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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Hola :)

Principalmente quiero mandarle mucha fuerza y un gran abrazo a una lectora que pasó un momento muy feo que nadie merece pasar, que a todos alguna vez nos sucedió y debemos enfrentarlo con madurez y con mucho valor para seguir. La vida es correr, caer y volver a levantarte. Recordar los malos momentos es una elección, recordar las buenas cosas de la vida y estar feliz de seguir de pie es el camino a seguir, y el que te va a llevar a cumplir con tus metas, sin olvidar jamás a las personas que te apoyan y te aman. Mucha fuerza y saludos desde acá, valoro desde el fondo de mi corazón que encima al haber pasado algo tan nefasto te hayas acercado a dejarme un comentario. Me sensibilizó lo que escribiste, y quiero que sepas que si quieres hablar con alguien aquí tienes una amiga que va a oírte. Sólo espero que estés bien y le mando saludos y fuerza a tu familia también.

Nuze, espero que este cap no te ponga tan triste como el anterior TwT A mí sí me puso algo depresiva, por eso te digo :´( No me juzguen, quedé sensible u.u

Marta (si, ahora te dire asi jajaja) Te aviso que Sasha no estaba en el hospital, lo atendía una enfermera porque estaba muy débil al casi no comer. Bueno, eso lo saqué de una experiencia propia. Cuando suelo estar deprimida por amor como muy poco, así que lo plasmé en Sasha XD

Sweet Princes, ay si yo también odio a esa Emily, pero no tanto como a Jennifer >.< Al menos Emily va a querer arreglar las cosas XD Jennifer quiere matar a mi lindo Gregory TwT ¡Mala!

Hola, Lujan, me alegra que leas el fic :D No te deprimas, este cap te dará esperanzas

Lo mismo para Damma, que no sé si ya llegó a este cap XD

Romi, eres mi gurú escorpiano XD no me falles jaja. Yo sé que siempre lees aunque no puedas comentar, tu apoyo es incondicional :3

Nami, ojalá ya hayas legado hasta este cap :D Y si dejaste la historia por ser muy extensa te comprendo, cada uno tiene sus gustos.

¡Jazz, espero que llegues pronto a este cap! Jajaja si lo lees tiempo despues no importa :3 espero tus comentarios y que te haya gustado la historia <3

Ahora ya está... fiuuu...

~Corre fic...

Capítulo 17


La boda sería en una semana, en la Catedral de Louvre. El viernes por la noche la pareja prenupcial tomaría sus votos por orden civil y luego viajaría a París para a los dos consiguientes días celebrar la boda por Iglesia.

¿Había manera de detenerlo? No ¿Podía siquiera apoyar a su hermano? Sí, intento levantarle el ánimo, pero no tenía las palabras con que hablarle ¿Serviría de algo partirle la cara a Antoine? Bueno, le dio una buena bofetada a ese tipo, y así también se ganó el descontento de su padre y estuvo encerrada en su cuarto de hotel sin poder salir hasta que Misha se hubiera ido.

Por lo tanto, estaba presa. Quiso escapar por la ventana pero era inútil; caería irremediablemente al vacío. Estaba desesperando con el correr de los días. Saber que allí fuera estaban sus hermanos sufriendo y ella sin poder hacer nada era una sensación exasperante y agónica.

Cada tarde, Emily se acercaba a llevarle una bandeja con comida. Zinaida pensó seriamente en golpearla y huir, pero siempre venía acompañada por un guardaespaldas que en verdad incundía temor. Por lo tanto debía sonreírle con falsedad y aceptar su maldita cortesía mundana.

—Buenos días, mi rubia bella, ¿cómo has dormido?

—Como el diablo, ¿te importa?

—Puedo traerte más almohadas…

— ¡Sabes que no me refiero a eso!

Un silencio sepulcral se hizo entre ambas. La castaña se retorció las manos con nerviosismo, sin poder sostener esa mirada fulminante que Zinaida le legaba.

—Déjame verlos.

—Ellos están bien. Te preocupas por nada—se sentó a su lado y llenó la cuchara con un poco de sopa—¿Voy a tener que darte de comer como a un bebé?

Alzó la cuchara hacia su boca con una sonrisa, esperando que le correspondiera. Zinaida se pasó la lengua sobre los labios cruzándose de brazos.

—No soy como Alex y lo sabes, niña.

—No. Tú eres más atractiva—le guiñó un ojo y bebió la porción de sopa en su lugar—Hmm… ¡Está deliciosa!

— ¿Qué estás buscando?

Emily dilató sus orbes azules con inocencia.

—Nada, Zina.

Le tentaba demasiado la idea de volver a golpearle ese maldito rostro de muñeca que tenía. Presionó los puños con fuerza.

—Estoy comenzando a hartarme…

—Bien, ¿quieres la verdad?... No vas a creerme.

Se lamió uno de sus dedos con cuidado. Tenía los labios pintados de un fuerte color rubí. Le dirigió una mirada significativa al enorme gorila que estaba custodiando y este salió del cuarto, quedándose detrás de la puerta por su seguridad. Emily se acercó hacia la rubia, y le acarició un mechón de cabello descaradamente.

—Me das asco.

— ¿Por qué? ¿No eres lesbiana?

— ¡Eso no viene al caso, no…!

Tomó su barbilla y antes de que lograra reaccionar, le dio un beso sobre los labios. Zinaida intentó zafarse de su agarre, pero Emily era más fuerte de lo que creía. Le rodeó el cuello con ambos brazos y extendió el beso, pasando su lengua por cada recodo de su paladar. Tenía sabor a almendras.

