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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Hola a tod@s :D Shizu Chan subiendo nuevo capítulo...


Oh, no imaginan lo feliz que soy de recibir sus reviews y que lean el fic TwT

¡Gracias, mi fiel Nuzelia! Antes de ser una gran autora hay que ser una fiel lectora <3 Agradezco mucho que leas y que además escribas una historia tan linda como lo es El Café de la Mañana :3 Pero... ¡Lo lamento! Deberás seguir esperando tu lemon incestoso... se pospone... por ahora... jaja

Mi divertida Empoleon infaltable jaja No sabía eso de los Shippings de Pokemon, morí de risa con algunos... ¡Pero odio que usen a Ash!  Es mi amor imposible de la niñez </3 Jaja... Creo que para Sasha y Jess sería la RomanticShipping y para Misha y Lyod la ErosShipping... pero tú dime cómo queda mejro XD eres la experta jaja... Y en cuanto al final... Sii tienes razon Hubiera quedado bonito el Prólogo como Epílogo... pero hace tiempo ya se como terminarlo y como ira yendo la historia. Muchas cosas improviso y muchas otras no. El final lo llevare *hasta las ultimas consecuencias* ... pero no quiero hacer spoiler... ¡¡sigue luchando contra tu internet, Empoleon!! fuerza, hermana fujishi :3 jeje

Oh, estoy tan feliz de saber que Lyzbeth, pudiste leer lo que te faltaba ¡Agradezco mucho que te tomes tu tiempo estando tan atareada! Eres muy dulce :3 Eres de escorpio? *-* me caen muy bien las personas de ese signo aunque bueno... tu sabes... hay que saber tratarlos :3 pero en el fondo son sensibles de corazon:3

Y sobre todo... TADAN TADAN (redoble de tambores) ¡Me enteré que una nueva lectora estaba siguiendo el fic! Oh, Ryusand, estoy tan alegre de que te hayas tomado la molestia de enviarme un review :3 Como ya dije, si quieres pasarme tu facebook o decirme si escribes algo y compartir lo que haces conmigo eres bienvenida :D Este capítulo va para ti... :3

~Corre fic...

Capítulo 13


Sintió el tacto de sus manos acariciándole los cabellos. Alzó sus ojos verde claro y le sonrió. Las caricias de Zara era el gesto más reparador que podía disfrutar. La invitó a sentarse a su lado mientras veía la televisión del hotel.

Realmente no le interesaba la comedia vacía de origen inglés que emitían, sólo percibir a Zara tan cerca, escapándose de su boca pequeña esas risillas, era lo suficientemente grato para dejar el canal.

Su padre se había encerrado en el cuarto de baño a discutir con el señor Bubbier, y si prestaban atención podrían oír lo que murmuraban, pero nulos deseos tenían de hacerlo. En cabio su madre se agolpaba contra la puerta, tratando de escuchar algo siquiera.

—Mamá, déjalos.

— ¡Tengo derecho a saber qué sucede con mi esposo!

—Oh, por favor, señora Ivanova, ¿puede pedirles que se apuren un poco? Quiero darme un baño… El viaje fue tan cansador.

Soltó un bufido al ver que Emily ingresaba por la puerta de entrada con una toalla sobre los hombros. No escondió su cara de desagrado al verla.

—Prima, ven y aprovecha a contar de tu viaje— notando la tensión que reinaba en el cuarto, Zara la invitó con un movimiento de la mano a sentarse a su lado. Le acarició los bucles castaños logrando que Zina temblara de los celos— Es un viaje muy cansador desde Francia. Podrías haber dejado a tu padre venir solo.

—Lo conoces, Zara. Él se vuelve ciego si lastiman a Borya… tenía que protegerlo—lanzó un suspiro melodramático.

“Claro, porque en verdad no es que vienes para arruinarle la vida a Alex”

—La verdad es que no es necesario que estés aquí. Ni tú ni tu padre—comentó Zinaida en tono tajante, sin mirarla a los ojos.

Para su sorpresa, Emily permaneció en silencio. Jamás lograba enfrentarse a ella. Eso le daba una sensación de superioridad casi ególatra. Se sonrió y se levantó, acomodándose el saco de hilo que llevaba puesto.

—Voy a dar una vuelta… ¿vienes, Zara?

—No— terció rápidamente la castaña, reteniendo a su prima del codo— Zara se queda conmigo.

“Maldita chiquilla caprichosa, ojalá que…”

Detuvo sus pensamientos y se limitó a exhalar con fuerza.

—Bien.

—Una mujer de tu edad acompañada de una chica; deberías aprovechar a salir con un hombre—comentó su madre, sin notar la tensión que reinaba en el lugar.

—No necesito nada de eso…

—Por favor, señora Ivanova, no es necesario discutir eso ahora. Hay cosas más importantes—interfirió Emily con su típica sonrisa de niña dulce.

Un bufido espetante de la rubia se oyó irrumpir en el cuarto. Salió dando un portazo. Los corredores del hotel eran de un tono blancuzco, con sus puertas pintadas de negro. Sintió un par de pisadas tras ella. Observó de reojo y descubrió con fastidio que era Emily.

— ¡Zina! Espérame.

Ella apretó el paso, haciendo todo lo contrario. La jovencita se adelantó y la tomó del codo, haciendo que parara en seco.

