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Nos une la misma luna por Shizu Chan

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Notas del capitulo:

Hola a todos :3 espero que lean y les guste mi obra :3

Aclaro al público que es una historia original, y que quizás en un principio sea más un coqueteo sugestivo lo que sucede entre los personajes, la típica tensión sexual que me encanta recrear. El juego del gato y el ratón...

Ojalá les agrade ñ.ñ

A 9 días del flechazo…

Dio vuelta a la página, en pose circunspecta. A través de la ventana ingresaban los despiadados rayos del sol que le daban en pleno rostro, haciendo que sus cabellos rubios ceniza resplandecieran de repente. Sus ojos negros estaban entornados de tal concentración que ponía en la lectura.


Sasha no era un hombre fácil de alterar, pero ese pequeño que ahora se mordía las uñas en el asiento contiguo al suyo lo sacaba de quicio. Era el hijo de una vecina que necesitaba alguien que lo quitara de su odio a la lectura. Pero el endemoniado niño estaba allí jugueteando con los dedos y apenas le prestaba atención.


—Si no te interesa, sólo tienes que irte, ¿está bien?
Ante la dureza de su tono, el susodicho asentó con la cabeza y se quedó paralizado en su sitio. Él realmente no era bueno con los niños. Suspiró y se decidió agregar algo en un tono más cortés, pero la voz de la criada lo interrumpió.


—Señor Ivanov, lo buscan en el hall.


—Bien, ahí voy. Espera aquí, pequeño.


—Sí, profesor.


Se acomodó su camisa tratando de arreglarse vanamente, y salió a recibirlos. Se hallaba el hombre que residía a varias cuadras, el almacenero, con esa sonrisa de vendedor siempre pintada en el rostro. Le devolvió el ademán lastimosamente, Sasha no era bueno sonriendo.


—Buenos días, señor Alexandr.


—Buenos días, Karl, ¿quiere pasar a tomar algo?


—Con mucho gusto, cuando convenza a ese chico de entrar aquí—rió despreocupadamente y señaló la entrada, donde podía vislumbrarse que en la puerta estaban su esposa y un muchacho—, quizás usted pueda hacer algo.


Sasha torció el gesto. Tener que lidiar con tantos jóvenes comenzaba a sacarlo de sí, a pesar de que sólo tenía apenas 27 años de edad. Se dirigió donde el barullo de voces lo guiaban e hizo acto de presencia sacando un cigarro para fumar. La mujer de Owen lo saludó alegremente con un beso en la mejilla, mientras que el niño que los acompañaba se limitó a fijarle la mirada con molestia. Tenía los cabellos despeinados y negros, brillantes. Los ojos, de un azul oscuro, se le encendían, y las mejillas se le ruborizaban corrompiendo esa piel pálida y débil propia de un párvulo americano.


—Buenos días, jovencito… ¿pasa algo?


—No, nada—le dio vuelta el rostro y amagó a ir hacia la camioneta, pero Sasha lo tomó del brazo, obligándolo a mirarlo— ¿Qué-ee… que…?


—Di: “No, señor”. Ahora.


El muchacho se deshizo de su brazo y se escondió detrás de la mujer, enfadado y avergonzado.


—Veo que necesita algo de educación, ¿no?


—Es mi sobrino mayor, Sasha—terció Karl, desde su espalda. Se dio la vuelta a mirarlo— Nunca tuve antes la oportunidad de traértelo. Pero no te guíes por las apariencias; es un buen chico, le falta pulir algunas costumbres—le revolvió el pelo a su sobrino y lo convenció suavemente a presentarse frente a el hombre— Este es el profesor Alexandr, pero puedes decirle Sasha… bueno, en realidad, señor profesor está bien—añadió al ver la expresión en el rostro de Sasha.


—Hum… Un gusto conocerlo… señor—murmuró, cabizbajo.


—Bien, si quiere puede pasar justo ahora, estoy enseñándole a leer a un pequeño de ocho años, pero creo que no le será difícil llevarnos el hilo—sonrió y señaló el vestíbulo—, mientras tanto ustedes pueden esperar tomando algo, pasen con tranquilidad.