—Eres…—Emily se acercó para morderle el labio inferior, interrumpiendo sus palabras— una arrastrada…

—Y tú una chica bastante terca—soltó una risilla y se cubrió el rostro tras una mano— ¿Por qué te ruborizas?

Zinaida retrocedió varios pasos. Estaba temblando de la rabia. Era su primer beso, y tenía que arrancárselo alguien como ella. Soltó un bufido de fastidio y fue a las zancadas hasta el balcón.

Sintió sus zapatitos de tacón tras de sí. Le fastidiaban sus sonidos, su perfume, sus faldas cortas, sus ojos azules, ¡absolutamente todo!

—Oh, esa Zara en verdad debe tener alguna clase de hechizo…

Se apoyó sobre el barandal, mirándola aireadamente. ¡Qué bella sensación sería lanzarla hacia el vacío!

—Deja de acosarme y vete.

— ¿Dónde quieres que me vaya?

— ¡Al infierno!

—Mmm… No conozco ese lugar, ¿pero sabes que sí conozco? —se acercó hasta su oído y rosó esa nariz pequeña contra su cuello, provocándole un estremecimiento. Tenía la voz ronroneante—El Paraíso que son tus besos.

¿Era impresión suya o comenzaba a gustarle la forma en que la tocaba? Se alejó con rapidez de ese demonio con bucles castaños y desvió la vista para no caer en sus trampas. Podía comprender en cierta manera a Alex en aquel momento. La zorra era astuta como ninguna otra.

—Lárgate de aquí o voy a tener que recurrir a la fuerza.

—Sí que eres terca…

— ¡Dije que te fueras!

Emily permaneció tiesa en su lugar. ¿No esperaba esa jugada, eh? Zinaida sonrió de lado y se cruzó de brazos, señalando hacia la puerta.

—Eres una caprichosa, una niña que no sabe lo que quiere y va a casarse con un hombre a quien ni siquiera ama. Sal del closet, pequeña, y luego atrévete a besar a alguien como yo… Vamos, vete.

—Z-zina…—tomó sus manos. Las lágrimas cayeron por su rostro, cubriendo esa piel tersa—Por favor… ¿Q-qué más debo hacer para…?

“Maldita manipuladora”

— ¿De qué hablas, Emily? ¿Vas a venir a decirme que me amas cuando sólo te puedes amar a ti misma?

— ¡P-pero es verdad! — Se arrodilló frente a ella, agarrando con las manos la tela de los jeans rasgados de Zinaida, alzando sus ojos azules empapados en lágrimas saladas—D-desde siempre te he amado… y tú nunca has querido verme…. ¡I-incluso debo casarme con tu hermano y ni así logro darte celos!

Por un momento creyó sus palabras, cayó en su trampa… pero entonces recordó que las lágrimas de cocodrilo de Emily no eran más que una farsa. ¿Qué más podría esperar de una persona que fue criada creyendo que era el centro del universo, y que el resto debía girar en torno a ella?

—Vete ahora mismo.

—Z-zina… y-yo…

— ¡Te dije que te fueras!

Su pequeño rostro se contrajo en una mueca de dolor, y un llanto apagado le emergió de la garganta. Dio la vuelta con rapidez antes de comenzar a sollozar, mientras caminaba a zancadas por el cuarto, sacudiendo violentamente las faldas de su vestido azul.

—Pues entonces tú tampoco saldrás de aquí.

Zinaida fue tras ella al ver que se apresuraba a salir del cuarto, y trató de colarse por la puerta, mas el enorme sujeto que custodiaba al otro lado la detuvo abruptamente. De una forma descarada la tomó por el codo y tiró de ella hacia dentro del cuarto. Emily la miró desde arriba con altanería temblando ligeramente su barbilla al contener las lágrimas que caían como gotas de agua por su rostro.

— ¿Esto es lo que decides? Bien… esto es lo que será.

Se oyó el sonido del pestillo echando la puerta sobre sus goznes, volviendo a cerrarla para no dejar entrar la luz del corredor. Un segundo antes de internarse en la oscuridad de su habitación, creyó ver en su tez algo diferente, algo que no habría hecho una niña caprichosa como Emily. Debió ser su imaginación, pero…

Por un momento, pudo jurar que movía los labios, murmurando un…

“Lo siento”











Se levantó de un salto dejando escapar un largo insullto que no hacía reparos en lo obsceno. Estaba empapado de pies a cabeza. Comenzó a tiritar del frío al haber sentido un cambio tan brusco de temperatura al salir de su tibia cama. Keisha estaba a su lado, descostillándose de risa.

—Ja, qué chistosa eres.

—Tendrías…—se atragantó con su propia saliva— Deberías haber visto tu cara.

Cayó en la cuenta que estaba sólo provisto de su ropa interior y con el pecho goteando motitas de agua. Se cubrió con la sábana escandalizado. Si el padre de esa jovencita llegaba a entrar por casualidad sus horas estaban contadas.

— ¡Lárgate ahora! ¿Qué no te enseñaron modales, niña?

—Ay, eres un exagerado—le tendió una toalla y dejó a un lado el vaso con el que cometió sus fechorías— ¿Vas al gimnasio?

Lyod se colgó la toalla al hombro al tiempo que se ponía sus jeans.

—Mmm... No, ¿por qué?

—Deberías—le señaló el pecho—Algo se está cayendo ahí.

— ¡¿Eh?!—se miró a sí mismo con alarma, y cayó en la cuenta de que le estaba jugando una broma cuando Keisha comenzó a reírse nuevamente— Qué niña inmadura eres...

—No seas un gruñón.

Se sento en la cama como de costumbre, meciendo sus piernas y mirándolo fijamente. Estaba por explotar con una de sus sinceridades. Lyod alzó una ceja y esperó a que le hablara.