—No necesito que nadie me defienda, puedo hacerlo sola.

¬Por un momento sus miradas se cruzaron. Las pupilas en el mar inmerso de los ojos de Emily tiritaban. Se alejó de la mujer frotándose el codo.

— ¿Para qué has venido realmente?

La voz le tembló; siempre era igual de manipuladora con su vocecilla de soprano y esa mirada de niña reprimida.

— ¡Responde, idiota!—comenzó a zarandearla por los hombros— ¿Acaso crees que no me doy cuenta que otra vez quieres hacer de las tuyas con Alex? Puedes fingir frente a todos los demás, pero no conmigo.

—Z-zina, no es así…

— ¡No es así mis polainas, Emily! ¿Pero sabes algo? — Alzó el dedo índice y lo balanceó frente a su nariz empolvada— ¡Alex no está y no va a volver! Así que has hecho todo esto en vano.

La castaña no pudo ocultar su sorpresa.

— ¿Por qué?

—No te interesa, ¡pero tanto mejor así!—Soltó un bufido y la menospreció con la mirada— Cuanto más lejos esté de ti mejor para él.

Amagó a marcharse nuevamente, pero sintió el tacto tibio de sus dedos. Emily se inclinó sobre las puntas de sus pies, ya que era mucho más baja que Zinaida, y musitó cerca de su oído, jugueteando con uno de sus bucles castaños que le caía sobre el prominente escote que llevaba.

—Dices esas cosas tan molesta, pero… ¿acaso no sería lo mejor para ti en verdad?

El sonido de la bofetada retumbó en las paredes del corredor. Emily se tomó el rostro con una expresión anonadada.

—No pienso hablar con una zorra como tú.













La mañana propiciaba un clima seco y frío. Los rayos del sol se veían interrumpidos por las pesadas nubes grises, que desfilaban en el firmamento. Se levantó de su cama desperezándose, mientras lanzaba un bostezo. Miró a ambos lados y al no hallar al pequeño rubio por ninguna parte, se levantó de un salto.

Al salir del cuarto, su madre lo saludó con un beso. Le tendió una taza de té que Lyod negó con cortesía.

— ¿No has visto a…?

— ¿Misha? Está en la entrada. Quería tomar un poco de aire con este frío… Oh, ese niño—comenzó a marchar hacia la cocina— me recuerda tanto a ti, hijo.

Lyod amagó a ir hacia la puerta de entrada, cuando oyó las palabras de su madre. Se volvió, con el ceño fruncido.

— ¿Eh?

—Es igual de caprichoso que tú cuando eras un pequeñito—le sonrió la mujer, dándole un sorbo a la taza de té humeante.

“Como si pudiera parecerme en algo a ese niño”

El reflejo de sus cabellos era de un tono cobrizo claro, con ciertos destellos dorados. Se contrastaba muy bien con su piel pálida, cubierta de platinadas perlas de sudor. Lyod se acercó a tocarle la frente, tomando a Misha por sorpresa. El pequeño se alejó con ímpetu, hasta chocar contra la lindera.

—Oye, tranquilo.

—Oh…—se tomó del pecho con alivio— Disculpa, no te oí acercarte.

—Sí, lo noté, ¿estás bien?

— ¡Claro que sí! Mira esta hermosa mañana… ¿a que no es pura belleza?

Extendió los brazos hacia el cielo, con una sonrisa resplandeciente pero sus ojos poseían un velo de amargura que no podía ocultar. Al percatarse de que Lyod lo observaba con agudeza, se recostó sobre el portón, apoyando la barbilla sobre su mano. Esbozó una especia de sonrisa.

— ¿A qué va esa mirada?

—No lo sé. Supongo que cierta persona ayer tuvo una conducta bastante rara, y hoy trata de cambiar de tema. Además…—se tomó de la columna de piedra caliza que separaba el portón del garaje, acorralando a Misha bajo su cuerpo— ni siquiera sé realmente qué sucede con esa personita, y parece que no quiere contarme

—E-es que…

Sus rostros estaban a muy pocos centímetros de distancia. Podía sentir el aliento cálido del moreno golpeando contra sus labios.

— ¿Por qué me pediste aquello anoche?

— ¿S-sobre qué? — Inquirió Misha, procurando desviar la conversación.

En ese preciso instante en el que sus labios estaban tan sólo a milímetros de distancia, se oyó el chirriar de un par de llantas contra el asfalto, seguido de una voz masculina cargada de fastidio, acompañada por la de otro joven que apenas podía articular palabra alguna de lo nervioso que se hallaba.

—P-por favor, Sasha…

— ¡Misha!

Cuando quiso recordarlo, Lyod estaba doblado en el suelo tomándose el vientre sin lograr respirar, y su hermano con una mirada asesina en sus ojos negros, mientras se sostenía la quijada manchada de sangre.












Costó demasiado trabajo convencer al histriónico Sasha para que no se lanzara como una bestia sobre su hermano al verlo en la entrada de la casa de la familia Owen, “conversando alegremente” con Lyod.

Sin contar la riña casi animal en la que se debatieron al encontrarse dos energías tan contradictorias como lo eran el profesor y el primo legítimo de su amante, en sí el drama de ver a Misha lloriquear como un gatito asustado fue suficiente para hacer sentir a Jess sumamente culpable.