—Perdón, gracias por la invitación—dijo la mujer, con compunción—, pero hemos dejado el local con los niños, y no es de mucho fiar.


Sasha hizo un ademán despidiéndolos.


—Muy bien, en ese caso pasen en dos horas.
Ver la cara del joven al escuchar algo como eso hizo que se le escapara una risilla. Realmente parecía que lo llevaran de las orejas a la guerra.


—Pórtate bien, Jessy.


Karl le dio una palmada y su esposa lo besó en la frente antes de marcharse. A los pocos minutos lo hizo pasar. Sasha observaba de reojo al tal “Jessy”. No paraba de mirar hacia el suelo y temblar ligeramente. Además, al verlo así, parecía muy pequeño, comparado con su 1.86 de altura.


“¿Qué problema tiene este niño?”

 

 

 



El reloj de la alarma le zumbó en los oídos. Debía levantarse. Como un zombie se arrastró hasta la ducha y a duras penas consiguió agua caliente, pues ya la habían usado sus primas, bañándose por horas en la regadera. Alargó la mano para tomar la toalla, pero ya no había. A los gritos llamó a su tía y sólo consiguió que le diera una bata rosa de ella. Al salir debió soportar las burlas de sus primos y los falsos elogios de las chicas.


Comió apresurado el desayuno y agradeció una y otra vez, prometiendo pagarlo luego. Sus tíos lo regañaron y decidió callarse.


—Lo mejor que puedes hacer es estudiar. Hoy te llevaremos a la casa del profesor y comenzarás las clases.


“Genial, el día no pudo ser peor”


Alistaron la camioneta roja, con su parachoques en un pésimo estado y esas llantas gigantes resonando al andar. Los niños se quedaron luego de saludar diligentemente. Eran cuatro diablillos de 12 años, dos niñas y dos niños, cuatrillizos. Iban a estar bien. El que no lo estaría sería seguramente él.


“Oh, Dios, debo ver a este tipo que solamente va a regañarme, y de seguro me odiará. Si es rico ¿por qué no se casa y deja de mezclarse con los humildes? Debe ser un maldito engreído. No quiero ir, no quiero…”


Pero sus pensamientos no lograron nada. Se estacionaron frente a una mansión de paredes de mármol y una puerta de roble en la entrada. El patio delantero era constituido por un mural cubierto de enredaderas, y una entrada circular. Luego venían varios metros de campos, y le pareció ver por la esquina una fuente pequeña de agua, al estilo inglés.


Apearon el coche en un pequeño descanso para los móviles y su tío llamó a la entrada, donde lo atendió una mujer, por lo visto una sirvienta. Para entonces, Jess se había cruzado de brazos y permanecía rígido en la escalinata que daba al hall, de una lustrosa madera oscura. Lo enfermaba ver todo aquello.


Le pareció oír voces en el interior pero les hizo caso omiso. Su tía no paraba de parlotearle junto a él.


—Vamos, Jessy, debes estudiar, es por tu bien, porque te amamos. Hazlo por la tía Mary, cariño. Por tus padres, hazlo por ellos.


“Justamente por ellos es que lo hago todo”


Una imponente figura de hombre lo sorprendió al pararse frente a él. Debía ser ese tipo sin lugar a dudas. Lo veía en esa expresión altanera, y la soberbia brillando en esos ojos de un profundo café. Incluso se tomaba la molestia de fumar en su cara. Encima su tía le daba un beso como si fuera su amigo.


—Buenos días, jovencito… ¿pasa algo?


“Si, muchas cosas, así que mejor me voy, amigo”


—No, nada—le dio vuelta el rostro hacia la camioneta, acuciado, queriendo ir a ella y huir despavorido de allí.


Ya estaba harto. Nadie podía obligarlo a quedarse. Era un hombre, quería trabajar y ser el orgullo de su familia, así que ¿Qué diablos hacía ahí perdiendo su tiempo? Se propuso marcharse, cuando sintió un fuerte tirón en el brazo, que el dolor lo obligó a detenerse y mirar ese rostro, esas facciones cuadradas de hombre, esa nariz alargada y engreída, esos ojos fuertes que con una sola mirada hacía declinar sus convicciones. Quiso gritarle, pero apenas podía tartamudear.


“¡No me toques así!”