— ¿No piensas ir a Ohio mañana?

—Sí, pero iré solo.

—Yo puedo llevarte en mi Porsche—trató de convencerlo sacudiendo las llaves frente a él de manera tentadora.

—No es tuyo. Es de tu viejo, y va a matarme si me ve contigo.

—Ese es otro gruñón...

Puso los ojos en blanco y soltó un suspiro. Esa niña lo estaba sacando de quicio a esas alturas.

—No te incumben mis asuntos. Haré todo yo solo... SOLO, ¿comprendes?

—Sí, sí...

—Y cuando regrese estarás aquí sentada sin moverte.

—Hum, sí.

— ¡Deja de hablar como Je...!

Paró en seco. No había medido el alcance de sus palabras ¿Qué pensaba decir? ¿Acaso volvió a recordarlo? Sintió un nudo en la garganta que apenas lo dejaba respirar. No podía ser tan débil. Fingió estar demasiado molesto y se tocó el rostro con la palma de la mano, que había comenzado a sudarle de los nervios. Keisha notó el cambio abrupto.

— ¿Qué dijiste?

—Nada, olvídalo—la tomó por el hombro, llevándola a la puerta—Ve a tu cuarto. Quiero cambiarme para ir a trabajar.

—Lyod— le asió su mano con cierta preocupación— ¿Estás bien?

No, no lo estaba. Y por mucho tiempo no lo estaría. Sólo necesitaba ver ese rostro una vez más para calmar su sed. Esas facciones angelicales que en un segundo le robaron el aliento. Inna... sólo ese nombre importaba ahora. Por más que también fuera una mera ilusión.

—Deja de pensar tonterías.

—Esa expresión de tu cara no me gusta. Estás triste.

— ¿Qué podría saber una niña como tú de eso?

Amagó a sacarle del cuarto, pero ella se volteó y lo contempló con esos ojos oscuros que abrazaban cual noche su interior. Estaba completamente desnudo ante esas pupilas que lo cuestionaban sin un ápice de prejuicio. Sólo quería oírlo. Comprenderlo. Sólo eso.

Sintió cómo su interior se derretía en un instante y caía rendido sobre sus rodillas en la alfombra. El nudo en su garganta comenzó a subir y bajar. Era una sensación extraña. Poco frecuente en él. Era asfixiante.

Keisha se acercó y le acarició una mejilla con cierta sorpresa y tristeza.

—Lyod... estás llorando.

Luego de ocho años, volvía a llorar. Frente a alguien más.

No podía sentirse más frustrado.











Acomodó una de las últimas maletas y las dejó en la entrada. Su padre pasaría a buscarlo en unas horas con su camioneta. De paso traería varias cosechas al almacén según advirtió en la llamada que Karl le hizo el día anterior. Estaba algo deprimido porque Jess no terminara los estudios pero a la vez se alegraba de volver a ver a su primogénito tan querido.

—Bien, muchacho—su tío lo apretó entre sus brazos— Esto es el adiós.

Sí, el completo adiós...

Antes de irse debía dejar al menos algo en claro en cuanto a... esa persona. No podía marcharse sin advertirle siquiera. Pero, ¿en dónde se alojaba? ¿Acaso le respondería? ¿Tenía algún sentido hacerlo? Sin embargo, para sentirse en paz consigo mismo, escribió una nota y la dejó... en un lugar especial. Donde sólo Sasha podría hallarla.

Los cuatrillizos le confeccionaron un dibujo hecho sobre un trozo de madera. Era su casa del campo y podía verse en la entrada a sus padres muy felices abrazados a él. Era un gesto realmente bello de su parte.

No sabía qué experimentar. Podría volver en cualquier momento a ese almacén, a ese pueblo, a ese lugar... pero algo en su interior le decía que no era así. No podría volver jamás. Él ya no estaría allí. Ni su rostro, ni sus ojos, ni su imponente presencia. Se había esfumado por completo.

Respiró hondo el aire gélido que merodeaba sobre su nariz.

—Los celos de Sasha no me gustan. Yo no quiero a nadie más que a usted. I-incluso si fuera una chica tampoco querría. Porque solamente Sasha pudo... pudo...—su voz fue muriendo ante la mirada cargada de ternura que le legaban esos ojos negros.

— ¿Pudo qué, Jess?

—E-enamorarme.

Intentó ocultarse, muerto del pudor, bajo las sábanas, pero su amante lo tomó de las mejillas y unió sus bocas en un beso suave y eterno, donde ya no logró percibir si eran minutos los que pasaban juntos, o años consecutivos sin fin alguno.

Él era la brisa, era el aire que le daba la vida, lo que hacía que su corazón latiera... boom... boom... Sin cesar.

—Di mi nombre más fuerte—lo tomó de la barbilla, obligando a mirarlo— ¡Dilo!

—S-sasha… S-sa…

Lo acalló de un beso abrupto, rozando con fiereza sus bocas. Jess ya no lo soportaba, estaba endurecido y la fricción de Sasha lo enloquecía. Notando su estado, avanzó con sorna. El muchacho comprendió que ya no podía huir.

Podría enumerar sus miles de errores hasta jamás acabar, desprestigiarlo por completo, burlarse de sus cursilerías, enfadarse con su altanería... pero todo era opacado al recordar sus sonrisas, la forma que tenía de mirarlo con esos ojos negros, la manera que tenía de tratarlo caundo estaban en la intimidad... Podía completamente manejar su mente y su cuerpo, sin convicción alguna de su parte.

—S-sasha…

Lo asió por la nuca obligándolo a que sus narices se rozaran de a poco. Inhaló más de él. Del aliento que se escapaba por sus labios largos y finos.