Los pobres tíos del joven no cabían en su estupor. Estaban en su total ignorancia ante los hechos que se sucedían y era hora de aclarar las cosas. También para el aguerrido Lyod, que en su afán de defender a Misha creyendo que ese “bastardo” iba a lastimarlo, le dejó la mandíbula sangrando por un golpe. Aun así no salió victorioso, pues el impacto de la puñetada que le legó Sasha en el vientre lo dejó doblegado en dos, sin poder respirar.

Todo ocurrió en una fracción de segundo. Sasha bajó del Peugeot, vislumbró a Misha y se lanzó sobre él para tomarlo del codo, Lyod se embraveció al ver que lo trataba tan ligeramente y sin pensarlo dos veces lo atacó.

La mentira fluyó más fácilmente de lo que esperaban. Misha se encargó de ello.

—L-lamento mucho si les causé problemas. Sasha sólo quería venir a buscarme… La verdad es que yo… ¡Y-yo soy el hermano de Sasha!

Karl alzó una ceja sin terminar de comprender.

—Pero… ¿Él no tiene dos hermanas?

—Es el mellizo de Inna— terció el mayor, tomándolo por el hombro para calmar los nervios del pequeño rubio— Sinceramente, he estado muy preocupado porque desapareció hace varios días y no lograba encontrarlo. Es bueno saber que estaba con ustedes.

La pareja no se mostraba demasiado convencida, pero era imposible negar el parecido entre ambos. El único que no cabía en su conmoción era Lyod, quien ni siquiera podía mirar a Misha a los ojos.

—P-pero… Primero debes dejar de impartir clases, luego tu familia se muda de aquí… La gente no anda diciendo buenas cosas, Alex— el rostro de Mary se contrajo por la preocupación, y se acercó a acariciarle un hombro como lo hacía normalmente al despertarse su intuición de madre— ¿Qué sucede?

Ambos hermanos compartieron una mirada vacilante. Sasha soltó un suspiro y el pequeño se ocultó tras él, aferrándose a su camisa arrugada.

—Pues… es una larga historia.

—Tengo todo el día para oírla












El garaje de la familia Owen se transformó en un verdadero Circo Infernal durante el lapso de esa semana. Preparó diligentemente un par de literas con frazadas para que los fugitivos pudieran quedarse durante un tiempo, y cada vez que se oían movimientos extraños los ocultaban en el sótano. Para Misha era una verdadera aventura, pero podía notarse en la tez de Sasha que ya no soportaba seguir en esa situación.

Fuese lo que fuera que Sasha platicó con Karl, lo había convencido lo suficiente. No comentaron nuevamente el tema y la situación quedó congelada allí. Se limitó a ayudarlos con un sitio donde dormir y un plato de comida al día.

Jess estaba feliz de tener cerca de él a Sasha, no le agradaba la idea de que volviera a esa mansión en ruinas. Pero también se encontraba sumamente preocupado. ¿Por qué su tío no había puesto objeción alguna? ¿Acaso sabía más allá de lo que ellos desconocían?

— ¿Qué sucede, cachorrito?

Sintió las manos algo frías de Sasha que recorrían su espalda, y pegó un respingo. Cada momento que el rubio aprovechaba para estar solos, se apresuraba a tocarlo siquiera de alguna forma. Podía sentir la urgencia de Sasha a flor de piel.

—Oh… estaba tomando un vaso de agua nada más.

Era medianoche y lo encontró acechando en la cocina, como una fiera hambrienta, esperando a su presa cerca de la puerta. Jess lo sabía y por eso mismo fue disimuladamente a buscarlo.

—Pareces preocupado—se acercó a revolverle los cabellos.

—Hum. No es nada—tomó su mano y se la llevó al rostro, entrecerrando sus ojos azules ante el tacto de su amado— Te extrañaba.

—Agradezco mucho que Karl nos deje quedarnos por un tiempo, pero…—le acarició las mejillas, acercando sus labios finos al muchacho—Me vuelvo loco por besarte.

—Y-yo también, Sasha—enredó los brazos alrededor de su cuello, acariciándole los cabellos de la nuca.

Tenía esa boca que tanto lo provocaba a milímetros de distancia. Se inclinó para besarlo despacio, de manera suave, pero no soportó el deseo de morderle los labios y respirarle agitado sobre el rostro.

El sonido de pisadas fuertes que se acercaban alteró a Jess, y se separó de él con una rapidez increíble. El malhumor de Sasha no pudo ser peor al ver que el culpable de interrumpir el único momento a solas con su amante era justamente Lyod.

Se acercó con total naturalidad a tomar una cerveza de la nevera, mirando con desdén a Sasha al pasar a su lado.

—Jess, vuelve a la cama. Hace frío.

—Pero yo…

—Él tiene libertad para hacer lo que le plazca—interrumpió Sasha.

El sonido de la botella al golpear contra la mesada retumbó en toda la cocina. Le sostuvo la mirada al rubio, sin flaquear en sus convicciones. Si él pensaba intimidarlo con esos ojos negros, Lyod no iba a quedarse atrás.

— ¿Quién te crees que eres para meterte en la conversación?

—Basta, paren. Ya me voy a la cama.

Amagó a marcharse, pero Sasha lo retuvo por el codo. Lyod se envaró en su sitio, respirando con dificultad de la rabia que sentía.