—Di: “No, señor” —le ordenó, la barbilla ligeramente inclinada hacia arriba con superioridad— Ahora.


Estaba destruido, avergonzado, muy enfadado. El único consuelo era convencer a la flexible de su tía, pero no podía llorar en un momento así. Sólo haría que ese tipo se burlara más y más de él. Simplemente se limitó a ocultarse tras sus faldas.


“Quiero huir, quiero huir, quiero huir…”


—Veo que necesita algo de educación, ¿no?

—añadió el bastardo, con esa mueca engreída en las comisuras de sus labios finos.


—Es mi sobrino mayor, Sasha—terció Karl, que venía desde dentro. El hombre se dio la vuelta a mirarlo, y Jess agradeció no tener que verle esa narizota— Nunca tuve antes la oportunidad de traértelo. Pero no te guíes por las apariencias; es un buen chico, le falta pulir algunas costumbres—le revolvió los cabellos, sólo acrecentando más su rabia. Le musitó a su oído— Vamos, Jessy, eres listo. Haces esto por tu familia, no lo olvides.


“Por mi familia, claro… siempre es así, siempre será así”


—Este es el profesor Alexandr, pero puedes decirle Sasha… bueno, en realidad, señor profesor está bien—añadió su tío al ver esa expresión soberbia en ese tipo.


“¿Sasha? ¿Acaso no es el nombre de un gato?… ¿de dónde es este tipo? Por ese pelo tan claro y su nombre de gato, no es de por aquí”


A decir verdad, parecía un gran puma, de cabellos cenizas y ojos alargados y oscuros… Pero no podía olvidar a su familia. Si debía soportar a un mimado como ese, lo haría por amor a su sangre.


—Hum… Un gusto conocerlo… señor—murmuró, sin atreverse a mirarlo.


—Bien, si quiere puede pasar justo ahora, estoy enseñándole a leer a un pequeño de ocho años, pero creo que no le será difícil llevarnos el hilo—invitó el hombre, con esa sonrisa falsa en su cara—, mientras tanto ustedes pueden esperar tomando algo, pasen con tranquilidad.


—Perdón, gracias por la invitación—dijo su tía, con compunción “¡Tía, no estés mal, este tipo es horrible!”—, pero hemos dejado el local con los niños, y no es de mucho fiar.


Jess la miró, rogándole, como su última voluntad. Pero le hizo caso omiso. Su tía Mary, su salvación, su segunda mamá… Todo estaba ya perdido.


—Muy bien, en ese caso pasen en dos horas.


“¡¿Dos horas?! ¡Hijo de una gran…!”


No pudo remediarlo. Su única esperanza se iba en esa camioneta que salía de los parámetros de la mansión. Ni siquiera tuvo las fuerzas para despedirlos. Quería tirarse allí y morir de a poco en soledad. Sasha lo hizo pasar. Era inmensamente ridículo, ¿para qué tanto espacio? Aun así, debía reconocer que la armonía de las cortinas rojas y las paredes de un color ocre eran atractivas, más aun con los muebles de ébano y esa alfombra tan mullida de color cobre bajo sus raídos zapatos.


Se sentía un insecto al ver sus atavíos tan desgastados sobreponiéndose a los lujos de aquella casa. Una estatuilla de ángel colgando sobre el techo, de las cuatro que había, seguramente valían más que todas sus pertenencias. Lo guió por un corredor, donde había mesillas a cada lado adornadas de jarrones llenos de vistosas margaritas. Por las ventanas a la derecha ingresaba el despiadado sol de invierno.
Miró al hombre de reojo.


“¡Ja! Incluso esa camisa descuidada y su pantalón de vestir valen más que yo”


Pero se descuidó al notar que él también lo miraba con cautela. Corrió la vista. Estaba nervioso. No se había puesto a pensar que estaría a solas con ese tal Sasha dos horas de su vida todos los días de ese momento hasta que terminara el ciclo escolar para él. Era tan alto y grande que inclusive le generaba temor.


“¿Qué demonios se cree este tipo?”


En la habitación aun aguardaba el niño. Al ver que retornaba junto a un muchacho, frunció el ceño, pero permaneció en silencio. Sasha lo señaló, dando a entender que se presentara.