—No… No hables.

Recorrió sus dedos por toda la extensión que marcaba el rostro del joven; sus mejillas, la punta de su nariz, su barbilla…

—Tienes una cara muy dulce.

— ¡N-no es cierto! —trató de alejarlo con sus manos, ya casi desprovistas de fuerzas para oponerse— U-usted tiene cara de gato y yo no le digo nada.

— ¿De gato? —esbozó una sonrisa traviesa.

—De un animal salvaje… de tigre…—fue perdiendo la coordinación en sus palabras a medida que Sasha le besaba el cuello.

¡Lo odiaba, lo odiaba con cada trozo resquebrajado de su corazón, lo odiaba con cada fuerza de voluntad que poseía! Lo odiaba porque no podría jamás dejar de amarlo con esa fiera intensidad. Porque no podría jamás negar que era completamente suyo.

— ¿Sabes? Aún no me respondiste algo—tomó el rostro del muchacho entre sus manos con delicadeza— ¿Por qué viniste aquí realmente?

La habitación estaba en penumbras a esas alturas. No había ningún sonido. Era el sonido del silencio el que repercutía por cada recodo. Se miraron en un momento infinito, uno que no guardaba segundos, ni minutos, ni años…

Su vocecita suave se oyó en todo el cuarto.

—Porque quería verte, Sasha.

Eran diez minutos antes de la medianoche.

El sonido de la camioneta se oyó desde la cuadra anterior. Su padre se acercaba con una gran sonrisa, y Jess apenas pudo devolverle el gesto. Se estaba destrozando, y cada parte caía quebrantada en miles de pedazos a sus pies. Se estaba derrumbando...

—Jess.

El joven se acercó y apoyó el rostro sobre su pecho desnudo, sintiendo los latidos de su corazón. Eran presurosos. Lo llenaban de sosiego.

—Sasha.

Es que él era tan... tan...

Sasha lo tomó desprevenidamente del rostro, y lo besó con fiereza.

—Te vienes conmigo ahora.

— ¿Q-qué? ¡N-no, Sasha...!

Ahora el hombre tiraba de él, y Jess intentaba tomarse del marco de la puerta. Le soltó los dedos de a poco, y haciéndolo un manojo de telas bajo su brazo, lo sacó por la ventana otra vez. Sin ninguna dificultad lo subió al auto, y puso el Peugeot en marcha con un rugido.

Tan molesto, tan soberbio, tan engreído... ¡Un completo casanova cuando se lo proponía! ¿Cómo no creer que sólo era uno de otros de sus simples coqueteos? Sin embargo, él... podía decir esas cosas tan... tan...

—Jess, ¿tú me amas?

El jovencito se ruborizo hasta el cuello y revolvió sus manos con nerviosismo.

—Pues… no lo sé… S-supongo que algo así…

—Pero no me odias.

— ¡C-claro que no! No siento eso.

Le acarició la barbilla.

—Entonces no hay nada de malo. Al menos yo sí te amo. —Jess enrojeció por completo y ocultó la cara bajo la camisa del profesor. Este le acarició los cabellos — No quiero lastimarte. Quiero cuidarte. Quiero tenerte… ¿Hay algo de malo en eso?

Sus tíos saludaron a Joseph y luego subieron todas sus maletas al baúl. Su padre se acercó a estrecharlo en sus brazos. Jess estaba fuera de sí, perdido en el mar de sus recuerdos.

Puso el motor en marcha con un rugido. Se despedía de todo lo que había podido amar en ese pueblo. Y ni siquiera tenía el valor de despedirse.

—Jess, cachorrito mío—le tomó el rostro entre las manos. Ese rostro sutil y enrojecido le hacía saltar el corazón incluso a un viejo como él. No podía soportarlo. Su pulso desbocado le advertía que estaba perdiendo la razón— Te amo.

Por un momento, él mismo se quedó helado ante su confesión. No la esperaba. Simplemente le emergió del corazón. Pero para su alegría, Jess estaba incluso peor. Ocultó la cara en su pecho, sin poder sostenerle la mirada.

Y con su vocecita dulce, corrompiendo todas sus dudas, todos sus malestares, él susurró por lo bajo:

—Yo también.

Era débil. Un completo ser dependiente de sus sonrisas, de sus besos, de sus caricias... un germen que se alimentaba de su presencia. Sasha merecía algo mejor. Sí, podía nombrarlo. Sasha. Sasha. Sasha. Su nombre era lo más bello que pudo pronunciar. Y lo había perdido.

"Sólo... ¡No quiero que me olvides! Si lo haces todo habría sido en vano. Quiero que me recuerdes, así como yo lo hago, y sólo pienses por un momento..."

Cruzaron varias calles de tierra. A lo lejos se vislumbraba la mansión Ivanov. Los restos de su imponente figura. Joseph frunció el ceño.

— ¿Allí no vivía ese profesor particular?

"¿Qué hubiera pasado si me quedaba a su lado?"











No podía dejar de temblar de pies a cabeza. Eso no era normal en ella. Debería pasarse... debería calmarse... y esa sensación continuaba. Estaba demasiado nerviosa, ¿por ella? Estaba desquiciada de preocupación, ¿por ella?

Era absurdo.

—Deja de moverte tanto, Emily— dijo su padre entre dientes, codeándola bajo la mesa.

Trató de excusarse con una sonrisa y prestó atención a la cena. Antoine quería anunciar su pronta boda ante los lugareños del hotel. Se había vestido de gala para el asunto y tenía a su lado la decadente compañía de Misha, disfrazada con un vestido lila corto hasta por las rodillas que mostraban un par de pechos falsos. No sabía si la enfermaba más aquella situación o percatarse de que estaba acuciada por Zinaida.