—Quítale las manos de encima ahora.

—No eres su dueño.

— ¡Pues tú tampoco! Así que suéltalo.

Fue cediendo y dejó a Jess en libertad. Pero el muchacho permaneció de pie en su lugar, observando a su primo con agudeza.

—No trates así a Sasha. Yo vine a hablar con él.

—Una cosa es hablar y otra muy distinta es que ese viejo te esté mirando como a un pedazo de carne—lo señaló al hombre sin ningún tacto, como si no se hallara presente.

En una fracción de segundo, Sasha se lanzó sobre él para golpearlo, y si no fuera porque Jess notó el brillo peliagudo en sus ojos negros, estaba seguro de que le hubiera dado una buena paliza. Lo detuvo tratando de abrazarlo por el pecho, pero él estaba ciego de la furia.

— ¡Vuelve a decir eso y juro que voy a matarte!

—Te dije la verdad, eso es lo que no te gusta.

— ¡L-lyod, cierra la boca! —la mirada amenazante de su primo fue suficiente para que se marchara de la cocina, no sin antes tomar su botella de cerveza y legarle una última mirada de desprecio a Sasha. Al ver que se había ido, se acurrucó en el pecho de su amante—P-por favor, cálmate. Ya está.

Sentía los latidos alocados que bombeaba su corazón. Era reparador oírlos tan cerca, pegado a él. El hombre soltó un suspiro y las palpitaciones comenzaron a calmarse.

—Lo siento mucho, es que ese tipo…

—Shhh…—se puso de puntitas de pie y le dio un beso fugaz sobre los labios—Te ves más lindo cuando estás tranquilo.

Sasha lo tomó por la nuca y extendió el beso, enredando su lengua peligrosa con la de Jess. Su miembro comenzó a latir bajo el roce de sus pantalones. Quería tenerlo allí mismo. No soportaba el deseo que estaba carcomiéndolo en vida.

Pero su pequeño acompañante los separó con cuidado.

—E-espera, no podemos, Sasha… Mañana voy a ir al pueblo a comprarle algo para el cumpleaños de mi tío… Yo me preguntaba si tú…

—Sabes que no pueden verme.

—P-pero… podrías llevar gafas y alguna bufanda, eso te haría pasar desapercibido ¿no crees?…

—Pues bueno…—que Jess le rogara con la mirada no le dejaba demasiadas alternativas— Está bien. Veremos la forma.


— ¡Oh, gracias! —Su sonrisa se iluminó— No sé cómo agradecerte.

Sasha se acercó y jugueteó con uno de sus mechones de cabello castaño.

—Yo sí sé cómo… Luego de ir al pueblo quiero llevarte a un sitio especial.

Jess ladeó la cabeza con curiosidad.

— ¿Dónde?

Se puso un dedo sobre los labios de forma confidencial.

—Es un secreto.











Se acurrucó entre las sábanas, cubriéndose la cabeza para que no infiriera en sus párpados la luz de la mañana. Un hilillo de frío se colaba por su espalda y le hacía tiritar el cuerpo. Con fastidio, dio la vuelta para postrarse contra la pared.

Sintió un peso muerto cayendo sobre su pecho que lo hizo levantarse de un salto soltando un grito.


—Mira que eres revoltoso cuando duermes.


— ¡L-lyod!


Quitó de encima el bolso negro que le había lanzado desde su automóvil. Llevaba una remera ajustada cubierta de manchas de aceite, y esbozaba un amago de sonrisa tomándose de las caderas.


—Ven para ayudarme con esto, niño.


Misha parpadeó varias veces sin comprender. Esos últimos días Lyod había estado bastante distante con él. Incluso a la hora de reunirse para cenar lo evitaba todo lo posiblemente humano; no levantaba la vista, ni siquiera le dirigía la palabra.

Sinceramente, se sentía algo ofendido por tratarlo a su gusto. Se acomodó el buzo de lana que le había prestado la señora Mary y en vano intentó peinarse los rebeldes cabellos rubios.

— ¿Qué haces?

El moreno estaba inspeccionando el interior de la Chevy roja, con el capó delantero abierto. Misha, a pesar de su molestia, se acercó por pura curiosidad. No comprendía realmente cómo era el funcionamiento de un auto.

—Estoy controlando que todo esté bajo control para cuando me vaya.

El padre de Lyod, el señor Karl, había cumplido 42 años hace una semana, pero no pudieron festejarlo por los problemas que se presentaron. Además, las ventas en el almacén no habían sido demasiado provechosas. Pero como buen hijo, Lyod consiguió un trabajo de medio tiempo y junto a lo que Jess consiguió por su labor en el almacén de los Bonnet, reunieron una buena suma para hacer la celebración ese mismo sábado. Era una fiesta sorpresa, por lo que debía mantenerse en secreto hasta entonces.

—Hum…

—Supongo que ahora que encontraste a tu familia ya no vendrás conmigo.

Fijó en el pequeño sus ojos verdes, pero era complicado comprender sus sentimientos.

—Sí, supongo que Sasha se molestará.

—Ajam—le tendió un paño cubierto de aceite negro, que Misha aceptó frunciendo la nariz, y se inclinó dentro del coche. Su voz sonó ahogada— ¿Por qué no mencionaste antes que eras Ivanov?

