier tomó el primer vuelo a EEUU, sin poder desprenderse de la carga de su hija, que ya buscaba una excusa para platicar acerca de su futuro matrimonio con Alexandr.

Las cosas no estaban bien. El Consulado de la URSS se lo dejó muy en claro al llegar varios oficiales militantes a buscar si el tal Borya Ivanov se ocultaba en los confines de su mansión de Francia.

“¿Qué has hecho ahora, viejo peregrino?”

Notas finales:

DOS ACLARACIONES:

1) Misha sueña con el señor Bubbier, porque fue quien cuando tenía ocho años, abusó sexualmente de él, convenciendo a Misha de que era "una forma de darle amor". Esto se sabrá luego, pero se los aclaro para que entiendan.

2) Cuando Sasha narra que un oficial de la URSS mató a un alumno suyo, no es literal, esas cosas no sucedían tan así. Es una alegoría para dejar en claro que en un sistema socialista que debía promover la libertad social, se obligaba a trabajar a todos y el que se negaba era expuesto a ser encerrado y en el peor de los casos lo mataban si no apoyaba la ideología comunista, la pobreza no se erradicó sino que el poder estaba en manos de unos pocos... en fin, la misma porquería que el capitalismo, con distinto nombre. No estoy a favor ni de una corriente ideológica ni de otra. Estoy en contra de la estupidez humana sencillamente.

Bueno...

Saludos a todos y espero que tengan un lindo día :3 Yo ya rendí los exámenes de la Universidad y aprobé los 3 :D pero debo seguir estudiando para rendir los que siguen ¬¬ y así es la vida... jaja

~Nos vemos~


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