Jamás le dijo eso. Nunca la vio tan enfadada, con ese odio fluyendo hacia su persona. La veía como una muchacha terca, difícil de convencer, pero no un caso imposible para ella. En cambio, con lo que había sucedido... Cayó en la desesperación. No quería perderla. Algo se retorcía en su pecho al pensar que la odiaba. Una sensación hórrida la recorría.

Varias personas se habían congregado en el salón para cenar. Muchos observaban de reojo la exótica pareja, y cuando Antoine se puso de pie, todas las miradas estaban sobre él y su mujercita de rostro alicaído.

—Quiero notificarles una noticia... Este sábado, mi prometida y yo vamos a casarnos.

Aunque a varios sinceramente no les afectó tal declaración, a muchos otros los sorprendió, e incluso algunos inmiscuidos palmearon un poco por tal noticia. Los dueños del hotel sonrieron entre palmadas y se acercaron a darles su "platillo especial" ante tal alegre fecha acercándose para la fiel pareja.

Incuso su padre iba a casarse y ser feliz el resto de sus desgraciados años de vida. Ella, joven y bella, moriría en la absoluta soledad. La vida era demasiado cruel para que eso estuviera sucediéndole.

Su futuro esposo no salía del hotel. Prácticamente no comía ni bebía sorbo de agua. Iba a morir de inanición si continuaba así. Y sabía que esa situación se estaba desmoronando. Habían dado un gran soplido a su escultura perfecta de naipes. Se había precipitado al abismo sin consuelo.

¿Qué sentido tenía continuar con esa farsa? Ya ninguno.

El cuarto seguía en penumbras como cuando se fue. Encendió las luces. Alexandr estaba boca arriba, con la mirada perdida en sus recuerdos. Cuando se acercó a él, apenas giró la cabeza.

—A-alex

Sus ojos negros se posaron sobre ella.

— ¿Crees que merezco ser feliz?

Era bochornoso. Completamente inútil. Estaba frustrándose delante de él.

—No soy yo quién decide eso.

Se incorporó sobre la cama.

— ¿Qué es lo que te haría feliz a ti?

Ni siquiera lo pensó un segundo, las palabras salieron de su boca con una seguridad que le erizó la piel.

—Donde sea que Jess esté quiero estar con él, quiero cuidarlo, quiero protegerlo. Si sé que él es feliz... yo también lo seré.

Frente a Emily ya no se hallaba el adolescente inseguro que apenas podía tartamudear dos palabras, que cada vez que estaba a su lado tiritaba como una hoja por su cercanía. Era un hombre con total confianza en lo que sentía, en sus sentimientos hacia ese joven que sin poseer su belleza ni su gracia lo había hechizado sin más, dando todo por él, incluso su propia felicidad.

Alex era todo un hombre, y ella continuaba siendo una niña inmadura.

—Pues prepara tus cosas, porque voy a llevarte con él.












Laurent le quitó su paleta de entre los dientes y salió a las corridas hacia la entrada, esperando no ser atrapado. Cindy se levantó de un salto, yendo rápidamente en su persecución. Sus hermanos se descostillaban de risa al verlos.

Al pasar junto a su madre lo detuvo de repente, tomándolo por el pecho. El niño amagó a replicar revolviéndose en sus brazos, pero al notar que sus padres estaban en silencio prestó atención a lo que sucedía. En la puerta estaba el profesor Ivanov, más delgado de lo que lo recordaba, acompañado por una jovencita de bucles castaños y un par de bonitos ojos azules.

— ¿Alexandr?

Mary no cabía en su confusión. Tenían la seguridad de que su antiguo profesor particular estaría muy lejos de allí, viviendo con su futura esposa. No comprendían su repentina llegada, más aún a las pocas horas de la partida de su primo Jess.

—Disculpa la intromisión, Mary, pero…

—Buscamos al muchachito— interrumpió ella, cruzándose de brazos.

Acercándose tras su esposa, hizo acto de presencia Karl, quien no dejaba de fruncir el ceño. Saludó con una palmada en el hombro a Alexandr, pero al toparse con la jovencita no supo claramente qué hacer. No la conocía, y su expresión enfadada no daba un buen augurio.

—Quería decirle algo a Jess—aclaró el profesor, enzarzando sus manos con nerviosismo— ¿Puedo verlo?

—Su padre vino a buscarlo esta tarde— respondió Mary, sorprendida al notar la congoja en el rostro del rubio—Si es algo urgente puedo darte la dirección para enviarle alguna carta…

—Sí, anota esa dirección—añadió la muchacha con rapidez, haciéndole un gesto a Karl— Por favor, señor, denos alguna tarjeta o algo así.

—Hum, sí— sacó de su bolsillo trasero un retazo de papel y de su chaqueta un bolígrafo, que solía llevar encima para el control del almacén. Anotó algo y se lo tendió a Alex— Aquí está… ¿Qué tienes para decirle?

Se quedó en silencio un largo momento, leyendo la cita del papel. Parecía realmente triste por su expresión. Laurent se sorprendió mucho. Era extraño ver al señor Ivanov con ese rostro tan alicaído. Cuando alzó sus ojos negros estaban vidriosos y empañados.

—Sólo… quiero hablar con él.

— ¿Por qué se fue a este lugar? — Inquirió ella, frunciendo el ceño—¿No es por aquí en Kansas?

—Es en la zona de campo, de las granjas, señorita.

—Es su casa— repuso Alex por lo bajo.

— ¿Cómo se llama su novia, profesor? — Preguntó Cindy, con cierta timidez.

—Ella no…

—Emily Bubbier.