—Pues…—se rascó la cabeza, poniéndose nervioso — Es que no creí que fuera relevante, Lyod.

Oyó que frotaba el puño contra la superficie llana de alguna de las partes del auto. Se alejó unos pasos, cubierto por completo de ese líquido viscoso, y cerró el capó. Al ver la mugre que poseía su remera soltó un chasquido y se la quitó.

—A-ah… Voy a traerte algo para que te pongas…

Amagó a ir hacia la puerta de la cocina, cuando sintió que se aferraba a su codo. El corazón comenzó a latirle desbocado en su pecho. Lyod le tomó su mano con suavidad, y le quitó el paño, rosando al pasar sus dedos.

—Oh, no hace falta—se limpió el puño, sin mirarlo a los ojos— ¿Entonces qué harás?... Bueno, supongo que debería decir qué “harán” tú y… ese sujeto.

Misha, a pesar de notar el tono herido de Lyod, no pudo evitar soltar una risilla.

—“Ese sujeto” es mi hermano.

— ¿Y qué hay con eso?... ¡No te rías!

—Bueno—retornó a sus coqueteos, pestañando picaronamente y descubriendo su hombro derecho— Eso sonaba como si estuvieras celoso.

— ¿Acaso no puedo sentirme celoso?

Parecía que un millón de mariposas revolotearan en el estómago del pequeño rubio. Incluso estuvo a punto de sonreírse por verlo tan molesto…

—Ese tipo no deja de acosar a Jess.

El corazón de Misha se contrajo en un nudo hasta subir a su garganta.

—Pensé que habías renunciado a él.

—Eso no significa que no continúe preocupándome. Es mi primo.

Una risilla amarga se escapó de los labios del pequeño ruso.

—Vamos, Lyod. Conozco esa cara tuya. Aún no renunciaste.

El tacto frío de la pared contra su espalda se vio aplacado por el aliento tibio del moreno. Se inclinó sobre él, apoyando el brazo sobre el muro, viendo su diminuto rostro desde arriba. La naricita de Misha se contemplaba aún más respingada.

— ¿Ah, sí? ¿Crees que me conoces?

—Supongo… un poco— el vientre nudoso de Lyod, con ese tinte bronceado que hacía remarcar los pliegues de los músculos en su pecho. Alzó la mano a pocos centímetros de distancia. Podía sentir ese calor que emanaba— ¿Sabes por qué no sientes frío? —Acarició la contextura de su piel tibia —Porque eres cálido.

Pegó su cuerpo más cerca del pequeño minino, acorralándolo contra el muro de piedra caliza. Le tomó la barbilla con delicadeza.

—Quiero que vengas conmigo a Florida.

— ¿Para qué?

Rosaron sus narices con cuidado.

—Para poder besarte todos los días.

El pulso de Misha comenzó a alterarse. Las manos de Lyod bajaron hasta toparse con su cintura, y le levantó de a poco el buzo para tocar esa piel sedosa como la seda. La boca le sabía dulce como la miel, su lengua húmeda luchaba por inspeccionar el interior del pequeño hocico de Misha.

— ¿Sólo besarme?

—Mmm… Podría tocarte un poco también.

El menor frunció sus labios de forma reprobatoria. Lyod soltó una risilla y bajó hasta su cuello, donde le dedicó una mordida.

— ¿No estás satisfecho, minino?

—Tu manía de compararme con un gato es enfermiza—a pesar de sonar ofendido, se estremeció al ser mordido— ¡O-oye!

—Me pones nervioso—lo rodeó con sus brazos fuertemente, depositándole algunos besos sobre el hombro desnudo del jovencito— Eres tan pequeño que dan ganas de abrazarte… como a un gatito.

Misha puso los ojos en blanco.

—Maldito zoofílico.

—Dije que te abrazaría, tú lo estás malinterpretando.

—Contigo no es difícil malinterpretar las cosas—frunció la boca en reproche.

—Quisquilloso…—le comenzó a hacer cosquillas a la altura de la cintura, donde habitualmente era muy sensible. Misha se doblegó de la risa— Vamos, vamos, dame una sonrisa otra vez.

— ¡P-para, Lyod!... —se estaba ruborizando de lo mucho que le afectaban sus cosquillas, sin dejar de reír—Me duele la barriga ya… ¡Tonto, para!

— ¿A quién le dices tonto, eh?

Arremetió contra el pequeño y volvió a besarlo con fiereza, tratando de quitarle la ropa. Sus dedos rápidos y cálidos recorrían su piel provocando que Misha lanzara bajos gemidos de excitación.

— ¡Hermanito!... Mamá hizo brownies y dice que…

Los pasos de Sussy se detuvieron en la puerta del garaje. Se llevó una mano a la boca para no soltar un grito, y comenzó a reírse cuando vio que Lyod se volvía rojo como un tomate.

— ¡Y-yo… lo puedo explicar!... ¿D-de qué te ríes?

— ¡Se estaban besando, yo los vi! —los señaló con un dedo acusador, sin dejar de carcajearse. Antes de que su hermano pudiera detenerla corrió hacia la cocina—Mamá, Lyod se estaba besando con Misha… ¡Es su novia!