—Hola, me llamo Jess Owen.


—Tienes nombre de chica —rió el niño.


“Bien, ahora aquí también van a burlarse de eso… ¿y que hay con este tipo?, él tiene nombre de felino y nadie dice nada”


—No le hagas caso, él es el hijo de una vecina, se llama Lewis. Pero en un rato vendrán a buscarlo, mientras tanto sigamos con la lectura—tomó un libro de la gigantesca biblioteca que recubría las paredes del salón y se lo entregó a Jess—estamos en la página 12, apúntate rápido y comienza a leer desde el segundo párrafo.


“No soy tonto, no te creas tanto”


Pero a decir verdad, le costó encontrarlo. Cuando finalmente lo hizo comenzó a leer con timidez e inseguridad en la voz. No acostumbraba a leer y menos en voz alta.


—Habla más alto, tenemos que oírte bien claro.
Jess torció el gesto, enfadado, y murmuró muy por lo bajo:


—No sé leer.


— ¿Qué dijiste? Habla alto.


“Maldito cara de gato”


Levantó la mirada y le dedicó una mirada cargada de odio.


— ¡Que no sé leer bien, ya!


Se cruzó de brazos y miró hacia el ventanal, donde las cortinas rojas se mecían al son de la brisa que ingresaba. El flequillo rebelde de Jess revoloteó en su frente, dejando apreciar a la luz la calidez de sus ojos azules, profundos, como el mar.


—Bien, yo leeré. Tú sígueme con los ojos en el libro—se sentó a su lado y comenzó a recitar. Su voz era grave y penetrante. Jess debió reconocer a regañadientes que era muy buen orador— “La luz de la luna, platinada, serpenteaba en cada recodo de…”


Estuvo casi una hora oyendo el recitar de Sasha, con sus ojos anegados en las letras del autor, y allí notó que tenía unas pestañas muy largas. Se ruborizó por sólo pensarlo y continuó con su lectura. Algunas palabras, Jess no lograba comprender, y aun así no le importaba, era más agradable oír esa voz recitándolas como una bruma acarreada a la orilla llegando a sus oídos, lenta y sutilmente.

 

 


De reojo, observaba el rostro nervioso e infantil del joven. Parecía costarle más que al niño a su lado. No dejaba de mover las manos y de acomodarse el cabello. Era irritante. A la media hora, la vecina pasó a buscar a su hijo. Se despidió con otra broma hacia Jess y con una reverencia ante Sasha.


—Bien, ahora puedo comenzar contigo—se puso de pie y dejó el libro en la mesa. Tomó unos nuevos tomos de la biblioteca, leyendo minuciosamente cada título— ¿Hasta qué grado has hecho, qué recuerdas de la escuela?


—Emmm—se rascó la cabeza, con confusión. Sinceramente no tenía mucha idea de cómo eran los temas, sólo recordaba a medias— Creo que… emmm…


— ¿Los verbos, fracciones, las guerras…?


—S-sí, pero no tanto de historia. Esto… ¿no va a enseñarme matemáticas, o si?


Sasha alzó una ceja. Le causó gracia ver el rostro infeliz del chico.


—Lo siento, pero obviamente que sí. No te preocupes, a mí tampoco me emocionan mucho que digamos, así que te enseñaré sólo lo elemental para agilizar tu mente.


Permaneció cabizbajo, aguardando que Sasha le alcanzara los libros. El hombre comenzó a escribir unas cosas en el papel y se lo tendió. Jess lo contempló, extrañado.


—Toma, resuelve lo que recuerdes. Si no sabes algo pasa con lo otro. Es para probar a tu memoria y saber de dónde partir.


No eran más que seis puntos, pero cada uno de ellos era bastante extenso. Sasha se sentó de piernas cruzadas frente a él, mientras lo observaba completar el examen. Seguía igual de inquieto, mordiéndose los labios cada vez que tachaba algo y lo rehacía. Ese suéter naranja, dos talles más grandes que tenía, el cual lo hacía parecer más pequeño, era suficiente para echarse a reír. Le recordó a una ardilla intentando abrir la nuez.
Sasha era un hombre extremadamente maduro. Desde que había cumplido los 18 años se dijo a sí mismo sólo preocuparse por no ser como su familia. Sólo quería conseguir el suficiente valor para poder abrir sus alas, sólo un poco más…


—Tome, aquí está.