Ambos se miraron por un momento. Alex no parecía muy feliz de que se tomara esa deliberación. En cambio, la jovencita le sonrió fugazmente a la familia y jaló de su brazo, arrastrándolo hacia el auto que descansaba en la acera, el Peugeot perlado que acostumbraba a usar.

—Gracias por la información… Adiós.

Se inclinaron por el umbral de la puerta a despedirlos. Mary continuaba igual de extrañada, y su esposo Karl no dejaba de rascarse la nuca con el ceño fruncido.

—Alex cada día está más entramado en cosas raras.

—Sí, pero es un buen muchacho—repuso Karl, como si quisiera convencerse a sí mismo de ello— Es un buen muchacho…












Con el sonido de la puerta cediendo sobre sus goznes, ingresó al despacho del Ministro de Relaciones Exteriores. No poseía el suficiente valor para mirarlo de frente. El hombre temblaba de cólera y se notaba perfectamente en el piquetera de sus dedos ansiosos sobre el escritorio.

— ¿Es verdad que en la correccional de Kansas apresaron a los Ivanov y los liberaron?

—Señor ministro, yo…

— ¡Responde!

El oficial de policía se encogió sobre sus hombros, tiritando como una hoja.

—Pagaron la coima, y aseguraron que se irían del país lo más pronto posible.

—Quiero la constante revisión, que no los pierdan de vista—chasqueó la lengua— ¡Estamos con muchos problemas con el petróleo como para preocuparnos por un par de cerdos comunistas en territorio soberano!

—Están en constante vigilia, señor ministro. Se lo aseguro.

—Así espero. En especial a ese… a ese tipo de lengua afilada. No permitiré que siga pisando estas tierras mientras yo pueda negarlo.

El oficial asentó con la cabeza, con cierta confusión y temor.

— ¿Se refiere a Borya, señor?

El Ministro se rascó la barbilla.

—No, al hijo. Alexandr Ivanov.












Los escombros se amontonaban sobre la tierra húmeda de principios de primavera. Las flores que con tanto esmero cuidaba su hermana, ahora querían irremediablemente florecer entre los restos de lo que había sido su hogar. Los paneles del segundo piso se derrumbaron, se hicieron cenizas ante la tortura de un incendio. Las pocas paredes que seguían en pie estaban manchadas con grafitis que citaban: “TERRORISTAS”, “CERDOS COMUNISTAS”, “SOLDADITOS DE PLOMO DEL FHÜRER”…y varias palabras derruidas por el moho. Incluso había símbolos de la Cruz Esvástica repartidos por el sitio.

—Sí que te tenían aprecio aquí, eh.

Sasha caminó despaciosamente por el lugar, recorriendo con la yema de los dedos los últimos trozos de su cama. Había quedado desplomada a la altura de la cocina, y varios pantalones que olvidó recoger se halaban hecho girones por doquier. Se sentó sobre lo que quedaba del colchón, en total silencio.

A varios pasos permaneció Emily en su espera. Ella insistió en ir lo más aprisa posible a la casa del tal “Jess”, pero Sasha quiso pasar un momento a visitar lo que había sido su hogar.

Sus manos recorrieron las mantas, y su mente revoloteó al pasado…

—Yo no dije nada— y acercándose a su oído, añadió— ¿Hoy también sigues rabioso, cachorrito?

Jess se puso en guardia. Lo había tomado por sorpresa. Se alejó con un movimiento brusco y fingió no haberlo escuchado.

Alzó la vista, en busca de su amada biblioteca atestada de libros, y se halló con las cenizas de las hojas marchitas flameando con el soplo de brisa. Todo a su alrededor estaba hecho añicos. Y su corazón iba encogiéndose de dolor.

—Yo contigo iría hasta la luna.

Jess sonrió, cabizbajo, pegándose a su cuerpo.

—Es muy cursi.

—Es la verdad.

Levantó la mirada, y esos ojos marinos lo embelecieron completamente. No podía discutir, ni subjetar, tampoco negar, absolutamente nada. Jess lo había cautivado, lo había atrapado, y ahora su mente sólo podía revolotear en él, alrededor de su sonrisa, de sus mohines, de su simple belleza, única para él.

Una sensación asfixiante lo estaba poseyendo. Lo perdió. Lo había perdido para siempre. El lugar que había sido cómplice de sus besos, de sus caricias, de sus demostraciones de amor, estada destrozado. Era el fin. Jess merecía ser feliz. Con o sin él debería ser feliz.

Le enredó los dedos sobre los mechones de su flequillo, y jugueteó a pellizcarle la nariz, hasta que el joven finalmente entreabrió sus ojitos azules.

—Sasha.

El hombre le besó la frente.

—Jess.

La luna estaba siendo cubierta por la aparición de las nubes nuevamente. El rubio chasqueó la lengua.

—Nunca puedes terminar de encandilarte con la luna, siempre van a cubrirla.

El muchacho se acercó hasta su cuello y se acurrucó en el hueco que había junto a su hombro.

—Sasha, tienes un perfume muy agradable.

— ¿Ah, sí? ¿A qué huele?

—A ti.

Se aferró a la palma de sus manos, dañándose con lo fuerte que hincaba las uñas sobre la carne. No, no, no… ¡Quería ser egoísta con él! Quería que fuera suyo. No podía fingir ser feliz al tenerlo lejos, al estar a kilómetros de distancia de la persona que amaba. Quería hacerlo suyo sin importar las consecuencias.