El moreno fue tras la niña y le cubrió la boca para que se callara, dedicándole a Misha una mirada que claramente decía “Di algo, idiota” pero el pequeño rubio se alzó de hombros como respuesta. Para su sorpresa, su madre estaba muy ocupada sirviendo los brownies y apenas la escuchó.

—Pero mira lo que dices, niña, si Misha es un muchacho…—alzó la vista y soltó un grito ahogado que casi hace desmayar a Lyod— ¡Por amor del Cielo!

— ¿Q-qué?

— ¡Ve y date una ducha ahora mismo!— Lo corrió de la cocina azotándolo con uno de sus guantes— Siempre haces lo mismo, Lyod Owen… Oh, no quiero imaginar lo sucia que debe estar tu remera, ¡y la que lava soy yo!

Antes de irse, tomó las manos de su madre, a pesar de lo molesta que estaba.

— ¿Alguna vez te dije que te ves hermosa cuando te enojas?

—La misma zalamería que la de tu padre…—le dio un suave coscorrón con cariño—Vamos, apresúrate que se van a enfriar… Misha, hazme el favor y mete eso al horno…—al ver que le muchacho acataba la orden y tomaba la fuente sin tener cuidado de lo caliente que estaba, soltó un grito— ¡Usa el guante, cariño, te vas a quemar!... Oh, por favor.

Se alejó soltando un chasquido. Se había lastimado la palma de la mano. Mary se apresuró y lo llevó hasta el grifo para que se echara agua fría al instante.

—Es como si tuviera la casa llena de niños con ustedes andando cerca…

—Mamá…

— ¡Tú ve a limpiarte esa mugre! ¡Ya mismo!

Sussy soltó una risilla y le sacó la lengua a su hermano antes de que se marchara.

—Tú también, chiquilla. Ve y trae a esos demonios que andan gritando en el patio. Se van a pescar una neumonía allí fuera…

—Sí, mamá—recitó ella con desgano.

—Ya, ya, vete—la castaña salió por la puerta para comenzar a gritar llamando a sus mellizos. Mary tomó su delantal de cocina y le secó las manos al pobre Misha, cuyos deditos estaban rojos— Mira que eres distraído, cariño.

—L-lo siento.

—Parece que te haya criado una manada de tigres para no saber que hay que tomar las cosas calientes con un paño o algo. Te podrías haber quemado.

—Hum…—a pesar de que lo estaba regañando, Misha le sonrió.

—Aunque me pongas esa cara de gatito abandonado no te voy a dar uno de los brownies, así que esperas como los demás.

Para sorpresa de la mujer, el pequeño se acurrucó sobre su hombro. Tenía el cabello suave al tacto; le hacía recordar a sus hijos cuando eran pequeños y poseían ese aroma a vainilla en la piel que ella percibía cuando la abrazaban por el cuello.

—Señora Mary…

— ¿Qué sucede, cariño?

Pareció dudar por un momento.

— ¿Puedo… puedo decirle “mamá”? —Al ver que se quedaba muda se apresuró a redimirse— ¡Si no quiere está bien!

Ella se tomó la boca con una mano, conmovida por sus palabras.

—Cariño, claro que puedes… pero te tendrás que enfrentar con todos esos cachorros de lobo si quieres hacerlo—se acercó para susurrarle— Son más celosos de lo que parecen.

Los cuatrillizos llegaron corriendo desde el patio, y Mary por poco debió sacrificarse para que no se arremetieran contra los brownies al sentir su aroma tentador rondando en la cocina. Reían despreocupados, y se abrazaban a su mamá mientras intentaba detenerlos.

Misha sonrió.

Era… era muy cálido.









Una luna misteriosa se cernía en la noche. Tan escurridiza que en ocasiones se ocultaba tras algunas nubes que andaban por el firmamento. Soltó un largo suspiro y se inclinó sobre el balcón del motel.

Estaba más calmada al recibir un fax de Sasha avisándole que halló al fin a Misha. Tuve que romper el mensaje apenas lo leyó por motivos de seguridad. Pero no podía evitar sentirse preocupada por ellos. Quería verlos.

Sintió las pisadas de alguien acercándose, y al instante por el sonido de tacón que traía creyó que se trataba de Zara.

—Ven, acompáñame, yo…

Se quedó muda al ver que era Emily quien se acercaba a mirar el paisaje de Seattle, ocultándose del frío bajo un saco de hilo blanco que llevaba puesto. Le dedicó una media sonrisa a Zinaida.

—Esperabas que fuera ella, ¿no es así?

— ¿Y a ti qué te importa eso? —Dio vuelta el rostro con brusquedad— Parece que te encanta meterte en la vida de los demás, ya que no tienes una propia.

A pesar de mostrarle abiertamente su desprecio, Emily soltó una risilla deliciosa, que hizo enfadar aún más a la rubia.

—No creí que fueras tan protectora con tu hermanito.

—Mi “hermanito” no precisa que nadie lo cuide. Puede hacerlo solo.

La muchacha se inclinó en el barandal hasta chocar su codo contra el de Zinaida, y la obligó a mirarla a los ojos. Sus bucles le caían sobre esa piel clara cubierta por algunas pequeñas pecas de la infancia.

—Pues parece bastante perdido cuando se trata de mí.

—Debe ser porque las zorras como tú saben muy bien confundir a los hombres—le sonrió con falsedad— ¿Ahora te puedes largar de vuelta a tu cuarto?