La revisó cuidadosamente. Varias partes estaban ennegrecidas de tinta y mal tachadas, pero en su mayoría no estaban mal. De todas, formas, le había dado cosas de primaria. Sólo se detuvo a la mitad en su redacción al escribir sobre la independencia de EEUU, seguramente era muy pobre sus conocimientos de historia.


—Bien, veo que debo comenzar a profundizar historia, y también te daré algo de ciencias naturales, tachaste mucho en esa pregunta, y es escasa la respuesta.


Observó al muchacho que permaneció un momento dubitativo, para luego meter las manos en los bolsillos, en un típico gesto de molestia.

Levantándose para darle su clase, lo observó de reojo un momento.


“Este chico va a traerme dolores de cabeza”

 

 



Al oír el comentario, en ese tono de frialdad, contuvo los deseos de soltar un bufido.


“Gracias por no ver el esfuerzo”


Jess lo miró de soslayo y se guardó las manos en los bolsillos. Sasha se levantó y comenzó a explicarle los sucesos históricos, algo de la Antigua Grecia, el sistema feudal y por último la aparición del capitalismo. El joven miraba hacia la ventana mientras lo oía. Prestaba atención, era imposible no escuchar su voz resonando en toda la sala. Aun así, la idea de saltar por la ventana y escapar era muy tentadora.


—… Por lo cual, las luchas entre clases ocasionaron… Mira, niño, si no quieres hacer esto, simplemente puedes irte a trabajar en los campos de algún terrateniente rico que te explote, o ir a una fábrica y deslomarte sólo para lograr alimentar a tu familia dejando que te maltraten el resto de tu vida.


Jess dio la vuelta abruptamente. Se ruborizó, aun enfadado.


—Estoy siguiéndote el hilo, no tengo por qué mirarte.


—Ni siquiera podrás ir a trabajar con esa actitud, tratando a los mayores de “tú”. Soy tu profesor y vas a tratarme como tal.


“Mira, maldito ricachón, que vivas en una casa como esta y sepas un poco más que yo no te da derecho a decirme eso”


El joven pensó eso, quería decírselo, pero tenía el recato de saber cómo acabarían las cosas si se le soltaba la lengua. Se resignó a suspirar y se irguió en su asiento, mirándolo atentamente.


—Perdón, señor profesor, continúe.


Sasha se quedó un momento observándolo, aun con esa expresión de fastidio.


— ¿Crees que tu padre no me habló de ti? Cuando vino a traer con tu tío a sus otros hijos, siempre te mencionó, siempre quiso traerte, y se lo negaste. Si realmente querías ser de utilidad para tu familia deberías haber venido desde pequeño, y a esta altura estarías muy cerca de estudiar de algo y conseguir un buen trabajo.


Jess no iba a permitirle decir eso. No eso. Él siempre se quedó junto a su padre a ayudarlo en el campo, siempre estuvo con ellos para ser de ayuda, jamás quiso ser una carga. Se levantó de un salto y en un impulso inconsciente amagó a empujarlo, más la mirada del hombre lo hizo pensarlo. Quedó en medio del recinto, de pie, dubitativo.


—No estoy regañándote, sólo quiero que lo entiendas. Vamos, ve a sentarte y presta atención. Aun no es tarde para que te entre algo en esa cabeza—le revolvió los cabellos con cierta frialdad— No quiero ser tu enemigo, yo también estoy intentando ayudarte.


A pesar de ser molestamente grande, de tener esa expresión soberbia en su tez, de mirarlo desde arriba casi con altanería, Jess no pudo negar que esas palabras parecían sinceras. Volvió a su antiguo lugar en la mesa, aun un sintiéndose un poco ingenuo por confiar así plenamente en lo que le decía.

Notas finales:

~Fin del capítulo... Espero sus rw :3

Esto no va al caso, pero me enteré del la peli que saldrá de Yokozawa Takafumi no baii y estoy TAN FELIZ :D Wiiii :3 Si, si no lo sabías ahora lo sabes :E


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