Las manos pequeñas y suaves del muchacho lo tomaron por los hombros. Cuando lo miró a la cara, no vio la perfección que él creía. No era la última persona en el mundo, ni la más apropiada, ni la más experta en eso... pero era la persona que ahora lo miraba de frente, y podía decirle con su voz firme, incluso más madura de lo que se suponía que fuera para un niño de su edad:

—No importa lo que pase, definitivamente nunca dejaría atrás a alguien como usted.

No, no amaba su ternura, ni su inocencia, ni su ingenuidad. Amaba el hombre que estaba creciendo en cimientos sobre él. La seguridad con que lo observaba, la manera en que podía hacer vacilar los latidos de su corazón con sólo su pronunciar, y que lo llenaba de sosiego al decirle cosas como esas...

Sasha se secó las lágrimas con el reverso de una mano, y con la otra acarició la mejilla de Jess.

—No deberías hacerle caso a las tonterías que dice un viejo como yo.

—Para mí Sasha no es viejo. A veces incluso...—le besó los dedos, y se acercó hasta su pecho para aferrarse a él nuevamente en un abrazo, siendo sumamente cuidadoso— A veces incluso pareces tan frágil que podrías romperte en mil pedazos.

—Necesito mi dosis de Jess para mantenerme íntegro—le revolvió los cabellos, soltando una risilla.

El muchacho alzó sus ojos azulados hasta él. Era la bruma que se agolpaba arremetidamente contra el mar de sus ilusiones, de su mundo, de sus contradicciones... Era el soplo de viento impetuoso que llegaba para dar vuelta completamente todos sus valores, sus creencias, sus pensamientos... Porque Jess era eso mismo, la brisa salvaje que acarreaba las aguas hasta la orilla, golpeándolas contra las rocas que sostenían su sosiego.

Sería hipócrita reconocerlo, pero en ese preciso instante, con la sensación de haberse esfumado de su vida, de no volver a verlo jamás, Sasha cayó en la cuenta de que lo amaba, y que no podría volver a sentirse de esa manera por nadie más. ¡Sí, había más de un millón de personas en el mundo, pero nadie podría tener las expresiones y la dulce voz de Jess, nadie podría mirarlo y hacer que sus convicciones flaquearan sin más, nadie podría hacerlo sentir completamente miserable al abandonarlo!

—Jess, cachorrito mío—le tomó el rostro entre las manos. Ese rostro sutil y enrojecido le hacía saltar el corazón incluso a un viejo como él. No podía soportarlo. Su pulso desbocado le advertía que estaba perdiendo la razón— Te amo.

Por un momento, él mismo se quedó helado ante su confesión. No la esperaba. Simplemente le emergió del corazón. Pero para su alegría, Jess estaba incluso peor. Ocultó la cara en su pecho, sin poder sostenerle la mirada.

Y con su vocecita dulce, corrompiendo todas sus dudas, todos sus malestares, él susurró por lo bajo:

—Yo también.

Iba a ir tras de él, iba a acorralarlo y a raptarlo si era necesario. No lograba pensar con raciocinio ni con calma alguna cuando se trataba de Jess, de su amado Jess, de su cachorrito, de la persona que le erizaba la piel tan sólo con acercarse y hablarle al oído. Estaba loco, completamente loco por él.

Se puso de pie de un salto, y amagó a correr hacia el Peugeot, cuando notó algo debajo de las mantas. Las descubrió y vio entre ellas la boina de su abuelo. Cuando la alzó entre sus manos, un retazo de papel cayó al suelo.


Sasha

Tal vez nunca leas esto, o tal vez sí. No creo que cambie las cosas. El hecho es que, por más que intente negarlo, eres la primera persona, y siempre me diré a mí mismo que la única, que logró enamorarme. Quizás tú ya estés viviendo felizmente en algún pueblito, y puedas darles esta boina a tus hijos. No quise retenerla. Es tuya. Te pertenece. Todo de mí te pertenece, aunque no pueda dártelo. Solamente trata de no olvidarme. Eso me haría un poco feliz. Creo que además de todo, hay algo que nunca logré decirte claramente, y alguien como tú se lo merecía.

Te amo, Sasha. Y tal vez nunca logre superarlo.

¿Qué hubiera pasado si me quedaba a tu lado?

Jess.


El rugido del motor resonó en sus oídos. Pisó el acelerador a toda marcha y apenas prestó atención a los avisos de tráfico. No escuchaba los quejidos de Emily, ni sonido alguno del exterior. Sólo podía pensar en volver a contemplar su rostro, rosar sus mejillas, sentir el suave murmullo de su voz.

Como una brisa fresca de primavera acercándose a él. Como si ellos dos jamás se hubieran separado en verdad…

"¿Qué hubiera pasado si me quedaba a su lado?"













Dio vueltas y vueltas en la cama. No lograba conciliar el sueño. Se cubrió los ojos con el antebrazo y trató de sumergirse en las aguas de Morfeo, pero sólo recurrían a su mente imágenes de sus recuerdos…

Su madre se acercó a arreglarle la corbata a su padre. Durante ese tiempo, Karl trabajaba en una fábrica a tiempo completo, y muy pocas veces lograba verlo. Las pocas horas en su casa estaba de malhumor y agotado en cansancio.

Al ser hijo único, solían traer de manera continua a su primo, para que no se sintiera solo. No le caía bien. Estaba acostumbrado a que el cuarto fuera sólo para él, a no compartir sus cosas ni a sus padres tampoco. Era un completo infiltrado.

Realmente era molesto. Siempre demandaba atención.

Lyod soltó una risilla y se acurrucó sobre la almohada, ¿desde cuándo esa sabandija le había comenzado a gustar? Ah, sí…

Las presiones en el trabajo de Karl cada vez empeoraban más. Necesitaba hacer horas extras en su labor para ganar un poco más de dinero, y apneas tenía tiempo de descansar adecuadamente. Mary quería convencerlo de conseguir otro trabajo, pero apenas tocaban el tema se armaba una gran discusión.