—Oh, pero si estábamos platicando.

—Me estorbas. Lárgate.

Sacó un cigarro de su chaqueta y trató de encenderlo con un encendedor que llevaba encima, pero se había quedado sin encina, por lo que lanzó un chasquido. Emily extendió la mano y le prendió el cigarro con el suyo.

— ¿Qué hace una damita con un poco de fuego encima? ¿Fumas?

— ¡No, deja mal aliento! Pero se lo robé a mi padre—esbozó una sonrisa de picardía— Sabía que tendrías ganas de fumar.

Inhaló una gran bocanada de humo, y la despidió despacio por la nariz. Alzó la barbilla con soberbia.

— ¿Qué podrías saber tú de mí?

—Sé que eres lesbiana.

Sus ojos se encontraron por un momento.

—Eres un asco de persona.

— ¿Por qué estoy guardándote el secreto? Me lo deberías agradecer, amor.

Zinaida la tomó por la muñeca, y sacudió la colilla de cigarro sobre la palma de su mano. Emily se alejó soltando un quejido.

—No te atrevas a llamarme así otra vez.

—Hum. Sólo Zara te lo puede decir, ¿verdad? —Se limpió la mano con su falda corta, y los ojos le brillaron al posarse uno de los rayos de la luna en el mar oscuro que se debatía en su iris— Tienes muy mal gusto para ser homosexual, cariño.

— ¡Cierra la boca!

—Y además tienes mal genio.

— ¿Sabes dónde te puedes meter eso? ¡En la…!

—Shhh—le puso uno de sus dedos, cuya uña estaba esculpida y pintada de un vistoso rosado, sobre los labios— Tu mamá está durmiendo. La vas a despertar.

Zinaida la alejo de un empujón. Estrujó su cigarrillo contra la pared y lo lanzó al vacío, viendo cómo caía hacia el último piso del hotel. Lanzó un suspiro.

—Mira que malgastaste un buen cigarro…—musitó Emily por lo bajo. Alzó la vista y le sonrió— ¿No te gustan los habanos? Mi papá tiene varios de chocolate.

— ¿Tengo cara de querer morir de cáncer?

—Oh, vamos. Sólo se vive una vez—se mordió el labio inferior, humedeciéndolo con el contacto de su lengua astuta— Vamos, Zina. Ven conmigo.

La rubia se debatía entre unas terribles ganas de abofetearla, y a la vez su boca reseca deseaba probar algo más. Sabía muy bien que su padre y el señor Bubbier habían salido a cenar fuera para discutir con tranquilidad, así que no habría problema con husmear sus cosas.

—Más te vale que estés hablando con la verdad, niña.

—Claro que sí, amor—la tomó de la mano y la sacó del cuarto, procurando no despertar a la anciana que roncaba hecha un ovillo entre las mantas de la cama— Tu mamá duerme como un angelito.

Zinaida cerró la puerta con pestillo al salir.

—Es lo único angelical que verás de ella.

—Al menos no vive borracha como una cuba—la castaña se alzó de hombros y caminó hasta el cuarto contiguo —Para convencerla de que me deje venir tuve que llamar a su ex amante. Al menos no va a aburrirse sola.

—Es igual de zorra que tú.

Sin prestarle atención a su comentario mordaz, Emily fue hasta la mesilla de luz de la habitación y sacó una fina cajuela marrón. La depositó sobre la cama de sábanas blancas, aún con ese caramelo de bienvenida que le dejan sobre la almohada. Zina sonrió de lado.

— ¿Qué en todos estos días no dormiste?

La castaña sacó dos habanos y los encendió. Le tendió uno a ella.

— ¿Hum? Ah, pedí que cambiaran el cuarto. El otro tenía ese olor a hotel barato.

—Es porque estamos en un hotel barato, niña—tomó el gran cigarro y se lo llevó a la boca. Al instante comenzó a toser— ¡Esto es horrible!

Emily exhaló una importante bocanada de aire cargado de un aroma a chocolate en pleno rostro de Zinaida. Sonrió con burla.

—Eres una llorona.

—No. Este habano está rancio.

—Está bueno, huele.

La jovencita dio otra pitada y volvió a soplarle sobre la nariz ese aroma embriagador. Se pasó la lengua por los labios secos.

—Zina, ¿por qué no somos amigas?

—Ya te lo dije: me caen mal las zorras.

— ¿Por mí no hay una tregua?— Se acercó y le corrió un mechón de cabello rubio para hundir la boca cerca de su cuello— ¿Ni una pequeñita?

La alejó con fiereza y se levantó de la cama.

—Deja de jugar.

—No estoy jugando.

—Pues entonces para de fastidiar—amagó a marcharse, cuando sintió el sonido de una risilla a sus espaldas. Se volteó hecha una tigresa— ¡Te encanta burlarte de los demás, ni siquiera te importa si los dañas!

Emily se recostó sobre la cama, despeinándose los cabellos sobre la almohada al tiempo que se llevaba el caramelo a la boca para saborearlo de a poco.

—Si las personas confunden las cosas no es mi culpa.

— ¡Claro que es tu culpa!

—Hummm…—le dedicó una sonrisa— Te ves bonita cuando estás enfadada.