Finalmente no soportó que continuara esa situación, y su padre colapsó. Tuvo un principio de ACV, una de las venas cercanas al cerebro se inflamó de sangre hasta estallar. Lyod lo encontró en el cuarto de baño, sin poder articular ninguna palabra, de un color cetrino. La ambulancia demoraba demasiado en llegar, por lo que su madre lo llevó rápidamente en su camioneta hasta el hospital más cercano.

Lyod quiso ir con ella, pero no lo dejó. Debía quedarse cuidando al pequeño Jess. El ya resentimiento que tenía por su primo aumentó en esa situación. Estaba asustado y rabioso. Ver a su papá en ese estado lo dejó con una sensación hórrida en todo el cuerpo.

—Lyod—su molesta vocecita le llegó desde la espalda— ¿Estás bien?

No iba a voltearse y mostrarle su estado. No iba a desarmarse frente a un niño. Él era el mayor a cargo, el hombre, y debía hacerse respetar.

—Ve a dormir, Jess.

El pequeño se acercó y le tomó una mano. Tenía los dedos tibios y suaves. Sus ojos azules brillaban mucho viéndolos de cerca.

—Lyod… estás llorando.

Apretó los puños de la rabia, y trató de alejarse, pero… Jess le acarició una mejilla, secándole las lágrimas que corrían por su rostro. Era un gesto tan suave, tan sutil de su parte… que sintió un nudo estirarse en su pecho. Una sensación que nacía y le carcomía cada temor. Era el sosiego del mar en sus ojos azules.

Definitivamente era un idiota por recurrir a esos recuerdos, a esas memorias que prometió enterrar en lo más profundo de su mente. Jess no lo amaba, ¿por qué continuaba torturándose de esa forma?

Era una noche despejada de luna llena. Salieron a acampar a la orilla del lago. Karl estaba mucho mejor de ánimo al abrir su propio almacén. Quería disfrutar cada momento que pasaba junto a su padre y a Jess cada vez que salían a pescar.

Karl se había quedado dormido en la camioneta. Fue un día duro. Los niños se recostaron sobre la hierba mojada, mirando las titilantes estrellas.

— ¿Te gustaría viajar a la luna, Lyod?

—Mmm prefiero recorrer este mundo antes… viajar…—como si una idea hubiera asaltado su mente, se levantó de un salto con emoción. Sus ojos verdes brillaban— ¿Te vendrías conmigo? Podemos recorrer el mundo si quieres...

Jess sonrió y se recostó de lado. Sus mejillas sonrosadas estaban cubiertas de tierra. Tenía un lunar de barro cerca de su barbilla.

—Cuando seas mayor ve a buscarme y juro que vamos a ir a cualquier parte juntos...

Parecía que hubieran pasado siglos desde que oyó esas palabras salir de su boca. ¿Cómo lo había olvidado tan rápido? ¿Fue el único tonto que pensó en eso durante los siguientes días de su vida?

Se reunieron para festejar las festividades. Su madre colaboró con sus famosos brownies, y Diana se encargó del pavo. Sus hermanitos corrían emocionados por el lugar. Desde que llegaron los cuatrillizos su familia era pura algarabía. Y estaba feliz por ello.

Pero no era esa la única emoción. Había cumplido la parte del pacto. Había conseguido el dinero para llevarlo con él a recorrer el mundo, a hacer el sueño de ambos realidad. Sólo quería ver esos ojos azules para darle ánimos.

Jess apareció luego de varias horas. Había estado en el granero cuidando a las cabras. Tenía su cazadora de cuero sintético cubierta de tierra. Lyod le sonrió y se acercó a sacudirle el polvo.

—Siempre igual de salvaje, Jessy…

Se deshizo de su mano con un golpe y fue hasta la mesa, ignorándolo por completo. En el transcurso de la noche, ni siquiera se atrevió a mirarlo. No era nada para él, nada más que el reflejo de un fantasma.

Sí, él era el idiota que perseguía sueños hechos de papel, que se deshacían en trocitos por el aire, que se los llevaba la brisa al pasar. Era un iluso.

Ya no amaba a Jess, no podía decir que era eso lo que sentía, pero… estaba decepcionado. De sí mismo lo estaba. No podía creer que había caído tan bajo. Era su primo, a quien deseaba cuidar, a quien quería guiar en sus pasos. Como buen idiota confundió sus sentimientos y quiso atribuirles un significado que no poseían. Le encantaba complicar las cosas.

Antes de lograr conciliar el sueño, recordó esos ojos chocolatosos, ese rostro de ángel. No podía enamorarse a primera vista de esa forma, ese era otro de sus rasgos impetuosos a la hora de hacer bombear a su corazón en una dirección. Se arremolinaba, se dirigía como una flecha sin pensar en las consecuencias. Sólo era para cegarse, y volver a caer al abismo.

Pero ella… ella no podía quitarse de su cabeza.

“Inna…”

Notas finales:

NOTAS:

ACV significa Ataque Cerebro Vascular, y es un hematoma que estalla cerca de la masa cerebral, provocando un derrame que si no se trata a tiempo ocasiona la muerte o graves efectos secundarios. Por suerte Karl no corrió esa desgracia D:

 

En unas semanas les dejaré el link de la página de esta historia por si les interesa. Subiré fichas de los personajes, y si logro dentro de poco subiré las fotos de la "especia de manga" que estoy haciendo de la historia :$ (voy por los primeros caps pero por suerte dibujé a Sasha jodidamente atractivo *-*) jajaja

Nos vemos, muchos saludos :)


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