—Agghh… ¡Qué fastidio! Me largo antes de asesinarte…

—Oye, espera… ¿quieres? —movió sus mejillas degustando el sabor y luego le enseñó la lengua con el pequeño caramelo cubierto por su saliva.

—No. A ver si me contagias lo estúpida.

Ambas se miraron, y aunque Zina estaba sumamente molesta, comenzaron a reírse a carcajadas.

— ¿Quién te enseñó esos insultos tan sosos? …Muero de risa…

—La misma persona que te enseñó a ser tan zorra.

—No, eso lo aprendí sola.

Las risas fueron muriendo cuando oyeron las voces del Antoine y Borya acercándose. Como el viento guardó rápidamente la cajuela y se sentó en la cama con su expresión de niña buena. Zina se limitó a rascarse la nuca sin tener claramente una noción de cómo reaccionar.

El padre de Emily se quedó helado al verlas juntas. No era desconocido para la mayoría que ambas chicas se llevaban muy mal desde hacía años.

—Hum. Hola, muchachas. ¿No van a bajar a cenar?

—Ya comimos, padre— respondió su hija en ademán solícito.

—Mamá ya se durmió— le murmuró Zina a su padre, ya que este la observaba fijamente.

Antes de separarse, pudieron notar que Antoine le legaba una mirada significativa a su compañero, y que el ruso asentó con la cabeza.

Zinaida sintió un estremecimiento sin explicarse claramente la razón.










Se secó la comisura de los labios con una servilleta, degustando el sabor delicioso de la salsa en su paladar. Hacía tiempo no lograba comer tan bien, en especial desde que se presentaron tantos problemas… y seguían llegando en cascadas.

—Borya —la voz de su amigo no sonaba en lo absoluto afable. Estaba fuera de sus casillas de la rabia— Inna es mía y lo sabías.

—Sí, lo sé. Pero la situación se salió de control y escapó.

— ¡Me hubieras dicho con anticipación y enviaba una brigada completa tras ella! ¡Por amor de Dios, Boris! —Se mordió el labio para no insultarlo— Te pagué mucho por ella, ¿qué hay de la operación?

—Por eso mismo estalló la discusión. No está de acuerdo.

— ¡Hubieras obligado a esa chiquilla! ¡Eres su padre, maldita sea!

En total armonía, el señor Ivanov cortó un trozo de carne y lo masticó despacio, mientras el francés se estaba carcomiendo por los nervios frente a él.

— ¿Y qué hay si se suicidó? ¿Si la raptaron? ¿Si…?

—Estará bien. Misha no es tonto.

Antoine torció el gesto con rabia.

—Es Inna. Inna. Así se llama… ¿Qué ni sabes el nombre de tu hija?

Borya lo miró con agudeza.

— ¿Qué le viste de especial a mi “hija” para poner tanto dinero? Reconozco que siempre ha tenido ese aire femenino pero si no fuera por tu insistencia en hacerla mujer, pues en verdad no lo hubiera hecho.

El hombre se peinó los cabellos negros hacia tras. Sus ojos de serpiente se entrecerraron con vehemencia al recordar su cabello rubio, su piel suave, sus ojos chocolatosos…

—Porque es la criatura más bella que he conocido. Y deseo que sea mía.









La puerta se abrió con ímpetu, logrando que la pobre anciana diera un respingo al ver entrar los oficiales de policía su hogar sin pedirle previo permiso. Comenzaron a revolver por doquier, sin ningún tacto. Cuando la muchacha de veinte años, nieta de la pobre anciana presa de un ataque de nervios, trató de cuestionarlos, uno de los hombres le tendió la fotografía algo vieja de un joven alto, de cabello rubio claro y ojos como gemas negras.

—Estamos buscando a este hombre por los crímenes de difamación al sistema implantado, terrorismo abierto y confabulación contra el gobierno de los EEUU.

—Por favor, no conocemos a ese sujeto…

—Sí, yo sí lo conozco— terció la jovencita, con la voz firme— Era mi antiguo profesor particular.

— ¿Sabe dónde se encuentra ahora?

Ambas mujeres se miraron. La pelirroja de cabello corto extendió la mano.

— ¿De cuánto estamos hablando?

Sin objetar, el oficial sacó un fajo de billetes que aseguraban una alta suma. Ella los tomó con la misma firmeza.

—Vive a unas diez cuadras, en una casona. Está él, su padre y creo que sólo tiene una hermana.

—La residencia está vacía. Si no me da otra información voy a quitarle la coima, jovencita.

Se rascó la barbilla, en ademán circunspecto.

—Bueno, las últimas veces se lo vio ir con su auto a la casa de su alumno—corroboró la anciana— Usa un Peugeot perlado.

— ¿Quién es su alumno?

Routh se aferró al fajo de billetes y sin pensarlo dos veces lo soltó:

—Jess Owen.

Notas finales:

¿Qué puedo decir? TwT Lamento si a veces me demoro, es que siempre ando atareada estudiando y estoy a poco de rendir parciales D: En unas semanas empiezo mis vacaciones de dos meses (¡¡DOS MESES!! WOOOOOHHAAA) y podré subir más seguido :3

Saludos y que tengan un lindo día ^.^

(Ahora iré a dormir y soñaré con Andrés

PD: Ya advertí que habría un poco de yuri, pero no será nada subido de tono ^.^


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